Humillando a mamá
Cuarta parte de Regalo de cumpleaños Mi hijo vuelve a tenerme en sus manos, merced al chantaje al que soy sometida por parte de su mejor amigo. Al ir con una máscara, sigue sin reconocerme. (Con foto)
Llegar a casa, después que mi hijo hubiera utilizado mi cuerpo para estrenarse sexualmente, me parecía un infierno. Iba a verle la cara, aunque él no supiera que yo era la mujer con quien había tenido sexo aquella tarde.
Tenía los ojos muy irritados de haber llorado tanto, por lo que fingí un catarro y me fui a la cama a dormir. Esto era un decir, puesto que mis problemas ahora eran muchos, ya que mis dos subordinados habían abusado de mi y no podía denunciarlo. Eso me dejaba en cierta inferioridad ante ellos a la hora de dar órdenes.
Sorprendentemente, esa noche, conseguí dormir unas horas, pero al día siguiente, me volví a sentir abatida y avergonzada. No obstante, tenía que tomar cartas en el asunto.
Cuando llegué al trabajo, reuní a Iñaki y a Gabriel en mi despacho.
- Quiero que me entreguéis los books que os dio Marcos. Los quiero ahora mismo.
Estaba segura que no se habían arriesgado a llevarlos a casa, y que los tendrían en la oficina. Así fue, me los entregaron.
- Podéis presumir de haberos tirado a vuestra jefa, pero no hay ninguna prueba de ello, por lo que nadie os creerá. Otra cosa, aunque Marcos dijo que no os podía despedir, si vuestro trabajo es deficiente, lo haré. Queda claro?
Los dos hombres asintieron y se marcharon a sus respectivos sitios.
Los días siguientes, transcurrieron de forma rutinaria. Ninguno de ellos hizo mención al suceso, ni se producían bromas al respecto, al menos, delante de mi.
Al menos me sentía tranquila, porque pensaba que ya no volvería a usar Marcos esas fotos y esos videos que tenía. Eso me tranquilizaba, aunque a veces, reconozco que me asaltaban ciertas dudas puesto que el niñato, era maquiávelicamente diabólico.
Habían pasado ya dos meses del suceso, y poco a poco, iba superando el trauma. Ahora podía mirar a mi hijo a la cara. Lo recordaba como un mal sueño, aunque en mi mente veía los ojos desorbitados de mi hijo, y sentía como me había penetrado. Cuando eso me venía a la mente, me agobiaba y tenía que salir a tomar el aire hasta que me relajaba.
Una mañana, recibí el terrible aviso de Ana a través del teléfono interno.
- El señor Marcos García se encuentra aquí, y quiere verla.
Qué hacía él en mi oficina? Hoy era día de clase, mi hijo Carlos estaba allí. No quería ver a Marcos para nada. No me interesaba lo que él pudiera decirme.
- Hazle pasar, le respondí.
Estaba muy nerviosa, pero no tenía otro remedio y Marcos se sentó en una silla en frente de mi.
- Buenos días, Alicia.
- No quiero verte. No me interesa nada de lo que tengas que contarme. Lo que me has, nos has hecho, incluído Carlos, es canallesco. Además, deberías estar en clase.
- He ido al médico, y me he tomado el resto del día libre. Vengo a decirte que a tu hijo le impresionastes. No para de hablar de la Señora X, y eso que hace dos meses ya de ello.
- Dame todas las fotos que tienes mías, y los videos. Quiero destruírlos.
- No voy a hacer eso y tú lo sabes. En realidad venía a pedirte que visites de nuevo mi casa.
- Qué dices? Me dijiste que no volverías a chantajearme con las fotos. No iré a tu casa, no volverás a tocarme, ni tú, ni ningún amigo tuyo.
- Vas a venir a mi casa. Sólo estaremos otra persona y yo. La otra persona es tu hijo. Volveremos a hacer lo mismo. Él no sabrá que eres tú.
Apoyé mi cabeza sobre mis manos. Estaba temblando de pensarlo. Quería mantener la calma, pero no podía. Tampoco podía ponerme a gritar, ni echar a Marcos de allí, porque sabía lo que sucedería.
