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Esta es la primera parte de mi relato, no sabía que titulo ponerle asi que no puse uno... a cambio puse una rosa... la verán si cierran los ojos lo suficiente y alejan el rostro de la pantalla '^^ Me gusta divagar... para darle estructura a la historia y que no se sienta tan lineal espero les guste
Harvey
-¿Traes todo?
-¿Cuántas veces me has hecho esa pregunta hasta ahora?
-No sé.
-Seis, ahora desde la primera vez que dije “Sí” ¿Cuántas veces me has visto abrir la maleta?
-Ninguna.
-¡Exacto! ¿Qué te hace pensar que mi respuesta ha cambiado?
-Tal vez estás haciendo un recuento de las cosas que llevas, en tu mente.
-O tal vez estoy tratando de no hacerlo porque ya compramos el tiquete, Lila- dije sacudiéndolo frente a ella- la ignorancia da felicidad; además creo debería subir al microbús ya- dije girando mi cabeza hacia la plataforma.
-Estarás ahí seis horas, mejor quédate aquí, y sube cuando veas al conductor entrar.
-¡Pero hablemos de otra cosa por favor!
-Recuerda llamar a Ernesto cuando llegues- dijo tirando de mi camiseta hacia abajo, para quitar las arrugas y pasando las manos desde mis hombros hasta mí pecho.
-¡Nooo!- dije echando mi cabeza hacia atrás tratando de hacer un berrinche de niño pequeño- te llamo a ti y tú le llamas a él ¿Qué tal?- le dije con una sonrisa.
-No hay trato.
-¡Pero es tú esposo!
-¡Y tú padre!
-En clases nos han dicho que la pareja va SIEMPRE primero, incluso que los hijos, porque los hijos se van y la pareja queda, que mejor excusa para llamarle que yo.
-Ernesto y yo ya no somos pareja.
-Pero es que él siempre…
-¡Gato! ¡Mira mira!- dijo Carla sujetando mi cuello y rotándolo en dirección a una vitrina con unos monos tallados en unos cocos, y uno de ellos se sujetaba una pija que le llegaba casi al mentón -¿Quieres que te lo compre?
-¿Para que luego tú te aparezcas en mi habitación preguntando por él cada vez que te urga? Muy taimada Carla- dije mirándola con los ojos entrecerrados; ella me lanzó una mirada de tonta con la boca abierta y giró hacia Lila:
-¿No vas a decirle nada, tía?
-Tienes razón, Harvey, deberías abordar ya- dijo sin despegar los ojos del souvenir.
-Vale, las veo en cinco días, o tal vez trece- dije abrazándolas a ambas.
-¡Qué hipócrita!- dijo Carla sobre mi hombro.
-Sólo estaba siendo cortés, no te la vayas a creer- dije soltándola – cuídate Lila- dije sujetándola con ambas manos por el rostro -…y Carla, si para cuando regrese el mono sigue ahí, te lo compraré, ¡prometido!- dije girando hacia ella.
-Te deja el microbús, Gato- dijo lanzándome una mirada de odio. Sujeté mi maleta y me puse en dirección al umbral de la plataforma; la terminal ese día estaba vacía, lo que era extraño porque era “plan retorno” las vacaciones habían terminado, debería haber más personas, más malos olores, más ruido, más llanto, más calor; pero no. Cuando entré en el vehículo, no había ni un alma, podía sentarme donde me diera la gana, escogí un asiento doble, donde las cortinas de la ventana, se podían arrastrar hasta más atrás del espaldar para que no obstruyera la vista, encendí mi reproductor, me puse los audífonos y me distraje haciendo figuras de papel con mi tiquete, al terminar, había hecho un barquito de papel del que me sentí orgulloso, ya que pensé haber perdido la técnica por no hacer de esos en dos meses, luego apoyé mi cabeza en la silla y me dispuse a esperar que el momento de partida llegara.
Dilan
-El dinero para el tiquete- dije mientras caminábamos estirando la mano hacia atrás esperando que mi padre depositara algo de papel moneda en ella.
