Idas y vueltas. 13

Un nuevo ciclo

Ella tenía mi número y yo lo había olvidado y de una u otra forma sentí pánico. Si ella tenía mi número podía llamarme cuando quisiera, podía mandar esos mensajes cuando quisiera. Si ella comenzaba a hacer eso entonces no habría vuelta atrás.

El corazón me sobresaltó cuando llegó otro mensaje.

“Pd: recuerda registrar mi número, no quiero asustarte de nuevo…” era demasiado tarde. Ella había hecho algo más que asustarme definitivamente.

Estaba dando pequeños recorridos por la habitación de izquierda a derecha, cual histérica a las dos de la mañana.

Antonia había comenzado a hacer eso de involucrarse en mi vida.

Tenía que decidir. Estaba en mis manos escoger el siguiente paso. Podía aceptar la gentil invitación que me hacía el destino para torturarme otra vez pero con una persona diferente o podría ignorar por completo las señales del corazón.

Totalmente distraída con las idas y vueltas por el estrecho pasillo que quedaba entre la cama y la puerta, sin quererlo me golpee con la punta del velador desatando la última conmoción de la noche. Me lancé a la cama tapando mi cara con una almohada para que no se oyeran mis gritos que maldecían incluso el escaso oxígeno que alcanzaba a respirar.

Fue casi un minuto así y entonces me calmé, viéndome de pronto completamente iluminada. Iluminada porque la desesperación se había ido.

Decidí entonces.

No había demasiado que hacer con respecto a Antonia. Definitivamente sentía como si fuera la mujer más casada del universo y así quería verla por el resto de los días. Si alguien está con otra persona, está bien dejar las cosas como están y en segundo lugar, no tenía nada claro sobre mis sentimientos hacia ella, quizás eran un intento desesperado por ocupar algún tipo de vacío.

Por lo tanto, la cuenta iba dos a cero y sería justa y arbitraria. Haría un borrón y cuenta nueva sin darle posibilidad de rebelión a las emociones.

32

Por supuesto, Antonia no lo haría demasiado fácil.

-¿Sabes? estoy distraída, es todo –dijo Antonia tirando de lado las hojas y el lápiz

-Lamento tanto que mi hermoso rostro no deje concentrarte –respondí engreída sin alzar la vista.

-Já, ¿lo dices por lo mal que te ves verdad? –me contradijo. Era bastante astuta y claro, jamás se quedaría atrás.

-La envidia envenena el alma –aconsejé. Antonia me golpeó dándome por ganadora de la ronda de ironías.

Nos encontrábamos haciendo otro famoso trabajo para la clase. El buen prestigio que nos había dejado el primero incentivó que me siguiera buscando.

Ella había dejado todas sus amistades y más cercano refugio en su antigua ciudad y con eso no podía protestar en su contra así que le di una oportunidad a nuestra creciente amistad. Era lo menos que podía permitirme.

Comenzó a ser entretenido y hasta ese momento, la mejor decisión que se me había ocurrido. Hablábamos demasiado y salíamos con frecuencia hace unos días.

Curiosamente estas dos mujeres siempre habían terminado por ver en mí cierto apoyo. Sucedió con Simona y ahora pasaba con Antonia, aunque de otro modo, ella seguía siendo diferente.

Antonia prefería dejar sus problemas –semi maritales –como solía decirle, para ella misma y conmigo era diferente. Conmigo jamás llegó quejándose de Claudio ni demostrando debilidad, más de la que había podido observar la primera vez que la vi en el baño. Ella prefería burlarse de mí y gastarme bromas que sabían que al final de cuentas también me harían reír. Era agradable su presencia, empezaba a convertirse en una amiga de verdad, sin subtítulos para mí, y eso… eso definitivamente aliviaba la carga de sentirme levemente atraída.

Podía salir con ella sin sentirme mal o podía hablar horas al teléfono sin sentirme culpable más que por la factura que saldría a fin de mes. Me divertía a su lado y ese era un gran factor.

