Hoy el masaje lo doy yo... primera parte

Relato del masaje que le preparé a mi amante y como terminamos la sesión...

Hoy era un día especial. Hoy yo le iba a dar a mi amante un regalo especial, algo que yo sabía que ella quería.

Ya lo había preparado todo, así como ella lo hacía conmigo, el cuarto de hotel listo, luces muy tenues, velas por todos lados, sobre todo en los peldaños de la escalera para iluminar la entrada hacia el cuarto. Las esencias llenando la habitación. Todo estaba perfecto.

Y en el centro del cuarto, la mesa de masajes. Pero hoy, ella era la receptora y yo el masajista.

Le dije en el texto, llega al cuarto, prepárate para mi y me escribes cuando estés lista.

Yo me quede esperando afuera del cuarto, la sentí llegar y pasaron un par de minutos hasta que mi teléfono vibró con su texto. “Estoy lista”, fue todo lo que escribió.

Yo entré suavemente al cuarto, y la encontré en la mesa de masajes, boca abajo, cubierta por la toalla solamente.

Eso era muy excitante, la mujer que adoro, allí esperando mis caricias, dispuesta a todo para mi, pero yo hoy quería darle placer a ella solamente, era mi objetivo.

Me acerqué lentamente, ella, como le había indicado, me había dejado los aceites de masajes al lado de la mesa. Tomé uno y me unté las manos. Sin decir una sola palabra coloqué mis manos sobre sus hombros y presioné, buscando relajar sus músculos, sentí  la suavidad de su piel y también sentí sus poros erizarse al contacto.

Seguí masajeando sus hombros y ahora bajando lento por su espalda, llegué hasta el borde delineado por la toalla. Volví a subir y así lo hice por varios minutos, sintiendo como sus músculos se relajaban cada vez más. Ahora abarcaba sus brazos también, espalda, hombros, brazos. Ella se iba sumiendo en un sopor fruto de la relajación de mi masaje.

Ahora, me acomodé al nivel de su cadera, y lentamente retiré la toalla. Y allí frente a mi, desnuda, estaba la mujer de mis sueños, la musa de mis fantasías, entregada a mi. Yo coloqué mis manos sobre sus nalgas y las acaricié, solo un poco, antes de seguir con el masaje. Baje por toda la longitud de sus piernas, esas piernas que tantas veces me habían llevado al extasis con su presión. Hoy estaban a mi disposición. Seguí masajeando, hasta llegar a sus pies, aquí si me detuve y los tomé en mis manos, los presioné en la planta y moví mis dedos hacia arriba, eso le gustó. Sentí un suspiro callado salir de sus labios.

Tome sus pies y seguí masajeando ahora entre sus dedos, uno a uno los consentí, hasta que no aguante más y me lleve uno a la boca. Ella suspiró de nuevo mientras mis labios se posaban alrededor de su dedo y lo chupaban. Así hice con cada uno de ellos, los 10 completos, mientras que ella seguía boca abajo en la camilla de masajes, aferrada al borde.

Ahora mis manos separaron un poco sus piernas, y asi pude apreciar ese trasero como se abría deliciosamente. Seguí subiendo por sus piernas, lentamente, haciendo surcos con la punta de mis dedos. Veía como su piel se erizaba cada vez más al contacto de mis dedos, pasé por la corva de sus rodillas y mis manos siguieron subiendo, pero mi boca se detuvo allí, mis labios se apoderaron de la corva de sus piernas y la besé, un beso profundo, que hizo salir mas suspiros de su boca, mi lengua se paseó alrededor de esa piel, mientras mis manos ya se apoderaban de sus nalgas, las agarré completas y las subí hacia los lados, abriendo ese canal que está entre ellas y que llega a su ano, que en ese instante se mostró delicioso, surcado por todos los pliegues, incitador, abriéndose sólo lo suficiente como para hacerme imaginar su temperatura.

Mis labios abandonaron las corvas de sus rodillas, y subieron por sus muslos, lamiendo intensamente la parte interna de sus muslos. Su piel estaba erizada al máximo. Sus gemidos eran muy fuertes. Su cuerpo se movía en la camilla solo aguantado por mis manos en sus nalgas.

Mis besos cubrieron cada centímetro de esos muslos deliciosos. Hasta que llegue al borde de sus nalgas. Con mis manos aún abriéndolas, levanté mi rostro y aspire para sentir ese aroma de hembra en celo que me enloquecía. Luego de sentir su esencia, baje mi boca y la posé exactamente sobre su ano. Mis labios haciendo sólo un leve contacto con su esfinter, y en ese instante solo soplé. Una ráfaga de mi aliento llegó a su ano y la estremeció. Ella tembló en mis brazos imaginando lo que venía.

Ahora mi boca se abrió y mi lengua salió a recorrer los pliegues de ese orificio delicioso, ese ano era una obra de arte, oscuro, formando una pequeña linea cuando se cerraba pero un círculo perfecto cuando se abría, rodeado de una fina linea de vellos, los cuales estaban allí para mi, eso me encantaba. Las nalgas alrededor formaban un surco perfecto para lamerlas.

Mi lengua no paraba de recorrer ese ano de arriba a abajo, ella no paraba de gemir, temblando bajo mi presión. En un momento sentí como ella abría involuntariamente su ano y sin esperar introduje mi lengua en el, mas de la mitad de mi lengua se incrustó en su ano y eso la hizo gritar de placer. “Ahhhh que ricooo” llenó la habitación.

Mis manos seguían separando sus majestuosas nalgas para darme mas acceso, mi cara totalmente incrustada en su trasero, mi boca en los pliegues de su ano y mi lengua dentro de ella, moviéndose en círculos. Ella gemía y susurraba frases que no entendía, es más casi no las oía por que mis oídos estaban cubiertos por sus nalgas.

Ella movía su cintura de arriba a abajo, logrando con eso que mi lengua se enterrara más cada vez. Allí solté una de sus nalgas y esa mano fue a buscar su vagina. La encontré empapada y sin darle tiempo a pensar metí dos dedos, hasta el fondo. Ella volvió a gritar de placer al sentirse penetrada.

Ahora su cintura se movía más rápido y eso hacia que mis dedos y mi lengua la penetraran a un ritmo acelerado. Mis dedos entraban y salían de su sexo caliente, ya totalmente embadurnados de sus jugos. Ella seguía acelerando el ritmo, quería venirse. Y yo la complací en eso.

Mis dedos giraron dentro de ella y se ubicaron sobre su punto G, ese punto especial de textura mas corrugada, que la llevaba enseguida al climax. Mis dedos empezaron a acariciarla allí y mi lengua seguía dentro de su ano. Seguí así por unos segundos más hasta que la sentí explotar. Su ano se abría y cerraba aprisionando mi lengua más, su vagina expulsaba jugos que caían en mi mano, su cuerpo temblaba, sus manos aferradas a la camilla, hasta que un grito llenó la habitación, “ahhhhhh siiiiiiii que deliciaaaaaa” y enseguida su cuerpo se desplomó.

Eso provocó que mi lengua se saliera de su ano, y también saqué mis dedos de su sexo. Ella seguía allí, en la camilla, temblando de placer, murmurando frases incoherentes.

Pero el masaje debía seguir.

continuara...