Hospital-Relato corto

Un chico en un hospital tras un intento de asaltar a una chica

El joven estaba tumbado en una de las camas del hospital, no hace muchas horas había intentado asaltar a una chica joven que vio vulnerable y lo único que obtuvo fue una fuerte y dolorosa patada justo entre las piernas dando de lleno en los testículos que ahora estaban como globos. Vestido solamente con una única túnica de hospital, le daba gusto y aliviaba de cierta manera el dolor de sus pelotas gracias al aire que entraba. Apenas podía moverse por el dolor.

Entonces entró una doctora con unas cuantas alumnas a juzgar por su vestimenta. La mujer charlaba sobre las posibles dolencias de un golpe en los huevos o en la vagina, aunque en este caso al estar por fuera, el dolor era mayor.

—Doctora, ¿un golpe a nosotras también duele?—preguntó una joven.

—Por supuesto, no somos de piedra. Pero al colgar por fuera, el dolor es mayor. Puede provocar que incluso en los peores casos, este los pierda—todas pusieron caras de dolor.

Ella ante la mirada del joven, levantó la túnica dejando a las chicas ver sus huevos inflamados y su pene algo pequeño por el dolor y el adormecimiento. Las chicas miraron de cerca cuchicheando entre ellas sobre lo que veían. Alguna incluso saco fotos haciendo que tomaba notas. La mujer retiró hacia su barriga su virilidad.

—Como podéis ver, están inflamados—los acarició con suavidad y con los guantes pero el solo hecho de ser manoseado produjo algo de dolor que dejó escapar quejidos—¿ven?, esto produce un fuerte dolor en el pero es necesario palparlos para saber si hay algo roto.

—¿Vienen muchos casos así?—preguntó una de ellas.

—Más que nada por accidentes de bici y otros deportes. Aunque también vienen algunas chicas porque se les ha clavado el sillín—todas las chicas se llevaron instintivamente las manos a su vagina.

Galen, así se llamaba el chico sentía el placer de las manos que mezcladas con el dolor hizo que su pene cobrase vida y se ponga dura ante la mirada de las chicas. Estaba algo bien dotado por lo que la vista era de agradecer.

—Ahora sabemos que su polla funciona con normalidad—al decir eso soltaron algunas risas—¿qué les hace tanta gracia?, ¿nunca han escuchado a una mujer decir polla?—todas callaron—usted, venga aquí.

La chica miró al resto por si acaso, con timidez se acercó y aguardo. La doctora le dio unos guantes para que se los pusiera.

—Ahora, debe darle un masaje—le expandió una crema por sus manos—debe hacerlo suavemente.

—¿Qué?, ¿quiere que le haga una...una...paja?—preguntó lo último en voz baja.

—Es necesario para saber que todo esta bien.

Lo tuvo que repetir varias veces y le echo la bronca porque decía que era necesario para ser médica, saber tratar todas las molestias.

Helen, así se llamaba tenía el pelo corto, gafas y un pequeño cuerpo bonito. Agarró el pene y comenzó a subir y bajar su mano, con delicadeza. Sentía a través del guante la dureza del joven que respiraba de manera agitada ante la paja que estaba recibiendo.

—Suave, muy bien...con la mano restante acaricie sus pelotas—indicó.

Helen obedeció ante las miradas del resto de sus compañeras que no perdían detalle de todo. Le asombraba lo blandos que podían llegar a ser. Galen echaba la cabeza hacia atrás, le daba igual ser visto de aquella manera, su paja era asombrosa. Al ser tan pequeña y manejar algo así de grande, el placer era el doble.

—Puff, creo que me vengo—comentó excitado.

Tras unas cuantas sacudidas más, el joven comenzó a echar chorros de semen después de soltar un gran gemido de placer. Uno de estos fue a parar a las gafas de la chica que sorprendida, dejó de mastubarlo y echarse hacia atrás.

—Bien, por lo que parece, funciona bien y la cantidad es buena señal de ello—dijo satisfecha.

