Hyde sex (2) y poema
Absténganse de hacerlo en su familia señores, por mucho que les apetezca, porque estas cosas suelen acabar mal.
- ¡Calla zorra! exclamé, sorprendiéndome de que de mi boca saliese algo así.
Noté mi polla henchida bajo el pantalón. Una fuerza descomunal me acompañaba. ¿Cómo si no un tipejo como yo iba a arrastrar como si se tratase de una pluma a aquella vaca gorda, con dos palmos de altura más que yo? Llegamos hasta el dormitorio de Sara y no me fue difícil echar boca abajo a Rita sobre la cama. En principio no sé porqué elegí esa postura. Ante su resistencia le subí la falda dejándole el trasero al aire, con aquellas bragas color crema horteras y de vieja. ¡Qué asco me das!- dije. ¡Y tú a mí cabrón! respondió. Hundí su cara en la colcha para no oírla, pero siempre con cuidado de no asfixiarla, aunque en realidad poco me importaba.
Arranqué sus bragas, no bajarlas, sino arrancarlas de cuajo. Eso le dolió y marcó su carne. Bajé mis pantalones y slips y mi verga salió como toro bufando de toriles. Como el sexo no había sido mi fuerte no supe muy bien adonde apuntar, de todos modo me lancé hacia sus carnes con frenesí y empujé sin conocer destino, aparte de la poca luz que había en la habitación. El esfuerzo fue terrible, entre sus gritos y lloros y mis bufidos también de dolor y gozo. Cuanto tiempo costó traspasar la barrera, no lo sé, quizá faltaron sus caldos de lubricación por no estar excitada, quizá fue mi falta de experiencia que me llevó a pensar que a lo mejor el sexo era así. Finalmente entré a un tunel y lo de culear ya salió sólo, lo había visto en películas eróticas de serie B. Jamás pensé que mi desvirgamiento fuese algo tan maravilloso. La llené de leche y saque mi pijo despacio. Ella se incorporó poco a poco ya silenciosa y le dije con desprecio si le había gustado. No contestó. Sólo se limitó a decir: Eres un puto violador, jamás mi marido me ha hecho eso por el agujero de atrás. Me ha dolido mucho.
Me fui habiéndome calmado. Hyde desapareció. ¿Me denunciaría?
Al menos, dos días después, en la boda, todo estaba normal. En la ceremonia no miré a Rita a los ojos. En el banquete tampoco. Sólo a la hora del baile y tras bailar primero con la novia, Rita se aproximó y me dijo que si no quería bailar con ella. Tartamudeé y ella me dijo que volvía a ser el mismo imbécil de siempre. Supo que palabras emplear, porque de nuevo apreté los dientes y saqué la parte más vil y soez de mí.
¿Te duele el culo? -Pregunté.
No fue para tanto respondió.
-¿Me la quieres chupar en privado?
- Me tendrás que obligar a ello.
POEMA DE LA SUEGRA MASOCA
Querida esposa mía, tu mamá es una masoca.
¿Por qué lo dices mi amor?
¿No sabes que en nuestra boda en una aparte me la chupó?
Sería porque alguien la obligó.
¿Sabes quien tesoro? Yo mismo, ¡yo!