Hoy le toca a ella

Carmín y Leona me dieron un trío memorable el otro día. Hoy mi mujer ha decidido que le toca a ella y Pedro y yo tendremos que cumplir.

Llevar un negocio es complejo y a veces hay que reunirse con clientes, y los flecos pueden ser peliagudos, sobre todo cuando el cliente es extranjero y tú no hablas su lengua. Por suerte, mi amigo Pedro (ya le conocerán quienes hayan leído nuestros otros relatos) habla varios idiomas y, como tenía el día libre y Leona estaba de viaje se ofreció a echarme una mano. Una mañana entera visitando locales, repasando cifras, estudiando el entorno y posibilidades del negocio que quería crear el cliente, luego una comida de esas que se alargan con copas, en fin, que nos dieron las más de las once cuando el taxi nos dejó en mi puerta.

Pedro dijo de irse a su casa, pero me negué. Nos habíamos tenido que tomar unas cuantas copas con el cliente (los noreuropeos beben como puñeteras esponjas) y no era plan de que tuviese una multa o peor, conduciendo. Entramos por lo tanto en casa. Yo había avisado a Carmín por whatsapp de que llegábamos y cuando entramos ya olía a comida. Comida, desde el almuerzo a eso de las doce con el cliente. Entré y le di un beso en los labios a Carmín y Pedro hizo otro tanto (ya hay confianza más que de sobra, ¿no?) y nos lanzamos sobre la comida que devoramos.

Mientras, Carmín nos preparó unas copas a los tres. Hasta ese momento no me había fijado, pero ella llevaba puesto sólo uno de esos vestidos blancos calados que usa para la piscina. Y cuando digo sólo es sólo. Podía verse perfectamente que no había ni bikini ni ropa interior debajo. Mi amigo de la entrepierna reaccionó de inmediato y seguramente el de Pedro también. Cogí por la cintura a mi mujer y mi mano se coló bajo el vestido hasta sus nalgas.

-Te has puesto cómoda hoy.

-Pues sí- respondió ella. -todo el día con la piscina para mi, he aprovechado bien, y no me apetecía ponerme nada más.

-Pues has acertado, estás preciosa.

Y era verdad. El vestido que no dejaba nada a la imaginación, el pelo recogido en uno de esos peinados que dejan su cuello descubierto para poder besarlo a placer y que tan bien le sientan y un toque de barra de labios, de un color suave pero bastante para realzar su boca e invitar al beso.

-Llevo mi idea. Os he preparado la cena, igual que tú nos la preparaste el otro día cuando la tormenta a Leona y a mí. Yo hago la cena, os pongo las copas y vosotros me dais mi postre.

Diciendo esto, agarró a Pedro del pecho de la camisa y tiró de él hasta darle un señor morreo. Él no se hizo mucho de rogar, y en un segundo le estaba metiendo la lengua a Carmín hasta la campanilla. Yo comencé a comerle el cuello y el lóbulo de la oreja (eso le encanta) y mi mano se coló hasta su entrepierna. El coño estaba caliente y ya mojado. Debía llevar planeando esto desde que le llegó mi Whatsapp. Claro, el otro día yo me lo monté con Leona y con ella, y ahora mi mujer quería el justo equilibrio.

Carmín gemía de gusto con la lengua de Pedro en la boca. Su mano derecha había abierto ya su bragueta y había sacado el miembro de él y lo pajeaba suavemente mientras yo me dedicaba a su clítoris hasta que tuvo su primer orgasmo, que me dejó la mano empapada. Se dejó caer de rodillas, lo que aproveché para sujetar su vestido y sacárselo. La tela tiró un instante de sus impresionantes tetas que, al liberarse rebotaron deliciosamente, coronadas por los pezones, oscuros arrugados y completamente de punta. Nosotros nos quitamos los pantalones y demás en medio segundo, imaginando lo que venía, que no nos decepcionó.