Esta vez le hice frente para ver que le sucedía. Quizás era sólo el cansancio.

-¿vas a darme una buena excusa para no seguir trabajando o qué? –pregunté seria

-Esto es aburrido Pau –confesó con tristeza –deberíamos tomarnos un descanso-

-Estamos descansando hace dos minutos –insistí con la supuesta seriedad.

-¡No!, hablo de algo genial –dijo ella – ¿Qué te parece salir este fin de semana por ahí?

- Oye no planeaba quedarme tanto tiempo haciendo este trabajo contigo –seguía sin hablarle en serio.

Volvió a darme uno de esos sorpresivos golpes en el brazo. A ese paso estaba pensando seriamente ejercitarme por si venían más de esos.

-Oh vamos Anto, ¿qué quieres? Soy toda… oídos –reparé rápidamente dándome cuenta que iba a decir “Soy toda tuya”… ¿Soy toda tuya?

-¿Qué te parece el cine? –me preguntó

-Ok, puedes hacerlo mejor que eso –insistí

-¿Un karaoke? –sugirió

-¡No! No canto –agregué aterrada de la idea de pararme frente a un micrófono a arruinar una canción

-¿Bailar? –preguntó irritada

-Oh dios, hagamos algo –sugerí esta vez –llévame donde quieras –incité.

-Bueno me gusta bailar, cantar, divertirme, beber –explicó ella y escuché tratando de ignorar el “beber”.

-Insisto, donde tú quieras –afirmé de todos modos.

-Entonces ¿Es una cita señorita Rivas? –preguntó

-Es… la obligación de tener que acompañarte –aseguré bromeando y tratando de omitir lo de “cita”. Antonia poseía de la mano de su extrovertida personalidad, también una naturaleza de demasiada coquetería.

-Graciosa –me reprendió –¿Sábado por la noche? –agregó

-Es una cita –afirmé, sólo porque me gustaba como se oía eso.

No sabía dónde había quedado lo de “no dejarme llevar”, pero de seguro tenía que ver con la curiosidad de saber qué lugar escogería Antonia.

….

-¿Recordaste que tenías amiga? –preguntó Ámbar

-Ya sabes como soy –respondí a su comentario

-Claro, se aparece una chica guapa y te olvidas que yo estoy mucho mejor… amiga –me reclamó.

-Ámbar, tú sabes que eres mejor que cualquier otra chica –respondí riendo para alimentar su ego –ni debes recordármelo.

-ja ja más te vale –agregó -¿Qué te trae por acá? –decidió preguntarme al instante.

No quería cometer los mismos errores del pasado, era lo que me había dictado hace un tiempo. No quería dejar de compartir con aquellos a los que había tenido todo el tiempo conmigo.

A pesar de que con Ámbar nos veíamos a diario en clases y seguíamos hablando por teléfono, tenía la necesidad de conservarla fuera de cancha también, sobre todo en ese último tiempo en el que me sentía tan confundida de todo.

-Sólo quería verte –respondí alegre

-Oh que adorable –dijo aparentando ternura –casi te creo-

-¡Oye! es serio –alegué –tu sabes que voy renovando mi circulo amistoso cada cierto tiempo –bromeé

-Entonces ¿soy tu amiga de turno? –preguntó

-Algo así –le seguí

-Bueno, amiga de turno ¿Puedes salir este fin de semana? –invitó –estoy que muero por un poco de libertad –explicó

Recordé entonces la salida que tenía pendiente con Antonia. Esa cita… la que también me había tenido preocupada de una u otra forma.

-Tengo una cita –dije honestamente provocando una deseosa reacción de parte de Ámbar

-¿¿Desde cuándo? –Dijo escandalosamente, yo sólo podía reír -¿desde cuándo tú tienes citas? –insistía

-Estás ofendiéndome con eso –dije simulando tristeza.

