Hot Kitty II

Despertando

Delicioso se miraba mi amante al estar dormido junto a mí, habían transcurrido sólo un par de horas de haber sudado con él, sólo minutos de haberle cabalgado y sentido su verga en cada uno de mis agujeros.

Ver sus labios rosas y piel blanca, la más suave que jamás he tocado, eran suficiente provocación. Amanecía y mi cuerpo quería tenerlo otra vez, no podía dejar de mirarlo.

  • Abre los ojos, mírame, móntame de nuevo que quiero que me rellenes el coño con tu leche, la vagina me arde, el culo me duele, las piernas me tiemblan aún pero no me importa, quiero que me cojas una vez más antes de irme- rogaba mi mente.

Creo que escuchó mis pensamientos gritarle, pues abrió los ojos y mi corazón comenzó a latir al cien. Me acerqué de a poco, como no queriendo, repegando mi pecho al de él, fingir tener frío dio resultado pues finalmente mi mano alcanzó su entrepierna por debajo de las sábanas.

Recorrí su piel con las yemas de mis dedos, poco a poco, como jugando, como no queriendo. El calor que su cuerpo emanaba provocó que salieran las primeras gotas de miel de mi rajadita… uy qué rico, mi respiración se empezó a acelerar.

Tímidamente mis manos llegaron al destino deseado: su sexo caliente, la verga a la que soy adicta. Comencé a masajearlo lentamente sobre la ropa, apreté sus bolas, recorrí con mis uñas la silueta de su pene que de sólo sentirlo, ya lo quería comer.

-¿Puedo? -pregunté tímidamente. Asintió con la cabeza.

Bajé ansiosa su ropa interior y mi boca se hizo agua al verle su verga salir. Sin dudar  comencé a mamársela, succionando suave al principio, como sé que le gusta, pero firme a la vez. La magia empezó, mi lengua hizo que se le parara, duro y firme como mástil, venosa y jugosa, y yo comiéndomela entera hasta la garganta, hasta ahogarme, hasta sentir la saliva escurrir, lengueteándola de arriba a abajo, chupándole el glande, succionándole de a poquitos y escucharlo gemir.

-Ven -me dijo y nos levantamos de la cama, me condujo al sillón, de esos que son especiales para el amor.

Me acomodó como él quería y yo como siempre, me dejé conducir, quitó mi blusa y la tanguita que llevaba puesta y ya desnuda, sentada frente a él, mi coño se acomodó a la altura de su cadera. Mi macho me abrió las piernas y metió su verga hasta el fondo, mis jugos, que ya escurrían, facilitaron la penetración.

He inició el jugueteo, él comenzó la faena, mete y saca, mete y saca, pero algo no andaba bien, ahora me dolía, y mientras, él me la empujaba más recio.

-Me duele -susurré.

Parecía no escuchar y traté de aguantar las embestidas, su pito tocaba mi fondo y me hacía retorcer.

  • ¡Duele! -exclamé más fuerte

Ésta vez sí escuchó, volvió a acomodar su verga dentro de mi y el dolor desapareció. Mis piernas abiertas para él, mi panochita loquita de placer, inició el trance de nuestro gozo, me la empujaba tan rico, que mis tetas vibraban al compás de sus embestidas. Apoyé la espalda en el respaldo inclinado, estirada hacia abajo desde el torso a la cabeza, mis músculos se relajaron, mi concha se adaptó a él, jugué con mis tetas, acaricié mis pezones mientras me la clavaba, qué delicioso me la encaja, no pares de metérmela, sigue así…

Me indicó que terminaría y ordenó que me hincara frente a él, rápidamente lo hice y puso su verga frente a mi cara. Inició la erupción blanca, chorreó su lava caliente sobre mi rostro, abri la boca y saqué la lengua, terminó de venirse, su leche era dulce y cremosa, se la chupé extasiada, lamí hasta la última gota de su esencia y la tragué. Una vez más mi hombre me ha complacido y yo estaré ahí para para hacerlo por igual, cada vez que él lo quiera.