Ibiza, mi mujer y el sátiro

...entonces alargué cuanto pude mis manos hasta tener abrazados los dos cuerpos: mi mujer en medio y el chico al que tenía agarrado por las nalgas empujándolo dentro de ella.

Ibiza, mi mujer y el sátiro

©Miguel Ysu. Misupa696@hotmail.com

Ocurrió el último día de julio, el último día de nuestra estancia en Ibiza y no pudo ser un colofón más excitante e imborrable a nuestras vacaciones...

Habíamos decidido que por primera vez íbamos a practicar el nudismo. Antes de emprender el viaje habíamos navegado por Internet buscando cual podía ser la playa más apropiada para esa práctica. Tras mucho leer en distintas web vimos que casi todas apuntaban a una playa llamada del Cavallet.

Desde el primer día de nuestra estancia fuimos directamente a esa playa que al parecer era famosa por varias circunstancias: Por su belleza, por ser nudista y por tener en su extremo meridional un chiringuito que era punto de reunión del colectivo gay europeo conocido en la isla como el Chiringay.

La playa se extiende a lo largo de la costa oriental del extremo sur de Ibiza, el extremo que se prolonga bajo el mar y va emergiendo a intervalos formando numerosos islotes hasta transformarse en la isla de Formentera. Por el lado occidental se encuentra la playa de Salinas y entre ambas se inician las charcas de la salinera enmarcadas en un tupido bosque de pino bajo mediterráneo.

A unos veinte metros de la orilla del mar existe una primera duna de una altura mediana, como de un metro más o menos, salpicada por matorrales y que discurre paralela a la costa. Luego sigue el arenal hasta la segunda duna , ya de mayor altura y tras la que se inicia el tupido bosque de pino bajo formando un laberinto de caminos y rincones ocultos. Este bosquecillo tiene una anchura de unos cincuenta metros lindando con la primera charca de la salinera. Entre la charca y el bosquecillo existe un camino, mezcla de sal y arena, por el que los gays que quieren cierta discreción pueden acceder a su zona de la playa sin tener que desfilar por delante de los otros bañistas.

Como dije al principio era el último día de nuestra estancia y tras permanecer un largo rato al sol y otro más debajo de la sombrilla le propuse a mi mujer que fuésemos paseando hasta cerca del final de la playa por la curiosidad de ver como era el chiringuito gay y el ambiente que allí había y que para no dar tanto la nota mejor lo hacíamos yendo por el arenal existente entre dunas.

Circulando entre las dunas no perdíamos de vista la playa debido a la relativa baja altura de la primera línea aunque debido a los matorrales no teníamos una visión diáfana de todo el trayecto así que en un determinado momento , cuando ya habíamos dejado atrás la zona más concurrida de la playa vimos como detrás de un matorral, junto a la primera duna, había un hombre muy alto, quizás de metro noventa o más, y de apariencia juvenil. El chico que por toda prenda solo lucía un sombrero casi nos daba la espalda pero lo más llamativo era la posición de sus manos y el movimiento que se le adivinaba.

No tuve ninguna duda de que se estaba masturbando mientras contemplaba algo al otro lado del matorral y así se lo dije a mi mujer que se quedó algo parada como si le diese reparo acercarse más al chico. Este percibió nuestra aproximación y al tiempo que cesaba con sus juegos de manos giró la cabeza para ver quién se acercaba.

Quizás convenga recordar que tanto mi mujer como yo estábamos completamente desnudos andando por la arena cogidos de la mano.

Lo normal es que el chico hubiera permanecido de espaldas hasta que hubiéramos pasado pero parece que en Ibiza, y sobre todo en aquella playa, la lógica tiene un sentido muy distinto.

El joven arrancó unas hojas del matorral y mientras disimulaba mirándolas se fue girando hacia nosotros mostrándonos sin ningún pudor su pene erecto. Era la viva imagen de Sátiro. Aquel pene tenia una incurvación hacia arriba idéntica a la que se le suele dibujar a la figura mitológica. Describía una curva perfecta desde su arranque hasta la punta del glande el cual miraba totalmente vertical hacia el sol. Por decirlo de una manera gráfica su polla se podía superponer a la esfera de un reloj analógico. Su base se situaría a las 6 horas y tras recorrer la curva ascendente el glande estaría situado a las tres mirando hacía las dos.

