Huérfano de madre
Se fue el mismo día que inhumamos a su padre, el día que todos me dieron la espalda
Cuando mi marido murió me quedé en la absoluta soledad, todos se alejaron de mí me rechazaban, decían por mí que era una caza fortuna, incluso nuestro hijo al cual crié desde los 6 años, cuando su mamá falleció y Jorge tuvo que hacerse cargo de su primogénito: Angel.
Creo yo que el niño me odiaba porque sus padres se divorciaron a sus 4 y hasta los 6, que su madre muere en un ataque salvaje de 2 empleados alcoholizados ni su padre ni yo hicimos siquiera un amague para verlo.
El día que llegó para instalarse, llegó a un hogar que era de una nueva familia que su padre había formado después de alejarse de él y su mamá, un lugar para dos donde no había un solo espacio para él, un lugar donde yo era la dueña y él: "huérfano de madre" cómo se autoconvenció.
Me costó sacar esa idea de su cabeza, pero lo logré, al menos yo creía eso.
Angel se fue el mismo día que inhumamos a su padre, el día que todos me dieron la espalda.
Nunca superé todo ese suceso.
Por eso me sorprendí cuando hace algunos días me pidió verme, lo cité a MI casa que también es suya, pero no deja de ser mi dominio.
Cuando lo ví entrar (al menos para mí) lo ví hermoso, fornido, bronceado, todo un galán, tenía por decirlo de alguna manera: todos mis labios babeados. Parecía todo un hombre exitoso, nada más lejos de la realidad.
Era un día fresco así que estaba con un vestido negro holgado, tanga del mismo color y mis tacos; cuando sentí su mirada en mis ojos mis rodillas temblaron.
Me besó cerca de los labios y no paró de contarme su vida intercalando piropos varios; confesiones íntimas miradas de pasión; confesiones sexuales, su lengua mojando sus labios; confesiones amorosas, más miradas llenas de deseo; fantasías de las que yo era protagonista junto a él, estaba encharcadísima.
Yo lo veía con los ojos del gato con botas, pero con la respiración agitada, la boca abierta con una sonrisa caliente, traviesa.
Y pasó. Miradas más, miradas menos, una mano por aquí, otra mano por allá hasta llegar a los besos.
Colaboré en todo: con los botones; cuando me giró para sacarme la ropa; levantando cada piecito al bajarme la tanga; abriendo las piernas; tirando la cola bien atrás, quebrando la cintura para que vea que estaba entregadísima.
Me cogía con pasión o con fuerza mejor dicho, yo giraba para verlo, era hermoso, no era un hombre cogiéndome, era mi hijo que volvía a mí.
Volvía a mí de una forma diferente porque lógicamente no fue en mi vientre que se creó.
Me cogía de parados y lo hacía de una forma increíble, aunque de haberme dado a elegir hubiese preferido menos brutalidad, a ver: la metía y sacaba con desesperación y obvio que para eso me agarraba muy, muy fuerte de mis caderas, hombros y tetas, era doloroso, pero dentro de todo lo podía disfrutar porque su pija hacia que todo eso valiese la pena, aunque también por la fricción salvaje sentía que me podía paspar.
Lo peor fue cuando me llevó hasta la mesa, me apretaba de las caderas mientras me empujaba empijándome toda, era salvaje, todavía no lo sabía pero tenía marcas de sus dedos en todo el cuerpo.
Cuando llegué a la mesa me recosté boca abajo sabiendo que no me negaría a nada de lo que me proponga o haga, todo era para él y el muy siniestro se quedó quieto.
Cuando no me sacudió más con sus brutales penetradas. Lloré. Lloré de felicidad. Pero no lloré porque paró, lloré porque me estaba usando y me gustaba como me estaba usando.
Miré hacía atrás, directo a sus ojos y le dije: "no me hagas esto por favor" mientras me movía hacia atrás ensartándome a mí hijo en lo más profundo de mi ser.
"Dale, que te pasa, ya no te excito?" miraba sus ojos y sus labios mientras empujando con el culo me apretaba a él moviendo en círculos mis caderas alrededor de esa pija gruesa que era toda mía, mordiendo mi labio inferior que es más grueso, rosado y carnoso que el superior intentando tentarlo para que me vuelva coger con el ímpetu que me demostró hacía tan solo un rato.
Y no falló mi treta, "te amo mamá, perdoname por haberte dejado" diciendo eso cambió de la brutalidad que lo satisfacía a la intensidad, a la pasión que era más lo mío, ya no parecía una violación cómo al principio esto era deseo puro.
"Siempre envidié a papá", "esto es un sueño", "quiero cogerte toda la vida" a todo eso yo solo le contestaba: "si" moviendo la cintura de atrás para adelante y viceversa erguida a estás alturas con las manos apoyadas en la mesa, los ojos cerrados, la boca abierta y reseca, transpirando a full, empapada deshidratándome mirando al techo.
Él detrás mío empujando y sacando su miembro moviendo el culo arriba y abajo abrazándome diciendo lo lindo que es cogerme.
Y de repente cesó con todo movimiento.
Me moví muy lento hasta dejar el glande a punto de salir para meterlo igual de lento, lo hice unas cuatro veces más manteniendo el ritmo lento con el cual lo sacaba hasta apretar con los labios su gran glande y aumentando o duplicando la velocidad en cada vuelta.
Así es que mientras lo sacaba lento, lo más lento posible al volver a introducírmelo lo hacía velozmente y apenas llegaba a la base volvía a sacarlo despacio para luego clavármelo cayendo con mi propio peso apretándolo con la concha a gran velocidad
"No decías que te gustaba cogerme? Dale Papi. Movete bebé. No me hagas esto. Respondeme como hombre hijo, movete, dale" suplicaba apretando su falo alternando entre movimientos circulares y de atrás hacia adelante tratando de tener el mayor contacto frotando el clítoris y el ano con su cuerpo cada vez que podía, toda yo me meneaba con un hijo ingrato atrás que no colaboraba eso sí, disfrutaba mis movimientos diciendo "que bien que te moves" "y si te gusta por favor movete conmigo" le respondía moviendo las caderas, apretando las piernas y acariándome la concha.
Cansada de no recibir respuesta le grito histérica: "movete!" mientras cansada voy dejando de moverme.
Él no se mueve. Medio minuto pasó y parece mucho tiempo. Quieta pero aún frotándome. Incómoda bajo la mirada "haceme el amor, haceme acabar otra vez y te doy" dije doblando la cintura mirándolo a los ojos y pasando los cuatro dedos de la mano izquierda por raya del orto estimulándome al máximo para dar el siguiente paso "el culo, hijo".
Con su sonrisa de niño caprichoso que consigue lo que quiere empezó a cogerme cómo a mí me gustaba, con intensidad en vez de fuerza y sobre todo con consistencia manteniendo una postura por el tiempo que yo necesitaba para cambiar la postura y seguir buscando mi placer, es decir que todo se centraba en mí. Un sueño ser el centro de atención de un tipo así.
Cuando llegué al orgasmo lo mojé todo, su vientre, mi culo, nuestras piernas y pies hasta el suelo dónde estábamos parados.
Él continúo con fuerza por un rato más hasta que acabó adentro mío, acabé otra vez con él eyaculándome en la concha.
En ese momento me hubiese encantado que sea mi hijo biológico.
Todavía ensartada y él perdiendo de apoco la erección me llevó al sillón me empujó hasta quedar boca abajo mientras me penetraba con desesperación al ir perdiendo la dureza.
Se salió sola.
Suspiré y con cierto temor pensé: "le debo el culo".