Humillada delante de mi hijo

Mi marido pierde su furgoneta en una partida y para recuperarla me ofrecen participar en una fiesta. Lo que descubro cuando ya es demasiado tarde, es que mi hijo y sus amigos están allí.

Cuando nos casamos, mi marido ya tenía su empresa de transporte con varias furgonetas. Sus mejores amigos eran Lorenzo, propietario de un taller, a quien llevaba los vehículos para su mantenimiento y Daniel, propietario de la peluquería del barrio. Cuando la empresa creció, decidimos mudarnos a otra parte de la ciudad, más lujosa. Posteriormente, todo se complicó y tuvimos que cerrar el negocio y Alberto, mi esposo, ponerse de nuevo a trabajar repartiendo. Conservábamos nuestra antigua casa, y aunque estaba hipotecada, era amplia, un chalé adosado y volvimos al barrio.

Al principio, organizábamos cenas con sus amigos y esposas. No me caían bien, pero seguimos yendo hasta que nos mudamos, donde tuve la excusa perfecta para dejar de verlos, a ellos y a sus insoportables mujeres. Los niños se llevaban bien, nuestro hijo Arón, el hijo de Lorenzo, Javi y el de Daniel, Álvaro, se llevaban muy bien entre ellos.

Aquel sábado mi hijo Arón, Javi y Álvaro, se pasaron la tarde en casa. Alberto quedó para comer y ver el partido con sus amigos pero eran las diez y no había vuelto. Pregunté a los chicos si querían quedarse a cenar y pedimos unas pizzas a un local cerca de casa. Siempre las traía un joven, Marcos, compañero de los tres, que los fines de semana intentaba ganarse algún dinerillo repartiendo pizzas. Mi marido llegó tarde y de mal humor. Pensé que había perdido su equipo y no le di mayor importancia.

Cuando regresamos al barrio intentamos que Arón no sufriese las consecuencias. Le teníamos mimado y mantuvimos sus costumbres y caprichos,, dándole dinero, aunque no lo quitásemos nosotros de cosas más importantes.

Alberto empezó a relacionarse de nuevo con sus antiguos amigos aunque yo no quise volver a organizar cenas con sus mujeres. Me miraban por encima del hombro y cuando lo proponían, siempre ponía alguna excusa.

Mi marido seguía saliendo de casa como todos los días, pero el miércoles me llamaron del banco. Estábamos en números rojos. Me sorprendió, porque llevaba un control riguroso de los gastos. Cuando llegó le abordé y pedí explicaciones.

  • Verás cariño. El sábado estuve jugando al póquer con Lorenzo y Daniel. Perdí lo que llevaba, vacié la cuenta con el cajero, y al final les ofrecí la furgoneta a cambio de 2.000 euros, que también perdí. Firmamos un contrato, les entregué las llaves, y me ofrecieron recuperarla, sin intereses, si hacía el pago antes de una semana. Era sólo un préstamo. El plazo termina el sábado. No sé de dónde sacar el dinero. Si no pago, la venderán.

Me puse furiosa. Le insulté, le manifesté mi deseo de separarme y más cosas. Después me tiré en la cama y me puse a llorar. A los pocos minutos vino y me dijo que había quedado con sus amigos al día siguiente en el bar.

El jueves nos presentamos a la hora acordada.

  • Bueno, os he pedido que vinierais para que podamos llegar a un acuerdo para recuperar la furgoneta pagando 400 euros al mes.
  • Alberto, nos insultaste y nos obligaste a seguir jugando. Si no pagas, la vendemos.
  • Es increíble que digáis que sois sus amigos. – Respondí indignada.
  • Carmen, nos hablas tú de amistad? Cuando os fueron bien las cosas os olvidasteis de nosotros. Nuestras mujeres os han invitado varias veces a cenar pero claro, somos poco para vosotros. Sé que te caemos mal, nos odias, pero voy a proponeos, una solución.

Me sentí aliviada, cualquier solución podía ser buena. En esos momentos no teníamos alternativa.

  • Aceptaríamos como pago de la furgoneta que durante toda la noche de mañana Carmen esté a nuestra disposición y se muestre complaciente. – Propuso serio.
  • De qué estás hablando? – Pregunté conociendo previamente la respuesta y ya enrojecida.
  • Lo sabes perfectamente. Te queremos a ti. Sin negaciones. Tenemos el dinero que perdió Alberto y pensábamos con ello divertirnos mañana, mariscada, copas y mujeres y la semana que viene lo mismo con la venta de la furgoneta, pero a cambio os ofrecemos corrernos la juerga contigo. Si lo haces la recuperaréis – Respondió sin pudor, ahora sonriendo. – Si haces todo lo que digamos, claro. Vosotros decidís.

Me levanté indignada y humillada. Temblaba mientras caminaba hacia casa y encendí un cigarrillo. Se me saltaban las lágrimas. Llegué y a los pocos minutos entró mi marido y me abrazó.

  • En qué habéis quedado? Te devolverán la furgoneta? – Pregunté esperanzada,
  • No cariño. La furgoneta la venderán. El lunes empezaré a buscar trabajo donde sea y de lo que sea. Lo siento, perdóname. Os he llevado a la ruina. – Respondió llorando.

Nos quedamos en silencio. A ambos nos rodaban las lágrimas por las mejillas. Sabíamos que no había alternativa pero no nos atrevíamos a decirlo. Aquello era una locura. Yo jamás había estado con otro hombre pero ahora sólo importaba la familia y pensaba en Arón. No había forma de conseguir el dinero.

  • Alberto, seguimos pagando el crédito de la furgoneta. Aunque fuese de segunda mano vale más de 2.000 euros. No sé...tal vez deberías llamarlos... – Espeté sollozando aunque intentado mantener la calma.

  • Estás loca? Son unos pervertidos¡¡ Y tú jamás... Nunca estuviste con nadie.

