Humillación de una profesora (Versión hombre)
Una profesora que ha cometido un delito junto a su familia, se ve obligada a prestarse a celebrar el cumpleaños de uno de sus alumnos. Esta es la versión masculina, contada por uno de los humilladores. Ambos relatos son complementarios)
Dos escritores nos hemos juntado para hacer relatos con dos versiones, masculina y femenina.
Este relato es la versión masculina del mismo en el que un grupo de estudiantes y profesores humillan a una profesora. Es complementario a la versión masculina.
Javier había sido durante varios años profesor nuestro de dibujo. El gobierno otorgó más poder al ejército y debido a que habían resultado premiado varios proyectos suyos, logotipos para entidades del nuevo gobierno, fue nombrado comandante y director de la academia de cadetes.
A finales del curso del año pasado, Javier, nos ofreció entrar en la academia para hacer la carrera militar. Fuimos a verle su hermano Álvaro, Carlos, Daniel, sobrino e hijo de Lucía, respectivamente, y yo. Daniel decidió ir a la universidad, pero los demás aceptamos.
Lucía era nuestra profesora de inglés. Lo había sido el año anterior, y por un acuerdo con la academia, algunos profesores pasaron a darnos clase. Entre otros, ella, por lo que seguimos siendo alumnos suyos.
Hubo unas semanas atrás un atentado en el ministerio. Se le dio mucha importancia y públicamente se prometió un escarmiento a los autores. Todo ello dio lugar a esta historia.
Unos días antes de fin de curso, Javier nos pidió a Carlos y a mi que fuésemos a su casa, situada en la última planta de la academia. El motivo era preparar una fiesta a Álvaro por su 18 cumpleaños. Sabía que no tenía experiencia con las mujeres y pensó en una stripper y que terminase estrenando a su hermano.
- Javier, y si traemos otro tipo de mujer. Alguna guapa pero normal? – Preguntó Carlos.
- Y dónde pretendes que encontremos a alguien así? Si es decente no será stripper.
- Mi tía es una hija de puta pero me pone mucho. Sé que le gusta mogollón a Álvaro. He puesto unas cámaras en su casa, en la habitación y en el salón. Lo hice por morbo pero sé que fueron ellos los que atentaron en el ministerio. No se ve bien, pero se escucha perfectamente y hablan de ello. Aquí tienes las grabaciones. – Añadió entregando un pendrive ante mi estupor.
- Me gusta. Ya sabes que lo del ministerio apenas fue nada. Sólo un poco de humo pero le dimos máxima difusión para ejemplarizar el castigo si los deteníamos. Lo estoy dirigiendo yo. Déjame pensarlo, tengo que hacer algunas gestiones pero me gusta tu idea, y Lucía. Ya sabes que también fue profesora mía hace años, compañera y vecina hasta que me vine a vivir aquí. – Respondió sopesando las opciones.
Cuando salimos de allí hablé con Carlos y le pregunté si hablaba en serio sobre aquello. Me explicó que el día que estuvimos en su casa se había puesto a mil y no pensaba en otra cosa.
Se refería a que unas semanas antes, aprovechando que Lucía, Daniel, su padre y su hermano se habían ido a pasar la fiesta con la familia, estuvimos en su casa. Carlos estaba obsesionado con ella. Propuso que buscásemos las bragas que estaban en el canasto de la ropa sucia, y los tres nos hicimos unas pajas, mirando unas fotos suyas, vestida, claro, mientras la imaginábamos desnuda.
- Joder, Carlos. Es tu tía y después de esto seguirá siéndolo.
- Bueno Pedro, ahora está en manos del comandante. En cualquier caso, ella, mi tío y mi primo son culpables de lo que pasó en el ministerio. Se hará lo que él diga.
No volvimos a hablar hasta que me llamó Carlos tras un aviso del comandante para preparar el cumpleaños. Quedamos en su casa, allí estaba también Arturo, amigo del comandante desde que entró al colegio a trabajar y muy afín al régimen. Todos sabíamos que no se llevaba bien con Lucía.
Arturo nos explicó que había tenido un fuerte encontronazo con Lucía, por temas políticos. El director no la amonestó, como era su intención y ella salió envalentonada de allí, y insultándolo gravemente. Él vino a decirle que era una puta y ella que él la deseaba y le gustaría cepillársela y comerle el coño. Sabíamos que era cierto porque los gritos los habían escuchados varios profesores y a todos nos había llegado la información.
Resultaba raras aquellas expresiones en una mujer como Lucía, pero todos sabíamos cómo se las gastaba cuando se enfadaba.
Mañana detendremos a toda la familia. Por la noche es la fiesta de fin de curso del colegio pero por la tarde traeremos aquí a Lucía. Tengo potestad para enviarlos a juicio, con el resultado de varios años de prisión o sobreseer la investigación. Estoy seguro que una mujer de familia como ella nos dará mucho juego en el cumpleaños.
- Quiero que estés cerca de aquí y que cuando te mande un mensaje subas. Te recibirá desnuda. – Explicó a Arturo.
- No lo creo. No es tan sumisa para hacerlo. Menuda hostia tiene, además de ser una estrecha. Irá a la cárcel antes que ceder a algo así.
- Cederá. No lo hará por ella, lo hará por su familia. – Respondió seguro el comandante.
Nos despedimos. Arturo y el director se quedaron. Estaba sorprendido por lo que había escuchado y lo que iban a hacer a Lucía.
- Eres consciente de lo que pretenden hacer con tu tía? – Volví a repetirle.
- Es culpable, igual que Daniel y mi tío Miguel. Se merece todo lo que pase mañana.
No diré que Lucía no me parecía atractiva. De hecho disfruté muchísimo con aquellas pajas clandestinas con sus bragas, pero de ahí a obligarla a ser nuestra puta...
