Horas Extra (5: Un Tren de Regalo)
Un loco día de desenfreno culmina en un tren de carne para la cumpleañera, Eleanor.
HORAS EXTRA 5:
UN TREN DE REGALO
Por: Big Daddy Kleizer
1
Eleanor, al amanecer.
Creo saber por qué Lucía me atrae tanto. Su perfil me recuerda al de mi madre. Ahora que la veo de ese ángulo, justo al abrir mis ojos, me doy cuenta de eso. Ella sigue dormida junto a mí. Es la primera vez que pasamos la noche juntas, en su apartamento; teníamos mucha "urgencia", ya saben, y mi casa está situada en las afueras de la ciudad.
Se ve tan tierna e inocente mientras duerme, uno no sería capaz de imaginar esa boquita tragando cosas, o lamiendo almejas, o esa carita de santurrona hecha una máscara de vicio acerco mi nariz a su cabello castaño, Lucía desprende un olor muy particular, ¿serán las famosas feromonas? Supuestamente sólo funcionan entre sexos opuestos, pero muchas cosas allá afuera suceden de modo diametralmente opuesto a como dice en los libros
Veo la hora y aún es temprano. La cama de Lucía es amplia, casi matrimonial, adosada a la pared, debajo de la ventana. Pegada a la pared contraria tiene su mesa de estudio con su computadora. Esas paredes estaban tapizadas de pósters de bandas ochentenas, creo, Bon Jovi, Rata Blanca, Iron Maiden, White Lion Lucía me contó una ocasión que el profesor que la desfloró gustaba mucho de esa clase de música, y que solía poner algunas baladas de bandas como esas cuando ella y él hacían lo suyo desde entonces le encanta esa música
Me siento en la cama y retiro mi cabello de mi rostro. A veces me molesta tener tanto, pero no me agrado con pelo corto. Como sea, me deslizo de la cama, he decidido premiar a mi nueva novia con un desayuno, eso cuando vea qué tiene en su cocina, con esos afiches en sus paredes solo me cabe esperar que tenga algo más que Froot Loops y sopitas instantáneas.
Antes de salir me miro en el espejo de cuerpo entero que Lucía mantiene en uno de los rincones de su dormitorio. Estoy un poco gorda, creo, pero mis pechos y mis nalgotas lo hacen pasar casi desapercibido, bueno, nunca he sido un esqueleto, de hecho, por algunos años en la escuela primaria fui la gordita del grupo, aunque ustedes no lo crean
Me quedé como Dios me trajo al mundo, siempre me ha encantado andar en cueros, es tan cómodo me fui a la cocina, y para mi sorpresa, encontré varias frutas y vegetales, aunque por poco atino en cuento a los cereales, en la despensa había como cuatro cajas de Choco Krispies, y me reí yo sola al imaginarme lo que el elefantito Melvin sería capaz de hacernos a mí y a Lucía con esa trompa mmmm desear personajes dibujados, creo que ya alcancé otro nivel de perversión.
Lucía se despertó como media hora después. La escuché usar el lavabo y luego salió, con su pelo revuelto, que me recordó a ese niño del animé, Goku. Sólo llevaba una enorme camiseta negra del Ozzfest.
-Eleanor, ¿qué rayos haces? ¿Qué diantres tienes que partir en el desayuno? -me preguntó, con sus ojos casi cerrados, bostezando como una niña.
-Tu ensalada de frutas, tesoro -le respondí. Noté que sus ojos se abrieron un poco más cuando notaron que andaba desnuda, y se ruborizaron sus mejillas.
-¿Por qué andas así? Si quieres, tengo camisones en mi cuarto
-No fastidies, me gusta andar desnuda, y te ves encantadora cuando te sonrojas menuda cínica, tú que te revuelcas con el conserje
-¡Oye! -exclamó, enrojeciéndose más todavía. Luego tomó asiento sobre uno de los banquitos circulares ubicados a ambos lados de una gruesa división de concreto entre el corredor de entrada y la cocina, que hacía las veces de comedor.
-No te pongas así, Lucía, sólo bromeo -y tomé un trozo de manzana, dándoselo en la boca, logrando meterle la punta de mis dedos entre sus labios.
Ella se fijó en mi busto, y desvió su mirada, todavía arrebolada su tez.
-¿Quieres té? -le ofrecí- Lo hice de limón.
-¿Té, dices? Eso es para cuando me enfermo, quiero café -me contestó ella, picando el plato de ensalada de frutas que le puse adelante.
-El café es malo para la salud, Lucía, toma té -le propuse, sonriéndole, sentándome enfrente de ella. Fue curioso acomodar mis nalgas desnudas sobre ese asiento circular.
-¿Ahora eres mormona? Tomo café en el desayuno desde que tengo ocho años y no me he muerto -y probó mi té.
-Qué gruñona eres por las mañanas, sería divertido vivir contigo -le confesé. Me sentía muy dichosa al sentir que Lucía ya empezaba a verme como una amiga o amante antes que como jefa.
-¿Quién es el chico de la foto? Está guapo -le pregunté, indicándole un retrato cercano, de ella posando abrazada con un joven bastante atractivo.
-Es mi hermano, Marlon -respondió-. Tiene 21. Más vale que no se te ocurra nada gracioso.
-Es difícil con ese bombón.
-Odiosa.
Más tarde, Lucía se metió a la ducha. Sin dudarlo, me metí con ella.
-Eleanor
Sin pedirle permiso, acaricié su bello y sinuoso cuerpo, tomé el jabón y empecé a deslizarlo por esas curvas, dejándolas brillantes al mezclarse con el agua. Lucía se sonrojó mucho al principio, pero, luego, cerró sus ojitos, saboreando mis travesuras. Nos besamos. Hacía tanto tiempo que no disfrutaba tanto besando a alguien. Los labios de Lucía me quemaban y me hacían estremecer. Nos sentamos en el piso de la regadera, las piernas de Lucía sobre las mías y nuestros troncos pegados de frente, y nos besábamos de un modo que parecía que queríamos comernos la una a la otra. Deseé que esa ducha no acabara nunca.
-Feliz cumpleaños, mi amor -me felicitó Lucía, besándome el cuello.
-Este es el mejor regalo que me han dado -le confesé.
-Mentirosa, viviendo con ese tío y ese engendro, no creo que esto sea el regalo más loco que te han dado -y me dio un tierno beso en los labios.
-Tal vez, si lo pones así, no, Lucía, pero hace tiempo que no me sentía tan bien con alguien, ¿me entiendes?
Lucía se sonrojó de nuevo, sonriendo, halagada.
-¿Crees que tenemos algo así como química?
-Antes lo creía, pero esta noche lo he confirmado -y nos besamos de nuevo. Nunca antes me había enamorado de otra mujer, y Lucía tampoco, y aunque pasó mucho tiempo antes de declararnos mutuo amor, las dos sabíamos que nos amábamos.