  • Cuando perdimos todo, a cuantas puertas llamaste? Cuantos trabajos te salieron? Todos te dieron de lado. Sólo nos tenemos nosotros. – Respondí resignada, haciéndose un silencio. – Llámale y dile que aceptamos. No tenemos alternativa.

Nos abrazamos llorando y cogió el teléfono.

  • Lorenzo, vamos a aceptar el trato. . Si, si. ella también está de acuerdo. – Después de otro silencio colgó. – Terminó tras un silencio.
  • Daniel vendrá un momento a casa. Quiere hablar con nosotros.

Tenía un nudo en el estómago. Encendí otro cigarrillo cuyo humo aspiré sin cesar. Esperaba que el timbre no sonase nunca pero no fue así, Alberto abrió y le acompañé.

  • Bien. Estas serán las condiciones. Mañana por la tarde nos iremos a la casa que tengo en el campo. Estuvísteis hace años y nuestras mujeres no sospecharán porque vamos algunos fines de semana. Vendréis los dos. Después llevaremos a Carmen a una fiesta a la que no asistirás. – Dijo refiriéndose a mi marido. – Queremos divertirnos, no un drama familiar. Seremos 5 hombres que te verán y tocarán y tendrás sexo con un máximo de tres. Esto no es negociable. Decidid si aceptáis. – Explicó refiriéndose a mí.
  • Quienes serán los otros hombres? Los conozco?
  • Tal vez, pero irás con una máscara que impedirá que ellos te reconozcan. No llevarás nada personal como anillos, perfume, pendientes, que puedan identificarte. Sobre las cinco os recogeremos.

Nos acostamos sin hablar nada. No le dejé abrazarme en la cama. Al día siguiente preparé una pequeña maleta. Le habíamos contado a Arón que nos iríamos a una fiesta que nos habían invitado unos amigos de nuestro antiguo barrio. Casi se alegró y nos preguntó si podían venir a casa Javi y Álvaro. Alberto y yo nos miramos y aceptamos. Al fin y al cabo, los chicos no tenían la culpa.

Recibimos el menaje y bajamos. Fuimos los cuatro en el coche. Conocíamos la casa de años atrás que habíamos estado algún fin de semana. Nos mostraron nuestra habitación. Fueron correctos y nos explicaron el resto de las condiciones.

  • Carmen, esta es la ropa que te pondrás para la fiesta. Irás sin sujetador. Llevarás una máscara para que nadie te reconozca y te haré un peinado diferente. Te pondrás otro perfume que hemos dejado en la habitación y no llevarás anillos ni collares que puedan identificarte Te llamaremos Rosa cuando nos refiramos a ti en lugar de tu verdadero nombre.

Soy una mujer no muy alta, rubia desde hacía años, con un pecho generoso. A pesar de haber pasado de los cuarenta hacía algunos años, podía presumir de conservarme bien. Estaba en mi peso ideal y aún, ni las arrugas marcaban mi cara ni mis pechos notaban el peso de la gravedad. La ropa que me dieron era el uniforme de las chicas del colegio donde estudiaba Arón. Era igual para todos, un polo blanco, y una falda escocesa, de cuadros, más arriba de las rodillas, de campana. Me dieron unas bragas blancas y unos calcetines del mismo color. Me sentí bastante sucia con ella, ya que no era propia para una mujer de mi edad. Temblaba ligeramente al verme así.

Me vestí y en el salón, donde Daniel me recogió el pelo, haciéndome una cola de caballo en la parte alta de mi cabeza y me entregó una máscara de cuero que cubriría mi cara, dejando al descubierto la boca y barbilla. Al ponérmela, asegurándome que ya Alberto no veía mi cara, me puse a llorar. Antes de irnos, nos abrazamos hablándome al oído, con la voz entrecortada por lo que iba a tener que hacer por su mala cabeza.

  • Lo siento mucho. Te quiero cariño. Nunca más volveré a jugar.

No iba cómoda con la ropa, los pechos me bailaban debajo del polo y resignada, acompañé a Daniel y Lorenzo al coche.

  • Carmen. Una última cosa. Quiero que te pongas este antifaz para dormir. Igual que ellos no sabrán quien eres, no quiero que sepas donde vamos ni quienes son. Te sentirás más cómoda.

Me coloqué el antifaz y dejé de saber dónde íbamos. Al rato pararon el coche, me ayudaron a salir y me llevaron de los brazos para que no tropezase. Dentro de la crueldad de la situación, en el que iba a ser obligada a prostituirme, y a no sabía qué más, se estaban preocupando de mantener mi anonimato y el del lugar a donde se celebraría el encuentro.

Al llegar, entramos en una casa, suponía que con un patio ya que pasamos por dos entradas. Giré a la izquierda.

  • Ella es la mujer de quien os hablé. Es una madre del colegio que tiene problemas económicos. Tal vez la conozcáis pero queremos proteger su identidad y tampoco que Rosa sepa donde se encuentra, ya que nos han prestado la casa para la ocasión.

Escuchaba respiraciones y cuchicheos. Me sentaron en una silla mientras decidían cómo empezaban o lo que harían primero. Pensé en que tendría que hacer un humillante striptease, pero no fue así.

  • Rosa, antes de nada. Estás de acuerdo en que estás aquí voluntariamente para hacérnoslo pasar bien?

Respondí asintiendo sin saber quienes serían los otros tres hombres.

  • Rosa. Vamos a hacer que estés un poco más sexy para nosotros.

Al momento noté como unas tijeras se metían por debajo de mi ya corta falda. Después el corte pasó a ser horizontal, hasta de hacer de ella un pequeño cinturón que apenas debía cubrirme las bragas. Procedió a hacer lo mismo con el polo, cortando hasta casi la altura de mis pechos, notando que quedaban al descubierto la parte de abajo, aunque tapados mis pezones.

  • Rosa. Vamos a quitarte el antifaz de los ojos. A mis amigos no les importa que le veas la cara ni que sepas dónde estás.

