Humillada en rehabilitación

Una chica bien de un buen barrio es humillada cuando acude a rehabilitación.

HUMILLADA EN REHABILITACIÓN.

Hola, me llamo Eva María, soy una chica de una pequeña ciudad española, y lo que quiero contarles me sucedió hace algunos meses, lo cuento sumergida en la vergüenza y la indignación, pero creo que es bueno sacarlo fuera, y en este sitio es seguro que la gente lo lea.

Tengo 18 años, soy una chica normalita, mido algo más de uno metro sesenta, soy delgada, morena, tengo unas tetas normales, no muy grandes, pero tampoco estoy plana, y un buen culo. Soy de buena familia, vivo en un buen barrio de mi cuidad, aunque no soy ninguna pija, pero sí que soy de vestir de marca e ir siempre arreglada.

Lo que quiero contarles sucedió, como ya les dije, hace algunos meses. Tuve, para mi desgracia, un accidente de moto, por lo cual tuve lesiones en la espalda y mi pierna derecha completamente escayolada. Pase muchos días en el hospital y cuando por fin salí de allí aún tenía dolores y no podía mover muy bien la pierna que había tenido escayolada. Fui a mi médico de cabecera, y este me mando ir a rehabilitación, para hacer ejercicios con el fin de mejorar mi espalda y la movilidad de mi pierna. El primer volante que me dio era para el día siguiente a la una de la tarde, el propio médico me dijo que en ese centro no hay mucha gente en rehabilitación, apenas algunos ancianos, por lo que podría ejercitarme sin problemas.

Cuando llego el día de mi primera sesión, me tomé un buen desayuno, me pegue una buena ducha, no quiero oler mal, y me vestí para la ocasión. Me puse unas braguitas blancas con rayas azules horizontales, muy cómodas, un sujetador blanco, una camiseta blanca sobre la cual se me marcaba el sujetador, pero al ser blanco me daba igual, unos calcetines deportivos y encima de todo un chándal oscuro. Me calcé mis zapatillas deportivas y nos fuimos mi madre y yo para el centro de salud. Al llegar allí, nos dirigimos a la sala de espera, dónde no había nadie. Nos sentamos un rato, pero mi madre se impaciento y llamó a la puerta, la entreabrió y preguntó algo. Le contestaron, cerró la puerta y se sentó a mi lado de nuevo. ¿Qué te han dicho?, le pregunte. Que ahora salen, me dijo mi madre. No pasó ni un minuto cuando se abrió la puerta y salió un hombre con una carpeta en la mano. El tipo, bajito, estaba calvo pero tenía pelo por la parte de atrás de la cabeza, era feo de cara. Vestía el típico pijama verde que se ven por los hospitales, con sus zuecos también verdes. La camiseta de su pijama verde termina en pico y debajo no llevaba camiseta alguna por lo que se podía ver parte de su pecho lleno de pelos. A mí, entre lo feo que era y los pelos saliéndole de la camiseta me dio un poquito de asco.

El tipo feo nos miro, miro su carpeta, ¿Eva María?, pregunto. Si, conteste yo. El tipo me echo una mirada de arriba abajo, me dio un buen repaso antes de decir nada más, cosa que me dio más asco todavía. Eres la última de hoy, me dijo mientras sonreía dejando ver unos dientes amarillos muy sucios. Estamos con el paciente anterior pero puedes pasar y te voy recogiendo el volante, me dijo. Mi madre y yo nos levantamos. No señora, no, solo los pacientes, le dijo a mi madre. Yo me quede un poco extrañada, mire a mi madre que me dijo, te espero aquí nena. Vale, fue lo único que pude contestar algo nerviosa, pues mi madre me había acompañado en todo desde que tuve el accidente, y aunque quiera hacerme la mayor, aún tengo 17 añitos y eso se nota. Me dirigí a la puerta y el tipo feo me hizo entrar, al pasar a su lado note un olor asqueroso, me fije en que tenía la cara y su pecho todo sudado. El olor corporal que desprendía el cuerpo de ese hombre me hizo arrugar la nariz, pero trate de disimular.