Más tarde, pasé dejando a Lucía frente al edificio de nuestro banco. Yo tenía que ir a cambiarme a la casa, amén de que ni siquiera pude hallar mis pantaletas creo que a Lucía se le están pegando malas costumbres de cierto amante que tiene por allí. Sabía que me tenían algo preparado para esta noche, mi tío, Charles bueno, ahora Cassidy, y no sé con cuántos vagones vendrá ese tren
2
Lucía, después del almuerzo.
Me sentía un poco nerviosa, debo confesarles. Lo más alocado que he hecho fueron aquellos tríos en la Universidad, con Sandra y su novio Arnold, luego con los otros dos que les mencioné y, finalmente, el de la semana pasada, con el tío Roy -como me pidió que lo llamara- y Cassidy, un hombre hecho mujer, que no sé como, me hizo prometerle que un día íbamos a estar juntos, a solas
Reflexionaba sobre estas cosas mientras me enjuagaba la cara en el lavamanos del séptimo piso, casi inclinada con el rostro muy cerca de la llave. Entonces fue que sentí unas manos enormes y calientes posadas en mi trasero. Fue delicioso, todo mi cuerpo saludó con un exquisito temblor a ese conserje cincuentón que se había convertido en mi amo y señor. La alegría que me daba tenerlo cerca era inefable.
-Mi pequeña, ¿te pones bonita para Esteban? -me preguntó, mientras me jalaba de la cintura. Me dí la vuelta y como toda respuesta, lo besé, Esteban me sujetó de mis nalgas, alzándome en vilo, rodeando su vientre con mis piernas, nuestras bocas chupeteándose ya no me daba vergüenza, el qué dirán de los demás al carajo la verga más gruesa y venosa que he visto en toda mi vida se endurecía sólo para mí yo era la puta del conserje y es lo más rico que me ha pasado.
-Esteban, te extrañé, ¿estuviste enfermo? -le pregunté, mirándolo a sus ojos, bajos sus cejas negras y espesas, aunque ya se notaban algunas porciones grisáceas en las mismas.
-Ah, me sentí mal, fiebre, pero ya llegó tu macho, pequeña -me dijo, mordisqueándome el cuello.
-¡Oh, qué bien! Me hubieras llamado, te habría comprado medicina
-La única medicina que necesita Esteban está debajo de esta faldita
-¡Ay, sí, cúrate, mi rey! Ven, vamos a uno de los baños -y me puso en el suelo, y de la mano, lo conduje a uno de los inodoros. Cerramos la puerta con el pasador y me senté sobre el servicio.
-Sós el tamalito más rico que me he comido en toda mi vida -me aduló, pasándome la mano por mi rostro y metiéndome su grueso pulgar en mi boca, se lo chupé sonriendo. Mis manos, creo que no es necesario ni escribirlo, ya luchaban contra la cremallera y los bóxers de mi macho para hacer aparecer mi taquito favorito.
La paz y la dicha que me embargaron cuando su gigantesco glande cayó presa de mis labios fue solamente comparable a la de un adicto cuando ha pasado mucho tiempo sin su droga proferí un acentuado mmmmmmm , saboreando ese pedazo de carne cálida y tiesa. Esteban me aferró con ambas manos de mi cabeza, y yo me apoyé de sus caderas, quería que me la tragara toda
-¡Ooohh, pequeña, qué rico, chúpate ese piloncito! ¡Qué boquita, qué puta ! -me decía, haciéndolo gozar con mis succiones.
Pronto mi cabeza subía y bajaba por su pene, que lucía resplandeciente con mi saliva, ya podía tragarme un poco más de la mitad de esa cosa, el problema era pasar su hongote por mi garganta sin que me dieran arcadas.
Acentué mis mamadas, por ratos me quedaba con su cabeza dentro de mi boca, trabajándola con mi lengua, y a veces me la sacaba para lamerle el glande Eleanor me había enseñado algunos trucos y me recomendó algunas pornos bastante "didácticas" al respecto como sea, tenía a mi conserje en la gloria. Luego me la sacó y me la restregó en la cara, finalizando con darme golpecitos sobre mis labios al principio no me gustaba mucho, pero a estas alturas del juego, tal acto me volvía loca.
-Siempre he querido que me hagas una cubana -me dijo, entonces.
-Tonto, ¿por qué nunca me lo dijiste? -y ni corta ni perezosa, me saqué mi blusa blanca, de manga larga, la puse sobre el tanque, detrás de mí, me saqué el sostén, el cual Esteban quiso tomar
-Esto no, amor, se me va a ver todo con esa blusa -y le chupé el glande. Sus manos se apoderaron de mis senos, que vibraron de júbilo al sentirse acariciados y apretados por ese hombre, que se arrodilló ante mí para besarme y luego hundir su cara en mis cocos.
-Oh, qué feliz tienes a tu puta, Esteban -le musité, abrazándolo, mientras me comía el busto y me pellizcaba los pezones. Yo no podía creer que mi vida iba convirtiéndose en un desfile de cogidas un conserje, una barrendera, una mujer, un repartidor de pizza, un anciano, un transexual si las cosas iban así, para antes de Navidad seguramente habré hecho el amor con un extraterrestre o con el Yeti.
Don Esteban se puso de pie, flexionando un poco las rodillas y apoyándose de las paredes. Me acomodé su vergota entre mis pechos y abracé sus caderas, empecé a masajearla, moviéndome con suavidad de arriba abajo, dándole besitos cerca del ombligo, aun cubierto por su camisa.
-Aaaahhh, sí, mujer para eso tenés eso globotes, para repartirle cubanas a todos
-Estos globotes son tuyos, amor, para que te den cubanas cuando me lo ordenes -le dije, sonriendo, incrédula al constatar el grado de sumisión a que ese señor me tenía sujeta. Me hubiera reído de buena gana si cinco meses antes alguien me dijera que iba a darle una cubana al conserje en los baños de damas de mi trabajo.
Le lamía la cabeza, cada vez más enrojecida y húmeda, brillante de líquidos seminales, finalmente, Esteban me tomó de la cabeza, forzándome a regresar a mi mamada.
-Creo que alguien anda husmeando allá afuera -me dijo.
-Bah, que escuchen cómo disfrutamos, quiero mi cogida ahora -le contesté, ya casi fuera de mí.
Varias semanas después sabría quién fue la "curiosa" que anduvo husmeando y escuchándonos, pero, por ahora, no viene al caso. No se impacienten, ya llegaremos a ese momento.
Esteban me tenía en sus brazos, su bocota cubriendo la mía, y yo chupándole la lengua como posesa. Al menos en algo logré cambiarlo y es que ahora se lavaba los dientes más seguido.
-Date la vuelta y súbete esa faldita, ahora vas a tener tu taco con carne y salsita de la que te gusta -me anunció.
-Yes! -exclamé, y me giré, subiéndome la falda, casi temblando de emoción. Esteban, tal y como lo esperaba, me quitó mi calzón blanco y se lo guardó en el bolsillo de su pantalón. De reojo ví que se remojaba los dedos y su verga con lubricante. Cuando puso uno sobre mi ojete supe lo que me esperaba.
