Huyendo en familia (5)

Esto es algo que nunca le escucharán decir a un hombre: “Deja de chupar mi pene o llamaré a la policía”, George Carlin. Relato en 11 trozos.

HUYENDO EN FAMILIA

(5-11)

ESCRITA POR: SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados.

El tío seguía dándole polla hasta que vio al chico con la cabeza girada hacia mí en aquella posición tan sabrosa de enculamiento. El juez fue mirarlo y mirar donde lo hacía el follado. Se puso colorado a más no poder.

. - la ostia puta. ¿Qué hace en mi casa?, esto que ve no es lo que parece.

. - joder, esa sí que es una frase única. Continúe y acabe, juez, no tengo prisa –Dije sentándome en uno de los sillones allí colocados-.

Aun así, sacó la polla del culo del chico y no pude menos que admirar aquella herramienta suya que daba gusto verla. El boquete anal que le estaba haciendo al enculado, era bien grande.

. - ¿va a denunciarme? –me miró suplicante, pues aquello podía acabar con la mejor carrera del mundo y no era que no hubiera jueces maricones, pero que se supiera por todo el mundo, esa es otra historia muy diferente-.

. - no, si continúa dándole polla al chico y me deja darle polla a su culo –Dije tan tranquilo-.

. - ¿y no le gustaría darle también a mi Pepe?

. - si el chico lo desea, ¿por qué no?, ¿tú que dices, te gustaría tener otra polla en tu culo?

. - sí a papá no le importa, a mí tampoco. Pero me gustaría darte yo por culo a ti también.

. - vaya, confirmo que es tu padre y yo que creía que eras un chapero de la calle.

. - no, es mi hijo Pepe. Estamos solos los dos y nos damos cariño como mejor nos gusta.

. - pues me alegro por ambos. Bueno, pues al tajo, luego hablamos usted y yo de lo que me trajo aquí –dije desnudándome-.

El viejo continuó dándole polla al hijo y yo le puse mi polla al chico para que me la pusiera bien dura. Una vez hecho, el culo del padre fue mi primer objetivo.

Sin duda, mi polla era más gruesa que la del hijo y le hice pupa el ojete. Me importó una mierda que gritara como un bebé, pues más le daba. Así hasta que me cansé de su culo e intercambiamos de ojete, yo le daba al chico y el viejo a mí.

Al final el chico disfrutó de mi culo también, hasta que acabó corriéndose en mi boca previa petición, lo mismo que su padre. La mía fue para el chico, pero su padre estuvo atento y se tomó los goterones que quedaban de mi tranca. Así todo el mundo feliz y contento.

Nos dimos una ducha juntos y salimos un buen rato después de habernos comido las bocas y lo que no eran bocas, ya se me entiende.

. - Hijo, vete a descansar. Atenderé al caballero y regreso a nuestra cama.

. - vale, papá. ¿Un beso?

. - claro, hijo –besó apasionadamente a su padre como un padre debe besar a un hijo al que le da por culo-.

. - ¿me da otro usted, por favor?

. - por supuesto.

Le besé de igual manera su jugosa boca, para luego dejar que el chico me apartara la toalla y se tragara mi polla. Su padre iba a llamarle la atención, pero un gesto mío se lo impidió y el chico consiguió sacame una última lechada, mínima, pero lechada, al fin y al cabo. Un nuevo morreo y se fue a la cama. Luego y como el padre estaba con la polla de nuevo en su mano, sonreí y agachándome me la zampé toda ella, para darle luego mi culo y ensartarme de nuevo. No dejé que se corriera dentro de mí, sino en mi boca, algo que agradecí con un morreo posterior que casi fue inacabable, pero que finalicé por propia voluntad o me daban las tantas en aquella casa.

Una vez saciados nuestros instintos homosexuales, nos volvimos a la ducha y más sobeo y morreo, para luego irnos, desnudos como estábamos, al salón. Allí había dejado la mochila con las libretas que había traído.

. - ¿qué te ha traído por mi casa?, porque tú eres aquel Salvador al que metí en chirona y se escapó con toda su familia, ¿no es así?

. - así es.

. - ¿has venido a vengarte por encarcelarte?, mi hijo no tiene la culpa de nada.

. - que piense en su hijo me dice que es buena persona y eso es lo que he venido a buscar, a una buena persona que no se deje comprar.

. - eso nunca. A mí nadie me compra y al que lo intenta, lo meto entre rejas.

. - me alegra saberlo –dije pasándole un dedo por su polla que tenía una gota de leche en su punta, para después llevármela a la boca, luego proseguí- ha sido engañado por los agentes que me detuvieron y tengo pruebas, a las que quiero que le eche un vistazo.

