Hombres Lobo y Sexo 2 (La transformación)

Nunca creí que fuera a terminar siendo cogido por mi padre que además es el jefe de la manada. La sangre y el semen son la mejor comida de un hombre lobo.

Hombres Lobo y Sexo 2 (La transformación)

Me encuentro en medio del bosque y puedo oír un arroyo cerca pero no lo puedo ver, todo está oscuro y es como si caminara con los ojos cerrados ¿Dónde estoy? Camino sin rumbo por un buen rato, mi vista se empieza a acostumbrar a la inmensa oscuridad aunque aún me cuesta ver por dónde voy, escucho como si pisara un charco de agua y me mojara los pies, me doy cuenta que estoy descalzo… En realidad estoy desnudo. Veo mis pies y lo que pisé no fue agua, es sangre. Volteo a ver a mi alrededor y cerca de mí se encuentra lo que parece un animal muerto, despellejado y con toda su sangre corriendo por lo laterales.

Estoy confundido y con miedo, ¿Qué es está mierda? Veo desesperadamente hacía todos lados tratando de recordar en que parte del rancho estoy, pero esto no parece el rancho. Escucho el ruido de unas pisadas y veo minuciosamente, son las siluetas de lo que parecen tres hombres, son muy altos, seguramente más de dos metros y con músculos súper dotados. Gimen como perros y vienen hacía mí, tengo miedo.

Corro sin rumbo tratando de alejarme de esos seres que ahora corren tras de mí, en este momento sé que ellos quieren de mi lo mismo que querían del animal muerto. Me estoy quedando sin fuerzas y al voltear a ver, los seres musculosos se abalanzan sobre mi cuerpo frágil. Me muerden y yo grito con fuerza, trato de zafarme pero es imposible, escucho el ruido de la madera sonando en golpes fuertes, como si de un pájaro carpintero se tratara. Alguien a lo lejos grita mi nombre… Conozco esa voz.

-Bruno Abre la puerta… ¡Bruno! ¡¡Bruno!! –César parece desesperado ¿Cuánto tiempo lleva tocando la puerta?

Estoy algo alterado, no puedo creer que haya sido un sueño, un sueño muy realista. Estoy empapado en sudor y mi respiración es muy acelerada, parece que en realidad hubiera corrido de unos seres extraños. Trato de levantarme de la cama pero un dolor inmenso en las piernas y el culo me invaden, había olvidado la mega cogida que César me había propiciado. Con mucha paciencia le quito seguro a la puerta.

-¿Qué pasó? Pasa. –Mi voz ahora es apagada, ronca. –Lo siento, me quedé dormido. Estoy cansado.

-No te preocupes, baja a cenar. –Me observa detenidamente -¿Estás bien? ¿Por qué sudas exageradamente?

-Estoy bien, tuve una pesadilla nada más… Enseguida bajo a cenar.

-¿Puedo revisarte? Quiero asegurarme de que no te hice mucho daño. Mira lo siento, creo que fui un poco descontrolado hace rato, estoy acostumbrado a coger así. –Me enseña su dentadura perfecta.

-Sí, ya me di cuenta. No te alarmes que estoy bien, un poco adolorido de las piernas pero nada más.

Bajamos juntos las escaleras y yo voy descalzo, no he querido ponerme ni sandalias. Volteo a ver mis rodillas temblorosas y tengo enormes moretones en toda esa área. ¡Puta Madre! Espero que nadie lo note, no sé qué otra excusa poner.

Cenamos lentamente mientras César, mi padre y Fernando ven la televisión, realmente me siento cansado y solo espero a terminar mi cena para subir nuevamente a dormir. Platico un poco con mi padre sobre mi vida y la suya, quiere que los visite más seguido pero en realidad hago un gran esfuerzo con venir cada año durante el verano.

Termino mi cena y levanto mis platos sucios, los llevo al fregadero de la cocina y luego me despido. Camino lentamente hacía las escaleras.

-Bruno, ¿qué tienes ahí? –Mi padre me habla con una mezcla de enojo y asombro.

Volteo a verlo y me está viendo directamente a las rodillas. –Ah, no es nada. Me golpeé un poco. Me voy a subir a dormir, me duele… Estoy cansado. –No podría ser más estúpido.

Diego me ve furioso y luego ve a César, Fernando se ríe. Creo que ya nos pillaron y no me quiero quedar para esperar una buena golpiza de mi padre. Subo corriendo las escaleras o al menos trato de hacerlo, me acuesto sobre la cama, me tapo con las sábanas blancas y me quedo dormido nuevamente. Espero que esta vez no tenga sueños realistas.

El reloj de la mesa de noche marca las tres de la madrugada. Siento demasiado calor y sudo desmesuradamente, ahora no solo tengo dolor en mi culo y mis rodillas, me duele todo el cuerpo y parece que me hubiera arrollado un camión.  Creo que estoy a punto de enfermar.

