Humillada en el viaje (5)

El agua caliente de la ducha me relaja. Cierro los ojos y me dejo llevar, mientras enjabono mi cuerpo. Me siento bien. Además, me han quitado el collar, las muñequeras de cuero y la cadenita que une los anillos de mis pezones… y me siento rara.

HUMILLADA EN EL VIAJE - 5

El agua caliente de la ducha me relaja. Cierro los ojos y me dejo llevar, mientras enjabono mi cuerpo. Me siento bien. Además, me han quitado el collar, las muñequeras de cuero y la cadenita que une los anillos de mis pezones… y me siento rara.

Abro mis ojos y veo a uno de los botones que me observa. Es curioso: me he acostumbrado ya a estar expuesta, así que no me molesta ni tampoco siento vergüenza. Eso sí, no le miro más arriba de su cintura. Aunque sea un botones, tiene poder sobre mí.

Lo demuestra cuando salgo de la ducha. Con una toalla me seca despacio, deleitándose al recorrer mi cuerpo. Me impone su ritmo y yo me dejo hacer. Se detiene más tiempo en mi pecho, manipulando los anillos de mis pezones, y en mi sexo, pero esta vez no me penetra con sus dedos.

Cuando acaba de secarme, vuelve a ponerme el collar y las muñequeras de cuero. Luego engancha la cadena que une los anillos de mi pecho. Me ata las manos en la espalda y, agarrándome del brazo, me lleva tras él fuera del cuarto de baño.

Mi Amo espera en el dormitorio.

_Vas a dormir en el suelo, desnuda –me dice- como te corresponde, esclava. También estarás atada. Pero antes vas a servir a tu Amo.

_Gracias, mi Amo.

El botones me ayuda a tumbarme sobre la cama. Desata mis manos, pero me las vuelve a atar a los barrotes de la cabecera de la cama. Me ata también los pies, obligándome a abrir las piernas todo lo que puedo. Ahora me siento a merced de mi Amo y de cualquiera.

Mi Amo se tumba sobre mí y me usa sin miramientos. Tras mi sexo, utiliza mi boca. Trago su leche con avidez, agradeciendo que me permita hacerlo. Después de beber las corridas de otros hombres, es un regalo poder disfrutar de la leche de mi Amo. Pero no sólo por dentro; también me llena por fuera, la cara, el vientre y mis muslos. No me permite lavarme; cuando se cansa, me obliga a bajar de la cama y me ayuda a tumbarme en el suelo. Me ata las manos y me ordena dormir.

Caigo rendida. Apenas me entero cuando me duermo. El sol ya está alto cuando un botones me despierta al día siguiente. Me desata, me ayuda a lavarme y me maquilla un poco. ¡Bien! Nunca me ha gustado pintarme de manera llamativa, pero agradezco que me permitan llevar un poco de maquillaje. Me siento guapa.

El botones me lleva hasta el centro del salón y me ordena esperar de pie, pero deja mis manos libres. No se me ocurre qué hacer con ellas, así que acaricio la cara externa de mis muslos con las yemas de mis dedos. Me gusta y mis pezones responden rápidamente. Empiezo a recordar lo ocurrido ayer y descubro que me siento como si toda mi vida hubiera hecho estas cosas.

El botones me saca de mi ensoñación. Me ordena arrodillarme. Obedezco. Me permite descansar sobre mis talones y gracias a eso puedo descansar mis manos sobre mis muslos con las palmas hacia arriba.

Así me encuentra mi Amo cuando regresa a la habitación. Me pregunta si he desayunado y respondo que no.

_Tomarás leche.

Con un gesto indica al botones que se coloque frente a mí. Comprendo lo que debo hacer y con suavidad desabrocho su pantalón y saco su miembro, grande y excitado. Lo acaricio antes de acercar mi cara. Lo beso y empiezo a acariciarlo con mi lengua. Me gusta jugar con la lengua en la punta, pero no puedo entretenerme mucho con ella y enseguida empiezo a recorrerlo entero. Luego me lo meto en la boca y empiezo a chupar con una mezcla de suavidad y fuerza, haciendo que mis labios lo aprisionen mientras mi lengua lo envuelve en mi saliva. No tarda mucho en llenar mi boca de semen, que trago con ganas.

_Ahora bajaremos a la recepción –me explica mi Amo-. Cuando estés preparada.

Siento una gran excitación. Sé que de nuevo voy a ser exhibida, humillada y utilizada por quién sabe cuántos hombres. Y algo dentro de mí tiene ganas de empezar.