Entre en la sala, está tenía una especie de colchoneta sobre la mayor parte del suelo, como si fuera un tatami, aunque quedaba un pequeño espacio sin nada, solo suelo, donde había una pequeña mesa con dos sillas. Dentro había una camilla en el centro y a un lado algunos aparatos de rehabilitación. En la camilla estaba un señor mayor en calzoncillos, mientras una tía gorda le movía una pierna con fuerza, que por la cara del señor debía de estar haciéndole daño. La gorda vestía también el pijama verde, podía notarle una mancha de sudor en toda la espalda. Llevaba el pelo corto, como cortado con maquinilla. Estaba concentrada en la pierna del anciano por lo que no me prestó atención. El tipo feo me indicó que me sentara en una silla. Lo hice y el tío se puso a revolver unas carpetas que tenía en un pequeño archivador detrás de la mesa. Estaba agachado y podía verle como también tenía la espalda sudada, pero también tenía una mancha en el pantalón, como si hubiera sudado por la zona del culo. Me dio mucho asco y desvíe la mirada, recorrí la sala, que no parecía estar muy limpia. Si mi madre hubiera entrado habría puesto el grito en el cielo. Me fije en el pobre anciano tumbado boca arriba en la camilla y sufriendo, solo en calzoncillos, y pensé que si yo tuviera que quedarme así me moriría de vergüenza.

El tipo feo saco una carpeta y me pidió el volante, yo se lo di. La gorda acabó con el viejo, que le ordeno que se vistiera y se fuera ya, y se vino hacía nosotros. El pobre anciano se vistió en silencio y salió sin decir nada por la puerta, mientras la gorda y el tipo feo miraba una carpeta, que supongo sería mi expediente médico. Desde el otro lado de la mesa me llegaba su olor a sudor, cosa que me estaba dando mucho más asco todavía, sobre todo si pensaba que tendría que tener a la gorda tan cerca de mí, como le había ocurrido al anciano. La gorda leyó en alto, diciendo palabras sueltas, espalda…pierna derecha….completo, bla, bla, bla, decía literalmente. Después se dirigió a mí, bueno, veo que has tenido problemas con la espalda y una pierna. Si, le dijo yo algo cortada. Tu médico nos ha anotado los ejercicios completos para ti, en unas doce sesiones, me dijo. Yo asentí con la cabeza. Levántate, me ordeno. Yo lo hice y me quede de pie delante de ellos. La gorda me pego un rápido vistazo de arriba abajo, negando con la cabeza. Pero es que aquí nadie se entera de cómo hay que venir a rehabilitación, pregunto sin dirigirse a nadie. El tipo feo le contesto, pues parece que no. La tía se acerco a mí, no se puede pisar la colchoneta con calzado de fuera, y encima esa indumentaria no es la adecuada, me dijo señalando mi chándal. Yo…, no lo sabía, dije tímidamente, me estaba poniendo roja. Es la primera vez que vengo a una cosa de estas, le dije. Eso ya se ve, quítate las zapatillas y los calcetines y vente para acá, me ordeno antes de dirigirse al centro ce la sala, quedando a un lado de la camilla. Yo obedecí, me senté y comencé a quitarme las zapatillas. El tipo feo había guardado la carpeta y estaba parado cerca de mí. Mientras me desataba las zapatillas levante la mirada levemente y pude ver como el tipo asqueroso se tocaba el paquete por encima del pantalón con la mirada fija en mí. Yo baje la mirada mientras sentía mucho asco, imaginando lo que ese tipo feo pudiera estar pensando de mí, además como en la parte de arriba del pijama se le ve el pecho, no lleva nada debajo, igual tampoco lleva calzoncillos y se toca su pene sobre el pantalón. El asco iba en aumento, y también empezaba a tener algo de miedo.

Deje los calcetines en las zapatillas y las aparte, al tocar mis pies el suelo estaba muy frio así que salte rápido a la colchoneta. El tipo feo me siguió detrás, muy cerca. Llegue hasta donde estaba la gorda, me acerque a ella. La chaqueta del chándal también, venga, me dijo casi gritando. Yo más nerviosa si cabe, con las manos algo temblorosas, me quite la cacheta, me quedé con ella en las manos, pero la gorda me la quitó y la tiro a un lado, sin mucho cuidado que se diga. Allí estaba yo, con la camiseta blanca a través de la cual se podía ver mi sujetador blando, frente a la gorda y dándole la espalda a un tipo asqueroso que seguro me estaría mirando el culo. La gorda clavo su vista en mis tetas, que se podían intuir a través de la tela blanca de mi camiseta, dándole una perfecta visión de mi sujetador. La gorda se acercó, extiende los brazos, me dijo. Yo los extendí. Comenzó a tocarme los costados, palpando de una forma algo brusca. Por la espalda totalmente recta, me dijo de nuevo. Con los brazos extendidos me quede recta. Haz unas sentadillas, me ordeno. Comencé a subir y bajar, subir y bajar, no lo hacía muy deprisa pero mi respiración se entrecortaba. Estuve unos minutos subiendo y bajando, con la vista de la gorda fija en el bamboleo de mis tetas al subir y bajar.

