Idas y vueltas 17

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-Camilo me contó sobre ese correo fan tuyo –dijo divertida Ámbar.

-Camilo tiene una gran boca,  incapaz de guardar un secreto –respondí a ello. No había pasado mucho y él ya le había contado a todo el mundo, quienes se traducían a ella y a Antonia.

-Así es, no puede evitarlo, pobrecito –confesó fingiendo tristeza.

Le había dado pequeñas vueltas sobre esa carta que había encontrado sobre mi mesa cuando llegué a la sala. Como era de esperarse, Camilo ya se había tomado la molestia por mí de ver de qué se trataba y estuvo el resto del día molestándome por ello.

Me figuraba que era una broma de mal gusto, es decir, recordaba años atrás y entre el resto de compañeros era común hacer ese tipo de tonterías, por lo que no le di mayor importancia, sin embargo no dejaba de llamarme la atención sobre lo que había dicho Antonia. Ella tenía razón, la letra de aquella carta ciertamente parecía ser de una mujer y a momentos me preocupaba un poco que todo el mundo supiera sobre mí así o acaso el detector gay había funcionado perfectamente conmigo.

-No es que me esté importando esto Ámbar –le comenté

-Lo sé, pero es algo divertido –dijo ella. Lo era, aunque no sabía exactamente hasta qué punto. En fin, en esos momentos había algo que me preocupaba más que simples niñerías y era todo lo que envolvía a Antonia actualmente y la relacionaba conmigo.

Verla esa mañana en el camarín había sido el colmo de los colmos. No podía explicar precisamente lo que sentí. ¿Estaba ansiosa? ¿Avergonzada? ¿Excitada?  Quizás eso último era lo que mejor lo resumía todo.

Sabía que no debía hacer lo que hice, que estaba mal haberme quedando mirando como una espía mientras ella se vestía pero en ese momento no tuve algún razonamiento, dejé a la conciencia callada. Lo peor era que no me arrepentía, a pesar de la turbación que me traería más tarde.

Me quedé absorta mirando con fascinación su espalda descubierta y la concentración que ponía en su objetivo que era seguir vistiéndose. Bajé la mirada un poco y esta se fue directamente a un costado que se encaminaba a su cadera. En él, un pequeño delfín arqueado que disfrutaba tatuado a su delicada piel. Me divertía y me atraía a la vez, pareciéndome encantadoramente interesante. En consecuencia, mis pensamientos no eran extraordinariamente perversos sino que admiraba a esa mujer y una parte de mí sintió curiosidad a la imagen, a qué se sentiría estar un poco más cerca.

Pero ella me vio. Y yo, bueno yo realmente no sabía cómo actuar.

Ella no ayudó demasiado a que yo me sintiera menos nerviosa. No me moví, por un momento creí que saldría corriendo del lugar pero me quedé ahí esperando algo, que inconscientemente o tal vez un poco consciente, si quería que pasara.

Y Antonia tenía razón, no era como si nunca hubiese visto a una mujer a torso descubierto pero con ella era diferente. Ella erizaba mi piel sin siquiera tocarme, sólo tenía que ser lo suficientemente amedrante, lo suficientemente ingeniosa a la vez para robarse toda mi tranquilidad con algunas palabras.

-No sé qué haré con Antonia, Ámbar –manifesté de pronto mientras ella se entretenía en otra cosa.

Alzó la mirada y dijo con una sonrisa –pues deberías quitarle las ganas, está pidiendo a gritos…-

-¡Oye! –grité interrumpiendo. No podía evitar reírme de eso. Era cierto que Antonia era bastante incitadora pero por otra parte no me sentía cómoda hablando así de ella, después de todo, si de mis ganas se hubiese tratado probablemente yo ya habría estado en la palma de su mano.

-Ustedes dos son realmente tontas –siguió –es decir, se comen con la maldita mirada pero no lo hacen realidad ¿Qué se supone que sea eso? –

-Hay cosas que no deben ser –le respondí no queriendo que así fuera. Había cierto rastro de melancolía.

-No creo que sea este el caso Pau –dijo ella. Entonces hubo silencio, pero luego volvió a  hablarme -¿Pau?

-Dime –

-No te molestes si te pregunto, pero ¿Esto tiene que ver en algo con lo de Simona? –preguntó con precaución como si perdiera una vida cada vez que me la nombraban.