-Ten- dijo entregándome su tarjeta- apresuré el paso hasta una puerta de cristal que daba hacia una salita y al fondo estaba la taquilla, el lugar estaba vacío, entré con mi madre nada más ya que mi padre estaba algo enfermo y el aire acondicionado lo empeoraría:
-Hasta que se acabaron las vacaciones- dijo la recepcionista con una sonrisa.
-Sí- dije apoyando la cabeza sobre el cristal que la protegía del exterior.
-Y ahora a viajar nuevamente cada dos fines de semana- yo asentí arrastrando mi cabeza sobre el vidrio muy lentamente y pasando la tarjeta por debajo de él; “sabía con qué frecuencia yo viajaba y se había memorizado mi rostro” pensé con algo de presunción.
-Estás mojando el vidrio, Dilan- dijo mi madre.
-Hay un muchacho que también viaja con frecuencia, tiene tú edad más o menos, ese niño no para, incluso cuando viene desde allá, atraviesa la sala nada más para hacerme saber que regresó, pero el viene todos los fines de semana- dijo mientras pasaba la tarjeta e imprimía el tiquete.
-¡¿Todos?!- preguntó mi madre sorprendida.
-Todos- dijo ella asintiendo e imitando la cara de sorpresa de mi madre.
-Muchas ganas de verle la cara a mamá y mucha plata para gastar- comentó ofuscada.
-Yo vengo cada dos fines de semana, ma- le dije para que se abstuviera de hacer comentarios de esa naturaleza.
-Eso le dije yo y me respondió que la de las ganas de verlo era ella, porque son los padres los que le financian los viajes, que si fuese dinero de él, solo los vería en las navidades- dijo con una risita.
-Cada fin de semana, ida y vuelta- dijo mi madre para sí.
-Precisamente hace un momento me compró un tiquete, serán compañeritos de viaje, aunque con la frecuencia que ambos viajan ya debieron haberse visto antes- cuando la recepcionista dijo eso, me puse ansioso, por completar la imagen recreada del joven estableciendo dialogo con ella.
-Buen viaje, joven- dijo entregándome el tiquete por debajo del vidrio y la tarjeta. Cuando salimos de la salita, mi padre se me acercó puso su mano en mi hombro y se despidió de mí:
-Llama cuando hayas llegado.
-Lo haré.
-No vayas a ir a la universidad en blanco Dilan, lee un poco esta noche- dijo mi madre.
-No prometo nada- le di un beso y me alejé, aceleré un poco el paso antes de que me hicieran alguna otra clase de sugerencia que no tomaría y por qué no decirlo, para conocer al chico del que había hablado la recepcionista. Cuando subí al microbús, mi sorpresa fue muy grata, nunca lo había visto en todos los viajes que hice, eso en primer lugar y en segundo lugar… era hermoso, tenía el cabello negro suficientemente largo para cubrir su nuca pero no lo suficiente para llegar a sus hombros, se veía como petróleo, brillante y graso pero no mucho, lo suficiente para hacerle verse bien, era liso y caía un poco más abajo de sus ojos, su nariz era respingada, cóncava y pequeña, como la de una caricatura japonesa, sus labios eran chicos y deseables, su piel era color crema, o un café muy claro, y sus ojos, lo mejor de la exhibición, redondos y color miel, como los de un felino, su contextura era la del promedio, los bíceps que se asomaban por fuera de la camiseta blanca que llevaba puesta se veían ovalados y atractivos, y por debajo de su camiseta se dibujaba un pecho algo saliente que luego se desvanecía en esta; tenía audífonos puestos y tarareaba una canción moviendo sólo sus labios, miraba por la ventana como en un videoclip de una canción de amor no correspondido o prohibido; no sé cuanto tiempo estuve parado en la puerta observándole, pero afortunadamente no se percató de ello, ya que hubiese sido verdaderamente vergonzoso, me acerqué a hacia donde él estaba, perdí valor y me senté en la silla que quedaba del otro lado del pasillo, de forma que sólo tendría que rotar mi cabeza 90° para encontrarlo, eso si nadie se sentaba junto a él, mientras calmaba mis ansias por hablarle, buscaba algo que pudiese utilizar para iniciar la conversación.
