Idas y vueltas. 11

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-¿Quién va por ella, tú o yo? –preguntó Camilo. Se refería a Antonia. Me parecía completamente paradójico nuevamente que Camilo me hiciera esa pregunta. Aunque yo no estaba interesada en ir por nadie, él daba por hecho que no quería repetir la historia que sucedió con Simona. Agradecía esa madurez que habíamos experimentado.

Me sentía tranquila, el resto del día había transcurrido absolutamente normal. Comenzaba a creer que no había nada extraño en encontrar hermosa a una persona ni agradable su mirada. No es como si tuviera mal gusto y poco criterio. Simona también era hermosa y yo lo había notado.

Quizás después de ella, la atracción se me daba más fácil. Quizás necesitaba haber sentido ese primer flechazo, para darme cuenta que mis gustos estaban a flor de piel. No lo sabía, pero si sabía que esta nueva chica, Antonia, efectivamente era hermosa y que no me entregaría a la policía por pensarlo de esa manera. Esta vez no me torturaría.

-No entiendo como alguien puede estar con Claudio –comentó de pronto Ámbar. O quizás hablaba hace un rato y no la había escuchado. Desde que salimos de clases que nos los escuchaba demasiado.

-Él está bien –respondí yo, un poco desatenta sin estar demasiado segura de qué decía

-¿Esa es tu nueva frase favorita Paula? –preguntó Camilo, recordándome lo que había pasado en la mañana.

-No pueden estar babeando por la novia de ese tipo –recomendó Ámbar

-Yo no estoy babeando, ella lo está haciendo –me acusó Camilo

-¿Por qué siempre hablas por mí? –le pregunté entonces –no estoy babeando

No tenía idea cuándo “babear por alguien” se había convertido en un tema tan transcendental en nuestras vidas. Pero entonces Ámbar había empezado a babear por otros tipos, Camilo por cada mujer que se le aparecía por delante y ¿yo? ¿Estaba haciéndolo también?  Tal vez estaba sólo un poco emocionada.

Nos despedimos y cada uno partió a su destino. Los tres moríamos de sueño, de cansancio y yo estaba asustada. Me asustaba comenzar apenas a esas alturas de mi vida ser adolescente y no poder controlar todas esas hormonas revolucionadas.

Tenía dieciocho años, no podía entrar a recibir ese tipo de flechazos.

-¿Cómo estuvo tu primer último día enana? –preguntó Gabriela mientras era ella quien me servía el almuerzo. Desde que pasó lo de Simona, ellos, incluyendo mi hermano, habían estado muy atentos. Gabriela se comportaba como mi mamá cuando ella no estaba, sin dejar de lado su objetivo de hermana mayor que era, fastidiarme de vez en cuando.

-O déjame pensar… -puse cara de pensativa –ah sí, igual que todos los años –le conté

-Wow, gran novedad –dijo sentándose frente a mí

-Sólo hay… -dudé en decir lo que iba a comentar

-¿qué cosa? –preguntó ella

-Esta… chica nueva –le dije de todos modos

Gabriela soltó su tenedor antes de comer algún bocado y se preparó para decirme algo muy seriamente. Yo sólo esperaba.

-No Paula, no… -dijo negando –cualquier cosa que tengas en la cabeza, ¡no! –me gritó

Era gracioso verla tan seria. Era gracioso que estuviera haciéndose una idea cuando yo apenas le había dicho algunas palabras.

-yo no tengo nada pensado –le aseguré

-más te vale –dijo Gabriela

-¿De qué va eso Gabi? –pregunté molesta

-Ya sabes a qué me refiero –me intimidó –pones esa misma carita que pone Pablito cuando habla de sus compañeritas de universidad –dijo eso último y yo me largué a reír.

Pablo era mi hermano y Gabriela tenía razón con lo que decía, él había conseguido prácticamente todas las conquistas que había planeado.

-Gabriela yo no voy… -decía pero ella me interrumpió haciéndome guardar silencio

Comenzó a comer y seguir normalmente con el almuerzo. La miré un momento y luego volví la vista a mi comida. Cuando me entretenía enredando la pasta en el tenedor, la escuché hablar.

-No quiero que alguien vuelva a hacerte daño –dijo.

28

Las dos semanas que siguieron luego del primer día de clases las llevé muy bien, sin ningún accidente emocional o algo por el estilo. Mis amigos habían dejado de hablar de ella y eso ayudó. No sabía si había sido parte del consejo de mi hermana o qué, pero me había propuesto ser indiferente a cualquier apuesto de mi corazón, llevándolo a mirar un poco más.

Ella tenía razón, yo no podía exponerme así a los destrozos en las paredes de mi vida. Estaba sanando una herida que me había calado hasta el fondo.

