Hoy, por ejemplo

Me produce un morbo increíble verte ya vestido, listo para irte a trabajar y retenerte contra tu voluntad.

Hoy, por ejemplo.

El despertador te ha sacado a patadas de la cama. Entre caricias y besos consigues echar un cable a tierra poniendo un pie en el suelo, y aunque el cable te lo echaría yo al cuello, me rindo ante la rutina de lo que aparenta ser un viernes cualquiera y dejo escapar tu cuerpo tibio bajo las sábanas revueltas.

En pocos segundos el silencio se llena del repicar del agua de la ducha sobre tu pecho y espalda. Aún acurrucada en la cama, ocupando tu espacio, sumergida en el olor que emana tu almohada, apuro mis últimos minutos antes de que la ducha me enjuague esta sensación de pereza que me adhiere a las sábanas.

Soy consciente de que he vuelto a dormirme cuando te oigo trastear en el armario. Instintivamente recoloco la almohada bajo mi cabeza para ver como tu piel desaparece poco a poco bajo tu ropa. Me encanta observarte a escondidas, a media luz, a través de las estrechas rendijas que dejan mis párpados. En varios movimientos mecánicos te abotonas la camisa, los puños. Te ciñes la corbata y colocas los cuellos.

El aroma de tu aftershave se extiende por toda la habitación y se acerca a mí en forma de beso de despedida. Caricias, susurros.

" Que tengas buen día, mi niña, luego te llamo" .

Un ronroneo es todo cuanto puedo articular. Tu impecable imagen de traje está a punto de desaparecer tras la puerta y siento la necesidad de hacer lo posible por arrancarte un minuto más.

"Espera, espera… Ven, anda…"

Te acercas de nuevo y un poco más espabilada puedo ver tu rostro sonriente mirándome fijamente.

"¿Qué pasa?", susurras con sarcasmo mientras tomas asiento a mi lado de la cama.

"No, nada… Tú también,… que tengas un buen día", contesto seriamente mientras acaricio tu nuca con una mano y acerco tu cara a la mía para mordisquear suavemente tus labios, señal que coges al vuelo.

"Que voy fatal de tiempo y todavía tengo que…"

"Que te esperen", sentencio interrumpiéndote.

Y sin darte otra opción ni tiempo para pensarlo, me incorporo desnuda sobre la cama. Cojo tu cabeza con ambas manos y la dirijo a mis pechos que guardan toda la calidez de las sábanas revueltas. Mezo tus cabellos aún húmedos y acaricio tu espalda. Me incorporo un poco más para besarte el cuello, y entre protestas y gemidos vences la espalda contra la cama con un pequeño empujón por mi parte.

Me produce un morbo increíble verte ya vestido, listo para irte a trabajar y retenerte contra tu voluntad, aunque sé en el fondo que ni tienes tanta prisa, ni te estás resistiendo todo lo que aparentas. El bulto de tu entrepierna habla por ti, y suele ser más fiable y espontáneo en estos casos.

Me acomodo desnuda sobre tu pelvis pasando una pierna al otro lado de tu cuerpo. Te miro inquisidora mientras apoyo una mano en tu pecho y te desabrocho lentamente el cinturón con la otra. Estoy atenta a tus reacciones y como aún pareces confuso te explico:

"Pero hombre… ¿cómo vas a irte así? ¿Tú sabes lo largo que es el día? Inconsciente…"

Sonríes ampliamente y adoptas una actitud colaboradora por aquello de las prisas. Tú mismo terminas de desabrocharte el pantalón mientras yo te saco los bajos de la camisa para comenzar a jugar con tu ombligo. Acaricio tu vientre con mi cara y mi lengua, dándote pequeños lametazos que erizan tu piel. Voy bajando hasta tu bulto y en la frontera de tu ropa interior, ahueco la tela introduciendo la punta de la lengua. Con la barbilla y el cuello siento crecer tu polla al otro lado. Detengo mis movimientos bruscamente y te miro desafiante.