-¡Puta, sí, sí! -suspiré. Esteban me abrazó fuerte y me penetró el culo, despacio; abrí mi boca y cerré mis ojos, sintiéndome invadida de esa carne descomunal, entrando lentamente, arrancándome estremecimientos de placer y punzaditas de dolor.
-¿Ya te gusta, cabrona?
-Oh, me fascina, me encanta mi culo es suyo, Esteban, es suyo oooohh -y me mordí los labios, después de todo, estaba en un baño de uso común y no podía permitirme demasiado escándalo- Mmmmrrggjjjhhh qué delicia, amor, métamela más
-Así me gusta, puta barata -y me la metió toda, pude sentir su pelvis chocando contra mis nalgas. Esteban estuvo traveseando mi vagina también, haciendo lo que se le antojaba con mi tembloroso clítoris.
-¡Ah, sí, siga, siga, siga !
Esteban me bombeaba el culo, incrementando su vaivén paulatinamente, ya acostumbrado a mi túnel oculto. Me la sacó entonces, apenas dejándome medio glande en el culo cerré mis ojos y abrí mi boca -porque la última vez me mordí la lengua- y me la metió de golpe
-¡Aaaaahhh, mi amor, me mataste! -y me incliné, apoyándome sobre el tanque y sobre mi blusa. Yo ya sudaba copiosamente. Esteban me obligó a enderezarme, para seguirme dando, con una mano acariciaba mis tetas y con la otra me estimulaba allá abajito, teniéndome sumida en un semi-trance.
-¿Te gustó, pequeña?
-Sí, dame más, mi rey, más
Y Esteban obedeció gustoso, sodomizándome con rapidez y violencia, aunque no de una forma desmesurada como me lo hizo Cassidy. Como pude, alcé la tapa del inodoro, porque, ese cilindro ardiente en mi recto, entrando y saliendo, y sus manos en mi cuerpo, me causaron un orgasmo sísmico, y mis jugos cayeron en el retrete al mismo tiempo que Esteban eyaculaba en mis entrañas.
-¡Aaaaaahhhh! -gemimos los dos al unísono.
Esteban bajó la tapa y se sentó sobre la misma, y yo, de horcajadas sobre él, besándonos, sintiéndome tan feliz al ser manoseada por mi hombre, que no me importó escuchar que alguien salía de los baños.
3
El Incubo. Finalmente, el tren de regalo, la función estelar dará inicio.
Hola a todos. Soy el Incubo. De acuerdo a las creencias medievales, soy un espíritu maligno que seduce a las mujeres mientras duermen para robarles su energía vital y de paso, hacerlas caer en pecado. La contraparte mía, son los Súcubos. Pero basta de cháchara ocultista y supersticiosa, digamos que soy una entidad que se encarga de narrarles los hechos de esta serie cuando las protagonistas principales estén demasiado ocupadas y no puedan ver bien qué le está pasando a la otra, y también entraré en escena cuando ocurran dos eventos simultáneos en distintos lugares, como sucederá un par de veces en episodios ulteriores.
Cuando Lucía entró en la amplia oficina de su jefa, después de las cinco, su mandíbula casi pega con el piso al contemplar el espectáculo. Apoyada sobre su escritorio, Eleanor Williams, vestida tan solo por tiras de cuero negro diseminadas en su cuerpo, y una mascareta con una tira adicional que le cubría los ojos.
Lucía aún estaba un poco mareada por la culeada que el conserje le dio en el baño hacía pocas horas. Eleanor era acariciada y magreada por Cassidy, vestida de amarillo claro, le sentaban bien los tonos amarillos, por un lado, y por otro, su tío Roy Williams, sin saco y sin corbata, como que ya estaba bastante avanzado el calentamiento, intuyó Lucía.
El tío Roy se acercó a ella y por vez primera, la besó en la boca, fue bueno, pero no tan mágico como hubiera creído. Luego, el viejo le reprochó, con cariño:
-Te has portado mal, Lucía, has dejado fuera de combate al buen Esteban, he tenido que sustituirlo -y le indicó los muebles al extremo de la oficina, donde una jovencita totalmente desnuda le daba sexo oral a un joven que Lucía reconoció como uno de los que se folló a Eleanor el mismo día en que ésta le dio sexo oral por primera vez, un tal Juan, recordó, y al lado de este, recibiendo alternativo cariño, un enorme y musculoso negro, un tal Virgilio, guardia de seguridad, que observaba a Lucía de pies a cabeza, sonriendo ante la expectativa del asombroso banquete que iba a darse. Los dos hombres estaban desnudos a su vez.
-El es Virgilio, logró impedir un asalto a una de nuestras agencias, y he considerado darle una muy justa recompensa, no le niegues nada -le dijo Roy-, ahora, las mujeres tienen que andar en cueros, desvístete.
Lucía obedeció, un poco dubitativa, era la primera vez que más de dos personas iban a verla desnuda, y para colmo, tres completos extraños, aunque no hace falta mencionar que muy dentro de ella, algo comenzó a calentarse en dicha situación.
-No menciones la presencia de Virgilio en voz alta, quiero que mi sobrinita lo sienta de sorpresa -le dijo Roy al oído, dándole una fugaz lamidita.
-Entiendo -aceptó Lucía, ya como Eva, captando la lasciva mirada del negro, que le hizo una señal para que se acercara.
-Atiende a nuestro héroe, Lucía, pero antes, te presentaré para que no te sientas como marciana -y Roy la acompañó, sobándole las nalgas desnudas, al mueble donde estaban los otros tres.
-Escuchen, ellas es Lucía, y va a estar con nosotros, trátenla con cariño, es una joya -dijo Roy, y Virgilio ya había empezado a manosear los muslos de Lucía, anonadada al verle ese aparato digno de un ogro, pensando que nunca lo había hecho con un hombre de tez oscura.
-Virgilio, nuestro héroe, a quien veo que le has gustado mucho
-Hola, Virgilio -dijo Lucía, ya menos nerviosa, sentándose en las piernas robustas del guardia, saboreando el contraste de las temperaturas.
-El es Juan, amante temporal de Eleanor -lo presentó Roy.
-Hola, Lucía -saludó el chico, con la vista perdida en los pechos de Lucía.
-Y finalmente, mi mascotita, Carol -y la chica dejó de masajear el miembro de Juan. Lucía pudo apreciar que era bastante bonita, sus labios muy carnosos y sensuales, su cabello largo castaño más oscuro que el de ella.
-Hola, Lucía, vamos a pasarla bien, ¿verdad? -y dicho que hubo esto, con su tono español que nos pone a mil a los latinos, se incorporó con agilidad felina y sus labios se unieron a los de la asombrada Lucía, que luego de la sorpresa, abrió su boca y ambas paladearon su respectivo sabor.
