Horas Extra (4.5: Interludio #1)
Presentación de un personaje nuevo de un modo que Lucía nunca olvidará. Estrella invitada: Carol Silverwing.
HORAS EXTRA 4.5
(INTERLUDIO #1)
- El Misterio
Hola de nuevo. Soy Lucía. Creo que ya me conocen bien. Estoy a punto de obtener un ventajoso ascenso dentro de la empresa para la que trabajo, a la que fui recomendada por mi Universidad al graduarme con honores de la misma. Qué les puedo decir voy al gimnasio regularmente, todos me dicen que debería ser modelo o actriz pero he preferido vivir trabajando de una manera más intelectual y práctica que valerme sólo de mi cuerpo y de mi rostro
Llevo una semana en que, todos los días, luego de las cinco de la tarde, he hecho el amor con mi jefa, la Gerente General, Eleanor Williams, ante cuya lengua y labios soy como una perrita que se tiende patas arriba para que jueguen con ella ah, y a veces en lugar de tomar mi almuerzo a la hora estipulada, me voy a cierto cuarto de limpieza y me convierto en la puta del conserje, don Esteban. Creo que han pasado tres meses desde que me jodió por vez primera, como lo narré en Horas Extra 1, y desde entonces el hechizo que esa vergota ha cernido sobre mí no hace más que aumentar Eleanor y don Esteban son mis dos amantes regulares por ahora.
Fue un lunes por la mañana que me dí cuenta que estaban decorando y limpiando la otra enorme oficina, que ocupaba casi una cuarta parte del piso décimo. Como llevaba algunos minutos de ventaja sobre la hora de entrada -aunque Eleanor iba a llegar tarde ese día, así que acudí temprano por puro honor- decidí curiosear un poco.
El señor Roy Williams, accionista importante, tío de Eleanor y el sujeto que me manoseó el pecho la última vez, dirigía las actividades. Me pareció avistar a doña Jimena en medio del ajetreo. El Sr. Williams siempre iba vestido de manera impecable, con trajes grises o blancos que lo hacían parecer un mafioso, pero su rostro era amable y muy atractivo, le hallaba parecido a Michael Douglas pero esa es mi opinión personal. Claro que sé lo único que les importa, amables y recatados lectores míos, y no, todavía no he podido tener sexo con él, pero no me preocupo mucho por eso, así como van las cosas pronto voy a pasar hasta por los chicos de la cafetería.
Roy me gustó desde que lo ví, me fascinó su liberalidad, porque así supe que no tenía límites para el sexo la historia que hay entre él y su sobrina, bueno pues, eso es material para varios episodios en serio.
-¿Vuelve el Presidente Thomas? -pregunté, más que todo intentando sacarle plática a Roy, cuya voz me encantaba escuchar.
-Hoy hacia el mediodía, Lucía -me respondió, prendiéndose sus ojos con ese reflejo de morbosidad propio de un albañil o de un motociclista- Además, ahora es Sra. Presidenta.
-¿El señor Charles ha dimitido? -quise saber.
Roy se rió un poco, con esa risa pícara idéntica a la de su viciosa sobrina. Me dio un poco de miedo. Eleanor siempre me habla de Charles, con quien son casi como hermanos, hacen el amor desde los diecisiete y Charles fue el primer hombre que la sodomizó, según me ha confesado.
-Sí y no, Lucía, ya lo verás -y dicho esto, Roy me acarició las nalgas y se marchó hacia el elevador, dejándome ruborizada y ardiendo. Tragándome esa calentura me dirigí hacia mi cubículo, tratando de discernir el por qué de ese misterio.
- La españolita
Hola, soy Roy Williams. Tengo 55 años y soy tío de Eleanor, ese dechado de lujuria que creen conocer pero de la que hay mucho qué narrar. Yo la cuidé desde que sus padres murieron en un accidente aéreo, su madre era mi hermana, no sé qué me dirá una vez en el Más Allá por la manera más inusual de consolar y "disipar la depresión de mi bella sobrinita".