Así como nos íbamos acercando el chico giraba su cuerpo de tal forma que siempre nos daba la cara y por extensión la polla. La situación era de lo mas raro y excitante. Mi mujer y yo completamente desnudos, con la inseguridad que nos daba ser primerizos en esa práctica, acercándonos a un hombre también desnudo pero con un pene erecto de una prodigiosa arquitectura mitológica. Así como nos acercamos no pude evitar el imaginar alguna fantasía que involucraba aquel fenómeno de la naturaleza con mi mujer, con el laberinto de pinos.... así que con la adrenalina disparada al pasar por su lado me sorprendí a mi mismo cuando mirándole a sus ojos, y mirándome él también, le hice el gesto con ojos y cejas que se hace a alguien situado a tu izquierda para señalarle a otro que está a tu derecha. No se de que nacionalidad era aquel hombre, posiblemente nórdico por el intenso rubio de su pelo, pero supuse que ese gesto era universal y debería de haber entendido que le invitaba a decirle algo a mi mujer.

Lo cierto es que lo rebasamos sin pasar nada. Sentí por un lado una cierta decepción y por otro un alivio. Pasados unos metros mi mujer me estrecho la mano al tiempo que esbozaba una sonrisa por el espectáculo que habíamos contemplado. Empezamos a hablar del tema, de cómo el tipo, en vez de ocultarse, se había girado para exhibir su acerada polla. Le bromeé a mi mujer diciéndole que lo había hecho por ella aunque realmente no tenía claro si el chico era gay y pasaba muy mucho de las mujeres. Ella sí había captado ese matiz y me dijo que en su opinión a quién miraba el muchacho era a mí.

Y así fue como discurrió el resto del paseo hasta que ya llegamos a territorio francamente comanche. Empezamos a ver parejas de hombres cogidos de las manos , unos paseando, otros yendo y viniendo de las dunas y los más tomando el sol y bañándose.

-¿Nos damos la vuelta?- dijo mi mujer- ya he visto demasiado.

Accedí. Ya no quisimos seguir hasta el chiringuito y decidimos volver sobre nuestros pasos. No se lo que estaría pensando mi mujer pero yo no podía quitarme de la cabeza el encuentro que habíamos tenido y me comía la curiosidad por saber si volveríamos a encontrarnos con el sátiro.

Tras unos minutos de desandar el camino volvimos a encontrarlo. El fulano seguía exactamente igual. Su pene seguía erguido, desafiando al sol, circunscrito en aquel perfecto arco de noventa grados . Pensé que el chico nos estaba esperando ya que en cuanto estuvimos a la vista se fue apartando del matorral y lentamente se fue moviendo para interceptar nuestro paso.

Otra vez sentí la descarga de la adrenalina. Apreté la mano de mi esposa y le susurré:

  • Uy, uy, uy... este viene a por ti.

Al mismo tiempo crucé la mirada con él y nuevamente repetí el gesto de cejas y ojos invitándolo a tomar la iniciativa.

El desvió la mirada hacia mi mujer y le sonrió y ella me apretó la mano con fuerza.

Bueno, yo me lo había buscado. Allí se nos plantó. Justo delante. Y en inglés nos deseo buenos días.

Pensé que era una suerte que mi mujer no entendiese nada del idioma de Shakesperare así que además de devolverle el saludo le comenté que ella estaba fascinada por su polla. El rió y me dijo que bueno, que eso tenía fácil solución y que si queríamos podíamos pasar un buen rato en el pinar, al otro lado de la duna..

Antes de que pudiese contestarle ella me preguntó que qué estábamos hablando. – Bueno, verás , el muchacho me ha dicho que tiene un problema y que si podríamos ayudarle

  • ¿Qué problema tiene?

-Espera que ahora le pregunto

Le sonreí al chico y el dije. " Mi mujer está un poco indecisa, le da mucho reparo estar aquí en medio de la playa hablando contigo , los tres desnudos y tu pene tieso"

  • Si, no puedo evitarlo, cuando estoy excitado se me levanta y no baja mientras no se le castiga adecuadamente. Pero si queréis podemos pasar al pinar. Tengo localizado un rincón muy discreto.

-Espera que se lo traduzco a mi esposa.