Harvey
Habrían pasado alrededor de cinco canciones y aún no salíamos de la terminal, y empezaba a desesperarme, ya que el paisaje del otro lado de la ventana era deprimente, buses estacionados al fondo, chóferes desaliñados y sudorosos que giraban como ventiladores al primer par de tetas que les pasaba por el frente, marcas de frenazo por todas partes, vendedores de golosinas, uno que otro pasajero abordando y nubes de humo que despedían algunos vehículos que aunque estaban inmóviles seguían encendidos, justo cuando me disponía a cerrar mis ojos veo como un cuerpo extraño entra en mi campo visual y toma el barco de papel de mi pierna y lo eleva hasta sí; seguí el barco y me había encontrado con un paisaje mucho más alentador; un chico, de mi edad más o menos, blanco, ojos redondos, negros y profundos, nariz recta, labios pequeños, cabello húmedo, largo, negro un poco más largo que el mío, liso al iniciar pero algo ondulado en su terminación, como si se lo lavara todos los días; estaba en tratamiento de ortodoncia pero intuí que estaba por finalizarlo; espalda ancha y hombros grandes, se veía como esa clase de jóvenes que siguen una estricta rutina de gimnasio y que dejan de asistir por carga académica o simple pérdida de interés en la materia, por lo que se veía musculoso pero a la vez algo suave y esponjoso, sobre todo su pecho, tenía pectorales grandes, al igual que sus brazos, grandes pero sin definición, era muy llamativo, no era perfecto, pero se veía real, por decirlo de alguna forma; me miraba fijo y sostenía el barco entre sus dedos índice y medio:
-¿Dijiste algo?- dije quitándome el audífono más próximo a él.
-Que si esto lo has hecho tú- dijo nuevamente.
-Sí, ¿Por qué la pregunta?
-Siempre había querido aprender a hacer barcos de papel, bueno figuras de papel en general, sólo sé hacer aviones y si te soy franco, tardan más tiempo en mi mano que en vuelo- dijo algo avergonzado. Abordó a un extraño para que le enseñara a hacer barcos de papel; eso era raro… muy:
-No te preocupes nos pasa a todos- le dije con una sonrisa -¿tu tiquete?- dije estirando la mano hacia él:
-Aquí está- dijo estirándolo hacia mí- lo sujeté por un borde para evitar contacto físico, no podía ser tan obvio en el hecho de que me había gustado, no quería espantarlo. Elaboré el barco muy lentamente de tal forma que él pudiese captar la idea de cómo hacerlo explicando cada paso, una vez terminé, le hice entrega oficial del navío:
-Gracias, aunque creo que el tuyo quedó mejor hecho que el mío- dijo poniendo cada barco en sus palmas extendidas comparándolos.
-Puedes quedártelo, de cualquier forma hay más de donde vino ese- le dije sonriéndole y volviéndome al cristal, ¡nos estábamos moviendo y yo no me había dado cuenta! Me había ido tanto en él que había perdido la noción de todo, traté de buscarlo en el cristal, y lo hallé mirando el barco de mi tiquete con detenimiento y luego alzó su mirada a mí, recorrió mi espalda lentamente, y no pude evitar ponerme nervioso, sentí un subidón de adrenalina por todo el cuerpo, el chico de verdad me había cautivado, de pronto giró hacia el vidrio y puso cara de extrañado, se irguió y buscó dentro del microbús al conductor o alguien en las sillas de adelante, ¿tampoco se había dado cuenta que estábamos en movimiento?