Le conté mi vida de los últimos días, la cornamenta de Miranda, la confusión de los agentes, el intento de asesinato, el asesinato de Robaina haciéndolo pasar por un robo y la casa de futuras putas desmantelada. Con todo ello dicho y lo que escuché subido al árbol entre el capitán y el comandante, más la entrega al juez de las dos libretas, me quedé expectante.

El juez, que no hacía nada por taparse, lo mismo que yo, le echó un vistazo a cada página, para ponerse lívido unas veces y rabioso otras al ver nombres de compañeros y otras personas que conocía, junto con las cantidades que cobraban.

. - la madre que los parió –dijo según continuaba mirando- esto es gordo, muy gordo. Son gente influyente y conocida por el gran público.

. - ¿qué va a hace al respecto?

. - lo primero es desestimar lo que tienen contra usted y su familia. Luego actuaré de oficio contra todo el que esté en estas libretas y también sobre el capitán y el comandante. Pero para eso, lo debemos hacer como Dios manda. Mañana tengo guardia en el juzgado, vengan usted y su familia y se me presentan ante mí. A partir de ahí, la cosa será como una bola de nieve que se ira agrandando hasta denunciar a todos estos mangantes. ¿Será capaz de ayudarme en lo que pueda con los suyos?

. - los que me han hecho esto y los que están en esas libretas no son nada mío, son unos cabrones que hay que meter en la cárcel si ello es posible.

. - perfecto. Pero será mañana, ¿por qué no se queda en mi casa esta noche?

. - esperaba que me lo pidiera, señor juez.

. - llamame Pepín, como me llaman mis amigos más que íntimos –dijo según buscaba mi boca. Nos besamos, para y sin despegarnos, llegarnos a la cama donde aún no dormía el hijo. Fue un trío de maricones que nos dimos placer bucal y anal hasta hartarnos. Solo el cansancio nos hizo cerrar los ojos.

Antes de que amaneciera, desaparecí de aquella casa, que se había convertido en una casa franca para follar y recibir polla a destajo y nada menos que de un juez y su hijo. Aquello era la leche en vinagre.

. - Queremos ver a sr. Juez de guardia –dije al agente del juzgado-.

. - espere aquí, voy a informar al sr juez de su petición, caballero –dijo el tío y desapareció tras una puerta-.

Al poco apareció el mismo juez. Me saludó con la mano y no con un morreo bucal como ambos hubiéramos deseado, pues había que guardar la compostura. Nos hizo pasar a toda la familia a su despacho y allí, mediante una pasante, informé de mi petición y haciendo como que estudiaba el asunto, hizo redactar a la pasante el pliego de mi libertad y el de mi familia. Una vez libertos todos, mandé a la familia de regreso a casa de Clara, pues era el lugar más seguro hasta que todo estuviera meridianamente claro, pues el moribundo del capitán y su socio el comandante, podían revolverse e intentar hacerme daño mediante mi familia y no estaba por la labor. Ni el mismo juez fue informado de donde estarían, por si acaso había, que de hecho las hay, filtraciones interesadas.

Allí mismo me hizo ayudante provisional para la búsqueda y detención de todos los implicados en los acontecimientos informados.

Al primero que fui a detener, junto con tres agentes de confianza del juez, fue al capitán.

Nos informaron que estaba en su despacho. Cuando me vieron llegar acompañados de agentes externos y con una orden del juez para su detención, informaron sus correligionarios al futuro reo, el cual desapareció como por arte de magia. En su defecto, nos llevamos varios de sus subordinados que estaban en la orden de detención y que estaban en los libros de marras.

El superior del capitán no pudo hacer nada y no lo hizo, no fuera a salpicarle a él mismo el feo asunto que se llevaba entre manos el capitán. Juró y perjuró que no sabía nada. De momento lo dejamos allí, yéndonos con cuantos subordinados fueron identificados.

La siguiente parada fue a casa del comandante. Entré solo, quería verlo a sola y cara a cara.

Cuando me vio ante su despacho y con la orden de detención en mis manos, se puso lívido.

. - ¿es lo que creo, Salvador?

. - lo es, cabronazo. Y yo que creía que eras amigo mío. Estás detenido, los compañeros te leerán tus derechos, si es que los tienes.

Según me acercaba a él saqué unas esposas que tenía enganchadas en el cinturón.

. - dese la vuelta, comandante. Por favor, resístase, tengo ganas de darle de ostias antes de entregarlo.

. - no hará falta. Sé cuándo he perdido. ¿Encontraste los libros?, claro que sí.