- Te daré ciertas concesiones a cambio. En primer lugar, dejarás de ver a Iñaki y Gabriel. Luis está al corriente, desde la empresa matriz, y acepta tu petición de despedirlos. Sé que has recuperado los books, por lo que no tienen nada para utilizar en tu contra.
- Tienen el recuerdo de lo que pasó. No iré a tu casa. Antes de hacerlo, me suicidaré para que no puedas volver a chantajearme.
Marcos estaba muy tranquilo. Tenía todo controlado. Se sentía muy seguro.
- No hay más contemplaciones, Se terminaron. Te he comprado ropa, que espero sea de tu talla, para que no reconozca tus vestidos cotidianos, y vas a venir mañana a casa conmigo. Te recogeré a mediodía y comeremos allí. Sino lo haces, ya sabes las consecuencias.
Otra vez el chantaje de las putas fotos a mi hijo.
- Y te diré algo más. Si te vas del trabajo, si cambias a Carlos de colegio, si desapareces, incluso si te suicidas, como acabas de decir, aunque estés muerta, tu hijo verá esas fotos, te doy mi palabra y sabes que la cumpliré.
Era un canalla muy inteligente, pero quería llevarle a mi terreno.
- Y si Carlos no quiere ir mañana? No es tan pervertido como tú.
- Ya me di cuenta el día que "te conoció", dijo irónicamente. Me extrañaría que eso pasase. Yo no te tocaré un pelo, ya me he cansado de hacerlo, y si decide no venir, no habrá fiesta. Pero siempre que sea por un acto voluntario suyo. Si le impides salir de casa, o le obligas a estar en otro sitio a esa hora, ya sabes lo que pasará.
Según salió de la oficina, les di una caja para que recogieran sus cosas, despedí a mis dos directores, y dije a mi secretaria que no me pasase ninguna llamada. Tenía que pensar algo para disuadir a Carlos de que disfrutase de esa mujer que era yo. Si lo conseguía, no tendría que estar con él.
Me fuí pronto a casa. Necesitaba hablar con mi hijo. Cuando llegué estaba estudiando, y me senté a su lado.
- Carlos, hijo. Hace tiempo que no hablamos. Va todo bien?
- Si mamá, muy bien.
- Tienes novia? Alguna amiga que te guste? Mira, quiero que salgas con chicas de tu edad. No vayas con prostitutas, seguro que pronto tendrás novia. No quiero que tengas sexo esporádico y si sientes necesidad, hablaré con tu padre para que te lleve a algún club.
No podía creer lo que le estaba diciendo a mi hijo, pero me estaba jugando mucho. Todo valía para disuadirle de que acudiera al día siguiente a casa de su amigo.
- Hay mucho peligro en el sexo esporádico para los jóvenes. Quiero que me prometas que me harás caso. Me gustaría que estudiases un poco más también. Procura salir menos.
- Te lo prometo mamá. Estudiaré más. Por cierto, mañana he quedado con Marcos en su casa.
- Me gustaría que empezases a estudiar más, sé que eres responsable, pero quiero que estés más tiempo en casa.
- Bien, mamá.
- A Marcos no le digas que tu madre no te deja salir. Eso hace quedar mal, y se acabarán riendo de ti.
- Te haré caso mamá.
Lo dijo en tono serio. Mi hijo era estupendo, y estaba segura que no acudiría a casa de Marcos. No obstante, estaba muy nerviosa, puesto que temía que algo más pudiera ocurrírsele al maquiavélico Marcos.
A las dos llegó el niñato. Se había saltado las últimas clases para acercarse a la oficina.
- Llévame en tu coche. Lo aparcaremos en el garaje y Carlos no lo verá. El vendrá a las cuatro. Así que no tenemos mucho tiempo.
Aunque no estaba del todo segura, pensaba que mi hijo no aparecería después de la conversación que tuvimos. Pero si lo hacía, no sabía si podría volver a soportarlo. Si mi hijo me ponía un dedo encima, gritaría, le pediría que parase y que era su madre.
