Hombre casado amante de las pollas
Esta es una confesión de un hombre casado sobre la primera vez que le fue infiel a su esposa con otro hombre.
Tenía yo siete años de casado cuando le fuí infiel a mi mujer por primera vez. Y le fui infiel con un hombre. Yo siempre había sentido cierta atracción hacia los del sexo masculino. Siendo niño en la finca familiar solía escurrirme hasta el área donde los trabajadores tomaban un baño al final de una agotadora jornada de trabajo. Era un área abierta y ellos sin ningún pudor se bañaban como a las 5 o 6 de la tarde, todos desnudos y hacían chistes y cantaban mientras yo me sentaba cerca de ellos a observar sus penes todos tan diferentes unos de otros, los había negros, blancos, grandes, pequeños, pero sobre todo recuerdo uno que era un muchacho que se llamaba Juan y que padecía de vitiligo, una enfermedad que provoca decoloración de la piel. Pues bien, el pene de Juan, además de lo grande, tenía esa decoloración, sobre todo en el glande que era más blanco que el resto del miembro. Me llamaba mucho la atención ese pene.
No sé si fue en esa época que empezó mi atracción hacia el miembro masculino, pero el tiempo pasó y llegó la adolescencia. Un día un vecino que supongo en esa época debía tener unos treinta y tantos años, mientras yo tendría 13 o 14 años, me preguntó si ya había tenido sexo. Avergonzado le contesté que no y él me dijo que si quería hacerlo él me conseguiría una mujer. Le contesté que sí, pues a esa edad es lo que todo muchacho más desea. Al otro día me fui con el vecino hasta un lugar apartado del pueblo a donde me dijo se había citado con la mujer a la que me tiraría. Esperamos un buen rato y al ver que ella no vendría, mi vecino pasó su mano sobre mi pene por encima del pantalón y me dijo: La tienes dura y me contó una historia rara de él y un primo y mientras hablaba era como si me fuera embobando y me abrió el zipper del pantalón y sacó mi pene y se lo introdujo en la boca. Aquella sensación fue totalmente nueva para mí, pues en esa época yo era virgen y aunque me masturbaba hasta tres veces al día, aquello era realmente extraordinario. Lo dejé que me la mamara y en poco tiempo ya me estaba viniendo en su boca, sin advertirle nada. Cuando terminé fui tan ingenuo que hasta perdón le pedí. El me dijo que no dijera nada de lo ocurrido y que si me había gustado lo podíamos volver a hacer. Nos fuimos del lugar y en todo el camino no volvimos a hablar, yo sencillamente me sentía avergonzado y asqueado.
Varios días después volvió a invitarme. Fuimos de nuevo al lugar y él me ofreció una revista porno para calentarme. Le dí un vistazo rápido y cuando él pensó que yo estaba listo se acostó en el suelo y me dijo: Ven, acuéstate aquí- Le dije que no, que nunca más quería estar con él y que me iba. El no insistió y nunca más volvimos a hablar.
Pasaron los años y yo seguía sin tener sexo. Debo decir que era y continúo siendo tímido y eso alejaba mis posibilidades de follar con alguien del sexo opuesto o del mismo sexo. Así pasaron los años hasta que tuve sexo con una chica casada de la cual me enamoré, pero tiempo después llegué a la conclusión de que ella nunca me amó, sólo me utilizó no sé con qué fines, quizás para darle celos a su marido, del cual se encontraba separada. Luego me enteré que se reconcilió con él y nunca más la volví a ver. Me provocó aquello una gran depresión y me volví aún más retraído.
El mismo año en que finalice la universidad, un compañero de la carrera me visitó en mi casa. Yo estaba por entrar a bañarme cuando sonó el timbre. Le abrí y como eramos muy buenos amigos y había confianza, él entró a mi habitación y se acostó en la cama mientras yo me daba una ducha. Cuando terminé, entré a la habitación y me puse unos shorts. Me senté en la cama y entonces él me atrajo hacia él y empezó a besarme. Yo le respondí y pronto estábamos los dos dándonos lengua intensamente, mientras él masajeaba mi pene por encima del short. Pronto me vine y él al darse cuenta se abrió los pantalones y me mostró su pene, lo recuerdo pequeño con un glande grande y un fuerte olor a macho. Estuve a punto de introducirlo a mi boca, pero una mezcla de sentimiento de culpa y de prejuicios, me impidió mamarle su pene, algo de lo que me he arrepentido todos estos años. Prácticamente lo corrí de mi casa y me negaba a tomar las llamadas que me hacía en los días siguientes. El tiempo fue pasando y la relación se fue enfriando. Tiempo después él se casó y yo también y cada uno tomó su rumbo. Lo he vuelto a ver en par de ocasiones, pero nos hemos limitado a un simple saludo protocolar.