Quedé perpleja. Los otros tres hombres eran mi hijo Arón y sus amigos Javi y Álvaro. Los hijos de Daniel y Lorenzo. Me encontraba en el salón de mi propia casa. Me quería morir pero no podía huir, ya no, al menos sin revelar mi identidad. Estaba semidesnuda, había afirmado ante ellos mi acuerdo de darles placer y ahora no tenía alternativa más allá de seguir con el plan que había aceptado antes de conocer la encerrona que me habían tendido.

  • Verás Rosa Ellos son Arón, Javi y Álvaro. Como sabes estamos casados y los padres de Arón se han marchado de fin de semana. Nos ha prestado la casa para que pasemos un buen rato contigo.

Me empezaron a temblar las piernas. Contaba con la humillación de tener que desnudarme ante varios hombres, con mantener relaciones sexuales, pero no con aquello. Lorenzo puso música e invitó a los chicos a que bailasen conmigo. Me iban pasando de uno a otro, incluido mi hijo, que ignorando quien era yo, se pegaba a mis pechos. A veces notaba una mano por detrás, tocando mi pompis.

Daniel y Lorenzo iban dando las órdenes. Los chicos me besaban, llegando sin dificultada a mis labios. Me subían la falda descaradamente y me tocaban la parte baja de mis senos que estaban descubiertos. Se apartaban y hablaban con los anfitriones aunque sin saber lo que decían. En un momento Daniel alejó a los chicos de mí y Lorenzo me habló clara y directamente.

  • Carmen. Tanto Daniel como yo, pensamos que tú fuiste la causante que Alberto se apartase de nosotros y que no hayamos vuelto a quedar los matrimonios. Él ha sido un calzonazos, pero eres tú, eres tú eres la culpable y de quien nos vamos a vengar hoy. Que estés aquí significa que te importan tu marido y tu hijo, y esa será tu aberración. Te caemos mal, es recíproco, pero nos pones mucho y lo que hemos pensado, será tu mayor vergüenza.

Iban a conseguir que mi humillación fuese extrema. Pidieron a Arón que bailase pegado a mí. Se le notaba excitado. Me besaba las mejillas y apartó el cuello del polo para hacerlo sobre mis hombros. Notaba como los demás levantaban mi falda sin disimulo.

  • Venga chicos. Cortarle del todo la falda. Quitádsela – Dijo Daniel mientras hacía sonar el abrir y cerrar de las tijeras.

Las sentí por detrás, rozando mi espalda. Entre mis piernas y la falda cayó al suelo, quedando en bragas mientras mi hijo continuaba besándome. Álvaro pasó al lugar de Arón y fue él quien empezó a darme besos. Escuchaba a Daniel y Lorenzo y cómo hablaban a Javi.

  • Venga. Te ha tocado. Corta por las mangas. Se lo quitaremos. Vamos a verle las tetas.

Desde el lado derecho, entró por las mangas pasando las tijeras cortando hasta llegar a mi cuello. El polo se abrió completamente por un lado dejando uno de mis pechos al descubierto. Hizo lo mismo por el lado izquierdo y mis senos quedaron visibles. Lo que quedaba de polo quedó en el suelo, dividido en dos partes y yo con tan sólo unas pequeñas bragas y unos calcetines.

Todos aprovecharon a tocarlas. Aunque intenté taparlas bajé las manos de inmediato. Alberto incitaba a los jóvenes a tocarlos ya que habían pagado por tenerme allí y estaba para eso, siendo cosificada.

Javi se colocó ahora delante. No se apretaba tanto, aprovechando para verme los pechos y acariciarlos. Supongo que no había visto demasiadas mujeres, quizá todos ellos, pero sí se mostraban bastante entusiasmados ante la posibilidad de hacerlo. En aquellos momentos sólo tenía la preocupación de no ser reconocida. Sobre todo que Arón no supiera que era su madre quien estaba allí.

  • Arón. Tú serás quien le corte las bragas. Eres el encargado de dejarla completamente desnuda.

Se me subía la sangre a la cabeza. Afortunadamente, la máscara impedía que se me viese la cara pero el odio que originaba Lorenzo y Daniel, me hacían estar aún más nerviosa. Volví a escuchar el sonido de las tijeras. Mi hijo la estiró por un lado, la metió entre mis caderas e hizo un corte. Estas casi cayeron, pero la vergüenza me hizo cerrar las piernas y evitar quedarme completamente desnuda. Fueron unos segundos porque de inmediato, otro corte por la otra pierna, hizo que la braga se doblase sobre sí misma, quedando mi vagina al descubierto. Arón, desde atrás, tiró de ellas hacia abajo, quedando despojada de ellas y tan sólo vestida con los calcetines de colegiala.

  • No te tapes. Mirad. Rubia de bote, chocho morenote. – Señaló Daniel al ver el negro de mi vello púbico.
  • Arón, es como tu madre. – Dijo señalando una foto mía de morena colocada en el mueble.
  • Vete a tomar por culo, gilipollas. No metas a las madres en esto.

Si me hubieran dado una paliza en ese momento no me habría dolido tanto como los comentarios de mi hijo. Si estaba allí era en gran parte por él. Estaba de pie, siendo observada detenidamente.

  • Arón. Lo de Rosa ha sido muy rápido y no le ha dado tiempo a depilarse para nosotros. Por qué no traes espuma de afeitar y la dejamos a nuestro gusto. – Expresó Lorenzo mientras me temblaban las piernas.

Mi hijo, entusiasmado por lo que le habían propuesto y por complacer a sus amigos, trajo espuma de afeitar que había en su baño, que le duraba muchísimo tiempo ya que no se afeitaba a diario, una toalla y una cuchilla de afeitar, de marca, con cuatro hojas y que utilizarían para depilarme.

  • Cómo os gusta? Tiene muchos pelos a los lados. Podemos rasurarla o recortarla. Vamos a hacer alguna foto para ponerlas en el taller, hacer calendarios publicitarios. Es una mujer atractiva.

Los chicos empezaron a decir vulgaridades. Javi propuso rasurarme pero Álvaro dijo que mejor cortado de manera rectangular. Arón sacó su móvil, mostrando una vagina con el vello negro, perfectamente perfilada y de inmediato estuvieron todos de acuerdo.

