¡Hola pareja!

Seguimos a lo nuestro y mientras ella seguía bamboleando sus caderas y chupando el sabor de nuestra visitante en mis dedos, yo le bajé la cremallera del short y comencé a masturbarla...

¡Hola pareja!

No recuerdo como se llamaba el grupo que tocaba. Posiblemente no llegué a saber su nombre porque, para ser sincero, me daba igual. Era un concierto en la playa, gratis, en una calurosa noche de verano. Sí recuerdo que la música era de esa tipo salsa, merengue o como la quieran llamar. Si me sentara a escuchar música sería de lo último que pondría pero para bailar …. Eso ya es otra cosa. Con esa música no se baila, se folla de pie.

A lo que iba, estaba allí bailoteando al compás de los acordes que nos llegaban del escenario donde las acompañantes del guapo de turno desbordaban sus curvas con movimientos sensuales y provocativos bajo sus minúsculos tops y sus aún más minúsculas falditas. Cristina se contoneaba apretando su culo contra mí. Yo, desde atrás, me acercaba y alejaba, rozándola con mi polla que empezaba a ponerse dura , con un cubata fresquito en una mano y una teta calentita en la otra.

Le cantaba al oído, le lamía el cuello, le daba mordisquitos, me apretaba contra ella, cada vez más caliente. En ese momento noté que alguien se me acercaba por detrás y, moviéndose al mismo ritmo que nosotros, apretaba sus tetas contra mi espalda y me decía al oído ¡hola pareja! Con la música no pude reconocer su voz y no quise volverme para seguirle el juego, así que eché un poco el culo para atrás para darle la bienvenida y seguí a lo mío.

Sus manos me adelantaron y agarraron con ganas las tetas de Cristina. Yo bajé la mía y empecé a acariciarla por encima de la tela del corto y fino short que llevaba puesto. La otra mano, como si tuviera vida propia, tiro el vaso medio vacío y se encaminó hacia atrás encontrando que mi "anónima" acompañante llevaba una falda bastante cortita, lo que me facilitó meter la mano bajo ella y avanzar en busca de otras profundidades.

Aparté el mínimo obstáculo del tanga y me encontré dentro de una cueva ardiente y húmeda, tanto que parecía una fuente de la que manara vida a borbotones. Enseguida empezó a moverse con frenesí haciendo que mis dedos se deslizaran con rapidez dentro y fuera de su coño. Antes de que me diera cuenta se estaba corriendo. Debía venir muy "alterada" y predispuesta porque todo ocurrió en un abrir y cerrar de ojos.

Y tal como había llegado se fue. Solo dijo "nos vemos" y cuando giré la cabeza ya se había largado. "¿Quién era?" me preguntó Cristina. "Ni idea" le contesté dándole a probar mis dedos.

Seguimos a lo nuestro y mientras ella seguía bamboleando sus caderas y chupando el sabor de nuestra visitante en mis dedos, yo le bajé la cremallera del short y comencé a masturbarla. Parece que ella también se había puesto muy caliente porque no perdió tiempo y empezó a cabalgarme los dedos que le había metido en el chochito mientras mi pulgar le acariciaba el clítoris…. Otra vez visto y no visto. ¡Otra que se me corría entre las manos sin darme tiempo a nada! Llevé la mano a su boca y dejé que se deleitara con la mezcla de su sabor y el de la otra.

Yo tenía la polla a punto de estallar, así que nos fuimos hacia una zona un poco apartada y oscura. Se quitó el pantaloncito y se tumbó sobre una de las hamacas que durante el día alquilan para tomar el sol. Me arrodillé frente a ella y levantándole las piernas las coloqué sobre mis hombros y me puse a follarla con ganas. Mi polla entraba y salía entera de su coño en cada arremetida. Nuestros cuerpos sudorosos chocaban una y otra vez hasta que no pude más y me corrí como si llevara semanas sin hacerlo, mi semen manaba a borbotones incontrolados inundando la dulce cueva de mi mujer.

No nos entretuvimos más porque, aunque había poca luz, no paraba de pasar gente cerca de nuestra hamaca. Así que nos fuimos hasta una barra para tomarnos algo que nos refrescara. Encontramos allí a un grupo de amigos entre los que estaban Esther y su marido. Ella muy pero que muy apetecible con una ajustada camiseta que resaltaba sus abundantes pechos y una minifalda vaquera realmente excitante.

Nuestra amistad con Esther es de esas superficiales, lejanas y, aunque nos cae bien, es bastante tontita. Una pijita típicamente modosita.

Por eso cuando nos saludó con un ¡hola pareja! Mientras me guiñaba un ojo faltó poco para que me atragantara con el cubata. "¿Cómo os lo estáis pasando?" nos preguntó, "porque a mí me va de rechupete" continuó diciendo mientras que le daba un amistoso beso a Cristina y, aprovechando que su marido charlaba de espaldas a ella, bajó la mano y me agarró la polla con fuerza por encima de los pantalones. ¡Joder con la mosquita muerta!

"Vas a ir al infierno por cosas como esta" le dije entre risas. "Seguro que tú estarás allí" me respondió". "Cuando quieras te enseño el camino" continué con la broma. Dicho y hecho, debió pensar Esther, y le dijo a Gonzalo: "cariño, voy con Cristina a comer algo, que me muero de hambre". "Vale, por aquí te espero" le contestó.

Nos fuimos los tres a poner remedio al hambre de nuestra amiga. Cristina pensó que lo mejor era volver a nuestra querida hamaca y a Esther le encantó la idea. Cuando llegamos pensé que era prioritario sofocar el hambre de la pijita, así que me bajé los pantalones y puse mi polla a su disposición.

Esther no se hizo esperar y se metió el glande en la boca, chupándolo con fruición mientras jugueteaba con la lengua en la punta de mi polla, intentando introducirla en el boquetito. Cristina no estaba dispuesta a quedarse atrás y que me comieran el terreno sin su ayuda. Empezó a lamerme los huevos y a subir su lengua por mi polla hasta llegar a la boca de Esther, entreteniéndose allí un poquito en un pequeño duelo de lenguas y volviendo a bajar otra vez hasta los huevos y bajo ellos buscarme el culo para volverme loco con sus jugueteos.

No sé cual de las dos bocas me daba más placer, no se que sensación primaba sobre la otra, pero el caso es que me dejé llevar y agarrando la cabeza de Esther le introduje la polla hasta la garganta y comencé un movimiento de bamboleo que hizo que me corriera en su boca mientras Cristina me masajeaba los huevos y ponía mi culo en efervescencia con su lengua.

Aún no habían terminado mis espasmos cuando mis hambrientas compañeras se apartaron de mí y se pusieron a besarse intercambiando mi semen y sus salivas en una lujuriosa mezcla, despertando en mí los instintos más primitivos.

No sé si a Esther se le paso el hambre pero cuando volvimos con los demás y su marido le preguntó "¿ya estás contenta?" ella le contestó "estaba todo riquísimo" mientras se pasaba la lengua por los labios relamiéndose