En el coche iba pensando mil cosas. Quería liberarme de todo lo que me estaba pasando, pero no habiendolo hecho el primer día, en el que hubiera tenido la pequeña posibilidad de que mi marido me creyese, ahora ya no había esa opción, y temía que también pudiera enseñarle las fotos a él.
Ese día si comí algo. Fue rápido, porque según Marcos, no teníamos mucho tiempo. El servicio guisaba muy bien. Me sentía segura porque confiaba en mi niño aunque estaba muy tensa.
- Alicia, me gusta verte serena. Siempre has estado triste mientras estábamos contigo, y la mayor parte del tiempo llorando. Eres muy guapa. Ponte esta ropa que te he traído. Ve a cambiarte al dormitorio o al baño. No hay cámaras, te doy mi palabra. Ah, y no sé si llevas medias, puesto que vas con pantalones, pero no te las pongas.
Su palabra no valía mucho, pero pensaba que no las había. No las necesitaba. Abrí la bolsa de la ropa que había comprado el niñato. Temí que fuese algo erótico, pero nada más lejos. Una falda gris, a media pierna y una camisa blanca de manga larga. Había también unos zapatos negros de tacón, una pulsera, imagino que para disimular y un sujetador y tanga rosa.
Salí de nuevo al salón. Eran casi las cuatro. Marcos me dijo que cuando sonara el timbre, me pondría la máscara que habíamos usado la última vez.
Mi corazón latía a mil. No podía estar quieta, y me movía nerviosa por el salón de la casa.
Los minutos iban pasando. Eran ya las cuatro y cuarto, y Carlos no había llegado. Estaba segura, había ganado. Mi hijo es muy puntual, pensé, y si quisiera, ya habría venido.
- Las cuatro y media. Qué raro¡¡¡ Dijo el anfitrión Le estoy llamando y no me coge el teléfono.
Yo reía por dentro. Había ganado una pequeña batalla, Carlos me había hecho caso, y no acudiría. Todo había terminado. Al menos al episodio con mi hijo.
Dos minutos después sonó el timbre. Mi corazón latía a mil revoluciones. Dios mío, sería él, habría venido?
- Ponte la máscara. Yo te ayudo a meter el pelo por dentro.
Temblaba. Estaba asustada. Temía lo peor. Igual no era él, pero ya no me sentía segura.
Carlos entró en el salón de la casa. Al verlo me hundí.
- Hijo, por qué has venido, pensé. Me lo prometiste ayer.
- Carlos, tío, llegas media hora tarde. Qué coño te ha pasado? Te llamé al móvil y no contestaste.
- Yo vengo en transporte público. Perdí un autobús y esto está en el culo del mundo. El móvil está en casa. Se me olvidó cargarlo, pero he traído una cámara de fotos.
- Dios mío, noooooo, por dios, otra vez igual.
- No Carlos, hoy sólo te voy a permitir que hagas una foto. Elíge bien la que quieres. Es un deseo de la señora.
Mi hijo era otro pervertido igual que todos los hombres.
- Carlos, saluda a nuestra invitada.
Se acercó y me dio dos besos a la altura de las mejillas.
- Las normas son las mismas que la otra vez. Tienes que darle a Mrs X, órdenes concisas, con mucho detalle. Ella te irá obedeciendo. Le encanta que le ordenen para poder obedecer.
Todo lo conciliador que se había mostrado Marcos en los dos últimos días, había desaparecido. Su grado de ensañamiento volvía a ser como siempre.
Me ahogaba, quería terminar. Llegué a llevar mis manos a la máscara para quitármela y que mi hijo supiera la verdad, pero pensé en él. No podía ser tan egoísta. Si eso sucedía, tal vez su vida cambiase para siempre. Mis lágrimas ya estaban rodando por mi mejilla. La nueva sesión de abuso de mi hijo iba a comenzar.
- Sabes, Carlos? Ella es muy vergonzosa, pero le da muchísimo morbo que chicos jóvenes la vean, la toquen, por eso hay que decirle exactamente lo que quieres. Puedes empezar.
