Huyendo en familia (4)

Esto es algo que nunca le escucharán decir a un hombre: “Deja de chupar mi pene o llamaré a la policía”, George Carlin. Relato en 11 trozos.

HUYENDO EN FAMILIA

(4-11)

ESCRITA POR: SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados.

. - “… un agente de la seguridad del estado ha aparecido muerto apuñalado en una zona deprimida de la ciudad. Se cree que fue atacado para robarle, pues no llevaba la cartera encima, por otra parte …”

El nombre estaba sobreimpreso debajo de la foto del infortunado segundo al mando, Alejandro Robaina. Clara dejó mi polla y se preocupó.

. - ¿lo conocías, cariño?

. - sí, es en quien tenía puestas las esperanzas para que declarara que éramos inocentes. El capitán lo mandó matar.

. - ¿no puede haber sido un atraco? –dijo Miranda llegando con Honorio del brazo, mientras éste le tenía metidos unos cuantos dedos en su ojete, bajo su falda sin bragas-.

. - no. Lo mataron ellos mismos. Iba a hablar en nuestro nombre, así me lo dijo. Y lo peor es que deja tres hijos.

. - ¿conociste a los chicos? –dijo Clara-.

. - sí, muy bien.

. - si quieres los puedes traer. No hay más camas, pero pueden dormir con otro chico o chica.

. - seríamos demasiados –le dije-.

. - ¿vas a dejarlos desamparados, cariño? –dijo Miranda-.

. - no me gustaría, mi amor. Pero tampoco puedo obligarlos a venir con nosotros. Puede que tengan familiares que los acojan-.

. - mi amor –dijo Clara- elijas lo que elijas, mi casa es tu casa por el tiempo que quieras. Ellos serían bienvenidos también-.

El entierro se produjo dos días después, pues costó encontrar un familiar y que éste se hiciera cargo de los hijos del fallecido. Era una hermana del agente.

Asistí de lejos a la ceremonia. Una vez concluida y oculto tras unos árboles, la concurrencia fue desapareciendo, solo quedando ante la tumba la hermana y sus hijos.

. - ¿qué voy a hacer con vosotros, chicos?, estoy en el paro y mi marido no quieres saber nada de alimentar tres bocas más.

. - ¿y entonces, donde vamos a vivir? –dijo la gordita Felicia-.

. - tendré que internaros en algún sitio, no puedo hacer nada más.

. - nos escaparemos, no queremos ir a uno de esos sitios abandonados de la mano de Dios –dijo Ana Felicia aterrada del cambio que había dado su vida-.

. - no puedo hacer otra cosa, lo siento.

. - se pueden venir conmigo –dije apareciendo tras el árbol más cercano desde donde oí toda la conversación-.

. - ¿quién es usted? –preguntó la mujer-.

. - soy o era el amante de su hermano Alejandro y quisiera adoptar a los chicos –dijo mirándola a ella y luego a los chicos-.

. - ¿mi hermano era marica?

. - no solemos usar esa palabra, pero sí.

. - ¿y quiere adoptar a los chicos?, ¿a los tres?

. - sí, afirmativamente.

. - y vosotros, ¿que tenéis que decir?, ¿es verdad lo que dice este señor de vuestro padre?

La primera que despertó fue la gordita, como no.

. - es verdad. Convivía con nosotros en casa. Eran amantes.

. - vaya, si no lo oigo, no lo creo. Mi hermano marica. Bueno, ¿pero puede usted adoptar?

. - ¿y por qué no?, la ley lo permite, pese a ser mayores de edad. Además, en esos centros de acogida, la masificación es patente y con la edad que tienen los chicos, no sé si los querrán dejar mucho tiempo. Encima, pocas familias los adoptarán y si lo hacen, es separándolos. Pero, antes de nada, quiero tenerlos unos días a prueba por si congeniamos como antes o no, no sea que no podamos convivir juntos después de este luctuoso suceso.

. - eso lo entiendo. ¿Vosotros queréis iros con este señor?

Ante la disyuntiva que se les presentaba, la decisión era complicada y sencilla al mismo tiempo. La gordita, cómo no, fue la primera en dar el paso.

. - yo quiero ir con Salvador.

. - yo también –dijo el chico todo rojo-.

Ana Felicia, no se lo pensó mucho tampoco. Era mejor pájaro conocido, que malo por conocer.

. - yo también.

. - bueno, después de todo, las dos partes hemos tenido suerte. ¿Cuándo puede llevárselos para esos días de prueba?