  • Arón. Podemos utilizar la habitación de tus padres?
  • Preferiría usar la mía, pero es pequeña. Venga, luego la arreglaré para que no se enteren.

Mi hijo no se opuso. Subimos las escaleras de camino a nuestro dormitorio. Iba completamente desnuda, sólo con los calcetines altos. Al llegar me tiraron sobre la cama. Daniel procedió a echarme la espuma de afeitar sobre mi vello, principalmente a los lados.

  • Arón, ayúdame. Quiero que pongas tres dedos sobre su coño. Harán de margen para dejarla a nuestro gusto.

En ese momento no pude aguantar más y empecé a llorar de manera silenciosa, haciendo pucheros. Los chicos se quedaron quietos ya que les extrañó que alguien que iba voluntariamente a hacer aquello, tuviera esa reacción.

  • Por qué llora? – Preguntó Álvaro.
  • No está acostumbrada. No es una puta. Es una decente madre y esposa pero con apuros económicos. Pero ella quiere seguir adelante. Verdad Rosa?

Asentí con la cabeza. No podía hacer otra cosa mientras notaba la cuchilla y los dedos de mi hijo sobre mi vagina, protegiendo mis labios y mi clítoris. Durante un minuto, se esmeró en dejar mi sexo tal y como lo habían hablado. Cuando terminó recortó el vello con las tijeras, dejándolo más corto e invitó a los chicos que lo tocasen. Después hicieron una foto a mi sexo y me la mostraron.

  • Estás muy guapa. – Dijo mostrándolo ante mi enorme vergüenza. – Ahora vamos a hacer unas fotos para el calendario. No saldrá tu cara, tranquila Rosa, pero tienes que quitarte la máscara, sólo te sacaremos de lado. Chicos, esperadme fuera. Te quedarás con este recuerdo, Arón. – Terminó metiendo la base de la maquinilla en mi vagina y también se fue.

Mi hijo salió con la maquinilla como si fuera un trofeo. Lorenzo y Daniel se quedaron solos, me quitaron la máscara, me colocó para que separase ligeramente las piernas, mostrando mi sexo, que aún tenían mis calcetines altos, bajase mis manos para mostrar mis pechos y la media melena rubia, que caía por el lado, girando mi cara, para que no se viese. Hicieron varias fotos con el móvil. Me dieron de nuevo la máscara, y me la coloqué. Daniel salió y entraron Javier y Álvaro. Los dos chicos.

  • Ahora os haréis una foto con Rosa. Poneos a los dos lados. Arón está con Daniel, hablando de temas logísticos. – Explicó haciendo que se colocasen los chicos a mi lado.

Me sentaron de nuevo en la cama. Repasaron las fotografías y Lorenzo se acercó a mí. Pensé que me las quería enseñar pero no estaba interesada en verlas. En un golpe maestro tiró de mi máscara y mi cara quedó al descubierto.

  • Era una sorpresa, chicos. No queríamos que nada estropease este momento.
  • Es Carmen. – Expresó Álvaro. – Pero Arón?
  • Arón no sabe nada ni debe saberlo si ella se porta bien. Su marido perdió la furgoneta jugando. Ella se ha prestado a hacer lo que “hiciera falta” para recuperarla. Ahora, Carmen, o Rosa, como la llamamos, se hará una foto con nosotros. Ahora sin máscara. Siempre podréis utilizar estas fotos si lo necesitáis, pero nunca con Arón. De toda la familia, es el único que no tiene culpa.

Me desmoroné. Los dos jóvenes hicieron la misma foto que antes, sólo que ahora con mi cara al descubierto. Como ya me habían dicho, su objetivo era humillarme.

  • Carmen es una hija de puta. Aunque deberíamos decir que es una puta. Para ella no somos suficiente, no ha querido retomar la amistad con vuestras madres. Si hubiera sido de otra forma, le habríamos devuelto la furgoneta sin coste. Pero mira, mejor así. Arón, Daniel, podéis venir? – Gritó Lorenzo.

Los dos se presentaron de inmediato.

  • Lo estáis pasando bien? – Preguntó refiriéndose a los chicos.
  • De puta madre. – Respondió mi hijo siendo el primero en contestar.

Javi y Álvaro también asintieron, aunque con una mirada pícara ante ellos, con cierta burla hacia Arón y hacia mí.

  • Arón. Tienes alguna prenda sexy de tu madre para prestarle a Rosa? – Preguntó Daniel. –
  • Vamos a pedir unas pizzas y me gustaría que fuese ella quien abriera. Marcos, vuestro compañero, tiene derecho a mirar a una madre del colegio.
  • Nooo. – Grité en silencio para no descubrirme.

Quedé paralizada por la afirmación pero sobre todo por el beneplácito que mostraba mi hijo, que se dirigió a uno de los cajones del armario y sacó varias prendas de lencería. Algún camisón de encaje y una bata, todos ellos conjuntados con bragas y sujetadores.

Lorenzo se acercó a ver el cajón. Sacó lo que había y lo que no quería que viera estaba allí. Lo sacó y lo encendió. La prenda que eligieron era una bata blanca, semitransparente.

  • Qué es eso? – Preguntó mi hijo inocentemente.
  • Un satisfyer. A tu madre le debe gustar la marcha. – Respondió ante las risas de los otros dos chicos. – Luego lo usaremos con Rosa, pero vamos a ver... – Siguió eligiendo la ropa, decidiéndose por una fina bata semitransparente.

Arón que seguía con la vista la prenda que elegía Lorenzo, le ofreció un tanga pero lo rechazó.

  • No tiene que ir tan vestida. Marcos tiene derecho y seguro que a Rosa no le importa que le vea otro joven. Verdad que no?

Volví a negar con la cabeza mientras me moría por dentro. No quería pensar pero era terrible la situación, no sólo humillante en el momento, si no lo que todo aquello iba a conllevar. Un chantaje dentro de la propia aberración que ya tenía encima.