-¡Lo sabía Paula! Seguro tienes algo con esa mujer –me acusó

-¿Qué comes que adivinas? –seguí bromeando

-Eres una…. –dijo insinuando en voz baja lo que seguía. Yo sólo me retorcía de la risa.

-Ámbar, ella y yo sólo tenemos una pequeña amistad –aseguré –me pidió que la acompañara, pero tú y yo podemos quedar cualquier otro día, lo prometo –dije tiernamente.

-¿Cuándo comencé a ser tu segunda opción? –dijo herida.

Me sentí levemente enternecida y me acerqué para abrazarla y luego darle un pequeño golpe –creo que si no fueras mi amiga estaría torpemente enamorada de ti –le confesé riendo.

Me alejó instantáneamente –oh vamos, estamos mejor como amigas –me advirtió –debes creerme, no me soportaría ni una día como novia –admitió. Estábamos muy divertidas, jamás debería perderse la hermosa costumbre de bromear con ella.

Y lo de verme a su lado, creo que definitivamente nos veíamos mejor como amigas.

33

Me sentía nerviosa el sábado por la tarde. Lo de salir con Antonia me había vuelto un poco loca a pesar de que quería mantenerme completamente espontánea.

Yo sabía perfectamente que Anto era bastante insinuante con sus propuestas pero meramente por una característica propiamente innata, que yo no tenía por qué ponerme paranoica ni nada. Sabía también que ella aún tenía novio y que habíamos estado siendo amigas hace un par de semanas y no significaba que había algo más. Aun teniendo conciencia de todo eso, me sentía nerviosa.

Me tiré sobre la cama dejando mis piernas colgar. ¿Qué pasaba si casualmente ella me miraba con esa mirada que derretía personas? Me cansaba no poder permitirle ser sólo mi amiga pero decidí animarme y dejar sin habla a esos sentimientos que querían salir.

Me levanté y busqué en el armario lo que me pondría para esa noche. Escogí algo sencillo y casual porque realmente no me interesaba impresionar a nadie y además porque era una gran admiradora de que “la belleza está en lo simple de las cosas”. Jeans y polera bastarían, después de todo, la comodidad también estaba primero.

Había hablado durante la mañana con Antonia para confirmar si iría lo de la noche. Ella me llamó temprano y ni siquiera me dio tiempo para inventar alguna excusa, resfriado, muerte de un familiar, deberes ni nada. Por otra parte yo tampoco hice un mayor esfuerzo por mentirle así que quedamos en juntarnos a las nueve. Ya eran las siete y treinta minutos.

No podía abortar la misión.

Llegué a casa de Antonia a las nueve y cinco minutos demorándome en las últimas dos cuadras para no parecer tan puntual y sobre todo ansiosa. Si no lo hubiese hecho probablemente habría llegado cinco minutos antes de las nueve.

-Llegas tarde –dijo apenas me vio. Me sentía impresionada de que estuviera reclamándome eso y me sentí perdedora por haberme demorado cinco minutos al propósito.

-La clave del éxito está en hacerse esperar –bromee pero sin embargo no vi respuesta de su parte. –Lo siento, yo tuve un pequeño accidente –intenté

-Ok, lo dejaré pasar esta vez –se rindió. Pensé que estaba fingiendo sobre lo de la puntualidad pero ella no se reía y entendí que iba en serio . Tonta, tonta, tonta –pensé

Esperé a que fuera por sus cosas  y entonces nos fuimos. Antonia también parecía bastante casual al igual que yo, lo que no le quitaba el lucir hermosa de todos modos.

Dejé que me guiara cuando en su lugar, debería haberlo hecho yo, sin embargo ella había prometido sorprenderme y confiaba plenamente en su juicio.

Aún me sentía nerviosa. Mi mente siempre estaba complicando absolutamente todo, yo no dejaba de pensar en lo que estaba haciendo con Antonia. Yo y ella, saliendo juntas un sábado por la noche, creyéndonos bastante amigas. No sé por qué sentía que había oído esa historia antes.

