Hola, Sharon (ADVERTENCIA: SNUFF
Hacker recibe un nuevo mensaje, esta vez, de una usuaria que dice conocerle y que amenaza con descubrir su identidad... Este relato contiene escenas de violencia y muerte. No se justifica en la vida real, sólo es ficción. No apto para mentes sensibles.
Publicado: Dom Sep 11, 2011 9:41 am
Hacker: Soy verdugo de doncellas, pero... ¿dónde está mi doncella? Responde y nos veremos en el patíbulo.
Publicado: Lun Abr 9, 2012 09:02 am
Sharon: Tienes un mensaje.
Lunes, 9 de abril, 09:03 am
A Hacker le extrañó recibir un mensaje del foro en su correo electrónico a esa hora. Era de día. Casi nadie del foro funcionaba a esas horas, eran seres de gustos raros y la oscuridad de la noche parecía atraerles más. De hecho, de no ser por su trabajo, que le obligaba a estar delante de un ordenador, no se habría enterado de ello. Pero el mensaje de por si era ya intrigante y había captado su atención.
Estaba en su oficina. Rodeado de los 55 decibelios de cualquier empresa. Le gustaba llamarle la cueva. Correctamente limpia, higienizada, con aire acondicionado y calefacción, e incluso reservas de café para dar positivo en cualquier control de drogas… pero no dejaba de ser un apestoso agujero que no dejaba pasar las maravillas del día. Todo premeditadamente aburrido y desmoralizante.
Así era él de día. Uno más dentro del sistema. Un aprietateclas, un picacódigo, un empleado más. Revisó la bandeja de correo electrónico. Tenía el día liadillo…
“Tienes un mensaje”
¡Hola, guapo! – Saludó una mujer que irrumpió sin previo aviso en sus cavilaciones, dejando un vasito de plástico humeante en su mesa. – Te traigo el café. Solo, como a ti te gusta.
Muchas gracias, Brenda – Cerró la bandeja de entrada, casi sin prestarle atención. Era la hija del jefe. Con 16 años, su padre no sabía qué hacer con ella. Se escapaba del colegio, no quería trabajar… la tenía mariposeando por la oficina y, por algún casual, él le había caído en gracia.
¿Cómo te ha ido el fin de semana? ¿Has hecho algo especial?
No, realmente no. – Siguió tecleando en su ordenador. La bandeja de su correo personal aún asomaba. Brenda se quedó mirándole, a ver si le contaba algo, pero al ver que no se arrancaba, se invitó a sí misma a romper el silencio matinal de aquel ala de la multinacional.
Nosotros hemos ido a esquiar. ¿A ti te gusta esquiar?
No lo he probado – Le dijo, con aire distraído. – Ella se le quedó mirando, esperando que continuara la conversación. Al ver que no funcionaba, se sentó sobre la mesa de él, de golpe, provocando un pequeño terremoto que a punto estuvo de tirar el frágil vasito de café.
Pues deberías, es divertido.
Ya… Quizás el próximo fin de semana…
¡Yo puedo enseñarte, si realmente te interesa! – Él levantó la mirada hacia la cara ilusionada de ella.
Brenda, discúlpame, pero tengo trabajo que hacer. Agradezco que me hayas traído el caf…
¡Ey! ¿Estás viendo tu correo personal en la oficina? ¡Qué cara dura!- Él suspiró fuertemente, la adolescente, más bien ya mujer, se precipitó sobre la pantalla, sin ningún tipo de cortesía ni delicadeza. – Creo que voy a tener que decírselo a mi padre.
Oh, no, por favor… - Comentó, sarcásticamente. La chica se lo tomó como una broma.
¿Se puede ver? ¿Quién te escribe? ¡Ah! ¿Estás en un foro? No pensé que te gustasen…
Adelante, no te cortes… supongo que el día que explicaron la privacidad personal estabas también de pellas, ¿no?
… Aquí pone que tienes un mensaje, ¿por qué no lo abres? Quizás sea algo importante.