-No –respondí serena –todo el mundo piensa que es así, pero no! Ella no tiene que ver con esto –

-Eso espero porque tienes que saber de una vez por todas que no todo el mundo es igual –aconsejó ella.

Lo sabía pero había omitido las expectativas de esa frase en la vida real.

“Eres mi amor platónico” Era una confesión bastante inusual que dejaba espacio a muchas dudas pero que ninguna satisfacía o intensificaba cierta curiosidad por saber. Había llegado una nueva carta ese día.

-¿Por qué estás cosas me pasan a mí? –le pregunté a Camilo

-Eres hermosa e inteligente ¿qué más se puede querer de una mujer? –indicó él.

-No, ya sabes todo, con todos… con todas, con la gente. ¿Por qué no me puedo relacionar bien con los demás? –intenté explicar.

Él me miró como si yo estuviera diciendo tonterías, por un momento me pregunté si realmente lo estaba haciendo –Comenzarás a relacionarte bien cuando empieces a ya sabes… ser un poco más normal... –

-Qué dices –comenté ofendida –soy lo bastante normal

-Claro, es por eso que le huyes a todo el mundo –respondió –pero eso se acabará en este mismo momento querida amiga, yo tengo la solución a este problemita  -indicó el papel de la supuesta fan.

-No le huyo a todo el mundo –repliqué mientras intentaba adivinar que se traía Camilo -¿Y qué se supone que estás tramando? –pregunté sin más rodeo

-Pues, yo sé quien dejó esto en tu mesa hoy –se limitó a decir muy misterioso. Ok, admitía que si él lo sabía me interesaba saber quién era o al menos, que me dijera cómo lo sabía

-¿Quién es? –pregunté

-Creí que no te importaba… -sostuvo él.

-No es que me importe realmente, sólo quiero saber, es curiosidad –intenté excusar. Me contenían las ganas de golpear a Camilo cuando se ponía tan dramático.

-Ok pero debes prometerme que harás lo que te pida –puso sus condiciones

-O vamos, tú a veces te extralimitas con tus condiciones –me resigne -¿qué se supone que deba hacer?

-Nada muy difícil –

-¿Vas a decirme quién es? –preguntó

-Ok mira, yo llegué aquí muy temprano porque bueno tenía que atender algunos asuntos y no podía hacerlo más tar..

-¡Camilo detente! –Detuve -¿Qué te hace pensar que quiero saber eso? ve directo a la parte dónde me dices quién es –me impacienté

-Deja de gruñir, bueno la cosa es que llegué y vi a esta chica poniendo el papel ahí y entonces… -hizo una pausa que me dejó descolgada –entonces le pregunté directamente que estaba haciendo lo cuál era obvio pero sólo quería agregarle un poco de suspenso al asunto –dijo brillante como si hubiese sido la idea más genial del mundo

-Tú y tu suspenso… y entonces ¿qué pasó? –dije para que continuara

-Entonces, esta adorable chica se puso toda nerviosa y lanzaba pequeñas risitas que la delataban sin embargo… -se detuvo de nuevo. Comenzaba a mirarlo cada vez más violentamente

-Sin embargo…-procedí

-Me dijo que sólo era una mensajera –anunció finalmente. Yo no podía creer que me había quitado valiosos minutos para decirme eso, me sentí tremendamente frustrada.

Me puse de pie para escapar un segundo de esa situación pero Camilo me detuvo nuevamente –Espera –dijo él

-Ya no quiero saber más del tema, en serio –respondí yo algo desatenta

-Es que ahora viene la mejor parte –aclaró. Le di la oportunidad que me dijera sólo porque necesitaba que terminara de molestarme con eso

-¿Y bien? –

-Le dije a esta dulce muchacha que tú tenías muchos deseos de conocer a estar persona que bueno, ella sabe quién es –

-¿Los tengo? –pregunté atónita. No podía creer que Camilo había dicho eso y ahora esperaba profundamente que todo hasta ese momento haya sido una broma.

-Bueno quizás exageré un poco –se defendió

-Un poco demasiado –completé

-La cosa es que te hice una pequeña cita a ciegas después de clases –dijo inocentemente. Supe que esta vez si quería golpearlo realmente, no era una macabra fantasía, veía mi puño caer en su cara en cualquier minuto.

