Humillada en mi juventud (2)
Laura va a casa de ALberto para intentar evitar una humillación pública.
Humillada en mi juventud
Parte 2:
Me pase toda la mañana del sábado valorando la posibilidad de no ir a casa de Alberto, no creía que fueran capaces de humillarme de esa forma, aunque por otro lado también era cierto que se habían pasado la vida metiéndose con la gente de mi clase, y que no seria de extrañar que ahora empezaran conmigo, aunque de modo un poco mas descabellado.
Así las cosas, después de comer me dirigí a mi habitación, me empecé a cambiar, pero paré de golpe. Un miedo especial se apoderó de mí, entonces decidí reflexionar más mi decisión. Me tumbé en la cama, mirando el techo, y pasándome mil y una cosas por la cabeza. No tenia porque caer en los chantajes de esos tipos, aunque no quería vivir humillada por el error de una noche de borrachera. Al cabo de un rato me decidí:
Al fin y al cabo me humillaran de las dos formas, vaya o no vaya, y al mismo precio, pues prefería una humillación de una tarde con tres compañeros, que una delante de todos mis compañeros.
Me levante decidida, aunque aún no las tenia todas conmigo, y decidí ponerme mi mejor ropa, quería que quedaran complacidos, y no tuvieran motivos para quejarse, y obligarme a pasar por otra humillación. Me puse unos shorts de tejano azules, y una camiseta de lycra de color blanco, con solo un pequeño escrita que ponía la marca de la camiseta. Busque unos tacones, y me planche el pelo por espacio de casi una hora, finalmente me maquillé, aunque no me hice nada que merezca una mención especial.
Eran ya las cinco menos cuarto, por lo que rápidamente cogí mis cosas y me dirigí, con un miedo que iba creciendo, a casa Alberto, que vivía a unos 10 minutos andando. A medida que me acercaba a mi destino cada vez tenia mas dudas sobre si ir o no ir. Caminaba mientras pensaba, porque en caso de decidirme a ir no quería llegar tarde, pero cada vez lo tenia menos claro.
Absuelta en mis pensamientos, un azote en mi culo me volvió a la realidad, de la que pensaba en huir. Era Eric:
-Si la meona se ha dignado a venir- dijo con sorna.
-¡no me llames así imbécil!- dije indignada
-¡pero si es lo que eres! ¿Bueno dispuesta a pagar por nuestro silencio?
Mi cara cambió varias veces de expresión mientras decía estas frases, al principio me indigne, pero a la siguiente mi cara se volvió sumisa, aunque con miedo por lo que me podían hacer, y de nuevo indignada por su forma de llevar las cosas.
Por suerte, o por desgracia, la aparición de Eric me impidió en los escasos 200 metros que quedaban hasta casa de Alberto plantearme la idea de no ir. Su compañía, no es que fuera gratificante, pero me recordaba lo delicado de mi situación, y su presencia me impedía irme antes de llegar a llamar a la puerta. Así pues que me ahorre un primer mal trago, no tuve que llamar a casa de Alberto, sino que ya lo hizo Eric por mí, aunque tampoco me libre de la vergüenza:
-¿Sí?- dijo Alberto por el interfono
-soy yo, y llevo un regalito del que vamos a disfrutar.
Entramos en casa de Alberto, que tenia una casa no muy grande, pero si comparado con mi piso. Así pues al entrar vi que Juan ya había llegado, por lo que éramos los últimos en llegar. Alberto nos dijo que pasáramos al salón que allí plantearíamos la situación, como personas civilizadas que éramos. Eso a mí me sonó extraño, y un poco mas y se me escapa una exclamación: Si fuerais tan civilizados no me haríais pasar por esto. Aunque por suerte no dije nada. Supongo que tampoco hubiera servido de mucho.
Así que pasamos al salón donde Juan estaba disfrutando de un refresco mientras miraba la televisión. Sentado en un sofá, con los pies encima de un reposapiés. Muy cómodo se lo veía. Le habría dado una ostia, por el hecho de estar tan tranquilo, y haciéndome la vida imposible, pero tenia de intentar controlar mi indignación.