Dilan
Estaba eternamente agradecido por el hecho de que él me hubiese entregado el barco terminado en lugar de deshacerlo y pedirme que lo hiciese nuevamente porque sincerándome, no preste atención a nada de lo que dijo, ni siquiera vi cómo lo hacía, mi atención se dedicó enteramente a su rostro, sin imperfecciones y de apariencia tersa y provocativa, tratando de escanearlo y retenerlo en mi memoria, respiraba hondo cerca de él pero tratando de no hacer ruido, tenía encima un perfume que yo no reconocía y que no me permitió captar su verdadero aroma, me tenía atrapado, tanto que el microbús había echado marcha e incluso habían más pasajeros y yo nunca los escuché abordar:
-Nos movemos.
-¿No me digas que no te habías dado cuenta?- dijo sorprendido.
-Sí lo había notado, sólo que no lo había verbalizado- dije algo apenado.
-Pero de cualquier forma no llevamos mucho andando, apenas salimos de la terminal- dijo mirando hacia el frente, alzando su cabeza y retirando el cabello de su cara, como buscando algo en las sillas anteriores, su cuello tensado y su cara descubierta para admirar, casi provocan que yo cayera en trance nuevamente pero el volvió a su posición original rápidamente; decidí que tomaría iniciativa, y me sentaría junto a él, eran seis horas en las que yo de una forma o de otra irremediablemente giraría mi cabeza hacia él todo el tiempo:
-¿Te molesta si…?- dije haciendo un gesto con la mano en el que apuntaba hacia la silla en la que me encontraba.
-Pues yo sólo pagué por un asiento, y es el que uso ahora, eres libre de sentarte donde quieras- dijo con una sonrisa. No era el comentario que yo esperaba, o mejor dicho no era el comentario que yo quería escuchar, incluso me molestó un poco:
-¿Y eso qué significa?
-Que sí puedes sentarte, además no me molestaría algo de compañía- dijo dándome una sonrisa completa, mostrándome su blanca dentadura, además también estaba en tratamiento de ortodoncia, pero él estaba en la última etapa, los removibles, los que te pones de vez en cuando, cuando lo recuerdas, por lo que no tengo que decir que tenía una mordida impecable, su sonrisa y ese “no me molestaría algo de compañía” me hizo olvidar el comentario anterior y trajo a mi memoria la frase de la recepcionista “serán compañeritos de viaje”; me sentí cálido por dentro, me acomodé en el espaldar, ya que yo estaba sentado de frente a él para poder observarlo de tal forma que no fuese embarazoso, estiré mi mano a través del pasillo y alcancé mi maleta, la puse en mis piernas y me acomodé en el espaldar, moví ligeramente mi cabeza hacia él y me di cuenta que estaba apagando y guardando el reproductor en su bolsillo, ¡Estaba dispuesto a tener una conversación de seis horas! Verle hacer eso me emocionó como un niño y pensando en ello me interrumpió:
-Esa maleta se ve algo… pesada- dijo con cara de perturbado.
-Algo, sí- dije moviéndola con mis piernas.
Harvey
-Déjame ayudarte con eso- dije sujetando su maleta, y levantándola de sus piernas.
-No hace falta- dijo tratando de halarla de vuelta a él.
-Está re-pesada chico, y serán seis horas de viaje- insistí; la verdad no estaba tan pesada como “re-pesada”, pero de igual forma se veía algo incómodo- abre las piernas- le dije con la maleta en el aire.
-¿Qué?
-Que abras las piernas- dije abriendo las mías repetidas veces. Luego de un momento me hizo caso, metí la maleta entre sus piernas, tratando de no tocar nada y me acomodé de regreso a mi asiento:
-Gracias.
-Seguro.
-Y… ¿Viajas mucho?- pregunto tratando de iniciar conversación. ¡Gracias a Dios yo no tenía cola de perro! Apenas y contenía mi euforia, se había interesado en mí, en forma sexual o no; tuve esa impresión desde que me pidió permiso para sentarse a mi lado, pero pensé que sería yo el que iniciase la conversación y el quien respondiese todas las preguntas:
-Los viernes y los domingos.
-¿Todos?
-Todos- asentí.
-¿Puedo preguntar por qué?
-Porque soy hijo único; mis padres viven aquí y estudio fuera, agregando que mi madre es algo… sensible.
