Horas extras en el trabajo
En mis primeros días de trabajo, me quedo haciendo hroas extras con mi jefa, trabajando codo a codo.
HORAS EXTRAS EN EL TRABAJO
Aquella tarde nos tocaba a todos los del departamento comida con los jefes, Alberto de unos 40 años, calvete y con gafas, y Marta, una mujer con un cuerpazo, se notaba que era asidua a los gimnasios, piernas bien torneadas, cuerpo fino, pechos turgentes, en fin, tenia su morbo, y además, es mi jefa.
Yo era un recién llegado a la empresa y toda aquella gente me impresionaba en cierta manera. Durante la comida me mostré callado y cortes con todo el mundo. Al volver a la oficina, Marta me preguntó algunas cosas sobre mi, lo típico que se le puede decir a un nuevo empleado, que tal mis primeros días y todo eso. El caso es que a medida que el resto de los compañeros se iba alejando de nosotros dos, las preguntas de Marta se iban haciendo más intimas. Le confesé que no tenía novia, que habíamos roto hace algunas semanas y que desde entonces estaba algo alicaído. Con aquella mujer, a pesar de ser mi superiora, no resultaba difícil abrirse.
Esa misma tarde, cuando todos se iban, me llamo para que entrase a su despacho, quería hablar conmigo, yo tenia miedo ya que imaginaba que seria algo relacionado con el trabajo. Aquella mujer cerro las puertas y se aseguró de qué no quedase nadie en la oficina antes de empezar su careo conmigo. Me dijo que me pusiera cómodo, que me aflojase la corbata y me quitase la chaqueta, que la jornada laboral ya terminó, así lo hice. Como he dicho ya, Marta es mi jefa y yo un recién llegado que temía contradecirla. Me dijo que era un pena que un joven como yo, 22 años, estuviese solo y que seguro que echaría cosas de menos. Le hable de cómo era mi ex novia, Susana, de su aroma, su forma de reír, etc. Marta me dijo que también echaría de menos cosas de más adultos.
Yo estaba perplejo y no sabia a que atenerme, así que me hablo claramente, me dijo que ella iba a imponer sus normas y de lo que iba a pasar, no podría contarle la verdad a nadie.
Me desabrocho la camisa poco a poco mientras me besaba, yo la acaricie la espalda y ella me abofeteó, me dijo que yo no iba a hacer nada, que ella mandaba. Paso su lengua por mi boca, por mi cuello, me mordió los pezones y yo no podía hacer nada. Con la corbata me ato las manos al respaldo de la silla y me bajo los pantalones hasta los tobillos. Me tenia desnudo, atado y a su merced. Dijo que le excitaba verme así, tan grande y tan entregado, puso su coño, aun con ropa, a la altura de mi cara y me dijo que lo besase, a medida que lo hacia se quitaba la falda y luego las bragas, con sus manos aparto sus labios y dejo todo su sexo para que lo recorriese con mi lengua. Lamía de arriba abajo mientras mi pene crecía y la deseaba más y más. La pedí que por favor me dejase penetrarla, que me dolía de no descargar mi leche en ella.
Marta bajaba su cuerpo, con malicia, ya que su vagina y mi pene llegaban a rozarse pero no me dejo penetrarla, me tenia más y más cachondo pero no dejaba hacer nada. Se puso a mi espalda, acariciaba mi espalda mientras que con su otra mano acariciaba y apretaba mis huevos.
Terminó por sentarse frente a mi, por abrir sus piernas y meterse un inmenso bolígrafo mientras que con la otra mano se frotaba su clítoris. Aquella imagen de una mujer con un cuerpo perfecto, de mi jefa masturbándose al verme tan cachondo y a su merced, me excito a mi también que en aquellos momentos no podía hacer nada.
Cuando termino de correrse, me miro y se quedo pensando que hacer, me dio el bolígrafo que había estado dentro de ella y lo metió en mi boca, aquello me excito aun más. Se puso a mi espalda y lo metió en mi ano mientras me dejaba una mano libre, me dijo que me foliaría con ese inmenso instrumento hasta que me corriera.
Me masturbe con rabia para que ella dejase de follarme el culo y así, cuando por fin me corrí, ella dejo de hacerlo, me desato y me dijo que me fuera, que esta era mi bienvenida a la empresa.