. - ahora mismo. Necesito su dirección, por si tengo que devolverlos –dije guiñándole un ojo a los chicos-.

. - sí, claro. Se la anotaré.

. – además, necesito una nota como que los tengo provisionalmente. No quiero que se me acuse de secuestro, ya me entiende como son estas cosas.

. - sí, lo entiendo. En mi auto tengo papel y boli. Allí le extenderé ese permiso provisional.

La mujer estaba loca por deshacerse de los chicos y la cosa fue súper rápida. Me dio su dirección y el permiso manuscrito por ella de que estaban a mi cuidado. De lo contenta que estaba por quitárselos de encima, ni me pidió la documentación o un número de teléfono. Luego bajamos las maletas de los chicos y mientras el coche se alejaba, marchamos con ellas hacia el mío.

. - ¿de verdad nos vas a adoptar a los tres, Salvador? –dijo la gordita- eres un fugitivo según dijo papá-.

. - os adoptaré, pero antes debo solucionar ese problema que le costó la vida a vuestro padre.

. - a papá lo mataron unos ladrones. Eso nos dijeron –dijo Ana Felicia-.

. - yo no lo creo.

. - ¿no?, ¿entonces quien lo mató?

. - mi antiguo jefe y también de vuestro padre, el capitán Rosendo García. Pero de eso ya me encargaré yo. Ahora os llevaré con mi familia a un lugar seguro.

Metí en el maletero todo lo que habían traído los chicos y cerré.

. - subid, por favor.

Una vez dentro los tres, con el chico delante, salí del cementerio y durante una media hora, nadie habló nada, hasta que Felicia lo hizo.

. - me gustó –dijo-.

. - ¿qué te gustó, cariño?

. - ya sabes, lo que hicimos.

. - a mí también me gusto –sonreí y paré en el arcén- me gustó cuanto hice con los tres y con vuestro padre también-.

. - Salvador… -decía el chico-.

. - dime Felipe.

. - ¿volveremos a hacerlo?

. - ¿deseas que volvamos a hacerlo?

Nervioso como estaba, asintió mirando a lo lejos.

. - a mí también, cariño –dije acercándome su boca y besándosela, luego me giré hacia atrás y les hablé a ellas también- chicas, me gustó mucho y me gustaría volver a hacerlo con vosotras-.

La gordita de Felicia se desabrochó el cinturón y se fue hacia mí, besándome la mejilla izquierda. Sonreí y le atraje su cara y se la besé con más detenimiento y profundidad. Luego regresó a su asiento sonriendo la jodida.

. - ¿qué pasa conmigo? –dijo Ana Felicia-.

. - ¿a qué te refieres? –le dije-.

. - también me gustaría volver a hacérmelo contigo.

Sonreí. Ella también y después de quitarse el cinturón, nos volvimos a besar. Las sonrisas afloraron en los cuatro.

. - debéis saber un par de cosas antes de llegar a donde tengo a mi familia oculta.

. - ¿qué es ello? –dijo el chico-.

Les hablé de Clara y su hijo Honorio. Les hablé del sexo con mis hijos y con los dueños de la casa y de que, de momento, debían compartir habitación, pues no había más y de que esperaba que ellos también tuvieran sexo con el resto.

. - ¿con todos? –dijo la gordita- ¿también con esa transexual y su hijo?

. - también, pero no es obligatorio. Solo hacedlo con quien vosotros queráis, pero cuando le veáis el rabo que se gasta la tía… -dije pasándome la lengua por los labios-

Todos rieron nerviosos.

. - de momento hasta que no tenga todo claro, no iréis a clase. Espero que sea por poco tiempo y por lo que más queráis, no llaméis a vuestros amigos, pues pueden tener pinchado el teléfono y hagáis que lleguen hasta casa los que nos persiguen a mi familia y a mí, entonces no podré ayudaros como pretendía, adoptándolos.

Entendieron el problema. También que estaban soltando zumo las chicas y empalmando el chico, así que la gordita pidió que parara en un lugar solitario. Entendí a la primera, pues era para cagar o era para follar.

Y fue lo segundo. Allí mismo, dentro del auto, fui follándome a mis tres nuevas adjudicaciones. La gordita Felicia me ponía a cien con sus tetazas enormes, la buenorra por eso, por lo buena que estaba y el chico, no digamos. Con su mandoble tan sabroso que me clavó mientras me follaba a sus dos hermanas. Una vez satisfechos los chicos y yo mismo, proseguimos hasta la nueva casa.

Cuando llegué con los chicos, se sorprendieron de lo rápido de la cosa. Aun así, fueron admitidos en el clan y claro, se los follaron sin compasión, a los tres.