Pedí permiso para ir al baño un segundo. La alta temperatura estaba sofocándome y sin duda, haciendo imposible la tarea de pensar demasiado bien. Entonces apenas entré me di cuenta que ni siquiera debería haber tomado esa decisión.

Tenía que admitir que mi corazón era extremadamente sensible a algunas situaciones. Yo no sabía qué hacer cuando vi a Antonia llorando ahí. Me costó averiguar que era ella porque estaba cabizbaja, entonces cuando si lo comprobé olvidé incluso a qué me había dirigido al baño.

Yo insistí, le di la orden a mi cabeza de no involucrarme. Estaba decidida a no hacerlo, sería una piedra, intentaría no mirar e irme. Pero mi cuerpo no se movía, entonces comprendí que mi cerebro no tenía demasiada autoridad por sobre los otros órganos. Te das cuenta que es cierto cuando dicen que el corazón tiene razones que la razón no tiene y simplemente estaba ahí parada culpando la desobediencia de mi persona.

-¿Estás bien? –pregunté educadamente. Era obvio que no estaba bien, a menos que tendiera a llorar por otras razones.

Ella me miró y agachó la cabeza de nuevo. Y ese gesto me mató, torturó, lo que sea. Yo no era de piedra y me dolía que estuviera así. Ver a las personas así de vulnerables me había traumatizado un poco. Quizás por qué sería…

-¿Sucede algo? –insistí buscando una respuesta. No sabía por qué estaba empeñada en averiguar que le sucedía. Esa era la primera vez que le había dirigido la palabra.

-Sí, sólo déjame sola –dijo en voz baja. Su voz era desafiante, más que triste.

-¿Necesitas algo? –pregunté preocupada

-¡Que me dejes sola! Por favor –insistió ella. Entonces comprendí, porque así comenzaba a entender los mensajes. Al momento que ella alzó la voz.

-Ok –respondí y me fui del baño.

¿Qué había sido eso? ¿Por qué había insistido tanto? Me sentía tonta, por supuesto no me habría gustado que me molestaran en un momento así y entendí. La mujer tenía su genio, pero había sido mi culpa.

Y aún a pesar de eso me seguía sintiendo preocupada. ¿Qué la habría hecho llorar así ahí? Probablemente tenía que ver con Claudio o probablemente no tenía nada que ver con eso. La curiosidad estaba matando al gato, o a mí. Como fuera.

Me recordaba a Simona y me molestaba que fuera así. Caminé hasta el patio que daba con un gran jardín relleno de verde. Me recosté un segundo, olvidando de pronto que estaba en clases, y que yo supuestamente sólo había ido al baño a refrescarme un poco.

Supongo que era inevitable pensar en Simona en esas ocasiones. La había visto llorar tantas veces por culpa de Camilo, mi culpa y por su incapacidad de estar bien constantemente que había marcado un poco eso en mi memoria, la que hoy me jugaba una mala pasada.

Era difícil borrarla del todo. Podía recuperar la calma, la sonrisa en la cara, pero sacarla totalmente de mi cabeza, aún era difícil. Tenía que trabajar en eso, era inaceptable que la comparara con cada persona que aparecía.

-Señorita Rivas ¿supongo que está muy cómoda ahí, no? –preguntó una de las inspectoras de turno. Odiaba que me llamaran por mi apellido, era una constante que me recordaría a mi padre siempre.

-Yo sólo estaba tomando aire, lo siento –dije nerviosa, no quería meterme en problemas. Llevaba como unos veinte minutos tirada en el pasto dibujando nubes y tratando quitarme algunas cosas de la cabeza.

-vaya a su clase señorita –me instruyó. Ni discutí y me fui directo a la sala de nuevo. Había salido bastante largo el paseo.

Entrando a la sala me disculpé con la profesora, fingiendo que había tenido un pequeño incidente.

-¿Usted también? –preguntó ella. No entendía a qué se refería, mandó a sentarme y de camino al puesto vi a Antonia. ¿En qué momento había llegado? Ni idea, al parecer había estado más de veinte minutos fuera.

-Dímelo todo –dijo Camilo quien se sentaba a mi lado -¿Te encontraste con ella allá fuera por casualidad?

-¿De qué hablas Camilo? –pregunté totalmente confundida

-Entraste junto después de ella –dijo él

-oye, en serio, debes dejar de obsesionarte con esto Camilo –le aconsejé

-Es parte de mi loca fantasía de verte con una tipa que no haya estado conmigo –comentó

Se merecía todos mis golpes y encaros. Él siempre solía hacer esas bromas aprovechándose que a mí ya me habían dejado de doler.

