Huyendo en familia (1)

Esto es algo que nunca le escucharán decir a un hombre: “Deja de chupar mi pene o llamaré a la policía”, George Carlin. Relato en 11 trozos.

HUYENDO EN FAMILIA

(1-11)

ESCRITA POR:   SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados.

. - querido, están tocando en la puerta.

. - ¿qué dices? –le dije a Miranda, sin abrir los ojos, pues tenía un sueño que te cagas-.

. - que están tocando en la puerta.

. - ¡joder, no son horas!

Me levanté de mala gana y con intención de aostiar al que nos tocaba los huevos a las 6 de la mañana.

Con las prisas y los ojos todavía medio cerrados, no acababa de colocarme las cholas. Al final acabé colocándomelas de camino a la puerta y con más cabreo aún que antes.

Abrí la puerta y se me echaron encima dos mastodontes agentes de la Guardia Civil con toda la parafernalia antiterrorista encima. Di con los huesos en el suelo, pero sobre todo la cabeza, que rebotó como si fuera una pelota, pero no lo era.

. - ¿pero qué coño pasa? –dije para luego cagarme en la madre que los parió-.

. - agente Salvador Morales, queda detenido.

Aun desde el suelo y mientras me daban la vuelta para allí mismo ponerme las esposas, solo podía hacerles una pregunta.

. - ¿de qué se me acusa?

. - de connivencia con enemigos del estado.

Me levantaron entre tres, mientras otros dos o tres iban en busca de mi familia.

. - ¿de qué enemigos me habla?

. - se le informará en la central y si no, pregúntele a su mujer.

. - papá, ¿qué pasa? –oí que decía mi hija Sofía, que tenía 19 años y estaba llorando-.

. - no lo sé, hija. No lo sé. ¿Qué es eso de que le pregunte a mi mujer?, ¿me quiere hablar claro de una puñetera vez?

. - llevároslos –dijo el mandamás-.

Miranda, Sofía y mi otro hijo, Jorge, de 21, me acompañaron al coche policial esposados como si fuéramos unos peligrosos terroristas. Todos iban en bata, menos yo que tenía el torso desnudo.

. - ¿Dónde nos lleváis?

Los agentes que nos acompañaban, tras sus cascos y pasamontañas, no dijeron nada, se limitaron a mirarnos, sobre todo a las chicas y sus exuberancias mamarias. Sofía había salido a su madre en cuanto a pechos y ya estaba más que desarrollada, hasta yo me había fijado hacía tiempo.

Paramos media hora después. Cuando nos sacaron del vehículo, no supe dónde nos encontrábamos, pero sí que no estábamos ya en la ciudad, sino en una zona alejada de ella.

Era una casona grande y nos metieron dentro por una puerta lateral.

. - ¿qué significa esto?, ¿dónde estamos?

Sin muchas contemplaciones nos metieron en diferentes cuartos, todos ellos con buenas puertas metálicas. Había una cama y una mesa en medio. Me sentaron en la única silla que había en toda la habitación.

Mientras uno se quedó allí dentro vigilándome, el otro que había entrado conmigo, se marchó. De nada valía malgastar saliva con aquel agente, pues estaba visto que tenía órdenes de no darme charla.

En las otras habitaciones donde habían metido a mi familia, más de lo mismo.

. - ¿qué queréis de nosotros? –preguntó sin suerte mi esposa Miranda-.

Una rolliza mujer, vestida de agente de la policía nacional entró con unos guantes que se fue poniendo según entraba.

. - desnúdese, por favor.

. - ¿que?, ¿por qué?

. - son las normas.

. - ¿qué normas?, ¿de qué se nos acusan y por qué estamos en esta casa y no en la central de policía?, mi esposo es policía también.

. - lo sabemos. Desnúdese o lo haremos nosotros –dijo mirando al agente que no perdía detalle-.

En vista de que Miranda no hacía nada, hizo una señal al compañero y cuando se acercaban a ella, los paró en seco.

. - vale, vale, me desnudo, pero no me pongan las manos encima.

Vaya tontería, se dijo ella, pues allí estaba la gorda para meterle mano en sus bajos.

Miranda se desnudó y no le pasó desapercibido como la miraba el agente, por lo que se tapó los pechos y el pubis con sus manos o al menos, lo que pudo.

La rolliza agente se acercó y le miró primero la boca, luego los sobacos y el cabello, para después meterle mano en la vagina, mientras Miranda, abochornada, no sabía dónde poner los ojos. Se dejó hacer, pues no podía hacer otra cosa.