  • Chicos. Esperad fuera e ir pidiendo las pizzas, unas cervezas y lo que queráis vosotros. Yo pago. Que lo traigan en una hora – Señaló Lorenzo.

Los tres jóvenes salieron y quedé allí, desnuda ante Daniel y Lorenzo. Sabía lo que iba a suceder, aquello lo tenía asumido antes de ir allí, pero no todo lo demás. De un pequeño empujón, me tumbaron en la cama.

  • Vamos a pasarlo bien contigo. Después cenaremos. – Dijo quitándome la máscara. – Queremos verte bien.

Se desnudaron. Sólo quería que no entrase en ese momento Arón y descubriese que aquella sucia mujer era su madre. Daniel me puso a cuatro patas, se colocó detrás de mí y dirigió su miembro a mi ano. Me dio una fuerte embestida que me hizo daño. Agarré la colcha con mis manos, intentando aguantar mientras me daba unos fuertes golpes. Le notaba erecto, dentro de mí, entrando y saliendo. No tenía prisa y paró, sacándola.

Me relajé, pensando que querría penetrarme vaginalmente pero fue Lorenzo quien se puso en su lugar y quien me embistió. Intenté no gritar para que ninguno de los chicos entrase. Lo tomaba con calma, entrando y saliendo de mi ano, mientras yo sólo intentaba que terminase pronto.

No tenían prisa. Lorenzo paró también.

  • No sabes la de pajas que nos hemos hecho pensando que te follaríamos. Le dije a Daniel que sería imposible que consiguieseis el dinero.
  • Y yo, que si eso pasaba, os ofreceríamos una salida que no tendríais más remedio que aceptar.
  • Y los dos acertamos. Estás aquí, a cuatro patas, como una puta. Te hemos dado por culo, tu hijo te ha tocado el coño, y lo mejor es que te vas a extralimitar en lo que acordamos, porque si no, tu hijo sabrá quien eres. Ahora queremos que abras la boca y muevas esa lengua de víbora

Sin darme opción, Lorenzo llevó su pene a mi boca. Me agarró del pelo y me empezó a tirar fuerte de él mientras lo dirigía y sacaba de mi boca. Era brusco, agarró mi cara y siguió haciéndolo de manera intensa y ruda. Podía sentir los hilos de semen que se mezclaban con mi saliva. Le notaba excitado y pensaba que llegaría, pero justo entonces, al igual que había hecho anteriormente paró.

  • Ahora haz lo mismo con Dani.

Casi sin darme tiempo a pensar, mi coleta estaba ahora sujeta por la mano de Daniel, que dirigió su miembro a mi boca. De manera autómata la abrí y comencé a hacer lo mismo que había hecho a su amigo. Eran bastante bestias, sin consideración, a veces sentía la punta en mi campanilla y me hacía toser aunque ni por eso paraba, seguía entrando y saliendo en mi boca. Él tampoco llegó, pero la sacó lentamente y un hilillo de semen quedó pegado, como un chicle, desde mis labios a su pene.

  • Ahora tu coño. Ábrete de patas. – Dijo Lorenzo de malas formas mientras me daba la vuelta.

Se colocó encima de mí en la posición del misionero. De nuevo, de manera brusca me clavó su miembro, ahora en mi sexo. Besó mis pechos, los acarició y empezó a moverse de manera agitada. Intenté evadirme, pensando en que podía ser mi marido quien estuviera así, pero su forma de hacerlo hacía que me fuese imposible. Comenzó a morderme los pechos, me hacía daño con los dientes, lo que hizo que gritase. Vi que me había hecho una pequeña herida en el pezón, pero no quise decirle nada.

Procuré abrirme lo máximo posible ya que me hacía daño. Pensé que ahora si llegaría. Se movía jadeando, dando ciertos alaridos pero de nuevo, cuando pensé que iba a terminar paró de nuevo.

  • Ya te he follado los tres agujeritos. Ahora le toca a Dani.

Sin moverme, Daniel le sustituyó. Lo hizo de manera más lenta, más tranquilo. Le veía saboreando aunque no quería mirarle.

  • Eres una puta. Joder qué ganas de clavármela. Eres una maestra con tu boca, tu coño es una maravilla, pero tu culo, tu culo.... es, ufff.

Al decir esto paró. Saliendo de mí de manera brusca y rozando mi vello con su prepucio.

  • Me quedo con su culo. Tú?
  • Quiero su coño. Está recién depilado. Me gusta que pinche.

Lorenzo se tumbó en la cama y me dijo que me colocase sobre él. Pensé que me harían un sándwich y se pondría Daniel por detrás pero no fue así. Hizo que su miembro volviera a hundirse en mi vulva y cuando estuvo dentro agarró con fuerza mi cintura y empezó a moverme.

  • Vamos zorra, demuestra lo que sabes hacer. Esmérate o me cargo la puta máscara.

No tuvo que repetirlo. Comencé a cabalgar sobre él. Ahora sabía que sería el final, iba a terminar dentro de mí por lo que me esmeré para que terminase lo antes posible.

Me tiró hacia él quedando mis pechos delante de su boca. Los enganchó dando un fuerte mordisco, haciéndome daño de nuevo. Metía mis pezones entre sus dientes, lo que hacía que girase la cara asintiendo e intentado evitar el dolor.

  • Muévete, zorra. – Ordenó mientras me tiraba de la coleta.

Colaboraba como podía. Quería que obtuviera placer y terminase. Me dolía todo el cuerpo. Volvió a gemir, a gritar. Los chillidos eran cada vez mayores hasta que noté un chorro de semen que llegó a las entrañas.

Tomaba la píldora, no era el mayor de mis problemas que hubiera terminado dentro de mí. Me había dejado dolorida y ahora quedaba que su amigo hiciese lo mismo, pero por detrás.

Daniel me colocó de nuevo al estilo perro. Antes de empezar me dio dos azotes que hicieron reír a Lorenzo. Notaba como su miembro circulaba por mis cachetes, dando pequeños golpecitos pero acercándose cada vez más al centro, a mi ano.