Créeme, no te gustaría saber qué… ¡eh! – La vio haciendo clic en el enlace que llevaba al foro. Suerte de contar con el comando de teclas que cerraba directamente todas las ventanas abiertas. Fue cuestión de un nanosegundo que no quedase nada. La niña se quedó con gesto contrariado. – Lo siento, Brenda, pero esta vez te enseñaré yo a no meterte en los asuntos de los demás. – Se levantó del asiento y acercó su cara a la suya, con una sonrisa diabólica en los labios – Creo que voy a tener que decírselo a tu padre… - Sin decir nada y muy teatralmente se encaminó por el pasillo en dirección al despacho del mandamás.
¡No te atreverás! ¿Qué le vas a decir? – Fue corriendo persiguiéndole. Las mujeres de la oficina se rieron a su paso por la escenita, alguna le saludó, haciendo él un leve gesto con la mano.
Veamos, por dónde empiezo… no dejas trabajar a la gente, no paras de perseguirme…
¡Oh, vamos, sólo quería saber qué tal tu fin de semana!
Es tarde, Brenda. Te aconsejo que vayas a desayunar a la cafetería.
¡Ésta te la guardo! – Dijo con un mohín mientras desaparecía a todo correr camino de las escaleras de la planta, casi llevándose por delante a algún empleado.
La siguió con la mirada hasta que la vio desaparecer. Aquella mañana entró a hablar con su padre, el mandamás de la empresa multinacional donde trabajaba como programador, para decirle que no se encontraba bien y que necesitaba tomarse el día libre para recuperarse. Así, adelantó su reloj con la llegada de aquél extraño mensaje, y el día pasó a ser su noche, una noche que le convertía en Hacker y que le obligaba a contestar a aquel mensaje.
Mensaje privado de: Sharon. Recibido el Lunes, 9 de abril, 09:00 am
Sé quién eres.
6.000€, Hotel Gran Vía, 24:00 horas, ven solo.
Lunes, 9 de abril, 11:55 pm
Buenas noches, ¿en qué puedo atenderle? – Preguntó el botones que estaba en ese momento en el recibidor al hombre de negocios que atravesó la puerta del hotel, resguardado por una gabardina y portando un maletín metálico.
La habitación de Sharon, por favor.
El hombre le miró extrañado.
- Tenemos que llamar para confirmar, señor. ¿Su nombre?
Hacker sonrió, abriéndose la gabardina, presa del calor de la calefacción del hotel.
- No hará falta. Ya sabe quién soy.
El ascensor no tardó en conducirle al largo pasillo alfombrado del tercer piso. Un ding anunció su llegada, una puerta se abrió como un resorte al final del pasillo. Y allí estaba Sharon.
Ambos se quedaron mirándose, a cada extremo del pasillo. Hacker no podía evitar pensar en la situación como si de una película de espías se tratase.
Ella era alta, enfundada en un precioso vestido negro, muy ajustado. Su largo pelo liso y negro ayudaba a dar la sensación de que sólo estaba cubierta de melena, que se fundía en la tela, como una cascada que caía hasta sus redondas caderas. Sus generosos pechos dibujaban ondas en aquel agua negra y le sacaban un brillo inusitado para la tenue luz de aquel angosto pasillo. Sus ojos brillaban también a través de las finas ranuras de sus ojos asiáticos, como los de un tigre que llevaba mucho tiempo sin comer. En su mano derecha distinguió una pistola, metálica, igual que su maletín. Esa mezcla de agua y fuego le intrigaba incluso más que su extraño mensaje.
La señorita Sharon, supongo.
¿Ha traído lo que le pedí? – Tenía un ligero timbre exótico en el tono de su voz, algo olvidado.
¿Es necesario el arma?
Como le dije, sé quién es.
Me sentiré halagado, entonces. Mis películas favoritas de niño eran precisamente las de James Bond.
¿Va a quedarse ahí toda la noche?
Iré donde me diga, señorita Sharon. No me gustaría empezar nuestro encuentro con una bala en el pecho. Salvo que sea una réplica, claro está.
Puedo asegurarle que no lo es. Vamos, muévase.
El maletín proyectó un destello en la pared al atravesar con paso seguro por el pasillo. Ella se mantuvo allí, clavada en la puerta, altiva. Le miró directamente a los ojos. Le invitó a pasar, haciéndose a un lado. Él no perdió de vista su fisionomía, ni cuando ella cerró la puerta.