. - dese la vuelta y apóyese en la mesa.

Miranda lo hizo y la mujer le metió mano por su culo, buscando no sé qué coño.

. - lista, vístase de nuevo –dijo ella y salió de la habitación, mientras se quitaba los guantes y los tiraba en un cubo cercano.

. - ¿le ha gustado el espectáculo, cabronazo?

El agente solo sonrió, pero no abrió la boca. La misma agente rolliza se pasó por la habitación de Sofía y más de lo mismo. La chica lloraba mientras era inspeccionada. Luego volvió a vestirse.

Al menos conmigo y con Jorge, no nos metió mano la gorda, pero era igual de vergonzoso que te metiera mano un tío sin poder uno responderle adecuadamente. A ambos nos inspeccionó un agente que solo hablaba lo que tenía que hablar, nada más.

Desnudo como nos dejó, primero a mí y luego a Jorge, se dio gusto metiéndonos sus dedos en nuestros culos. Al menos Jorge no le dio la satisfacción de ponerse a llorar y se aguantó, después de ponerlos a parir a ellos y a sus putas madres.

Los interrogatorios comenzaron un rato después. Un agente que no era ni de cerca del mismo servicio que los que nos vigilaban y nos habían metido mano, nos fueron interrogando a los cuatro. Sin duda eran del Servicio Secreto.

El que me tocó a mí era muy educado y experto en lo que hacía. Eso lo sabía porque yo también era agente del Servicio Secreto y lo conocía. Era Rosendo, mi superior en el mando. Fue verle el careto y decirle algunas lindezas.

. - serás hijo de puta, ¿qué nos estás haciendo a mi familia y a mí?, ¿qué se supone que hemos hecho?

El tal Rosendo se sentó frente a mí, después de que le trajeran una silla de fuera de la habitación.

. - ¿no lo sabes, Salvador?

. - habla claro, joder.

. - estáis detenidos por conspiración para atentar contra la seguridad del estado.

. - explícate mejor.

. - tu mujercita se ha visto en repetidas ocasiones con un conocido terrorista al que teníamos vigilado desde hace tiempo.

. - ¿quién y dónde?

. - se hace llamar Mustafá y tiene un negocio…

. - no me lo digas. Es el tendero de abajo. ¿Es ese Mustafá?

. - ese mismo.

. - joder, el tío vende comestibles y le compramos casi a diario, ¿por qué no le íbamos a comprar?, ¿qué pruebas tenéis de que mi mujer es cómplice de algo?

. - hemos sumado dos y dos, Salvador. Tu mujer pasa en la tienda algunas veces hasta una hora sin salir y claro, para comprar unas lechugas no hace falta tanto tiempo.

. - venga ya, joder. ¿Habéis sumado dos y dos y ya está?, ¿por eso somos culpables de terrorismo?, vete a la mierda. Quiero un abogado para mí y mi familia y no pienso hablar nada más contigo. ¿Sumasteis dos y dos?, seréis mamones… -Dije y no volví a abrir la boca, pese a que mi superior me siguió preguntando. Al ver que no decía nada, se levantó y se largó, llevándose la silla. También se fue el vigilante y cerró la puerta tras el tío.

El mismo agente interrogó a los chicos, pero estos estaban tan asombrados como yo. Cuando le tocó a Miranda, fue otra cosa.

Cuando le dijo de qué se le acusaba, quedó asombrada y al mismo tiempo temblorosa, cosa que no le pasó desapercibido al interrogador.

. - está metida en un buen lío. Será acusada de terrorista y claro, irá a la cárcel.

. - yo no he hecho nada de eso de que se me acusa.

. - hablemos claro, se le ha visto y filmado con un conocido terrorista al que teníamos vigilado. ¿Para qué la usaban a usted y a su familia?

. - qué no, que no soy ninguna terrorista.

. - no le creo una mierda. O larga o la encierro de por vida.

. - ¿qué quiere que le diga?, ¿que soy una terrorista islámica?, pues se equivoca de medio a medio. No lo soy yo ni nadie de mi familia y no sabía que Mustafá fuera uno de ellos.

. - ¿entonces cómo se explica que pasara tanto tiempo en la tienda cada vez que entraba en ella?

. - para eso sí tengo explicación, pero por favor, no se lo diga a mi marido.

. - ¿de qué me está hablando?, ¿va a confesar?

. - pero que pesado se pone con eso, que no es lo que usted piensa. Mierda –dijo ella mirando al centro de mesa-.