Ese día no teníamos ya clase. Comí con Laura, mi novia. Llevábamos saliendo desde el verano. Quedamos Álvaro, Carlos y yo a primera hora de la tarde. Le felicitamos, tomamos una copa en un pub cercano y le explicamos que deberíamos ir a la academia. Su hermano había preparado una pequeña fiesta para él. Hablamos de lo que haríamos por la noche. Se organizaría una fiesta en el colegio donde habíamos estudiado el año anterior y gracias al convenio, acudiríamos.
Cuando nos llamó Jaier, apuramos nuestras copas y nos dirigimos a su vivienda. Al entrar nos recibió él mismo. Vimos a Lucía que estaba sentada. Con cara compungida, casi llorosa. Supuse que le habían explicado la situación y lo complicado de librarse de una condena, tanto ella como su marido e hijo. Estaba con los brazos cruzados y no pude evitar fijarme en su mano, y en el dedo anular donde su anillo de oro mostraba que estaba casada. Me provocó una cierta excitación y pena a partes iguales por lo que iba a suceder.
Javier felicitó a su hermano con un fuerte abrazo y un tirón de orejas. Al preguntar el motivo por el que ella estaba allí se lo explicó. Era culpable, junto a su familia, pero como profesora y vecina, le darían la oportunidad de ser perdonada. Álvaro se quejó, protestando que ella no pintaba nada allí y su hermano se rio.
El director abrió una botella de champán y nos sirvió a todos, incluida Lucía. Brindamos por nuestro amigo y su hermano le entregó su regalo. Era el móvil que estaba esperando. Los nuestros estaban a años luz en valor. Una camiseta, unas deportivas y un bolígrafo que habíamos personalizado con su nombre. El momento tenso llegó cuando el comandante preguntó a nuestra profesora qué iba a regalar a Álvaro.
La mujer se ruborizó. Se movía incómoda, bebiendo ahora compulsivamente de la copa que había servido el director.
- Yo? No he traído nada, pero prometo regalarte algo. No pensaba que iba a ser invitada a la celebración. – Dijo mirando a Álvaro.
El director se limitó a bromear sobre ello aunque todos sabíamos que aquel era el punto de inflexión. Lucía debería doblegarse a los caprichos de Javier o bien iría toda la familia a prisión. Esperaba que de un momento a otro empezase a exigir cosas que una mujer como Lucía, si aceptaba, la denigrarían y si se negaba, se condenarían ella y su familia.
Entabló una conversación amena, preguntando a su hermano por las chicas. La verdad es que Álvaro no era precisamente un tipo que se las llevase de calle. De hecho, tenía bastantes dificultades para entablar relación con ellas. Evidentemente contestó que no tenía experiencia y fue la excusa para que Javier dijera a Lucía el regalo que quería de ella para su hermano.
- Qué tal si le regalas tu ropa interior y te desnudas para ellos? Vamos¡¡
Lucía era una mujer delgada y solía ir vestida de sport. Aquella tarde con unos vaqueros azules y una camiseta blanca. Podía conocerla de ocho años atrás y solía vestirse así.
La mujer se sorprendió y de repente bajó de la nube en la que vivía, imaginando una bondad a nuestro director cuando el realidad sólo la utilizaba como regalo de cumpleaños para su hermano. Se revolvió y se enfrentó a él, supongo que sin terminar de creer la propuesta.
- Soy una mujer casada. – Escuché, volviendo mis ojos a su anillo de boda.
Ella le debatió con tan sólo el argumento de su decencia. Lo cierto era que el delito era importante y sólo podría salvarlos una decisión del comandante. Con las pruebas que tenían, la familia pasaría varios años en prisión. Los dos discutieron. Ella se envalentonó y gritó a Javier. Este le contestó con una bofetada. Lucía comprendió que estaba en inferioridad y tan sólo bastaría una llamada para que la fiesta terminara y su futuro se tornase en “incierto”. Ella terminó implorando pero la respuesta fue contundente.
- Decídete¡¡ Te vuelvo a recordar que estás detenida...
Era inminente su rendición. Miré a Carlos y a Álvaro que observaban nerviosos y excitados. Lucía cedió y levantó su camiseta y se la quitó. Acababan de quebrar su voluntad.
Se puso colorada. Apenas le dio tiempo a asimilarlo cuando la siguiente orden fue que se quedase en bragas. Carlos se acercó y me agarró el brazo. Las cosas estaban saliendo como lo había planeado. Ahora obedeció sin rechistar no sin antes mirarnos a todos, esperando que alguno de nosotros parase aquello. La mujer procedió, desabrochó sus pantalones y los bajó. Llevaba unas botas bajas y se las quitó también para sacárselos.
Se quedó en bragas. Unas braguitas blancas brasileñas con poca tela atrás. Le hizo girarse Sin duda iba a conseguir de ella todo lo que se propusiera. La amenaza de condenar a su familia la hacían ceder.
Ella imploraba que la dejasen aunque el comandante se mantenía firme en la decisión y con sus comentarios no paraba de humillarla. Pretendía con ello dar un escarmiento a una mujer que originaba problemas y por otro dar capricho a su hermano y a los que estábamos allí de un espectáculo que debería haber sido realizado por una profesional, pero que las circunstancias hacían que lo hiciera una mujer normal, una profesora. La nuestra.
Intentó apelar al tiempo que se conocían. A lo amiga que era de su madre. Lo único que consiguió es que Javier se enfadase por sacarla a colación, en aquel momento en el que las madres no deben estar presentes, salvo que sea la madre de otro.
Una vez más la ridiculizó por el pequeño tamaño de sus tetas. En el colegio la llamaban, siempre a espaldas de Daniel, “La tetillas”. Aún así, me parecía, nos parecía a todos una mujer muy atractiva y con un estilo propio. Ante la petición del comandante para que siguiese desnudándose, apeló de nuevo a Javier, a su consideración, sin obtener resultado.