Cuando esta desgracia ocurrió ella tenía doce años. Se encerró mucho en sí misma, apenas hablaba y comía. Fue como a los quince que ella comenzó a interesarse en esos videos y revistas que yo guardaba en cierta gaveta de mi habitación, tanto películas comerciales como otras que he filmado mientras me follaba a alguna chica o chico. Así es, soy bisexual. A raíz de eso, noté que mi querida sobrinita me veía con distintos ojos, así como a los demás hombres de la casa, a los jardineros, mayordomos, cocineros, choferes etc. Creo que Eleanor le había mamado la verga a la mitad de mi personal cuando por fin me dio ese regalo a mí, cosa que fue demasiado y me la tiré, yo su tío, la desvirgué, fui el primer hombre que la penetró.
Una nueva vida pareció fluir en mi sobrina, ya reía de nuevo, sus ojos azules resplandecían de juventud rebosante, durante meses apenas arreglaba su cama porque dormía conmigo, a veces invitábamos a algún joven, empezamos con los empleados, armando tríos, pero aún así, su culo se lo regaló a su mejor amigo, Charles Thomas, quien tampoco era muy sano que se diga. Ese joven, ahora Presidente de la institución bancaria fundada por la familia Williams, y yo, hemos sido, sin lugar a dudas, los dos esposos que Eleanor ha tenido toda su vida y ella es nuestra esposa.
Les decía pues, que soy bisexual, prefiero a los hombres, aunque a veces hay mujeres que me fascinan, como mi Eleanor, hermosa como una diosa griega, o esa ramera de Lucía, desde que la ví revolcándose al conserje no me la he podido sacar de la cabeza, es una escultura de mujer pero es la mascota de mi sobrina y debo pedirle permiso antes de tocarla. Por eso, pienso divertirme con la última adquisición de mi banco, una cajera tan joven y tan puta. La he traído de la agencia donde me la cogí la primera vez.
Voy al primer piso, donde se encuentra el banco propiamente dicho, y la veo. Los cajeros aún no empiezan a trabajar. Veo mi reloj, son las ocho y media, y su turno inicia a las nueve. Ahora, el traje que exigimos a las cajeritas, consiste en una "casi" minifalda, con una chaqueta de tela, ambas piezas color azul oscuro, y medias si gustan. Mi polla parece cobrar vida propia cuando veo todos esos traseritos redondos insinuándose bajo esas prendas. No puedo evitar relamerme.
Allí está, le hago una señal con mi cabeza y pasamos a una oficina, la que cierro con llave para que nadie nos moleste. Ella me mira con sus ojitos tan mentirosamente inocentes. Se llama Carol, y es española, es esbelta, bien formada, su piel blanca un poco quemadita, con unos pechos que parecen a punto de hacerle saltar los botones de su blusita pero lo más rico que tiene son sus labios, que según me cuenta, desde sus 17 años sabe utilizar. Ahora tiene 19.
-¿Cómo amaneciste hoy, ricura? -le pregunto, mientras me doy el gusto de desabotonar esa blusa y paladeo esos labios tan ricos y veo esa carita que parece decirme "cómeme toda", al mismo tiempo que la arrincono contra un escritorio.
-Siempre lista para atender a un buen macho -me contesta sonriendo, con su voz cascada que me vuelve loco.
-No te preocupes, delicia -le digo en medio de un apasionado beso-, será un rapidito para que no llegues tarde -y mis manos ya sobaban esos melones tibios y suaves, que iban poniéndose tiesos con mis caricias.
Carol no se quedó ociosa y buscó con sus manos la bragueta de mis pantalones y sus dedos finos ya se habían ensañado en feroz lucha contra mis calzoncillos para sacar mi verga que vibró de placer al sentirse aferrada por esa mano de ramera juvenil.
-No sé qué me gusta más, si tus melones o tus labios, los tienes bien ricos, podría besarlos por días -le confesé, en tanto Carol empezaba a pajearme.
