Hospitalidad valenciana

Una historia real

Tenía que ir a Valencia, a localizar unos exteriores para un spot publicitario que teníamos que rodar. Por supuesto que la empresa me pagaba viaje y dietas para el hotel y demás, pero como eran cuatro días en una ciudad que apenas conocía, tiré de agenda para ver si tenía algún amigo allí que me pudiese servir de guía. Encontré un nombre y un teléfono: Nela, 96.532….. La verdad es que no tenía muy claro quién era, pero la mejor forma de salir de dudas era llamando, y lo hice.

Era una aspirante a actriz que en una ocasión me había pedido ayuda para ponerse en contacto con productores, promotores y demás gerifaltes del mundo de la farándula, y me había dejado su teléfono y dirección por si me enteraba de algo interesante para ella.

Resulta que gracias a una de mis gestiones había conseguido ‘colarse’ como modelo fija en una marca de cosméticos, y las cosas le iban muy bien, por lo que me estaba muy agradecida. Cuando se enteró que tenía que ir a Valencia me dijo que ni se me ocurriese ir a un hotel, que su casa estaba siempre disponible para alojarme, y que así me ahorraba las dietas. Quedamos en que iría a esperarme al aeropuerto el día de mi llegada, para que no me perdiese.

Efectivamente, allí estaba esperándome cuando llegué, aunque tuvo que ser ella quien me reconociese a mí, pues su cara se me había olvidado por completo.

Lo que vi fue una mujer de unos 30 años, con un espléndido cuerpo como correspondía a su condición de modelo publicitario. Su rostro se me vino a la mente de inmediato, pero con cinco años menos.

Me abrazó y me besó en las mejillas antes de decir:

-¿Qué te parece si vamos a comer y te explico un poco como están las cosas por aquí?

-De acuerdo –Respondí-. Yo también tengo cosas que consultarte.

Metimos mi somero equipaje en el maletero de su coche, se puso al volante y yo esperé, algo expectante, a donde me iba a llevar a comer.

El sitio fue un restaurante, cerca de El Saler, con bastante buen aspecto. Y ésta fue la pequeña historia que me contó:

“Lo primero que tengo que decirte es que comparto piso con una amiga del trabajo, pero no hay problema para que te quedes, porque tenemos tres habitaciones y una no la usamos. Mi compañera trae a veces a sus ‘novios’, pero usan su dormitorio, naturalmente, por lo que tu gozarás de total independencia.

Supongo que te preguntarás cómo puedo hacer de modelo ya a mis años, pues te diré que me ‘utilizan’ para esos anuncios de ‘con esta crema los años no pasarán por ti’, y cosas parecidas. He intentado meterme en el mundillo del cine; en el que te conocí; pero mis dotes de actriz no deben ser muy grandes, porque he hecho un par de pequeños papeles y no me han vuelto a llamar. Me defiendo bien con mi trabajo y podría vivir sola, pero es mejor compartir los gastos y el trabajo de casa, y tener compañía”.

-Si no voy a daros problemas me quedo en tu casa –Respondí-, porque, además, necesito que me acompañas a localizar algunos exteriores; por cierto, podría hablar a los productores por ti; pero si hay alguna pega me voy a un hotel.

-Ninguna pega –Aseguró-. Y te agradezco tu ofrecimiento, pero estoy con mi compañía a tiempo completo. Aunque no trabaje quieren tener disponibilidad absoluta, con lo que la mayoría del tiempo me pagan por no hacer nada.

Quedamos en dejar para el día siguiente las salidas de localización porque estaba cansado del viaje, con lo que, tras la comida, nos fuimos para su casa para ir deshaciendo mi maleta y acomodándome.

La compañera de piso de Nela dijo llamarse Carla cuando nos presentamos. Era un poco más joven que mi anfitriona, también con el sello inconfundible de su profesión: un cuerpo cuidado al límite, como su herramienta de trabajo que era.

Me enseñaron mi habitación y ambas se brindaron a ayudarme a colocar mis cosas, que tampoco eran muchas pues me gusta viajar ligero de equipaje.

Una vez instalado, y como me iba a tomar el día libre, les propuse salir a tomar algo a algún sitio que ellas supiesen agradable. Me llevaron a un pub, no lejos de la casa, pues Carla quería volver pronto para mirar un programa de T.V. en el que iba un anuncio suyo.

Un poco antes de las diez de la noche estábamos los tres sentados ante el televisor. Las dos amigas lo hicieron juntas y yo en una butaca aparte. Mientras veíamos, sin atención, el programa, Me di cuenta de que Nela y Carla estaban más pegada una a la otra de lo normal, que se cogían las manos, que se rozaban bastante voluptuosamente. Empecé a intuir que eran lesbianas y pareja, aunque me extrañó que Nela me hubiese dicho que la otra llevaba a veces amigos a casa y que durmiesen en habitaciones distintas. De todas formas a mí me daba lo mismo.

Me despedí de ellas pronto, tanto para dejarlas solas como porque estaba cansado del viaje, y me fui a mi dormitorio.

Pese al cansancio, o tal vez a causa del mismo, no era capaz de conciliar el sueño. La imagen de las dos amigas tocándose disimuladamente, y la imaginación de lo que podrían hacer cuando yo no las viese, me hicieron tener una erección, y como soy partidario de la masturbación como una forma más de sexualidad, decidí hacerme una paja. Encendí la luz de la mesita de noche, ya que estaba en cama ajena no quería manchar las sábanas con mi semen cuando me corriese.