Me gustaba Lucía, aún siendo la madre de Daniel, pero no me habría gustado que la comparasen con mi madre. La profesora estaba entregada a las órdenes de Javier, con la promesa de dejarlos a todos en libertad. Le recordó que el regalo para su hermano sería su ropa interior. El envoltorio eran sus pantalones y camiseta, que se acaba de quitar y el regalo eran las dos prendas que le quedaban puestas. Era el momento en que la mujer debería dar un paso importante. Le acababa de pedir su sujetador.
Completamente avergonzada, sabiendo lo que se jugaba, se lo quitó, entregándoselo a Javier, quien lo exhibió como un trofeo para dárselo a su hermano.
Supongo que instintivamente, levantó la mano para taparse. Fue sólo un momento. El comandante le obligó a apartarlas.
Nos preguntó qué opinábamos pero la verdad es que ninguno dábamos crédito a lo que estábamos viviendo, por mucho que supierámos, salvo Álvaro, lo que pasaría esa tarde allí. Lucía se mostraba llorosa, avergonzada por la situación.
Sus pechos si mostraban la edad que tenía. Cuarenta y tantos. Tenía alguna estría, supongo que por la lactancia de sus hijos. El comandante se acercó a ella y le pasó el dedo por sus tetas, ante el inicial retroceso de la mujer, que de inmediato quedó quieta y se dejó hacer.
Inconscientemente, a pesar que no me gustaba la situación, el ver así a mi profesora, en top less, ante nosotros, me produjo una erección importante. Supongo que a mis amigos les sucedía lo mismo, aunque a diferencia de mí, ellos no ocultaban la felicidad por el momento que estaban viviendo.
Todos la mirábamos de arriba a abajo. No era una mujer espectacular pero sí atractiva.
- Ahora tu prenda más deseada por Álvaro. La que él quiere tener y la que todos queremos que no las tengas tú. Vamos, tus bragas. Dáselas¡¡ – Fueron las palabras del director.
A Lucía se le vino el mundo encima. Sin duda, si se las quitaba, estaba dando vía libre a que pudieran hacer con ella lo que quisieran. En ese momento dudé si lo haría o volvería a vestirse y aceptaría el destino que esperaba a ella y su familia. Mi duda se disipó enseguida, era una mujer de familia.
La profesora, después de suplicar de manera angustiosa a Javier, se tiró al suelo, dobló sus piernas y se puso a llorar. Los tres nos miramos mientras el comandante se acercó a ella con la ropa, se puso de cuclillas y la susurró al oído. Nos dijo que la fiesta había terminado y a Álvaro que le devolviera su sujetador.
Cuando Álvaro se lo iba a entregar, dio un empujón a la ropa que anteriormente se había quitado y no aceptó su sujetador. Se levantó de nuevo. Estaba decidida a hacerlo. Se iba a quedar completamente desnuda.
Ahora sí. La mujer lentamente comenzó a bajar sus bragas hasta llevarlas a sus tobillos y terminar sacándolas. Fue a entregárselas a nuestro comandante pero este le indicó que eran el regalo para su hermano, por lo que se los entregó a él. Su coño estaba perfectamente perfilado, con un vello estrecho, cuidado, y color castaño, igual que su cabello.
Se acercó al director y éste le agarró la cara para insultarla en su cara. Mostraba vergüenza y miedo. La llamó puta y le obligó a repetirlo. Sólo pudo pronunciar las primera sílaba.
Me acordé en esos momentos de lo que contó Arturo y que le había dicho que le comiese el coño en medio de una discusión. Sin duda sería verdad, tenía muy mal carácter cuando se enfadaba, pero me costaba creerlo de ella.
Su vello era exactamente igual que el pelo de la cabeza. Castaño claro. Lo tenía bien retocado, rectangular, sin duda se había depilado recientemente. Javier empezó a hablar de ella, a comentarnos lo bonito de su cuerpo. Después nos preguntó a nosotros. A todos nos gustaba. Era una mujer bonita, merecía la pena pero tenía que decírselo.
- Es guapa, pero no deberíais aprovecharos de la situación. Si ha cometido un delito, que sea juzgada. Pero no me gusta que esté obligada.
Javier se ofendió al escucharlo. Le preguntó a ella si se sentía obligada y negó con la cabeza. Sin duda era lo menos malo. Era peor ir a la cárcel que someterse a los caprichos del comandante. Una especie de trato que ella aceptaba.
La siguiente orden fue hacernos unas fotos. Pretendía guardar un recuerdo gráfico de lo que estaba aconteciendo. Supongo que temía que se divulgase más allá de los que estábamos en la sala.
Álvaro miraba con curiosidad y deseo, las bragas que le había “regalado” Lucía. Se las pasó a Carlos y éste a mí. Yo me debatía entre la excitación y la pena que me producía verla en aquella situación.
El comandante nos ofreció más champán, pero sólo aceptó su hermano. Dejaron las bragas y Álvaro encendió el móvil para ver las fotografías que nos habíamos hecho con ella. Supuse que si salían a la luz, sería tremendamente vergonzoso para ella.
El comandante le pasaba la mano por sus tetas y tocaba con descaro su coño aunque sólo rozándolo. Más, quizá, para provocar su vergüenza que con otra intención. Continuó con un discurso sobre su actitud, el esfuerzo que estaba haciendo para evitar la cárcel a su familia aunque aquello implicase tener que humillarse de aquella manera. Después invitó a su hermano a hacerse una foto junto a su profesora desnuda. Fue Carlos quien se colocó y por último me empujaron a estar junto a ella.
Vi cómo Javier cogía su teléfono. Imaginé que avisaba a Arturo. Me imaginaba su reacción después de la discusión en el colegio. Sin duda sería duro para ella cuando sonase el timbre y tuviera que abrir a su compañero completamente desnuda. Volvió a enseñarnos las fotos hasta que Javier puso música y propuso un nuevo brindis. Ella estaba nerviosa y agobiada. Había que llenar las copas de champán y decidió que fuese ella quien lo hiciese. En la botella no había suficiente y le indicó que en la nevera había más champán y que abriese otra.