-Sí, nenas, dense lengua -dijo Virgilio, con su voz grave, que a Lucía le recordó a Barry White. Las manos cálidas y grandes de Virgilio recorrían sin ningún pudor a Lucía, que ya estaba casi derretida por esas caricias.
Carol y Lucía se sonrieron al separarse.
-Sí, Carol, vamos a divertirnos mucho esta noche.
-No te dejes llevar por su juventud, Lucía, así como la ves, en España arrasó con su hermano y la novia de éste, con un equipo de básquet y con ocho sujetos en Noruega -explicó Roy-, ah, y se la tiró un tal Kleizer también.
-Ah, ese tipo me debe dinero, es una escoria -dijo Virgilio, dándole besitos a Lucía, en el hombro.
Carol sonrió de nuevo y arqueó una ceja, acomodándose sobre Juan, para que éste la acariciara mejor. Lucía besó a Virgilio y se dejó llevar por su calidez. Roy volvió junto a Eleanor, que ahora esta abierta de piernas sobre el escritorio, recibiendo una comida de coño monumental por parte de Cassidy.
-¿No la has penetrado, verdad? -preguntó Roy.
-Ganas no me han faltado, tío -confesó Cassidy, succionando el clítoris de Eleanor, que gemía embobada y se manoseaba los pechos.
-Dios, ¿cuánta gente hay, desgraciados? -articuló Eleanor, acariciando la ahora larga cabellera negra de Cassidy.
-No la suficiente, si nos vamos a lo cuantitativo, muñeca -contestó Roy, manoseándola-, pero creo que tienen capacidad para reventarte todo en todo caso, siempre podemos pedir comida donde los chinos
-¡Ja! Ni hablar, tío -repuso Eleanor, buscando al aludido con su mano izquierda.
-Nunca lo has hecho con un chino, ya es tiempo, Eli -afirmó Cassidy, apenas sacando sus labios del coño que se estaba cenando, metiendo tres dedos en el culo de su amante rubia.
-Cállense, los chinos son muy sucios
-Vamos, vamos, no seas racista, a nosotros las chinitas nos han atendido bien, ¿te acuerdas de aquella ocasión en el congreso de Shangai, Ch digo, Cassidy? -dijo Roy, oprimiendo los hermosos senos de su sobrina.
-Cómo olvidarlo, tío, andaban los gemelos y ese pervertido de Steiner también las chinas saben lo que los hombres quieren -repuso Cassidy, sonriendo.
-Par de bastardos, los hacía trabajando en ese viaje, por eso nunca conseguimos buenos negocios -les reprochó Eleanor, quien sólo pudo escuchar los chupetones del apasionado beso que su tío le daba a Cassidy, apretando ese cuerpo artificial y sensualmente femenino aunque no era la primer vez que se besaban antes de la operación de Cassidy, ni era un beso lo menos que había pasado entre ellos
-Con qué culote volviste, mi amor -apreció Roy, con sus dos manos aferrando cada media luna carnosa de Cassidy.
Esta besaba el cuello de Roy, mirando hipnotizada, al fondo, sendos culos parados de Carol y Lucía, a cuatro patas las dos, dando sexo oral a Juan y a Virgilio, respectivamente.
-Esto va a estar bueno, tío -le dijo al oído, a Roy.
-Quiero verte sin un trapito, putita -le dijo el viejo, mirándola a los ojos. Roy empezó a despojarla del saquito de su caro traje de oficina, sin dejar de besar sus labios carnosos ni de chupar su lengua.
Eleanor se había sentado y los atrajo con sus brazos, y pronto, tres lenguas se juntaron, frotándose, y tres pares de manos recorrían inescrupulosamente sus cuerpos. Eleanor acarició el bulto de Cassidy, cuyo nuevo aparato aún no había visto ni "sentido", ayudando a su tío a desvestirla.
Cuando Cassidy estuvo desnuda, se apartó de Eleanor.
-¿Adónde vas?, quiero mamártela -replicó la rubia gerente general.
-Ah, ah, Eli, la vas a sentir en tu culo voy a ser la penúltima, así como están las cosas -comentó Cassidy, sobándose esa culebra que le colgaba entre sus piernas.
-¿Penúltima? ¿Y quién va a ser el último, don Esteban?
-No, sobrinita -dijo Roy, que nunca se aburría de acariciar el espléndido cuerpo de Eleanor-, tu queridísima Lucía se lo chingó en el almuerzo, lo dejó fuera de combate
-Man down -coreó Cassidy.
-Qué hija de puta -exclamó Eleanor, que fue tendida sobre su escritorio, dejando su cabeza colgando más allá del borde, por su tío, para que pudiera chupársela
-Ah, sí, ramera -dijo Roy cuando hundió su pene en los labios de Eleanor.
-Mmmmmm -mugió ella.
Cassidy palmeó sus manos para indicar a los otros cuatro que se acercaran. Juan y Carol vinieron de la mano y Virgilio cargando a Lucía, como si fuera un bebé. Los dos hombres tenían órdenes de no penetrar a estas dos, su primer esfuerzo sería para Eleanor, si quedaban ganosos Carol y Lucía iban a hacer lo que se les exigiera
Juan y Virgilio no dejaron de sentir cierta incomodidad al tener un transexual desnudo tan cerca de ellos, pero aún así, no iban a perderse esta fiesta por nada del mundo. Lucía, ya enajenada, a pesar de que aún le escocía un poco el recto, apenas bajó de los brazos del guardia de seguridad, se trepó sobre Eleanor, para chuparle los pechos y trastearle el guiño del ojo de Dios por usar términos del divino marqués.
-Es una fiera esa Lucía -dijo Cassidy, al ver eso, mientras recibía una calurosa mamada de parte de Carol, quien ahora se mostraba muy contenta chupando tres vergas ella solita. A pesar de todo, tenía que controlarse, los chicos no debían eyacular, solamente estar "arrechos" para el momento del tren.
Cassidy tenía la vista clavada en el tremendo palo del negro a su lado.
-¿Te molesta dejar que te la mame, Virgilio? -le preguntó Cassidy.
-No, no, adelante -respondió éste, con su voz tan grave, temiendo más un despido que anhelando una felación de otro hombre, pero esta causal se disipó velozmente cuando sintió su gorro deslizándose por la garganta de Cassidy, que chupaba ese animal como si no hubiera un mañana.
Carol sonreía al ver esto, sobando despacio el pene de Juan. La cajera española aferró el mástil de Cassidy, pajeándolo, y como toda reacción, la presidenta del banco le clavó dos dedos en el culo.
-¡Ay! -chilló Carol, que no esperaba este gesto efusivo. La mano de Cassidy fue subiendo hasta posarse en la cabeza de Carol, y luego la atrajo para besarla para Juan fue demasiado.
-Uff, calma, amigo, ya vamos a matar al chancho -dijo Roy, riéndose, refiriéndose a entrar en acción.
Y se retiró a buscar algo en el extremo de la oficina opuesto al juego de muebles, dejando a Lucía encargada de mantener caliente a Eleanor.