Ella agarró nuestras poyas una con cada mano y empezó a hacernos una paja increíble al tiempo que chupaba, ahora una ahora la otra. Durante unos minutos el sonido del chapoteo de nuestros miembros en su boca y de nuestros gemidos llenó el ambiente. Carmín se clavaba mi poya hasta la campanilla y a continuación hacía lo mismo con el trozo de la de Pedro que le cabía en la boca, A continuación volvía a la mía. Un reguero de baba espesa le salía de la boca y chorreaba por su barbilla hasta sus pechos. Cada vez chupaba y pajeaba con más ansia, estaba claro lo que quería y pronto lo consiguió. Pedro fue el primero en correrse, llenando la boca de Carmín de leche, que ella se tragó hasta la última gota. Al momento hizo lo mismo conmigo. Mis huevos se encogieron y mandaron a toda presión tres o cuatro chorros de semen a su garganta. Ella se relamió y se limpió la mezcla de saliva y leche de su barbilla y, tirando de Pedro por el brazo hasta llevarlo al suelo nos dijo mirándonos con malicia:

-Ni se os ocurra pensar que hemos terminado.

Se arrodilló entonces sobre Pedro, poniendo su coño en la boca de él mientras empezaba a chupar de nuevo su poya. Entre tanto yo me senté en el sillón disfrutando del espectáculo con mi poya en una mano y el cubata en la otra. Las tetas de Carmín se restregaban contra el vientre de Pedro y su cadera subía y bajaba al ritmo de las diabluras que la lengua de él hacía en su clítoris y los labios vaginales.

El sesenta y nueve funcionó evidentemente, y pronto Pedro estaba otra vez empalmado. Carmín se dio la vuelta casi de un salto y se clavó su poya de un sólo golpe. Pedro la agarró por la cintura y empezó a devorar sus tetas mientras su cadera subía y bajaba clavando el miembro como el pistón de un motor en el coño de Leona que chorreaba jugos.

-¡Más! Más, quiero…. más, follamé cabrón,... dios, joder… qué gusto…

El sonido líquido y el olor a sexo eran impresionantes y yo estaba disfrutando de unas vistas espectaculares, pero Carmín no estaba dispuesta a dejarme de lado.

-¿Y tú a qué esperas? Ven aquí… y rómpeme… el culo… necesito poya, dios… quiero… quiero más poya… las dos… a la vez… vamos folladme… folladme de una puta vez…

No tuvo que repetirlo. Me arrodillé tras ella y empecé a lamerle el agujero del culo empapándolo de saliva, mientras con la mano derecha cogía parte de los jugos que salían de su coño y los untaba en mi glande para lubricarlo. Carmín estaba perra perdida y gemía a gritos casi. Me cogió del pelo y tiró hasta montarme sobre su espalda.

-Déjate de lengua y rómpeme… el culo...ya… Quiero que me… hagáis correrme… en.. agh… ensartada por los dos.... a… agujeros.

Obediente, apoyé mi poya en su orto y presioné. Pasé uno, dos hasta tres anillos de resistencia de su ano y la ensarté como había pedido. Los tres follábamos desatados, y Carmín empalmaba su orgasmos uno detrás de otro. La mamada había tenido su razón de ser. Pedro y yo estábamos aguantando. Los minutos pasaban y nosotros seguíamos bombeando la vagina y el año de Carmín demasiado excitados para corrernos. Y ella lo estaba disfrutando, vaya que sí.

-Aaaarghhhh, sí… dios… me duele… pero.. me… gusta… Sigue, dáme Lefa, dame duro. Y tú no pares Pedro.. joder… me estáis partiendo el coño y el culo… joder… qué bueno… sí… sí… más.... más rápido… más duro… sí… Siiiii

Por fín, Carmín tuvo un orgasmo más intenso que los demás, sus esfínteres apretaban espasmódicamente nuestras poyas dentro de su cuerpo, como queriendo exprimirnos. La poya de Pedro comenzó a agitarse y eyaculó inundando el coño de mi mujer de leche. Yo sentí en mi miembro ese movimiento y mis huevos reaccionaron soltando también mi carga, en el culo de Carmín, esta vez. Los tres soltamos un rugido de placer y nos quedamos derramados, agotados y satisfechos en el suelo, los tres con las ingles empapadas de semen y flujos. Carmín chorreaba por los muslos abajo, sonriente y traspuesta, con la respiración entrecortada por el placer y el agotamiento. Un par de minutos después se levantó, sonriente y pletórica.

-Vamos, levantad de ahí o cogeréis una pulmonía aunque sea Julio. A la cama todo el mundo. Ya limpiaremos y nos ducharemos mañana.

Y, obedientes, subimos al dormitorio siguiendo el hipnótico ritmo de las nalgas enrojecidas y empapadas de Carmín.