Idas y vueltas. 14

Después de tanto

Me fui a paso acelerado fuera del lugar. Necesitaba aire porque me estaba faltando en creces.

No había nadie más, no estaba Simona en ese lugar en el cual la había besado, no existía otra persona. Sólo Antonia, en algún lugar dentro de aquella disco.

Me estaba devolviendo a la vida en ese momento y tenía miedo. Miedo porque nuevamente ella no era para mí y la estaba necesitando.

34

Estaba sentada en la acera intentando calmarme y ella apareció por la puerta para llegar hasta mi lado. No podía mirarla a la cara, era una bochornosa mezcla de vergüenza y nervios.

Era curioso, me llevó unos minutos lograr que el cuerpo calmara todas las sensaciones que habían aflorado en cuestión de segundos. El autocontrol por supuesto, no iba conmigo. Se sentó junto a mí sin preguntar nada, supuse que quería que yo me justificara al respecto y quería hacerlo, sólo que no sabía cómo.

--¿Soy demasiado aterradora? –preguntó captando mi atención.

Aterradora no era la palabra, ella era fascinante. Me aterraba la idea de querer tanto no haber salido corriendo.

--No lo eres –respondí

--¿Tienes algo que decirme? –

Mucho –pensé en plena melancolía conmigo misma. Había tanto que decir desde el primer momento que la había visto, mucho que preguntar. Había demasiado que explicar desde que habían llegado a ese bar y había algunos sentimientos que los tenía en cada parte del cuerpo pero que no tendrían ninguna justificación lógica por lo que cualquier intento de explicarlo sería un fracaso.

Opté por lo sencillo y honesto

--Este lugar no me trae buenos recuerdos –comenté. No entendía luego de esa aclaración cuál era mi concepto de sencillo pero al menos parecía ser honesto.

Ella articuló en su rostro un gesto bastante triste –lo siento –se disculpó.

Pensé fugazmente que Antonia no tenía la culpa que el mundo fuera tan pequeño, aunque todos acertaran en que era inmenso, a mí me parecía un pañuelo.

-Todo bien –respondí

-No me creo eso –arrebató

La miré de inmediato buscando sentido a su reacción tan inesperada. Se veía enfadada.

  • No es tu culpa Anto–

  • Lo es, yo te traje aquí –insistía

  • Tú no tenías por qué saber nada –expliqué

Hace cinco minutos ni siquiera se trataba de lo que ahí había pasado con Simona hace meses atrás. Las escenas habían cambiado un poco y yo estaba cubriéndolo con una venda que de igual modo me dolía.

-¿Se trata de alguien? –infirió correctamente. Podía haberse tratado de ella o de Simona.

-Algo así –respondí

No quería contárselo pero ella seguía mirándome esperando que siguiera. Quería terminar pronto esa noche aunque significara no tener que verla. Asomé la mirada hacia el frente y el recuerdo parecía bastante fresco nuevamente.

-Está bien Pau, no importa –anunció

Asentí.

Se levantó primero del suelo para estirar sus brazos hacia donde yo estaba para ayudar a levantarme. Agradecí el gesto porque justo en ese momento sentía que pertenecía ahí y a ningún otro lugar.

Decidimos o decidió que era mejor volver a casa. Tomamos un taxi y durante los diez minutos de viaje a penas me miró. Me preguntaba existencialmente que pasaba por su cabeza. ¿Se habría dado ella cuenta de lo que pasó conmigo mientras bailábamos? Y ¿por qué su cambio tan repentino de actitud conmigo?

Quería detener el ritmo de esos pensamientos, sentía que la cabeza me explotaría algún día a causa de eso.

El taxi llegó primero a mi casa para cortar esa tortuosa agonía que significaba el no estar hablándome. Ella bajó conmigo un segundo para despedirse.

-Descansa –me recomendó

-Eso espero –respondí

-¿Hablamos? –preguntó por cortesía

-Claro –acepté. Nos despedimos y entonces el foco rojo del automóvil  se perdió de vuelta en la esquina.

Entré pensando que la vida era demasiado agotadora para vivirla todos los días. Subí las escaleras prometiendo no volver a relacionarme con la gente porque lo complicaba demasiado. Me arrojé a la cama convenciéndome que si lo haría, que no permitiría que Antonia ni ninguna otra me volviera a tomar por sorpresa.

Alejarla sería ridículo luego de todo ese tiempo que habíamos pasado compartiendo. Me comprometí a comportarme de forma seria y considerada.

-Es un tonto, un pendej...

-¡Detente! –impuse. Me había despertado con los gritos de Gabriela quien llevaba toda la mañana discutiendo y protestando contra Pablo.

-No lo defiendas –me apeló

-No estoy defendiéndolo –me defendí propiamente –sabes bien que lleva amenazando con que se irá de la casa desde que tengo memoria –le recordé –el día que realmente lo haga le tomaré una fotografía y lo enmarcaré por siempre –alivié

Gabriela suspiró resignada –me enferma que sea tan malagradecido, después que mi madre lo ha malcriado más que a los tres –alegó

La eterna historia era que Pablo había comenzado a amenazar con que se iría de casa a vivir con mi padre desde que descubrió que podía manipular bastante a mi madre con eso. Ella por supuesto sabía que él ya teniendo la mayoría de edad no podía impedirle mucho pero no deseaba por ningún motivo que Pablo ni Gabriela ni yo recurriéramos a él.