Hasta aquí llegaban mis andanzas sexuales con hombres hasta que me casé con mi novia y empecé mi vida matrimonial Durante años me dediqué a amar exclusivamente a mi esposa y serle fiel, muchas veces ahogando y reprimiendo mis propios deseos. Luego de siete años de matrimonio, empecé a visitar páginas de temática gay en la Internet. Empecé a tener contactos vía correo electrónico con otros hombres, pero hubo uno en especial con él cual mantenía comunicación frecuente y hasta me envió su foto y su número de telefóno móvil. Me atreví a llamarlo y luego conversamos varias veces hasta que acordamos una cita para un sábado en la mañana.
Pasé toda una semana ansioso por que llegara el tan ansiado día. Esa mañana me dí un baño profundo, rasuré mi culo y corté un poco de mi vello púbico. De camino paré en una farmacia donde adquirí condones y crema lubricante.
Desde que lo ví, pensé que se veía mejor en persona que en fotos. Era alto y extremadamente delgado, de piel blanca, pelo castaño y ojos claros. Después de las presentaciones, nos fuimos caminando hasta el lugar donde había aparcado mi coche y luego nos dirigimos a un motel. En el trayecto hicimos algunos preguntas muy íntimas para ir haciendo el ambiente.
En la habitación nos abrazamos y nos besamos. Nuestras lenguas se acariciaban y nuestros cuerpos se frotaban uno contra otro. Con la prisa de un joven virgen que va a su primer encuentro sexual, nos desnudamos y nos acostamos en la cama. El desde un principio tomó la iniciativa y se dirigió a mi pene enguyendolo por completo en su boca, mientras me ofrecía el suyo, el cual era una pieza apetecible en grado sumo, pero difícil de tragar, debido a que era ¡Enorme!, un mostruo de 23 centímetros, grueso y coronado por un glande sin circuncidar. Como pude me lo introduje en la boca, pero era tan grande que apenas llegaba a la mitad, cubriendo la otra mitad con mi mano empezé a darle una mamada-masturbación. Nunca me habían dado, ni me la han dado después, una mamada tan rica. El era un experto, sin duda, no sólo cubría todo mi pene en su boca, sino que con su lengua me hacía unas caricias que provocaron que me viniera en pocos minutos. Estallé en su boca y él aguanto cada trallazo y cuando terminé se levantó, fue al baño a escupirlo y luego regresó a la cama, pero ya no quiso que yo siguiera lamiendolo, sino que empezó a masajear mi culo y luego colocó una almohada en mi espalda y se paró al borde de la cama y alzando mis piernas dejó mi culo expuesto, mientras él introducía un dedo y lo movía en círculos en mi interior. Luego sentí en mi ano la cabeza de su pene, tratando de entrar. Me dolió bastante, pues era virgen y aquello que me estaban entrando no era poca cosa. Después que entró el glande, se detuvo un momento y me agarraba mi polla y luego continuaba su arremetida, poco a poco y yo sentía que el culo se me iba a romper. No me quejé ni grité, pues aquello era lo que quería y me lo había buscado yo mismo. Cuando por fín la tuvo toda adentro, permaneció inmóvil mientras yo sentía como mis entrañas estaban llenas (en todo el sentido de la palabra) de aquel falo que me horadaba.
Empezó los movimientos suaves al principio y fueron incrementadonse luego, mientras yo empezaba a sentir menos dolor (aunque soy sincero, nunca dejé de sentir dolor). Pero verlo a él con su cara de placer y mis piernas apoyadas en sus hombros, me produjo una excitación que tuve que pajearme para bajarmela. Yo volví a venirme y él todavía seguía en su mete y saca y no acababa! No sé cuantos minutos pasaron y él seguía follandome sin venirse, cuanta resistencia!! Ya estaba yo deseoso de que terminara de una vez y por todas y entonces noté que él empezó a gemir con más intensidad, lo sacó de mi ano, se quitó el condón y se pajeó encima de mí. Oí claramente un grito liberador: AAAHH!! y de inmediato de su pene salieron chorros de semen caliente que caian en mi vientre y zona púbica. Fueron cinco o seis chorros gruesos, qué hombre era éste? No sólo tenía un pene enorme, tenía una resistencia para venirse increíble y encima eyaculaba como un caballo. Terminé con mi torso y abdomen bañado en su líquido blanquecino y caliente. Tomé algo de su leche y la llevé a mi boca para saborearlo. El tomó una toalla, me limpió y luego se acostó a mi lado.
Conversamos un buen rato, entre besos y caricias y quedamos en seguir viéndonos y ya me tocaría a mí meterselo a él en alguna otra ocasión. Nos dimos un baño y luego nos marchamos. Así fue la primera vez que le fui infiel a mi esposa. La pasé super bien con él y no me arrepiento de nada.