-Estás loco si crees que haré algo así –dije en cambio tratando de no descomponerme.

-Vamos Pau, di que sí y sal de las dudas –rogó él –además, si no vas le romperás el corazón a esa pobre mujer

Yo sabía lo que era tener el corazón roto, sabía lo que era esperar algo de alguien pero no por eso accedería a hacer algo como lo que me pedía Camilo. Estaba lejos de mis posibilidades involucrarme en algo así aunque él tenía razón, sería la única forma de salir de esas dudas que de a poco comenzaban a incrementar.

-Ni siquiera sé quién es, cómo se supone que la reconozca? –pregunté

-Está claro que ella sabe bien quién eres tú –alentó burlón

-¿Sabes que tengo otras cosas de las que preocuparme ahora? –pregunté con rastro de tristeza.

-Si lo dices por Antonia, no sé si tenga la solución pero tú si la tienes, es obvia –señaló –tú sabes manejar eso.

Todo el mundo lo sabía, todo el mundo creía tener la razón al respecto sólo faltaba que yo me animara un poco a darle una respuesta real al problema. De a poco estaba rindiéndome, de a poco comenzaba a agotarme y bajar un poco la guarda.

Me preguntaba profundamente dónde estaba Antonia cuando realmente quería verla.

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-Debes decírmelo Ámbar –exigí con alteración –debes explicarme algunas cosas

-¿Anto por qué no vas y se lo preguntas tú misma? –me indicó. Si hubiese sido un poco más valiente probablemente lo habría hecho.

Busqué a Ámbar porque comenzaba a agotar los recursos y sentía que las dudas comenzaban a azotarme. Quería respuestas, quería ayuda, quería que me guiara a el cómo podía llegar a Paula porque de pronto me sentía inútil en la estrategia.

-Ella no dirá nada, sólo se avergonzará mucho, lo suficiente para salir corriendo –le aclaré porque pensaba que así sería. Ámbar se largó a reír

-Entonces no veo razón por la que yo deba traicionar su confianza Anto –limitó de pronto. Yo sabía que ella tenía razón pero aguardaba las esperanzas, la miré lanzando un suplicio para que entendiera la situación. –Paula es mi amiga y quiero que esté bien, sólo creo que comenzar a divulgarte cosas con respecto a su vida le traería un gran problema

-¡Yo podría darle lo mejor! Créeme, yo sólo quiero lo mejor para ella… -confesé frustrada. Me sentía fracasada en la tarea y se lo hice saber.

Ella me miró un segundo –Ella sufrió bastante en el pasado Anto, fue duro y aunque en si lo niegue creo que tiene mucho que ver con lo que sucede hoy –comentó –a veces creo que aún piensa en ella –terminó

-¿Quién? –pregunté afectada

-No puedo decírtelo –respondió. La entendía y creo que no necesitaba más que eso para darle sentido a la situación.

-Si realmente sientes algo por Paula entonces creo que tendrás que hacer un esfuerzo sobrehumano para convencerla –dijo intentando alentarme. No estaba segura que si lo conseguía o no –está un poco ciega, un poco loca –agregó. Logró sacarme una sonrisa.

Le agradecí a Ámbar y prometí que sería discreta aunque no estaba muy segura sobre eso, necesitaba hacerle saber a Paula que conmigo sería diferente, que no tenía nada que temer. Que si pudiera hacer algo para descongelar esos sentimientos, al menos hacia a mí lo haría o no dudaría en nada.

Intenté buscarla con la mirada desde el segundo piso, necesitaba encontrarla pero la cantidad de gente me hacía difícil la cuestión en sí.

Me preguntaba quién podría haber sido tan cruel para hacerle daño y por qué esas cosas tenían que pasar, después recordé a Claudio y descubrí que esas cosas eran reales y eran comunes. Recorrí uno de los pasillos para ver si la veía, no podría hablar con ella mientras todos estuvieran cerca pero ya era tarde, sonaba el timbre y había que volver a algunas clases.

La vi por fin, ella me dedicó una semi sonrisa a lo que atribuí pura educación. Pensé que aún estaría enojada por lo del día anterior aunque no podía esperar otra cosa de mi parte, ella sabía que me gustaba y que en realidad no comprendía otra reacción si había alguien más que esperara lo mismo que yo esperaba. Me dolía y me hería luchar contra mil factores y saber que aun así nada bastaría para estar con Paula.

