Idas y vueltas 16

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Antonia

Paula se había empeñado en encerrarse en una habitación ante mí, asegurando puertas y cualquier otra entrada sin embargo, ella dejó una ventana abierta con esa declaración.

Si en ese momento existía una remota posibilidad de que ella si sintiera algo por mí, no cabía duda de que haría lo que estuviera a mi alcance por acortar esa distancia que me separaba de esa ajena esperanza.

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-No escúchame tú a mi Paula, ¿estás loca? –Gritó Camilo en el teléfono –De verdad una increíble mujer se te ofrece prácticamente en bandeja y tú simplemente ¿le desechas?

-Primero que todo, que digas así como así que ella se me ofrece suena horrible –respondí –y segundo, da igual, aunque fuese la mujer más atractiva del universo yo no correré a sus brazos-

-¡Cuál es el sentido de hacerse de rogar mujer! –exclamó con fastidio

-¡Dios no es eso!!! ¿Por qué todo el mundo cree que puede decidir por mí? –suspiré cansada. Camilo llevaba casi quince minutos al teléfono intentando convencerme y yo cinco intentado convencerlo de que me dejara hablar.

Estaba hasta los pulmones con el tema que envolvía y relacionaba a Antonia las veinticuatro horas del día. Comenzaba a odiarla antes de figurarme la idea de intentar algo con ella pero era inútil, me consumía de tal manera como el cigarrillo en el  viento, de tal manera como las huellas se disipaban en la arena, de tal manera como mis ojos se perdían en los suyos.

-Está bien, tienes razón –dijo Camilo sin más nada –haz lo que te plazca, sabes que te apoyaré siempre –manifestó luego. Sonaba como si se sintiese culpable y de algún modo agradecía que se diera cuenta que estaba torturándome.

-Gracias –pronuncié –pero ya no quiero seguir hablando de esto

-ok, ok, te cortaré, presiento que estás a punto de matarme –se apresuró a decir –cuídate Pau, hablamos –se despidió y finalizó la llamada.

Lo quería mucho pero a veces colmaba mi paciencia y no soportaba demasiado tiempo escuchando sus exigencias.

Temía por mi salud mental nuevamente ya que estaba incapacitada de desprenderme de los pensamientos sobre Antonia. No sabía exactamente qué era lo que sentía o lo que quería sentir por ella ya que mis ganas estaban limitadas a esa estrategia tan prejuiciosa que me había puesto encima sobre abstenerme a las relaciones. Por otro lado, no tenía idea donde había depositado mi confianza, una parte de mí quería creer indudablemente en ella y en sus intenciones a pesar de no conocerla del todo y otra parte se mostraba pesimista y escéptica manteniéndose al margen de los deseos.

Su celular vibró. Estaba en alguna parte, pero sólo notó el movimiento y sonido. Se aventuró a buscarlo y al encontrarlo entre los cojines sobre la cama revisó de que se trataba.

-“Pablo me llamó, ven al lado y te cuento” – leí en el mensaje y pensé que cuánto le habría costado a Gabriela caminar dos pasos para llegar a mi habitación de decírmelo ella misma. Me dirigí hacia ella en busca también de un poco de tranquilidad, quizás hablar temas familiares me despojaría del disturbio constante.

Apenas entré a la habitación de Gabriela, ella me detuvo desafiantemente –ok si tendrás esa cara de dos metros mejor no te cuento nada –advirtió

-Gabi ¿qué te pasa? Estoy bien –le reclamé

-Estoy hablando en serio ¿a ti te pasa algo? –preguntó ella

Decidí retirarme, me sentí instantáneamente agobiada y no quería decaer, no al menos frente a mi hermana

-¡Paulaaaaaa! –gritó Gabriela. Me detuve y suspiré en frustración – ¡Vuelve aquí ahora!-

La miré en profunda tristeza. No acostumbrábamos a mentirnos o a ocultarnos las cosas en mi casa y siempre intentábamos encontrar consuelo en las palabras o el apoyo del otro sin embargo me sentía débil.

-Sabes que puedes confiar en mí –dijo ella con más calma

-no se trata de eso –contesté –confío en ti, es sólo algo tonto –le quité importancia. Quizás si era algo sencillo a lo que le estaba encontrando las soluciones más complejas.