Al final les gustó la polla de Clara y la tenían a piñón fijo recibiéndola en sus culos, mientras ella recibía la mía, la de su hijo o la del mío, Jorge. La cosa era estar ocupado en aquella casa.

Al día siguiente volví a desaparecer, pues tenía que volver a la ciudad.

La casa del capitán no era como la del fallecido. Aquella sí que era una fortaleza, pero yo no soy manco tampoco, entrando en fortalezas ajenas.

Busqué una zona donde las cámaras no hacían su trabajo como debieran. Siempre hay fallos, por mucho que uno ponga por evitarlos.

Subiendo por un grueso árbol, accedí al interior. Perros no había, por suerte. Una vez me acerqué al chalet, la oscuridad reinante era mi aliada. A lo lejos, en la entrada, oí hablar a un par de guardias, pero no me preocuparon, pues había hecho lo más difícil, entrar. Otra cosa sería el salir sin ser visto.

Casi me da algo cuando vi que salía el capitán con su esposa e hija de la casa y subían a un auto. Cuando los vi partir, respiré hondo. Aquello era una putada, por una vez que me había decidido hacerle una visita, el tipo se largaba.

Bueno, aun así, no me iba a ir de vacío. Accedí a la casa por la ventana de un dormitorio, que supuse era el del matrimonio, confirmándolo posteriormente con mi linterna microscópica. Miré aquí y allá y no vi nada que me interesara, así que salí al pasillo y busqué una oficina o algo similar, cuando sentí pasos que se acercaban. Me oculté y cuando llegó ante mí la persona de los pasos, salí para cogerla por detrás y con un movimiento de artes marciales, la dejé grogui en mis brazos. Era una rolliza empleada, que me llevé arrastrando hacia la primera habitación que encontré. Una vez allí, la deposité en un sofá.

Era una oficina, la del dueño de la casa, sin duda. Me entretuve buscando información entre sus papeles y una posible caja fuerte que debía de tener por alguna parte, pero ni los papeles me dijeron nada, ni encontré la puta caja. Vaya suerte la mía.

La empleada rolliza despertó y yo estaba a su lado, sentado. Al verme y verse con un dolor de cuello, se aterró.

. - no me mate, por favor –gritó la mujer-.

. - no grites o entonces sí que te mato.

. - no, no gritaré, señor.

. - muy bien. ¿Hay alguien más en la casa?

. - la niñera con el bebé, debe de estar dándole de mamar.

. - ¿el bebé es de la niñera?

. - no, de la señora, pero ella apenas tiene pechos y no puede amamantarlo. Se contrató a la niñera que tuvo un hijo recientemente para alimentarlo.

. - entiendo. Enséñame las tetas –le dije de sopetón-.

. - ¿cómo dice?

. - no me lo hagas repetir –le dije-.

. - sí, sí señor.

Se abrió la blusa y después se desabrochó el sujetador XXL, aflorando un par de mamas también XXL.

. - hora quiero que me diga dónde está la caja fuerte.

. - no.

. - ¿no?

. - no. Si se entera que se lo dije, me despide y no tengo edad para buscar trabajo.

. - yo no se lo voy a decir. Anda, dímelo o tendré que obligarte a ello y no quiero hacerlo.

. - no –se empecinó la mujer-.

. - joder, o eres tonta o realmente lo eres. Vamos que eres tonta. Desnúdate del todo.

Ella tragó saliva y no volvió a preguntarme nada más. Se comenzó desnudar. Su rollizo cuerpo estuvo pronto sin ninguna prenda encima. Con mi linternita le inspeccioné todo el cuerpo, chumino incluido, después de separarle las piernas. Ella tragó saliva.

. - ¿dices que no? –dije metiéndole mano en la vagina. Ella gimió, pero no dijo esta boca es mía-.

Me puse delante de ella y abriéndole las piernas, comencé a comerle su sudado chumino. Sus gemidos aumentaron exponencialmente, tanto que oí unos pasos acercarse rápidamente a aquella habitación.

Me levanté de un golpe.

. - no te muevas y no digas ni pío o lo lamentarás –dije yéndome hacia la puerta de la habitación-.

Era una hembra, que, encendiendo la luz, se alarmó al ver a la mujer en pelotas y con cara de susto y al mismo tiempo de disfrute. Algo intermedio, sin duda.

. - por el amor de Dios, ¿qué haces ahí desnuda, Flora?