Que me daba morbo? Qué me gustaba que me mirasen? Llevaba sufriendo abusos los últimos meses, y no lo soportaba.
- Desnúdese para que pueda verla.
- No, no. Así no. Tienes que decirle. Quítese la blusa, por ejemplo.
No quise dar la oportunidad a mi hijo que me lo dijese y me comencé a quitar la camisa poco a poco. No obstante, me iba a dar cuenta que mi hijo iba a aprender enseguida de Marcos.
- No quiero que se quite la falda. Quiero que se la suba por delante y la meta entre su cintura.
De nada había servido mi conversación con él. No podía parar de llorar, mi hijo era un pervertido, aunque para él no resultaba una violación, puesto que no sabía nada del chantaje. Me subí la falda, y quedé con mi braga rosa al descubierto. Afortunadamente, no era transparente.
- Ahora fuera sujetador, ordenó mi hijo.
Ahora se le notaba con cierta soltura. Me quité el sujetador, volviendo a dejar a su vista mis pechos, que tapé rápidamente con mis manos.
- Dos cosas, una a usted, señora X, quite las mano, y por favor, Marcos, me gustaría que volvieras a traer el colchón aquí, como hiciste el otro día.
Obedecí y aparté mis manos. El anfitrión, por su parte, trajo el colchón y que de forma casi instantánea quedó inflado. Tiró una colcha por encima de él, para que pudieramos utilizarnos.
Mi hijo se acercó a mi y comenzó a besar mi cuello, hasta que bajó a mis pechos. Los mordía, ahora con mucha confianza y seguridad, hasta que consiguió ponérmelos de punta por los nervios que sentía. Se puso detrás de mi espalda, y tocó mis pechos, abrazándolos, mientras besaba mi cuello y mi máscara.
Miraba a Marcos, que disfrutaba viendo como mi hijo disfrutaba de lo que para él era una desconocida, una mujer morbosa, pero que el otro conocía bien lo que estaba pasando en mi mente, debajo de esta máscara.
Carlos me besó por todo el cuerpo, hasta que volvió a sacar la falda, que tapó de nuevo mis bragas. Acarició levemente mis muslos, hasta que volvió a ordenarme.
- Ahora si quiero que se quite la falda.
En esos momentos de tensión que estaba viviendo, no me causó especial trauma quitármela y lo hice casi sin dudar.
- Siéntese de rodillas encima del colchón.
Marcos también le miraba sorprendido de su soltura. Yo me sentía una puta en sus manos, pero no podía negarme a nada de lo que me pidiera, si hablaba reconocería mi voz, y si me negaba a algo, Marcos contaría todo.
Hice lo que me pidió. Aunque siguió dándome órdenes.
- Quiero que agarre su tanga y lo desplace. Poco a poco. Hasta que vea su raja. Esta es la foto que elijo hoy.
Cuando mi braga estaba apartada, oí el click de la cámara de fotos.
Mi sexo ahora tenía un poco más de pelo. Una vez más, lo había hecho a gusto de mi marido, y tenía forma de triángulo invertido.
- Déjeme tocarlo, señora.
Se acercó a mi y fue directamente hacia mi sexo. Pasó la mano por encima del pelo, que le hizo cierta gracia su forma, con su dedo me tocó el clítolis, moviéndolo hacia los lados, y por último metió su dedo en mi vagina.
- Está un poco seca. He traído una solución para ello. Pero antes de nada, quítese el tanga
Era la primera vez que me iba a quitar las bragas delante de alguien que no era mi marido. En todas las ocasiones, para los que me habían utilizado, había sido un placer hacer ellos el trabajo, algo que salvo en la ocasión que tuve que elegir quien lo hacía, me resultaba más cómodo de hacer.
Sacó un bote de gel íntimo para lubricarme. Sacó bastante del bote, lo llevó hacia sus dedos, y los llevó hasta mi coño.
Comencé a llorar de nuevo en silencio. Intenté evadirme, cerré los ojos e imaginé que era Arturo, mi marido quien me tocaba. Llegué a perder la noción de lo que sucedía, y cuando quise darme cuenta, un gemido mío, me volvió a la realidad.