-dímelo entonces Pau –insistió ella –te veo preocupada.

Me senté en la silla de su escritorio y la miré intentando que ella descifrara por sí sola lo que me pasaba. Me reconocía como evidente y totalmente transparente e incluso, todo el mundo parecía saber lo que me pasaba menos yo.

-¿Es por alguien? ¿Tus amigos, o… -

-Alguien –interrumpí

-Lo imaginaba –dijo seria –¿Y esto está molestándote?

-Gabi, no es sobre ella –confesé –o… esta persona en sí –dije remediando –es sobre mí, yo tengo un lío muy grande en mi cabeza

-¿Por qué? –preguntó irritada –Pau, tu vida, no lo sé, está bien, es tranquila ¿cuál es el problema? ¿Es por ..?

-No es por Simona –dije rotundamente –es por mí, yo creo que soy más bien una roca en este momento de mi vida-

Gabriela reía, se detuvo me observó y volvió a reír –creo que aún necesitas vivir mucho –dijo como si rebalsara en sabiduría. Odiaba eso, ella sólo tenía un par de años más que yo.

-Yo sólo quería estar tranquila, vivir tranquila entonces apareció Antonia y lo volvió todo loco –dije sin detenerme

-Ok, la culpable tiene nombre también –interrumpió ella esta vez riendo. La miré y me avergoncé, fuera de voluntad había revelado su identidad y comenzaba a darme por vencida, quizás Antonia ya se había apoderado de mí.

-Pau, yo pienso que esta persona misteriosa te gusta mucho y no deberías luchar ni nadar contra la corriente –empezó a indicarme –quizás estás asustada, en tan comprensible. A tu edad no habría querido que me rompieran el corazón y cosas así pasaron, pero luego lo olvidas y bueno… si ella no es para ti, olvídalo –dijo con tranquilidad –si quieres ser fría o una roca hazlo de ese modo pero no torturándote cuando sabes que estás mintiéndote a ti misma –

Sentía que esas palabras tenían suma profundidad, a pesar de que me provocaban múltiples ganas de golpearme contra la pared al darme cuenta que la cuenta iba treinta y cinco a cero en mi contra y a favor de Antonia.

No recordaba la última vez que había ido a clases con tranquilidad sobre el cuerpo y la mente. Añoraba esos tiempos, añoraba tener la cabeza puesta en otras cosas y cumplir a la perfección en todas ellas.

La conversación con Gabriela el día anterior me había dejado herida. Me avergonzaba comportarme como me estaba comportando. Me dolía también que mis únicas experiencias amorosas estuvieran marcadas por el sufrimiento y la incertidumbre y eso me quitaba las expectativas.

A pesar de ello, seguía sintiendo curiosidad en ver a Antonia. Ahora las cosas eran diferentes, ahora ella se empeñaría sin sutileza esta vez en acercarse a mí. Había algo encantador y tan atractivo en esa mujer, más allá de lo físico, esa personalidad increíble me tenía expectante aunque a momentos me sintiera intimidada.

Aquel día correspondía al de actividad física por lo que me mentalicé en aprovechar ese momento para distraerme. Me cambié muy temprano de ropa a pesar del frío que hacía, instalé los fieles audífonos en mis oídos en busca de un escondite fuera del mundo. Alguien me tomó por la espalda de pronto a lo que atendí para ver quién era. Ámbar hacía extraños gestos, como si estuviera gritándome pero yo me había asegurado de ser lo suficientemente valiente para poner el volumen al máximo. Le hice entender entre risas que no estaba escuchándola y ella me respondió con un educado gesto de vuelta, levantando el dedo del medio. Había alegrado en definitiva esos primeros segundos de mi mañana.

La joven profesora ya había llegado lo que significaba que comenzarían las clases. No había visto aún a Antonia por ningún lugar y eso me tranquilizaba e inquietaba a la vez. Los delicados cabellos de mis compañeras empezaron a balancearse de un lado a otro al ritmo del trote que llevaban y gracias al golpe de distracción que me había dado Ámbar, yo también empecé a correr.