. - no tengo todo el día, señora.

. - vale, se lo diré. Mustafá y yo, pues eso, que nos acostamos.

. - ¿me está diciendo que le pone los cuernos a su marido con un conocido terrorista?

. - yo no sabía nada de que fuera un terrorista, si lo hubiera sabido, no me habría acercado a Mustafá. Nos gustamos y como estaba tan sola por estar mi marido mucho tiempo lejos en misiones que no podía contarme, pues nos hicimos amantes, por eso cuándo iba a su tienda, la dejaba en manos de su empleado y entrábamos en el cuarto que tiene al fondo y allí…

. - demasiado fácil, suena a falso. No me creo una palabra.

. - pues lo que le acabo de contar es la pura verdad. Siento que mi matrimonio se va a acabar cuando Salvador lo sepa y lo sabrá, ¿verdad?

. - verdad, pero sigo sin creerle una mierda.

. - pues no hablaré más, quiero un abogado para mí y mi familia.

. - sí, lo mismo que ha dicho su marido.

. - entonces lárguese y búsquenos a ese abogado. No tengo más que decir –dijo Miranda, se levantó de la silla y se fue a sentarse en la cama-.

El interrogador y el agente se largaron con viento fresco. Aquello duró el tiempo que la ley les permitía tenernos allí dentro sin abogado. A los chicos los dejaron en paz, pues nada sabían, pero a Miranda y a mí no nos dejaron tranquilos, turnándose los interrogadores, pero salvo algunos insultos, no consiguieron nada de nosotros.

Cuando vi entrar a un abogado, supe que la cosa había cambiado sustancialmente, aunque no sé si a peor o a mejor.

El abogado era uno de oficio que le tocó en suerte nuestro caso. No sé, pero yo creo que lo eligieron por novato y estúpido. No importaba, lo único bueno fue que nos llevaron ante un juez una hora después a los cuatro, bien custodiados por agentes armados hasta los dientes.

El juez los tuvo que poner fuera de la sala, pues allí ellos, los jueces, mandaban y tenían agentes propios.

Nos colocaron a los cuatro junto al abogaducho y en la otra banda, el fiscal con una carpeta llena de papeles que casi no podía cerrar, comenzó la comparecencia sin público en la sala, a excepción de mi superior e interrogador, el capitán Rosendo García.

. - veamos abogados de que se trata esta noche. Espero que sea importante, son las 4 de la mañana y no estoy para tonterías.

. - señor juez –empezó a hablar el fiscal-, traemos a su venía a cuatro terroristas pro-islámicos.

. - presuntos, sr. Juez –dijo mi abogado, que saltó como una liebre-.

. - bien, presuntos terroristas, sr. Juez. Aquí le traigo los informes policiales de su detención y de los hechos investigados.

El fiscal se acercó al estrado y entregó un manojo de legajos al juez, el cual estuvo echándoles un vistazo. Luego los apartó a un lado y se dirigió a mi abogado.

. - Le escucho abogado.

. - sr. Juez, los hechos de que se le acusan a mis representados son falsos del todo. Todo es circunstancial, por lo que pido su absolución y que puedan regresar a sus casas.

. - no tan deprisa, letrado. Según las investigaciones, no son trigo limpio, precisamente –dijo el juez-.

. - sr. Juez, ¿qué pruebas han presentado?, ¡ninguna!, ¿Que conocen a un terrorista?, pero es porque tiene una tienda de comestibles bajo su casa y suelen entrar a comprar como otros miles de ciudadanos.

. - ¿y qué me dice de que la señora, aquí presente, sea la amante de un terrorista islámico?

. - eso no lo negamos, señoría, pero…

. - ni peros ni gaitas. Serán juzgados como Dios manda.

. - señoría, al menos no les ponga fianza. Se presentarán cuando sea el juicio.

. - hijo, ¿cuánto lleva de abogado?

. - es mi primer caso, señoría.

. - lo sabía. Denegado, no habrá fianza, porque no serán libertos. Se entregarán a los agentes para que ingresen en prisión hasta que sea el juicio.

Mientras el aprendiz de abogado y el juez seguían con la cháchara legal, apareció el segundo del capitán Rosendo García, mi superior directo, Alejandro Robaina. Se sentó detrás de su capitán y le habló al oído.

. - ¿qué coño has dicho?

. - capitán, que nos hemos equivocado de Mustafá, señor.

. - explícate –dijo su superior medio girándose hacia su segundo-.

