Hoy el masaje lo doy yo... parte final

Segunda parte de la sesión de masaje para mi amante...

Mis manos volvieron a posarse sobre su espalda y la acaricié, lentamente trayendo algo de calma a su cuerpo extasiado, ella ya respiraba mas tranquila, aún disfrutando de las últimas sensaciones de su orgasmo. Mis manos subieron hasta sus hombros y apretaron, liberando la tensión contenida allí. Ella lo disfrutaba.

Aproveché para acercarme a su oído y le susurré “date la vuelta por favor”. Ella me obedeció, muy lentamente su cuerpo giró y se colocó boca arriba. Apenas llegó a esa posición, le coloqué la toalla doblada sobre sus ojos, la quería completamente a ciegas para mi.

Y allí estaba ella, desnuda, entregada a mis deseos, en esa camilla en donde siempre era yo el que recibía placer, hoy era el turno de ella, pero yo estaba recibiendo el doble de placer para mi.

Sus senos, desafiantes a la gravedad, se erguían sobre su pecho. Sus pezones, duros y erectos sobresalían a su piel. Esos pezones marrones, enormes, rodeados por esa aureola oscura, que contrastaba con el color de su piel, era una obra de arte. Su respiración hacía subir y bajar sus senos a un ritmo sensual que ella no hacía conscientemente.

Su abdomen delineado, plano, mostrando esa cicatriz de la operación que aumentaba su sexualidad, su piel tersa y ahora brillando por el sudor.

Su pubis prominente, cubierto por esa espesa mata de vellos que llevaba para mi, a mi me encantaba su natural estado y le pedía que no se afeitara. Eso aumentaba su aroma de hembra y me volvía loco.

Su sexo allí, en medio de sus piernas medio abiertas, ya empapado por el orgasmo recién disfrutado, sus labios abiertos, saliendo, uno mas largo y mas oscuro que el otro, invitando a ser besados.

Y sobre ellos, el capuchón que cubría su clitoris, aún guardándolo, pero listo a replegarse cuando el placer aumentara.

Ella era una diosa a la sexualidad. Un monumento de hembra. Entregada a mi. Que delicia.

Me quité toda la ropa antes de seguir y me ubiqué a la altura de su rostro. Mis manos se apoderaron de sus senos y apretaron. Su pezones crecieron aún más, cosa que pensaba imposible, parecía que iban a reventar.

No aguanté más y mis labios buscaron uno de los pezones. Lo tomé entre ellos y mordí. Duro. Ella gimió del dolor pero no hizo nada más. Allí se quedó quieta. Expectante. La venda en los ojos estaba cumpliendo su función.

Mientras seguía acariciando los senos con mis manos, mi boca buscó el otro pezon y volví a morder, un poco menos fuerte pero el mismo gemido salió de sus labios. Pero nada más. Era mía y ella me lo mostraba cada instante.

Ahora mi lengua salió a jugar con los pezones. Los lamía y luego los chupaba. Ella suspiró. Le encantaba que acariciara sus pezones. Mis manos seguían acariciando la base de los senos. Ella ya respiraba más rápido.

Una de mis manos bajó por su abdomen y jugueteó un poco con su ombligo. Mis labios prendidos de un pezon y mi otra mano en el otro seno. Parecía un pulpo sobre ella.

Ahora mi mano entraba en la selva de sus vellos púbicos, los agarré empuñando mi mano y jalé hacia arriba. Ese movimiento le encantaba. Era una mezcla de dolor y placer. Y así me lo hizo saber con su grito, “ahhhhh “ , salió de su boca mientras su cabeza se echaba hacia atrás.

Mi mano soltó los vellos y se colocó sobre su vagina, mi dedo del medio acarició la extensión de sus labios, abriéndolos un poco más.

Ella sintió mi caricia e instintivamente abrió las piernas para darme mas acceso. Mi mano agarró toda su vagina y mi dedo la penetró. “Mmmmmmm” salió de sus labios al sentir mi dedo dentro de ella.

Mi dedo comenzó a moverse dentro de su cavidad, encontrándola empapada y pegajosa, con esa lubricación ayudando un segundo dedo acompañó al primero y las caricias fueron mas fuertes.