Lo dejó apuntando. Sabía que de un momento a otro daría una embestida. Agarré de nuevo la colcha de la cama, esperando el dolor que me produciría la penetración. Jugaba con su miembro, lo pasaba de mi sexo a la rabadilla y volvió a detenerse justo a la entrada de mi ano. Ahora sí, de manera lenta, sin el fuerte golpe que esperaba, se introdujo de nuevo en mi parte trasera. Me sujetó por mis caderas y siguió con un continuo entrar y salir. Le notaba saborearlo, me acariciaba la espalda y sus manos recorrían mi cuerpo, hasta levantarme y tocar mis pechos.

  • Tu culo es excelente, pero menudas tetas tienes. Siempre lo hemos hablado Loren y yo.

Me levantaba el cuerpo sin dejar de sodomizarme para poder tocar mejor mis pechos y besar mis mejillas y orejas. Mi cuerpo no respondía y me dejaba llevar, casi de manera inerte, dejando que disfrutase de la parte trasera de mi cuerpo. Su miembro era largo, por lo que se permitía dejarlo a medias y volver a clavarlo, eso una y otra vez, mientras se balanceaba, me sujetaba por las caderas y se esmeraba en acariciar mi vagina y mis pechos.

Sacó su pene justo en el momento en que iba a eyacular y lo hizo sobre mi espalda, mi rabadilla más bien. Se levantó y se dirigió al baño a lavarse, algo que había hecho ya su amigo. Después me dijo que lo hiciera yo, preguntándome si necesitaba ayuda.

  • Carmen, antes de nada. Te va a follar uno de los chicos. Tendrás que elegir entre tres números. El 1 es Javi, el 2 Arón, tu hijo y el 3 Álvaro. Tú misma.

Me daba igual quien de los dos pusiese ser, sólo que no interviniese Arón. En la habitación había un bidé que jamás utilizaba. Lo abrí y me lavé mi sexo y mis nalgas. Cogí mi toalla, la que tenía junto al bidé pero que jamás usaba y me sequé. Me limpié un poco la herida que me había hecho Lorenzo en el pecho. Salí, me puse la bata y fui a hacer lo mismo con la máscara.

  • No Carmen. Vamos a terminar las fotos del calendario.

Me tumbaron sobre el suelo, como si estuviera viendo la televisión, completamente desnuda, me sacaron varias fotografías. Después me puse de espaldas frente a la pared y por últimos otra sesión con la bata puesta, tanto por delante como por detrás. Sin duda, tendrían para elegir las fotos del taller y los calendarios si los hacían.

Me puse la máscara. Daniel abrió la puerta de la habitación y volvimos a bajar los tres al salón de la casa, donde esperaban los tres chicos.

Al momento llamaron al timbre. De nuevo me temblaron las piernas. Lorenzo me acompañó a la entrada, donde me mostró ante el espejo. La bata, semitransparente, con una fina rejilla, hacían visibles mis pechos, pezones y el negro de mi vello púbico. Imaginaba que también mi culo. Contesté al telefonillo. Marcos se identificó y esperé a que llamase por segunda vez. Antes de eso, Lorenzo me quitó la máscara y se escondió en la cocina. Me dijo que recogiese las pizzas, viniese a la cocina, cogiese el dinero y volviera a salir para pagarle. Todo para que el chico pudiera observarme por delante y por detrás.

Marco llamó al timbre y le abrí. El muchacho puso los ojos como platos al verme vestida así. Mi cara, imagino que enrojecida por la vergüenza. Cogí las pizzas y las bebidas, las llevé a la cocina y volví a salir con el dinero. El joven se despidió con un asombrado.

  • Gracias Carmen. Adiós.

Volví con Lorenzo. No le veía fin a aquella situación. Cogimos las pizzas y las llevamos al salón. Los chicos, ansiosos y eufóricos, las engulleron mientras que Lorenzo me quitó la bata, volviendo a dejarme tan sólo con los calcetines.

  • Come algo, Car... Rosa. – Dijo Daniel a propósito.
  • No. - Dije con el dedo.

Cenaron rápido. Tal vez en menos de diez minutos, y Lorenzo propuso volver a la habitación.

  • Vamos chicos. Es vuestro turno.

Agobiada obedecí. De nuevo Arón iba por delante, marcando el camino. Me habría gustado darle una bofetada y un abrazo, todo junto. Lo que estaba haciendo era horrible, previo a que yo fuese su madre aunque él no supiese quien era aquella mujer.

Al entrar en la habitación me ordenaron tumbarme sobre la cama. De nuevo cogió el satisfyer. Se pusieron a los dos lados de mi cuerpo Álvaro y Javi, mientras que Lorenzo le enseñó a Arón el pequeño vibrador y le explicó lo que debía que hacer.

  • Es un succionador de clítoris. Seguro que a tu madre le ha dado muchos ratos de gloria. Ahora lo probaremos con Rosa.

Miré a los otros dos chicos que esgrimían una sonrisa de oreja a oreja, sabiendo quien era la mujer a la que iban a hacer aquello. Mientras, siguieron explicando a Arón el funcionamiento del succionador.

Los dos chicos comenzaron a acariciarme los pechos. Encendieron el aparato a potencia máxima y lo dejó próximo a mi vagina. Cuando lo usaba, siempre con Alberto, tenía orgasmos de manera inmediata y ahora esperaba que no fuese así, me produciría una vergüenza aún mayor y como me habían dicho, una aberración.

  • Me va gustando cada vez más Rosa, según va pasando la noche. Me gustaría saber quien es.

Lo dijo sonriendo, lo que provocó una sonrisa en su amigo y sus padres. Arón no se enteró, seguía a lo suyo.

Estaba obligada a mantener las piernas abiertas por lo que el succionador empezó a hacer su efecto, el que yo no quería. Un fuerte calor invadió mi sexo. Tenía pequeños espasmos de manera instintiva.