Antes de que la tal flora le hiciera señas de que estaba detrás de la puerta, me acerqué a ella y cogiéndola del cuello, la puse a dormir como antes a la otra.

La deposité junto a la desnuda mujer.

. - ¿ésta es la niñera?

Ella afirmó con la cabeza.

. - perfecto –dije y abriéndole de nuevo las piernas, continué donde lo había dejado-.

Sus gemidos de placer continuaron según mi lengua la penetraba y le hacía correrse. Así hasta que me alcé y sacándome la polla dura como ya la tenía, me puse a hacerme una cubana con sus tetorras.

En eso despertó la niñera, poniendo ojos como platos al ver el panorama.

. - no grites o te arreo. ¿Eres la niñera?

. - sí.

. - dime donde está la caja fuerte.

. - tenemos prohibido informar de ella, señor.

. - eso me importa una mierda. Dime donde está.

. - si se lo digo, me despiden.

Miré a la gorda. Me había dicho la verdad, aun así, necesitaba la puta caja, pues podía encontrar algo para cogerlo por los huevos y sacarme de encima al tío.

. - desnúdate del todo, niñera.

. - no.

. - ¿prefieres estar muerta o estar follada?, si es lo primero, me lo dices. Al final voy a averiguar dónde está la maldita caja. Así que tú misma –dijo sin dejar de hacerme la cubana con las tetas de la gorda-.

. - me desnudo, me desnudo, pero no me mates, ni me violes.

. - pues habla, joder –dije para poner a la gorda a mamarme la polla- si me la muerdes, te dejo seca de un golpe –le dije a la mamadora de pollas-.

Con la misma, me salí de su boca y me fui a la niñera, que desnuda, se tapaba lo tapable. Me senté a su lado y le aparté las manos de sus pechos, los cuales se fueron las dos a su chumino para así guardárselo mejor.

Le cogí la mama más cercana y comencé a mamársela. Sí, tenía leche de primera calidad. Así la estuve mamando hasta secarle el pecho.

. - de puta madre. El crío estará contento. Siéntate encima de mi tranca, cariño.

Tuve que repetírselo y esta vez más serio. Al final se abrió de piernas y se encajó mi tranca, para luego dedicarme a comerme la teta aun con leche, la cual también dejé seca.

Después de follármela vaginalmente, me la saqué de encima y la puse de nuevo en el sillón, para ir luego a penetrar a la gorda, a la cual no hizo falta abrirle las piernas.

Se la endilgué de un solo golpe, acertando de pleno. Cuando me cansé, me salí.

. - ahora las dos, una al lado de la otra y a cuatro patas os voy a dar por culo.

. - no, por favor, por ahí no –dijo la niñera. La gorda tampoco estaba por la labor y también pidió que no la enculara-.

. - estoy esperando. Voy a enculármelas y no pararé hasta que me digáis donde está la caja.

Yo misma las puse de rodillas. Una vez en la posición adecuada, le pasé mi mano por la vagina y el culo a cada una. Cuando cogí a la lechera de ambas nalgas para enculármela en primer lugar, me señaló un mueble que había a dos metros de allí.

. - allí. Está allí, en ese mueble.

. - joder, sois la leche, ni que fuera vuestra la caja.

Me salí de allí y me fui al mueble. Tenía ruedas y lo arrastré hasta donde estaban las dos mujeres, a las que impedí levantarse, por si era un camelo.

Delante de ellas me senté con el mueble. Lo abrí y allí estaba la puta caja.

. - ¿la llave?

. - la tiene encima –dijo la gordita-.

. - te voy a creer, pues sería lo lógico. Una cosa, ¿alguna de ustedes no pasa la noche en la casa?

. - yo –dijo la gordita-.

. - perfecto. Vestiros ambas.

Las dos mujeres corrieron a hacerlo. Las esperé y me guardé la polla, que aún tenía a la vista. Una vez con sus ropas, arrastré el mueble con la caja.

. - caminad despacio y en silencio hacia donde está el bebé.

. - ¿qué vas a hacerle al bebé? –dijo la lechera-.

. - nada, no soy un infanticida, lo más, un lechicida, ¿lo coges?, a ti sí que te puede pasar algo si no haces lo que te pido.

Punto en boca. En procesión, llegamos hasta la habitación donde estaba el bebé. El lujo era patente hasta en la camita del crío.

. - Coge al bebé, nos vamos.

. - ¿vas a secuestrarnos y también al bebé?

. - no, solo quiero salir por la puerta. Luego regresáis los tres. Solo serán cinco minutos, el tiempo que tarde en pasar la caja a mi coche.