Se agachó a por ellas y Álvaro le dio un sonoro azote en el culo que hizo gracia a su sobrino y a Álvaro.
Estaba nerviosa. Intentaba abrir la botella pero le temblaban las manos. Metía las uñas pero no conseguía ni tan siquiera quitar el alambre que protegía el tapón. Me dio cierta angustia y me acerqué a ella.
- Quiere que se la abra yo?
Al preguntarle se derrumbó ante mí. Me la dio llorando para que lo hiciera. No me costó trabajo y dejé que el tapón volase cuando lo saqué, yendo al otro extremo del salón. Lucía estaba pendiente de lo que hacía. Al abrirla, el champán se derramó y cayó en el suelo y sobre su cuerpo. Javier le acorcó la camiseta que se había quitado y le dijo que se secase ella e hiciese lo mismo con el suelo.
Todos levantamos las copas y brindamos. En ese momento sonó el timbre. Pude observar las sonrisas de los que estábamos allí y la extrañeza y pánico de Lucía, que temía que alguien más se pudiera unir a la fiesta, como así fue.
Javier pidió a la profesora que abriese, no sin antes llenar otra copa y que se la ofreciese al nuevo invitado, y que lo hiciese así, completamente desnuda. La mujer, que no se atrevía a contradecir a quien era su dueño aquella tarde, obedeció y abrió la puerta.
Javier cogió familiarmente por la cabeza a Lucía y la llevó hacia la puerta con una copa de champán. Al abrirla y ver a Arturo se le cayó la copa. La mujer se agachó, llorando de nuevo y recogió los cristales, mientras nuestro comandante le entregaba la camiseta para que secase el suelo.
- Te lo dije Arturo. Te abriría tu compañera en bolas. He cumplido. Deja ya de fregar. – Ordenó levantándola.
Eres grande, Javier.
No Lucía, no. No sólo tienes que que dejar que te vea, si no además servirle una copa. Has tirado la otra. Brindaremos de nuevo.
Javier y Arturo chocaron sus manos ya que todo estaba saliendo como habían previsto. La mujer, avergonzada, volvió a llenar una copa de champán y se la entregó a su compañero que no dejaba de contemplarla admirado y empezó a opinar sobre lo bien depilado que estaba su coño. Supimos de inmediato de la veracidad del incidente entre Lucía y Arturo, ya que ella se empezó a disculpar y a pedir perdón. Sin duda, nuestro antiguo profesor se iba a vengar con ella y el comandante se lo iba a permitir.
El director dio orden de ir todos a la habitación que había preparado para la ocasión. Arturo apoyó su mano en la espalda de Lucía mientras ella seguía pidiendo perdón a su compañero, suplicando, negando con la cabeza, aunque no se resistía. Era consciente de su situación y de la única alternativa que tenía para evitar que ella y su familia entrasen en prisión. Llegamos a la habitación y se tumbó en la cama, levantando las manos y quedando expuesta.
El comandante se colocó a su lado, susurrando a su oído, mientras le mesaba el pelo y pasaba su otra mano por encima de sus pechos. No podía escuchar lo que le decía, sólo que la iba humillando por cómo giraba su cara y lo que ésta reflejaba. En un momento concreto de su conversación, cerró fuertemente los ojos y abrió ligeramente las piernas.
- Arturo, perdóname. Puedes comerlo si quieres. – Dijo en voz alta, sollozando.
Supuse que le habían obligado a decierlo. El profesor se colocó entre sus piernas y acercó los labios a su vagina. El comandante seguía susurrando y sonriendo. Ella separó las rodillas hasta dejar completamente abiertas las piernas.
Como si una fuerza la impulsase hacia abajo, se clavó en el colchón, apuntalando sus talones, cabeza y manos en la cama, a la vez que entregaba a su compañero la desnudez de su cuerpo. Metió la lengua en la abertura de su raja. En ese momento ella se estremeció. Estuvo jugando con su sexo durante un pequeño rato hasta parar y ofrecerle su puesto a Álvaro. Aunque supongo que estaba deseando comerle el coño a su profesora, se negó, imagino que por vergüenza.
Sin embargo, Carlos se ofreció voluntario y ocupó el puesto de Arturo. Lucía le miró, sin poder entender cómo su propio sobrino podía estar haciendo algo así.
Conocía a Lucía de años atrás, no sólo como profesora, si no también como madre de Daniel. Era una mujer firme pero también una buena persona. Siempre vi que trataba a su sobrino igual que a su hijo, en felicitaciones y represalias, por eso, a pesar del morbo que pudiera provocarle, me sorprendía su crueldad en aquellos momentos en los que imponía su placer al drama de su tía. Después me ofrecieron hacerlo a mí. Me habría gustado en una situación consentida pero en aquellos momentos no tuve oportunidad de negarme, ya que el comandante me miró inquistivamente y no me atreví a decir que no. Podría haber hecho como Álvaro, pero en cambio, me coloqué entre sus rodillas, miré fijamente su coño, mi lengua se dirigió a su vagina.
Me arrimé entre sus piernas. Ahora podía escuchar al comandante y pude imaginar los cometarios que le había hecho en voz baja.
- Eres una puta y nos estás poniendo cardiacos a todos. Seguro que esta mañana no suponías que horas más tarde disfrutarías de seis hombres más jóvenes que tú. Sería bueno para ti y tu familia que te corrieses, o al menos que lo finjas.
Metí mi lengua y pude escuchar un débil gemido. Ella se clavó de nuevo en la cama, intentando obedecer las órdenes de nuestro comandante y disimular que disfrutaba con aquello. Comenzó a respirar de manera más agitada. Pensé que estaba disfrutando, la agitación respiratoria me parecía difícil de disimular. Incluso podía notar el diferente sabor de la saliva con las secreciones vaginales de mi profesora. Probablemente fuese así porque ante unas palabras de Javier, volvió a parar.