. - resulta que el terrorista que nos informaron que vivía en la calle, no era en el número 4, sino el 6. Allí hay otro Mustafá. Ahora tenemos a dos Mustafá detenidos por los mismos delitos. El primero es inocente.

. - ¿y qué me dices de la mujer?, ¿también es mentira que se la follaba?

. - señor, eso parece cierto, pero solo es un asunto de cuernos, que no nos atañe. Dígale al juez que Salvador y su familia son inocentes de todos los cargos.

. - ¿estás loco?, ya han sido presentado los cargos y los ingresarán en prisión hasta el juicio. Si voy ahora con eso de que nos hemos equivocado, al que encierran es a mí por estúpido. La habéis hecho buena, cabritos. Salvador y su familia siguen donde están.

. - ¡pero señor!, ¡es de los nuestros!

. - desde que su mujer se acuesta con ese otro Mustafá, ha dejado de importarme una mierda. No voy a jugarme los galones por nadie.

. - ¿y cuando presentemos al otro Mustafá al juez y vea que se llama igual y vive al lado del primero, no pensará que hay gato encerrado?

. - los nombres de Mustafá, Alí y Omar son normales entre los árabes. Son como Pepe o Juan aquí. Así que todo se queda como está. Solo va a cambiar una cosa, Salvador y su familia van a tener un pequeño accidente y no llegarán con vida a la prisión.

. - ¿cómo dice, señor?, pero eso es un…

. - ¡o ellos o nosotros!, Elige, capullo. Prepáralo todo. Saldrán en un rato hacia la cárcel. Que parezca un accidente.

. - señor, no me parece…

. - Alejandro, me importa una mierda lo que te parezca, hazlo y lárgate ya. Ah y no te olvides que tienes que recoger lo que ya sabes.

Alejandro se levantó más que aterrado. Había recibido una orden directa de asesinar a una familia inocente para salvar el culo a un superior, como si los errores no se dieran cada día en el cuerpo.

Aun sin creerme la mala suerte que nos había caído encima, nos volvieron a meter en el furgón policial con destino a la cárcel más cercana. Al ser de madrugada, el tráfico era mínimo, si no, inexistente.

Alejandro y un par de secuaces que obedecían sin decir ni mu, esperaban la llegada del furgón para embestirlo y de paso, con ayuda inestimable, prenderle fuego con todos dentro, reos y policías. Aquello iba a ser una masacre que sería informada como un accidente fortuito, donde el furgón se incendió posteriormente.

El problema era que esta noche no iban a tener suerte, pues se les metió por medio un borracho, de los que había muchos, después de salir de una de las discotecas de moda con más de una y dos copas de más.

Alejandro y sus secuaces vieron cómo, un cruce antes de que el furgón llegara ante el que ellos estaban situados esperando para embestir al furgón policial, un coche a todo meter, se saltaba un semáforo en rojo, embistió al furgón por su lateral trasero, consiguiendo que el vehículo diera varias vueltas sobre sí mismo, para después dar varias vueltas de campana al caer por una calle lateral más baja. El auto empezó a soltar fuego por su motor, aunque de momento en pequeña cantidad.

. - la madre que lo parió –dijo Alejandro- nos ha jodido ese mamón-.

. - señor, ha hecho lo que nosotros íbamos a hacer. Así que, todos contentos. Seguro que han palmado. Encima nos han hecho un favor. Ese humo solo indica que la cosa esta finiquitada, señor.

. - sí, tienes razón. Después de todo el que se saltó el semáforo hizo nuestro trabajo. Acordaros de pasar por la morgue y recoger el material.

. - delo por echo. ¿Nos vamos entonces?

. - sí, nos vamos. Dejadme en casa y vosotros ir a esperar a los muertos en la morgue para limpiarlos.

Dicho y hecho, Alejandro y sus dos secuaces se largaron con viento fresco, creyendo que le habían hecho el trabajo de matarifes.

Sin embargo, no lo habían hecho. Con un fuerte dolor en la cabeza, abrí los ojos y vi que entraba humo en la cabina. Todo estaba patas arriba, fui despertando a los chicos y a Miranda. No parecían heridos, pero si atontados. Los dos agentes estaban uno sobre el otro desmayados. Me acerqué al que le había visto que tenía las llaves de las esposas que llevábamos y se las quité. Primero me liberé yo, luego hice lo mismo con los míos.

La puerta estaba medio desencajada y con una patada, la acabé de abrir del todo.

. - salgan todos, esto va a explotar –grité-.