-Y tú la complaces regresando cada viernes- completó.
-Es lo que un buen hijo haría- dije levantando la ceja- ¿y tú?
-Yo viajo cada quince días.
-¿Y cómo es que no nos habíamos visto antes?
-¿Tal vez porque no habías viajado en las mañanas y yo nunca viajo en las tardes?
-Pues sí yo no… acostumbro a viajar a estas horas pero pensé que la terminal estaría llenísima y ya ves- La conversación se prolongó hasta rato, y recolecté información sobre él; su nombre era Dilan, tenía 18 años cumplidos hacia un mes y estaba en tercer semestre de administración en La Regional, universidad a la que yo asistía (Aclaración: La Universidad Regional está segmentada en tres (3) campus o sedes: La sede de facultades médicas como medicina, odontología, enfermería, química & farmacia, psicología y nutrición & dietética; La sede de las facultades de números como economía, matemáticas, administraciones e ingenierías; y La sede de las facultades literarias como derecho, literatura, historia, filosofía, comunicación, ciencias sociales, etc. La sede de las facultades médicas y la de números están relativamente cerca, puedes llegar de la una a la otra caminando, en cambio la de facultades literarias… estaba lejos de todo y de todos) y yo estaba en medicina, lo que explicaba por qué nunca nos habíamos tropezado, además que cada sede es gigantesca, todos los días veo un rostro nuevo, incluso ahora que voy en tercero, también; se queda en casa de una tía y un tío, pero ellos son hermanos no pareja, dice que vive bien, allí tiene desayuno seguro, almuerza en la cafetería de su campus y no cena ya que sus tíos llegan muy tarde de sus trabajos, aunque él me dijo que hacía ya mucho tiempo que no cenaba, incluso en casa de sus padres; estuvo suscrito a un gimnasio en el que le impusieron régimen dietario y todas esas cosas pero que había dejado de ir porque se sentía satisfecho con su contextura actual y sin mencionar que la dieta fijada era algo frustrante (lo que yo había intuido, pero el motivo era diferente), aún no conocía mucho la ciudad, salvo de algunos centros comerciales y la playa, tenía problemas con algunas materias (como todos), había cambiado de ciudad para cambiar de ambiente y su objetivo más inmediato era terminar la carrera.
Dilan
En viajes anteriores, me había encontrado con una amplia variedad de personas, pero ninguna se aproximaba a Harvey, él era diferente, tenía una manera de hablar muy tierna y pasiva, su voz era cálida y ofrecía seguridad, abría muy poco su boca para hablar, no sentía egolatría en su voz, lo que no era muy normal en chicos con el aspecto que él se gastaba, además que añadía emoción a las cosas que decía con sus ojos, no con sus manos como lo hace la gente normal, me hacia sentir que podía confiar en él; tenía 17 años y cumpliría los 18 en San Valentín, o sea en unas semanas, estudiaba medicina en ¡LA MISMA UNIVERSIDAD QUE YO! Y además también iba a tercer semestre, vivía con su madre y su prima que estudiaba en la ciudad en la que el creció, recibe visitas de su padre de vez en cuando, cuando está allá, el año anterior se había quedado con una tía y con su prima, pero que está vez no sería así, se quedaría en una casa de huéspedes de una muy buena amiga de su tía ya que su hija (otra prima) había regresado de otra ciudad debido a que no le agradó ese lugar, por motivos que no atendí ya que esa era una realidad paralela a la suya; no era mucho lo que conocía tampoco ya que el regresaba a su casa todos los fines de semana y eran esos días los únicos en los que sus compañeros de clase podían arreglar salidas en las noches. Pasado el tiempo, mi cuerpo empezaba a sacarme a tirones de la fantasía en la que me encontraba, ya que no podía soportar el frío, tenía un ventilador justo sobre mí, sin rejillas para poder cambiar su dirección ni nada que se le pareciese, me abracé tratando de soportar esa temperatura, y Harvey de inmediato alzó y la mirada y detectó el problema:
-No tiene rejillas.