Deje el maletín en el suelo. Las manos a la pared. – Hacker se demoró en hacer todo aquello aposta, la mujer le golpeó - ¡Vamos! – En cuanto él hubo terminado, ella comenzó a cachearle, sin duda en busca de otras armas. Se sorprendió al ver que le obligaba a girarse y a quitarse la gabardina. Luego siguió tirando con fuerza de su camisa, corbata, pantalones…
¡Eh, eh! Creo que estamos yendo demasiado rápido…
Un culatazo en la frente le hizo dejar el humor para más tarde. Aquella mujer iba en serio. Mejor hacerla caso, había dolido y la fuerza del golpe le hizo confirmar que esa pistola era tan real como ella y él. Le hizo girarse rudamente, dándole la espalda para maniatarle sin ningún tipo de delicadeza.
¿Tan peligroso me consideras… auch… para montar todo este espectáculo?
Es una cuestión de seguridad, no te creas tanto. – Hacker se rio quedamente.
Ya.
Así, contra la pared, no podía ver qué estaba haciendo ella, pero sí podía oírla. Escuchó el roce de sus pies descalzos contra la alfombra, el quedo murmullo de peso muerto al caer el maletín sobre la cama. Ya sabía qué iba a venir a continuación. La oyó decirse algo en otro idioma, algo que sonaba a todo menos a palabras amables. Lo siguiente que notó fue cómo se abalanzaba contra él y le obligaba a despegarse de la pared para forzarle a darse la vuelta violentamente. Recibió la preciada visión de su cara enfurecida con una sonrisa, algo que a ella no debió sentarle muy bien.
¡Cerdo arrogante! ¿Un maletín de combinación? No esperarás que ruegue por la clave, ¿verdad?
Bueno, señorita Sharon, lo cierto es que yo espero mucho más de usted que eso.
Plas. Una bofetada, si se podía llamar así, le cruzó la cara. Por el labio partido habría jurado que le había sacudido un boxeador profesional. Dio un grito de queja, esa mujer no tenía ya nada de agua: era puro fuego y quemaba. Lo siguiente que notó fueron sus empujones y la cama, con la que tropezó, cayendo a plomo contra el colchón y boca abajo. Iba a dejar las sábanas blancas hechas una porquería…
¡La clave ya, cabrón! – Notó la pistola contra su nuca, oyó martillearla. Se centró más en el contacto de su pierna contra su espalda, la respiración acelerada de ella…
He debido de olvidarla… ¿por qué no usa la pistola? Podría reventar el maletín fácilmente.
Sí, ya, y tener a todo el personal del hotel llamando a la policía. Sin duda eso te haría muy feliz.
Vaya, en las películas siempre tienen… cómo se llamaban esos cacharros… ah, sí, silenciadores. Eso, o usan unas almohadas para cubrirlas… aunque creo que eso es más bien un invento del cine.
Notó que la rodilla de ella se clavaba en sus costillas, ahogó un gemido de dolor y acalló la cháchara.
Está bien, comprendido, nada de juegos… pero, si estoy aquí, es por tu mensaje… decías que me conocías… te diré la primera cifra… y tú a cambio me dirás un dato que conozcas sobre mi, ¿de acuerdo?
No estás en posición de exigirme nada, lo sabes, ¿no?
Él se mantuvo callado por un momento.
La primera cifra es 2… los años que llevas en España, haciendo el trabajo sucio de ese jefe tuyo que de paso te obliga a prostituirte.
Y te creerás todo un Sherlock por eso… - Dijo ella con sorna, introduciendo la primera cifra.
Sí, bueno… ahora te toca a ti.
No, me darás todas las cifras, y si esta cajita mágica se abre y lo que veo me gusta, te contaré qué no va a salir a la luz. – Él iba a rechistar, pero la pistola se clavó con más fuerza en su nuca. Aquello era bastante intimidante.
6… como los años de tu hija…
Un momento, ¿cómo sabes tú eso?
No revelo mis fuentes, preciosa, pero te diré que sé más sobre tu hija, sé la dirección exacta de Shangai donde tus padres la están cuidando… ¿quieres que continúe?
Ella no dijo nada, notó que la presión del arma disminuía algo.
- 3… los años que han pasado desde que tu jefe mató a ese novio tuyo.