Los míos salieron quejándose de dolores, pero los agentes ni se movieron, así que los saqué uno a uno y los alejé del auto en llamas. Luego me acerqué al conductor, estaba muerto, pero, aun así, lo saqué y lo alejé también, poniéndolo junto con los otros dos.

. - vámonos, ya nada más podemos hacer aquí –dije cogiendo de la mano a Sofía y alejándonos de allí, los otros nos siguieron-.

. - ¿nos escapamos, papá?

. - así es, hija. No soy ningún terrorista y no voy a consentir que nos echen el mochuelo. Contigo, Miranda, hablaré después, ahora larguémonos de aquí.

Cuando estaba a una calle del siniestro, una explosión del tanque de gasolina del furgón se oyó en todo el barrio, haciendo funcionar las alarmas de muchos vehículos de la zona. Aquello me dio una idea y busqué un todo terreno adecuado y dándole una patada, le rompí el cristal lateral. La alarma sonó, claro, pero me metí bajo el volante y arrancando cables por aquí y por allá, dejó de sonar y puse el vehículo en marcha.

. - ¡arriba, nos vamos!

No preguntaron, se subieron y partimos de allí como alma que lleva el diablo.

Amaneció conmigo al volante. Estaba exhausto, pero tenía que llegar a mi destino y que no era otro que a un piso franco fuera de la ciudad. En un pueblo cercano en el espacio, pero no en el tiempo, pues di un buen rodeo.

Cuando llegamos, aún no había mucha gente por el vecindario. Oculté el vehículo entre otros muchos que había por las calles aledañas. Luego nos acercamos a la casa franca a pie. Hasta que no entré en la casa, no respiré hondo. Suerte que siempre ponían la llave en el mismo sitio, tras el buzón correspondiente.

Una vez dentro, pedí que descansaran un poco, pues tendríamos que movernos de nuevo.

. - papá, ¿ahora qué vamos a hacer?, nos buscarán por todas partes –dijo Sofía con lágrimas en los ojos-.

Besé aquellas lágrimas suyas y la abracé.

. - no dejaré que nos cojan. Somos inocentes y saldremos de ésta. Descansa ahora, hija. Voy a darme una ducha, estoy exhausto y necesito descansar un poco para poner las ideas en orden.

Cuando salí del baño, los chicos dormían en una cama cada uno. Me fui a la de matrimonio, donde Miranda me esperaba. Con solo la toalla por ropa, me tendí en la cama y claro, la picha y los huevos salieron a la luz, pero eso no me importó, pues tenía tanto sueño que cerré los ojos.

La mano de Miranda cogiéndome la polla y haciéndome una suave paja, me hizo abrir de nuevo los ojos.

. - déjamela tranquila. Tú y yo aún tenemos que hablar largo y tendido. Date una ducha y descansa. Ya veré que hago contigo.

. - perdóname, por favor.

. - me parece que no, cariño. Eso sería demasiado fácil para lo que me has hecho a mí y a los chicos.

Me giré y cerré los ojos de nuevo. Sentí como Miranda se bajaba de la cama y salía de la habitación, sin duda a darse una ducha. Luego quedé grogui.

Abrí los ojos al sentir una mano. Era Jorge, que jugaba con mi polla que seguía a la vista. Cuando Jorge sintió que lo miraba, apartó de inmediato la mano, pero la mía fue bien rápida y se la volví a poner donde la tenía.

. - sigue, me gusta.

. - perdona, papá –dijo el chico-.

. - perdonado, pero sigue hijo.

Jorge cogió aire en sus pulmones y con una leve sonrisa, continuó pajeándome la polla. Me gustaba, no cabía duda. Ya había tenido experiencias homosexuales por mi trabajo, pero nunca con Jorge, así que aquello me alegró el día.

Jorge estaba fuera de la cama, inclinado hacia mi polla. Aquello me encendió una lámpara y poniéndole una mano en el cogote, fui haciendo que se inclinara hacia mi polla. Cuando estaba a un palmo del miembro me miró como pidiéndome permiso. Asentí y bajó hasta meterse la polla en su boca. Oh, Dios bendito. Aquello si era un despertar placentero.

Miranda entró en la habitación y se asombró de lo que veía. Tanto yo, como Jorge nos dimos cuenta de su presencia y entonces volví a apretarle la cabeza a Jorge para que continuara mamándomela.

. - termina, Jorge. No me dejes así ahora.

. - pero…

. - mamá comprende, ¿verdad mamá?

Miranda tragó saliva y asintió, para luego salir de la estancia.