Me mandó parar. Pon las manos detrás de la cabeza, me dijo. Obedecí. Tienes que girar la espalda pero sin mover las piernas ni los pies, me entiendes, me medio gritó la gorda de nuevo. Si, si, le conteste. Comencé a girar a un lado y al otro. Mal, mal, te he dicho que no muevas las piernas, ayúdame le dijo al tipo feo. La gorda se agacho delante de mí y me sujeto los pies agarrando mis tobillos. El tipo asqueroso se pego a mí, notaba su pecho pegado a mi espalda y muy levemente la zona de su paquete a la altura de mi culo. Ese tío me agarro los brazos y comenzó a girarme, a un lado y al otro. Ahh, grite tímidamente, me duele, les dije con algo de miedo. Pues aún no llegas hasta donde tienes que llegar, me dijo el tipo asqueroso cerca del oído, lo tenía tan cerca que su nauseabundo olor a sudor lo cubría todo. La gorda se levantó, pues si no llega suficiente es porque no te deja la tela de la camiseta, venga, quítatela, me ordeno. Pero…empecé a decir yo, pero me corte. Vamos, que no tengo todo el día. Totalmente colorada y asustada, lleve mis manos hasta la cintura para tirar hacia arriba de mi camiseta, tire hasta sacármela por la cabeza, dejando a la vista mi sujetador blanco, que fue el centro de atención de la gorda mientras me arrancaba de las manos la camiseta para tirarla al suelo apartada. Con mis tetas solo cubiertas por mi sujetador blanco, el tipo asqueroso volvió a pegarse a mi espalda, pero esta vez note que sus manos se paseaban un poco por mi espalada antes de agarrar con firmeza mis brazos detrás de la cabeza. Note su paquete algo más abultado pegado a mi culo. La gorda no se agachó esta vez, sino que puso las manos en mi cintura para girarme al mismo tiempo que el tipo asqueroso.

Estuvimos un rato corto haciendo este ejercicio, con el tío feo pegado a mi espada y la gorda delante, sin perder detalle de mi sujetador. Paramos y me indicó un nuevo ejercicio. Aún con las manos en la cabeza, tenía que hacer giros de cadera, intentando que mi espalda siguiera recta, aunque se doblara un poco. Se parecía al movimiento que se hace cuando las niñas juegan son sus aros. Le gorda se separó un poco, pero el tipo asqueroso se pego aún más, sentía algunos de los pelos de su pecho cerca de mi cuello, pero sobretodo, notaba como iba creciendo su polla a medida que pasaba más tiempo pegada a mi culo, aunque fuera por encima de mi pantalón. Me comenzó a girar y yo me deje llevar. Mi culo se pegaba a su paquete cuando se iba para atrás, y él tío pegaba aún más su polla cuando íbamos hacía adelante. Así pase un buen rato, sintiendo el pene de aquel asqueroso hombre pegado a mí, mientras hacíamos ejercicios, sin que la gorda apartara un solo segundo la mirada de mis tetas. Por fin paramos y el tipo se separó de mí, aunque no mucho, sus manos seguían apoyadas en mi espalda. Yo empezaba a estar algo cansada y también empezaba a sudar un poco. La gorda se acercó de nuevo, Ahora tienes que bajar abajo pero sin doblar la espalda, me dijo. Comencé a bajar mi espalda, intentando que estuviera recta, con los brazos pegados a mi cuerpo. La gorda y el tío feo me sujetaban agarrándome de los brazos, dejando que me quedará así unos pocos segundos. Mientras el tipo me sujetaba, la gorda comprobaba que mi espalda estuviera recta. Palpaba con sus dos dedos, desde la parte baja hasta mi cuello. Pero cuando llego a la a la zona cubierta por mi sujetador, sin cortarse un pelo lo desabrocho, quedando suelto. Todavía me aguantaba por las tiras de los hombros, evitando que mis tetas quedaran del todo al aire.