Sharon introdujo con la mano libre las dos últimas cifras.
Falta una…
Es 7… la suma de las dos cifras de tu edad… 25 años.
Clic. El maletín dio por confirmadas las cuatro cifras introducidas. Hacker suspiró aliviado al notar que la pistola se retiraba de su cuello. Giró la cabeza para verla abrir con deliciosa parsimonia los anclajes que lo mantenían cerrado.
Ya me habían advertido que eras bueno… pero no me esperaba que tanto.
¿Y la otra parte del trato? – La vio maravillada por los billetes del maletín. En un momento empezaría a contarlos y se olvidaría de él completamente – Eh, señorita, yo ya he cumplido. ¿Qué sabes exactamente de mí?
Comenzó a sacar fajos de billetes y a sacarlos a la cama mientras contaba.
Gabriel Gómez Leroy. 28 años. Hijo de un español y una inglesa. Notas brillantes, colegio de pago pijo, un niño de papá hasta que desapareciste a los 18 años en el extranjero. Ingeniero en Sistemas Informáticos. Trabajas como técnico de seguridad de BBVA. Sólo llevas un año en tu puesto de trabajo y ya has conseguido ser uno de los mejores pagados y el as en la manga de la compañía. Lo cierto es que te dedicas a crear fallos en tu beneficio, de los que, supongo, habrás sacado a mis pequeños. – Dijo, meneando un fajo en el aire. – Vives solo en un piso alquilado de la Gran Vía, no muy lejos de aquí. Sin mascotas, ni novia o novio conocido, aunque te gusta frecuentar a señoritas que conoces en uno de esos foros que visitas bajo el seudónimo de Hacker. Asfixia erótica, ¿eh? Tiene un punto de morbo…
Vaaaaya. Estoy impresionado. Por cierto, ¿qué tal si me desatas?
Esas fotos que publicas… ¿son de verdad?
Para saberlo hay que vivirlo.
Sharon clavó los ojos en él, y Hacker vio que se cerraban más de la cuenta, rasgándose aún más. Una leve sonrisa se mostró en ellos, algo tapados por la bella cascada negra de su melena.
Si lo que estás intentando decirme es que lo hagamos, debo decirte que estoy muy fuera de tus posibilidades.
Bueno, Sharon, te acabas de hacer con 6000€ así, de golpe y a mi costa. Creo que es lo mínimo que puedes hacer por mí.
Así que los 6000€ por un polvo, ¿no?
Te dedicas a eso, preciosa, no te hagas ahora la estrecha.
Vale, te recuerdo que estás atado en mi cama, que yo tengo una pistola, y que tú has venido aquí para que el señor BBVA no reciba una carta contándole sobre cómo le robas parte de sus beneficios todos los meses.
Por eso te estoy pidiendo que me desates. Para que cerremos cuentas.
Podría meterte una bala entre los ojos ahora mismo también.
Y tú te quedarías sin saber nada sobre las fotos. Una pena… vamos, Sharon, te he hecho feliz, ¿no? Déjame que disfrute yo también.
De nuevo ese brillo en sus ojos, esos párpados cerrándose aún más. Pero, esta vez, su sonrisa se reflejó también en sus labios.
Le desató. Notó la sangre volviendo a circular por sus manos. Se alzó, se quitó la sangre del labio partido, y la miró mientras ella se desnudaba. Debajo de aquel vestido negro no había nada. Preparada para la ocasión, supuso. ¿Tendría planeado también que ocurriera eso? Su pelo largo era hipnótico en su roce contra sus poderosas caderas. Su piel era pálida como la porcelana. Increíblemente hermosa, igual de peligrosa. Al girarse dos mechones de pelo hicieron las veces de tela, cubriendo sus senos, aunque con dificultad por su volumen. Si todas las mujeres orientales eran así, entendía por qué de los grabados japoneses con escenas de sexo, las geishas, las concubinas… aquellas mujeres estaban hechas para ser tomadas.
- Espera… esto te va a encantar. – Él comenzó a sacar los billetes de sus fajos. Desechó el maletín y la pistola, que cayeron pesadamente al suelo alfombrado de la habitación. Poco a poco la cama quedó cubierta por completo de papel. Sharon sonrió, satisfecha, y se inclinó, ya como agua o fuego apagado. Ambos se tumbaron en el lecho.
