Horas extra
¿Quién dijo que el trabajo no es diversión?
Cuando entré a trabajar en esta empresa, me entrevistó la que sería luego mi jefa, Alicia. Claro está, en aquella entrevista, no pude yo dedicarle mucha atención a su físico -bastante preocupado estaba yo intentando conseguir aquél puesto-. Una vez trabajando, nuestra relación se mantuvo en lo que podríamos denominar la típica situación jefe-empleado, cordial y a cierta distancia. Por circunstancias de la vida, un día Alicia dejó de ser mi jefa, para cambiar de departamento, y al cabo del tiempo yo también cambié de departamento, con lo que nuestra relación se hizo más relajada y amigable. Alicia era (es) unos cinco años mayor que yo, treinta y tantos, una mujer-mujer, todo carácter, morenaza de melena al aire, con un atractivo felino, pechos bien puestos. Creo que la primera vez que hubo algún tipo de atracción fue en una cena de navidad de la empresa. Todos estábamos un poco bebidos y en algunos momentos de la noche Alicia y yo tonteamos sin que aquello pasara de un calentón etílico.
Después de aquello, lo cierto es que ninguno de los dos comentamos nada, y nuestra relación fue mas o menos la misma. Sí que es cierto que en las ocasiones en que nos encontrábamos a solas, en la cafetería, en el cuarto de las fotocopias, podría decirse que existía cierta "tensión sexual", pequeñas complicidades de esas imperceptibles para todo el mundo menos para los protagonistas...
Así continuamos varias semanas, hasta que un día, en que andábamos particularmente encontradizos, estuvimos hablando de trivialidades en la cafetería y haciendonos insinuaciones tontas. Al rato, ella se acercó a mi mesa, sentándose junto a mí a continuar aquella conversación que no era sino una excusa para lucir palmito, sentándose en la mesa con una falda más corta de lo habitual y luego, inclinándose para enseñarme algo en el ordenador, mostrándome los encantos de su escote. Quiso la (¿mala?¿buena?) suerte que yo tuviera abierta en ese momento una página de contenido "adulto", por lo que Alicia me miró con cara de sorpresa y me dijo "no me figuraba yo que tú visitaras este tipo de páginas", con una sonrisa pícara, a lo que yo respondí con un rubor, balbuceando un "bueno, me enviaron la dirección de la página, ... " sin mucho convencimiento, a lo que ella me respondió que a ver si le enviaba esa dirección, en vez de los chistes y las presentaciones de power point sobre la amistad y tonterías similares, con una carcajada maliciosa.
Estuvimos mirando un rato la página, comentando entre risas los atributos, las posturas etc, de una serie de parejas amateurs. Dando un respingo, me espetó un "tengo que ir al servicio", con una risa burlona que no supe interpretar muy bien. ¿Sería una invitación o simplemente una gracieta? A esa hora la mayor parte de la gente ya había salido de la oficina, así que nadie notaría demasiado nuestra ausencia. Le dí tres o cuatro de minutos de ventaja, o más bien digamos que dudé durante unos cuantos minutos. Al fín, me levanté de mi sitio, y me dirigí a los servicios. Entre los servicios de señoras y caballeros, hay un pequeño cubículo que podríamos denominar "tierra de nadie", con un pequeño cuarto adyacente para los empleados de limpieza.
Entré en el servicio de caballeros, y me refresqué la cara haciendo tiempo. Estaba pegado a la puerta y en el momento en que oí como se abría la puerta del servicio de señoras salí disparado, encontrándome frente a frente con Alicia. Casi chocamos y nos quedamos tan cerca que sentía su respiración en mi cara. "Pensé que ya no venías", me dijo con una sonrisita , y tomándola de la cintura la estreché contra mí, dándole un beso húmedo y profundo, sintiendo como se estremecía su cuerpo y como crecía al mismo tiempo un bulto en mis pantalones. Entramos en los servicios de señoras sin dejar de besarnos, y Alicia me dirigió hacia uno de los retretes agarrándome de la camisa. Cerramos la puerta e inmediatamente mi mano pasó a sus muslos, subiendo su falda hasta acariciar su culo, mientras ella me desabrochaba el cinturón y me bajaba los pantalones. En cualquier momento podía entrar alguien, y eso no hacía sino excitarnos mas.
Apenas hablábamos, ella lamía mi lóbulo mientras yo levantaba su sueter para saborear aquellas tetas que tanto había imaginado, susurrándome. Me senté en la taza del water y ella se sentó sobre mí, levantando su falda y apartando sus braguitas a un lado, sobre mi polla dura como un poste, y ambos dejamos escapar un pequeño gemido de placer. En ese momento oímos como se abría la puerta de entrada a los servicios. Nos miramos a los ojos, paralizados. La situación era tan delicada como morbosa, no podíamos movernos y yo tenía mi polla en su interior. Ella se llevó un dedo a la boca pidiéndome silencio, y aguardamos un rato agudizando el oído.Mientras, quien quiera que hubiera entrado al servicio estaba un par de puertas mas lejos, de donde nos encontrábamos. Alicia comenzó a moverse lentamente, cabalgándome muy despacio, disfrutando de la escena. Nuestro casual visitante no parecía percatarse de nada. Al cabo salió, volvimos a parar, abrió el grifo del agua, conectó el secador, y abandonó los servicios sin enterarse de nuestra presencia. Nos reímos en silencio, y Alicia, apoyando las manos en mis hombros, comenzó un movimiento más rápido. Yo solo acertaba a susurrarle "fóllame", mientras disfrutaba lamiendo sus pezones, que asomaban por el sujetador que aún llevaba puesto, al tiempo que sus cabalgadas se hacían cada vez más rápidas e intensas. Pasé mis manos por debajo de sus muslos, separando los labios de su coño, sintiendo la humedad en mis dedos para, a continuación tomarla del culo, jugando con sus nalgas, hundiendo mis dedos en ellas, amasándolas. Luego, me llevé un dedo a la boca, y llenándolo de saliva, lo pasé por el agujero de su culo, hasta introducirlo en él, a lo que me correspondió con un gemido de aprobación. Me encantaba sentirla tan húmeda, tan sexual, con el pelo cayéndole por los hombros y cara de estar a punto de entrar en trance. Noté como se corría, contrayendo los músculos alrededor de mi polla hasta el punto que creí que me la iba a partir en dos, sin decirme nada, casi como si yo no estuviera allí. Yo tampoco iba a aguantar mucho más, y no sabía que hacer. Como si lo hubieramos hecho toda la vida, ella notó que estaba a punto de correrme. "Tomo la píldora", me dijo, a la vez que su mano me acariciaba los huevos, los presionaba levemente, sintiendo la hinchazón creciente. "Me voy a correr", le dije en un susurro, y ella solo me miró y comenzó a moverse más y más deprisa. Me corrí dentro de ella llenándola, apretándola contra mí, como intentando atravesarla, tanto que el mundo desapareció durante unos instantes. Teníamos la respiración entrecortada, el pulso acelerado, así que nos quedamos unos instantes sin atrevernos casi a movernos. Lentamente, nos fuimos vistiendo, y luego de asegurarnos que no había nadie a la vista, Alicia se asomó por la puerta para asegurarse que no había moros en la costa. Acordamos volver por separado a la oficina, por si alguien sospechaba algo, y antes de irme, me despidió con un beso en los labios y un "mañana estaré aquí, a la misma hora".
Y así empezó esta peculiar relación laboral con mi jefa que dura hasta ahora, ocasional y loca, sin que nadie, hasta ahora, se haya dado cuenta. A las seis y media, hoy, estaré en los aseos.