Me quito las sabanas que ahora están empapadas en sudor, busco mis sandalias y bajo las escaleras. Voy directo a la cocina y me sirvo un vaso de agua, tengo sed. Después de beber lo que parecen dos litros de agua me dan ganas de mear. Salgo por la puerta trasera de la casa sin hacer demasiado ruido y entro al baño sin prender la luz. Mientras orino escucho ruidos en el jardín trasero de la casa, parecen ser perros o lobos.

Salgo con mucha cautela del baño y camino hasta llegar detrás de unos enormes arbustos. Veo perfectamente el jardín debido a la luz de la luna que se encuentra en lo alto del cielo. Efectivamente, son dos animales teniendo ¿sexo? ¿Están teniendo sexo? Me limpio los ojos tratando de aclarar mejor la vista.

Son dos personas o algo así muy grandes y musculosos, con vello obscuro en todo el cuerpo, además tienen una barba espesa. Están en medio del jardín y puedo verlos bien, el más grande se coge al otro que se encuentra en cuatro patas, el macho toma a su amante como si de un muñeco se tratara y lo coge sin piedad, arremete con furia mientras el otro lo recibe con placer, echa para atrás su cabeza en señal de gusto y da un aullido de gozo. El macho araña la espalda del otro y parece lastimarlo.

No entiendo que pueden ser, son como una combinación de animal y hombre. Dentro de mis fetiches son muy atractivos y por la posición y la furia con la que cogen, me recuerdan a César y a mí teniendo sexo en el río. Los miro lascivamente y ahora me he excitado, tengo el palo duro y atrapado bajo mi pequeño short. Lo saco y noto una gran cantidad de pre-semen saliendo de mi verga, lo tomo con los dedos y chupo mis líquidos. Ahora siento que tengo un sabor más dulce, no tan salado como de costumbre, me gusta pensar que es miel.

Me quito los shorts y los bóxers y me masturbo mientras las criaturas se aparean. De vez en cuando el macho saca su palo por completo del culo de su amante y me deja ver una verga descomunal, dos o tres veces más grande que la de César tal vez, y eso ya es decir mucho. Las dos criaturas tienen vergas similares y con grandes y pesadas bolas peludas como costales.

Ahora yo estoy excitadísimo, me jalo la piel de la verga con dureza y me duele un poco pero mi fogosidad puede más. La criatura que está siendo cogida ahora se mueve como loco hacía adelante y hacía atrás con gran frenesí. El macho lo toma por el cabello con tal fuerza que le arranca unos mechones, pero como si todo fuera normal siguen cogiendo a gran velocidad creando un fuerte sonido al chocar las caderas con las nalgas peludas y las bolas de los dos.

Me aprieto con fuerza la verga por toda la excitación y suelto cinco latigazos de semen muy espeso, tan espeso que me sorprende. Mi leche es tan caliente que casi no lo resisto y dejo mis bolas totalmente secas pero mi palo aún sigue duro como piedra. Por su parte las figuras semi-humanas siguen cogiendo sin descanso y no tarda mucho y escucho un grito desgarrador del pasivo que aprieta sus manos contra el césped y sin tocar su enorme palo suelta mucho semen, es tan exagerado que parece una manguera de agua abierta. Deja que su leche caiga sobre el césped e inmediatamente su amante lo toma por los hombros y aúlla como un lobo hambriento, al parecer terminó dentro del culo del otro.

Posteriormente, sin descansar por mucho tiempo, el macho saca su verga dura y chupa el culo de su amante, succionando como si quisiera sacar su propio jugo y comerlo. El otro animal busca el charco de su propia leche y también lo come. Succionan durante un buen rato hasta que se escucha un aullido en lo profundo del bosque, me asusto tanto que mi corazón se dispara y me pongo la ropa con el miedo a que se den cuenta que me encuentro espiándolos y quieran hacerme daño, o peor aún, que mi padre se despierte, baje a ver lo sucedido y me descubra desnudo con el semen regado en el arbusto por andar viendo a dos animales cogiendo.

Las criaturas levantan la vista al cielo, aúllan al unísono y salen corriendo en dos patas hacia la oscuridad de los árboles. Se pierden de mi vista y yo me quedo desconcertado ¿Qué fue esto? ¿Qué clase de animales serán?

Subo corriendo silenciosamente las escaleras de la casa, el dolor del cuerpo no ha disminuido y después de mi faena creo que ha aumentado. Me encierro en mi cuarto y tras cambiar las sábanas mojadas de la cama me acuesto quitándome la ropa y quedándome solo con mi bóxer. De nuevo siento mucho calor pero intento dormir. No dejo de pensar en lo que acaba de suceder, es inexplicablemente morboso.

Me despierto en medio de un charco de sudor, veo el reloj que ahora marca las 5:30 AM, volteo hacía la ventana de mi cuarto y el sol no ha salido. Estoy harto del calor, el cuerpo me arde y la piel me pica, siento algo similar a cuando me depilo mi pubis y el vello empieza a crecer, lo siento en todo el cuerpo y es molesto, creo que tengo fiebre porque no podría explicar de otra manera el sudor. Trato de tranquilizarme pero es imposible, me siento mareado y con demasiada sed. ¡¿Por qué tengo que enfermarme en este jodido rancho?! ¿Por qué ahora?