Comenzó el intercambio de caricias, pero duraron poco. Entre ellos había una atracción animal, no había tiempo para las delicadezas: ni preliminares, ni besos. Ella mordía su piel, le tiraba del pelo. Él se notaba estallar, manoseaba toda la piel que encontraba a su paso. Sus manos apenas podían cubrir el tamaño de sus pechos. Hubo una lucha por ver quién de los dos dominaba la situación, pero finalmente fue él quien la cabalgó. Entró duro, sin contemplaciones, le arrancó un grito. En la habitación resonaba los golpes de los huevos de él contra los dos cachetes duros de ella. Sus tetas botando al ritmo parecían irla a golpear en la cara. Así, alzando la mirada, se encontró con el cuello de ella. Bajó un poco la fuerza y velocidad de las embestidas para dirigir sus manos en torno a su cuello.
¿Qué se supone que haces?
Querías saber sobre las fotos. Te haré sentirte en la misma situación.
Sin darle tiempo a protestar o negarse, sus dedos se cernieron sobre su cuello y apretó con fuerza. De su garganta surgió un gemido que pronto quedó ahogado. Ella cerró los ojos, presa de un espasmo por la impresión, se aferró a las sábanas y se tensó. Al estirar todo su cuerpo, no pudo evitar echar la cabeza hacia atrás, haciendo crecer su cuello… más sitio para apretar. Se cuidó de estrangularla en el nacimiento del cuello, justo por debajo de la barbilla, donde menos daño provocaba, pero no por ello menor sensación de asfixia. Notó que la costaba respirar, sus piernas se removían bajo su peso, aunque aún no llegaban a patalear. Hicieron falta cinco segundos más para que comenzase la letanía de gemidos y patadas al colchón. Las uñas de ella también se clavaron en las manos de él, pero no disminuyó la fuerza. Por el contrario, siguió apretando y forzó a sus caderas a moverse, aunque no hizo falta apremiarse mucho: la piel de ella comenzaba a tornarse roja, alguna venilla podía verse en su frente. Pero ella no se quejaba más allá del límite de supervivencia, se dejaba hacer y no se quejaba. Permanecieron así unos 30 segundos, momento en el que él pensó quizás en liberarla para evitar que se desmayase, pero se sorprendió al notar que el cuerpo de Sharon se tensaba aún más, que elevaba sus caderas y que su boca se abría, no para buscar oxígeno, sino para celebrar el orgasmo que recorría en esos instantes su cuerpo y la hacía temblar. Fijándose en sus ojos llorosos y notando las contracciones de su vulva, Hacker no pudo hacer otra cosa que correrse dentro de ella, saliendo un poco y manchando con un chorro de lefa los billetes cercanos al culo de la asiática. Sus manos por fin liberaron su cuello, dejando unas marcas allá donde antes la piel era suave y tersa. Sus respiraciones se fundieron en un coro en busca del aire que parecía faltar en aquella habitación. Finalmente, él se derrumbó al lado de ella, que se giró para contemplarle.
Hacía tiempo que nadie me daba un viaje así.
Sí, te has corrido a base de bien, putita… creo que los 6000 deberían quedarse conmigo por habértelo hecho pasar tan bien.
Creído de mierda.
Hubo un silencio, donde ambos parecieron reflexionar sobre cuál debería ser el siguiente paso en aquella complicada escena. Finalmente ella se levantó de la cama, sin duda, más entrenada para recuperarse cuanto antes de ese tipo de esfuerzos. Buscó su ropa. Buscó el maletín. Comenzó a echar dentro los billetes que no estaban bajo el cuerpo de él. Hacker la observaba.
¿Ya te vas?
¿No esperarías un besito de buenas noches?
No… pero me has decepcionado.
Ella se sintió entonces insultada. Se rio despectivamente.
¿Disculpa? No tengas los huevos de decirme que no lo has disfrutado – Dijo, mostrándole uno de los billetes manchados por su corrida.
No. No he dicho eso. – Le rebatió, levantándose también para acercarse a ella. – He dicho que me has decepcionado. No supones una amenaza real para mí.
