Huelga en el Metro (2: Fotografias)

Salimos del metro, cruzamos la calle y nos dirigimos hacia un pequeño bar que había en la esquina...

Al salir del vagón, guarde mi pene y la belleza que me había logrado excitar se dio la vuelta y dijo: "sígueme". Yo no dudé. Es mas, me daba igual llegar tarde al trabajo y la bronca de mi jefe. Seguí a la chica que iba delante de mi. Subí detrás de ella las escaleras mecánicas observando hipnotizado su escultural cuerpo, y de refilón comprobaba como los demás hombres aprovechaban para deleitarse con los atributos de la mujer que me estaba raptando voluntariamente.

Salimos del metro, cruzamos la calle y nos dirigimos hacia un pequeño bar que había en la esquina. Saludamos al camarero, yo pedí dos cafés con leche, la chica se acerco a mi y agarrándome la polla, me dijo "paga y ve al servicio de caballeros cuando hayan pasado dos minutos". Ella se fue para allá y yo desesperado, miraba el reloj impaciente.

No había pasado ni medio minuto cuando me dirigí al cuarto de baño, abrí la puerta y me introduje en el servicio de caballeros. Una vez dentro, vi dos lavabos y dos puertas entreabiertas, opte por mirar en la primera de ellas, y allí estaba la chica esperándome sin pantalones y su mano acariciando su entrepierna, abierta de piernas considerablemente, a la par que muy húmeda por el flujo derrochado durante la espera. Me introdujo, cerrando la puerta con fuerza. Se deslizó, despojándome de la camisa y de los pantalones, besándome el pecho, la cintura, se arrodilló entre mis piernas, besó mis muslos hasta colocar su cara frente a mi polla.

Cuando menos me lo esperaba, sus carnosos labios habían bordeado la punta de mi polla y estaba chupándome, besándome y mordiéndome todo el pene y su mano acariciaba mis huevos. Empezó a bajar sus labios por todo mi pene y me hizo una mamada espectacular. Sus labios se apretaban contra mi erguido miembro y sus ojos me dedicaban una tierna mirada. Era la mejor mamada que me habían hecho nunca y no tardé en soltar unos chorros de semen que salpicaron su boca, su cara, sus tetas y su pelo. Ella estaba disfrutando, se le notaba. Yo quería compensarla por el placer que me había brindado. Me acerque a su coñito y comencé a lamer y succionar golosamente. Ella mientras tanto acariciaba su clítoris, para llegar al orgasmo. Tras un par de minutos gimió sin control. Se había corrido.

Alguien había pasado al servicio mientras nosotros estábamos enfrascados en el desenfreno sexual. Cual fue nuestra sorpresa al salir del pequeño servicio, donde habíamos copulado ansiosa y lujuriosamente. Allí había un señor, que probablemente alertado por mis gemidos y lo que hubiera podido ver, estaba masturbándose sin preocuparse de que nosotros pudiéramos verlo. Cuando mi compañera de sexo salió y vio lo que estaba pasando fuera, le dedico una bajada de pantalones, le mostró su impresionante culo, acercándoselo para que pudiera masturbarse a placer. El intentó tocárselo, pero ella se aparto para que no pudiera hacerlo. El hombre eyaculó instantáneamente y ella le dedico una agradable sonrisa, sabedora de que había sido la causante de su orgasmo.

Salimos rapidamente del bar, para que nadie sospechara de lo que había pasado y para que el individuo que se encontraba en el servicio no tuviera ninguna pista de quien éramos. Ya en la calle, cercanos a la boca de metro, me dio un sonoro beso y agarrandome sutilmente la polla, me susurro un "hasta pronto". Guardándome en mi bolsillo trasero del pantalón un papelito con su numero de teléfono.

Rápidamente me fui a trabajar, reflexionando sobre lo que había pasado. Me parecía increíble. Al llegar al trabajo mi jefe me recibió enfadado, le dije que en el metro estaban de huelga y me fue imposible llegar antes. Tuvo que reprimirse su bronca, ya que no había sido el único en llegar tarde.

Al cabo de unos días, me arme de valor y llame al móvil que la chica del metro me había metido en el bolsillo del pantalón. Estaba desconcertado, no sabia si lo respondería ella o simplemente no existiría. Una dulce voz contestó, no había duda que era ella. Le respondí algo nervioso, contándole que me había acordado de ella y de lo que había pasado unos días antes. Ella dijo que también lo recordaba como algo agradable, que si queríamos podíamos volver a vernos. Me dio una dirección y me cito para el sábado por la mañana.