Una fuerte luz impide que siga durmiendo, me molesta demasiado y gruño en señal de enojo. Me retuerzo en mi cama. Me siento un poco cansado y creo que no dormí bien. Un momento ¡Las criaturas extrañas! ¿Habrán sido reales? ¿Acaso fue otro sueño mío como el que tuve del bosque y el animal muerto? Debo preguntarle a Diego o a César si aquí habitan animales como los que creí haber visto anoche, estoy muy desconcertado.

Contrario a mis pensamientos, físicamente me siento mejor, el sudor ha cesado aunque las sabanas están empapadas a más no poder. Ya no me duele el cuerpo y la picazón ha desaparecido pero algo raro me sucede porque siento la vista diferente, puedo ver con detalle cosas pequeñas aunque por momentos mi vista se nubla y luego todo vuelve a ser normal. Después de todo creo que mi enfermedad no ha terminado. Volteo a ver al reloj y ya son las 12:00 del día ¿Tanto dormí?

Me pongo la misma ropa de anoche y mis moretones en las rodillas han desaparecido, que extraño. Bajo las escaleras feliz de perder el maldito dolor en el cuerpo y los moretones pero estoy aturdido por los demás síntomas que presento. Casi al llegar al final de las escaleras veo que Fernando que se encuentra en la sala a espaldas mías con unos papeles en las manos.

-Buenos días –Lo digo con una voz demasiado grave, no sabía que podía hablar así.

Me voltea a ver y al principio todo parece normal –Vaya, por fin despertó la be… ¡¡Mierda!! ¡Diego, César, vengan de inmediato!

Brinco del susto, pero parece que él está más asustado ¿Qué pasa? ¿Qué tengo? ¿Será que se dio cuenta que mis moretones han desaparecido? César y mi padre llegan corriendo a la sala desconcertados por los gritos de Fernando.

Me quedan viendo y se quedan con las bocas abiertas, sus caras palidecen, parece que han visto a un fantasma.

-¡¿Qué mierda tengo?! No soy un fenómeno. –Digo al fin con tono grave y enojado.

-Mírate al espejo –César señala a un mueble de la sala, tiene la cara pálida y apenas puede pronunciar las palabras, al parecer nadie puede pronunciar frase alguna.

Doy un grito de miedo -¡¡¿Qué mierda es eso?!! ¡¿Qué me pasó?¡ -Estoy frío, la sangre deja de circular por mi cara y me quedó inmóvil observando mis ojos.

Tengo el iris amarillo tan intenso como los girasoles y tan grande que ocupan todo el esclerótico de mis dos ojos, mis pupilas son pequeñas y negras como la noche. No puedo creer este cambio ¿Cómo pudo haber sucedido? ¿Qué clase de enfermedad es esta? Estoy aterrado aunque puedo ver bien, basta bien de hecho, me reviso cada milímetro de mis ojos para tratar de entender que es lo que sucede mientras los tres hombres detrás de mí pelean fuertemente.

-¿Cómo diablo se contagió? –Fernando suena desconcertado aunque la palabra contagiar me aterra.

-No pudo suceder de otra manera –Mi padre ve fijamente a César, su cara de rabia es incontenible, su cuerpo tiembla y se abalanza encima de César y trata de golpearlo. -¡¿Cómo pudiste hacernos esto imbécil?! Te dije que no quería que esto pasara. Lo vas a pagar muy caro César. –Sus gritos retumban en la casa y Fernando intenta separar a los dos luchadores, yo solo quedo viéndolos pasmado ¿César me contagió? ¿Por eso no quería que me tragara su semen y quería utilizar condón? ¡Claro! Ahora todo encaja.

-¡¡Lo siento!! Creí que nos habíamos protegido bien, de haber sabido esto te lo hubiera dicho inmediatamente. –César parece desconcertado.

-¡Basta! Ya es suficiente –Me sorprende lo grave que es mi voz ¿acaso eso será parte del “contagio”? –Quiero… No, más bien, exijo que me digan que es lo que tengo ¿De qué me contagié? ¿Me voy a curar?

-Claro que no te vas a curar, esto es de por vida tonto –Fernando suena enojado también. –Esto es apenas el comienzo.

-Suficiente Fernando, no necesitas asustarlo más. –Mientras dice eso, mi padre se levanta dejando a César en el piso.

-De todos modos lo sabrá, así que es mejor que nosotros se lo digamos Diego. –Por primera vez estoy de acuerdo con Fernando. –Ya es uno de nosotros, no lo puedes evitar.

-¿Uno de ustedes? ¿De qué mierda hablan? –La palabra “aterrado” me queda corta y tengo muchas dudas.

