Hoy juega España I
Fútbol, dominación y sexo con mi Amo.
Tenía la mirada nublada por la lágrimas. Empezarían a caer enseguida, pero no podía secármelas. Las manos colocadas tras la cabeza, de cara a la pared, desnuda y el fútbol sonando de fondo. Trataba de controlar la dilatador que me había colocado en el culo. No quería imaginar lo que sucedería si se caía, pero iba a ser mucho peor si mi ano no estaba suficientemente dilatado al acabar el partido. La vergüenza me podía, sin embargo sabía que era mi obligación como esposa sumisa.
Había llegado de trabajar y Juan, mi marido y Amo, me había dejado el recordatorio de las instrucciones de cada tarde de partido. Recogí temblorosa la nota y leí:
" Puta, bien sabes que hoy hay partido de España. No creo necesario recordarte qué significa eso, ¿verdad? Desnuda en tu rincón de cara a la pared y ponte el dilatador que te he dejado en la mesilla dentro del ano. Lo demás ya lo conoces. Juan."
De sobra sabía qué iba a suceder. Excitada pero tan humillada que no podía ni mirarme en el espejo, me desnudé en la habitación. Me quité el vestido sedoso de verano y las sandalias de tacón. Solté mi sujetador sin poder evitar rozar mis pechos erguidos. A Juan le gustaba mucho colocarme pinzas mientras estábamos en casa a su antojo. Solamente quedaba mi tanga rojo, ese tanga rojo que él me había obligado a ponerme esa mañana después de desayunar. "Hoy, rojo de encaje." Había dicho sacándolo del cajón y ofrenciéndomelo "Vamos, quiero ver cómo te lo pones para mí." Recogí mi ropa y me dirigí al baño. Quise perfumarme y retocarme para él. Saqué del cajón de los juguetes el lubricante. Lo miré con miedo. No me gustaba usarlo porque siempre significaba dolor, pero era mi obligación. Unté mis dedos con una buena cantidad y me lo introduje lentamente por el ano. Repetí la acción para evitar el dolor inevitable. Anduve hasta la mesilla sintiendo la humedad enorme. Tomé el dilatador. Antes de la introducción, lo acaricié impregnándolo del líquido transparente. Era el más grande que teníamos. No me gustaba, nunca me gustaba. Coloqué la pierna doblada sobre la cama y contuve la respiración, colocándolo al borde de mi ano. Empujé suavemente. No pasaba. "Quizás necesite más lubricante" pensé. Con la punta dentro, apliqué otra buena cantidad al dilatador morado. Cerré los ojos y empujé con fuerza ahogando un quejido. "Cómo le hubiera excitado ver esta escena a Juan." Ya estaba dentro. Me ardía el culo. Miré el reloj del despertador. Quedaban menos de diez minutos para que llegase. Aprentando con fuerza para contenerlo dentro, recogí todo, porque a Juan le gusta mucho el orden y me dispuse a colocarme en mi rincón. Mi ano estaba tan lubricado que el dilatador parecía salirse, así que tenía que contraer el músculo para evitarlo.
Un par de minutos después escuché la puerta. Las llaves sobre la mesa de la entrada. La luz de la cocina. El parquet del pasillo y la puerta de la habitación.
Buenas tardes, Juan.- Dije sin girarme y sin dejar de mirar a la pared.
Buenas, zorra. Empezamos bien esta tarde. Muy obediente.
No pude contener una sonrisa. Le había gustado mi obediencia. Nada podía excitarme más. "Cuidado no relajes el culo."
Escuché cómo se desvestía y colocaba su ropa sobre la cama. Le gustaba ver el fútbol cómodo, incluso a veces desnudo. Como bien decía él, "fútbol y mi puta es el cielo." Podía oler su cuerpo. Juan es moreno de pelo y de piel. Su piel es increíblemente suave. Su olor corporal es el mayor afrodisiaco que jamás se haya descubierto. Impregna la casa y la cama. eso me mantiene siempre con un alto nivel de excitación. Mi marido y Amo se acercó a mí por detrás y olió mi cuello. Pude sentir la tela de su bóxer. A pesar del calor, no estaba completamente desnudo, yo sí.
- Hueles bien, zorra. Hueles muy bien. A mi perfume y a coño.- Inspiró y lamió mi cuello.
Gracias, Juan.-Respondí halagada.- He sido obediente.
Mucho lubricante, pero está dentro.- Me susurró mientras lo giraba.- Me voy a ver el partido. Aquí de cara a la pared hasta que acabe la primera parte o te llame, ¿entendido?-Lo metío hasta el fondo provocándome las lágrimas.