-Soy toda tuya, papi, métemela -me susurró cuando tenía mi cabeza agachada devorando esos pechos.
-Chúpamela, Carol -le dije, y ella, mi putita española, ni corta ni perezosa, se arrodilló ante mí para lamerme el rabo, cuyo tamaño me daba mucho orgullo.
Me apoyé con las manos del borde del escritorio, mientras esa gatita ibérica lamía mi pene mirándome y sonriéndome. Su actitud era demasiado, cero tapujos. Pronto me besaba el hongo y luego se tragaba mi carne.
-Oh, preciosa, veo que tu hermano te entrenó bien -le dije, porque ella me contó que allá en España, se lo montaba con su hermano.
Carol siguió concentrada a su faena, acariciando mi miembro y mis pelotas, chupeteando mi virilidad como si fuera un bombón. En apenas unos segundos de gloria lujuriosa, me dejó el mástil reluciente con su saliva.
-Ven, amor, ahora te voy a clavar -le dije, poniéndola de pie y haciéndola girar para que se apoyara en el escritorio. Me incliné para saborear esos labios tan ricos mientras le subía la faldita.
-Mami, qué rica que estás, si te sigo follando no voy a terminar este año sin marcapasos, amorcito -le decía, lamiéndole la oreja.
-Ay, mi amor, cógeme ya, no aguanto más -me imploró con esa voz de película erótica española que tanto me derrite. Aparté sus braguitas y le dejé ir todo mi miembro de un solo golpe. Carol soltó un gritillo y juntos comenzamos a movernos.
Carol parecía caer en un trance de deseo febril cada vez que teníamos sexo, sólo sabía gemir y decir groserías, moviéndose de modo espléndido, que aunque me hacían terminar más rápido, me causaba unas cantidades concentradas de placer que me dejaban exhausto, justo como ahora, sus nalgas jóvenes chocando contra mi vientre, la cantidad de jugos que manaban de su coño era impresionante, sólo comparable a las calenturas adolescentes de mi sobrinita.
-¡Ay, papi, usted sí sabe cogerme! -exclamó Carol, apoyándose de codos en la mesa, dejándome las riendas. La aferré de sus nalgas y con todo el gusto del mundo, le dí una bombeada de lujo, que me hizo sentir de veinte años de nuevo.
-¡Viólame! -chilló, y como mi filosofía es complacer a las damas, renové mi furia, sin importarme si podían escucharnos desde el pasillo. Carol llevaba algún rato emitiendo una nota que me recordó a los sopores de los faquires hindúes hinduismo tantrismo kamasutra ah, qué buenos son los enlaces mentales, en especial cuando te corres en las entrañas de una española ardiente
-Aaah, mi amor, te doy un regalo -y acabé dentro de ella.
-Ay, papi, qué rico -me dijo Carol, al fin.
Quedamos resoplando y sudando a chorros. Me incliné para abrazarla y sobarle sus pechos que me tenían embobado, sin sacarle mi miembro semi fláccido. La acompañé al lavabo donde pudiera asearse, sin dejar de chupar esos labios tan ricos. Le deslicé varios billetes en el bolsillo de su chaqueta y antes de dejarla ir, le dije:
-Amor, ya sé que te gusta el sexo en grupo, como me contaste de tus vacaciones en Noruega; pronto habrá una fiestita, me gustaría que la amenizaras, aunque no serás la única niña entre los perversos.
-Yo haré lo que me pidas, tesoro. Acepto encantada -y se fue a trabajar a su caja, no sin antes dejarme probar esos labios tan incitantes.
Puta y eficiente. Me cae bien. Justo como me gustan. Ah, señores, si les contara las anécdotas de las cajeritas, habría que efectuar una serie aparte de ésta.