-Lucía, mi vida -dijo Eleanor, sintiendo los dedos traviesos de su amante dentro de su coño-, ¿cómo ves el proyecto a corto plazo?
-En media hora vas a pedir piedad, puta, ahora me las vas pagar todas -contestó Lucía.
-¡Oh, sí, véngate! Eres libre de pedirle a tu hermano que me viole cuando quiera
-Lucía, sujétale las manos con fuerza, que no se te suelten -indicó Roy, que volvía con una suerte de portafolios más pequeño de lo usual. Lucía obedeció.
-Cassidy, ven, hay una boca qué violar
Cassidy dio un beso final al muy erecto bastón que dejaba reluciente con su saliva, y se acercó a Eleanor, quien estaba un poco nerviosa.
-Abre tu boca, Eli -le ordenó Lucía, y su jefa separó sus sensuales labios al máximo, para recibir la escupida de su asistente. Eleanor se relamió esos labios al saborear la saliva de Lucía.
Luego sintió lo que definitivamente era un glande rozándole la mejilla, ella abrió su boca y de inmediato, el pene entró precipitadamente por su garganta Eleanor reaccionó intentando sacar ese miembro, pero Cassidy sujetó su cabeza con sus manos, obligándola a engullir su bastón. Lucía, por su lado, mantuvo las manos de su amante bien sujetas, pero sin dejar de preocuparse al ver la cara enrojecida y las venas hinchadas en el cuello de Eleanor.
-¿Segura que no le haces daño? -preguntó Lucía a Cassidy.
-No seas imbécil, esto es un entremés para lo que esta puta se ha tragado -espetó Cassidy, quien, mirando a Lucía, sacó su lengua, y ésta obedeció, inclinándose para chuparla, luego se besaron. Menudo espectáculo para los que aguardaban su turno.
Mientras tanto, Roy le dio un consolador a Carol para que, con unas correas, se lo colocara sobre su cintura. Luego sacó otro más delgado, que procedió a insertar en el bonito culo de la jovencita.
-Ni se te ocurra sacarte eso o te despido -le dijo Roy. Después tomó otro de esos, delgados, y sin anunciarlo, se lo ensartó en el ano a Lucía, que lo tenía expuesto.
Lucía gimió al sentir el objeto metiéndose en su enrojecido culo, pero Cassidy le mordió el labio inferior para que no se soltara del ahora forzado ósculo.
-Ay de ti, si te sacas ese dildo, pendeja -le dijo Cassidy al despegarse sus bocas.
-Sácasela ya, vamos a empezar -dijo Roy.
Cassidy sacó su verga de la boca de Eleanor, que estaba enrojecida, y apenas se sintió vacía, tosió con violencia y escupiendo. Lucía la liberó a su vez y la ayudó a incorporarse.
-¿Estás bien, Eleanor? Esto me pareció excesivo, creo que se están pasando
-No, no, está bien, así jugamos, Lucía -la tranquilizó Eleanor-, me hacen cosas así desde los 18, nena, ellos conocen bien mis límites, nunca me harían daño adrede.
-Tráele agua, Carol -le pidió Roy a la joven, que se veía curiosa con ese consolador colgado de su pelvis. Fue al oasis, donde estaba el bote del agua, cuando volvía con el vaso, Cassidy se lo arrebató y le arrojó su contenido a Eleanor en el rostro.
-¡Qué idiota eres! -masculló Lucía, atónita.
-Deja, deja, Lucía, así lo hacemos -la calmó Eleanor, conmovida por la preocupación de su amiga, y a la vez divertida. Eleanor, finalmente, se dio la vuelta y se inclinó sobre su escritorio. Roy ordenó a Lucía que la acariciara. Esta, ya más sosegada, sobó las nalgas de su jefa, besándolas.
-Dale una cachetada -ordenó Cassidy.
-¿Qué cosa? -replicó Lucía.
-Una nalgada, hombre, fuerte -aclaró aquélla.
Lucía vaciló un segundo, pero juzgando el tipo de gente con la que acababa de meterse, se encogió de hombros y ¡plas! , sonó la primera, quedando la mano de Lucía levemente marcada en los níveos glúteos de esa mujer.
-¡Ay, qué perra, dame más! -exclamó Eleanor.
Lucía, con más confianza, descargó una segunda nalgada ¡plas! que hasta la mano le dolió. Juan, Virgilio, Cassidy y Roy contemplaban la escena, acariciándose los miembros. Carol parecía muy contenta, en su elemento, como pez en el agua. ¡Plas, plas! , siguió Lucía, boquiabierta al atestiguar que, ante cada manotazo, Eleanor gemía de puro placer.
-¡Ay, qué bien, ya no aguanto más, denme chorizo! -clamó entonces.
-A ver, Carol, amorcito, serás la primera -le dijo Roy, quien se lamió la palma de la mano para lubricar el dildo rojizo con el que Carol iba a follarse a Eleanor. Roy la acomodó, flexionó un poco las rodillas de su indecente sobrina y Carol la tomó de la cintura.
Ese show tenía a mil a Virgilio y a Juan, quienes jamás habían visto algo parecido. Eleanor tomó una de las manos de Carol y jadeó cuando el consolador la penetró. Carol no dejaba de sonreír.
-Se ve que no es la primera vez que haces esto, ¿ah? -comentó Roy, sobando las nalgas de Carol y lamiéndole una oreja.
-Me follaba así a la novia de mi hermano todo el tiempo -contestó ella, sonriendo, mirando fascinada cómo el dildo desaparecía en el interior de la mujer que firmaba sus cheques.
-¿Cómo, a la novia de tu hermano, qué clase de familia era esa? -replicó Cassidy, con una pizca de genuino asombro.
-Una no muy distinta a la nuestra -dijo Roy.
-¡Oh, sea quien seas, vas bien, dame más! -exclamó Eleanor, apoyándose sobre sus codos.
-Ya oíste a tu jefa, Carol, obedece -la incitó el viejo accionista. Carol aceleró sus embestidas, más cuando Cassidy se le acercó y volvió a meterle tres dedos en el culo, luego de sacarle, momentáneamente, el delgado dildo verde.
-Qué rico tiene este culito, para quebrárselo todo -dijo Cassidy.
En el ínterin, Lucía se puso un arnés similar al de Carol, con un consolador mucho más grande, por instrucción de Roy, y ahora estaba arrodillada chupando el falo de tres hombres: Juan, Virgilio y Roy. Más allá, con el mete y saca de Carol y los estímulos de Cassidy, Eleanor jadeaba de lo lindo, disfrutando con creces el primer vagón de su tren de regalo.
-Bueno, creo que la puta ya está en su punto -anunció Cassidy-, que pase la primer pija de carne.
El ungido fue Juan, quien agarró con sus manos, las nalgas redondas y muy carnosas de Eleanor, y la penetró de inmediato.
-¡Oh, Juan, te reconozco donde sea! -chilló Eleanor, sonriendo.