—Me ha puesto pringosa—comentó al solamente blanco.

—Venga conmigo, el resto menos...tú, Belén, quédate con el paciente—ordenó.

Ella asintió firme. Todas salieron quedando la joven con el hombre que suspiraba tras semejante paja. Belén se sentó a su lado y charlo con él un rato, durante unos quince segundos o así.

—¿Te duelen mucho?—preguntó.

—Un poco, aunque con tu amiga me siento aliviado.

Belén observaba el pene que había vuelto a su estado de flacidez. Llevo la mano por el pecho de este ante la sorpresa del joven que no opuso resistencia. Bajo la mano hasta su entrepierna, jugando suavemente con los pelos que asomaban encima de su virilidad.

—Es grande—comentó.

—Gracias—aquello llenó de nuevo su orgullo.

Los dedos se deslizaron hasta su pene, tocando las pocas gotas que aún contenía. Luego, bajo la mano hasta tocar sus pelotas, las cuales reposaban sobre la cama.

—Veo que funcionan muy bien, menuda eyaculación—dijo.

—Si, menos mal—dijo aliviado.

Pero el gesto cambió cuando sintió como ella apretaba. Al hacer el movimiento para chillar y gritar por el dolor, ella le puso una pequeña almohada en la boca cubriendo el grito. El chico no comprendía nada de lo que pasaba, ni porque esa chica estaba haciendo aquello.

—Pedazo de cabrón, intentaste violar a mi prima—sus ojos se abrieron de par en par, aquello no podía estar pasando, tenía que ser una casualidad. Una dura casualidad.

El chico se sacudía intentando zafarse de ello pero la fuerza no estaba de su lado. La joven mientras apretaba con una mano, hábilmente le ató las piernas y luego hizo lo mismo con los brazos. Ató con un cordón a su boca la pequeña almohada. Estaba totalmente indefenso.

—Mi prima te dio un aviso, pero yo no soy ella—dijo acercándose a los utensilios.

Luego, se subió a la cama con un bisturí en la mano y lo acercó a su zona noble.

—Tal vez...debería quitarte estos amigos...total...no traen más que problemas—dijo con una voz claramente excitada.

El joven sintió un fuerte sudor frío, sobretodo al sentir el frío metal sobre su escroto.

—¿No?—este negó con la cabeza—¿Y si te quito el pene?, así aún puedes sentir el dolor de un hombre cuando te golpeen las pelotas—comentó.

Se puso pensativa durante unos pocos minutos, haciendo agónicos estos por la cara que ponía el chico, deseando que volvieran su médica con el resto. Entonces se acercó a las cosas personales de este y registró su cartera y todo. Volvió a ponerlo todo donde estaba y regresó con él.

—Ahora se donde vives, como te llamas y todo. Si vuelves a hacer algo malo, la siguiente vez entrarás a operarte. Y no podrás salvarlos—su tono asustaba.

Dio una palmada feliz y se acercó a sus huevos. Este vio como los tenía de nuevo en sus manos y comenzó a apretarlos de nuevo con rabia.

—Eso no quita que deba castigarte—el joven gritaba agónicamente.

Su cuerpo se sacudía en la cama mientras notaba como sus bienes más preciados eran aplastados por las manos de la chica que lo hacia entre risas y enfado. Finalmente, tras medio minuto de insufrible dolor, paró. Este lloraba largamente.

—Espero que hayas aprendido puto cerdo—le desató por completo.

Un minuto después entró la doctora.

—¿Qué ha ocurrido?—preguntó al ver los huevos tan rojos e hinchados y este llorando.

—Me ha tocado el culo de improvisto y le he arreado un buen puñetazo en las bolas.

—Esta medicado, anda, id a descansar mientras yo lo reviso.

Todas fueron al comedor a tomarse algo. Belén fue la última en salir y lo hizo con una gran sonrisa, le guiño el ojo e hizo con las manos la forma de las tijeras como advertencia.

Fin