. - no me lo creo –dijo la gorda-.

. - perdona, eso a mí me importa una mierda. Si no obedecéis, me largo igual, pero dejaré atrás algo que no os gustará a ninguna de las dos.

La lechera cogió al bebé y lo tapó con una manta. Luego nos llegamos hasta el garaje. Allí elegí un todo terreno. Subieron arriba, la gorda a mi lado y yo de conductor. Le di al mando a distancia y se abrió la puerta del garaje. Luego salí despacio y despacio llegué hasta la entrada.

La valla se fue abriendo por el guarda custodio. Solo cuando se fijó mejor y vio que al volante iba un desconocido de la casa, volvieron a apretar el botón de cierre, pero ya era tarde, pues aceleré y salí volando por la puerta, dejándolos con cara de gilipollas.

Una vez fuera, me largué de la zona y dando un rodeo, llegué hasta mi auto, robado para la ocasión.

Saqué la llave de contacto y me la guardé en el bolsillo. Luego salí y abrí atrás con la llave y bajé la caja, llevándola al auto que allí tenía.

Regresé con las mujeres, que no perdían detalle de lo que hacía.

. - aquí tenéis la llave. ¿Quién sabe conducir?

. - yo –dijo la gorda-.

Se la entregué y saliendo, subió al volante.

. - decirle al capitán que le llamaré en cualquier momento. Sacaros las bragas y entregármelas –esperé que me las entregaran- Ahora largaros.

Olí ambas bragas y las eché seguidamente en la primera papelera que encontré.

Conduje un cuarto de hora y me llegué hasta el auto primigenio que había robado con anterioridad. Una vez di vueltas para marear a un tonto, me sentí más seguro, luego me llegué a la casa de la transexual.

El recibimiento fue a base de chumino, pollas y tetas. Disfruté de mi harén particular. Solo cuando hube follado y refollado y echado una meada, saqué la caja del auto y con las herramientas de la casa, la abrí.

Lo que allí había no era lo que estaba buscando. Sí, había dinero, algo necesario para unos prófugos, también unos papeles que no me interesaban una mierda.

Cuando ya me daba por vencido, vi un pequeño papel plegado. Lo cogí y vi unos números y letras. Eran la indicación de un lugar que resultaron ser de un GPS. Me fui hacia mi habitación donde tenía mi portátil y marqué las coordenadas. Bingo.

Me di una ducha rápida y volví a salir, después de comerme el chumino de la gordita Felicia, enculármela y de que Jorge me diera por culo. Nueva ducha y partí.

Cuando estuve cerca de las coordenadas, me apeé del auto un buen trecho antes. No tenía ganas de caer en una trampa.

La zona estaba deshabitada, solo con algunas casas aisladas las unas de las otras en medio de una espesa arboleda por doquier. Cuando estaba a unos doscientos metros, la cosa ya me mosqueaba un poco. ¿Qué coño era aquello que se veía a lo lejos?

Era una especie de rancho semi-abandonado, con una casa y unos almacenes adosados. En aquellos momentos entraba un todo-terreno, todo rodeado de una atmosfera extraña. Había granjeros que no granjeaban, estaban como detenidos en el tiempo. Me fijé mejor y no se movieron en un buen rato. Joder, eran muñecos muy bien pintados. A excepción del auto que había llegado, allí todo era de cartón-piedra o similar.

¿Por qué? y ¿para qué?, esas eran las preguntas que tenía que responderme. Raro, raro, raro.

Decidí dejar que la noche me arropara para entrar. No dejé de visualizar con los prismáticos durante el tiempo que estuve allí. Nadie volvió a entrar, pero sí salir. El mismo todo-terreno salió de nuevo con la misma cantidad de personas, tres tíos.

La noche era cerrada y la finca no encendió luz alguna en el exterior, solo se vislumbraba una tenue luz en el almacén, que se escapaba por una de las ventanas, pero era mínima.

Quería minimizar riesgos y me acerqué sigilosamente primero a la casa, entrando por una ventana. Por lo que pude ver con mi mini-linterna, allí no había entrado nadie en su puta vida. Todo estaba lleno de polvo y sin pisadas que dijeran que había sido habitada desde hacía mucho tiempo. Chungo, chungo, me dije.

Volví a salir por la misma ventana y esta vez fui hacia el almacén que reflejaba algo de la luz, pero no por delante, sino por detrás. Oía voces, pero no se entendía una mierda.