-¿Por qué tan callada? –preguntó rompiendo el silencio

-Estoy rezando –confesé y ella se divertía. Quizás necesitaba un poco de eso, quebrar la tensión que yo misma me había creado.

-Pensé que eras un poco más rebelde –dijo ella

-Pasada la medianoche –respondí

-Já ja, ya lo veremos… Cenicienta –se burló

Me reí de su agudeza y también me aterré de lo que significaba estar con ella tanto tiempo.

-Creo que hemos llegado –me anunció unos pasos después. Miré el lugar y entonces me detuve imposibilitada de seguir.

Habían cambiado algunos carteles pegados alrededor, las luces eran diferentes a como las recordaba pero todo lo demás estaba concretamente ahí, incluso los recuerdos que yo había dejado atrás.

-¿Estás bien Pau? –preguntó Antonia. No quería decepcionarla y no quería sentirme frágil justo en ese momento pero ¿Cómo podía hacerlo? De cerca podía apreciar la entrada del lugar donde Simona me había besado por primera vez, era inevitable que todo el tormento y gozo que a la vez me provocaba pensar en Simona de nuevo, llegara en cuestión de segundos.

Miré a Antonia de nuevo –Estoy bien –respondí. Quise ser fuerte porque no era justo que siguiera afectándome. Me pregunté qué tan difícil sería enfrentarme a ese fantasma de una vez por todas lo que me llevó a mover mis piernas hacia adelante asegurándole que todo estaba bien.

-Eres todo un dilema –manifestó ella mientras la pasaba.

Simona, Simona era el gran dilema de mi vida.

Entramos al lugar intentado ignorar  todo lo que me traía a la mente. En esos momentos hubiese deseado haber estado un poco ebria hace tres meses y no recordar todo con tanta claridad ahora.

Lo peor es que odiaba ese lugar desde la primera vez que fui ahí. La gente y la música me eran totalmente indiferentes.

-¿Vamos a la barra? –preguntó

No, por favor, por favor, ahí no

-Vamos –accedí tragando saliva. Lo conocía todo con tanto detalle, la estructura, el inmueble, todo.

Observaba a Antonia pasearse por el frente mío. Ella parecía feliz y eso me reconfortaba al punto de que me hacía sentir un poco más tranquila. Quería dejar de tener sentimientos encontrados que me ataban a los recuerdos por un lado y por el otro a la necesidad darle demasiada atención a Antonia.

-¿Qué vas a tomar? –me preguntó entonces recordé que me había desalentado un poco de que a ella le gustara beber.

-En lo posible, agua destilada –bromeaba

-Si es por eso entonces yo pido alcohol puro –siguió ella. Me gustaba cuando me seguía el juego, era la forma más sana de mantenerme loca por ella sin dañar a nadie. –Un mojito está bien –aclaró

-Hola bonita ¿tomas algo? –fuimos interrumpidas por la mujer que atendía la barra. Me incomodaba ese tono con el que se refirió ella hacia mí sin embargo sonreí amablemente.

-Mm para mí una coca cola y para ella… -miré a Antonia –un mojito –terminé

-¿Segura que no quieres nada más? –me interrogó mirándome seductoramente e indudablemente poniéndome nerviosa.

-Segura –respondí al fin al cabo. Estaba a un metro más abajo con esa situación.

¿Qué era? Las mujeres estaban efectivamente todas en celo o qué, encontré preguntándome.

-¿Estaba coqueteando contigo? –me encaró discretamente Antonia

-Oh claro que no Anto, cómo se te ocurre –respondí quitándole importancia

-Qué es eso de “¿Segura que no quieres nada más?” –Imitó molesta Antonia –Le faltó comenzar a desnudarte con la mirada –comentó –oh espera… creo que definitivamente lo hizo –

-¿Por qué aún te extraña que la gente me coquetee? Es decir… mírame –respondí riendo. Nunca estaban demás esos aires de diva para hacerla reír.