-¡Ya cállate Bruno! ¿Cómo pudiste dejar que este imbécil te cogiera? -¡No puede ser! Mi padre me ha gritado y lo peor de todo es que sabe que cogí con César. Sus palabras retumban en mi cabeza y hacen que me sienta mal. Las lágrimas empiezan a escurrir por mis mejillas. –Mira Bruno, ahorita no quiero hablar contigo, tengo que platicar con estos imbéciles. Sube a tu cuarto y no salgas hasta que yo te lo diga ¿Entendiste?... ¡¿Entendiste?! –No se queda tranquilo hasta que le contesto afirmativamente con la cabeza.

Salgo corriendo de la sala y subo las escaleras, entro a mi cuarto y azoto la puerta, me aviento a mi cama y me pongo a llorar como un niño. Estoy harto y necesito respuestas.

Han pasado lo que para mí son siglos, estoy encerrado en mi cuarto con hambre y sed, además escucho los gritos de los tres hombres en la primera planta de la casa. No puedo continuar con esto, estoy a punto de desobedecer a mi padre pero la puerta se abre lentamente.

-¿Puedo entrar?-  Mi padre suena más tranquilo y hasta afectuoso. Le dedico una sonrisa falsa. -¿Cómo te sientes? ¿Tienes hambre? ¿Sed? –Me extiende una bandeja con mucha comida y una botella de dos litros de agua.

Tomo la bandeja y devoro todo lo que hay rápidamente, parece que tengo más hambre de lo que imaginaba. De un solo trago me echo los dos litros de agua, después de unos minutos la bandeja se encuentra vacía.

-Tengo que contarte un par de cosas Bruno, las cosas podrán ser difíciles de comprender al principio pero las entenderás… Tal vez hasta te guste.

-¿Qué me está pasando papá? –Mi voz se quiebra un poco pero contengo mis lágrimas.

Resopla en señal de resignación y parece pensar lo que me va a decir. –Mantén la mente abierta ¿OK? Esto no es fácil para mí en lo absoluto. –Le contesto con un movimiento de cabeza afirmativo y continua. –Nosotros, César, Fernando y yo, somos… Bueno, sufrimos de una condición muy poco común. –Resopla nuevamente. -¡Diablos! No quería que tú vivieras o sufrieras esta mierda.

-¡Ya papá! Dímelo, además qué tal si lo que dijo Fernando es cierto “de todos modos lo voy a saber”.

-Tienes razón. –Hace una pequeña pausa –Bien, escucha, nosotros somos Licántropos.

-Lican… ¿Qué? –Esto es más extraño de lo que imagine. Por lo menos no tengo cáncer o algo similar.

-Licántropos. La gente creó leyendas y nos llamaron “hombres lobos”. –Debe estar bromeando pero al ver sus ojos serios, sé que es cierto. –Somos personas que por las noches podemos convertirnos en bestias, durante ese periodo comemos únicamente carne de otros animales, carne roja. Bebemos la sangre como si de agua se tratase, nuestros cuerpos cambian, nuestros sentidos se agudizan y si no sabemos controlarnos, podemos hacerles daño a las personas que se encuentren cerca. Somos así desde hace muchos años. A mí me contagiaron cuando tenías cuatro años. Fue muy difícil para mí porque no tenía a nadie que me explicara lo que yo a ti… Pero bueno, basta de hablar de mí. Necesitas saber lo que va a pasar en los siguientes días.

-¿Qué va a pasarme? Diego, tengo miedo. –Decirle padre en este momento me resulta difícil.

-Verás, durante los primeros días del contagio, la transformación es inconstante y repetida. Por las noches sufrirás cambios físicos, tu fuerza aumentara considerablemente y es posible que no te controles. Querrás comer, beber… Y satisfacerte sexualmente. Los licántropos tenemos la peculiaridad de mantener sexo entre nosotros. Es algo “natural” para nosotros. En estos días tus deseos sexuales se van a multiplicar y vas a necesitar de nosotros.

-¡Qué mierda! O sea que eran ustedes los que estaban en el jardín por la madrugada –Me quedo pensando, ¿Me masturbe viendo a dos personas de esta casa cogiendo?

-¿Nos viste? ¡Diablos! Le dije a Fernando que alguien más estaba con nosotros, pero no te reconocimos. No cabe duda que tu transformación ya había comenzado.

-¿Quiénes eran? Los de anoche. –Estoy intrigado y hasta cierto punto excitado.

-Fernando y yo. César se encontraba cazando. –Se sonroja un poco y yo me sorprendo. Vi a mi padre coger con Fer, vaya sorpresa.

-¿Qué más me pasará?

-Bueno, al principio el cambio es doloroso pero luego tu cuerpo se irá acostumbrado al grado que cuando no estés transformado, tu cuerpo se parecerá mucho a tu estado de licántropo. Debes saber Bruno, que para nada dejamos que las personas nos vean transformados, sería muy peligroso, tenemos que mantener esto en secreto. Otra cosa que necesitas saber es que nosotros nunca andamos solos. Los licántropos o lobos, como quieras llamarnos, andamos en mandas y ahora tú eres parte de mi manada yo soy el líder y por lo tanto tienes que obedecerme. A partir de hoy cuando te transformes, yo no seré tu padre, yo seré tu jefe y tendrás que hacer lo que yo diga o podríamos tener serias consecuencias… Pero basta de tanta platica, tú mismo vivirás la experiencia. No te preocupes, no te dejaremos solo y a partir de ahora estarás todo el día acompañado por alguno de nosotros tres. Te vamos a guiar.