Cuando llegué a una de las ventanas, las cuales estaban pintadas con pintura negra, pude ver por uno de los agujeros que se habían quedado sin pintura que aquello no era una granja ni nada que se le pareciera. Era una especie de cárcel. Estaba llena de jaulas metálicas donde en cada una había una mujer, o niña de varias razas. Joder, aquello era un negocio de trata de blancas. Blancas, vaya palabra cabrona, trata de negras, trata de amarillas y trata de niñas, eso sí que era. Será cabrón el puto capitán con lo que se había montado el tío.

El problema era que un simple papel con las coordenadas del lugar no iba a poner con problemas al capitán, pero si le podía joder el negocio. Y si alguna de las chicas lo identificaba, entonces sí que estaría listo, pero no me fiaba de esa parte, pues no se iba a manchar las manos el tío.

Aquello era un amaestramiento de futuras putas. De hecho, había dos chicas siendo violadas por sendas pollas. Eran cinco los delincuentes, demasiados para mí. Así que debía de hacerlo de una manera que los jodiera, sin que me jodieran a mí al mismo tiempo.

Me alejé del almacén como había venido. Cuando estuve a suficiente distancia, busqué un árbol bien alto desde el que pudiera observar sin ser visto.

Desde el mismo árbol, saqué un móvil que había encontrado en uno de los autos que había robado y llamé a mi entrenador de la escuela de oficiales, al único al que podía recurrir. No creí que estuviera metido en el negocio del capitán, pero, aun así, antes debía de estar seguro de ello.

. - hola, comandante Ramírez.

Al otro lado me respondió un somnoliento comandante mandándome a la mierda por haberlo despertado. Aun así, cuando se despejó, le hablé de mi situación actual. Por cómo reaccionó, pensé que el tío no sabía una mierda de lo que me pasaba. Eso o era muy buen actor.

Me arriesgué y le dije todo de pe a pa lo que me habían hecho y lo que creía que me habían hecho, que esa era otra.

En cuanto a la casa de la trata de blancas le di las mismas coordenadas que había encontrado. Prometió ponerse manos a la masa y avisar a los Goes para que entraran, mediante orden judicial, en las instalaciones. Prometió también tenerme informado. Quedé en llamarle al día siguiente y quedar. Colgué y le quité la tarjeta y la batería al móvil y me lo guardé todo.

Me abrigué bien y allí mismo, en el árbol me quedé a la espera de si cumplía con la palabra dada.

Pasó media hora y no apareció ni Dios. Una hora después oí ruidos bajo el árbol, viendo agazapados al grupo de operaciones especiales de la Guardia Civil prestos a intervenir. Vaya, bien por Ramírez.

Lentamente fueron avanzando en la sombra hasta desaparecer de mi vista, pues la noche cerrada y la ropa oscura de los agentes, me hacía imposible verlos.

. - ¿crees que ha sido buena idea, Ramírez? -la ostia puta, aquella voz sabía de quien era. Estaban junto a mi árbol. No moví un músculo-.

. - es lo mejor, capitán, así Salvador confiará en mí y lo cazamos como un conejo en su madriguera.

. - espero que tengas razón, ese capullo me está dando muchos quebraderos de cabeza.

. - tú y tus ideas maravillosas. Si te hubieses echado atrás cuando el mamón de Robaina te lo dijo, todo esto no hubiera pasado y seguiríamos tan contentos con nuestros negocios. Espero que los de dentro no sepan nada de ti.

. - descuida, son basura del Este de Europa contratada por Robaina, así que no pueden llegar hasta mí. En cuanto al puto Robaina, una vez muerto, se rompe la unión entre esos de ahí dentro y nosotros. El muy jodido quería largar a juez de guardia, suerte que estaba en el ajo y cobra pingües beneficios, que, si no, la tenemos cruda.

. - ¿qué pasa con la casa que tenemos en Villa Santa?, ¿no habrás puesto también su dirección en tu puta caja?, hay que ser estúpido para hacer algo así. ¿Hay algo más que tenías en la caja que pueda usar en nuestra contra?, piensa, no tengo ganas de vérmelo de frente un día de estos y me coja por los cojones.

. - descuida. La dirección de esta casa fue un fallo, lo reconozco, no hay nada más de nosotros, a menos que…

. - no me toques los cojones, ¿tenías algo más en esa caja que pueda incriminarnos?

. - es una libreta minúscula, pero seguro que no dará con ella.

. - ¿no dará con ella?, serás capullo. La caja la tiene el tío, ¿recuerdas?

. - es que no estaba dentro de la caja, sino bajo el mueble donde estaba la caja, en un compartimento secreto. No dará con ella, puedes estar seguro.