Esos pensamientos me tenían tan ocupada que no me había dado cuenta que se sentó a mi lado, en un espacio que había dejado mi compañero que no había ido ese día.

-¿Estás bien? –me preguntó amablemente. La miré un buen par de segundos, no sabía si estaba viendo bien en realidad.

-Bien –dije sin más nada.

-Me alegro –comentó al respecto –te ves algo enferma hoy –dijo un poco apenada. No entendía muy bien porque estaba preocupada por mí y en realidad no era eso lo que quería trasmitir sólo estaba un poco impresionada.

Decidí sonreír al fin para quitarme las incomodidades –Todo normal ¿y tú? –

-Bien, creo… -contestó –yo quería hablar contigo, pero no sé si este sea el lugar más apropiado-

No podía creerlo ella quería hablar conmigo y me costaba una vida o dos el querer saber de qué se trataba

-Puedes creer que también te buscaba para eso –apliqué rápidamente, como si me faltara el aire antes de hablar. Ella atendió con carisma mi urgencia pero no dijo nada si no al contrario, se puso de pie, se dirigió tranquilamente a pedir permiso para algo y luego comprendí que era para retirarse del lugar. Quedé pasmada. ¿Qué había sido eso?

Raro fue tardar en darme cuenta que quería que la siguiera.

Seguí el mismo paso de ella aunque me costó obtener el permiso para salir. Estando afuera no la vi pero me figuré a  donde iría. Tenía prisa, quería encontrarla, estaba ansiosa y un grado de nerviosismo me recorrió el cuerpo.

-¿Qué sucede? –pregunté cuando la vi al entrar al baño. Ella estaba observando a través del espejo y desplegó su mirada hacia mí

-Necesito hablar sobre esto –dijo tranquila pero en voz baja –debes comprender

-¿Comprender qué? –pregunté alarmante. No tenía un buen presentimiento y el corazón se encargaba de hacérmelo saber.

-No puedo seguir así Anto –intentó decir en esa voz tan escondida –tengo que alejarte-

No podía creerlo, y no quería creerlo ¿apenas había estado cerca de ella y ya quería alejarme? No podía darle la razón

-Estás siendo muy radical –quise intentar –por favor no hagas esto

-Esta confusión no me deja pensar bien Anto, yo no debo estar contigo no puedo tranzar en esto –impuso con un poco más de fuerza. Sentía que quería lastimarme, o lastimarla a ella de tal modo que supiera que estaba soñando, que la realidad no tenía que ser así –perdóname, yo debí haberlo detenido antes, yo no debí dejar que esto pasara

-Cállate –expresé dolida. La miré detenidamente, ella no estaba bien y ni siquiera podía ver un rastro de alivio en su cara al decirme todo eso. Necesitaba más que una simple excusa. Me acerqué con sutileza, quería encontrarla más de cerca porque me estaba dañando tenerla tan lejos, no podía creerle nada si estaba tan lejos

-Déjalo Anto –me rogó pero me acerqué con terquedad. Me arrimé lo suficiente como para acorralarla. Ella insistió –déjalo por favor –

-Déjalo tú Paula –manifesté en baja intensidad –yo sé que necesitas saberlo y… -pausé cuando mis ojos se detuvieron en su boca –yo también necesito saberlo de una vez por todas –dije traspasando ese apuro por besarla de una vez. Busqué su boca en cuanto mis ojos se cerraban de manera involuntaria. La sentía, sentía el calor que provocaba tenerla tan cerca sin embargo justo cuando creía que estaba todo dicho ella arrebató su cara de la mía. Sentí el golpe del rechazo y la indiferencia clavarse en mi pecho.

–si crees que lograrás algo con eso estás equivocada –dijo susurrándome al oído y luego se apresuró a despojarse de mi lado. Estaba destrozada, derrotada, no podía creer que estaba haciéndome eso.

-Si estás evitándome por culpa de esa herida en el corazón entonces eres tú la que está equivocada –dije queriendo ser fuerte pero no funcionaba, quise esconder rápidamente una lágrima que se había deslizado por mi rostro.

Ella me miró desconcertada al instante –de qué estás hablando –preguntó. Recién me había dado cuenta que había evocado el tema que no tenía que hablar.