-Bueno, - le dije a mi esposa volviendo al castellano- el problema es que cuando se le pone tiesa dice que no hay forma de retornarla a la flacidez sin ayuda. Me pide si tu serías tan amable de tocársela un poco. Dice que aquí mismo, al otro lado de la duna, en el pinar hay un rincón muy discreto y que si tu quisieras podrías hacerle el favor de darle un pequeño masaje y aliviarle la molestia ...

  • Ja. Este tío es un súper cara. Supongo que le habrás dicho que se de una ducha de agua fría.

  • Bueno, no exactamente... le he dicho que te había fascinado la forma y dimensiones de su pene y que estarías encantada de ayudarle.

Aún no había terminado de decir esto cuando el chico tomó la iniciativa. Con su mano izquierda cogió la mano de Isabel y suavemente, sin que ella opusiese resistencia, se la atrajo hasta el pene. Ella se lo acarició por un momento pero inmediatamente fue a retirar la mano pero él volvió a cogerla y no la dejó retirarse. Ella me miró como pidiendo ayuda así que yo hice lo que un caballero en esa situación

  • Vamos al pinar

La cogí de la otra mano y los tres nos encaminamos hacia el otro lado de la duna. El nórdico, sin soltar la mano de mi chica, tomo la delantera y nos guió por entre los matorrales y pinos. En un momento estuvimos en un rincón apartado, en una hondonada rodeada de pino bajo y dunas que impedía la visión desde el exterior.

El chico nos dio un pase con su brazo, como queriéndonos invitar a entrar en su casa.

Pasamos al hueco, algo estrecho aunque los tres cuerpos cabían con cierta holgura.

Otra vez se puso delante de nosotros y repitió la maniobra de acercar la mano de Isabel a su polla.

Yo empecé a animarla. Me fui situando detrás de ella abrazándola y pegando nuestros desnudos cuerpos. Mientras el chico, manteniendo su pene en la mano de ella empezó a mover su cuerpo follándose la mano de mi chica.

Yo, ya completamente pegado por detrás de mi mujer, fui desplazando una de mis manos hacia sus pechos y la otra la fui bajando hacia su entrepierna. Mi polla empezaba a endurecerse empujando entre sus nalgas. – Menéasela – le decía a la oreja mientras iba bajando hacia su coñito.

Con mi mano izquierda tenía cogido un pecho por debajo y lo dirigí hacia aquel desconocido. Otra vez le hice el gesto y esta vez entendió a la primera. A pesar de su altura se las apaño para encoger el cuerpo de tal manera que sin que su polla se desprendiese de la mano de Isabel pudo llegar con su boca al pezón que yo le estaba ofreciendo.

Mi mujer ya se encontraba gimiendo. Ya había atravesado esa línea que separa la virtud del deseo. Se iba entregar a fondo a la orgía que se le estaba ofreciendo. Mientras ella masturbaba al sátiro y este le lamía los pechos yo le manipulaba el monte de Venus, acariciaba toda su vulva y le rozaba suavemente el clítoris. Tenía toda la zona completamente mojada por la excitación. Mi polla, ya completamente erecta se había situado entre sus nalgas y con mis movimientos le rozaba la zona del perineo. Mi glande se desplazaba entre el ano y la zona inferior de la vagina quedándome a pocos centímetros de la entrada. Solo con que hubiese arqueado el cuerpo un poco más hubiese podido penetrarla pero mi intención no era esa. Alargué un poco la mano hacia el pene del chico y asiéndolo por encima de la mano de mi mujer, que seguía aprehendiéndolo, fui atrayéndolo hacia la vulva de ella. El captó el mensaje de inmediato porque agachó las piernas y aproximó su pelvis hacia la de Isabel. Yo, sin soltar la presa fui dirigiéndola hacia la húmeda entrada. En el primer intento falló y pasando de largo choco su glande con el mío. Se retiró un poco arqueó un poco mas el cuerpo y la penetró a fondo; entonces alargué cuanto pude mis manos hasta tener abrazados los dos cuerpos: mi mujer en medio y el chico al que tenía agarrado por las nalgas empujándolo dentro de ella.

