Hoy quiero dos vergas, mi amor. Parte 1

Qué puedo decir. Me gusta la verga. Él no despertó. Le doy unas tres mamadas lentas, desde la punta hasta la base con una succión media. No entiendo cómo me puede volver loca mamar verga. Tal vez sea el camino a través del sometimiento para la liberación.

Abro los ojos. Lo primero que siento es la verga de mi novio creciendo entre mis nalgas. Sé que son las 7 de la mañana. Santiago tiene su primer erección del día siempre por esas horas. Lo conozco bien, demasiado bien, para ser sincera. A veces quisiera que no fuese así, que pudiéramos tener una especie de amnesia selectiva, y bajarle números al contador del sexo, de las discusiones y de los celos; tener un botón de pánico que reinicie el sistema, cada vez que se acumulen los problemas. Así los amantes podrían conquistarse de nuevo cada día. Siento mi vagina húmeda, su semen aún se mantiene líquido dentro de mí. Me tiene entre sus brazos, unas de las cosas que me enloquecen de él, sólo que, de verdad, necesito ir al baño.

Me llevo el celular. Primero sale lo que queda de su semen y se mezcla con mi orina. He de confesar, que eso siempre me provoca una ligera excitación. Imagino una danza entre la vida y la muerte, entre lo útil y lo inútil. En fin, miro el celular, hay un mensaje de Raúl. “Antes de ir a trabajar”, seguido de una fotografía de su pene eyaculando sobre la tanga que le deje la última vez que hicimos el amor en su apartamento. Esto se estaba saliendo de control. Desde el trío con Santi, Raúl y yo cada vez nos veíamos más a solas. Pienso en la posibilidad de que ellos se vean en secreto también, a ambos pareció gustarles lo mismo que a mí. Igual me parece excitante, así que le mando una foto del miembro semierecto de Santi completamente metido en mi boca. “El tuyo no me cabe”. Él no despertó. Le doy unas tres mamadas lentas, desde la punta hasta la base con una succión media. No entiendo cómo me puede volver loca mamar verga. Tal vez sea el camino a través del sometimiento para la liberación.

En la ducha, noto que mi vello púbico comienza a asomarse. Me dejo una fina línea al centro, mis ideas me dicen que así lo usan las actrices porno, me excita cada vez que lo recuerdo. Elijo mi ropa para el día de hoy. Por la mañana habrá junta en la oficina y en la noche quedé con Raúl de tomar vino en su piso. Sabía qué significaba eso. Una tanga negra, que me queda chica y se pierde casi por completo entre mis nalgas, sé que le vuelve loco al ver cómo se mete ligeramente entre mis labios, sucede lo mismo conmigo al sentir el roce del hilo con mi ano todo el tiempo; un brassiere a media copa, liguero y medias de encaje; tacones negros. Minifalda ajustada negra con blusa blanca. Elegante y provocador a la vez, perfecto.

En secreto, me gusta que me miren, tanto hombres como mujeres. Sé lo que tengo y cómo usarlo. Sabía que podían percatarse de mi tanga dibujada en la minifalda. Sólo disimulaba y apretaba las nalgas. Estuve húmeda todo el día, a dos de cerrar mi puerta y masturbarme ahí mismo. Pero quería guardar todas mis ganas para la noche. Raúl ya está esperando fuera, en su auto. Casi me muero al ver a Santi parado en la entrada del edificio. Me acerqué a darle un beso y me agarró con fuerza de las nalgas, con un dedo apartaba mi tanga y acariciaba mi ano también. No le importó si pasaba alguien o, incluso, si Raúl miraba la escena desde el carro y mantenía contacto visual conmigo. Ni siquiera sabía que se encontraba allí. Me sonrojé, pero me excité muchísimo. Tenía que lograr que esa noche tuviéramos sexo los tres, otra vez.

Comencé a caminar junto a mi novio. Mandé un mensaje a Raúl: “ve a tu apartamento. Hoy follamos ahí los tres”. Pedimos una cerveza en un bar cercano. Santi no paraba de verme las tetas. Tenía su deseo a mi favor. Le tocaba su muslo por debajo de la mesa, en ocasiones rozaba su miembro con mis dedos. Crecía pero aún no llegaba al punto en el que me enloquecía. Si se derramaban gotas de cerveza por el vaso, las lamía mirándole a los ojos. Me paré al baño, me quité la tanga, ya mojada, me tomé unas fotos con la blusa abierta y la falda a la cintura. Me acomodé y salí. Al sentarme en la mesa puse mi celular con las fotos en la pantalla frente a él y mientras veía la sesión guardé mi tanga en su bolsillo y le saqué la verga. El lugar ya estaba casi solo, a media luz. Su miembro saltó de su licra, casi listo para entrar en mí. Humedecí con saliva dos dedos y los coloqué en la punta para que se mezclara con su líquido pre seminal y, con la ayuda de ese lubricante, le masturbé. Me tomó del pelo, “mámamela”. No resistí. Me agaché. Mojé mis labios. Penetró mi boca. Golpeó mi garganta. Dios! Amo ese momento. Mi barbilla se había encontrado con sus testículos en una especie de atracción magnética. Decidí poner entre ellos mi lengua, la moví. Comencé a subir y bajar por todo su miembro, más rápido que en la mañana, más rápido que nunca. Sentí el primer chorro de leche en mi paladar, seguido de otros dos en mi lengua. Tragué lo que pude, otros restos se fueron a sus testículos. Los limpié por completo. Le subí el prepucio con la boca y culminé con un beso en la punta. Me enderecé, justo llegó el bar tender a ofrecernos lo último antes de cerrar barra. Mi novio pidió la cuenta, yo aún tenía semen en los labios, me sentí tan zorra, mirando al chico a los ojos. No dijo nada más, se fue. Santi me besó, compartíamos su leche. Metió un dedo en mi vagina, que estaba empapada. Le dije entre suaves gemidos: “hoy quiero dos vergas, mi amor”.

Continua