- Cassidy
Hola, soy Lucía. Llevo un buen rato rompiéndome la cabeza. ¿Qué fue esa ambigüedad que me contestó Roy? ¿Cómo fue eso de sí y no? ¿Cómo se puede renunciar de un cargo y seguir siéndolo? No entiendo. Ya hice el crucigrama, pero ni eso me distrajo. Don Esteban no aparece para su mamada de las diez, creo que su turno empieza más tarde este día. Se me hace agua la boca al pensar en esa verga, no sin sonrojarme.
Me quedé de pie, observando los carros pasar en las calles, semejantes a hormigas. Entonces la puerta se abrió. Mi corazón me dio un brinco, creía que el conserje venía a darme mi leche condensada de ante del almuerzo, pero la persona que había entrado en mi cubículo era una mujer
Vestía un traje de oficina color amarillo pálido, con una falda muy corta, que dejaba lucir sus piernas blancas y rollizas, que me dieron un poco de envidia. Era una mujer blanca, con un busto inmenso, definitivamente operado, con una auténtica cinturita de avispa. Tenía una melena de cabello negro y lacio, que le llegaba casi a la cintura, su rostro un poco cuadrado y vagamente familiar, con una nariz bastante fina y femenina, demasiado (¿será operada también?) y unos ojos color verde con una expresión aviesa, semejantes a los de Eleanor, su edad también rondaba los 35.
-¿Se encuentra la señorita Williams? -me preguntó, con una voz suave pero que podía alcanzar tonos más graves, según me pareció.
-No, ella no ha vuelto de una reunión con la Comisión Bancaria -le respondí-, pero puede esperarla si gusta, no debe tardar -y le señalé un sofá adosado a la pared del fondo, donde el viejo Roy había disfrutado en primera fila la cogida que don Estaban me dio la última vez.
-No te preocupes, volveré más tarde -me contestó, mientras se acercaba a mí de un modo inquietante-, estaré en la oficina del otro lado.
Entonces, "la" reconocí.
-¡Sr. Presidente! -exclamé, atónita.
-Ah, ah, es Sra. Presidenta ahora -me aclaró, colocando un dedo sobre mis labios. "Ella", que era casi de mi tamaño, se acercó mucho, casi pudiendo tragarme su aliento.
-Tú debes ser Lucía. Eleanor me ha hablado mucho de ti, se le cae la baba contigo, al parecer -me reveló-; eres su nueva mascota.
-Yo no soy mascota de nadie, señor -le espeté, tratando de recoger un poco de amor propio.
-Eres mascota de Eleanor y del conserje, ¿o me equivoco? -y pegó su cuerpo al mío, arrimándome un bulto misterioso que me hizo sudar sangre. "Ella" se rió de mi reacción-. Soy señora -y frotó su bulto contra mi vientre, creo que mis mejillas se enrojecieron de inmediato, porque la "Presidenta" sonrió muy complacida: Lucía, usted de verdad es muy caliente, unas buenas caricias y usted está en llamas, debería ser actriz porno o puta de lujo
"Ella" se separó de mí, dejándome ruborizada y mirando al piso.
-Descuida, disculpa mi excesiva confianza, puedes llamarme Cassidy, y quiero que sepas que si Eleanor es tu amiga, me consideres amiga tuya también -me dijo.
-Gracias -asentí, aún turbada, apoyándome en el borde de mi escritorio, con mis brazos cruzados. Cassidy no mintió, esa repentina fricción de su miembro contra mi coño, luego de haber estado pensando en mi amado conserje, me tenía en llamas, y si este transexual era tan perverso como Eleanor, yo lo habría notado.
-No es la primera vez que me dicen que sería una buena actriz porno -dije, casi sin pensarlo, deseando sacar una conversación picante.
-Es en serio, usted tiene un cuerpo muy bello, saldría en las portadas de todas las revistas -me dijo Cassidy, paseándose por mi oficina, haciéndome sentir acechada. Hacerlo con un transexual nunca se me había ocurrido, pero ahora que se presentaba el chance, mi cuerpo lo exigía, como si tuviera vida propia, como esos mediums cuyos brazos son poseídos por espíritus que los obligan a escribir cosas algo así
Creo que me reí un poco.