Por fin me levantaron, yo algo cansada de la postura, y totalmente colorada. Lo primero que hice fue llevarme las manos a mi espalda para abrochar de nuevo mi sujetador, pero la gorda se anticipó diciendo, eso no lo necesitas por ahora, así que será mejor que te lo quites, y túmbate en la camilla. No supe que decir, la gorda se dirigió rápido hasta la camilla y yo la seguí. El tipo feo me seguía. Me senté en la camilla y tenía a los dos frente a mí. Venga que no tengo todo el día, me grito la gorda. Me quité el sujetador, muerta de vergüenza, pero obligada por la situación. El tipo feo, relamiéndose los labios se acerco para cogerlo y tirarlo al suelo. Tenía ese par de ojos fijos en mis tetitas, y supongo que por algo de miedo, mis pezones se pusieron un poco duros, cosa que no pasó desapercibida para ellos dos. Túmbate de espaldas, me ordeno la gorda. Lo hice, algo más alegre de poder tapar algo mi cuerpo de sus dos sucias miradas. Así, de espalda, la gorda comenzó a aplicar friegas con sus manos sobre mi espalda. Lo hacía sin mucho cuidado, me hacía algo de daño. Se untó las manos con alguna crema y siguió a lo suyo, pero empezaba a dolerme. Pasado un rato se apartó de mí, tenía la espalda algo dolorida. Se dirigió al tipo asqueroso para decirle, vamos ahora un rato con la pierna derecha, quítale el pantalón. Yo me quede de piedra, allí tumbada de espadas, con la cara apoyada sobre la camilla acabada de decirle a aquel tipo feo que me bajara los pantalones. No me lo podía creer, muerta de miedo intenté levantar la cabeza para decir algo, pero el tío asqueroso se me anticipó, note sus manos sobre mi cintura, agarró la cintura de mi pantalón de chándal y note sus asquerosos dedos metiéndose por dentro, rozando la goma de mis braguitas. Dio un fuerte tirón hacia abajo y mis pantalones comenzaron a bajar por mis muslos hasta alcanzar mis tobillos. El tipo me los terminó de quitar y los tiro al suelo. Acababa de dejarme en bragas, mis braguitas blancas con rayitas azules, que seguro eran la delicia de esos dos asquerosos. No pude levantar la mirada, pegando mi cara a la camilla, muerta de miedo y vergüenza.

La gorda, aún con las manos pringadas de la crema comenzó a masajearme, aunque haciéndome daño, los gemelos. A pesar de que solo era una pierna la que tuve escayolada, me masajeó las dos. Con sus dos grandes manos, se dedicaba a darme restregones en las dos piernas, una con cada mano. Subió hasta los muslos, y se detuvo durante un rato tocando a gusto mis muslos de niña. Seguro que el tío asqueroso estaba tocándose el paquete con mucho gusto. Sus manos siguieron subiendo, hasta alcanzar mis nalgas, cubiertas por la tela de mis braguitas. Sin cortarse un pelo, la gorda metió sus dos grandes manos por debajo de mis bragas, ahora estaba tocando y apretando mis nalgas, yo no sabía que para una pierna también tenía que masajear mi culo. Mi cara seguí hundida en la camilla, deseando que todo acabara cuanto antes. La tía aparto las manos de mi culo, y entonces dijo algo como aparta eso que no puedo bien, al tío feo. No lo oí muy bien, pero seguidamente note como las manos sudadas de aquel asqueroso se posaban sobre la goma de mis bragas. No quise ni protestar, ahora el miedo me dominada y no sabía qué hacer. El tío comenzó a bajar mis braguitas despacio, para que el momento durara bastante, fueron bajando por mis nalgas, dejando mi culo a plena vista, las bragas se iban enrollando mientras bajaban por mis muslos. Finalmente me las quitaron del todo. Así me quede, completamente desnuda de espaldas a esas dos personas desconocidas y a las que ahora mismo tenía un miedo atroz. Los cachetes de mi culo estaban lo más junto que podía, para que no se viera nada de mi sexo. La gorda se entretuvo tocando mi culo con sus manos, apretujando entre sus palmas cada una de mis nalgas. Estaba muerta de vergüenza, mis pensamientos solo pedían que todo acabara, pero notaba leves susurros, seguro que aquellos dos estaban disfrutando de lo lindo conmigo.