Alberto nos dijo que nos sentáramos, Eric se sentó en el sofá, y Alberto fue hacia el otro sillón que había. Yo me dirigí al sofá donde iba a sentarse Eric, a lo que Juan me grito:
-¡Se puede saber que haces!
Yo me quede parada, intentando comprender que estaba haciendo mal.
-¡¿Tu crees que tienes que sentarte en el sofá?! ¡La gente como tú o lleva pañales o se sienta en el suelo! ¡Que no creo que quieras mancharle el sofá a Alberto! siguió con gritos Juan. Yo miré Alberto como diciendo que Juan estaba loco. Pero Alberto dijo:
-Juan tiene razón, espera que pongo unos periódicos por si acaso.
Yo no me creía lo que me estaban diciendo, intente decir algo, pero no pude articular ninguna palabra debido a lo inverosímil de la situación. Alberto volvió y puso 3 o 4 hojas de papel por el suelo, y luego me indicó que me sentara allí. Yo me senté, sin creerme la situación.
Entonces Juan empezó a hablar:
-bueno putita, este es el trato, tu nos obedeces en todo lo que te pidamos, si lo haces, y lo haces con ganas, que te conozco, y no quiero que lo hagas para que pase todo, sino que lo hagas con ganas, para que quedemos satisfecho con tu trabajo, entonces borraremos los videos del móvil. Y te aseguro, que no tenemos ninguna otra copia.
-Así que de momento te convertirás en nuestra criada. En la cocina tienes un delantal que te tienes que poder. ¡¡¡Sin nada mas!!! su voz me intimidó, y no me vi con suficiente fuerza como para contradecir a las palabras que ahora pronunciaba Alberto. Aunque tampoco me dejo mucho tiempo para reaccionar, aunque si algunos segundos que no supe aprovechar. de momento nosotros nos pondremos a ver una película, quiero que vayas a mi habitación, que es la segunda puerta a la izquierda después de subir las escaleras, y la ordenes. Hay muchas cosas tiradas así que tendrás para un ratito. Pobre de ti que me pierdas algo, que luego si que te vas a enterar. Cuando acabes pásate por aquí otra vez, y no tardes mas de 20 minutos, que eres capaz de perder el tiempo. Aunque antes de subir a mi habitación pásate por aquí para ver como te queda el uniforme.
Me quede inmóvil durante unos segundos, a lo que Eric dijo:
-vamos puta, que no tenemos todo el día, o es que te vas a mear. Llévate bien o ya sabes lo que te espera. Aunque puedes decir que te vas, pero luego pasaremos los videos a todo el mundo, ¿con que te quedas guapa?
Después de esas palabras, que estuvieron a punto de hacerme saltar, aunque la ultimo frase me relajo un poco, así que me fui hacia la cocina donde me esperaba mi uniforme, aunque no tenia intención, ni me veía con fuerza de ponerme solo un delantal para cubrir mi cuerpo. Me dirigí a la cocina, que estaba al lado de la habitación donde había estado hasta ese momento. En una silla que había al lado de una mesa, se encontraba un delantal. No tenia nada de especial, no os imaginéis el típico delantal de doncella, el mío era mas bien barriobajero, era a cuadros, rojos y blancos, tenia mas pinta de cortina que de delantal. Me lo mire un par de veces, luego lo cogí, me lo puse delante de mi cuerpo, y lo volví a mirar. De golpe entro Juan, y me distrajo de mis pensamientos sobre el delantal.
-puta se puede saber que haces, te hemos dado unas ordenas así que a cumplirlas. ¿O es que esperas que tu madre te desvista?
-¡yo no soy ninguna puta, y menos vuestra, así que dejarme de tratar así, ¿tan difícil es borrar los malditos videos!?
Al oír esto Juan me dio un bofetón y me miro con cara desafiante, y luego me dijo que obedeciera. En estas aparecieron Alberto y Eric, que preguntaron que pasaba. Cuando lo supon Alberto prosiguió.
-si no quieres hacer las cosas por las buenas lo harás por las malas. Así de simple, ¿qué prefieres desvestirte solita, o que lo hagamos nosotros?