- Mira que eres puta¡¡ Te vas a correr con la lengua del amigo de tu hijo?
Seguí durante unos instantes más hasta que Arturo me dio una palmada en la espalda para que le dejase y ponerse en mi lugar. Lucía entreabrió los ojos y pudo ver que de nuevo era su compañero quien homenajeaba su sexo.
- Tranquila. Es Arturo. Pídele que te haga correr con su lengua. – Señaló el comandante.
La burla era humillante. Como si la mujer se sintiese mejor porque fuese su compañero quien mantenía ahora la boca entre sus piernas. Ella, suplicó pero terminó obedeciendo y diciendo lo que querían oír.
- Arturo, hazme llegar con tu boca.-- Expresó llorando¡¡
Se colocó entre sus piernas como un perro hambriento relame su plato de comida. De nuevo volvió a gemir. Parecía disfrutar a pesar de la situación. Javier invitó a su hermano a besar y tocar las pequeñas tetas de la mujer, mientras ella seguía moviéndose. Arturo gritó, como éxito suyo, que la mujer estaba mojada, aunque ahora se veía claramente que estaba fingiendo su placer y seguramente, sus jugos vaginales procedían de unos momentos atrás, tal vez cuando se evadió y se relajó en aquella tensa situación mientras yo lo hacía.
Por fin dijo que había llegado, colocando su mano entre su sexo y la boca de Arturo. De nuevo el comandante volvió a insultarla por haber tenido un orgasmo siendo una respetable mujer casada, aunque a todas luces, se veía lo había simulado.
Javier volvió a llenar las copas de champán y se ausentó un momento para volver con unas bolas chinas y entregárselas a la mujer mientras le animaba a introducirlas en tono jocoso.
- Pedro, Álvaro ayudad a Lucía a incorporarse para que pueda hacerlo.
La mujer agarró las bolas chinas y las metió en su vagina. De nuevo la fotografiaron, primero con ambas dentro, del que sólo sobresalía el cordón que las sujetaba, después sacó una, repitió con el móvil, guardando el instante, y por último, fue el propio Javier quien procedió a sacar la última y quedarse con ella de nuevo en la mano.
El comandante salió lentamente de la habitación y volvió a los pocos segundos, siempre con su copa de champán en la mano y sonriente por el control que tenía sobre la situación. Traía el bolígrafo que le habíamos regalado. Lo acercó, jocoso, a la entrada del sexo de la mujer. El objetivo era que lo introdujese en su vagina, al igual que había hecho con las bolas chinas, todo ello, dando pequeños golpecitos en su coño con el bolígrafo.
La profesora volvió a quejarse e implorar, pero sólo obtuvo la crítica de Javier.
- Ufff. Lucía, eres profesora pero tú no aprendes. Qué has de hacer cuando estamos jugando con tu coño?
Separó las piernas de inmediato pero no le sirvió para que la avergonzara aún más y le obligase a repetir lo que tenía que hacer cuando aquello pasaba.
- Tengo que separar las piernas.
Lucía cogió el bolígrafo y lo introdujo en su sexo. Lo hizo lentamente para que el comandante pudiera sacar las fotos que le había pedido y guardar en su móvil la exposición y actos de la mujer. Antes de sacarlo, le hizo que quedase metido sin tocarlo para hacer las últimas fotografías, mientras este se movía por sus temblores inconscientes. Después, él mismo lo sacó de golpe dando un fuerte tirón y se lo entregó a su hermano.
- Guarda este bolígrafo como recuerdo. Siempre tendrá un significado especial. – Recomendó a su hermano en voz alta, oliéndolo como si fuese un habano para para luego dirigirse a Lucía. – Ahora date la vuelta, gírate¡¡.
La mujer obedeció sin protestar. Javier dijo que la daríamos un masaje, en lugar de ser al revés, como solía suceder.
- Ahora vamos a darle por el culo... – Expresó riendo. – Aceite, claro. Hazlo tú Álvaro. Pedro, pon una almohada debajo para que levante sus lindas posaderas.
Javier vertió un poco de aceite en su culo y yo coloqué una almohada debajo de su sexo. Le pedí que me ayudase a incorporarla.
- Lucía, puede subir un poco la espalda?
El comandante se rió y me recriminó que la llamase de usted. Supongo que si estaba en aquella situación, entregada a nuestros caprichos, no procedía, pero era como solía llamarla habitualmente, a diferencia de mis amigos, que tenían más proximidad, y la tuteaban por ser vecina, o tía.
Lucía levantó su culo y metí la almohada. Su sobrino le apartó ligeramente las piernas para que Álvaro pudiera pasar sus manos engrasadas por él y por el coño, que permanecía visible, con todo su esplendor, abierto, al estar ligeramente arrodillada. Arturo y Carlos comenzaron también a tocarla, y el comandante, más brusco, metió un dedo con fuerza en su ano, lo que hizo que ella gritase. Cuando el comandante consideró le dijo que se diera la vuelta, para hacer lo mismo por delante.
Aterrada, se resistió, o tal vez, mejor explicado, imploró que no sucediera. De nada sirvió y obediente, se colocó como le habían indicado, separadas las piernas y de nuevo echó un chorro de aceite, ahora sobre su sexo. Todos se reían, salvo ella. Volvía a fijarme en su anillo de casada y entendí lo que podía querer a su marido y a sus hijos.
Álvaro, siguiendo el consejo de su hermano, llevó sus dedos a la vagina. Ahora la mujer se abría de piernas completamente, evitando así que el comandante la pudiera humillar más aún si no lo hacía. El festejado estuvo durante un pequeño rato tocando a su antojo y después, el director le ofreció a Carlos hacer lo mismo, como premio por ser el artífice de que Lucía estuviera allí en esos momentos y por haber descubierto que ella y su familia eran los culpables del atentado.