. - ¿y qué coño hay en la libreta de los cojones?

. - todo -dijo el tío agachando la cabeza-.

. - serás hijo de la gran puta. ¿No te dije que lo metieras en un banco extranjero?, si cae en sus manos, estamos listos.

. - lo sé. Allí están los nombres de todos nuestros contactos y a quienes hemos untado en todos estos años, jueces, policías y políticos, además de las cantidades cobradas.

. - tengo ganas de pegarte un tiro aquí mismo, mamón de los cojones.

. - no lo harás. Aún podemos solucionar el problema cuando lo cojamos por los huevos.

. - maldita fue la hora que me asocié contigo, desgraciado. No tienes dos dedos de frente y todo por no dar un paso atrás ante el puto juez. Por cierto, ¿a aquel juez lo tenemos en nómina?

. - a ese no. El que habíamos comprado se puso enfermo y lo sustituyó éste.

. - pues no te acerques a él, no tengo ganas de que la cosa se joda más aún. Mira, han entrado en la casa.

De repente una explosión tras otra se produjo y la casa empezó a arder, saliendo por patas los agentes que pudieron salir de allí. Algunos no lo consiguieron. Fueron segundos de incertidumbre. Al mismo tiempo que entraban en la casa, lo hacían en el almacén, donde se produjeron tiros entre los agentes y los delincuentes de dentro. Al poco todo era silencio, a excepción del crepitar del fuego.

. - la ostia puta, ¿qué pasó ahí? –preguntó el comandante al capitán.

. - una sorpresa que teníamos reservada para los intrusos.

. - serás mamón, que son de los nuestros.

. - no, para nada. No son de los nuestros, solo el comandante, el resto no saben nada. Mala suerte para ellos.

. - eres un desgraciado, pero me alegro que sean ellos y no nosotros. Ahora lárgate, no te vaya a reconocer alguna puta.

. - imposible, nunca he estado aquí antes. Todo lo llevaba mi segundo, ya te lo dije -rio el tío cabronazo-.

Desde el almacén, hicieron una llamada al comandante.

. - misión cumplida, pueden acercarse sin problema.

. - gracias, sargento -cortó y se guardó la emisora portátil- vayamos dentro, tenemos que hacer el paripé ya que estamos aquí-.

. - es lo que más me gusta, salir en los papeles –dijo el capitán sonriendo, mientras avanzaba hacia la granja de futuras prostitutas-.

El comandante le siguió, hasta desaparecer de mi vista los dos, para volver a aparecer cuando desde la edificación encendieron las luces del exterior.

. - la ostia puta –dije por lo bajini aun subido al árbol-.

Cuando la sangre dejó de volar por mis venas después de haber oído a aquellos dos y me calmé lo suficiente, abandoné el árbol y retrocediendo hasta mi coche, me largué de allí. Joder, la próxima vez llevaría encima una grabadora digital, por mis cojones.

Paré en un bar de carretera y después de echar una carta en el baño, desayuné copiosamente, mientras pensaba en mi siguiente paso.

Al entrar en la casa de Clara y Honorio, el silencio era absoluto. Me recorrí las diferentes habitaciones y todo estaba en regla. Allí, todos espatarrados estaban los chicos y chicas después de haber follado toda la noche, como debe ser. Sonreí y me di un largo baño. Al salir, era como si hubiera descargado por el sumidero varios kilos de cansancio emocional.

Lo primero que hice a posteriori fue buscar la libreta de los cojones. Le di la vuelta al mueble y allí estaba el compartimento secreto, que no era tan secreto. Lo abrí y sí, había y no una, sino dos libretas y no pequeñas como había dicho el mamón del capitán. Las ojeé y sonreí. Allí tenía una bomba que la haría explotar en las narices a aquellos dos cabrones y a otros muchos más que estaban en el ajo.

Puse a buen recaudo las libretas y me tendí en el sofá más cómodo y allí me quedé grogui, pues el puto árbol me había dejado baldado del culo y los huevos.

Cuando desperté, era casi medio día. Extrañamente tenía una manta por encima y no se oía ni un alma en la casa. Bostecé y miré a mí alrededor. Nadie. Fui al baño y después a las habitaciones y tampoco había nadie. Joder, ¿dónde coño estaban todos?

Me vestí apropiadamente y salí a la calle. Nada delante, solo cuando oí risas detrás de la vivienda, fui hacia ellas.