-Tal vez lo haga algún día, como un segundo trabajo -dije, sonriendo, prendiéndose mi tez por tan audaz comentario.
-¿En serio? Te juro que yo no te despediría -me dijo Cassidy, visiblemente emocionada-, serías mi heroína.
-Mi carrera se vendría abajo -dije, viéndola.
-Depende, Lucía, depende qué vocación realmente sea la suya, piénselo bien, tome en cuenta que ni al conserje dejo escapar
Aquí me cubrí el rostro con las manos. Cassidy se rió.
-No hay nada de qué avergonzarse, una verga es una verga, el placer no tiene ojos, Lucía -y me abrazó, el contacto de su carne me ardió, nos vimos cara a cara, nuestras miradas chocando, mis ojos contra esas esmeraldas que resplandecían de deseo y nuestros labios entreabiertos muy cercanos.
-Me caes muy buen, Lucía, eres puro deseo, solo tienes que admitirlo, ¿tienes ganas de mí, Lucía? Porque con todas las maravillas que la puta de tu jefa me ha contado de ti, se me viene haciendo agua la boca
-Enséñame tu verga -le dije, sin poder creerlo; Cassidy acercó su boca a la mía, nos besamos y nos abrazamos, ella me besó como hombre pero con una cierta finura femenina, una combinación que supe iba a domarme por años realmente yo era la mascota de toda esa gente y es lo mejor que me ha pasado.
Desde que hago el amor sin pudor alguno con Eleanor, he descubierto lo mucho que me atraen los senos de las mujeres, así que mis manos apretaban y sobaban esos globos ciclópeos pegando con los míos. Las manos de Cassidy me subieron la falda y pronto sus dedos tibios travesearon mi cortada.
-¡Ah, sí que soy puta! -confesé, separando mis labios de los suyos. Cassidy me estimuló con maestría, me tenía en el Cielo, me llevé mis dedos a la boca, chupándomelos de puro gozo.
-Sí, eso es lo que eres, dime, ¿filmarías una porno para mí? -me preguntó ese andrógino hermoso que me tenía al borde de un buen orgasmo- Te luciría un gangbang, ¿sabes lo que es eso? Con unos cuatro conserjes y unos cuatro jardineros -ella seguía hablando con toda tranquilidad.
-¡Aaahh,, qué rico! Te faltan los quince choferes -le dije, y Cassidy se rió, metiéndome los dedos de su mano derecha para que se los succionara.
-Y seis cocineros mexicanos, gordos ellos como sus vergotas -remató Cassidy, emocionada, sus ojos brillantes de deseo y euforia.
-Y diez pintores negros, que me agarren sin compasión -añadí, con sus dedos en mi boca.
-Qué puta eres, ya hablaremos de tu película, podrías ser millonaria haciendo pornos pero ahora -dijo, y me aferró de mi trasero casi desnudo y me acostó sobre mi escritorio, quitándome mi calzón blanco.
Puso su mano izquierda sobre mi cara, no quería que la levantara. Con su diestra supe que estaba sacándose su pene. Yo estaba ansiosa, mi respiración entrecortada, mi corazón golpeando mi pecho desde el interior
-Oh, Cassidy, métemela ya, hazme tu puta también, hazme tu mascota -le imploré, chupando esos dedos y tocándola con mis manos, que entonces, aferraron una manguera, hermanos, droogies , eso era una manguera bien tiesa, más delgada que la de don Esteban, pero más larga.
-¡Me lleva! -exclamé.
Cassidy se rió y me la metió casi de golpe.
-¡Ooooohh, Jesús! -grité, y Cassidy liberó mi rostro para aferrarme las piernas. Me apoyé sobre mis codos y vi una imagen inolvidable, una dama elegante y bellísima, con un busto redondo y enorme, con una cara esculpida, sus ojitos entreabiertos, sonrientes follándome, con una verga enorme, ni nos quitamos la ropa
-¿Tu primera vez con un transexual, prostituta? -me preguntó, dándome sin piedad.