Ella siempre había trabajado bastante duro en la clínica en la que actualmente había ascendido justamente. Le había dedicado gran parte de su vida a estudiar lo suficiente para ayudar psicológicamente a los pacientes más vulnerables. Su carisma era único y estaba segura que todos la reconocerían por ello. Como si fuera poco, pasó a dedicarnos su vida a nosotros, sus hijos. Jamás le había pedido nada a mi padre a pesar de era su obligación también hacerse cargo.

Para Gabriela y Pablo había sido más difícil separarse del núcleo, pero pasado los años mi padre perdió el interés en buscarlos y por efecto mis hermanos sintieron la lejanía acostumbrándose a ella. Para mí había sido indiferente siempre.

-Déjalo –la tranquilicé –si algún día decide irse no podremos detenerlo pero al final se dará cuenta que su hogar siempre ha estado y estará acá con nosotras-

-Espero que así sea –respondió

Volví la mirada a mi desayuno. Los cereales se habían fundido ya en la leche con el tiempo que me tomé hablando con Gabriela. En su lugar sólo había algunos pedazos de hojuelas desparramados en el plato.

Necesitaba recuperar las energías que había perdido la noche anterior.

-¿A qué hora llegaste anoche? –me interrogó de pronto Gabriela

-Temprano –le dije honestamente

-¿Qué es temprano? –siguió

-Temprano es temprano –respondí –es sólo que llegué y me fui directo a la cama por si no lo notaste-

No se fiaba mucho de mi palabra pero no tenía las suficientes ganas para darle explicaciones a ella también.

Era cierto que había ido directo a mi habitación y procedente, a la cama. Pero también era cierto que me quedé discutiendo conmigo misma los planes futuros y las vivas y flamantes emociones de la noche en general.

Me destapé ahogada desde todos los puntos. Pensé en Antonia por última vez como un excéntrico y platónico posible amor. Ella nunca se refirió ni se dio cuenta tampoco de lo que había pasado en la pista, por lo cual ya no valía la pena seguir insistiendo en nada sobre ella.

Contemplé el techo un momento viendo transitar sobre mí esa constante nube gris abundante en gotas. Hace dieciocho años que vivía la vida en plena alegría y sin preocupaciones y luego de esos meses sólo podía pensar en abrir mi paraguas y esperar el término de la tormenta.

No sabía cuánto tiempo más seguiría lloviendo sobre mí. Quizás, a ese paso debería haber pensado seriamente en desempacar los remos y el bote.

TERCERA PARTE

35

Antonia

-Te juro que si te atreves a dejarme por otra lo vas a lamentar –le advertí a Claudio

-Amo cuando te pones celosa –dijo acercándose

Yo no quería sentirme celosa ¿Por qué tenía que hacerlo y por qué para él era casi un placer? Había recorrido la mitad del país para hacerlo sentir cómodo sólo por el hecho de ponerme celosa. ¿Por qué no podía sentirse afortunado por la simple razón de estar a mi lado?

Lo empujé cuando noté su cercanía a mí. Estaba molesta y no dudaría en hacérselo saber a ver si eso también le encantaba de mí.

-¿Qué te pasa? –preguntó absurdamente.

-Está molestándome tu presencia –aclaré fría.

Insistió y se acercó a mí –¿Estás segura? –preguntó al tiempo que me tocaba el muslo y la expresión en su cara cambiaba automáticamente.

¿Qué le hacía pensar si quiera que yo quisiera eso? Noté que ni siquiera me hacía sentir lo que se supone que debía sentir con ese hecho y retiré su mano de inmediato. Estaba tan incómoda –Ni se te ocurra hacerlo de nuevo –agregué en voz baja.

-Oh vamos Anto, llevamos todo este tiempo juntos –suplicó

-Y no te daré absolutamente nada hasta que me demuestres que eres el chico que yo … -pensé en como terminar esa oración para ser realmente sincera –que yo quería –conseguí.

Si me hubiesen preguntado hace un par de meses e incluso semanas habría puesto mis manos al fuego por él. Habría declarado sin duda alguna que estaba enamorada y me hubiese sentido orgullosa de eso. No estaba enamorada, ni de su gran sonrisa, ni falsa dulzura.

-Estás arruinándolo Anto –me replicó. ¿Yo estaba arruinándolo? No podía creerlo. Quería abofetearlo ahí mismo.

-Tú di lo que quieras, yo ya dije mi última palabra –respondí tajante y algo dolida.

Me levanté del sofá puesto en su habitación, tomé mi chaqueta y me marché. Me dolía empezar a conocerlo, habría deseado jamás estar ahí. Antes la vida era buena cuando vivía con los ojos cerrados, aunque ahora sólo resultara una ingenuidad. Me gustaba revisar el teléfono para ver si ahí había alguna llamada perdida suya o algún mensaje sorpresa y mi felicidad era grandiosa cuando eso sucedía. Verlo algunos fin de semanas era como un tesoro y no lo cambiaba por nada. Estaba bien pasar esperando llena de nervios y ansiedad sólo hasta ver su rostro de nuevo en la ventana de algún autobús.

Y ahora me quedaba eso.

Le había regalado mi tiempo a una persona totalmente ajena a mi relación con Claudio y ahora estaba deseando que ella atendiera mis llamadas sólo para dejar de pensar en todo esos problemas amorosos que giraban en torno a él. Pero la verdad era otra, y me sentía angustiada por eso.