Entendido, mi Amo.-
Salió de la habitación, dejándome humillada y a punto de llorar. Lo escuché encender la televisión y el sonido del partido comenzó la cuenta atrás.
No sé cuánto tiempo llevaba allí, quizás veinte o treinta minutos cuando gritó desde el salón.
- Ven al salón ahora. Cuida que no se te caiga el dilatador, zorra.
Anduve el pasillo despacio, sin separar las piernas, contrayendo el músculo para mantenerlo dentro. Llevaba con él puesto casi cuarenta minutos. Entré en el salón. Allí estaba él, tumbado en el sofá, en bóxer, con una cerveza en la mano y una incipiente erección.
Siéntate en la butaca frente a mí con las piernas abiertas. Colócalas sobre los reposabrazos. Vas a ver el partido conmigo. De los goles que se marquen dependerá tu castigo y lo que venga después.
¿Puedo quitarme el dilatador, Amo? Se me va a salir al tumbarme.- Pregunté avergonzada.
Ya te lo meteré yo de nuevo. ¿No has entendido que hoy, pase lo que pase, te voy a follar por el culo?
-Perdón, Juan. No quiero hacerte enfadar.
Me coloqué en la butaca y al subir las piernas abiertas sobre los reposabrazos, el dilatador se salió. Juan observó el proceso con una sonrisa picarona.
-Sube el culo, zorra.-Me ordenó mientras volvía a introducírmelo sin piedad.
Él volvió a tumbarse en el sofá, dejando que su polla saliera erecta del bóxer. Yo la miraba de reojo deseosa. No veía el momento en que acabara al menos la primera parte para empezar a jugar o a llorar. Deseaba acariciarme el coño, pero sabía que si movía una mano, el castigo sería terrible. Patadas, faltas, público gritando, locutores emocionados y gol de España. A punto de finalizar la primera parte, marcó España. Juan saltó en el sofá. Se escuchaban los gritos de los vecinos y en la calle.
Yo, abierta de piernas en aquella butaca, con un dilatador en el culo y mi marido medio desnudo, esperaba a que el árbitro pitara el final de la primera parte.
- Venga, cabrón, pita ya que quiero comerle el coño a mi mujer en el descanso.- Le espetó a la televisión mi Amo. Y lo pitó.
Juan se levantó del sofá y se acercó a mí. Yo le miraba deseosa, pero al mismo tiempo sumisa. Él lleva siempre la iniciativa, yo solamente estoy para satisfacerle. Se inclinó para alcanzar mi coño expuesto. Lo acarició con sus dedos suaves y largos entre los labios menores y mayores, de arriba hasta abajo como solamente él sabía hacerlo.
- Voy por una cerveza, puta.- Me dejó ansiosa, anhelante, esperando su caricia, cachonda como una perra.
Volvió al minuto con el botellín en la mano. Frente a mí, dio un trago y me miró sonriendo. Volvió a beber. Se acarició la polla dejando salir su punta enrojecida entre la tela. Dejó el botellín sobre la mesa y se agachó frente a mí.
- Ni se te ocurra correrte sin permiso, puta.- Agarró mis pies e introdujo su cara entre mis piernas comiéndomelo desesperadamente. Su lengua penetraba mi coño y lamía mi clítoris altenativamente. Soltó las manos para empujar el dilatador en mi ano e introducirme los dedos, mientras me comía el clítoris ansiosamente.
De pronto, entre mis gemidos desesperados, cada vez más intensos y mis manos pellizcando mis pezones, Juan frenó en seco.
-Te vas a correr, puta. Te he dicho que no puedes correrte. Ponte de pie.¡Ponte de pie ahora mismo!
Muerta de vergüenza me levanté. Juan me propinó un sonoro azote en el culo, al que siguieron otros tantos. Ahora sí que lloraba de dolor y de humillación. Cada azote, era un respingo y cada azote era un reproche de Juan:
- No-te-ol- vi-des-de-que-man-do yo. Tu-cuer-po-es-so-lo-mí-o...
Me agarró del brazo y me inclinó sobre la butaca con las piernas abiertas y las manos sobre el asiento.
- Pasarás así el resto del partido, mostrando tu culo castigado y el dilatador dentro. A ver si aprendes a obedecer de verdad.- Me ordenó mientras me azotaba por última vez. Antes de sentarse me recolocó fuertemente el dilatador.
Cogió su cerveza, se quitó el bóxer y se tumbó en el sofá frente a mí. Va a empezar la segunda parte.