La gorda me cogió mi pierna mala, la que tenía que rehabilitar, y comenzó a doblar mi rodilla para que mi talón tocara mi culete si podía. Lo hacía con una mano, mientras la otra seguía posada en mi otra nalga, que tocaba sin descaro, acariciando con sus dedos todo el esplendor de mi culo adolescente. Paro un rato y me indicó que me pusiera a cuatro patas sobre la camilla. Yo obedecí sin levantar la cara, porque la tenía toda colorada, se mezclaba en mi la vergüenza y el miedo. Me puse a cuatro patas, dándoles una vista perfecta de mi coño por la parte de atrás. Tienes que estirar la pierna derecha, la mala, flexionando la rodilla, me explicó la gorda. La tipa me cogió el pie y el tobillo con sus manos y me estiró la pierna. Estaba a cuatro patas con mi pierna derecha estirada en el aire, solo sujeta por las manos de la gorda. Mi cuerpo, por el miedo, temblaba un poco, y no paso desapercibido para ellos, el tío asqueroso se acerco a mí para sujetarme bien. Coloco una mano sobre mi nalga, sobre mi culo, que apretujaba cuanto quería, y la otra la puso en la parte de abajo, sobre mi ingle, notando como sus dedos, cada vez que la gorda me movía la pierna, acariciaban mi vello púbico. El movimiento le servía de excusa para que sus dedos juguetearan con mi coño, notando como pasaba esos sudados dedos por mi rajita. Sin ningún pudor el tipo movía sus dedos arriba y abajo, hasta que finalmente note como uno de ellos se colaba dentro de mí. Tenía su dedo metido por mi coño, un poco, pero aquello termino por derrumbarme, mis ojos comenzaron llenarse de lágrimas que intentaba retener. La gorda dijo que ya era suficiente, que me tumbara del todo otra vez. El tío saco su dedo de mi coño, y al tumbarme, gire la cabeza y le vi como se lo llevaba a la boca y lo chupaba con deleite. Note su mirada frente a la mía, su sonrisa y esos dientes asquerosos. Baje la mirada y note como el tipo tenía una erección enorme, el haber metido un dedo en mi coño había terminado de ponérsela dura del todo.

La gorda volvía a cogerme las dos piernas, doblándolas hacía dentro, para que ahora los dos talones tocaran mi culete. Tienes que echar la espalda todo lo atrás que puedas, me dijo. Intente hacer pero me costaba, me dolía bastante. El tipo asqueroso se coloco frente a mí, para sujetarme por los hombros. Se acercó tanto que tenía su polla a unos centímetros de mi cara. Pude ver como de la punta de su polla había salido algún líquido de esos que le había provocado una pequeña mancha en el pantalón, y el asco que me daba tener eso tan cerca era insoportable. Pero no contento con eso, se acercó más hasta que su polla quedo pegada a mi cara, yo cerré los ojos y apreté los labios cuanto pude, pero notaba la dureza de su miembro erecto a través de la fina tela del pantalón de su pijama. El tío no se corto un pelo y comenzó a mover su polla sobre mí cara, de un lado al otro. Toda la dureza de su polla recorría mi cara, no abrí ni los ojos ni la boca por miedo. Note como el líquido que había manchado su pantalón impregnaba mi mejilla con sus pasadas. El olor de esa parte de su cuerpo era más asqueroso si cabe. Además estaba el dolor de espalda que la gorda me estaba produciendo. Por fin pararon los dos, la gorda me soltó y el tío feo apartó su polla de mi cara, que yo apoye sobre la camilla intentando que no se me saltaran las lágrimas. La gorda me ordeno que me bajara de la camilla para hacer el último ejercicio, por fin un rayo de luz. Me baje de la camilla, ahora estaba desnuda frente a ellos, y podía apreciar mi coño directamente, con su vello recortado formando solo la tira que cubría mi rajita. Me acerque a la gorda, me agarró por los brazo y me arrodillo al tiempo que lo hacía ella. El tipo feo seguí detrás de mí, seguramente sin perder detalle de mi culo, ahora sin nada encima, o relamiéndose chupando el dedo que me había metido por el coño. La tía gorda me indico cómo tenía que hacer el ejercicio. Tenía que doblarme, como si estuviera en una postura de rezar, dejando mi culo bien expuesto.