Me preocupa todo lo que me acaba de decir: Dolor, transformación, manada, hambre, sed… Sexo. Creo que es lo único por lo que ansío ser Licántropo. Pero fuera de eso tengo miedo, el solo hecho de recordar a esos animales una noche anterior y como arremetían entre ellos y como se desgarraban, eso me da mucho miedo.

Después de una plática intensa con mi padre que ahora también es mi jefe, bajamos juntos hasta la sala. Las cosas aquí están mejor, pareciera que no pasa nada. César me dedica una sonrisa tierna y me hace una señal para que me siente al lado suyo en el sillón.

-¿Cómo te sientes? Tus ojos han regresado a la normalidad. –Me susurra al oído para que solo yo pueda escucharlo.

-Mejor, creo. Tengo miedo. ¿Qué pasó con mi padre? ¿Se siguieron peleando? –Le pregunto en voz baja de igual manera.

-Luego platicamos de eso, aunque no lo creas no están escuchando. –“los sentidos se agudizan”, es cierto.

Fernando se me queda viendo y se ríe como burlándose de mí, pero ahora me da la impresión que ya no es tan cortante y frío conmigo, podría ser mi imaginación solamente. Me acurruco en las piernas de César mientras los tres hombres observan la televisión y toman cerveza, Fernando me pregunta si quiero un poco y me extiende su botella. Lo tomo y de un solo trago me termino toda su cerveza, él se ríe –Tranquilo niño, todo a su debido tiempo- Me río con él y me recuesto nuevamente, vemos la televisión durante un gran rato y al cabo de unos minutos me quedo dormido.

Me levanto abruptamente con unas ganas inmensas de vomitar, corro a la cocina y me desahogo sobre el fregadero manchando todos los platos sucios.

-¡Mierda! A mí me toca lavar los platos hoy –Fernando suelta una risa grande y luego me ayuda dándome un pequeño masaje sobre la espalda.

-Gracias. –Logro decir entre cada espasmo de mi estómago.

-No te preocupes, la mutación ya empezó. Tendrás que ser muy fuerte. –Su apoyo me alegra, nunca creí que el sería amable conmigo.

Termino de vomitar y me recuesto nuevamente en el sillón. Mi padre no se encuentra y César me dice que fue por algo para comer, por la manera en que me lo dice intuyo que no es comida a la que estoy acostumbrado. Me relajo un poco y vuelvo a perder la conciencia.

Siento mucho calor y el sudor hace que moje toda mi ropa, estoy temblando como si de convulsiones se tratara, me siento mareado y con mucha sed, mi respiración es acelerada y me duele todo el cuerpo, en especial los brazos. Echo una mirada alrededor y veo que mi “manada” se encuentra sobre el comedor platicando. Al verme despierto mi padre me auxilia y trata de tranquilizarme, dice que lo que está pasándome es completamente normal para lo que sigue.

-Hoy nos quedaremos a dormir aquí, es lo más seguro. –Me abraza pero yo no dejo de temblar, siento que voy a morir. –César y Fernando, vayan por cobijas y almohadas. No creo que las necesitemos pero más vale prevenir.

Los dos chicos suben las escaleras y en un par de minutos ya están de vuelta con todo lo que Diego les pidió. Me acuesto sobre las cobijas e intento dormirme nuevamente, pero no lo consigo. Veo al reloj de la pared y marcan las ocho de la noche, el dolor es insoportable y estoy a punto del llanto, además la sed que tengo no me deja tranquilo pero mi padre me dice que es inútil tomar agua, mi organismo ya no necesita de ese líquido para satisfacerme. Ahora necesito lo que los licántropos toman: sangre y semen.

Me retuerzo en las cobijas durante mucho tiempo y pasan las horas y el dolor solo aumenta, ahora el cuerpo me comienza a picar desmesuradamente, los ojos me arden y escucho ruidos por todos lados: gotas de agua, rechinido de madera, la respiración de tres hombres. También la vista y el olfato mejoran, ahora puedo ver detalles en mis poros de la piel, puedo oler a pasto mojado, a sangre… Si, huelo a sangre y me da mucha sed. De pronto una punzada en el estómago hace que grite, como si me ensartaran un cuchillo y lo movieran.

César, Fernando y Diego corren a auxiliarme y al verme en ese estado retroceden lentamente, quitando todo lo que se encuentre cerca de mí.

-Escúchame con atención Bruno, pase lo que pase no hullas, no corras al bosque. Estás transformándote al fin.