No sabía nada de Paula desde aquel sábado en la noche más que lo me había confiado Camilo, sobre un supuesto resfrío. Ya era martes y comenzaba a preocuparme por ese detalle.

Me preocupaba principalmente haberla asustado o haber sido demasiado insistente esa noche. No me correspondía presionarla a nada y ahora se me venía el peso encima de semejante imprudencia y había algo peor sobre ello; aún estaba sintiéndome en extrema curiosidad por saber de quién se trataba, a quién le había remontado ese lugar al que la había llevado, quién era la persona que podría haberla hecho sentir así y admitía sintiéndome estúpida bajo esa condición, que me había enfadado con ella y con el tiempo en sí. Me enojaba que planeáramos esa salida y que las cosas no resultarán bien y paralelo a eso, me enojaba que otra mujer se le hubiese acercado para llamar su atención. Me sacaba de lugar que estuviese pensando todo el tiempo en alguien más cuando yo intentaba divertirme a su lado.

Y todo era tan absurdo.

No solía ponerme celosa de ningún tipo de amistad y es que simplemente, ella lo había generado en mí. Terminaba por ser egoísta, enormemente egoísta cuando particularmente quería que ella me diera toda la atención que ni Claudio ni nadie me estaba dando.

Corrí un par de metros para alcanzar el autobús que se había detenido por la parada de otras personas. Me senté, cayendo conmigo toda la carga emocional y psicológica que me estaba trayendo esa relación.

Extrañaba el frío invernal del sur y los abrazos abrigadores. Sobre todo eso. Anhelaba un abrazo en esos momentos que me hiciera olvidar lo mal que se sentía estar tan sola aun cuando si miraba un poco, había una familia y un novio por detrás de mí. Si miraba un poco alrededor, había unas tantas otras personas, unas más acompañadas que otras.

Extrañaba el calor de una chimenea en plena nevazón y los besos cálidos y quería pensar que eso estaba influyendo en mi repentino interés por alguien más, aunque no ese interés no se reducía únicamente a un enamoramiento.

Y rápidamente extrañaba a Paula, terminado ese pensamiento. Sabía que a pesar de todo, ella me haría sentir mejor.

No la busqué.

Ese supuesto resfriado no podría durar para siempre, o al menos esa excusa. Sería paciente, quizás sólo era un tonto capricho el que me estaba martillando el estómago por verla otra vez.

**

“«Una relación es como un tiburón; tiene que estar continuamente avanzando o se muere. Y me parece que lo que aquí tenemos es un tiburón muerto»”  Decía Alvy mientras yo terminaba de derramar insuperables lágrimas.

Había visto esa película unas cincuenta veces y siempre me debatía entre las risas y las lágrimas. No podía dejar de sentirme especialmente atraída a la personalidad de Annie.

Pero en especial, cada frase y ridícula escena me dolía aún más. Era como presionar una y otra vez la llaga que me dejaba el reciente desamor. Cada vez que peleaba con él, es decir, pequeños desacuerdos, entonces el ritual era semejante; comer lo suficiente y torturarme con alguna película.

Y pese a todo, aún seguía registrando el celular cada veinte minutos, para ver si mágicamente aparecía algún mensaje o llamada que me indicaba que Paula volvía a estar disponible.

Y nada pasaba.

Y entonces los centímetros de depresión se acrecentaban

-¿Estás en tu días acaso? –me asustó una voz que venía desde la entrada de la habitación

-No lo creo papá –respondí. Él se acercó para ver que andaba mal

-¿Sabes? tu madre de más joven hacía exactamente lo mismo –dijo una vez sentado frente a mí

-¿Qué cosa? –pregunté des obviando la situación.

-Ella se encerraba un día entero a ver películas e inundar la habitación –dijo riendo

-¿De verdad te hace gracia? –sonreí divertida

-¡Claro que sí! Desde entonces que no la he visto hacer lo mismo –dijo aliviado –en cambio ahora eres tú –agregó asustado

Agaché la mirada y me sentía un poco avergonzada que invadiera mi privacidad y me viera así.

-¿Es por ese noviecito tuyo? –probó.

-Sí, algo así –dije

-¿Te hizo algo? Yo voy –

-No papá –interrumpí antes de que se imaginara cosas fuera del contexto, a pesar de que  no se equivocaba tanto con Claudio –es sólo que un día te das cuenta que las relaciones no son como querías y..-

-Conoces a las personas –agregó él

-Exacto –confirme – y la vida se vuelve como la gran mierda un segundo

-Cuida esas palabras –advirtió

-Lo siento –suspiré. Adoraba que pudiese entenderme siempre y estuviera ahí para simplemente escucharme. Quizás sólo por eso me salía del límite.

-Es duro crecer ¿no? –preguntó casi afirmándolo. Era cierto

-Bastante –respondí

-Sabes que te apoyaré en todo lo que decidas –admitió –tienes apenas dieciocho años no es como que vayas a casarte con él ni nada –bromeó

-Estoy muy lejos de eso, te lo aseguro –aclaré con horror

-Entonces si decides botarlo para siempre te apoyaré e incluso si quieres que lo persiga y me encargue de él también te apoyaré –bromeaba de nuevo. Yo me sentía realmente afortunada de tenerlo como padre en esos momentos.