Juan le descargó una nalgada y empezó a clavársela, golpeando con fuerza los muslos de su jefa. Mientras, Cassidy tenía como perrito a Lucía, quien con un descomunal esfuerzo, intentaba tragarse la boa de Cassidy, hinchado su cuello, ni siquiera don Esteban la obligaba a tanto. Se quedó quieta cuando sintió que la penetraron, luego de reacomodar el arnés por fin se la estaba tirando Roy Williams.
-¡Qué buena que estás, Lucía! -la saludó, sobando ese traserito tan jugoso. Lucía no saboreó mucho la cogida que le daba el tío de su novia porque se dedicó, más que todo, a forcejear con Cassidy que deseaba meterle todo su luengo miembro en la garganta.
-Cassidy, basta, no está acostumbrada pero ya la vamos a entrenar -dijo Roy, como una orden velada, y Cassidy sacó su serpiente de la tráquea de Lucía, que respiró con dificultad, sudando a chorros, con un ataque de tos.
Eleanor, por su parte, ya estaba de rodillas, con su boca abierta, esperando la corrida de Juan, que gemía y pajeaba su estilete, bañando la cara de la rubia ejecutiva con su semen
-¡Aaahh, ahí tienes, guarrita! -dijo Juan.
Sin pensárselo dos veces, Carol se hincó para lamer el semen sobre el rostro de Eleanor, terminando enlazadas en un obsceno beso en el que rezumaban los riachuelos de lefa desde sus labios unidos. Eleanor terminó de limpiar el pene de Juan, aún capacitado para la acción, pero la españolita quería su parte y Juan no es de los que acostumbra dejar damas insatisfechas.
Virgilio, ya demasiado ansioso y cachondo, alzó a Eleanor como si fuera una muñequita de trapo. La puso de pie y le dio vuelta, pero ella tuvo tiempo de tocar su cuerpo musculoso y fuerte.
-¡Dios santo, quién eres!
Virgilio apuntó al culo de Eleanor, y cuando ella sintió un glande desconocido frotándose contra su asterisco, agarró esa cosota, quedándose helada al constatar su grosor y su longitud.
-Tú eres negro, en definitiva, mi amor -dijo ella, sonriendo y nerviosa.
-Adivinaste, cabrona -dijo él.
-¿Te molesta que te la moje con mi boca? -le preguntó a Virgilio, una sonrojada pero ganosa Cassidy, de nuevo, Virgilio aceptó, más por posibles represalias laborales.
Cassidy se agachó, contenta, a ensalivar ese miembro, tragándoselo con ganas, mezclando dos pecados en uno: gula y lujuria. Virgilio no pudo evitar acariciar esa larga cabellera negra y resplandeciente. Cuando Cassidy finalizó, el asta de Virgilio yacía dura como si fuera de roca, y mostrando los chorros de saliva bajando hacia el escroto. Cassidy la apuntó al culo de Eleanor y el negro empujó.
-¡Oh, cielo santo, qué delicia! -exclamó la rubia, retorciéndose, y diciendo esto con un tono como de quien está defecando. Virgilio la sujetó de su estrecho talle y empezó a sodomizarle haciendo caso omiso de sus gritos.
-Tal y como te gustan, hermanita -dijo Cassidy, quien vio a Lucía de rodillas recibiendo el semen del tío Roy en su cara. Cassidy se agachó junto a ella, lamiendo el semen de su rostro y luego, entre las dos, limpiando el instrumento del viejo.
En uno de los sofás, Carol montaba frenéticamente a Juan. Luego de un buen rato de sólo mamar ya estaba en llamas. Juan la abrazaba y hundía su rostro en esos pechos redondos, y no escatimaba besar esos labios tan ricos que tenía.
El ruido predominante eran los aullidos de Eleanor con la culeada que le estaba regalando el gigantesco guardia de seguridad.
-¡Jesús, dame, dame, rómpeme el culo, párteme en dos!
Virgilio la agarró de su ondulada cabellera rubia, inclinándose para lamerle la espalda. Eleanor se dobló como pudo, sacando su lengua, Virgilio se la chupó y se besaron.
-¿Te gusta, mami, te gusta cómo te lo parto? -le preguntaba Virgilio, casi al oído.
-¡Oh, sí, mi cielo, soy tuya, mi culo es tuyo!
Virgilio arreció su asalto, y por debajo de la tira de cuero que cegaba a Eleanor, resbalaron algunas lágrimas, de dolor y placer entremezclados. Luego, el negro asumió un ritmo lento, dejando todo su cipote clavado en las entrañas de la trémula rubia.
-¡Ah, excelente, Dios mío, sea quien seas te daré un aumento!
-Vaya, con razón todos los hombres que trabajan aquí se mueren de ganas por echarte un polvo, sobrinita -dijo Roy, quien se había servido una copa de whisky y admiraba el espectáculo, sorprendente, como yo pude apreciarlo a mi vez.
Un negro musculoso culeando a su jefa rubia apoyada sobre su escritorio, y por allá, en la salita, Cassidy, arrodillada, recibiendo una mamada de Carol que en ese momento tenía los ojos en blanco porque Lucía la estaba penetrando por el culo y ésta, a su vez, recibía por la misma concavidad a un todavía furibundo Juan. La amplia ofician se llenó de gemidos y gritos de seis gargantas distintas.
-Oye, mi amor -dijo Eleanor a Virgilio-, quiere que me lleves a mi sillón para que me siente sobre tu verga.
Virgilio, ni corto ni perezoso, cargó a Eleanor entre sus brazos y se sentó él primero, luego, lentamente, acomodó a su jefa, encajándole su húmeda verga en el trasero, a lo que Eleanor fue descendiendo
-Qué rico, no merezco tanto placer -decía.
Virgilio, cuando apenas tenía media vega en ella, la suspendió de los muslos y la dejó caer, desapareciendo su tranca en aquél culito voraz.
-¡Aaaaaaahhh! -gritó Eleanor, casi en shock. Virgilio la abrazó, manteniendo sus pantorrillas sobre sus brazos robustos, lamiéndole la oreja, y poco después, las dos lenguas volvieron a buscarse para chuparse la una a la otra.
Virgilio parecía ser muy fuerte y continuaba puyándola, suspendiéndola ante cada embate. Roy miró este evento, no sin cierto envidia, aunque no sé si de su sobrina o de si quisiera él tener la fuerza de ese guardia, mejor veamos cómo les va a los demás.
Juan eyaculó pronto, apenas unas gotitas de leche en el recto de Lucía, quien continuaba sodomizando a Carol y traveseándole la concha, viendo, con envidia y admiración a su vez, que la españolita sí fue capaz de comerse todo el aparato de Cassidy.
-Dios, estoy a punto de correrme -declaró Cassidy, sudorosa. Carol aceleró el movimiento de su mano cerrada sobre ese tembloroso cilindro, masajeando el escroto del transexual, sonriendo. Lucía se inclinó a su vez, colocando su cabeza junto a la de Carol, las dos abriendo sus bocas y sacando sus lenguas aviesas, con el aparato de Cassidy apuntándoles de frente.