. - sí, los encontré. Pero lo que más me jodíó fue oírlo hablar de mí en los términos que lo hizo allá junto al árbol con el capitán. Yo estaba en ese mismo árbol subido cuatro metros más arriba y les oí toda la conversación.

Se dio la vuelta y se dejó poner las esposas. Luego le cogí de su brazo y lo llevé fuera donde los agentes lo recogieron y uno de ellos le leyó sus derechos y de lo que estaba acusado según la orden de detención. No dijo ni pío, solo asintió a la pregunta de si entendía sus derechos.

Los siguientes días fueron un follón, donde las agencias de noticias rivalizaban por informar de la redada general que estaba haciendo cierto juez. Mi nombre no aparecía por ningún lado, cosa que agradecí, dándole polla día sí y día también al juez y a su hijo en su casa.

Sin embargo, el capitán no aparecía por ningún lado. Había desaparecido. Conforme el tiempo pasaba, decidí hacer volver a la vida a mi familia. El mismo juez materializó la adopción de los trillizos por mi parte y de mi esposa.

Cierto día en que estaba disfrutando del juez en su cama y el chico estaba en el colegio, se me declaró mi enculado amigo.

. - quiero que, si me pasa algo, adoptes a Pepe, cariño. Solo confió en ti.

. - no digas tonterías, ¿acaso piensas que van a atentar contra ti?

. - no es que lo piense, tengo varias amenazas sobre mi mesa de cierto grupo terrorista.

. - aumenta la seguridad en torno a ti y a tu hijo. Ahora no te vengas abajo.

. - por favor. No lo hagas por mí, hazlo por Pepe. Te quiere tanto como yo te quiero.

. - y yo lo quiero de igual manera, pero no te va a pasar nada, cariño.

. - por favor, te lo pido por favor. No duermo de tanto pensar lo que le pasará a mi niño una vez yo no esté.

. - mira que eres pesado. No te va pasar nada, hombre.

. - tengo los papeles firmados. Solo falta tu firma.

. - por el amor de Dios…

. - lo he dejado escrito en mi testamento. Ya le hablé a un juez amigo de mis intenciones de que tú cuidarás de mi niño.

. - déjate de majaderías y dame por culo. Pareces tonto, cariño -me puse en posición y con lágrimas en sus ojos, me dio polla hasta reventarme. No dije nada más. Esa noche no me fui a casa y lo consolé a él y a su hijo, pues le había hablado del asunto el muy estúpido. Cuando quedaron dormidos después de arroparlos con mi polla, habían llorado como dos Magdalenas-.

Más tarde…

. - ¿dónde está, comandante? -le pregunté directamente al detenido en la cárcel donde estaba instalado-.

. - no lo sé, Salvador. No me han llegado noticias suyas desde que estoy en la cárcel -dijo el hombre que había sido acogido negativamente por una de las bandas a las que había ayudado a encerrar. Era lo que tenía ser agente y estar en la cárcel con los mismos que has detenido-.

Noche sí y noche también se lo rifaban los de la banda para saber quién se lo follaba y lo fue, vaya si lo fue.

. - no me mientas, hasta aquí, en la cárcel llegan noticias de todas partes.

. - sácame de aquí y te lo digo.

. - habla y si lo atrapo, hablaré con el juez.

. - de eso nada. No creo que aguante mucho más aquí dentro. Estoy atrapado y me violan todos los días. Si palmo, no sabrás nunca donde está y está bien oculto, eso sí te lo digo.

. - dame una pista al menos.

. - no, quiero que me cambien a un módulo donde pueda estar seguro, aunque sea en esta misma cárcel, lejos de la banda que me viola.

. - hablaré con el juez, pero no te prometo nada.

. - date prisa, o no llegarás a encontrarlo, pues si la palmo…

Esa misma noche, y después de darnos por culo el juez y yo…

. - cariño, un juez como tú, puede hacer algo al respecto de lo que pide el comandante para darme la ubicación del capitán Rosendo García, cambiándolo de módulo, por ejemplo.

. - ¿es segura esa pista o es solo para escapar de esa banda que me has dicho?

. - él dice que sabe dónde se oculta. Podemos probar, si es falsa, con volver a dejarlo en el mismo sitio…

. - vale, enviaré la orden a la cárcel para que lo trasladen de momento. Ya veremos si lo dejo permanentemente. Hazle prometer que denunciará a su compinche cuando sea detenido. Si así lo hiciera, podríamos hablar de rebajarle algunos cargos, pero no menos de 10 años, esos no se los quita nadie.

. - se lo diré –en ese momento exploté en la boca del juez, su hijo estaba en clase custodiado por una patrulla de la Policía Nacional-.