  • Olé. Lo estás haciendo cojonudo, Arón. Le gusta.

Quería no disfrutar con aquello pero no podía. El tener que separar las piernas hacía que no pudiera controlarlo. Me notaba que iba perdiendo el control de mis movimientos. Daniel sujetó mis manos y los chicos pellizcaron mis pechos, y aunque me molestaba por la herida que me había producido Lorenzo, notaba como no podía controlar mi excitación.

Al final, me moví como si me hubieran puesto una corriente eléctrica y di un grito, avergonzándome a mí misma.

  • Enhorabuena, Arón. Has conseguido que Rosa se corra. Por qué no le metes el dedo y compruebas si está mojada?
  • Joder, está empapada¡¡ – Contestó mi hijo con el dedo en mi vulva.

Cerré los ojos y se me saltaron las lágrimas. Algo que, afortunadamente, la máscara impedía que se viera. Estuve durante unos segundos más dando pequeños espasmos, ante mi propia deshonra como mujer y madre.

  • Ahora, uno de los chicos será el afortunado de echarte un polvo. Hay tres números. No sabes quien es quien, así que elige uno. – Dijo dándome tres papeles con los números escritos.
  • Elegí el 3. – Sin saber si era o no Álvaro.

Ellos pretendían humillarme y ofenderme lo máximo posible y por ello no estaba segura que pudieran haber cambiado los números para que lo tuviera que hacer con mi hijo, y sería casi como morirme. Afortunadamente no lo hicieron.

  • Álvaro, eres el afortunado. – Respondió su padre.
  • Arón. Voy a ayudarte a recoger el salón. Tus padres se enfadarán contigo si lo ven así.

Se fueron los tres, quedándose conmigo el padre y el hijo. Antes de nada, Daniel procedió a quitarme la máscara. Me volví a tumbar en la cama, pensé que sería una relación sencilla, ya que estaba excitado y su poca experiencia haría que terminase enseguida.

  • Quiero que le beses, que le acaricies y él a ti. Haz que lo pase bien.

Sólo quería terminar. Le besé en los labios, bajé mis pechos para que pudiera tocarlos y besarlos. Pasaba su mano por ellos, metiendo los dedos en mi sexo.

  • Sigue estando encharcada. – Comentó a su padre entre risas.
  • Se nota que el satisfyer le pone mucho.

Fingía no escuchar. Sólo quería que el joven terminase lo antes posible. Ya que estaba obligada a hacerlo, sólo quería que fuese rápido. El joven se envalentonaba y besaba mi cuerpo, tocando con sus labios y manos todos mis puntos de la piel.

El pene estaba completamente erecto, mirando al techo, siendo yo la que hacía todo el trabajo, tal y como ordenaba su padre. Seguía diciendo lo que debía hacer, donde tocar, cómo hacerlo, lo cariñosa que tenía que ser...

  • Carmen. Por qué no te la metes en el coño?

Sabía que aquel momento iba a llegar y obedecí sin decir nada. Me coloqué a horcajadas sobre él y me dejé caer, entrando sin dificultad. Sin duda el efecto del succionador facilitaba mi penetración.

  • Voy a pedirle a Javi que venga un momento. – Dijo ya en la puerta, abriendo y gritando. – Javi, puedes subir un momento?
  • Sólo tenía que estar con tres. Era el trato. – Contesté entre indignada y miedosa.

La puerta se abrió. Esperé a que se cerrase para comprobar que era Javi quien había entrado. Su amigo me tenía sujeta por la parte alta de mis muslos, penetrándome.

  • Por qué no te sacas la polla y se la cedes a Carmen?
  • No, eso no estaba en el trato. – Respondí sin demasiada confianza.
  • Bueno, tú misma. Creo que dejarás de llevar la máscara el resto de la noche. A ver qué le parece a tu hijo.

No respondí. Javi ya estaba completamente desnudo y llevé mi boca a su miembro, todo sin dejar de estar sentada sobre Álvaro. Comenzó a acariciarme los pechos mientras me miraba lo que hacía a su amigo. Hacía movimientos hacia arriba para continuar penetrándome mientras intentaba ahora que su amigo también eyaculase.

El ritmo pasó a ser más seco, con embestidas rítmicas, lentas. Empezó a mostrar gestos en su cara. Como había imaginado, no tardaría mucho en tener un fuerte orgasmo. Intenté forzar la situación y colaboré, sólo con la intención de que tuviera el clímax lo más rápidamente posible.

No me costó, en un suspiro intenso quedó clavado en mí, o yo en él, no dejándome salir. Paré pero quedé aún sentada sobre él. Seguí haciendo la felación a Javi, pero Daniel me paró. Al mirarle vi que estaba haciendo fotos con el móvil.

  • Javi. Fóllatela tú.
  • No, por favor, ya está¡¡
  • Estás segura? – Preguntó de manera segura sabiendo la respuesta.

Me levanté y dejé que lo hiciera Álvaro. Su padre me dijo que ahora me tumbase con las piernas abiertas e invitó a Javi a terminar entre ellas, dentro de mí.

El joven metió su miembro. Me agarró con fuerza. No era tan brusco como su padre, pero bastante más que sus amigos. Levantó mi culo mientras me iba penetrando sin consideración.

De vez en cuando sacaba su miembro y lo frotaba con mi vello púbico, dejando restos de semen y fluidos míos. Lo rozaba varias veces, como unos zapatos en un felpudo y volvía a penetrarme. Su ritmo aumentó hasta que sentí que iba a llegar.

Giré la cabeza, no quería verlo. Pero de repente me habló.

  • Carmen, me voy a correr, mírame¡¡¡ - Dijo con voz autoritaria.

Le miré a la cara. Me dio las últimas embestidas y sacó su miembro que tras varios chorros de semen impregnó casi por completo el vello de mi sexo que habían dejado tras la depilación.

  • Ves como no era tan difícil? Venga, lávate un poco y ponte la máscara. Casi habéis recuperado la furgoneta.