-¡Par de perras! -chilló Cassidy al escupir su semen sobre sendas bocas y caras. La escena fue memorable, Carol y Lucía chorreando semen de sus mentones, luego, esta última chupó el hongo enrojecido de Cassidy en tanto que Carol se dedicó a limpiar el resto del pincho- Dios, es el mejor sexo oral que me han dado en años
-Sabía que ibas a acabar con esas mujeres, siempre haces lo mismo -le reprochó Roy, sonriendo y caminando hacia las tres.
-Bah, quién habla, tú acabas de preñar a Lucía, además, sabes que tengo suficiente para Eli -Roy la tomó del pelo y la forzó a tragarse su miembro, que entre sus labios, poco a poco, recuperó su dureza, aunque no con la misma intensidad original.
De vuelta tras el escritorio, Virgilio y Eleanor gritaron al unísono, aquél al derramar su semen en el recto de su patrona y ésta, al sentir su interior ardiendo.
-¡Oh, Dios mío, qué rico! -farfulló Eleanor.
Sin darle un respiro, Roy y Cassidy la condujeron de vuelta al otro lado de su escritorio, apoyándola sobre sus codos, mirando con satisfacción, la lefa del guardia deslizándose por los bien contorneados muslos de la cumpleañera. Cassidy se dedicó a limpiar con su lengua ese desastre.
Roy tomó a Lucía de un brazo y la puso tras su jefa y amante. Con Carol había sido su primera vez tirándose a una mujer con un consolador Cassidy y Carol lubricaron con su saliva ese objeto, dejando al arbitrio de Lucía qué agujero iba a destrozarle a Eleanor. Lucía penetró a su jefa por el coño.
-Lucía, ¿eres tú? -preguntó la exhausta rubia, al tocar el arnés y las esbeltas y curvilíneas piernas de su asistente- Ooooohh, hazlo despacio.
Lucía se abrazó al torso de Eleanor, lamiéndole la oreja y luego besándose, dando un show que fue capaz de reanimar al gigantesco Virgilio. Lucía se la folló con lentitud, besándole los hombros, la nuca y el pelo a Cassidy le gustó apreciar el nivel de ternura e intimidad que las dos mujeres dimanaron.
Un chillido distrajo a los espectadores, Juan, Cassidy y Roy, que volvieron sus absortas miradas a la salita, donde Virgilio sentó sobre su monstruoso aparato a la menuda Carol, de espaldas a él y de frente al público, sus senos redondos bamboleando al ritmo en que el prieto guardia, sujetándola de su cintura estrecha, la subía y la bajaba, prácticamente, masturbándose con ella pronto, la carita de Carol dejó de expresar dolor y cambió a una mueca de indescriptible pecado.
Los gemidos de Eleanor parecieron competir con los aullidos de la españolita, debido a que Lucía la penetraba con mayor velocidad y fuerza. Cassidy, ya muy ganosa por volarse a Eleanor, se posó tras Lucía y, mojándose algunos dedos en su boca, los metió en su ano, a lo cual, Lucía aulló sorprendida, Cassidy se los encajó hasta los nudillos, con esa sádica brusquedad que ya empezaba a gustarle a nuestra Lucía.
-Voy a embarazarte, uno de estos días -le sentenció Cassidy.
-No le hagas caso, oooohh -replicó Eleanor, casi sin poder hablar o moverse apenas captando de nuevo, los chupones de otro lascivo beso entre el presidente y su bella asistente.
Luego, Lucía, gritó, estremeciéndose y penetrando más a Eleanor, que profirió un alarido. Lucía recibió de nuevo en su recto el largo instrumento de Cassidy. Eleanor tenía pegado su pecho a su mesa, sus brazos recogidos bajo su cabeza y sus dientes apretados, y sobre su espalda, apoyada o más bien, presionada, Lucía, obcecada de dolor aunque de incipiente gusto, al sentir de nuevo toda esa boa en su interior.
Cassidy decidió que le encantaba sentir el culo de Lucía, le pareció que estaba diseñado para albergar penes ciclópeos, y los mismos dedos que puso en dicho orificio, los introdujo en su boca. Lucía, por su parte, se preguntó, como se lo permitió esa embargadora cogida, cómo era posible probar el sabor de su mierda de nuevo, mas la mano de Cassidy, aún bastante grande y varonil, se aferró de su quijada Lucía decidió que era increíble el carnaval de cogederas en que se estaba convirtiendo su vida, y que las actividades en horas extra iban adquiriendo un nuevo significado.
Una nueva corrida de Eleanor era la señal convenida. Con ayuda de Roy, Lucía alcanzó un sofá, donde quedó casi desvanecida, sin poder entender cómo logró sobrevivir a haber tenido las dos vergas más colosales de su vida el mismo día, en su trasero mucho más terrorífica le pareció la extraña y, a su criterio, aberrante fascinación que la ahora conocida como Cassidy iba despertando en ella y así, bañada de sudor y con su culo aniquilado, se quedó mirando, con sus ojitos entrecerrados la espectacular follada que una risueña Carol recibía de Virgilio.
Mientras tanto, Cassidy se había apoderado de Eleanor, y ya apretaba su glande contra su puerta trasera, de por sí, bastante dilatada y magullada.
-Ahora me vas a sentir, preciosa, aquí viene tu regalo, la nueva yo -le dijo, besándola con cariño.
-Viólame, Charles, soy tu esclava -dijo Eleanor, casi suspirando.
-Como quieras, amor.
-¡Aaaahhhjjj, por todos los cielos! -balbuceó Eleanor, cuando ese dragón se le deslizó casi entero dentro de ella.
-Feliz cumpleaños, ramera.
Eleanor buscó las nalgas de Cassidy, tocándolas, e intentando amortiguar la potencia de esa penetración, pero Cassidy logró invadirla toda, dejándosela entera adentro.
-Oooohh, sácamela, por favor, te la dejaste demasiado grande, me haces daño, en serio -se quejó Eleanor, con su voz muy sofocada.
Roy se acercó para evitar que Cassidy se pasara, como a veces sucedía, pero ella le indicó el teléfono, en la esquina superior del escritorio. El tío Roy lo arrastró por la superficie barnizada de la mesa. Cassidy lo puso frente a Eleanor y marcó un número
-¿Qué rayos pretendes? Charles, en serio, me lastimas
-Escucha, Eli, no pienso sacártela, jamás, a menos que ordenes comida china, suficiente para todos, enviarán a dos chicos, tú serás la propina
-No, no quiero -replicó ella, aunque casi sonriendo, siguiendo el juego de su amante.
-Tengo dos condones por allí, se los pondrás con la boca -e hizo más fuerza con su pija, arrancando un leve chillido a Eleanor.