Con la pista del comandante en forma de dirección, rodeamos una casa del centro. Era un edificio de seis plantas. No iba a ser fácil, pero si lo encontraba, me podía dar con un canto en los dientes. Planta a planta las fuimos investigando todas, así hasta 23 pisos de los 24 que tenía el edificio.

Sudados todo el grupo de intervención rápida y conmigo detrás de ellos, asaltamos la última vivienda. La madre que lo parió, de nuevo había volado. Lo curioso era que había estado viviendo allí, pues se dejó la cartera con las fotos de su esposa y familia.

Informamos de ello al juez. En cuanto al comandante, mientras no averiguáramos que lo hubiese avisado él, el trato se mantenía.

Entré con la llave que tenía hacía tiempo en la casa de juez. El silencio era patente, ningún jadeo, nada.

. - he llegado, Pepe, Pepín –dije según me llegué al dormitorio donde tanta leche se había repartido entre los tres amantes-.

Al entrar, lo que vi no me gustó una mierda. Allí estaba el capitán con un cuchillo de buenas dimensiones apuntando a la yugular del juez.

. - bienvenido, Salvador. No esperaba verte por aquí, pensaba hacerte una visita. Mejor, así estamos todos, si hasta tienes llave de la casa del juez.

. - hola, capitán. ¿Qué hace?, no sea loco y suelta al juez, no empeores las cosas.

. - ¿que no las empeore, mamonazo?, me has jodido la vida tú y el juez y ahora lo pagaréis los dos.

. - deja salir al chico, no tiene culpa de nada.

. - el chico se queda.

. - hijo, sal de aquí –dijo su padre-.

El capitán le apretó el cuchillo contra su garganta un poco más.

. - que se queda, coño o le mato ahora mismo.

. - Salvador, recuerda lo que hablamos –dijo el juez mirándome a mí y luego a su hijo-.

. - capitán, hablemos -dije-.

. - no hay nada de qué hablar. Si no me avisa el comandante, me atrapas en donde me escondía.

. - fue el comandante quien nos dio tu dirección.

. - lo sé. Era para que lo cambiarais de módulo. Eso también lo sé. Le prometí silencio a cambio de su supuesta traición y la acepté. Me llegó el aviso por su mujer que lo fue a visitar.

. - ¿y por qué nos lo cuentas?

. - porque es un capullo, y tarde o temprano soltará la lengua. Ya pagué a alguien para que le cerrara la boca.

En eso, el juez en un acto que yo no diría de heroísmo, sino de soberana estupidez, empujó al capitán hacia atrás y contra la ventana, con la consiguiente rotura y salto al vacío de los dos. Los pelos se me pusieron como escarpias. Pepín gritó diciendo papá y yo corrí hacia la ventana.

Demasiados pisos, demasiados metros. Estaban los dos espatarrados en la acera, donde la sangre empezaba a pintar todo el alrededor de sus cabezas.

. - quédate aquí, cariño –dije corriendo hacia la calle. Bajé los escalones de dos en dos y cuando llegué junto a los cuerpos, ya había gente arremolinada. Unos llorando y otros llamando a urgencias-.

Me acerqué a la pareja. El capitán estaba doblado en una postura que era incompatible con la vida. En cuanto al juez, la vida se le escapaba a borbotones por la boca y por un lado de la cabeza.

. - Salvador, cuida de mi niño… -fue lo único que pudo decir, un estertor final y dejó de respirar. Le puse un par de dedos en el cuello, pero nada. Lo mismo hice con el capitán, aunque ya sabía de antemano que estaba muerto hacía rato. Les cerré los ojos a los dos y me levanté y miré hacia arriba. Allí estaba el chico mirando hacia abajo. Joder, pobrecillo. No debí dejarlo solo y que viera a su padre en aquel estado.

El entierro del juez fue seguido por muchos amigos y compañeros de la profesión, así como por agentes que lo estimaban.

La lectura de su testamento fue rápida, pues solo tenía a Pepe como heredero universal. Allí también se pedía mi ayuda para adoptarlo, cosa que hice de inmediato, auspiciado por el juez amigo que agilizó los trámites al máximo.

Cuando llegué con Pepe como nuevo hijo adoptado, nadie dijo nada negativo, pues si lo había hecho, adoptarlo, era porque debía hacerlo, aparte de que lo había comentado como algo posible, aunque no tan pronto en el tiempo.

En cuanto a la casa se nos había quedado pequeña para tanto hijo, así que, entre el dinero de mi familia, la herencia de los trillizos y la de Pepín, compramos una casita decente para vivir todos juntos y lejos de viviendas que pudieran molestarnos en cuanto nos pusiéramos a follar como locos. Invitamos a Clara y a Honorio a compartirla, cosa que aceptaron de buen grado.