-¿Te diste cuenta eh?- dije sin disimular el frío, tiritando y frotando mis brazos con desaforo.
-Pues si te parece podemos cambiar de lugar- dijo riendo al verme abrazarme tan fuerte.
-Eso no solucionaría el problema.
-Pero me daría tiempo de pensar en algo, antes de que te dé hipotermia- dijo volviendo su mirada hacia el ventilador.
-Vale, cambiemos entonces- dicho esto apoyó sus brazos en los espaldares de las sillas de adelante y de la suya se levantó y alzó sus piernas para darme espacio de acomodarme, me costó un poco de trabajo ya que yo tenía una pierna atrapada entre nuestras maletas, como pude la zafé y traté de rodarme hasta su asiento, alcé mis piernas y las apoyé en su maleta:
-¿Ya?
-Sí, pasa- dicho esto trasladó una de sus piernas del otro lado y apoyó su rodilla y el asiento de al lado en el que yo me encontraba de tal forma que solo tenía que descender unos milímetros para sentarse en mi regazo:
-Bien… es oficial, estoy atascado- dijo poniendo cara de hetero incómodo.
-¿A qué te refieres?
-No puedo mover está pierna- dijo moviendo la que estaba atrapada entre la mía y la pared del vehículo –es sobre la que me apoyo y si la muevo caería sobre ti y no queremos que eso pase- dijo con la cabeza gacha avergonzado. “Eso es lo que TÚ no quieres que pase, porque yo muero porque pierdas el equilibrio y te desplomes sobre mí” fue lo que pensé; lo posición de Harvey sobre mí, sentir su calor y ver como su camiseta colgaba a unos milímetros de mi cuerpo empezaba a excitarme, no podía dejar de mirarlo, de desearlo, al tiempo que él evitaba que nuestras miradas se encontraran; movía mis dedos ansiosos por tocarlo cuando se me ocurrió la mejor de las ideas:
-¿Y si yo te sostengo mientras te pasas?
-¿Qué?- dijo alzando la mirada tratando de buscar la mía entre su cabello.
-Sí, mira, te sostendré de la cintura mientras pones aquella mano en este espaldar, luego podrías apoyarte en la otra pierna y… saltar- dije lanzándole una mirada como diciendo: “es eso o ir así todo el recorrido” mientras yo me guardaba la placidez que sentía por dentro de tenerlo tan cerca; la proximidad de mi cara y su cuello era increíble y en repetidas ocasiones apreté mis labios para no irme sobre él:
-Intentémoslo.
-Vale- dije con incomodidad fingida tratando de ocultar lo que de verdad sentía, con torpeza y mucha lentitud tomé el costado de su cintura más próximo a mí, y con aún más lentitud deslicé mi mano sobre su plano y excitante abdomen en el que pude sentir unos abdominales sólidos buscando su otro costado, la tensión entre ambos era enorme, pero eso no fue impedimento para que yo me excitara, se me había parado de una forma incontrolable, mis jeans impedían la formación de una carpa justo frente a él; yo buscaba su mirada y él solo tenía la cabeza baja como avergonzado y cuando llegó el momento, pasó su brazo hasta el espaldar y yo quedé atrapado en sus brazos y el tenía su cintura rodeada por mis manos, fue una imagen inmensamente erótica, el contacto visual fue inminente, levantó su cara hasta la mía y nos encontramos el uno al otro, yo le ofrecí una sonrisa y me devolvió otra pero la suya era una sonrisa nerviosa, ladeó su cabeza un poco hacia la ventana y rápidamente la giró hacia el interior del microbús:
-¡No puede ser!
-¿Qué pasa?- dije buscando su mirada sin disimular.
-Un bus… lleno de gente corre junto a nosotros- me giré y efectivamente había un bus… grande, lleno de gente, mirándonos y riendo; como ambos buses tenían aire acondicionado estaban cerrados, los gritos y festejos no se oían hasta el interior de nuestro automóvil, me puse nervioso al tiempo que no pude evitar sonreír:
-Tus manos, Dilan, ¡quítalas!- dijo apenado.