Isabel jadeaba, gemía. Yo le besaba por el cuello, la oreja, la nuca. Seguía restregando mi polla por su perineo chocando de vez en cuando con el otro pene. La humedad lubricante que se desprendía de los tres sexos llenaba toda la entrepierna de mi esposa así que poco a poco fui deteniéndome más en el ano, cada vez empujaba un poquito más hasta que sin apenas esfuerzo tuve la punta del glande dentro de su estrecho agujero. Ella protestó un poco pero las embestidas del circunflejo pollón de nuestro amigo la tenían en la gloria y sus protestas solo fueron una mera formalidad entre jadeos. Seguí empujando lentamente, avanzaba un centímetro y retrocedía medio. Al poco ya estaba dentro sintiendo sobre mi pene las embestidas del sátiro. Me acompase con él.

Así estuvimos metiendo y sacando hasta que el sátiro hizo un alto y con sus manos me apartó de mi mujer. Entonces, sin sacar su polla de dentro de ella, la cogió por el culo y se fue enderezando. Ella quedó con los pies al aire y su reacción inmediata fue abrazarse a él para no caer hacia atrás. El arqueó el cuerpo hacia atrás y con ella ensartada por su pene retrocedió lo justo para apoyar su espalda en el tronco del pino que nos servía de cobijo.

Cuando ya se hubo enderezado totalmente, mi mujer quedó abrazada a él y con las piernas rodeándole por la cintura. La polla del chico, en parte gracias a la forma curva, le quedaba casi completamente dentro de la vagina.

Como espectáculo era increíblemente bueno pero mi participación activa se torno poco menos que imposible. Dada la estatura del extranjero el culo de mi mujer quedó inaccesible para mi polla. Solo poniéndome de puntillas llegaba a rozar el ano así que, muy a mi pesar, tuve que desistir de sodomizarla con mi polla. Metí la mano alrededor de su vulva sintiendo todo su placer, el roce del pene de aquel extraño, y con la otra mano empecé a masturbarme suavemente. No quería correrme de esa manera. Esperaba que ellos terminasen para meter mi virilidad donde aquel sátiro disfrutaba inundándola con sus secreciones.

La mano con la que acariciaba sus sexos se lleno de sus lubricantes humedades por lo que empecé a meterle en el culo primero un dedo, luego otro y así hasta, finalmente, tenerle metidos casi completamente los cuatro dedos.

Isabel estaba en completo éxtasis. La conozco perfectamente y supe que estaba teniendo una sucesión de orgasmos. El chico empezó a jadear fuertemente. Apretó sus dedos con fuerza en las nalgas de mi mujer, arqueó al máximo su cuerpo con objeto de penetrarla lo más profundo que pudo y emitiendo una sarta de exclamaciones indescifrables, al tiempo que una serie de espasmos recorrían su humanidad, descargó toda su leche dentro del coño de Isabel. Poco a poco la presión de las manos fue aflojando.

Isabel fue deslizándose hacia abajo al tiempo que el pene curvo, ya semiflácido, iba saliendo de su vagina.

Cuando ella finalmente pudo apoyarse y quedar en equilibrio por sus propios medios el sátiro, ya venido a menos, se agachó y cogió el sombrero que había caído al suelo con los primeros escarceos. Haciendo una galante reverencia con el mismo se lo colocó y dijo

  • ¡Thanks!

Sin más se dio la vuelta y desapareció por el sendero.

Mi mujer y yo quedamos allí solos. La primera reacción fue reírnos por la cómica retirada de escena.

  • Bueno, ahora me toca a mí – dije.

La abracé y la besé apasionadamente en la boca. Le dije lo mucho que la amaba y lo feliz que me hacía. Así que en pocos segundos mi pene entraba en aquella vagina inundada por el esperma de otro tío. Con la excitación que teníamos, abrazados y de pie, en menos de un minuto llegamos al final. Luego salimos del escondite, desnuditos tal como habíamos entrado, y retornamos por el sendero hacia la playa.

Afortunadamente no había nadie cerca por lo que pudimos llegar al agua sin que nadie se apercibiera de los chorros de líquido blanco viscoso que desde la entrepierna de mi mujer resbalaban por el interior de sus muslos....

En fin. Que esta fue nuestra primera experiencia en una playa nudista. De lo que no hay duda es que el próximo verano volveremos al mismo sitio así que si coincidimos no dejéis de saludarnos.

Misupa696@hotmail.com