Entré en el baño y cerré la puerta. Me lavé. No tardé mucho. Pensé que ya estaba todo terminado pero al salir estaban todos en la habitación. Incluidos Lorenzo y mi hijo.

No podía hablar, estaba parada aunque quería preguntar que cuándo nos iríamos no podía hacerlo estando allí Arón. Aún quedaba lo peor. Fue cuando Lorenzo lo dijo

  • Rosa. Arón no ha tenido su ración. Qué tal si le animas un poco?

Miré a Lorenzo con rabia mientras veía a mi hijo que se quitaba la ropa. Cuando quedó completamente desnudo se tumbó sobre la cama, como había hecho su amigo unos minutos antes.

  • Venga, dale un beso. No seas estrecha. Supongo que después de habértelo hecho con todos no te importará hacerle una mamada a Arón. Tiene que escocerte el coño de tanto follar.

Me tumbé sobre mi hijo. Empecé a besarle en la cara, la mejilla, y en los labios, tal y como Daniel y Lorenzo me iban indicando.

  • El pecho y sigue bajando hasta la polla.

Cogió una de mis mano, me hizo coger la de Arón y llevarla a mi vagina. Luego cogió la otra mano de mi hijo para llevarlo a mi pecho.

  • Así está mejor. Vamos, esmérate un poco.

Comencé a besarle. Noté como su mano se apoyaba en mi nuca, la dirigía hacia abajo, orientándome al miembro de Arón. Intenté parar en seco, no parar y resistir para no llevar mi boca a su pene. En ese momento sentí como la mano se dirigía a la correa de mi máscara, amenazándome con desabrocharla y que Arón viera la cara de su madre. Eran capaces de hacerlo y fui yo quien lanzó mis labios al falo de mi hijo, completamente erecto, y lo metí en la boca. Ya no tenía alternativa, le tendría que hacer una felación con final feliz.

Lamía su verga, después la llevé a la boca. Con la mano la agarré fuerte y la moví. Arón no tenía experiencia en chicas aunque suponía que veía porno, mucho antes de aquella noche, ya que alguna vez le había sorprendido cerrando el ordenador de manera precipitada cuando había entrado sin avisar a su cuarto.

No sabía quien era yo, era un alivio. Así que aproveché y pasé a la carga. La volví a meter en mi boca, apreté y succioné fuerte. Le escuché gemir. No quería mirarle pero estaba a punto. No paré, no quería que se recuperase. Mi boca y mi mano iban al unísono y comencé a subir y bajar, firme y constantemente. Fueron unos segundos, interminables, eso sí, pero un potente chorro blanco cayó sobre mi careta, entrando parte en el ojo.

  • Rosa. Ahora sí has cumplido. Tú has cumplido y nosotros también. Mira, este chándal es mío. Póntelo, no vas a ir desnuda. Ya me lo devolverás. – Indicó Daniel. – Te esperamos fuera. Lávate y te llevaremos a casa.

Salieron todos. Me metí en el baño y me puse a llorar. Quería morirme. Lo único bueno es que todo había terminado, o al menos eso creía. Me lavé como pude, una vez más usando el bidé ya que no quería ducharme. Me puse el chándal de Daniel. Quería marcharme cuanto antes. Salí del baño. Rehice la cama. No era mi misión ni debía saberlo, pero fue algo instintivo. Salí de la habitación y bajé al salón.

  • Chicos. Recoged y limpiad la casa. Sobre todo la habitación. Colocad todo como estaba. No queremos que Arón tenga problemas con su padres por haber permitido organizar esta fiesta.

Nos dirigimos a la calle, esta vez sin ponerme el antifaz. Salimos a la calle. El cambio de temperatura me dio una bofetada de realidad. Subimos al coche.

  • Sois unos cabrones, sólo iban a ser tres.
  • Tú has accedido. Si hubieras dicho que no, te habríamos quitado la máscara.

No quise continuar discutiendo. En unos minutos llegamos al pueblo. Al entrar, salió mi marido corriendo a verme.

  • Estás bien, cariño? – Preguntó según entré.
  • Tienes una mujer estupenda. Está muy bien, te la devolvemos casi igual, pero mira.

Dio un tirón a la chaqueta del chándal y dejó mis pechos al descubierto.

  • Ha sido sin querer, pero tiene unos pequeños mordiscos en las tetas. Con esos melones es imposible no perder el control, espero que no te importe.
  • También tienes que ver esto. – Dijo Daniel ahora bajándome los pantalones. – Le hemos dejado el coño más sexy. A los demás les parecía que tenía demasiado pelo. Todos hemos quedado muy satisfechos con ella. Es una mujer excepcional.

  • Toma, las llaves de la furgoneta y el contrato que ya ha sido liquidado. Puedes romperlo Todos a dormir. Mañana volveremos a casa.

Nos fuimos a la habitación y enseguida me preguntó.

  • Quiero saber todo lo que ha pasado
  • Sólo ha sido sexo. No quiero que hablemos nunca de ello.

Mi tono seco hizo que declinara de conseguir nada. Al día siguiente, mientras Alberto se duchaba, me quedé un momento a solas con Daniel y Lorenzo.

  • Sabes que hicimos muchas fotos y decidiremos si en algún momento volvemos a hacer una fiesta. Eso sí, prometemos llamar a Marcos, el chico de la pizzería. Creo que se quedó con las ganas.

Justo antes de comer entrábamos en casa. Arón nos recibió con dos abrazos y dos besos a su padre y a mí. Se le veía contento.

  • Te lo pasaste bien anoche? – Preguntó su padre.
  • Si, bueno... Pedimos unas pizzas y jugamos con la play. Nada especial.

Después de comer, vi que Daniel y Lorenzo nos habían metido en un grupo de mensajería. En él habían incluido varias fotos. Afortunadamente, en todas estaba sola, sólo las que iban a incluir en el calendario. Al final había un mensaje.

  • Tranquilos. En las que sale su cara las cortaremos o difuminaremos. Eres una mujer muy artística.