-¡no me pienso desvestir ante unos cerdos como vosotros!
-Tú lo has querido- dijo Eric, entonces me cogieron y me pusieron unas manillas en pies y manos. Y me dieron algunos azotes en mi culo, como los que da un padre a sus hijos, cuando se llevan mal. Entonces yo empecé a llorar, en parte por la humillación, y en parte por el dolor. Entonces me preguntaron si a partir de entonces obedecería, a lo respondí con un casi inaudible sí. Me dieron algún azote mas, y me quitaron manillas y grilletes, entonces me dijeron que me desvistiera. Yo llorando, empecé a quitarme los pantalones, ellos no dijeron nada, supongo porque temían que reaccionara de forma negativa a sus intereses si me provocan un poco mas, aunque yo en ese momento estaba hundida. Cuado me hube quitado la ropa, me dispuse a ponerme el delantal, pero Eric me barró el paso:
-¿se puede saber donde vas?
-pues a ponerme el delantal que me habéis dicho...
-hemos dicho toda la ropa, ¿no sabes que es toda?- y me dio otro bofetón.
Entonces los otros dos me cogieron por los brazos, y Eric me quito el sujetador y las bragas. En voz baja y a la oreja, como si me dijera algo romántico, Alberto dijo:
-tienes que aprender a ser una buena criada, no puede ser que para ponerte el uniforme tardes 40 minutos. Pero por ser la primera vez te lo perdono.
Entonces me pusieron el delantal y lo abrocharon. Eric me dio un azote cariñoso, por decirlo de alguna forma, y me dijo que fuera a ordenar la habitación.
La habitación estaba muy desordenada pero me puse a ordenarla, pensando que una criada ordena cosas, o limpia, así que una vez hubiera terminado aquello y puede que alguna otra cosa, me dejarían irme. Aunque veía una tontería lo del delantal. Supongo que serian algo morbosos. Cuando termine baje a la habitación como habían dicho, ellos estaban mirando la televisión, me dijeron que ahora les llevara algo de merendar, unas galletas, o unas tostadas o algo así. Estuve esmerándome en la cocina durante un rato, prepare unos bocadillos, y llevé algunas galletas.
Los repartí y cuando volví de dejar la bandeja en la cocina me dijeron:
-como te has llevado bien guapa, ahora puedes comer algo, siéntate con nosotros a merendar. dijo Alberto con una voz poco autoritaria.
Yo lo hice complacida y me senté en el sillón pensando que se había acabado la humillación. Pero nada más lejos de la realidad:
-¡imbécil! ¿Aun no has aprendido que las perras se sientan en el suelo, encima de los periódicos?
-perdóname- dije, aunque no sé muy bien por que.
-veo que aprendes rápido, toma una galleta- y me la tiro al suelo, al lado de done yo estaba, cuando la iba a coger, me miraron con mala cara y Juan dijo:
-eres una perra, y como tal tienes que comer como ellas, así que no uses tus manos de zorra. -Yo seguía en un estado que no sabría describir, donde me sentía sumisa, a su disposición, y obedecía por que es lo que sentía que tenia de hacer, pero no por miedo, ni por interés. Al cabo de un rato, en el que me dieron tres o cuatro galletas, y que mis compañeros estuvieron hablando me dieron una nueva orden:
-Puta ve a ordenar la cocina, y déjala como los chorros del oro, o vas a recibir mas azotes. ¿Y supongo que no querrás eso verdad? dijo Alberto con su voz entre suave y autoritaria.
Estuve ordenando la cocina durante un rato, al finalizar mis tareas volví al salón:
-bien zorra, has cumplido con tus derechos de criada, como debías hacer, y eso te honra y hasta te mereces un premio, y como ya son casi las ocho de la tarde, dentro de poco te dejaremos ir. dijo Juan, entonces Eric intervino:
-pero no te alegres tan rápidamente, tu labor de criada ha terminado, pero no la de puta.
...
(la siguiente parte de la sesión a la que me sometieron mis verdugos la contare en el siguiente capitulo)
gracias por leerme,
si tenéis criticas o sugerencias, escribirme o dejar algún comentario
besos
angelss