Estaba en la “fase lenta” cuando se abrió la puerta y entró Carla. Llevaba una camisoncito mínimo, negro, semitransparente, que dejaba ver que no había ninguna otra prenda debajo. En principio me quedé un poco cortado y detuve mis ‘manipulaciones’, pero ella dijo:

-Sigue, sigue, por favor. Sólo siento que te me hayas adelantado, venía a ponértela dura yo.

Adiós a mi suposición de lesbianismo por su parte.

-Bueno –Contesté-, pero puedes continuar manteniéndola dura.

-¡Qué bien! ¡Esa polla hay que aprovecharla!

Saltó prácticamente sobre la cama y se puso a hacerme una mamada. Sus tetas golpeaban mis piernas con sus movimientos.

-Date la vuelta –Pedí-. Deja que yo también te coma el coño.

Tuvo la habilidad de hacerlo sin sacarse mi pene de la boca. Cuando empecé a lamerle el clítoris, a meterle la punta de la lengua en la vagina y un dedo suavemente en el culo, gemía guturalmente y agitaba las caderas, pero sin dejar nunca de mamármela. Cuando lo hizo fue para decir:

-¡Ah, qué gusto! ¡Pero necesito que me folles ya!

Uniendo la acción a la palabra sustituyó su boca por su coño cabalgándome salvajemente.

-¿Te gusta como te follo? –Preguntó.

-¡Me vuelves loco! –respondí-, pero antes de correrme quiero metértela por el culo.

-Habrá tiempo para todo. Esta noche te voy a dejar seco. ¡Ahora me voy a correr yo como una guarraaaa!

Efectivamente, hubo de todo, y de todos los colores, esa noche, que no terminó hasta pasadas las cinco de la madrugada.

Los gritos y gemidos de placer de Carla fueron tan estentóreos que dudé mucho de que Nela no se hubiese enterado de aquella orgía de sexo, porque, además, Carla, agotada como yo, terminó durmiéndose en mi cama totalmente desnuda.

Y claro que se había enterado, porque a las once de la mañana entraba en el dormitorio sin más preámbulos, envuelta sólo en una toalla de baño, para decirnos:

-Venga tortolitos, a desayunar, que tendréis que recuperar fuerzas.

Yo me vestí para dirigirme a la cocina, pero Carla lo hizo desnuda, como estaba. Nela había preparado café, tostadas y una bandeja con embutidos. Nos sentamos.

Mientras comíamos, Nela, cuya toalla se deslizaba lo bastante como para dejar ver una buena parte de su anatomía, puso sin ningún reparo una mano sobre un pecho de Carla y lo acarició, pellizcándole el pezón.

-Comprendo que vosotros estáis ahítos –Dijo-, pero a mí me habéis puesto muy cachonda oyéndoos follar, y aunque me he hecho un par de pajas, eso no ha calmado mis ardores. Así que uno de los dos va a tener que, por lo menos, comerme el chocho.

De inmediato cambié mi primitiva hipótesis del lesbianismo por la de bisexualidad. Parecía que ambas dos hacían a carne y pescado.

-Yo te lo como ahora amor –Dijo Carla, al parecer insaciable-, si él no quiere hacerlo… o ayudarme.

La verdad es que yo no estaba con mucho ‘fuelle’ después de la nochecita con Carla, pero cuando se fueron al sofá del salón me fui con ellas para disfrutar del espectáculo.

Ni que decir tiene que Nela llegó allí sin toalla, por lo que estaba tan desnuda como la otra.

Me di cuenta de que aquello ya lo habían hecho repetidamente por la decisión y falta de titubeos en la postura. Carla se sentó en el sofá y Nela en el respaldo, con las piernas abiertas y el coño al alcance de la boca de la otra.

La visión de las mujeres, una chupando con fruición mientras se masajeaba su propio sexo, y la otra gimiendo y dando pequeños saltitos de placer, hizo que mi ‘agotamiento’ desapareciese de golpe y me encontré de nuevo empalmado a tope. Y como no estaba bien que ellas estuviesen desnudas y yo vestido, me quité la ropa y empecé a pajearme.

Pero Nela no lo iba a consentir, al ver mi polla dura dijo:

-¡Ah! ¡Me encanta que Carla me coma el coño! Pero ya que tú estás así me podías follar, que me gusta más.

No estaba para hacerme de rogar mucho, de forma que me levanté y dije:

-Pues venga, dame el coño que te follo.

Inmediatamente se puso de pie en el suelo, con la cabeza en el respaldo del sofá, ofreciéndome el chocho con las piernas entreabiertas. ¡Pero es que Carla hizo lo mismo diciendo!:

-Anda niño elige coño. ¿O puedes con los dos?

No tenía ni idea de con qué podría, pero indudablemente empecé por la novedad, de forma que me acerque a Nela y se la metí con decisión. Carla se masturbaba mientras sin cambiar de postura.

¡Era una maravilla como movía el culo mientras gemía! Yo apenas tenía que moverme, pues ella hacía todo el ‘trabajo’. No habían pasado más de cinco minutos cuando se corrió entre grandes voces.

Como yo estaba bastante ‘vacío’, no me corrí con ella, así que aproveché para metérsela a la otra…

¿Os tengo que decir que no salimos ningún día a localizar los exteriores? Más bien quedamos en que volvía a la semana siguiente para… ¿Hacer el trabajo?

FIN