Dentro de casa éramos los mejores amantes del mundo, pero de puertas afuera, éramos todo rectitud paterna y materna. Había que guardar las apariencias, que la sociedad aún no estaba por la labor de permitir el sexo con hijos y entre hermanos.

Dejé mi anterior trabajo de contraespionaje nacional, para hacerme agente de recuperación de fugados para el juez amigo del padre de Pepe.

Ello me hacía estar varios días fuera, yendo a todas partes, hasta fuera del país con un colega del que me hice muy amigo, Joseba Urretabizkaia, se llamaba. Era vasco de pura cepa. Un chicarrón recién graduado.

. - ¿cuándo te vas a cambiar ese apellido tan complicado, joder?

. - cuando los burros vuelen. Ha estado toda la vida en mi familia y no voy yo ahora a cambiármelo.

. - suerte que Joseba no es tan complicado para un hispano-hablante, pero Urretabizkaia se las trae, macho.

. - ya sabes cómo somos los vascos, unos tíos únicos.

. - y tanto. Calla, calla. Allí aparece nuestro amigo. ¿Cómo era su nombre? -le pregunte, mientras el susodicho, entraba en su casa y cerraba la puerta-.

. - Xabier Leizaola. Un paisano mío.

. - no tenéis remedio. Bueno, al tajo. Tú por detrás y yo por la puerta.

. - ¿y por qué no al revés, castellano?

. - ¿porque soy el jefe del grupo?

. - ya me parecía a mí. Bueno, ten cuidado, ese es una mala bestia.

. - lo tendré en cuenta. Gracias, colega.

Esperé a que se situara detrás el compañero y una vez pasó el suficiente tiempo, toqué en la puerta con mucha educación.

Noté que miraban por la mirilla. Al oír una imprecación, me aparté de la puerta. La puta leche. El cabrón hizo un par de disparos que, si no estoy listo, me hace un par de rotos en mi camisa de seda regalada por mi Sofía.

En vista de que oí que se escapaba, le di un patadón a la puerta, desencajándola de su marco.

. - va hacia a ti, Joseba –le dije mediante la emisora mientras entraba en pos del capullo aquel-.

Cuando llegué a la puerta trasera y la vi abierta, el compañero ya había derribado al mastodonte aquel. Pero la cosa se le ponía fea al colega, pues la fuerza de aquel cabronazo le estaba haciendo pupa.

Con mis puños por delante, le di en el plexo solar, que hizo que soltara momentáneamente a Joseba, el cual pudo coger aire y no morir en el intento.

Sin pistola a la vista, el bruto aquel soltó a Joseba y lo lanzó lejos de él para atacarme a mí.

Lo esperé y esfintándolo, le volví a dar en el mismo sitio. Se dolió y le mandé varios mandobles más en el otro lado, haciendo que plegara las piernas. Un rodillazo a tiempo y quedó inmóvil.

Antes de que se despertara, le puse las esposas, para luego ayudar a levantarse al chico, que se había dado un buen tortazo contra una columna de madera. Tenía la cara de pena.

. - joder, no estás para besar a nadie, chico.

. - la madre que lo parió. El muy cabrón me zarandeó como si fuera una pluma. Gracias por quitármelo de encima o me asfixiaba.

. - ¿para qué están los compañeros?, no solo para darnos por culo -dije sonriendo- entremos en la casa, hay que ponerte algo en esa cara o se te va a hinchar.

. - ¿qué hacemos con este cabronazo? –dijo señalando al caído y esposado-.

. - lo metemos dentro y llamamos para que se lo lleven los colegas franceses.

Una vez dentro y con otro par de esposas para los pies, busqué la pistola, la metí en una bolsa y me la guardé en un bolsillo. Luego fui a la nevera y cogí cubitos de hielo. Los eché en un paño y los llevé junto a Joseba.

. - póntelo en la cara, así bajará la hinchazón. Mira que antes eras feo, pero ahora…

. - tu padre, aaaahhhh, no me hagas hablar, que me duele, joder.

. - ¿tienes algún otro lugar contusionado?

. - no, solo la cara. La puta columna de los cojones casi me desgracia la cara.

En eso llegaron los compañeros franceses y se hicieron cargo del preso. Les di la pistola a los forenses, que examinaron los dos disparos de la puerta y demás lugares de la casa, haciendo su trabajo. Nosotros nos fuimos, para ir de regreso a la central en el primer tren que había. Ya enviarían sus jueces al reo a la frontera y de allí a Madrid, donde sería juzgado.