En ese momento sí cerró sus piernas instintivamente y como todos sabíamos, no sólo tuvo que volver a abrirlas, si no que lo hizo con una humillación aún mayor. Tenía que decir cómo tenía que mantener las piernas cuando alguno de nosotros estuviera entretenido con su coño y además, pedirle a su sobrino lo que debía hacer.
- Carlos, puedes meterme los dedos si quieres y mientras esté jugando con mi... mi sexo, mantendré las piernas muy abiertas. – Expresó llorando, con la voz entrecortada y sin casi, entender lo que decía.
Carlos metió su dedo lentamente. Uno primero, después otro. Los metía y sacaba de manera lenta, pero de repente comenzó a hacerlo bruscamente hasta dejar sus dedos en ella, que quedó clavada en la cama y con la cabeza mirando hacia atrás. Arturo era ahora quien se burlaba de ella, diciendo que sus gestos eran de excitación en lugar de vergüenza.
El comandante contó a Lucía que habíamos estado en su casa, los tres, y que nos habíamos masturbado con sus bragas, ante la mayor vergüenza, si cabía, de nuestra profesora. Javier siguió hablando y le pidió a su hermano que dejase a Carlos las bragas que le había regalado. El joven las mostró en alto mientras con la otra mano seguía con los dedos dentro del coño.
Javier nos pidió a Carlos y a mí que la volviésemos a colocar incorporada para poder fotografiarse ellos con Lucía. Javier abrió su coño y pidió a su hermano que fuese él quien hiciese la fotografía. Después Arturo repitió la acción. Cuando terminó decidió que viésemos las fotos. La verdad es que había muchísimas, las iba pasando rápido, pero la colección, con la profesora siempre en primer plano, no terminaba nunca, aunque iba deslizándolas con el dedo de manera rápida.
Terminamos de verlas y el comandante dijo que ahora pasaríamos a la acción. Lucía se asustó y pidió que la dejasen marchar y liberasen a Daniel y a su marido Miguel.
El comandante decidió dar una vuelta más y dijo que quería un poco más de acción. Sin duda ya sólo quedaba tener sexo con ella. Animó a la mujer, explicando lo bien que lo estaba haciendo y que todos quedarían libres.
- Pedro. Ven aquí. Lucía, siéntate en la cama. Hazle una buena paja. Con eso de tocarte el coño los has puesto muy cachondos. – Dijo refiriéndose a mí.
Me había propuesto no tocar a mi profesora más de lo que había hecho pero no me dio opción. Me bajé los pantalones. Que Lucía estuviera haciendo aquello de manera forzada, obligada para salvar a su familia, no impedía que tuviera una fuerte excitación.
- Pedro tiene novia. Se conformará con un pajote. No te veo muy cómodo y por eso no te digo que te la folles, pero quiero que demuestres que no eres maricón.
Me tumbé en la cama y empezó a hacerme una paja. Era brusca, no era especialmente agradable su mano, pero si la veía desnuda me excitaba más. La acariciaba, tocaba su pelo. Me daba cierto pudor acariciar las partes más íntimas.
- Venga Lucía. No seas estrecha. Estamos pagando con vuestra libertad. Hazle una mamadita.
Cambió, ante la orden, la mano por la boca. En ese momento si fue muy agradable, dándome pequeños lametones. Levantó la cara y siguió con la mano, pero ahora sí, no tardaría mucho en correrme.
Le bastaron unos pocos movimientos para que varios chorros de semen saliesen disparados hacia su cara. Me había provocado una erección considerable. Por mucho que mi mente lo negase, Lucía me excitaba mucho, y mucho más si se encontraba desnuda y en situación complaciente. Escuché las risas por como había terminado, el chorro sobre su cara y la complacencia del comandante.
- Has tardado poco. Que tengas novia no ha sido inconveniente para que te corrieses con la paja y lengua de tu profesora de inglés Si algún día te quedas sin trabajo, como chupona tendrás futuro. Álvaro, supongo que querrás perder tu virginidad, no?
Lucía se revolvió ante la posibilidad de tener que mantener relaciones con su hermano, pidió que no la violasen, pero el comandante la contestó duramente.
- Nadie va a violarte. Puedes irte de aquí cuando quieras. – Dijo pausado. – Estás voluntariamente. Si aceptas, él no te hará nada, serás tú quien se lo hagas a él. Además, ya sabes... No querrás estropearlo ahora. Decide si eres una puta a la que pagamos con la libertad de la familia o una estrecha ama de casa, madre y esposa.
Álvaro, ansioso comenzó a desnudarse. La mujer se tapaba la cara hasta que volvió a mirar. Para ese momento mi amigo ya estaba completamente desnudo y el comandante le dio instrucciones precisas. Debía chuparle la polla primero. La llevó a su boca y la cara de Álvaro reflejó la sensación de placer que sentía, por lo que todos pensamos que iba a correrse en la boca de Lucía. Quizá ella lo pretendiese, para evitar ser penetrada pero el director se dio cuenta y le ordenó que parase, se colocase sobre nuestro amigo, y fuese ella quien se metiese la polla de Álvaro en su coño.
Se subió sobre la cama. Álvaro permanecía tumbado, pero incorporado ligeramente. Comenzó a rozar el miembro de mi amigo, imagino que con la idea de provocar que llegase antes que la penetrase.
Pidió a Carlos que abrazase a su tía, siempre en tono burlón. Le agarró por el cuello mientras que Álvaro le sujetaba por la cintura, y entre los dos la empujaron para que Álvaro penetrase a su profesora. Al hacerlo, dio un pequeño grito a la vez que cerraba los ojos, que hizo que Javier felicitase a su hermano. Álvaro llevó su mano a los hombros mientras Carlos la mantenía abrazada. Álvaro la iba besando, a la vez que la sujetaba y hacía que subiese y bajase, cabalgando sobre él. El director iba indicando cómo hacerlo, de tal manera que su hermano tuviese el mayor placer posible y lo que viese le gustase, para que tuviera un fuerte y placentero orgasmo.