Jorge, con el visto bueno de ambos progenitores, se empleó a fondo y consiguió darme el placer final con una eyaculación que no permití que se perdiera fuera de su boca. Tuvo que tragársela, pues mi mano le impedía dejar de hacerlo. Una vez me la hubo dejado seca y limpia de leche, dejé que Jorge se levantara y me senté en el borde de la cama.

El chico se alejaba, pero lo paré en seco.

. - acércate, seguro que estarás empalmado y con deseos de soltar lastre.

. - sí, pero…

. - anda, ven.

Jorge se acercó a su padre y allí mismo, sentado, le bajé la cremallera y sacándole la polla empalmada, me la metí en la boca, haciéndole mi primera mamada a mi hijo. A Jorge aquello le parecía el paraíso, no solo había mamado una polla sabrosa, sino que la suya propia era mamada por su propio padre.

Pronto explotó en mi garganta y hasta que no dejé ni gota, no dejé de mamarlo. Luego volví a guardársela, después de darle un beso en la punta de su capullo.

Jorge salió de allí y cuando me colocaba la toalla alrededor de la cintura, apareció Sofía con otra toalla alrededor de su cuerpo, ocultándole pechos y pubis.

. - ¿cómo estás, cariño?

. - ¿qué nos está pasando, papá? –dijo abrazándome y temblando-.

. - aún no lo sé, cariño, pero lo averiguaré.

Con el abrazo, tanto su toalla como la mía, se deslizaron hacia el suelo. Ella admiró mi miembro que encogido y todo era un portento de la naturaleza y yo su esbelto cuerpo. Me agaché y le cogí su toalla. Antes de colocársela sobre sus pechos, besé cada pezón con un suave beso, que hizo que se le endurecieran al instante. Luego ella se agachó y cogió la mía, le echó un largo vistazo a mi polla e insuflando aire a sus pulmones, me tapó mis vergüenzas.

. - anda, vete a vestir, hemos de buscar dinero, comer algo y comprar ropa.

Ella, colorada, no dijo nada y salió de allí hacia su habitación. Una vez vestido, entró Miranda, que se vino hacia mí.

. - Salvador, eso que has hecho con Jorge…

. - Miranda, tú te callas. Si nuestro hijo le gusta los de su sexo, ¿qué mejor que practique con su padre?, además, me ha gustado cuando me la mamó, todo hay que decirlo. Así que, punto en boca. En cuanto a ti, ve preparando los papeles del divorcio y claro, los chicos se quedan conmigo.

. - no por favor, los niños no me los quites.

. - haberlo pensado antes. Mira que eres puta, encima con Mustafá. ¿Qué?, ¿la tenía más grande que la mía o qué?

. - perdóname, me sentía sola… Tú siempre estabas fuera.

. - ya, bonita disculpa. Dísela al juez.

. - Salvador, haré lo que tú quieras, pero no me quites a los niños.

. - ahora no estoy para pensar en la putada que nos has hecho. Cuando lo tenga claro, ya te diré algo más al respecto.

. - haré lo que sea. Yo te quiero, aunque no me creas ahora.

. - la verdad es que no, no te creo.

Salí fuera, al saloncito, allí nos esperaban Jorge y Sofía.

. - ¿os vais a divorciar? –nos preguntó a los dos nuestro hijo Jorge-.

Miranda apartó los ojos de sus hijos. Yo no.

. - hijos, lo que ha hecho vuestra madre no tiene nombre. De momento seguiremos juntos hasta solucionar lo que tenemos encima, luego ya veremos qué hacemos. Ahora, lo primero es buscar dinero y ropa que ponernos. Debemos pasar desapercibidos. Buscarán a cuatro personas juntas, así que iremos por parejas. Vosotros dos –les dije a Jorge y a Sofía- iréis juntos, pero no muy lejos de mamá y yo que también iremos juntos. Primero nos llegamos a la estación de trenes, allí tengo una caja con dinero para emergencias en mis misiones, luego comeremos algo y después compramos ropas y alimentos. Robaré un vehículo para desplazarnos. Iremos a casa de un amigo que sé que está en el extranjero y sé dónde tiene la llave. Allí os dejaré y veré si puedo arreglar este desaguisado, después de hablar con vuestra madre largo y tendido –dije mirándola a los ojos. Ella soltó una lagrima, pero ni puto caso le hice, por ponedora de cuernos- vámonos ahora-.

Robé otro auto. Aquello se estaba convirtiendo en una costumbre.