Ya en el tren, arropé a Joseba, pues tardaríamos unas cuantas horas en atravesar toda Francia y parte de España.

. - ¿cómo te encuentras, Joseba?

. - la verdad, nada bien. La cabeza me da vueltas.

. - tómate un par de analgésicos de los que siempre llevo encima para casos como estos y duerme, yo velaré tu sueño.

. - gracias, Salvador. Si no es por ti, no lo cuento.

. - no te preocupes, hoy por ti, mañana por mí.

. - me habían dicho que eras el mejor que me podía tocar, ahora lo sé. Gracias de corazón.

. - anda, duérmete y no digas tonterías -dije arropándolo, luego me tendí en mi litera y sin cerrar los ojos, ya pensaba en el próximo trabajo-.

. - Salvador, Salvador –oí que me llamaban desde el más allá- Salvador, Salvador –repetían-.

Desperté sobresaltado, pues al final me había quedado dormido. Cuando abrí los ojos, supe que no era un sueño, era Joseba que me llamaba lastimosamente.

. - ¿qué te pasa, chico? –le dije viéndolo de un color morado, como si se estuviera asfixiando-.

. - no puedo respirar, Salvador. Me asfixio.

Le revisé y al ponerle mi mano en su pecho, se dolió. Le abrí la camisa y vi un feo hematoma.

. - joder, Joseba, tienes algunas costillas rotas. ¿No me habías dicho que no te dolía nada más?

No obtuve respuesta, pues el chico apenas respiraba. Así que toqué el timbre de alarma y me puse a insuflarle aire por la boca, pero sin usar mi mano en su pecho, pues si tenía alguna rota, podía clavárselas en el corazón u otro órgano vital.

Al poco llegó un revisor del tren preguntando qué pasaba. En español primero y en vista de que no entendía ni papa, le hable en inglés. Entendió y mandó parar el tren en un lugar donde sabía que había un puesto de socorro.

Acompañé a Josefa todo el trayecto hasta que un médico lo atendió y se lo llevó para dentro del puesto de socorro.

Se le hizo unas placas y se le mandó al hospital más cercano, conmigo a su lado.

Tenía una costilla que le presionaba uno de los pulmones. Se la recolocaron y lo vendaron. Estuvo todo un día en reposo hasta que despertó de la anestesia de la operación a la que fue sometido de urgencias.

Informé a la central de los hechos, permitiéndome quedarme con el chico hasta su regreso a su casa de España, en Portugalete.

En ambulancia medicalizada fuimos hasta la frontera hispana. Allí lo trasladaron a otra nacional, con menos restricciones, pues pude ir detrás con el chico, que no me soltaba la mano.

Cuando más nervioso estaba, le daba un beso en la mano para tranquilizarlo, hasta que se volvía a dormir.

Con Portugalete a un tiro de piedra, con un nuevo beso en su mano, despertó.

. - llegamos, Joseba. Pronto estarás al cuidado de tu familia.

. - no tengo familia ninguna –dijo el chico-.

. - ah, ¿no?

. - solo estoy yo.

. - ¿y no pensabas decírmelo?

. - ya has hecho bastante por mí. Te estoy retrasando el regreso a la central –dijo esta vez besando mi mano-.

. - no seas tonto. Recuerda, hoy por ti, mañana por mí.

. - no pude ayudarte nada con aquel bruto.

. - tú lo has dicho, era un bruto. Yo lo noqueé de pura chiripa. Mira, haremos una cosa, nos llegamos a tu casa y descansas uno o dos días y luego nos regresamos juntos. Tengo una esposa de lo más amable que cuidará de ti mientras yo esté fuera y tú convaleciente. No voy a dejarte solo en el estado en que estás.

. - no es necesario que te molestes por mí.

. - Joseba, no puedes quedarte solo y no hay más que hablar.

La ambulancia aparcó en la entrada. Los camilleros entraron con el chico a la casa y lo llevaron a una cama y allí lo depositaron. Luego les firmé unos papeles y con las gracias encima, desaparecieron, no sin antes pedirme que le cambiara el vendaje una vez al día o lo llevara a un puesto de socorro.

. - ¿cómo va ese cuerpo? –le dije sentándome en el borde de la cama-.

. - necesito ir al baño, por favor.

. - claro, agárrate de mí.

Le cogí por los hombros y con cuidado, lo llevé, paso a paso, al baño. Solo llevaba puesto lo que traía del hospital, una especie de camisón sin nada debajo.

Una vez llegamos a la vasija, le levanté la tela y se sentó. Esperé a que hiciera sus necesidades y oí que estaba cagando. Sonreí y me aguanté.