Carlos daba besos en la mejilla a su tía. Javier le otorgó un elogio a su culo y le preguntó si le gustaba, a lo que la mujer no contestó. Álvaro se excitaba y adquiría confianzas que no tenía antes, y sin tener en cuenta que me había chupado la polla a él y a mí mismo, la besó con fuerza y pasión.
Álvaro ahora sujetó la cintura de Lucía y siguió empotrándola contra él.
Supongo que Lucía notó que el joven estaba próximo a llegar por lo que le pidió, asumiendo que tendría un orgasmo, que llegase fuera.
Javier se acercó por su espalda justo cuando Lucía pretendía levantarse y evitó que lo hiciera, cargando las manos sobre su espalda y clavándose aún más sobre el miembro de Álvaro. Dio un fuerte alarido, negando ante la eyaculación de nuestro amigo dentro de ella. Dio unos fuertes alaridos mientras ella suplicaba que no llegase dentro. Al terminar Javier dejó de apretar y Lucía cayó a un lado de la cama llorando.
Lejos de consolarla, Javier felicitó a su hermano y al haberlo hecho sin condón y habiendo llegado dentro, se burlaba ante la posibilidad que pudiera quedar preñada y ser tío, Álvaro padre y Carlos primo de la criatura que pudiera nacer tras el polvo que acababan de echar. Carlos no se apartó, intentó acurrucar a Lucía, que primero aceptó pero después le apartó bruscamente, bastante enfadada.
El comandante dijo que era el turno de Carlos. De inmediato, Lucía se revolvió, negándose a mantener relaciones con su sobrino. Javier le contestó de malas formas, amenazándola con terminar la fiesta y mandarla a ella y a su familia a prisión.
Cuando le recordaban su situación, y sobre todo la de su familia, la bravura de Lucía desaparecía, convirtiéndose en una mujer sumisa y complaciente.
Javier dio una palmada a Carlos, pidiéndole que dejase en buen lugar el pabellón de los cadetes y a ella que consiguiese que él disfrutase, ya que si no lo conseguía, equivaldría a que todo lo que había hecho aquella tarde no hubiera servido para nada, y ella y su familia, acabarían en prisión.
Carlos se correría con su tía. Todo había sido idea suya, incluso el ir a lefar sus bragas en su casa semanas atrás.
La miraba con cierto deseo. Comenzó a halagarla y piropearla. No era necesario. Ella sabía perfectamente en esos momentos lo que su sobrino sentía por ella de manera carnal. Me vinieron a la cabeza las dos veces que le dije si estaba seguro de todo lo que le iba a suceder a su tía si caía en manos de Javier. A él no le importó. La verdad es que como decía, era la única manera de poder disfrutar de su tía. Le habían dado la ocasión y él la había tomado.
Carlos y Lucía hablaban en voz baja, casi se susurraban. Ella debía pedirle que parase mientras él la acosaba, sonriendo y diciéndole cosas que la hacían ruborizar y avergonzarse. Carlos se colocó entre sus piernas para proceder a penetrarla. Ella no quería mirarle pero como le había repetido Javier una y otra vez, mantenía sus piernas abiertas. Su sobrino se acopló e hizo el gesto de entrar en ella. Con un gesto en la cara de Lucía, todos supimos que la estaba follando. Estaba muy cargado y sabíamos que no aguantaría mucho con la mujer con la que tantas veces había fantaseado con hacerlo.
- Tranquila tía. Yo no llegaré dentro.
Supongo que fingió no escucharle o tal vez quedó más tranquila. El caso es que se mantuvo de la misma manera, con sus piernas separadas, ligeramente levantadas y recibiendo una y otra vez las embestidas de su sobrino. Javier volvió a humillarla haciendo mención, de pasada, al día que estuvimos en su casa, pajeándonos con sus bragas.
Carlos se movía de manera más drástica, levantándose para caer una y otra vez en el cuerpo de Lucía. Gimió, bufaba, hasta que de repente sacó su polla del coño de su tía y varios chorros de leche cayeron sobre el vientre y vello púbico de la profesora. Ella ahora lloraba de manera sonora. Carlos se levantó y se vistió, quedando ella tumbada, tapándose la cara, avergonzada. Nuestra diversión había terminado, aunque imaginaba que el comandante y Arturo aún tendrían algo que decir y sobre todo que hacer.
El comandante dijo a Lucía que se levantase y fuese a la ducha. Ella, supongo que imaginando que todo había terminado, contestó que prefería hacerlo en su casa, lo que una vez más provocó la ira del director de la academia, que empezó a lanzar todo tipo de improperios y la amenazó, una vez más, con que fuesen a prisión su marido e hijo, además de ella misma.
- Nosotros nos vamos. – Interrumpió Álvaro viendo que aquello ya no iba con nosotros.
Mandó parar a Lucía cuando iba camino del baño para decirle que nos íbamos. Brindaríamos de nuevo por el cumpleaños.
- Pedro, abre tú la botella. Ella abre bien las piernas pero las botellas no es lo suyo. – Dijo Javier en tono burlón.
Volvimos a brindar. Carlos preguntó si la dejarían libre a su tía después de haber cumplido con ellos. Su respuesta es que se había portado y había cumplido. Así que la dejarían libre. Volvió a decirle a Lucía que se duchase.
