Hotel Femdom

Fantasía sobre un hotel en el que los sumisos son humillados para satisfacción de las dóminas que componen su clientela. BDSM, femdom, humillación, esclavitud, fetichismo, sadomasoquismo, juguetes, pegging, pies, trampling, uso público. Actualizo por capítulos.

El Hotel

  1. Recepción

No tenía gran cosa de particular desde fuera. El Hotel era un edificio alto, de piedra pulida que imitaba un mármol caro, y los grandes ventanales que permitían que la luz entrara al interior del vestíbulo estaban espejados. La gente que pasaba por delante solía aprovechar para echarse un vistazo, recolocarse un mechón de pelo detrás de la oreja, y después continuaban su camino sin la menor idea de lo que estaba sucediendo dentro.

Jonel (a quien hacía tiempo que nadie llamaba Jonel) se estremeció de dolor tras el msotrador de recepción. El pequeño dispositivo conectado a sus testículos y a su tapón anal envió una breve pero potente descarga eléctrica que le recorrió el cuerpo. Con la segunda descarga se le escapó un gemido agónico mientras se apresuraba como podía al extremo izquierdo del mostrador, donde una dama alta de postura erguida y piel tostada, con corte de pelo bob y media sonrisa, aguardaba pulsando rítmicamente el timbre de recepción.

–Buenas tardes, Señora; bienvenida a... hmmm... -jadeó de nuevo Jonel mientras la dama pulsaba el botón plateado una última y pausada vez, mirándolo a los ojos con deleite. Todas igual, pensó Jonel. El último timbrazo siempre era el peor– Bienvenida al Hotel –logró decir cuando terminó la descarga–. ¿Cómo puedo servirla?

–Tengo una reserva en la suite nupcial –dijo la dama–. Kayra.

–Por supuesto –Jonel se apresuró a teclear algo mientras añadía: – La suite nupcial viene con dos esclavos de servicio gentileza de la casa. ¿Va a requerir alguno más?

–No será necesario –sonrió la dama mostrando su mano derecha, en la que sostenía el extremo de una cadena de perro–. Estamos de luna de miel.

Jonel lanzó una brevísima y cauta mirada a los pies de la dama Kayra. A cuatro patas, con los labios apretados y la vista fija al suelo, había un joven de unos veintitantos, de cuerpo delgado y fibroso, y, como él, completamente desnudo y minuciosamente rasurado de cuello para abajo. Llevaba unas rodilleras tubulares anchas que le impedían desdoblar las rodillas, y de su ano salía una larga cola de zorro anaranjada y blanca, a juego con el collar de cuero al que iba enganchada la cadena.

–Enhorabuena –dijo Jonel volviendo a fijar la mirada en la pantalla–. Pediré que le suban una botella de vino.

–¿Y no te pueden subir a ti? –preguntó la dama Kayra con una sonrisa maliciosa, y su dedo rodeó de muevo el botón plateado del timbre. Jonel se estremeció anticipando el dolor, y ese gesto fue suficiente para que la dama Kayra entrecerrara los ojos de placer.

–Me temo que debo hacer diez horas más en Recepción, mi Ama –musitó Jonel poniéndose tenso–. No se nos permite servir de ninguna otra manera mientras trabajamos en labores del Hotel.

–Muy bien; preguntaré por ti dentro de diez horas –dijo la dama, y a Jonel lo recorrió un escalofrío–. Cuando te llame, ven con ese juguetito puesto. Quiero averiguar cuánto rato aguantas esa descarga.

–Por supuesto, mi Ama –murmuró Jonel, intentando mantener una expresión neutra, aunque lo traicionó una nota de pavor en su mirada–. El sistema me dice que la suite nupcial se está limpiando ahora mismo, pero estará lista en breve, y nuestros esclavos domésticos le subirán el equipaje. Si nos lo permite, el Hotel estará encantado de invitarla a una copa en el bar mientras espera. Hay varios esclavos de servicio disponibles para su uso en esa zona.

La dama Kayra hizo un leve gesto afirmativo, y a una seña de Jonel, uno de los muchachos desnudos que aguardaban de rodillas junto al mostrador se puso en pie. El esclavo se mantuvo con la espalda encorvada, como a media reverencia, y se dirigió prudencialmente a la dama:

–Si es tan amable de acompañarme, Señora...

Continuará