Era yo, la música y la vista que no parecía tan desagradable. No lo era, antes me sentía culpable por mirar así a otras mujeres y hoy había regresado lo bastante atinada como para al menos recrearme con ello, eso, hasta que me percaté que mi peor pero más grande deseo a la vez había aparecido con la llegada de ella; Antonia lucía tan bien que no hacía falta mirar a alguien más, mis ojos la recorrieron en unas milésimas de segundo. Especialmente con ella no había donde perderse, me sentía enferma, babosa e incluso pervertida por estar pensando como lo hacía en ese momento pero qué otra cosa podía hacer.

Ella me sonrió y yo sólo pude arrancar. Arrancar era bueno, arrancar significaba tener la valentía suficiente para no querer morir en el acto.

Troté rápidamente para perderme de su vista y para encontrar alguna tranquilidad que veía imposible. Odiaba la manera en que me distraía. Aceleré el paso involuntariamente e intenté disimuladamente mirar atrás para ver si ella estaba. Me encontré con su mirada, me encontré también con mis nervios de frente y en cuestión de segundos sólo recordaba haber sentido pisar uno de mis cordones que iban en libertad danzando al ritmo de mis pies.

Luego estaba en el suelo. Esas cosas siempre pasaban sin que me diera cuenta.

-Pau ¿Estás bien? –escuché preguntar con preocupación a Antonia, dándome cuenta que volvía a oír el mundo. Mis audífonos y el celular habían decidido volar unos metros más adelante –mierda mira tu rodilla, dios –dijo horrorizada

-Anto estoy bien, sólo es un rasguño –le calmé. Ella estaba prácticamente encima de mí lo que dificultaba mi capacidad de poder y querer levantarme.

-Anto, déjala, está acostumbrada –dijo una risueña y burlista Ámbar más atrás. Al menos su interrupción me había sido de ayuda para que Antonia se retirara un poco del lugar donde se encontraba.

-muy graciosa –le chillé. Antonia seguía preocupada por su parte y me ofreció su mano para levantarme. Era tan dulce y eran esas las ocasiones en las que me preguntaba por qué no le pedía que se casara conmigo de una vez.

-Eres muy boba eh, ten más cuidado por favor –dijo tiernamente. Me sonrojó pero para mi suerte ella había emprendido rumbo nuevamente.

-Ella va a matarte –comentó Ámbar

-Creo que sí, lo hará –respondí.

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Sin ánimos de ser presuntuosa y engreída, admitía que me gustaba poseer el control de algunas cosas. Provocar a Paula y hacerla sentir provocada se había convertido en uno de mis pasatiempos favoritos.

Luego del incidente que tuvo y de asegurarme que estaría bien, seguí en mi camino y determiné que era mejor no hacerme sentir más en su presencia.

Por reflejo y de forma involuntaria una sonrisa se escapaba de mis labios. Yo sabía bien lo que sentía por ella y también sabía que la obstinación me llevaría a algún punto esclarecedor. Si bien no lograba conquistarla, al menos quería intentarlo.

Me fui al camarín antes que terminara la clase para no encontrarme con las demás una vez que salieran. Deseaba con todas mis ganas cambiar el panorama en ese momento, aún conservaba asuntos pendientes y no todo era tan rosado y lleno de corazones en la vida. Hace dos días que aun pensaba en cómo resolver el mirar a la cara a Claudio y decirle de una vez por todas que habíamos terminado o que al menos para mí, mi historia con él se había esfumado. Pretendía ser crítica y dura, no aceptaría volver a deprimirme por su culpa y tampoco volvería a rebajarme a su nivel.

Tomé una rápida ducha y salí para volver a vestirme. No había nadie ahí y me di la libertad de tomar el tiempo para tardar aún, sin embargo, cuando sólo faltaba cubrir la parte superior de mi cuerpo tuve la leve sensación de que alguien estaba ahí. Mi piel se erizo, sentí la sangre helarse e intenté con precaución mirar atrás tapándome a toda costa. Quedé un poco descolgada y parece que ella también.

-Paula qué… -dije sin concentrarme en lo que estaba diciendo. No espera verla –¿Qué haces acá? –pude articular finalmente.