-Claro claro- dije nervioso.
-La cortina, córrela- su nerviosismo empezaba manifestarse con risas, que me hicieron sentir un poco más de confianza, como pude metí mi brazo detrás del espaldar para sujetar un pedazo de cortina y tirar de él al tiempo que Harvey saltaba hacia la otra silla; nos cubrí, giré hacia él, exhalaba exhausto, y reía que era lo más importante, echaba su cabello hacia atrás con ayuda de su mano, y se levantó un poco para ver sobre los asientos, nadie se había dado cuenta, todos dormían afortunadamente, se descargó sobre la silla y tomó un último respiro sonoro:
-Eso fue… raro.
-Un poco, sí, pero oye, al menos tienes un ventilador para calmar el agotamiento- dije señalando el agujero sobre él del que emanaba una helada corriente de aire; rió nuevamente y sin darme cuenta me había vuelto adicto a su sonrisa, era perfecta, blanca, sin mencionar que tenía algo que le añadía algo de ternura; entrecerraba sus ojos cuando lo hacía. Extendimos la conversación a raíz del hecho en el que empezamos a relatarnos momentos vergonzosos, las risas no se hicieron esperar, sobre todo por mí parte, si eran ciertas las cosas que me decía lo ignoro, pero eran cosas que sólo pudieron a haberle pasado a uno de cada un millón; luego de un rato nos quedamos callados, pero no fue un silencio molesto, fue un silencio de una pausa que le siguió una nueva conversación:
-Ya sé qué hacer con la ventilación, pero necesitaré uno de los barcos- dijo apretando los labios como pidiendo disculpas. Le estiré el barco hecho con mi tiquete, en un momento lo desarmó devolviendo a su posición inicial de tiquete, y en esa ocasión intentaba hacer una especie de flor con el, creando una concavidad en el centro; una vez lo terminó se arrodilló en su asiento levantando los brazos en dirección al agujero, su camiseta se levantó un poco y no pude no mirar, se mostraba un abdomen plano, naturalmente más claro que el tono de sus brazos, se veía estiradito, hecho a la medida, sin imperfectos, desprovisto de vello completamente, y eso fue todo lo que vi, consiguiendo solo aumentar mi deseo e interés por el chico:
-Listo- dijo bajando su mirada hacia mí.
-Te felicito- le sonreí desde abajo- aunque tengo un pregunta, ¿por qué la concavidad?
-Para evitar que se ruede a través del ducto- dijo con algo de superioridad.
-Bien pensado- dije mirando hacia el cristal. Se dejó caer sobre su silla y el silencio de pausa volvió entre nosotros; al callarnos me había entrado un sueño tremendo, lo veía con dificultad a través del cristal ya que él tenía su cabeza también apoyada en el espaldar y buscándolo solo podía encontrar mi propio reflejo, en ocasiones pretendía incomodidad en la silla y me movía para verle, lo que provocaba que él girara y nuestras miradas se encontraran, nos dirigiésemos una sonrisa y el hielo se rompiese nuevamente, hice eso hasta que me dejé tomar por el sueño y me fundí con la silla.
-¿Dil? ¿Dilan?, ya llegamos- escuché una voz que me decía muy suavemente, al tiempo que algo apretaba dulcemente mi mano. Abrí lentamente los ojos, y encontré la imagen de mi ángel, con su cara peligrosamente cerca de la mía, traté de volver en mí, apretando los ojos y me di cuenta que tenía mi cabeza apoyada en su hombro, me incorporé rápidamente, avergonzado por ello, pero la mirada de Harvey no me siguió se quedó estática en su hombro, miraba con sus labios guardados en su boca escondiendo una sonrisa:
-Eso es… ¿saliva?- me quedé aterrado con la escena, la había cagado.
-A mi parecer… es saliva, sí- dijo levantando el brazo un poco hacía su rostro.
-¿Y por qué no me dijiste nada?- sentencié culpándolo.