Puntual llego a la cita. Era un edificio alto, llame al portero y nadie contestó, simplemente se limitaron a abrir. Subí al tercero andando y me encontré con la puerta abierta. Pasé, cerré y no muy lejos, se escuchó la voz de mi amante, diciéndome que pasara, que ella no podía salir. Estaba tumbada en el sofá y portaba un minúsculo short blanco de talle bajísimo que apenas lograba tapar algo más que unas braguitas, y que dejaba al aire la parte superior de sus huesos pélvicos, y una camiseta blanca de canalé de tirante fino, con un profundo escote de pico, tan corta que dejaba el ombligo y casi todo su vientre al aire. Estaba recién duchada y no le habría dado tiempo a secarse, por lo que el canalé trazaba impecablemente la forma de sus pechos, mientras que sus pezones, erectos a causa de la humedad, destacaban a través de la tela.

"¿Te gustan mis pechos?", dijo desde el sofá. Sin decir nada, me dirigí hacia ella y posando mi mano sobre su pecho, lo acaricié brevemente mientras le propinaba un húmedo y nada fraternal beso en la comisura de sus labios. Acto seguido, me tumbé en el tresillo, acomodándome a su lado. Ambos callábamos, la situación era muy erótica y excitante. Me incliné un poco sobre ella y comencé a acariciar sus piernas. Mi sexo comenzó a crecer dentro del pantalón, haciéndose cada vez más evidente. Tomé una de sus manos con la mía.

"¿No te gustaría acariciar mis pechos?, ¿o prefieres seguir devorándolos con los ojos?" me susurraba al oído. Coloqué mi mano sobre su pecho. Comencé a lamer y a mordisquear sus labios. Mi pierna continuaba restregándose contra la suya, y su mano derecha bajó hasta posarse sobre mi verga, para empezar a sobarla con avidez. Mi mano, hasta entonces parada sobre su pecho se afanó en sobar y amasar sus tetas.

Ella acariciaba con suavidad mis testículos, aplicando su lengua sobre la base de mi polla. Entonces deslizó sus labios a lo largo de mi pene, engulléndola casi por completo. Emití un profundo gemido, y mis piernas temblaron violentamente. Entonces se concentro en hacerme una mamada de nota.

Me ordenó que me levantase, tomándome de la mano me conduje hasta su dormitorio. Iba meneando su culo exageradamente, y yo, mudo, le seguía hipnotizado. Me tiro sobre la cama después de sacarme la camiseta. Se bajo los tirantes, se desabrocho el botón y bajo la cremallera del short. Metiendose los pulgares dentro del pantaloncito, se giro, dándome la espalda, y meneando las caderas e inclinándose hacia adelante, fue bajándose el pantalón, ofreciendo una generosa vista de su trasero. Dejo caer el short al suelo, e incorporándose, se giro frente a mi.

Apoyé sus rodillas en el borde de la cama, y a gatas paso por encima de mi cuerpo, hasta situarme, con las piernas bien abiertas, sobre mi cabeza. Yo estiraba mi cuello y sacaba mi lengua en busca de su húmedo coñito. No me lo permitió, y apoyando sus manos en mi pecho me hundió contra el colchón. Mandaba ella. Fue bajando poco a poco, acercando su húmeda vagina a mis labios.

Mis manos, de repente, agarraron su trasero, hundiendo los dedos en sus glúteos, y bruscamente la atraje hacia mi. Mi lengua pasó por sus labios vaginales, y en un momento, toda mi boca devoraba su sexo con avidez y lujuria. Su coño, húmedo desde el principio, se deshizo en flujo ante las deliciosas caricias de mi lengua. Su éxtasis iba en aumento, y ya apenas lograba reprimir los gemidos a un volumen aceptable. Mis dedos se incrustaban en su culo, atrayendo y alejando su pelvis de mi cara a ritmo cada vez más placentero. Mis piernas se quedaron sin fuerzas. El calor invadía mi cuerpo, y de su garganta comenzaron a surgir sonoros aullidos de puro gozo. Dejó caer su cabeza hacia atrás, me agarro los pechos, diciendome que le comiese con furia. En medio de un gran alarido, alcanzo el orgasmo. Debió correrse al menos durante dos minutos, y cuando acabo, se derrumbo sobre mi cuerpo exhausta.

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