¿Q-qué has dicho? – El agua de nuevo pareció bullir en ella para convertirse en fuego. Él se percató de que su mano derecha quiso asir el arma con fuerza para protegerse. Le devolvió la bofetada. Esta vez fue el labio de ella el que se rompió, manchando sus preciosas tetas. Un movimiento rápido le bastó para quitarle la pistola de las manos. La tiró sin contemplaciones al baño de la habitación, generando un gran estrépito. Avanzó hacia ella, que le miraba con odio y con dolor.
T-tengo una copia de seguridad con todos tus datos…
¿Crees que no me he cubierto las espaldas de ratas como tú? Pensé que me amenazarías con algo más que eso…
¿Con algo más? ¡Lo sé todo sobre ti!
Él sonrió entonces turbiamente, acorralándola. Sharon soltó el maletín, el dinero se desperdigó por el suelo. Se cubrió con la ropa, como si fuera a servirle de algo.
No. No sabes nada, perra.
¡Le mandaré una copia a tu jefe…! – Gritó ella, intentando disimular su miedo y nerviosismo, pero no se daba cuenta de que, a cada paso que daba él, ella retrocedía otro.
¿Sobre qué? ¿Sobre algo que no sabe ni descubrir? ¿Qué te hace pensar si quiera que podrás contactar con él? ¿Te crees muy lista? Crees saber quién soy, pero no tienes ni puta idea. Te diré algo: prueba a preguntarme quién soy yo en realidad. Vamos, prueba, putita. Nos divertiremos.
¡Estás loco!
Sólo en parte. Pero eso no es quién soy, es lo que soy, en todo caso. No has buscado bien, preciosa.
Los pies de ella dieron con el tocador. Se había acabado el pasillo. La tenía acorralada completamente.
¡Entonces dime quién eres, loco de mierda, y acabemos con esto!
Soy el verdugo de doncellas. Soy un asesino. Soy Hacker, y tú eres mi presa.
Entonces, como si aquello fuera el detonante de toda la tensión acumulada en la habitación, la violencia se puso en marcha, como por obra de un resorte. Ella profirió un grito. Se abalanzó contra él, derribándole. Cayeron pesadamente en el suelo. Sharon usó sus uñas, buscó sus ojos, su cara. Consiguió dar con la carne, provocó sangre y enervarle aún más. Sus manos cogieron con fuerza las muñecas de ella, de haber apretado más podría habérselas roto. La volcó contra el suelo. Ella trató de soltarle una patada, pero Hacker fue más rápido y se tumbó contra ella. Sharon gritaba, pataleaba inútilmente.
¡No, por favor! ¡No diré nada! ¡Déjame ir!
Demasiado tarde. Tendrías que habértelo pensado antes de escribir.
Entonces, ¿mataste a todas…? ¡Eres un monstruo!
Quien avisa no es traidor, querida. Has jugado muy mal tus cartas.
¡Déjame ir! Con los 6000 puedo desaparecer. Desapareceré, lo juro, ¡lo juro! Me marcho a Shangai, joder, ¿es que no lo entiendes?, sólo quiero volver con mi hija, sólo eso, sólo es… ¡¡aaahhhggg!!
La furia asesina y el dolor en la cara hacía que Hacker no la escuchase, o que le diese exactamente igual qué le estuviese contando. Había escrito, y tenía que morir. Sabía quién era, y no podía salir de allí viva. Sabía lo que había hecho, y ahora iba a sentirlo al 100%. La notó temblar, llorar, quejarse, gemir. Esta vez no se preocupó de darle ningún placer. Atacó con fuerza, atacó a la parte baja del cuello, allá donde sabía que le dolería. Quería que le doliese. Quería que sintiera el mismo dolor que estaba sintiendo él, con el rostro atravesado por sus uñas. Apretó con tanta fuerza que tuvo que relajarse para no romperla el cuello. Las manos de ella intentaron alcanzar de nuevo su cara. La levantó, la golpeó contra el suelo, repitió varias veces la jugada, sin preocuparle sus gritos ahogados ni los golpes, decidido a no dejarla hasta que se le quitase la tontería. Sharon por fin paró, bajó los brazos, luchó contra su instinto y se limitó a mirarle, clavando sus ojos en los de él, transmitiéndole un mensaje mudo de súplica, de perdón. Por favor, no me mates, no me mates, no me mates… sus ojos lagrimeaban, estaban muy abiertos. Si hubiera sido una occidental estarían a punto de saltársele de las órbitas, tal era la presión que él estaba ejerciendo. El color de su cara se semejaba al rojo de la alfombra. Varias venillas ya le habían estallado y tenía morados que le afeaban su bello rostro, antes porcelana pura. Su fuego se apagaba al mismo ritmo que su vida. Del agua sólo quedaba la tranquilidad de los muertos, o de los que veían aproximarse su final. Sus pechos subían y bajaban sin control, buscando aire. No paraban de moverse y bambolearse, algo que era bastante atrayente, incluso para aquella situación. Sus labios, partidos y llenos de sangre, se abrían y cerraban, boqueando por oxígeno. ¡Ah, qué escena tan diferente al momento de sexo que habían vivido antes! Aquello le hizo recordar algo… La besó en los labios, para sorpresa de ella, y al alzarse dijo:
- Sharon, me estaba olvidando… he probado tu coñito, pero me queda otro agujero por catar.