Lo escucho como si me estuviera gritando pero sé que no es así. Otra punzada hace que grite y mi cuerpo se estremece, creo que voy a explotar o algo así, mi fuerza aumenta considerablemente y salgo corriendo, derribo la puerta principal y trato de correr pero entre los tres hombres me detienen y me gritan que me tranquilicé.

Doy un aullido y mi cuerpo cambia, mis músculos aumentan exageradamente y ahora parece que tengo el cuerpo de un hombre de revista. Me empieza a salir vello en todo el cuerpo, los brazos, las piernas, el abdomen; todo mi cuerpo se llena de vello negro y espero. Empiezo a crecer de tamaño al grado de romper mi ropa y quedar completamente desnudo. Noto como mi verga flácida crece, ahora mide 20 centímetros o quizás más, mis bolas caen como costales y se hinchan haciéndome gemir. Las uñas se hacen más gruesas y aunque no forman grandes garras, si puede notarse la diferencia, siento como mis dientes crecen y se afilan, en especial los caninos.

Caigo al suelo quedándome en cuatro patas y gimiendo, escucho el susurro de mi padre decir –Ya saben qué hacer. –Inmediatamente escucho tres aullidos y al verlos también se han transformado.

Son realmente hermosos, viéndolos bien no parecemos monstros, más bien modelos con mucho vello y tamaños exorbitantes. Mi padre es el más grande y con más vello y sus ojos son rojos como el fuego, luego sigue Fernando, quien tiene el abdomen más marcado de los tres, ahora cuatro. Los ojos de Fernando son verdes cristalinos y su cabello es largo hasta los hombros. César es el más delgado pero no el menos fuerte, sus músculos se marcan tanto que las venas que invaden su cuerpo parecieran que van a estallar, tiene los ojos más bellos de la manada con un color celeste casi blanco que hace que no le pueda quitar la vista de encima. Todos tienen unas vergas descomunales, siendo la de mi padre la más grande y venuda.

Fernando me observa detenidamente y me ruge mostrando sus caninos, la saliva le escurre por la boca y hace que recuerde la enorme sed que tengo.

-Tengo sed –Mi voz es muy grave, me chupo los labios tratando de detener mi necesidad.

Diego da un brinco y corre hacía dentro de la casa, cuando regresa trae consigo grandes trozos de carne cruda, aun con la sangre escurriendo y manchando el camino por donde vino. Mis papilas gustativas se dilatan al sentir el olor a sangre, un olor que nunca creí que me gustaría. Mi padre me avienta los trozos de carne y yo los devoro como un auténtico animal, primero chupo toda la sangre y luego mordisqueo la carne hasta tragármela. Cuando termino, el hambre ha cesado, pero la sed es extrema.

-Tengo sed, mucha sed. –Mi voz jadeante y ronca ordena más sangre.

-Te dije que no era suficiente Diego, creo que tendremos que enseñarle a cazar hoy mismo. –César se mantiene cerca pero señalando al bosque.

Después de una plática innecesaria mi padre por fin accede y me comenta las reglas: Todos corren juntos, nadie se separa, él manda, y solo por esta ocasión yo podré disponer del animal muerto dejando las sobras para los demás, a partir de la segunda caza mi papel lo tomará mi padre, parece fácil acatar las reglas. Los tres lobos rugen y se abalanzan hasta la negrura de la noche, aúllo para imitarlos pero mi rugido no es tan fuerte como el de ellos. Corremos por el bosque por varios kilómetros e increíblemente no me siento cansado, además puedo ver con mucha facilidad el camino.

Nos detenemos por fin al escuchar un pequeño ruido de hojas, son pisadas de algún animal. Mi padre señala la dirección del animal y en tono muy bajo me dice que me tengo que abalanzar con toda mi fuerza y no dejar escapar al animal. Cuando por fin me da su orden para atacar, me aviento con una furia incontenible y tomo al animal por la espalda, mi instinto asesino hace que lo muerda sobre el cuello arrancándole la piel. Cuando por fin ha muerto mi presa me dispongo a chupar la sangre, me doy cuenta que es un ciervo pequeño y muerdo todo su cuerpo, succiono la sangre hasta que lo dejo seco. Me incorporo quedando en dos patas y mi manada se avienta en busca de la carne seca que he dejado.

Una vez que hemos terminado el banquete, respiro hacia el cielo y siento el aire fresco, me he llenado y mi sed se ha calmado. Veo a mis acompañantes desnudos, velludos y ensangrentados en toda la boca, la sangre de mi cuerpo me recorre quemándome las venas, mi corazón se acelera y siento como mi descomunal verga empieza a crecer.

Fernando me ve lascivamente -Ya pasaste lo más duro y ahora solo queda tu instinto sexual. –Diego, debes hacer los honores. –Un escalofrío me recorre el cuerpo ¿en realidad están pensando en que mi padre me va a coger? Bueno, después de todo aquí nada es normal, eso tranquiliza mi conciencia.

Mi padre duda un segundo y se acerca lentamente con la verga colgando entre sus piernas. –Ya no soy más tu padre, ahora soy tu jefe y como tal debo iniciarte en la manada.