-Lo tendré en cuenta, lo prometo –le sonreí

-Así se habla –dijo él levantándose para retirarse –quizás ese jovencito sólo te está quitando la posibilidad de conocer a alguien mucho mejor –dejó en el aire.

Me quedé pensando en eso prolongadamente. No es como si no haya pensado hasta ese momento que había alguien mejor que Claudio. Lo había.

Y yo aún estaba esperando verle la cara de nuevo para hacérselo saber.

**

-Ya te dije, está enferma –manifestó Camilo

Llegué el miércoles con la esperanza de tener noticias de Paula. Los vi entrar a todos menos a ella, incluso miré de reojo a Claudio sólo para notar que él quería hacerse el interesante y parecer molesto.

-¿Aún? –interrogué frustrada. Me había acercado a Camilo para preguntarle de nuevo sobre ella, asegurándome de guardar la calma.

-Lo está –aseguró Camilo

Me negué a seguir insistiendo

-Si no me crees deberías ir tú misma a comprobarlo –dijo él

Sería lo más imprudente e incluso lo más lógico y sabía en el fondo de mi corazón que también me moría por hacerlo. Quería saldar deudas con mi anterior mal comportamiento.

Terminadas las clases sólo me puse un objetivo que fue el amarrarme los pantalones a la cintura e afrontar la situación, sin antes, negarle a Claudio la posibilidad de que habláramos. Si él creía que a mí se me iba a olvidar su hipocresía, estaba demasiado equivocado.

Logré deshacerme de él al menos por ese día y me dirigí hasta la estación de tren más cercana. No me gustaba demasiado anunciarme sin avisar y menos si no parecía ser tampoco la sorpresa más agradable, pero tenía que sacarme la duda y también me interesaba saber cómo estaba ella.

Me puse los audífonos para reducir la ansiedad. Debo haber pasado unas diez veces a las canciones porque ninguna me llenaba y eso estaba siendo todo un drama ya. Me detuve en una melodía instrumental, que ponía de vez en cuando tenía alguna tarea que cumplir.

Llegué a la estación deseada y bajé para emprender el camino. Fui a paso rápido sin tener claridad a lo que iba, quizás me estaba acobardando un poco. Intenté llamarla una vez estaba parada frente a la fachada de su casa, pero fue inútil. Entonces me adelanté a tocar el timbre.

No tenía respuesta. Me quedé ahí y seguí insistiendo.

-¿Hola? –escuché una voz a través del citófono.

-Mm Paula, soy yo, Anto –respondí un poco insegura

-Oh, espera –dijo un poco sorprendida. Eso era bueno. Sonaba la reja para indicarme que estaba abierto.

Cuando llegué a la puerta me esperaba ella, y estaba completamente segura que no me arrepentía de verla ni de haber ido hasta allá.

-Lindo pijama –le dije –¿Cómo es posible que te haya tragado la tierra? –pregunté. Me acerqué para saludarla pero ella se retiró al instante. No entendía.

-Créeme, no querrás acercarte –me respondió, entonces lo recordé, su resfriado.

-Era cierto entonces –añadí

-¿Por qué tendría que estar mintiendo? –preguntó

-Nada, olvídalo, yo… estaba preocupada –confesé tratando de desviar el tema. No podía creer que de verdad había desconfiado. Ella estaba ahí, con su pijama, media dormida y s caja de pañuelos al lado.

-Fue el domingo por la noche, y luego creo que sólo me entregué a la vida –dijo con dificultad y sonreía de igual manera. Era adorable.

-Me agrada saber que no fue mi culpa por haberte sacado tan tarde –respondí

-No te sientas tan confiada –dijo de vuelta y su rostro cambió a ser algo nostálgico. No hablábamos desde entonces –¿Qué te trae por acá, además de tu desmedida preocupación? –preguntó algo irónica

-Realmente no han sido los mejores días –admití seria. Jamás iba tan de frente y ella también había notado algo distinto, lo presentía.

-Espero que sea por mi ausencia –bromeó. Si tan sólo supiera que gran parte de los tormentos se debían a que no sabía absolutamente nada de ella -¿Qué sucedió? –preguntó

No sabía muy bien que decirle, porque de un momento a otro me sentía mejor. Había comprendido que los mayores terrores se asomaban por sentirme sola pero al lado de Paula no era necesario darle valor a los demás problemas, como lo eran Claudio por ejemplo.

Aun así ese era otro tema.

-Estoy dudando de él –manifesté –o quizás, la realidad es que hay muchas otras mujeres allá afuera –comencé con esos disparates que no los sentía tan profundos.

-¿Estás insegura? ¿Tú, señorita “soy tan genial”? –preguntó impresionada y creo que me hacía reír. ¿Quién lo diría no?

-Supongo que al fin de cuentas debo asumir que no soy tan especial –dije sinceramente, después de todo, sospechaba fuertemente que Claudio sólo veía en mí lo que quería ver en otras chicas.

Paula me miró confundida –acompáñame –dijo captando mi atención. Hice caso y la seguí hasta su habitación, ahí me dijo que me acercara con ella hasta un gran espejo de cuerpo entero.

-¿Qué ves? –preguntó con su cara a unos centímetros de mis hombros, por detrás de mí.

-Soy yo –respondí sin entender el punto y algo nerviosa de la estrechez con ella.