-Oh claro, lo que te falta de humildad lo compensas con tu belleza ¿no? –preguntó

-Insisto, la envidia no te llevará a ninguna parte –manifesté.

La mujer llegó con nuestras bebidas, o mi bebida y su mojito e intenté no darle demasiada tribuna.

-Debo protegerte de ese tipo de mujeres –manifestó ella. La miré confundida, ella no necesitaba protegerme de nadie, yo podía sola.

-¿Eres mi mamá ahora? –Pregunté – ¿O mi ángel de la guarda?

-Ni una ni la otra –respondió –No quiero que hablen de ti diciendo que te metes con cualquier mujer.

Y eso mi hizo recordar de nuevo cuando Camilo insultó a Simona de esa manera. Se me había roto el corazón definitivamente y la impotencia me comía.

-¿Te herí? –preguntó preocupada.

-Todo bien –la tranquilicé. Era como si Simona me persiguiera y no me dejara en paz, en ninguna parte. Siempre habría algo que me remontara a su persona.

-¿Vas a bailar conmigo? –me sugirió

-Oh vamos, no me hagas hacerlo –le rogué

-Vas a darme en el gusto o tendré que arrastrarte hasta ahí –exclamó

-Inténtalo si quiera –le contesté

No lo dudó ni un segundo y se levantó para tomar mi mano y en consecuencia arrastrarme hasta donde la gente hacía bulto y masas. Le habría costado más dirigirme si no hubiese sido porque yo sólo flui en el aire al tocar su mano.

Antonia lo hacía parecer tan simple, ella moviéndose invitándome a hacer lo mismo y yo simplemente me veía ridícula. De pronto cerré los ojos e intenté fluir también con al ritmo de la música, fue inevitable que terminara acercándome a ella a medida que chocaba con otras personas a mí alrededor.

Intentaba cambiar la posición porque me descolocaba tenerla tan cerca y ella sonreía y lo hacía tan complicado para mí. Empezó a confundirme el aroma a menta combinado con el alcohol que podía notar al estar tan cerca de su boca. Era help I’m alive la que me atraía a ella esta vez, la sintonía que jugaba los movimientos de su cuerpo junto a la música estaba provocándome la perdida de las últimas neuronas.

Ponía involuntariamente sus brazos cerca de mi cuello en ocasiones, dándose la vuelta la última vez que lo hizo. Me vi obligada a aferrarme a su espalda y entonces repentinamente volvió hacia a mí y podía incluso sentir su aliento de lo pronto que estaba su boca de la mía. Sus ojos estaban cerrados suponiendo que estaba demasiado conectada en su baile. Me detuve en su rostro, en sus facciones y podría haberla besado en ese mismo instante, porque todo en ella parecía pedirlo a gritos.

Me sentía mareada, me detuve tomándome la cabeza. No podía hacerlo, no podía besarla, no podía aceptar que estuviera gustándome de tal manera que la necesidad de arrastrarme hacia ella era casi incontrolable. Me alejé, la dejé siendo crucial en esa decisión.

Me fui a paso acelerado fuera del lugar. Necesitaba aire porque me estaba faltando en creces.

No había nadie más, no estaba Simona en ese lugar en el cual la había besado, no existía otra persona. Sólo Antonia, en algún lugar dentro de aquella disco.

Me estaba devolviendo a la vida en ese momento y tenía miedo. Miedo porque nuevamente ella no era para mí y la estaba necesitando.

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ARRRRRRRg no saben como se me erizó la piel. Me comprometí bastante con esa última parte !. Además tengo a esta persona que leyó mi relato y me ha estado emocionando más de lo habitual con que siga escribiendo y analizando mi personaje.

Decidí demorarme porque necesitaba pensar bien el siguiente paso, espero realmente que les guste :) y no hayan perdido el trainning claro. Cariños y éxito en su semana (admiradoras, "fans", maravillosas lectoras y personas que pasan también por acá")