No puedo gesticular palabra pero mi deseo sexual aumenta, nunca antes me había excitado de esta manera. Diego me tira sobre las hojas de los árboles y la tierra húmeda, lo hace con fuerza pero aun así no me duele, solo alcanzo a sentir un pequeño golpe, me ruge sobre la cara y yo lo hago instintivamente, me toma por las caderas y me gira con brutalidad haciéndome quedar en cuatro patas. Esto ya lo he vivido antes… Cierto, César me cogía muy parecido pero con menos fuerza. Diego abre mis patas y yo bajo la espalda dejando mi culo al aire. Queda viendo detenidamente mi hoyo no tan virgen pero parece gustarle, se chupa los labios aun manchados con sangre de ciervo.

-Carne fresca. Esto va a ser mejor de lo que creí. –Diego me dice las palabras con tal erotismo que lo desconozco. Ahora sé que ya no es más mi padre, soy su propiedad y debo complacer a mi bestia.

Me chupa el culo (ahora lleno de largos vellos) y los dos damos gemidos de placer. Mordisquea mis nalgas con mucha fuerza y succiona la entrada de mi ano como si buscara comida, introduce su lengua y juguetea con mi hoyo como todo un profesional, de vez en cuando gruñe y muerde con mucha fuerza y en vez de provocarme dolor solo me excita más, quiero que me muerda, que me arranque la piel. Mientras tanto no paro de retorcerme del placer.

Después de lo que parece un buen rato me suelta y se levanta, ahora me doy cuenta que su boca está bañada en sangre, me ha lastimado el culo y yo ni siquiera lo siento. Cuando mi jefe se retira detrás de mí, me da oportunidad para voltear a ver a César y Fernando quienes se encuentran tirados sobre el suelo viendo fijamente a mi ano, con los cuerpos sudados y sus palos hinchados y secretando pre-semen. Puedo sentir su olor hasta aquí, es dulce pero huele a macho, a sudor de hombre trabajador, me excito demasiado y gimo una vez más.

Diego se pone frente a mí y con las dos manos sobre su enorme verga me golpea la cara. Cuatro grandes golpes me sacuden, me deja sordo por un momento y luego me toma por la mandíbula y la abre, toma su palo y me lo empuja en mi garganta sin ninguna ternura. Empuja con tanta fuerza que me deja sin respiración, sus líquidos pre-seminales van directo a mi garganta sin tener oportunidad de saborearlos siquiera, la saliva se desborda por la comisura de mis labios. Más que chupar su palo, está violando mi boca y mi garganta.

En un intento por zafarme para respirar muerdo su verga sacándole sangre que chupo con desesperación, Diego da un gruñido y me golpea con su puño sobre la cara, perdiendo el equilibrio, le respondo instintivamente con un bufido feroz y comienza la pelea, pero antes de que yo pueda contestar los puñetazos y arañazos que me proporciona, César y Fernando me toman por los pies y brazos, abriéndolos furiosamente y dejándome acostado con el pecho sobre el suelo.

-Ahora sabrás porque soy el jefe, maldito maricón. –Me excitan las palabras de Diego.

Mi jefe escupe sobre su enorme palo y después escupe sobre mi ano ensangrentado y de nuevo, sin piedad, me la clava de un golpe llenándome los intestinos.

Su enorme verga entra con facilidad en mi culo y yo siento como me llena todo el cuerpo con su herramienta. Mete y saca su palo como si estuviera taladrando un pozo, gime como un auténtico lobo y me aruña la espalda haciéndome que conozca el placer del sexo entre lobos. Mi verga está atorada entre el piso y mi estómago velludo, por lo que trato de incorporarme en 4 patas, haciéndole más fácil la penetración a mi jefe.

Volteo a ver a mis espectadores y ahora sostienen un 69, Fernando mama la verga de César y éste por su parte hace lo suyo. Me encanta la idea de compartir el momento sexual como manada.

-¡Dame más duro! –Le grito al jefe.

Diego arremete con más furia soltando mucho sudor en mi cuerpo también bañado de mi transpiración, me toma por las caderas y cuando parece cansarse me jala del cabello. Ver su cara me fascina y hace que me entregue más a su verga, su enorme palo destroza mi ano por completo y a mí solo me genera placer, quiero que esto nunca acabe. Estando en esta posición puedo sentir la sangre escurrir por mis piernas, además el ruido que provoca mi culo con su pelvis provoca que me mueva más duro.

Han pasado lo que parecen horas, y diego no para de cogerme con furia y ahora Fernando está cogiéndose a César, haciendo que éste una sus gemidos de placer a los míos. Yo no paro de gritar “¡Mas!”, “Más duro jefe”, “Quiero su palo dentro”, y esas cosas guarras que parece que a él le gustan. Por entregarme al pito de mi jefe, he olvidado que yo también necesito placer en mi pito, llevo mi mano derecha hacía mi verga y apenas me toco, siento una corriente eléctrica en todo mi cuerpo, hace que me retuerza del placer y que grite “¡YAA!”.