-El día que me involucre con alguien más, prometo que serás el último en enterarte –le dije. El fingió indiferencia a mi comentario, sabía que era imposible que no se diese cuenta.

Miré a Antonia de reojo. Ella por otro lado estaba fingiendo estar bien y tranquila, sentada muy sumisamente al lado de su novio. ¿Será así siempre? Probablemente no, probablemente para ella también habría buenos ratos.

Paula estaba convencida de algo. Las relaciones eran así. Estaban llenas de buenos y malos momentos, otros muy malos, que prolongaba demasiado la agonía de las personas que realmente se sentían comprometidas con alguien. Es duro, cuando en vez de velar por conservar los buenos pasos la vida se encarga de que sea todo lo contrario. O las personas.

Me gustaba verla de perfil. Tenía preciosas facciones también y a pesar de que ella había estado llorando y todo eso, seguía luciendo bien. Demasiado digna a propósito.

De pronto, Camilo se interpuso en mi agradable vista hablándome y volví a la realidad.

-Paula ¿quieres escuchar lo que dicen? –preguntó quitándome la atención

-¿Sobre qué? –pregunté yo en cambio perdida. Miré hacia la pizarra. Algo así como la tortura de los jóvenes estudiantes. “Ensayo en parejas”

-¿Y qué? Se conmigo o Ámbar –le dije

-La profesora dijo algo así como “ustedes inútiles, no crean que me engañan. Yo organizaré los grupos” –dijo Camilo imitándola burdamente

Dejé de reír al momento de darme cuenta lo que eso significaba. Yo no era antisocial ni nada pero no es que me llevara bien con todo el mundo tampoco.

Siempre se teme quedar con la persona incorrecta.

-Señor Camilo –habló la profesora –ya que está usted conversando, será el primero a quien le busque un compañero para su informe. La docente fijó la mirada en la lista de nombres y entonces estaba lista para decir –le tocará con el alumno Claudio

Ámbar y yo comenzamos a reír disimuladamente

-Tiene que estar bromeando –dije yo burlándome de él

-No lo haré, ni loco, ni en otra vida –dijo él

-Señorita Paula, ¿usted quiere ser la segunda? –dijo irónica. Ella sí que era realmente desagradable. No estaba preocupándome realmente aún a quién elegiría para mí, yo seguía riéndome de Camilo. La vida es una locura –le toca con la señorita Antonia –terminó ella. Entonces yo dejé de reírme y empecé a cuestionarme si había escuchado bien.

-Oh Paula, podría jurar que te estabas riendo hace un rato –se burló Camilo.

-Muy chistoso –respondí cabreada.

-¿No querrás cambiar de compañero? –preguntó él interesado.

-No sé qué sería peor Camilo –respondí a ello.

Entonces me sentí nerviosa. No, nerviosa no era suficiente, estaba aterrada si se puede expresar en una palabra. No entendía cómo una mujer podía intimidarme tanto y no tenía nada que ver con que ella me hubiese mandado a volar hace un rato. Tenía que ver con que yo me perdía en sus ojos si los tenía frente a mí. ¿Qué tipo de informe podría hacer así?

Vaya encantadora suerte que tenía. La miré entonces, por primera vez desde que me había enterado la nueva noticia. Ella me estaba observando y pude leer en sus labios la palabra “LO SIENTO” cuando por fin sostuve su mirada, con una expresión en su cara que me había arrancado los últimos indicios de vida dentro de mí.

El corazón me pedía a gritos ir por ella. La razón, por supuesto, me tenía sentada aún en la silla.

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¿Ven? no quise ser lo suficientemente malvada y hoy les alegré de a poco ajaja eso creo. Nunca está de más recrearse con nuevos ... ¿romances? no anticipo nada. ¿Sentimientos encontrados hacia Simona? creo que si les ha gustado un poco. Como autora veré que hago ahí... yo sólo espero que todo todo no se torne demasiado predescible como, con todo respeto, lo pintan mis lectoras(es).

¿Ironías personales? lamento jugar tanto con el corazón y bueno... la razón. Supongo que todas pasamos a veces por situaciones parecidas. Creo que eso es lo bonito de escribir a veces, acercarse y comprometerse con el receptor (hey hey, lo digo absolutamente literal)

Completamente de acuerdo, aurora la diosa , te has ganado el premio a la mejor comentarista. Veré como me las ingenio para dar los diplomas de honores. Saludos a las demás por supuesto quienes me incitan a seguir con la historia, no sería posible sin ustedes.  Espero que les haya gustado este capítulo, aunque fue un poco más corto.

Habrán captado que bueno, también me gusta dejarles la intriga.