Llegamos cerca de la estación de trenes, dejando a los míos en el auto. Me acerqué a la taquilla donde estaba el dinero. Suerte que tenía la llave oculta cerca y una vez con ella en la mano, saqué un maletín, donde el dinero estaba a mi disposición, así como otros cachivaches de espía.

Uno de estos aparatos empezó a sonar sin previo aviso. Cuanto más me acercaba a la maleta, más sonaba. La puta que los parió, me había puesto un micro y si me los pusieron a mí, también a los demás, me dije.

Me acerqué a los baños y fui localizando los micros. Tenía cuatro nada menos. Cuando el aparato ya no sonó más, eché los micros en la vasija y pulsé para que el agua se los llevara al infierno. Volví a vestirme y salí de allí, dirigiéndome al vehículo robado.

Según llegué al auto, supe los nervios que estaban pasando los chicos y más que iban a pasar.

. - cambio de planes, chicos. Nos iremos un momento a un descampado, estamos llenos de micro-localizadores. En mi ropa había cuatro y vosotros no tendréis menos.

Saqué la raqueta busca micros y no paró de sonar cuando se la pasé por el cuerpo de los chicos.

Arranqué y salí de allí a toda mecha, buscando una zona tranquila, encontrándola en un parque abandonado no muy lejos de allí. Nos adentramos en el follaje y junto a una piedra empecé a buscar los chivatos electrónicos.

. - acércate, Jorge. Ve desnudándote y dándome la ropa, luego de que la haya despiojado, podrás volver a ponértela.

A Jorge aquello casi le gustó. Sería objeto de inspección por parte del grupo. Se sacó los pantalones y con la raqueta, le saqué un chivato en el interior de un bolsillo. Luego lo puse sobre la roca y le pasé de nuevo la raqueta, así hasta que se quedó desnudo del todo, con su pene mirando hacia arriba, pues había empalmado a ojos vista.

Los calzoncillos también tenían un chivato. Luego le pasé por su cuerpo el buscador y volvió a sonar. Aquello ya era el colmo, pues sonaba dentro de su ano.

. - ¿cómo es posible que tengas un chivato en tu ano, Jorge?

. - recuerdo que me dieron algo y perdí la noción del tiempo durante unos minutos.

. - hijos de puta. ¿No lo sentías en tu ano?, eso se siente. Anda, date la vuelta y agáchate.

Abrí el maletín y saqué un guante que me puse en mi mano derecha. Luego introduje un par de dedos a todo lo que daban y allí sentí algo. Tiré del objeto y vi que era un chivato aún más pequeño y lleno de heces. Lo puse junto con los otros encima de una hoja de periódico que estaba usando para recolectarlos.

. - Ya puedes darte la vuelta, hijo.

Me quité el guante y lo puse junto con los chivatos. Jorge no hizo nada por taparse su pene y sonriendo, le pasé mi mano por todo él, consiguiendo excitar aún más a mi chico.

. - anda, guárdate esa preciosidad –dije besándole la punta, para luego girarme hacia Sofía- ahora te toca a ti, querida.

Sofía se había corrido solo viendo la escena de su hermano desnudo y siendo besada su punta de la polla por su padre. Así que fue desnudándose y entregando su ropa. Conforme encontraba aparatos y poniéndolas sobre la roca, se iba quitando el resto.

Con el sostén en mis manos, encontré otro más. También en sus bragas. Una vez sin ropa, le pasé la raqueta una última vez y no había nada más.

. - papá, ¿estás seguro que no hay nada más dentro de mí?

. - seguro, el aparato no canta.

. - mejor es que te asegures bien –dijo Sofía sonriendo y poniendo una pierna sobre un lateral de la roca, ofreciéndome su chumino para que se lo inspeccionara-.

. - cómo quieras, hija –dije sonriendo-.

Cogí otro guante y me lo fui a poner. Sofía me lo impidió.

. - no es necesario el guante, papá. Confío en ti –volvió a sonreír de aquella manera que me la ponía dura-.

Sin más dilaciones, introduje un par de dedos en su vagina a todo lo que daban y así, disfruté unos segundos pajeándola. Luego me dejé de gilipolleces y directamente puse mi lengua a hacer el mismo trabajo, mientras Sofía jadeaba de placer, pues su clítoris también participaba al ser pajeado con uno de mis dedos.

Me salí tan pronto como comencé.

. - date la vuelta, querida.

Lo hizo y allí emplee solamente mi lengua, mientras ella misma jugaba con su clítoris para aumentar su disfrute. Finalmente, se dio la vuelta y me puso uno de sus pechos en las narices que no tuve por menos que comérmelo durante un par de largos segundos.