Mi orgasmo está anunciado y parece que mi jefe ha tenido el mismo efecto porque siento como me pega más duro, me agarra los pezones duros y los jala provocando más placer, los lastima, me toma por las costillas y me aruña tan duro que me arranca la piel, sin embargo eso alimenta nuestros orgasmos y en cuestión de segundos los dos damos un gruñido al aire tan jadeante que es poco reconocible.

Mi verga empieza a expulsar leche como lo había visto en Fernando, parece no tener fin y es tan caliente que lastima mi verga deliciosamente. Mis espasmos crean bombas de leche que caen al suelo, por su parte mi jefe se aprieta contra mi cuerpo jadeando y yo siento como mi culo se llena con su leche a punto de hervir, además su polla palpita tan fuerte y grande que me crea sensibilidad en mi interior.

Estamos exhaustos por un segundo y luego por arte de magia recuperamos fuerzas. Mi padre quien se encuentra acostado sobre mi espalda, se levanta sin piedad y saca su verga dejando un hueco en mi culo donde fácilmente podría entrar el puño de cualquier persona. Mi olfato súper avanzado detecta un olor a miel, algo caliente que provoca a mis fosas nasales abrirse, sigo el olor y me doy cuenta que es mi leche. Me acerco a mi charco de semen caliente e instintivamente empiezo a lamer, a comer todo el producto de mi orgasmo, mientras como mi leche con desesperación, mi jefe se acerca a mi culo y lo huele, le gusta y sin pedirme permiso empieza a chupar como aspiradora por mi enorme hoyo. Está comiéndose su propia leche y ahora los dos disfrutamos del dulce sabor a semen. Es demasiado rico, como un dulce líquido, como agua que sacia mi sed, es igual de delicioso que comer carne cruda y beber sangre.

Estamos tan entretenidos que hemos olvidado a nuestros acompañantes, pero cuando lanzan su aullido amenazador de orgasmos, provoca que volteemos y veamos la hermosa escena. César se mantiene cabalgando a Fernando, brincando como si corriera a caballo y dándole sentones que en cualquier otra persona provocaría que le fracturara un par de huesos, pero Fernando se mantiene acostado, moviéndose a punto de la convulsión. Los dos se aruñan los pectorales mientras ponen los ojos en blanco por el orgasmo, César baña a Fer con todo su amor acumulado en las bolas mientras el deja sus semilla en su culo.

Sin perder tiempo, aun con la polla clavada en su culo, César come su leche. Mi jefe y yo también nos unimos al festín, mi padre se va directamente a compartir el semen con César, mientras que Fer come lo que ha quedado sobre su cara. Sin embargo yo me voy sobre el culo de César, chupo el semen que escurre por las bolas de Fernando y cuando césar por fin se reincorpora en dos patas, me deja caer semen y sangre sobre toda la cara, haciendo que yo me lo coma como si fuera lo único que debiera hacer en esta vida.

Lamo con gula el semen de Fernando tan rico como el mío, se une mi padre mientras los otros dos amantes se retuercen en un beso reponedor, mi padre me guía al culo de César.

-Chupa con fuerza todo lo que encuentres, es lo mejor del banquete. –Me toma por la cabeza y me lleva hasta el culo de César y luego, sin pensarlo dos veces meto mi lengua y luego la boca entera. Chupo la sangre del lobo y el semen depositado en su cavidad anal, éste se retuerce con dulzura, entregándome más su tremendo hoyo. Cuando por fin he acabado, me tiro al suelo y veo la luz de la luna entrar débilmente por la copa de los árboles.

Han pasado pocos minutos y los cuatro lobos nos incorporamos en dos patas, y tras unas risas maliciosas y juegos absurdos regresamos felices a la casa, desnudos, con las vergas colgando entre las patas y velludos hasta en las zonas más escondidas de nuestros cuerpos.

-¡Qué bien lo hiciste Bruno! –Me felicita Fernando con una palmada dura sobre el hombro.

-Gracias colega. –Le regreso la palmada con más fuerza.

Nos unimos en juegos tontos de nuevo y en un instante recuerdo los arañazos y los golpes, veo mi cuerpo detenidamente y no hay rastros de ningún rasguño, me busco las heridas y no siento ni un rastro de dolor.

-No le busques más. Los lobos tenemos la capacidad de regenerar nuestro cuerpo en minutos, si buscas bien, hasta tu culo se encontrará casi como nuevo. –César se ríe por el chiste y efectivamente, me reviso y todo se encuentra “normal”.

Todos nos acostamos sobre las sabanas y almohadas que habíamos dejado en la sala antes de salir de cacería. Aun desnudos, aun transformados, en un lapso de tiempo corto pierdo la conciencia y caigo en un sueño tan profundo y reponedor que olvido por completo lo inverosímil que esto sería si alguien me lo contara.

Gracias por el apoyo a mi relato anterior. Me gustaría aclarar nuevamente que esta historia la hice basándome en la historia original de “Karl1”. Espero que lo disfruten.