Vi la cara de sorpresa de Marcos, que no dijo nada, pero que había observado como por unos instantes había disfrutado. Aunque no lo podía saber a ciencia cierta, estaba segura que me había llegado a mojar. Quise volver a mi realidad, y preferí la pena y la humillación antes que disfrutar de lo que me hacía Carlos.
- Me gusta el aspecto que tiene ahora su coño, está muy brillante.
Aceró su boca hacia él, y comenzó a meter su lengua. Me mordía los labios y chupaba mi clítolis. Me hacía estar muy abierta. Por un lateral, se acercó a mi, y comenzó a succionar uno de mis pechos, mientras que con el otro lo apretaba fuertemente con su mano.
Se subió sobre mi. Me acarició antes de nada mi sexo y colocó su pene en la entrada. De nuevo supliqué mentalmente que parase, aunque me había demostrado que era un bastardo, aunque fuese lo que más quería en este mundo, era un pervertido por todo lo que estaba haciendo. Colocó su pene en mi vagina y la introdujo lentamente. Se le notaba muy concentrado, no quería correrse pronto. No podía soportarlo. De nuevo pensé en dejarme llevar, pero no quería disfrutar con ello, así que me mantuve abierta de piernas, entregándole mis pechos y mi sexo, hasta que por segunda vez, me volvió a llenar de leche.
- Me habría gustado metérsela por el culo, pero ya sé que eso sólo quiere que se lo hagas tú. En fin, Marcos, me alegro de haber vuelto por aquí. Muchas gracias por dejarme disfrutar de tu amante.
Su amante? Pensé. Este joven está loco. Deseé que se fuera para poder quitarme la máscara.
Marcos le acompañó a la puerta y después vino a hablar conmigo.
- Me ha gustado la actitud de Carlos, dijo Marcos. Lo ha hecho muy bien.
- Eres un cabrón, lo sabías?
- Si, pero aún tienes que hacer una cosa más por mi. Esta historia está llegando a su fin.
- Quieres más? Eres un degenerado y un hijo de puta.
- Quiero que escribas esta historia que has vivido.
- Vas a publicar un libro a mi costa?
- No es mala idea, pero lo que quiero hacer es publicar cuatro relatos, todos ellos redactados por ti, en el que con todo lujo de detalles, describirás todo lo que te ha pasado. Quiero que reflejes el placer que hemos sentido, tu sufrimiento, tu humillación...........Por supuesto puedes cambiar todos los nombres, para que nadie pueda relacionarte.
Seguía atada de pies y manos, una negativa tendría fatales consecuencias. El siguió explicando lo que quería.
- Serán cuatro relatos, dijo El primero se llamará Regalo de cumpleaños y describirás como te drogamos con una copa de champán, pero que te permitiría ver y sentir todo lo que estaba pasando.
Me acordaba perfectamente, como si fuese ayer de como comenzó mi suplicio.
- El segundo se llamará, Chantaje de los amigos de mi hijo . En él, describirás como Jaime y Oscar, dos de los mejores amigos de tu hijo, se aprovechan de la situación y permites que estén con una mujer mayor, pero preciosa como tú.
Mis ojos se volvieron a llenar de lágrimas al recordar este segundo episódio.
- En el tercero, los entonces directores operativos de tu empresa, Iñaki y Gabriel disfrutaron de tu cuerpo, terminando con el pastel del estreno de tu hijo con una mujer madura que eras tú. Se llamará: Chantaje: Mi hijo abusó de mi . Quiero saber todo lo que sentías mientras te desnudabas ante él, mientras te disfrutaba. Quiero saber todo.
Ahora mi llanto era enorme. Este joven no tenía piedad.
- Y por último, en este que se llamará: Humillando a mamá , relatarás lo que ha sucedió hoy. Con una salvedad en este caso. Vas a incluir la única foto que te ha hecho tu hijo, y que mañana te enviaré a tu correo.
Marcos abrió la puerta del garaje para que sacase mi coche y me marchase.