Ella se dio vuelta en cuanto pudo para darme la espalda al comprender la escena. Yo no sabía si reír o llorar en ese momento pero me relajé, era ella, no había demasiado que quisiera esconder

-Yo estaba… sólo estaba –comenzó a balbucear

-¿mirándome? –sugerí divertida

-¡No! –gritó nerviosa –yo sólo venía por algo y lo siento… tú, tú no deberías andar así como así  por ahí –decía rápidamente

-¿Así cómo? ¿No es como si nunca hubieses visto a una mujer sólo en sostén cierto? –pregunté. Había cierto encanto en incomodarla, ella estaba tan nerviosa y avergonzada. Yo aún no ponía la polera sobre mi torso, estaba realmente divertida viendo cómo se las arreglaba para excusarse.

-Yo mejor ya me voy Anto, lo siento –se disculpó

-¡Hey! –la detuve. Ella paró su caminar sin mirarme aún de vuelta –en serio Pau, ya puedes darte la vuelta si quieres, ya está todo en su lugar –le mentí. Ella me creyó, se dio la vuelta para decirme algo sin embargo yo aún seguía igual.

-¿Anto por qué me haces esto? –preguntó desesperada mientras había bajado la vista. Yo sólo sonreía, ella me gustaba tanto, avergonzada, nerviosa, cabizbaja, enojada o en todas sus facetas.

-Me gustas –le expresé tranquila. Ella no dijo nada y no esperaba que lo hiciera tampoco, pero me conformaba con que lo supiera justo cuando yo lo tenía perfectamente claro. Deslizó su mano por su cabello y actuó como si quisiera decir algo pero entonces se arrepintió y se excusó para retirarse.

No quería sentirme desanimada, al contrario, esperaba tener la oportunidad de encajar en su vida nuevamente. No quería rendirme porque sabía que en el fondo de su corazón ella estaba esperando algo de mí.

Suspiraba, devolví mi vaga atención para terminar lo que había empezado con las prendas de vestir. Amarré mi cabello y luego salí del lugar.

Me tomé mi tiempo esta vez para regresar a la siguiente clase, las cosas durante esa mañana me habían dejado satisfecha de seguridad, sin embargo, nada parecía durar para siempre “Necesito que hablemos, estoy en el pasillo del segundo piso” cuyo remitente aún conservaba un “amor” junto con un corazón a su lado.

Entonces dudé de la seguridad que había manejado o simplemente dudé que esa seguridad me sirviera para enfrentarme a él a pesar de que también esperaba aclarar la situación con Claudio.

Sabía que le debía esa conversación y él a mí así que sin más discusión me apresuré para llegar hasta ese pasillo. A lo lejos lo vi sentado en el piso, me acerqué hasta donde estaba –Hola –saludé normalmente, sin emitir mucha emoción ni desgano.

-Hola Anto –saludó él un poco más emocionado o quizás exaltado por alguna otra razón que desconocía –¿Cómo estás? –preguntó

-Bien –respondí fría –¿y tú?

-¿En serio? Creí que estarías enfada o algo –dijo en cambio. ¿Qué creía él que sucedía? Si realmente pensaba que las cosas seguían tan normal como siempre entonces estaba equivocado, muy equivocado.

-No estoy enfadada Claudio –le confirmé

-¿Entonces por qué no me has hablado? –preguntó sorprendido. Me parecía increíble que preguntara eso.

-No estoy lista para verte y no sentirme avergonzada por lo que pasó esa noche –dije torpemente –yo no estoy esperando darte explicaciones –le manifesté

-¿A qué te refieres con eso? ¿Qué está mal entonces para poder seguir? –preguntó inesperadamente. “Todo” quise decirle pero mi objetivo tampoco era agrandar más esa herida.

-Deberías saberlo, deberías saber que algunas cosas no están bien y que yo… -pensé en cómo decirlo –yo no puedo seguir así con eso-

-Eso es…¿tú estás terminando conmigo? –preguntó idiotizado.

-Si –dije esta vez más nerviosa. Creía de algún modo que él lo entendería o no le sorprendería mi decisión pero veía que no parecía comprender algo.