Los ojos de ella se abrieron aún más cuando su polla atravesó su culo, como si fuera una lanza. O más bien una porra, dura, sin lubricar. Hacker no supo de dónde sacó el aire, pero soltó un buen grito al notarse violada por detrás. Volvió a revolverse, pero su fuego se apagaba por momentos. Apenas se defendía de las embestidas salvajes de él. Su mirada ya estaba fija en el techo, en otro lugar que ya no pertenecía a aquel mundo. Las manos de él apenas eran visibles ya entre la maraña de pelo y el cuello de ella, se habían hundido dejando unas ronchas moradas, casi negras. Pero él se centró sobre todo en su boca, que quedó atrozmente abierta, como la de una muñeca hinchable. De allí emergió una lengua larga y sonrosada, junto con saliva que más bien parecía espuma, y se quedó colgando de sus labios. Cuando descargó dentro de ella dudó de que estuviera ya viva. Permaneció allí, observándola un rato, apretando sin perderse ningún detalle de sus escasos movimientos. Cuando notó que sus tetas ya no se movían, soltó, se oyó un siseo salir de su garganta. Pero ni un pataleo, ni un aleteo de brazos, ni un intento de ataque. Todo había terminado entre gemidos y quejidos.
Se quedó mirando su cuello. Estaba más largo. Sus manos se veían claramente dibujadas en él. No le dio ninguna pena la escena. Se retiró de ella, sacando su miembro de su ano. Se levantó, cansado después de tanto ejercicio, de tanta lucha. Aun así, sacó fuerzas y la levantó para subirla a la cama. Tiró todo el dinero que encontró por encima de ella. Fue hacia su ropa, tirada, rasgada, en la puerta de la habitación. Se vistió a duras penas, y vio su lamentable estado. Se lavó en el baño, pero de nada serviría a la hora de explicar todas aquellas heridas. Resignado, volvió a la habitación, y rebuscó en sus pantalones. Dio con su móvil y lo abrió, como tantas otras veces, para dar con las aplicaciones. Buscó la cámara. Enfocó al cuerpo entero de Sharon. Un flashazo inundó la habitación. Enfocó a su cara amoratada. Otro flashazo. A sus ojos desorbitados e inyectado en sangre, ahora completamente visibles, sin tener apenas apariencia de orientales. Otro. A su boca abierta, llena de sangre y espuma, con la sugerente lengua asomándose provocativamente. El último flashazo.
Cerró la cámara. Cerró las aplicaciones. Bloqueó el móvil. Lo volvió a guardar. Reparó en la pistola. La encontró en el baño. Cogió el maletín en el otro lado de la cama y la guardó dentro. Se arregló lo mejor que pudo, disimuló su rostro alzando el cuello de la gabardina, que por suerte no había sufrido daños y ayudaba a cubrir su traje roto. Abrió la puerta y, mientras se cerraba y se encaminaba al ascensor que le trajo hasta allí, le dedicó unas palabras de despedida a Sharon.
- Que disfrutes de tu dinero en el infierno.
Publicado: Mar Abr 10, 2012 02:21 am
Hacker: He conocido a una doncella. Su nombre es Sharon.
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