-Lo hice, pero tú respuesta…
-¿Qué? ¿Qué dije?- me puse nervioso, no recordaba si había soñado algo, y mi madre había mencionado que algunas veces hablaba dormido.
-Dijiste que… no me preocupara porque iba a volver a verte el domingo- dijo entre risas, mi cara de susto fue inocultable, a lo que el respondió –nunca dijiste Harvey, pero cuando te notifiqué que me babeabas, esa fue tu respuesta- dijo haciendo una mueca con la boca; su confesión me había tranquilizado, ya que la mención de su nombre en mi sueño, delataba todo lo que estaba sintiendo por él. Al bajarnos el tomó mi maleta y yo la suya ya que habíamos cambiado de asientos, caminamos lentamente, hacia la sala de espera en la terminal cuando interrumpió:
-Espera aquí- dijo corriendo con mi maleta, hacia un puesto de tiquetes, los mismos de la línea que nos había traído, y recordé lo que la recepcionista nos había dicho a mi madre y a mí sobre él “ese niño no para, incluso cuando viene desde allá, atraviesa la sala nada más para hacerme saber que regresó” le miré desde lejos y lo vi acercarse hacia mí como un niño mirando a todos lados, y me di cuenta que era él con quien yo quería estar.
Harvey
Al llegar a la salida de la terminal pensaba que sería el final, no lo volvería a ver y seguiríamos con nuestras vidas, la idea me aterró y decidí actuar con rapidez, “si se queda, vale la pena, si se aleja, ya conoceré a alguien más” fue lo que pensé:
-Oye no te lo había preguntado pero, ¿Donde vives?
-El Mirador- mi vejiga quería estallar de gozo cuando lo dijo, pero no lo evidencié, naturalmente.
-¿En serio? Yo también, supongo entonces que podríamos compartir el taxi.
-Sí claro- dijo precipitándose con una sonrisa. Pedimos uno, guardamos las maletas en el maletero y abordamos, en el recorrido, miré todo el tiempo fuera del auto, pero no porque no quisiese hablarle a Dil, simplemente por el hecho de que las cosas estaban saliendo perfectas, y no quería forzar una conversación que no mantendría por rato, ya que no había temas que pudiésemos tratar que no hubiésemos tratado ya, así que me dediqué a mirar su reflejo en el vidrio de la ventana, él al igual que yo, miraba hacia fuera del taxi, jugaba con sus dedos, los pasaba por su cabello y de vez en cuando, se volvía a verme, “tal vez le habría gustado” esa frase sonaba en mi mente y con todo eso no fui capaz de encontrar miradas con él; cuando llegamos al primer destino la tensión desapareció y Dil dio el primer paso:
-Bueno, aquí me bajo- dijo, percibí algo de resignación en su tono.
-Espera- dije abriendo la puerta al tiempo que él lo hacía- abra el maletero, por favor- le indiqué al chofer, cuando salimos el levantó la tapa del maletero y yo sujeté su maleta:
-Gracias- dijo sujetándola.
-Seguro- le sonreí. “Harvey ya deja de ser tan obvio, el chofer se dará cuenta, o peor, Dilan lo hará” escuchaba una voz en mi mente.
-Y por el viaje además, fue divertido- reconoció avergonzado.
-Sí lo fue, exceptuando la parte de cambio de puestos- mentí.
-Y la baba en tu hombro- dijo entregando su parte del cobro y rió, no pude evitar hacerlo con él.
-Bueno, hasta entonces- dije tras tomar mi maleta y cerrar el maletero.
-Espera, ¿No tienes algún número de teléfono al que pueda contactarte? Tal vez podamos viajar juntos cada dos fines de semana, si no te molesta- dijo sacando su teléfono, “le gusté, le gusté, ¡LE GUSTÉ!” me repetía a mí mismo, compartimos teléfonos, incluso le di mi dirección, abordé el taxi nuevamente y nos alejamos, no podía creer lo que estaba pasando, movía mis pies de la emoción como un niño, eché mi cabeza hacia atrás en el asiento pensando “la vida es bella”.