Asentí, gimiendo, antes de acostarme otra vez y dejar a Cassidy que hiciera conmigo lo que se le antojara. Me desabotoné mi blusa negra para acariciar y airear mi busto, quejándome, siendo una esclava de esa manguea que alcanzaba profundidades inusitadas en mí.
-¡Aaaaayyy, Cassid aaaaahh rico, mami, rico ! -le decía.
Cassidy se inclinó sobre mí, nos abrazamos y me dio una cogida bestial con su polla no menos bestial. Grité como nunca. Cassidy se subió sobre el escritorio y me montó como la perra que soy, sacando su lengua para que yo se la chupara, me tenía enajenada de vicio, mis manos acariciaban su busto encima de su ropa
-¿Así te gusta que te claven, ramera, puta de mierda, te gusta mi verga?
-Oh, sí, oh, sí, soy tu puta, mi amor, tu verga me tiene loca
-Prepárate que me quiero correr en tu boca, putita -y me escupió en la cara.
Creo que tuve unos tres orgasmos cuando Cassidy salió de mí y me acercó esa manguera a mis labios, sobándosela, abrí mi bocota, ya acostumbrada al demonio de don Esteban y ese transexual se corrió en mi lengua y me chorreó la cara, el pelo y la blusa aún así, me quedé succionando ese miembro extraordinario que seguía enhiesto.
Cassidy me llevó al sofá del fondo y me hizo arrodillarme frente a ella. Le comencé a mamar la verga, esforzándome en hacerlo bien. Cassidy suspiraba.
-Eres una joya chupando, querida. No te detengas hasta que yo te lo ordene, venga quien venga, o te despido -me conminó, innecesariamente, porque todo mi mundo, en ese instante, era comerme esa verga.
Cassidy se corrió por segunda vez en mi garganta, con menos abundancia, pero ella oprimió mi cabeza contra su lanza, sintiendo ese glande en mi cuello. Por la bulla que mi transexual hizo, no escuché la puerta abrirse.
-Suficiente, ricura, lo has hecho bien, eres estupenda -me felicitó Cassidy, acariciando mi cabello e inclinándose para besarme y saborear su semen en mis labios y mi lengua.
-Se ve que nunca se aburren acá arriba -dijo la pícara voz de Roy Williams-, siempre encuentro ocupada a esta princesa.
-Tiene una garganta increíble, tío, creo que con un poco de práctica podría tragarse todo mi cipote -dijo Cassidy, con toda confianza.
-Don Esteban la tiene bien entrenada -aclaró Roy, encogiéndose de hombros.
A todo esto, yo seguía hincada entre las piernas de Cassidy, pero veía con total descaro al impecable Roy Williams.
-Hace unas horas me volé a una cajerita allá abajo, es una maravilla, es española, tengo muchos planes para ella, Charles, eh, digo, Cassidy -nos contó Roy, sentándose en un sillón, entonces se dirigió a mí: Lucía, venga, tráguese mi polla, creo que tengo para una de sus mamadas.
Fui gateando y sonriendo hacia ese hombre, le besé los pies y las rodillas, luego busqué su cremallera y él acercó sus caderas al borde del sillón, abriendo sus piernas. Pronto emergió un pene grueso, con ese olor a madurez que tiene el de mi Esteban, empecé a lamer ese aparato.
-¡Ah, qué buena puta se consiguió Eleanor, ¿de qué arrabal la habrá sacado?! -dijo Roy cuando sintió mi lengua saboreando su estilete. Pero Cassidy estaba lista para entrar en acción, y esta vez, el pastel que quería comerse era mi agujero más estrecho.
-¡Oh, sí, dame por el culo, quiero esa manguera hasta el fondo! -le exigí.
-Sus deseos son órdenes, hermosa puta -me dijo Cassidy, rozando su virilidad contra mi ano. Me tragué la verga del tío de mi jefa para no ser tan bulliciosa, el transexual se aferró de mi talle y me la metió.