-Exacto –dijo –yo te veo a ti también –confirmó

Seguía sin entender

-Y si él ve lo mismo que yo veo en este reflejo… tú no debes sentirte insegura de nada, ni de nadie –expresó intentado mantenerse indiferente.

No pude evitar sostener su mirada al momento que terminaba de decir eso. No me importaba exactamente en ese momento si a Claudio le importaba verme de manera especial, me importaba que Paula si lo hacía y me sentía especial por el solo hecho que fuera así.

-Anto, él sería un tonto si viera algo mejor en otra persona. Sólo debes saber eso –dijo para justificar lo anterior. Luego se retiró de su lugar.

Dudaba de todo en ese momento menos de sus palabras. Dudaba de que el suelo fuera lo bastante firme para sostener a mis piernas, y mis piernas, a mi cuerpo. Dudaba de mi cara y mi impresión.

Tenía algo de vergüenza y a la vez, el infalible nerviosismo. Me repetía una y otra vez que no tenía nada de malo en sentirme levemente atraída por alguien que me hacía sentir linda y dichosa, sin importaba quien fuera.

36

Paula

Estaba demasiado entusiasmada jugando con mis m&m, que caían cada tres intento en mi boca luego de tirarlos hacia arriba. Camilo había ido a visitarme y los traía consigo.

-Hey, a Antonia le urgía verte –dijo él

-¿Le urgía? –pregunté deteniendo mi juego

-Ella estuvo insistiéndome a diario preguntando por ti –respondió

-Ella estuvo acá hace un momento –le anuncié

-¿Y? qué era lo tan importante –preguntó

Me senté sobre la cama para mirarlo –Ella terminará con él, sólo dale un par de semanas –aseguré. No sé con cuál autoridad me atrevía a confesarlo pero vi a Antonia bastante débil y me temía que ese sería el desenlace

-¿Vino a decirte eso? –dijo impactado

-No, pero ellos tienen problemas, creo que lo más seguro es que terminen –respondí

-¿Te emociona? –sugirió

-¿Debería emocionarme? –pregunté cansada. Bien por Antonia si le hacía sentir mejor sacarlo de su vida, lo que era yo, sólo estaba siendo educada para ella.

-Dime que no irías por ella si terminara… -obvió

-No lo haré Camilo, es más, si quieres hacerlo tú, estás en todo tu derecho –le aconsejé –sólo asegúrate que ese tonto de su actual, no vaya con toda su pandilla detrás de ti

-No lo haré Pau, sé que te morirías si lo hiciera –dijo tranquilo –pero te advierto que ella llegara mágicamente a mi puerta un día no respondo

-Puedes estar tranquilo, es más fácil que tú llegues a su puerta –dije y reímos.

Si Antonia estuviera soltera, yo la vería igual como la empezaba a ver de nuevo. Como una amiga, como otra persona más. Si me pedía ayuda, se la daría, si necesitaba un consejo, haría todo lo posible pero me negaba a luchar más que eso.

-A veces creo que deberías dejarte llevar –anunció Camilo

-La última vez que lo hice no salió muy bien –respondí serena.

-¿Sabes qué? La vida no es un constante círculo –intentó

-No quiero fiarme –insistí.

Él se rindió, quizás aún pensaba que era cosa de tiempo para que yo cambiara de opinión. No quería arriesgarme a decir “veremos qué pasa”.

Despedí a Camilo en la puerta cuando ya se hacía tarde y volví a mi habitación para luego darme una ducha. A pesar de que el resfrío continuaba, me sentía en condiciones de volver al colegio y además, después de todo, la visita de Antonia también había influido en algo. Aunque se haya acercado a mí por necesidad o qué se yo, me alegraba su visita y me alegraba verla. Sabía que su confianza sugería una gran responsabilidad también, pero hacía sentir mejor que al menos me hubiese buscado a mí.

Quizás en algún otro momento me arrepentiría.

**

-¿Has visto a Anto? –pregunté a Ámbar

-Oye se supone que llevas como mil años sin venir a clases y ¿tú sólo llegas a preguntar por ella? –me reclamó

-Perdón, es sólo que ayer me fue a ver y pensé que la encontraría acá de nuevo –me defendí -¡hey! Y tú a penas deberías reclamarme, ni siquiera fuiste a verme –reclamé yo resentida

-No tengo tiempo para ti –justificó

-O, puedo sentir como se me rompe el corazón –fingí angustia

-Eres ridícula sabes –reía –no he visto a tu enamorada –me explicó

-No es mi enamorada –respondí

-Lo que sea, por favor sólo deja de hablar de ella –dijo restándole importancia.

Era cuando no soportaba que Ámbar fuese tan celosa y resentida y sabía que me cuidaba, pero no es como si yo pareciera desesperada. Realmente me preguntaba dónde estaba Antonia y era porque la había visto hace apenas unas horas atrás, el día anterior más bien.

-Hey, mira quién llegó –me anunció ella

Ahí estaba, y lo noté de inmediato. Antonia, entró, le dio una pequeña explicación al profesor y fue enseguida a su asiento, sin hacer mayor presencia. Algo le pasaba. No me apresuré en ir hasta ella y preguntarle si algo andaba mal, ya habría tiempo. Pasado los dos minutos entró Claudio, y sospeché que tenía que ver con él.

Comenzaba a esperar con ansiedad ese timbre que anunciaba descanso, era cosa de unos pocos minutos.