-Nada, da igual –respondí

-Repite lo qué dijiste –me exigió.

Tenía rabia, me hervía la sangre, podía sentirlo –Creo que es ridículo que sigas arrastrándote así a un recuerdo, estoy aquí, ¡mírame maldita sea! –grité enfurecida.

Ella estaba congelada, no se permitió reaccionar.

-Estaré por ahí, hasta que decidas ponerte los pantalones de una vez por todas –agregué –pero no te esperaré para siempre-

Me escapé, lo más lejos que pude. No se trataba de mi orgullo, no se trataba de mi dignidad tampoco era el ánimo, era mi corazón. Mi corazón estaba roto, sentía que el nudo en la garganta tenía mucho que ver con eso.

No entendía por qué Paula tenía que hacerlo tan complicado, porque alejaba y acercaba diminutas posibilidades y luego las ahogaba en lo más hondo del corazón, como con mis sentimientos que en ese momento se sentía en el fondo, prácticamente enterrados.

No quería enterrarlos.

Pero me costaría volver, enfrentar y seguir luchando.

Me dirigí a enfermería, fingí enfermedad y me largué del lugar. No sabía cómo iba a reaccionar si la veía de nuevo.

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-Camilo, no tengo idea qué estoy esperando realmente –dije impaciente. Le había prometido que iría después de clases a conocer a la famosa persona que estaba enviando las cartas pero mi mente seguía en otro lado. No entendía que era lo que Antonia sabía sobre mí para haber sacado esas conclusiones pero sólo podía constatar que ella estaba equivocada.

-Estamos esperando que ella aparezca –comentó él mientras estaba absorto en su bebida –debería aparecer ya.

-Dudo que lo haga –dije desinteresada.

-¿Por qué tienes tan mal humor? –preguntó histérico.

-Dime algo –pedí -¿Le contaste a Antonia algo sobre mí… sobre Simona por ejemplo? –dije de una vez. La incógnita que me arrojó su expresión me hizo entender que él no había dicho nada.

-No le he comentado nada Pau –ratificó con sus palabras –¿sucedió algo?

-Ella dijo algo extraño hoy y no sé, creo que hizo énfasis a eso –aseguré. Supuse que sólo lo había adivinado entonces, me dolía que lo haya traído al presente, Antonia no tenía derecho.

No podía dejar de pensar en ella. Me sentí enferma cuando la vi así de decaída, no podía darle juicio o criterio, había sido dura y lo peor es que estaba confundida. No sabía si esa era la mejor solución o más bien la peor que se me había ocurrido hasta el momento.

-Oye yo creo que debería irme, quizás ellas te vieron aquí conmigo y se sintieron algo avergonzadas y ya sabes, cosas de mujeres –reunió él en una frase tan absurda como su rostro al decírmelo

-¿Vas a dejarme sola? –pregunté preocupada

-Vas a estar bien campeona, yo estaré vigilándote por si quieren secuestrarte –añadió Camilo. Claro, realmente no podía creerlo, en vez de estar buscando a Antonia yo estaba ahí, esperando quién sabe a quién para intercambiar algunas palabras.

Empezaba a molestarme, empezaba a tener ánimos de matar al mundo entero. Toda la gente comenzaba a irse y ya casi no quedaban rastros de vida. No estaba decepcionada, supongo que eran todos los factores del reciente día que me habían convertido en una bomba de tiempo.

-maldición, quiero morir –dije en voz baja mientras cubría mi cara con mis manos por un largo tiempo.

-mm ¿hola? –sentí una voz detrás de mí. Quité mis manos del rostro y me dispuse a darme vuelta para ver quién era. Olvidé mi objetivo, de hecho olvidé que probablemente ella era la persona que se suponía debía esperar.

Pensé que nunca la había visto, detallé rápidamente en su persona e hice memoria, ella debió haber estado un curso menos que yo y quizás la vi fugazmente un par de veces. Era hermosa, de esa belleza que provocaría inmediata ternura y un sólido deseo de sólo platicar y apreciar por horas. Los dos lunares en el mismo lugar de ambos pómulos la hacían ver adorable

–hola –respondí para sacarme del estado de dependencia.

-Lamento mucho haberte hecho esperar, yo estaba… algo avergonzada –intentó decir mientras quería liberar esa agónica timidez. Que encanto, pensé.