. - lo siento, no contaba con esto otro.

. - no te preocupes. Tú haz lo que tengas que hacer. Piensa en mí como si fuera tu madre.

. - mamá no tiene huevos.

. - no creas, las madres son las personas que más huevos tienen cuando de cuidar de sus hijos se trata, todas las madres.

. - es verdad, así era mamá –sonrió-.

Una vez acabó de mear y cagar, lo levanté. Se agarró de mí, mientras mantenía en una mano suya la ropa hasta más arriba de su ombligo. Le pasé el papel higiénico varias veces y tiré de la cisterna. Luego vuelta a la cama.

. - descansa ahora. Haré algo de comida suave, ya te despertaré cuando esté hecha.

. - vale, mamá.

. - eso, soy tu mamá. Por cierto, ¿dónde te besaba tu madre cada vez que te hacías pupa?

. - en los labios, pero tú no tienes que hacerlo.

. - ¿y por qué no?, ¿no soy tu madre ahora? –dije inclinándome y dándole un beso en los labios. Corto, pero intenso- descansa, lo necesitas -le dije dándole otro beso ahora en la frente. Lo arropé y salí de allí-.

Trasteé en la cocina e hice un caldo de cilantro sin cilantro, pues no había ninguno. No salí a la calle, aún no podía dejarlo solo por si empeoraba, pues estaba débil aún.

Dejé que durmiera al menos un par de horas, para después despertarlo.

. - es hora de comer algo. Despierta, dormilón.

. - ¿a qué huele?

. - es un caldo de cilantro sin cilantro. Chico, no tienes de nada en la despensa, sino latas caducadas.

. - hacía tiempo que no estaba por aquí desde que ingresé en la academia.

. - bueno, intenta tragar este mejunje que he hecho. Está ligero para que no te cueste tragarlo -le dije ayudándolo a sentarse. Se dolió. Una vez colocado, le puse la bandeja y fui dándole cucharadas de caldo, pues su brazo derecho se resentía y como era diestro…-

. - ¿a qué está asqueroso? –dije-.

. - ¿lo has probado?

. - qué va, no quería envenenarme –dije riendo, el chico rio también-.

. - serás cabronazo –se dolió al segundo-.

. - no hagas esfuerzos.

. - mierda, me he meado encima.

. - vaya, no te preocupes. Debió ser el puto caldo. No hay problema, te daré una ducha y de paso te cambio el vendaje, dos por uno.

. - ¿tienes vendajes suficientes?

. - sí, los de la ambulancia fueron tan amables y me dieron una bolsa con todo lo necesario. Solo espero saber hacerlo.

. - confío en ti, mamá –dijo el chico poniendo los labios y los ojos cerrados, sonreí y besé sus labios como haría su madre. Esta vez fue más prolongado, cosa que no disgustó a Joseba-.

Esta vez lo llevé en brazos, pues así se dolía menos según me dijo.

Lo deposité en el suelo de la bañera. Luego lo desnudé, dándole la manguera de la ducha.

. - Mientras te duchas, voy a cambiar la cama. Luego te hago el cambio de vendaje en la misma cama, creo que es mejor para ti y para mí.

. - sí, es lo mejor –dijo el chico echándose agua en sus partes, las cuales estaba en todo su apogeo y mirando al techo. Se ruborizó-.

Yo también sonreí.

. - no te preocupes por tu empalme, hasta yo estoy empalmado. Son cosas normales. Regreso enseguida.

La meada era copiosa y humedeció hasta el mismo colchón, así que lo saqué de la cama y lo llevé junto a una ventana donde daba el sol de la calle. El resto de la cama, mantas y sábanas las puse en la lavadora. Eché unos polvos que encontré y le di al mando. No se puso en marcha. La revisé y estaba desenchufada, lo mismo que la nevera. Una vez conectada, empezó a coger agua y me olvidé de ella.

. - ¿cómo va eso…?, lo siento, debí llamar antes.

. - perdona, no sé por qué, pero estoy de un caliente…

. - termina y vuelvo.

. - ¿podrías tu…?, me duele el pecho cuando me la pajeo.

. - no sé si tu madre te haría una paja, pero yo sí te la haré -dije sonriendo y me acerqué a la bañera, arrodillándome junto a él-.

Fue una suave paja mientras le miraba a la cara. El la sostuvo un momento, pero cuando empezó a disfrutar, se puso lívido y la apartó. En eso, con mi mano libre, le volví a poner la cara frente a la mía y acercando mis labios, se los besé sin dejarle de pajear.

No nos separamos hasta que explotó, soltando un chingo de leche al otro lado de la bañera. Luego le dejé la polla y la boca.