-Está bien, está bien -y realizó el pedido. Cassidy la puyó por ratos, y Eleanor debía tragarse sus jadeos mientras hablaba. Cassidy salió de ella, sólo par convidarle una brutal follada por su húmeda almeja.
-¡Mierda, Charles, qué demonios te hiciste, cómo te estiraron esa cosa!
Cassidy, o Charles, solo se limitó a nalguear otra vez a Eleanor, cuyos glúteos aún no recuperaban su completa blancura después del flagelo repartido por Lucía. Cuando "ella" eyaculó dentro de Eleanor, ésta se derrumbó como un saco de papas, desgastada en demasía, mas suspirando feliz.
Cassidy la condujo, con cuidado, al segundo sofá, donde la acostó y le masajeó los pies, como sabía que a ella le gustaba. Eleanor siempre le creyó que lo había aprendido (el masaje) en Bangkok, pero lo aprendió en un burdel de mala muerte en las afueras de Tijuana Lucía se arrodilló junto a ella y la besó, abrazándose las dos.
-¿Estás bien?
-Claro, Lucía. Ve sin cuidado, así nos divertimos -la tranquilizó Eleanor.
-Lucía, querida, tus servicios son requeridos -le anunció Roy, esperándola junto a Virgilio y Juan.
-Mierda, ¿qué me van a hacer?
-De todo, hijita, de todo -contestó Roy, riéndose.
Lucía fue hincada frente a ellos, y por varios minutos, estuvo turnándose para mamar esas virilidades. Especialmente, por Virgilio, estaba sorprendida de su potencia. Nerviosismo y excitación es lo que sentía, porque ante ella había tres machos furiosos y ella estaba allí para complacerlos sin rechistar.
Entonces, Virgilio se acostó sobre la alfombra. Lucía tembló al saber lo que le esperaba. Jamás le habían practicado una doble penetración, aunque miraba que las actrices porno parecían divertirse mucho sin que nadie se lo indicara, Lucía se sentó sobre el guardia de seguridad y su rechoncha polla, metiéndosela despacio
-¡Mierda, qué grande! -se dijo. Virgilio la tomó de la cintura, y Lucía se fue acomodando, abriendo sus boca y cerrando sus ojos al sentir su pelvis chocando contra el vientre de ese semental.
-Nena, a ti te quería clavar.
Lucía pensó que ella también quiso con él desde el inicio, mientras lo cabalgaba flemáticamente, saboreando ese leño incrustado en su interior. Lo sintió un poco más grueso que el de su conserje, pero ligeramente más corto. Aún así, Lucía estaba experimentando un auténtico samadhi .
Luego, Virgilio la atrajo, abrazándola. Lucía se apretó contra el cálido cuerpo fornido de ese hombro, y gimió de felicidad cuando Juan le horadó el recto, acomodándose tras ella, agarrándose de sus blancas nalgas indefensas.
-¡Oh, cielos, oh, cielos, oh, cielos esto es lo máximo! -chilló Lucía, quien hubiera seguido pero su boca fue requerida para satisfacer al tío Roy. Lucía no podía creer su situación, tres vergas dentro de ella, sintiéndose un gigantesco nervio sexual.
Ni siquiera podía abrir los ojos de puro placer y no poco dolor, por eso no reparó en Carol capturando todo con una videocámara. No se preocupen, pasará cierto tiempo antes que Lucía se de cuenta que lleva semanas siendo estrella porno underground.
-¡Mmmmmm mmmmmmm .! -mugía, su alegría era suma, con cuatro manos cálidas recorriendo su cuerpo, dedicando especial énfasis a sus agradecidos senos. Virgilio y Juan la bombeaban sin compasión, y el chico acabó primero, rociando su leche en el culo de Lucía, seguido por la escasa corrida de Virgilio, cuya pija emergió húmeda y fláccida. Al final, Lucía terminó casi asfixiada con el semen del tío Roy en su garganta, todo su cuerpo le dolía como si le hubieran dado una terrible paliza, cayendo rendida sobre Virgilio.
Varios minutos después, con esfuerzo sobrehumano, Lucía logró alcanzar el baño, cerca de la salita. Así desnuda y pegajosa con sudor seco, y ciertos fluidos, se echó agua en la cara y se miró en el espejo, su cabello desarreglado, su cara hinchada, como si de una borrachera se hubiera tratado
-¿Cómo pudo pasar esto, Lucía? -se preguntó- ¿Cómo viniste a dar con estas personas? ¿Te arrepientes o la pasaste bien? Al menos dos sujetos acabaron dentro de ti, tienes que tomar la pastilla ¿entiendes?
Finalmente, vomitó en el inodoro, todo lo que engulló desde el biscuit de las 3:30 hasta acá
-Mañana me tomaré el día libre, nadie me va a obligar a venir -decidió.
Se tomó su tiempo, hizo lo que necesitó hacer y salió para buscar su ropa sólo para ver a Eleanor de cuatro patas, siendo penetrada por un joven chino y mamándosela a otro chino.
-¡Mierda! Ahora sé que debo borrarme del mapa el día de mi cumpleaños
4
Lucía, al día siguiente.
-Vaya, qué noche he pasado -fue mi primer pensamiento al abrir mis ojos-. Creí que de darle cubanas al conserje no iba a pasar.
No sin cierto alivio, constaté que me hallaba sola en cama. Al intentar levantarme mi cuerpo me crujió como el de una anciana, y caí rendida.
-¡Maldición, nunca había quedado tan molida después de tener sexo! Bueno, pero lo de ayer fue sobredosis -pensé.
Al cabo de unos minutos, no sé cómo, me levanté para hacer café, recordando que, después de la orgía, nos acabamos como dos botellas de whisky, y yo que creía haber dejado atrás la bebida no recordaba nada más después de los chinos follándose a Eleanor nada más
Cuando el agua hirvió dentro de la cafetera, empezando a filtrarse y llenando mi apartamento de ese aroma a café que tanto me gusta, fue que oí el sonido del retrete vaciándose.
-¿Qué putas con quién carajo amanecí esta vez? -me pregunté, poniéndome una enorme camiseta de Twisted Sister, ya un poco vieja.
Volví a la cocina, deseando que fuera Eleanor, o Carol, menos Cassidy
-Prrrlllltt ppprrrllllltt -dijo el hombrecito verde de ojos almendrados con una amplia sonrisa, que salió de mi baño, vistiendo un trajecito gris- terrícola puta follar rico Ergunn volver follar ppprrrlllttt -y se tocó un brazalete y desapareció
No puedo explicarme esto ni estoy segura de que quiera hacerlo, lo único que puedo decir es:
-
Da End for now
Notitas, por si las moscas:
1) Si en algún momento, a la hora de referirme a Virgilio, alguien siente que he sido ofensivo con la gente de tez oscura, quiero aclarar que muy lejos de mi intención está esa presunción únicamente atribuible a torpeza y falta de tacto.
2) Samadhi es un éxtasis, una probadita de la liberación o cielo (moksha) en la religión hindú.