-Pau en serio, no aguanto, tenemos que salir uno de estos malditos días –se acercó Camilo

-En serio no cuentes conmigo, estoy guardando mi integridad física –le anuncié

-¿Cuál integridad física? Si apenas tomas agua cuando sales conmigo ¿Qué podría pasarte? –manifestó. Yo seguía mirando a Antonia, así que no presté demasiada atención

-Oh vamos, si quiera invítala a venir con nosotros, a puesto que es mucho más divertida que tú –se burló

-Oh si eso crees, invítala tú mismo –le desafié

-Está bien, eso haré –aceptó y se movió para dirigirse hasta ella

-No no no! –le prohibí que siguiera haciendo todo lo que haría –ahora no es un buen momento, creo –intenté explicar.

Él debido a mi expresión, entendió, pero no dejaría de preguntármelo más tarde.

Sonó el timbre y esperé a que Anto se moviera para ir tras ella, pero no lo hizo, entonces decidí acercarme yo misma, sin embargo, sentí que alguien me tomó del brazo y me arrastró.

-¿Dónde crees que vas? –preguntó un furioso Claudio

-¡Suéltame! –Insistí y retiré mi extremidad enseguida –¿Qué te pasa?

-No quiero que le metas estúpidas ideas en la cabeza –refiriéndose a ella

-¿Cuáles estúpidas ideas? –pregunté completamente descolocada

-Sabes a lo que me refiero –me insinuó –grábatelo en la cabeza Paula, ella está conmigo y no necesita a nadie más –respondía en voz baja para no llamar la atención

-¿Y según tú yo me interpongo en eso y tu estúpido ego? –dije

-No te metas con ella –me ordenó –ve a jugar con otra –dijo y luego se marchó cuando Antonia volvía su cabeza hacia donde yo estaba y Claudio hace un segundo.

Ella se levantó e iba hasta mí -¿Qué hacías con él? –me preguntó desorientada

-Nada –le respondí dolida

-Pau, ¿Qué pasó? –seguía

-¡Nada! ¿Ok? Déjame sola –respondí y me marché, completamente herida y enojada. Hablar con ella sólo seguiría trayéndome problemas y más problemas y no los quería. No imaginaba que podría haberle dicho Antonia, y no quería ni imaginarme lo que podría haberse figurado él y bajo todo eso era mejor mantenerme al margen del asunto y de sus vidas.

Ella me siguió

-Por favor detente –se interpuso en mi camino una vez que ya estábamos fuera, en el gran jardín –dime que pasa, qué te puso así

-Anto, déjame sola –le rogué

-No lo haré, dime qué te dijo –insistió

-¿Qué le dijiste tú a él? –Pregunté con enfado -¿Qué mierda has estado diciéndole sobre mí?

-Pau, no hablo con él hace dos días ¿Qué podría haberle dicho? –manifestó y me descoloqué de nuevo. No entendía, si ella de verdad no le mencionaba nada, porque entonces Claudio me recriminaba

-Él no quiere verme cerca de ti, y sabes es mejor así –le anuncié

-Sabes que no puede importarme menos lo que él quiera para mí –dijo frustrada –a mí tampoco me gustan ni sus amiguitos ni amiguitas, por favor, puede lidiar con esto

-No quiero más problemas Anto –le aseguré

-¿Soy un problema para ti? –preguntó triste

-Lo estás siendo ahora –respondí desmotivada

-Perfecto, no volveré a molestarte –aclaró y se fue.

No sabía exactamente lo que me dolía en ese momento. Que Claudio haya juzgado mi persona, haberle hablado así a ella aunque no quisiera o el hecho de verla partir en ese momento.

No quería entrar de nuevo a la sala. Me hice la fugitiva por el resto de las horas que quedaban. Habría preferido seguir siendo la enferma en cama y poder haber evitado todo ese resultado, porque por más que quería tener un paréntesis más afuera a Antonia, ella no me dejaba hacerlo.

**

-Oh eres una desgraciada aventurera, ¡cómo haces para escaparte de clases sin que nadie lo note! –exclamó Camilo

-Suerte –respondí

-¿Por qué no regresaste Pau? –preguntó preocupada Ámbar

-No quiero hablar de esto, por favor –respondí seca a ella

-¿Es por ella no? –intuyó Camilo

-No, no es por ella, ¿están contentos? –dije harta

-Es sólo que no volvió más tampoco a la sala –cuestionó –pensé que estaba contigo, haciendo una hermosa historia contigo

-Camilo ya déjala, no quiere hablar –ayudó Ámbar.

-La escuchaste –me sumé

Seguimos caminando hasta una cuadra más juntos hasta que nos despedimos y retomé mi camino. Fue todo bien rápido, yo estaba deseando profundamente volver a casa esa tarde.

Me preguntaba duramente por qué mis convicciones no eran más fuertes, cada vez que la alejaba un paso ella se acercaba dos y cada vez que intentaba mantenerla a una distancia adecuada, todo el asunto se nos iba de las manos.

Por favor sólo mantente lejos suspiré mientras pensaba eso. No había manera que no funcionara ahora, cuando Antonia se había tomado la molestia de sentirse herida.

37

Había aprendido a dar un paso hacia al lado cuando uno era el estorbo de alguien. Lo haría, aunque me estuviese doliendo todos los días.