. - dejémoslo, cariño. No tenemos tiempo. Vístete por favor. Jorge, ¿aún la tienes fuera?

. - papá, no hay derecho. A mi apenas me has tocado y a Sofía en cambio…

. - serás tonto. Anda, ven y que no pase más.

Jorge, sonriendo se acercó con su polla en su mano y me la metió en la boca. Se la mamé durante cinco segundos, suficientes para que explotara en mi boca su orgasmo acelerado. Una vez tragada su corrida, le di unos lametones finales. Cuando me separé, me pasé la lengua por los labios.

. - pues sí que estabas caliente, hijo. Ahora vestiros los dos o no respondo de mí.

. - gracias, papá –dijeron ambos al unísono-.

. - y ahora, tú, Miranda.

Con Miranda, la cosa fue más rápida aún, pues estaba en pelotas y con la ropa en sus manos. Me las fue pasando y despiojando. Ella también tenía los espías encima. Luego de buscar en su cuerpo desnudo, dejé el aparato en el maletín.

. - ya puedes vestirte, Miranda.

. - ¿y ya está?, ¿a mí no me inspeccionas bien como a Jorge y a Sofía?

. - tu aún no te lo has ganado, por puta. Terminad de vestiros mientras entierro los micro-localizadores. Puede que me hagan falta más adelante.

Mientras se acababan de vestir, hice un agujero detrás de la roca y allí enterré los micros lo más profundo que pude con las manos y un cuchillo que había cogido de la casa.

De camino a un centro comercial, me detuve a un lado de la calzada y esperé unos segundos por si nos seguían. No parecía seguirnos nadie, pero, aun así, no las tenía todas conmigo, volví a sacar la raqueta busca-chivatos y la pasé por encima de todos nosotros y del auto también. La lucecita y el sonido volvió a saltar y aquello alarmó a la concurrencia, incluido a mí.

. - pero qué coño… –dije-.

El brazalete de Sofía era quien estaba tocando los huevos.

. - querida, déjame el brazalete, por favor.

Lo revisé y saqué el micro de entre una de sus gruesas argollas. De hecho, imitaba una argolla como la original del brazalete.

Con el cuchillo la saqué y la miré bien. Jodidos japoneses con sus miniaturizaciones, me dije.

Lo puse sobre una parte metálica del volante y con el mismo cuchillo, le di fuerte, rompiéndolo. Luego la raqueta no dio más resultados positivos.

. - lo siento, papá. Me lo había quitado cuando bajé del auto.

. - no es culpa tuya, sino de esos cabrones que nos detuvieron. Al menos ahora no tenemos que preocuparnos de que sigamos teniendo más aparatos de seguimiento. Vayamos a comer y comprar la ropa, pues estoy hambriento. Pero antes quiero un beso de cada uno.

Jorge fue el más rápido y me comí su boca por un largo medio minuto. Luego Sofía se pegó a mí y me comí también sus labios, al mismo tiempo que les metía mano a sus mamas XXL, de calidad superior. Cuando la dejé, casi la tenía asfixiada, pero contenta.

Miranda puso sus labios para que se los besara, cerrando los ojos, pero no los besé. Por lo que ella los volvió a abrir.

. - Jorge, Sofía, besad a mamá por mí y hacedlo como yo con vosotros. Incluido el sobeo de pechos. ¿Verdad que lo deseas, querida?

Miranda tragó saliva y no pudo negarse.

. - sí, claro.

Esta vez fue Sofía quien se morreó con su madre, mientras les metía mano a sus pechos, copias de ella, pero aumentados un cien por ciento. Dejó roja y sin respiración a Miranda cuando se separaron. Luego le tocó a Jorge, que también se comió los labios de su madre, mientras le metía mano bajo sus bragas. Ella fue a quejarse, pero una mirada mía fue suficiente para dejarse meter mano por su hijo.

Ella no pudo negar que tuvo un orgasmo al ser sobada vaginalmente por Jorge, aunque no lo quiso aceptar.

. - Papá, ¿puedo un poco más?

. - pídeselo a ella, hijo.

. - ¿puedo, mamá?

Volvió a tragar saliva y sin abrir la boca, asintió.

. - gracias, mamá.

Como pudo, Jorge se metió entre las piernas de su madre y bajándole las bragas, comenzó a comerle el chichi a su progenitora. Ahora sí que su madre comenzó a gemir como lo que era, una jodida puta.

(Parte 1 de 11)

FIN