"Oye… que si de verdad tienes prisas…"

Me contestas con un profundo beso, y una mueca de deseo y subordinación que conozco perfectamente. Con una mano diriges mi cabeza a tu entrepierna, mientras con la otra liberas tu sexo inhiesto. Me inclino sobre tu pubis apoyando mis manos a cada lado de tus costados, y me dispongo a saborearte a base de lametazos y aspiraciones de ese olor que me embriaga, que penetra por mi nariz y llega hasta mi sexo produciéndome una necesidad que no puedo calmar si no es teniéndote.

Hundo mi nariz entre tus huevos, olisqueando, separando tus piernas cuanto me permite el pantalón que se enreda en tus tobillos porque tus zapatos hacen tope. Tu respiración se agita mostrando tu impaciencia, pero decido tomármelo con algo de calma. Succiono tus huevos y los relamo dentro de mi boca, primero uno y luego el otro. Acaricio tus ingles y jugueteo en el nacimiento de tu tronco con el vello púbico. Desde aquí voy besando y mordisqueando longitudinalmente las venas que recorren tu polla hasta llegar a tu suave glande. Lo beso como si fuera tu boca, rodeándolo como mi lengua rodea a la tuya en círculos desordenados. Lo siento caliente, entrando una y otra vez en mi boca, chocando con mi lengua.

Te miro a la cara y descubro un gesto de placer creciente que me anima a seguir embadurnando tu polla de saliva, enroscando mi lengua a tu mástil, dejando que entre y salga de entre mis labios.

Entre gemidos levantas tus caderas apoyándote en tus omoplatos para indicarme que necesitas que acelere el ritmo. Sujetas de nuevo mi cabeza ejerciendo cierta presión pero me niego a mantener esta postura porque en ese momento te necesito dentro. En mi vagina.

Me pongo en cuclillas sobre ti y me introduzco tu polla sin dificultad alguna. Puedes ver mi sexo abierto con tu polla entrando y saliendo rítmicamente, y mis pechos saltando alterados. Hace unos minutos estaba plácidamente dormida y ahora me estoy comportando como un animal liberado. No puedo contener mis gemidos, ni mis movimientos, cada vez más compulsivos. Subidas y bajadas sobre ti. Mis manos se entrelazan con las tuyas buscando un apoyo para seguir. Tus ojos me miran tratando de descifrar un proceso de enloquecimiento en el que no puedo controlar sonidos incompresibles, convulsiones, estremecimientos… Aprietas mis manos y aún con la piel erizada caigo derrotada sobre tu camisa y tu corbata buscando tu boca con la mía, acariciando tu rostro, reflejándome en tus ojos desorbitados.

Al incorporarme tu polla escapa de mí envuelta en brillos y sabores que ansío saborear. Sin más demora la rodeo con una mano y la dirijo de nuevo a mi vulva inflamada. La restriego entre mis pliegues y la dejo descender centímetro a centímetro recorriendo toda mi entrepierna entre calambres y temblores. Rehago el camino hasta mi vulva, asegurándome de que está bien impregnada de fluidos. Te pido que te arrodilles en la cama y me tumbo boca arriba con la cabeza a la altura de tu sexo. Separo y flexiono mis piernas y mientras lamo tu polla desde abajo, con una mano acaricio mi clítoris, con la otra aprieto cuanto abarco de tus nalgas. Acelero ambos movimientos de una vez. Las invasiones de tu polla en mi boca son cada vez mas bruscas y los sutiles círculos que dibujaba mi mano sobre mi clítoris se han convertido en friegas aceleradas, casi violentas.

En pocos segundos oigo tu garganta muda emitir un grito de alivio. Siento endurecerse tus muslos, sobresalir tu pubis, encorvarse tu espalda, derramarse tu semen en mi boca. Dejo que escape por mis comisuras un discreto pero continuo goteo que se desciende por mi cuello. Mientras acaricio suavemente tus huevos y lamo tu polla en dirección transversal esta vez. Desplomados sobre la cama nos miramos aún erizados, con la respiración entrecortada.

"Ay… Lo siento, te vas a tener que cambiar…"

"¿Sí? ¿Tú crees? ¿Alguien notaría algo si voy así?"

"Bueno, ya sabes, pensarían cualquier cosa menos que… Ten en cuenta que hoy no es sábado y son las 8 de la mañana".

"¡¡Dios!! ¡¡Las 8!!"

"¡¿Y el buen día que vas a pasar qué?!"

Espir4l,

Noviembre 2005