-No hagamos esto Anto, yo te quiero y tú lo sabes, si terminamos ahora probablemente vas a arrepentirte más adelante –dijo tomando seguridad. Estaba bastante convencido de quererme pero él no me había convencido a mí el último tiempo y nadie podía sacarme esa idea de la cabeza y además, odiaba esa arrogancia con la cual se refería a “lo nuestro” lo de él y lo mío.

-Claudio, no me siento cómoda a tu lado –le confesé –y con eso, no estoy segura de querer seguir contigo, es mejor así –dije finalmente.

Él no volvió a decir algo y entendí que había roto en alguna parte de su orgullo por la expresión en su cara. –Será lo mejor –sentencié por última vez. No dijo nada y entonces decidí que era mejor retirarme, estaba todo dicho y nada quedaba por hacer.

Un nudo en la garganta se asomó minutos más tarde pues a pesar de esperar que sucediera el quiebre entre él y yo, nunca había imaginado que la situación sería tan fría y rápida. Me preguntaba si él recordaba los tiempos en los que me quería y había prometido que jamás permitiría que sufriera por su culpa.

Me hice la fuerte y  regresé a la sala. Si había algo que odiaba era el tener que lidiar con aquellos eventos que quería alejar de mi vida. También entré para verla a ella, porque no mentiría, la necesitaba y también necesitaba de alguien que me apoyara en ese momento o que al menos me sacara una sonrisa.

Cuando divisé a Paula, me dirigí con mesura hacia ella. No me había visto porque estaba de espalda, así que decidí sorprenderla con un abrazo desde atrás.

-Oye, tranquila campeona –comentó Camilo que estaba con ella. Paula se desligó de mí y yo me sentía como quién se aferraba más al rechazo de su persona.

-¿Qué es eso? –pregunté cuando vi un sobre en sus manos

-¡Nada! –se apresuró a responder Paula. Sospeché de esa actitud.

-Una carta de su enamorado –dijo Camilo para delatarla.

-¿Eh? –articulé confundida.

-¡Camilo! –gritó Paula. La vi nerviosa aunque también reía por ello –no es nada Anto –dijo ella. No tenía idea de qué, pero me sentía celosa y aún más confundida sin mencionar que me moría por saber si era cierto o Camilo sólo bromeaba como siempre.

-Déjame ver –exclamé inquieta

-No, tranquila –decía Paula divertida, entonces Camilo le arrebató de las manos la carta y me la dio a mí.

-Si no me crees lee tu misma –dijo él e intentando alejar a Paula de su cuerpo quien se abalanzó sobre él para quitársela.

Yo la tomé y abrí el contenido. Efectivamente era bastante comprometedora la carta pero había algo que me llamó la atención de inmediato y también, sin duda, terminó por sacarme de quicio.

-Espera un momento, esta carta de ninguna manera la escribió un hombre –dije horrorizada ante la idea de que había alguien más le había puesto los ojos encima y tenía el atrevimiento de hacérselo saber.

-Anto, es una tontería ¿sí? Apuesto que es una estúpida broma –comentaba ella

-No, no lo creo –respondí disgustada

-¿Cómo sabes que no es un chico? –preguntó divertido Camilo

-Salí con uno durante muchos meses, yo sé de lo que hablo –respondí

-¿Saben qué? Ya estoy cansada de que se metan en mi vida –exclamó enojada Paula –tire eso a la basura –exigió y luego se retiró de ahí.

Estaba enojada también. Hasta el momento me sentía claramente tranquila porque sabía que no había alguien más invadiendo mi espacio ni el de ella pero entonces surgía esto y me tomaba completamente desprevenida. Si había alguien más por ahí entonces tenía que tomar cartas en el asunto, actuar de otra manera, pero no me permitiría perderla, no cuando había avanzado dos pasos al terminar con Claudio y aceptaba sin temor alguno mi creciente nuevo amor hacia ella.

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"Por el amor a las letras sigue escribiendo! :(" ( Picxis ) creo que impactó ese comentario JAAJAJ de tal modo que rapidamente fui para subir este capítulo. Lo siento tanto, y le pido perdón también a las letras por fallarle. Bueno también me excuso, estuve sin internet un tiempo entonces me desconecté un poco del universo entero.