Nos quedamos unos instantes a solas. Javier nos explicó que a parte de las fotos que habíamos hecho en el móvil, había dos cámaras en la habitación donde habíamos disfrutado de ella, una en la entrada de la casa, donde recibió desnuda a Arturo y otras dos en el salón, donde se había desnudado, además de otra en la ducha, donde se encontraba ahora. La puso en la televisión conectada al ordenador y pudimos verla, cayéndole el agua y lavando su sexo cuidadosamente.
- Esta noche la obligaré a ir a la fiesta sin bragas. Quiero que estéis todos. Tenemos que asegurarnos que obedece.
Javier dio un beso a su hermano y una palmadita en la espalda a Carlos y a mí, y se quedó con Arturo, imagino que para dar un último revolcón a Lucía.
Llegamos a la fiesta los tres juntos ya que habíamos ido juntos a cenar. Al llegar ya estaban allí Javier y Arturo. Éste nos llevó a la sala de profesores y en uno de los ordenadores vimos todas las fotos que habíamos tomado, así como los vídeos completos de la llegada de Lucía, su striptease, cuando abrió la puerta a Arturo, su ducha y los momentos de sexo con nosotros y por último algunas escenas cortadas con Javier y su amigo, que no quisieron que viésemos completas.
Más allá del sexo, mostró cuando entró su familia y se abrazaron todos a ella. No pude evitar sentir cierta pena y arrepentimiento y viendo la actitud de su marido, Daniel. Me ponía en su papel, sin saber lo que había tenido que hacer su mujer para evitarles a él y a su hijo Pablo ir a prisión. Vimos la conversación. (“G” cuando los diálogos se refieran a la grabación y “D” cuando son en directo, hechos por los que vemos el vídeo que grabaron)
- “G” Qué ha pasado? – Preguntó el marido.
- “ D” Que nos hemos follado a tu mujer. – Respondió riendo Javier.
- “G” Cariño. Javier nos cubrirá con lo del ministerio. Nos deja en libertad. Hemos estado celebrando el cumpleaños de Álvaro, 18, ya sabes que es de la edad de Daniel. Los chicos se acaban de marchar .
- “G” Gracias Álvaro. Si podemos reparar el daño, dínoslo. Sentimos muchísimo los problemas que hemos causado. Espero que tu hermano lo haya pasado bien en la fiesta. – Respondió su marido ante las carcajadas al escucharlo.
- “ D”Joder. Lo he pasado de puta madre. El mejor día de mi vida.
- “G” Sí, ha sido una fiesta íntima y lo hemos pasado todos muy bien. Tu mujer ha animado la fiesta. Quería que mi hermano estuviese contento en su 18 cumpleaños y lo hemos conseguido.
- “ D”. Gracias hermanito. Por supuesto que lo has conseguido.
- “G” Sí. Suele ser el alma de las fiestas. Gracias a ti también, Arturo. Espero que hayáis resuelto también vuestras rencillas, no merece la pena estar enfadados. – Añadió el marido.
- “G” Tranquilo Daniel. – Respondió Arturo. – Ya se ha disculpado Lucía y se ha hecho perdonar.
- “ D” Joder. Qué cabrón que eres¡¡ Te pidió disculpas y que le comieses el coño. – De nuevo volvieron las risas ante el comentario de Carlos.
- “G” Gracias. Me alegro que lo hayáis pasado bien.
- “ D” Lo hemos pasado de puta madre.
- “G” Muy bien. Créeme. No se le da bien abrir las botellas de champán, pero se ha esmerado en todo. Tienes una gran mujer y una madre estupenda. Os quiere con locura y gracias a ella estáis libres. Te aseguro que nos quedamos con un gran sabor de boca de esta noche. Ninguno vamos a olvidar este maravilloso fin de curso. Ahora id a cenar y luego nos vemos en la fiesta del colegio.
- “ D” Que cabrón eres, hermanito. Que no sabe abrir botellas. Eso no, pero las piernas lo hace de puta madre. – Añadió Álvaro partiéndose de risa.
- “G” Siempre te estaré agradecido, como padre y marido, por lo de esta tarde. Muchas gracias.
Esto último provocó que casi no pudieran contener las risas.
- Está agradecido que te la hayas follado y nos la hayas cedido. Eres mi puto héroe. – Terminó diciendo Arturo.
Dudábamos en si vendría Lucía. En realidad, era por hablar de algo, ya que no se atrevería a no obedecer y a venir como le había ordenado el comandante. Estuvimos tomando algo mientras esperábamos y nos terminó confesando algo.
- Tenemos a Lucía bien enganchada por el coño. Tengo algún compromiso y es posible que haga otra fiesta para complacer algún amigo.
No dijimos nada. No me parecía bien. Pensaba que ella había pagado con creces lo que había hecho, que según el comandante no había sido tanto como se publicó. Aún así, no dije nada. Lucía apareció ya bien empezada la fiesta. Iba guapísima, un vestido negro de verano, a la altura de las rodillas.
- Chicos. Id a la sala de profesores y esperad allí. – Dijo el comandante.
Los cuatro, incluido a Arturo esperamos allí unos minutos hasta que apareció con Lucía, cuya cara estaba completamente colorada.
Lucía se colocó junto a la pared, levantando su falda y enseñando una vez más su coño y demostrando que había obedecido las órdenes del comandante. Nos pidió que nos hiciésemos unas últimas fotos con ella, ahora en el colegio, siempre con su falda levantada, hasta terminar haciéndonos una, todos juntos, los cinco con ella. Javier le explicó brevemente lo que nos había contado anteriormente.
- Quería comentarte que no sólo hicimos fotos, si no que había cámaras en la entrada, el salón, la habitación y baño. Tenemos una película, sin censura, bastante larga y completa.
La cara de la mujer era un poema. Supongo que estaba a punto de derrumbarse, pero aguantó sin decir nada.
- Tengo unos compromisos y tal vez te llame para que amenices alguna celebración. Estoy de acuerdo con tu marido. Eres el alma de las fiestas. Disfruta guapa.
Le dio un beso en los labios y nos marchamos.