-Está bien, aunque estaba creyendo que ya no iba a verte –intenté calmar sin embargo me di cuenta que forjó un efecto contrario –Tranquila –agregué. No sabía en qué me había metido esta vez pero no era en absoluto desagradable su presencia.

-debes saber que sólo vine porque bueno, creí que si querías que viniera entonces lo mínimo era presentarme pero esto debió mantenerse como ya sabes… algo completamente idealizado para mí –confesó. Habló tan rápido que me costó unos segundos darle sentido a todo el argumento y encontraba considerable su actitud, si hubiese estado en su lugar probablemente me habría desmayado y no era exactamente por mí, sino que por todo el lío que significa conocer a alguien de esa manera.

Estaba tímida aun y eso me ponía nerviosa, por lo general acostumbraba al dominio sobre mí más que el dominio mío sobre otras personas -¿Entonces debo asumir que de no pedírtelo … -gesticulé para que me diera su nombre

-Martina –agregó

-Claro, Marti… yo debo asumir que de no haberte pedido que vinieras hasta acá –dije fingiendo que realmente lo había pedido -¿las cartas hubiesen seguido? –

-Quién sabe hasta dónde habría llegado –insinuó.

Ella no tardó en recuperar la seguridad que hace segundos había encontrado ausencia.

Charlamos unos minutos que rápidamente se convirtieron en una media hora. Me dejé llevar un poco por su dulce tono de voz y el empeño que puso en impresionarme. Me embobé un poco, realmente consideraba ser humilde pero era extraño para mí que ella hubiese estado ahí por mí.

Me despedí de ella, noté que tenía prisa y que en realidad sus nervios le jugaban de vez en cuando malas pasadas las cuales consideraba realmente atractivas. Estaba confundida, a pesar de ello prometí que no sería la última vez que hablaríamos.

Estaba siendo altamente insegura y estaba totalmente confundida en el último tiempo para tomarme esas atribuciones. Pensé en Antonia, si había alguien que merecía mi atención más que nadie en ese momento era ella.

Puse la vista en frente de nuevo, me sentía cansada y aún más abrumada cuando recordaba que tenía que volver a casa. Extrañé a Camilo sin embargo, cuando ese pensamiento vino a mi cabeza lo vi aparecer justo detrás de uno de los edificios. Él venía haciendo extrañas señales, entonces deseaba no haberlo extrañado tanto.

-Sólo diré una sola cosa –arbitré antes de que dijera algo –yo no te diré nada.

-Ok, Pau debes decidirte porque de pronto estás robándome todas las mujeres lindas de este lugar –respondió en cambio. No entendía cómo podía volverlo todo a un chiste.

-¿Y qué tal si me quedo sola? Eso sería agradable –suspiré

-¿Y qué tal si te quedas con todas? –propuso. Me largué a reír, no podía contener la seriedad dentro de todo cuando el hacía ese tipo de comentarios.

Sacó de su bolsillo un pequeño dulce y me lo regalo –deberías endulzar un poco la vida –dijo. Quería que las cosas fueran sencillas, quería estar en paz conmigo misma,  intenté sonreír.

-Creo que cometí un estúpido error –me aproximé a decir. El haber conocido y charlado con aquella muchacha no había generado grandes emociones en mi corazón, sin embargo me sirvió para darme cuenta de algo muy importante –creo que sólo hay una persona a la que quiero ver ahora-

  • ¿Antonia? –sugirió.

No respondí, era realmente obvio. Me la había pasado tanto tiempo muerta de miedo, escondiéndome de todo que ni siquiera me había preguntado de dónde venía ese temor y por qué aún seguía afectándome.  Creí que haberlo tenido dominado, entonces aparece Antonia y le vuelve a dar aliento a la vida que creía muerta y sentí pánico cuando no pude manejar la situación pero sin ella el miedo se convierte en frustración, en fracaso y ahora comenzaba a entender que tenía medio al fracaso.

Tenía miedo a pasarme la vida entera preguntándome por qué aún seguía sola y con ello, seguía teniendo el corazón roto.

-¿Quieres que te acompañe a verla? –preguntó él cómo si pudiera leer mi mente.

Nuevamente no respondí sin embargo reparé con entusiasmo a su pregunta. Me puse de pie y di paso para que entendiera que si quería hacerlo.

Esperaba a que no fuera demasiado tarde.

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