Mientras la gorda me sujetaba por los hombros y los brazos, note como mis pies y mis piernas quedaba atrapada entre las piernas del tipo asqueroso. El miedo me inundó. Note las manos sudorosas de aquel asqueroso posarse en mis caderas y entonces note sus muslos desnudos chocar contra los míos, y su dura polla, librada de las ataduras del pantalón, restregarse contra mi culo. Un segundo después, note la punta de su pene moverse arriba y abajo por mi coño, buscando la entrada a mi tesoro. No por favor, no lo haga, le grite yo como podía, ahogando mis gritos debido a la fuerza que la gorda hacía sobre mí. Por favor, por favor, rogué, no lo haga por favor, soy virgen, soy virgen, nooo, grite sin fuerzas ya al tiempo que comenzaba a llorar desconsolada. Tranquila zorrita, que ya verás cómo te gusta, me dijo el tipo asqueroso, mientras sus manos acariciaban mi espalda. Dicen que la primera vez no se olvida, dijo mientras se reía. Yo lloraba a mares. Entonces, mientras el tipo me sujetaba con firmeza por las caderas, dio un empujón que termino de meter toda su polla por mi vagina. Lo primero que sentí fue un terrible escozor, el coño me ardía y me quemaba como nunca lo había hecho. El asqueroso comenzó a moverse adelante y atrás, notaba en mis labios vaginales el roce de su inmunda polla, entrando y saliendo de mi coño cada vez más deprisa. El daño era insoportable, y yo solo podía llorar mientras la gorda me sujetaba con fuerza. El tipo me follaba cada vez con más fuerza, empujando su polla todo lo adentro que podía. Mi coño, todo mi sexo, desde la parte de fuera hasta adentro me quemaba. Notaba el golpeteo de sus huevos, de sus muslos al chocar contra los míos. El tipo comenzó a jadear, y se doblo hacía mí, sentí su peludo pecho sobre mi espalda, luego se puso a lamerme la espalda, llenando mi cuerpo con sus asquerosas babas. Con sus manos me apretaba las tetas haciéndome mucho daño, apretaba y pellizcaba todo lo que podía mis pezones, toda la forma de mis tetas. Yo no dejaba de llorar.

El tío seguía dentro de mí, todo mi sexo me escocía y me quemaba, pero él no dejaba de empujar adelante y atrás. Sus gemidos iban en aumento, su movimiento era cada vez más rápido y el daño que me hacía era mayor. No podía dejar de notar como su polla entraba y salía de mi coño, una y otra vez, una y otra vez. Su ritmo aumentó hasta tal punto de que la gorda tuvo que advertirle que no se corriera dentro de mí. El tipo parecía no hacer caso porque seguí empujando su polla dentro de mí, rápido. Movía todo su cuerpo al tiempo que empujaba y por la fuerza con que lo hacía movía también el mío, sujeto por la gorda, notando la fricción de su polla en mi coño, que no podía dolerme más. Gemía y gemía, cada vez más rápido. Finalmente note como su polla salía de mi cuerpo, salía de mi coño. La apoyó directamente sobre mi culo y se corrió. Note como las gotas de su semen, de su leche, caían sobre mi espalda, manchándome entera, mientras el tío gemía y suspiraba de placer. Después se limpió la punta de su poya en una de mis nalgas y note como se levantaba. Yo seguí llorando en silencio. La gorda también se levantó, pero me quede quieta. Lloraba, y notaba un dolor agudo y una quemazón terrible en mi coño. Ya te puedes vestir, hemos terminado por hoy, me dijo la gorda. Me levante como pude, y me moví hasta recoger mi ropa, esparcida por el suelo. Al andar el coño me dolía. Me puse mi sujetador y mi camiseta, pero al buscar mis braguitas, el tipo feo y asqueroso, ahora con los pantalones puestos, las tenía en la mano y las estaba oliendo. Yo me quedo con esto, de recuerdo, me dijo con su cara de asco. Cogí mi pantalón para ponérmelo y note como me caía un pequeño hilillo de sangre por la parte interna de mi muslo, lo que me hizo llorar un poco más. Cuando termine de ponerme toda la ropa y las zapatillas, la gorda se me acercó y me amenazó si decía algo. Me quede quieta, me seque las lagrimas e intenté recomponerme para salir a la sala de espera donde aguardaba mi madre.

Al salir, mi madre me vio los ojos húmedos, pero le dije que los ejercicios eran muy duros y alguno me había hecho daño. Tanto que casi no podía andar. No dije nada más de vuelta a casa. Al llegar me metí en la ducha y me lave con furia y fuerza, intentando desprenderme del olor de aquel hombre. Pero caí derrotada, y sentada en el plato de la ducha, mientras el agua caliente caía sobre mí no pude hacer otra cosa que llorar, llorar por las once sesiones que aún me quedaban.