El equipo estaba todo reunido en una charca de unos cuarenta o cincuenta metros de largo por unos veinte de ancho, donde había juncos y cañas junto al agua. Estaban tendidos unos en la orilla follando, mientras otros estaban jugando en el agua y también follando entre ellos. Miranda según me vio, se vino desnuda ante mí. Sonriendo ella y yo, nos besamos mientras le apretaba ambas tetas, luego seguimos hacia la orilla. Allí besé algunas otras bocas y me senté sobre una piedra.

. - anda, papá, vente al agua, está calentita –decía Jorge-.

. - me acabo de duchar, cariño.

. - papi, no seas aguafiestas y ven –dijo mi futuro hijo adoptivo, Felipe. Al final me decidí y desnudándome allí mismo, me metí en el agua para llegarme hacia ellos-.

Los besé ardientemente a los dos, para de inmediato Felipe hacerse dueño de mi polla con su boca. Una vez me la dejo lista, me follé al primero que me puso el culo, mientras el otro me follaba a mí. Ni el puto árbol de los cojones iba a impedir que disfrutara con mis chicos.

No quise correrme y una vez follados, me dediqué a metérsela al resto de la familia y amigos que estaban en el agua. Aquello era la gloria puta. Una vez servido todo el mundo que estaba en el agua, me salí y me tendí sobre una toalla que una rápida y amable Clara había colocado para mí. Allí, más de lo mismo. Fui agasajado por las bocas y los culos y pollas de los allí presentes. Al final echamos en suerte mi lechada final, ganando el premio Ana Felicia, la buenorra de los trillizos, la cual se sirvió de mi polla como si fuera lo mejorcito del lugar.

. - Cariño, ¿has podido hacer algo con lo nuestro? –dijo Miranda besándome una polla escurrida-.

. - la cosa va bien. De momento habrá que esperar un poco más, pero ya veo el final del túnel, mi amor.

. - ¿en cuanto a Ana Felicia y sus hermanos?

La expectación de la aludida era mayúscula.

. - se hará lo que les prometí, los adoptaremos a los tres.

. - gracias, papi –dijo Ana besándome los labios. Apoyé la moción, comiéndomela toda ella, mientras le apretaba su pecho derecho y le metía mano a su felpudo sonrosado-.

. - solo tengo una palabra, cariño. Hablando de otra cosa, ¿cómo estamos de provisiones, Clara?

. - habrá que ir a buscar algunas cosas, mi amor.

. - entiendo. Te daré dinero para que compréis cosas. Y no me digas que no, nunca he sido un gorrón y no voy a serlo ahora. Comprad en diferentes tiendas para no llamar la atención. Seguid sin usar el teléfono hasta nueva orden. Espero que todo el mundo haya quitado la batería y la tarjeta de sus móviles para más seguridad.

. - descuida, esposo mío. Yo me he encargado de supervisarlo tal como nos dijiste.

. - me alegro. Esta tarde vuelvo a salir y estaré toda la noche fuera de nuevo. He de ver a cierto juez.

. - confiamos en ti –dijo Clara colocándome su polla que volvía a renacer de sus cenizas en la cara. Sonreí y me la tragué para mamársela durante un buen rato, para después darme la vuelta y ofrecer mi culo a tan suculenta herramienta del placer-.

Miranda ya estaba con su chumino presto para que se lo volviera a comer y fue lo que hice mientras Clara me enculaba como me gustaba, a lo bestia.

Mi culo fue perforado por cuantas pollas había en aquella laguna y yo a lo mío, comer chochos de cuantas chicas se iban turnando para darme sus jugos. Al final y viendo que mi polla volvía por sus fueros, me repartí dando polla culera a todos mis amigos y familiares presentes y futuros.

La casa del juez fue fácil de franquear con una tarjeta de crédito cualquiera. Era de un confiado que rayaba en la estupidez. ¿Acaso por ser juez los ladrones harían una excepción y no le harían una visita?, bueno, dejemos las estupideces ajenas y concentrémonos en lo que me había traído allí.

Entré por el pasillo. Las luces estaban dadas, pero allí no se veía un alma, solo se oían jadeos en una de las habitaciones. Sin duda había llegado en un momento en que el buen juez estaba disfrutando de su amada esposa. ¿Espero a que terminen como un caballero o entraba y los interrumpía?, no sé. Bueno, qué coño, yo no era ningún caballero y lo mío corría prisa, así que empujé la puerta y entré en la habitación. Joder con el juez.

Tenía a un chico de unos 20 años a cuatro patas mientras le daba polla hasta los huevos. Éste es de los míos, sí señor. Podía ser su hijo o no, eso me importaba una mierda.

(Parte 4 de 11)

FIN