Yo sentía sus caderas moverse al compás de mis caricias. Las levantaba para buscar una penetración más profunda. Mis labios aún seguían pegados a sus pezones, alternando mordiscos y lamidas.

Ella seguía acelerando su ritmo, pero yo no la dejé. En ese instante detuve todo. Me acerqué a su rostro aun cubierto en los ojos por la toalla y la besé. Mi lengua entró en su boca y sus labios se abrieron para recibirla. Ese beso fue electrizante, le dio mas morbo aun a la situación. Mis manos apresaron su cara y nos pegamos más juntando nuestras bocas. Y en medio de ese beso traje mis dedos untados de sus jugos y los metí en su boca, ella sintió su sabor y empezó a chuparme los dedos con frenesí. Le encantaba su propio sabor, ahora los besos se alternaban con las chupadas a mis dedos. Iba de mi lengua a mis dedos y volvía.

Mientras seguíamos disfrutando de ese beso lleno de fluidos, me ubiqué entre sus piernas, la camilla de masajes ahora soportando nuestros pesos sin moverse. Ella sintió mi cuerpo presionar el de ella e instintivamente levantó las rodillas. De esa forma su vagina se acomodó para recibir mi verga que erecta se ubicaba en la entrada de sus labios.

La lubricación de su vagina era enorme. Mi verga se alojó en la entrada y allí me detuve. Separe mi boca de su boca. Coloqué mis manos a sus costados y de un solo golpe moví mis caderas y mi verga se abrió paso dentro de su sexo. Ella elevó aún más sus caderas y eso permitió que mi verga entrará más profundo. Un grito de placer salió de sus labios y sus manos se aferraron a mi espalda.

Mi verga empezó un mete y saca fluido. Ella no paraba de gemir y suspirar. Ya la toalla se había caído de su rostro pero ella seguía con sus ojos cerrados. Disfrutando el momento. Su cara tenía la expresión de máxima lujuria que me encantaba. Estaba gozando todo. Su vagina me apretaba la verga cada vez con sus contracciones. Ella pegada a mi, nuestros cuerpos sudando y llenos de placer.

Su vagina, inundada de todos los jugos que ella producía, me empapaba la verga cada vez más y eso hacía que los movimientos fueran cada vez más rápidos. Ella sentía como la cabeza de mi verga le tocaba bien adentro, la sentía poseerla, anidada en sus entrañas, llenándola del deseo contenido.

Mi verga no paraba de taladrarla. Cada vez mas profundo. Sentía su vagina caliente arropar mi verga con cada impulso. Ella no dejaba de elevar sus caderas pidiendo más y más verga.

Sus gritos salían sin control, “dameeee mas vergaaaa” “que deliciaaaaa”. Y su orgasmo comenzó a fraguarse sin freno. Lo sentí desde su abdomen empujando hacia su pelvis, iba a explotar en cualquier momento.

Así que aceleré mis embestidas, mi verga abriéndola toda para poseerla más, moviéndome más rápido cada vez, sentía como mi leche se preparaba para salir como proyectil.

Ella no paraba de moverse y nuestros movimientos se coordinaron hasta lograr un orgasmo unido, ambos gritando y explotando en un mar de líquidos dentro de esa vagina que se abría y cerraba con cada chorro de mi leche que le pegaba.

En un segundo logré mirar su rostro y lágrimas caían de sus ojos cerrados. Lágrimas de placer sentido. Lágrimas de alegría. Lágrimas de pasión. Lágrimas que coordinaban con todos los líquidos que su sexo derramaba.

Había sido un orgasmo espléndido. Su cuerpo sin fuerza volvió a caer sobre la camilla y el mío le siguió muy pronto. Mi verga aún dentro de ella, sintiendo como sus paredes vaginales se aflojaban con la relajación post orgásmica.

Ella abrió los ojos lentamente y mirándome con todo el amor que sentía por mi me dijo, “wow, si así son todos sus masajes a partir de hoy seré tu clienta número uno”

Yo me reí y solo alcancé a decirle, “menos mal esta camilla está bien hecha, por que si no estuviéramos en el piso... “

Y hundí mi rostro en su pecho y cerré mis ojos para deleitarme con ese momento mágico que nos regalaba nuestro universo alterno.