. - termina de ducharte, Joseba.

. - gracias, de corazón, Salvador.

Me retiré y esperé a que se limpiara el cipote con más agua y jabón. Una vez echada la meada final de rigor, la cual dejó amarilla el agua que se perdía por el sumidero, le acerqué la toalla. Se secó por encima y lo cogí en brazos de nuevo para llevarlo a otra habitación, donde había dos camas. Lo deposité en una de ellas y comencé a quitarle el vendaje para cambiárselo por otro nuevo.

Tenía un feo corte en la zona de las costillas, llena de puntos. Hice de tripas corazón y le puse el vendaje con las medicinas que me habían dado los enfermeros. Una vez todo okey, le tapé con una sábana, más una manta.

. - descansa, mientras salgo un momento y busco lo necesario para hacerte una sopa de fideos suave. Es lo que me daría mi madre en casos como el tuyo.

. - ¿vas a volver? –dijo nervioso-.

. - pues claro hombre. ¿A dónde quieres que vaya?

Me incliné y le besé los labios con suavidad. Luego salí de la habitación.

Tenía que salir, aunque no quería dejarlo solo. Otra comida como aquella y palmaba. Lo mejor sería la sopa con fideos de sobre. Algo rápida y nutritiva, y muy ligera para su cuerpo enfermo.

Encontré una tienda de barrio donde la compré, además de unos huevos y algunas cosas que había echado en falta.

Cuando regresé, le eché un vistazo, estaba dormido. Luego me hice una tortilla para mí, comiéndome la mitad ahora y dejando la otra mitad para la noche.

Estaba que explotaba y me di una larga ducha, donde me hice una paja de campeonato, quedándome suave, suave.

Al final me tendí en la cama libre de la habitación donde estaba el chico. Me quedé dormido, pues apenas había sobado en todo el día anterior al estar pendiente de Joseba.

Joseba se despertó sudando, había tenido un mal sueño. Cuando me vio en la otra cama, respiro y sonrió. Luego y no sin gran esfuerzo por su parte, se salió de su cama y se metió debajo de mi manta, confirmando que dormía desnudo. Con una sonrisa pícara, me cogió la polla con una mano, para de inmediato poner su cara en mi pecho y volver a cerrar los ojos. Yo ni me había dado cuenta, de lo molido que estaba.

Tanto lo estaba que Joseba se despertó primero. Se dijo que se estaba muy a gustito conmigo a su lado, pese al dolor del pecho, que menguaba según corrían las horas.

En eso sintió que debía estar yo soñando con algo pornográfico, pues mi polla se fue hinchando en su mano, hasta ponérseme dura y gorda como ninguna otra había visto.

Aquello calentó a un ya de por sí caliente Joseba y mirando que no me despertara, se deslizó suavemente hacia abajo y cuando la tuvo a un palmo de sus narices, lanzó su lengua primero, para después y muy suavemente, para que un servidor no despertara, comenzar a mamármela.

Joseba se dijo que no era ningún marica, pero que no habiendo un coño cerca, aquella polla lo podría sustituir perfectamente y conforme se excitaba, aumentaba la velocidad de la mamada, tanto, que desperté.

Casi le da algo al vasco, que, al verse cogido con la polla en la boca al ser desplazada la manta a un lado, no sabía qué hacer, si seguir mamando o…

. - ahora no pares, Joseba. Me gusta lo que me estás haciendo –le dije mientras le presionaba la cabeza suavemente contra mi polla. Así que, con mi bendición, siguió mamándomela para continuar dándome placer bucal-.

Su polla inhiesta estaba cerca de mi cara, pues aquello era lo más parecido a un 69 lo que me hacía el chico. Así que solo tuve que acercar un poco mi boca a aquella polla que ya antes había disfrutado con la mano y me la tragué para darle un nuevo repaso.

Cuando sintió que su polla era mamada, ya fue el no va más, del placer para Joseba, aunque no para mí, pues un buen enculado sería, con mucho, mejor que una mamada, pero eso sería más adelante, ahora tocaba mamar polla a destajo.

Los gemidos de ambos salían de la habitación, pero como no había ni Dios en toda la casa que no fuéramos nosotros dos, nos importó una mierda, aumentando si cabe, los decibelios por el placer que estábamos alcanzando.

El clímax llegó cuando exploté en su garganta, para al poco hacerlo el chico en mi boca. De nuevo aquella leche tan sabrosa era deleitada por mí, procedente directamente de sus huevos y viceversa.

Continué mamando, lo mismo me copió Joseba. Así hasta que no salió ni una gota más de cada picha ahora ambas esmirriadas.

(Parte 5 de 11)

FIN