Claudio me había invitado a salir para esa noche y tomé la decisión de aceptar ir con él. Era cierto que no se había portado bien conmigo pero aun así yo no había hecho nada por ser mejor novia tampoco y es que ya nada me importaba. Con Paula alejándome las otras cosas no tenían mucho sentido, al menos ese día, así que sólo acepte, sin pensarlo demasiado.

-¿Estás bien? –Preguntó él –estás “algo” distraída –enfatizó en la ironía

-Estoy bien –aseguré para su tranquilidad

-¿Por qué tan fría? –siguió

-¡No es fría! Yo estoy bien Claudio –respondí perdiendo la calma. Se soltó de mi mano y me miró fijamente. Lo desafié haciendo lo mismo, no estaba realmente en condiciones de explicarle algo a él.

-No te entiendo –dijo rompiendo el silencio que se había creado –pensé que querías esto, salir y hacer cosas juntos –me encaró

-Lo sé –admití. Él me había llevado al cine, y no estaba muy segura de que película habíamos visto. Si quiera recordaba haber puesto algo de atención. Salimos y fuimos por una bebida y para ese entonces debió ser demasiado evidente que yo no estaba muy animada para que él se diera cuenta.

-¿Aún quieres ir a bailar? –recordó

-Aún quiero ir a tomar lo que sea, lo necesito –supliqué. Quizás, sólo después de eso podría relajarme al fin. Tomó mi mano de nuevo y me llevó hasta el lugar que íbamos con frecuencia desde que yo me había acentuado en la ciudad, cuando ya casi anochecía.

Él se sentía muy en el derecho de poseerme y ser posesivo, podía notarlo incluso en la intensidad con la que apretaba mi mano. Me llevaba de un lugar a otro más bien como un trofeo.

Habíamos llegado a “ 0 grados ” cuando el ambiente comenzaba a repletarse de gente que se perdía entre las luces y la oscuridad, identificando sólo a los fluorescentes.

-Iré por una cerveza… ¿tú? –preguntó

-Vodka –afirmé ida

-Wow, ok –dijo impresionado –ya regreso, no te vayas con alguien –advirtió celoso.

¿Con quién podría irme?  Noté que en el espacio tampoco había ninguna cara conocida esa noche, por lo que tendría que estar dedicándole al menos el resto de esa noche a él. No recordaba en qué momento se había vuelto incómodo estar a solas con él, incluso, en el medio con tanta gente a nuestro alrededor.

-¿Antonia? –me alcanzó la voz de un chico, miré atrás para ver de quién se trataba encontrando la acogedora sonrisa de Camilo. Antes de responderle amablemente con una sonrisa de vuelta sentí pánico, sólo por pensar que si él estaba ahí también podría estar Paula

-Camilo –contesté por fin -¿Qué haces por acá –pregunté

-Andamos con Ámbar investigando un poco acá –respondió y me alivié porque además de ella no nombró a otra persona, y sintiéndome por el contrario también algo decepcionada. Nunca sería una mala ocasión para verla, aunque ella no pensara lo mismo.

-No me gusta mucho este lugar –admití

-Te confieso que a nosotros tampoco –dijo él cómplice –pero en fin, había que probar, ¿estás sola? –

-Estoy con Claudio, él fue a buscar algo para beber –respondí

-Uhh, entonces creo que ya te dejo, entenderás, no quiero problemas –explicó

-Entiendo, tranquilo, cuídense –me despedí

-Nos vemos –dijo al cabo y se marchó por otro lado.

Y recordé que a Paula no le iba demasiado la fiesta. Que ingenua soy me recriminé.

Divisé a Claudio que venía con algunos vasos y su cerveza, al parecer no escatimaba en costos cuando se trataba de beber.

-No pretenderás que me tome todo eso –pregunté

-Oh, vamos, hagamos un brindis –propuso

-¿Por qué sería? –interrogué perdida

-Por nuestra eventual reconciliación –dijo él

No estaba demasiado convencida de querer reconciliarme con él pero los hechos demostraban lo contrario. Sabía que al cabo de unos segundos, si bebía un poco, me pondría algo cariñosa al final de la noche.

El primer trago se fue en cuestión de segundos. En él, ahogué toda la rabia y pena que me había causado ese día, en ese trago confesé que si estaba esa noche con Claudio era porque Paula no estaba conmigo y que de ninguna manera me quedaría sola de nuevo.

Me fui al segundo con más calma y miré a Claudio para identificar que estaba mal en él. De qué modo podría sentirme ansiosa por lanzarme a sus brazos y entregarme de una vez. Me acerqué, le besé e invité a bailar conmigo. Él no tarde ni dos segundos en levantarse tras de mí, con su cerveza en la mano.

Me rodeó por la cintura  y me dejé querer. Yo también terminé de beber lo que quedaba de ese segundo vaso y lo sentí por toda la cabeza, una sonrisa completamente espontánea salió de ello. Claudio me besó esta vez, respondiéndole sólo por inercia.

Y por inercia accedí ir con él hasta otro lugar.

Había un pasillo, camino al baño, donde también alcanzaban las luces pero en menor intensidad. Él me arrinconó y presentía que quería que pasase y yo se lo estaba permitiendo.

-Claudio –logré articular

-Tranquila –expresó en voz baja. Siguió apoderándose de mi cuello con desenfreno y yo empezaba a calcular la dimensión de lo que estaba pasando.