-¡Mmmmmpppfffgg! -gemí.
-Rómpeselo, Cassidy, ella te lo pidió -dijo Roy, relajado, disfrutando con mis chupadas.
Casi siguió entrando en mí, causándome un dolor tremendo, incluso cuando empezó a follarme. Quise liberar mi boca para pedirle que se detuviera, pero, como por instinto, Roy puso su mano sobre mi cabeza y no me dejó sacar su verga de mi garganta.
-Parece que le duele, Cass -dijo Roy, un poco sofocado.
-Como si me importara -repuso Cassidy, acelerando sus embates, metiéndomela toda, dejándomela adentro. Roy a su vez, presionó mi cabeza y mi nariz se hundió en su vello púbico, mis labios tocaron su piel, mi labio inferior topó con su escroto.
-¡Aaahhjj, que llore esta perra! -exclamó Cassidy, con un tono bastante varonil.
Roy se corrió en ese instante, y su semen cayó directamente en mi garganta. Sólo entonces soltó mi cabeza y me zafé de esa polla, atragantada por el pegajoso semen entre mis cuerdas vocales, lo que me hacía emitir unos bramidos extraños. Cassidy, sin inmutarse, apenas me la aflojó un poco y siguió sodomizándome, pudiendo notar un auténtico gozo en oír mis quejidos.
-¡Cassidy, me haces daño!
Ella se detuvo, con media verga en mi culo vibrante.
-Lucía -me dijo-, quiero que muevas tu culo y que me hagas acabar adentro, te juro que te despido si no lo haces y si te duele, créeme que no me importa.
Roy me ayudó a apoyarme en sus piernas. La situación se puso fea pero excitante. Afortunadamente, don Esteban me tenía bien entrenada, como dijo el hombre cuyo semen recién había tragado, y comencé a mover mis caderas para darle gusto a ese infeliz, tal y como le gustaba a mi conserje vergudo.
-Oh, está fogueada la ramerita, me gusta -dijo Cassidy, inclinándose hasta pegar su torso contra mi espalda, apoyando una mano en el piso y con su otro brazo me abrazó.
-¿Te gusta, mami? -le pregunté, gimiendo feliz de tanto placer.
-Sí, mi amor, lo haces bien, un ascenso es lo que te mereces Oooohh, chiquita, me vengo, sigue, sigue, sigue
-Aguántame, también quiero -y Cassidy frotó su mano en mi coño empapado.
-¡Ooohh, cielos, qué puta más rica! -rugió Cassidy, eyaculando adentro de mí, desencadenando dos orgasmos seguidos en mí.
-¡Aaaajjhh, Dios, qué rica tu verga, mamacita! -grité, sin dejar de sentirme rara por decirle "mami" a alguien con pene.
Fue simultáneo y memorable. Luego le limpié la verga con mi lengua. Roy se mantuvo manoseando mis nalgas, diciéndome que las tenía muy buenas. Mi culo me dolía mucho. Desde entonces supe la calidad de polvos que me esperaban en las garras de ese hatajo de pervertidos me dejaron dormida en mi sofá qué locura se ha vuelto mi vida en estos últimos meses creo que filmaré alguna porno
Cassidy, antes de irse, me dijo que estaba invitada al cumpleaños de Eleanor, esa semana. Que le iban a dar un tren de regalo, no sé que habrán querido decir con eso, pero Roy y Cassidy se rieron cuando me lo dijeron un tren de regalo ahora sólo me hablan con pistas
Como a las dos de la tarde me despertaron unas manos sobando mis muslos. Apenas me desperté, don Esteban me dijo, besándome la mejilla:
-Ramera, ya sé que me la pusiste, pero ahorita mismo te rompo el culo -y se puso sobre mí, sin darme tiempo para explicaciones, aplastándome con su peso.
-¡Oh, Dios mío! -grité cuando esa verga inmensa se hundió en mi culo.
Continuará cuando me ponga algo de crema en el culo eso es