-Claudio suéltame –musité pero no hizo caso. Pude notar como bajaba para dirigirse al cierre de su pantalón.

-Déjame –resolví empujándolo. Me tomé la cabeza en desesperación, él me miró con una mezcla de enojo y confusión. Me despojé del impacto y salí corriendo.  Antes de marcharme del lugar conseguí una botella de agua. Me apresuré a la salida, con el corazón prácticamente en la mano.

No me sentía segura estando ahí y no sabía muy bien que hacer. Ir hasta casa en esas condiciones me traería una peor repercusión. Abrí la botella de agua y comencé a mojar mi cara e intentar recuperar en mayoría la lucidez. Tomé mi celular, porque la necesitaba a ella, a nadie más y se me vine al momento el recuerdo de que estábamos distantes. Ella no querría tomar una llamada mía, no al menos a las doce de la noche.

Y aún mi cuerpo insistió en que no habría un mejor lugar.

**

Estuve fuera de su casa cerca de unos quince minutos. No era para nada educado ni lógico presentarme a esa hora, pero de algún modo había llegado hasta ahí y no podía volver atrás. No lo quería. Decidí llamar.

El primer llamado me desvió a fuera de servicio, supuse que había colgado. Insistí nuevamente, con el dolor de mi corazón, sabía que estaba molestando pero la necesitaba.

-Hola –respondió una voz semi dormida –¿tienes idea la hora que es? –preguntó molesta

-Revisa tu ventana –le ordené. Esperaba que el que me viera ahí la haría apiadarse. Paula no preguntó demasiado y sentí el ruido a través del teléfono notando que ella se había levantado. Segundos después, vi una luz que se encendió en su ventana y luego a ella asomarse por ahí.

-Ayúdame –le pedí. Se quedó mirándome un momento y entonces cortó. Paula no tardó mucho en abrir la puerta y dejarme entrar.

-¿Qué haces aquí Anto? –preguntó confundida. No sabía cómo explicarle  todo y sólo me apresuré a caer en sus brazos. Lloré como si hubiese estado esperando ese momento toda mi vida. No había tenido tiempo de dejar ir esa angustia que había llevado durante todo el día

-No me mates por favor, yo sé que no querías verme pero… -apenas manifesté absorbida por su cuello y las ganas de quedarme ahí para siempre.

Ella me alejó –qué sucedió –preguntó alarmada -¿alguien te hizo algo? –probó. Yo no dije nada, no podía. –Vamos, no puedes quedarte acá afuera –dijo y me llevo hasta adentro.

Me dejó en su habitación mientras se marchó unos segundos para volver con una taza de café recién hecha.

-Eso te traerá de vuelta –dijo entregándome la taza. Me avergonzaba que haya notado que había bebido –¿Qué pasó? –preguntó

-Estaba con él –expliqué –y entonces… –no sabía cómo continuar, entonces qué, hasta dónde yo sabía también le había permitido llegar hasta ahí.

-Oh –articuló interrumpiendo mi fugaz autocrítica –si te hizo algo él va a tener que escucharme, te lo juro –dijo convencida. La miré, enternecida.

-Pau, no pude sabes –expliqué –estaba ahí y luego salí corriendo como una niña

-No tenías que hacerlo –agregó

-No lo hice –aseguré –y no quiero volver a verlo-.  Ella comprendió y me incitó a que terminara el café.

-Perdóname, sé que tú y yo no estábamos bien, pero no sabía a dónde ir –me disculpé

-¡Hey! me alegra que estés acá, sana y salva –insistió. Me alegraba estar con ella, aunque no sabía exactamente hacia donde se dirigían esas iniciales intenciones, yo quería estar a su lado por lo menos esa noche.

-Supongo que invadirás mi cama esta noche –bromeó

-Lo lamento Pau, si quieres yo..

-No te irás, tranquila, yo estoy preocupándome porque no sé cómo se lo explicaré a mi madre si ella viene a verme esta mañana –dijo alegre e inocente –pensará que…

-¿Soy tu novia? –pregunté directamente, arrepintiéndome con todas mis ganas al segundo por ese arrebato

-Sí, eso creo –respondió tranquila

-Me iré temprano, lo prometo –intenté remediar para reevaluarme en lo anterior. Se  acercó para hacerme entender mejor

-Por ningún motivo dejaré que vayas sin estar segura que estás bien ¿ok? –esperando que respondiera

-¿Por qué eres tan buena conmigo? –pregunté intentando no perderme demasiado en esos azules ojos que me miraban con serenidad.

-Porque viniste hasta mí, y por ninguna estupidez o pelea absurda que hayamos tenido lo echaré a perder –dijo mirando abajo. La noté nerviosa y yo lo estaba aún más.

Cómo iba a explicarle ahora que estaba loca por ella. No tenía idea, era tal la intensidad con la que el corazón me latía que me sentía aterrada que todo el mundo afuera pudiese sentirlo también.

Era cierto, había ido hasta ella y fue hasta ese entonces la mejor decisión, sabiéndolo de antemano al tiempo que ella me concedía su mejor gesto de ternura.

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Casi un mes JAJAJ realmenté me pasé. La cosa es que quise enmendarme escribiendo mucho, ojalá el pecado sea perdonado. Sólo puedo decir, Antonia te quiero mucho, de otro modo, no le habría dado ese espacio.

El tiempo es un completo lío cuando no te organizas bien. Disculpas totales !!