Hola , me llamo Jenny y soy ninfómana

Hola, me llamo Jennifer Gutiérrez Álvarez, tengo 23 años y soy una adicta al sexo, o como mucha gente dice una puta barata.

Hola, me llamo Jenny y soy ninfómana. ¿Porqué empiezo así? Pues sencillamente porque me parecería ridículo comenzar diciendo: Hola, me llamo Jennifer Gutiérrez Álvarez, tengo 23 años y soy una adicta al sexo, o como mucha gente dice una puta barata.

Perdí la virginidad a los 13 años con un primo lejano y desde ese día no he parado de follar con todo bicho viviente que se me pone delante. Eso sí, no me tiro a cualquiera, para mí tiene que ser el que tiene el mejor cuerpo del local. Sí, del local, ya que la mayoría los he conocido en discotecas. Eh, tío. ¿Te apetece echar un polvo conmigo?- mi frase de siempre. A algunos les parece muy directo pero, ¿para qué andarnos con rodeos si al final vamos a acabar en la cama?

Tampoco me dejo tocar en un primer momento, me gusta llevar la iniciativa y suelo jugar con ellos vendándoles los ojos. Pocos se han resistido a mis juegos ya que lo suelo proponer cuando tengo sus pollas dentro de mí, así que si no aceptan me la saco, me visto y me marcho.

Cuando estaba en la facultad (estudiaba 2º de psicología) no me faltaban los chicos, ahí fue donde descubrí mi pequeña adicción.

Fue un día en el que tuvimos una charla de sexo, se presentó una ninfómana allí y comenzó a explicar sus vivencias. Nos contó que no era malo pero debías controlarte porque perdías tu vida social por la simple razón de que lo único que hacías era follar y dormir. Cuando terminó la charla estaba tan cachonda que salí de allí y acabé en el baño con un tío que me había encontrado por el camino. Escogí la carrera de psicología porque quería especializarme en sexología para informarme sobre la adicción al sexo para así aprender a controlarme. La ninfómana también nos dijo que al principio no ganaba para condones porque no quería quedarse embarazada hasta que empezó a tomarse la píldora. ¿Qué hacía yo? Pues para mi suerte no los he usado nunca porque a los 15 años me violaron y me hicieron tal destrozo por dentro que el médico dijo que nunca podría quedarme embarazada.

Todo ocurrió en la fiesta de un viaje de fin de curso. Recuerdo que esa noche estaba muy borracha y ya había follado con unos cuántos guiris que me había encontrado, así que fui al baño a lavarme la cara. Dos chicas, no recuerdo quienes, me siguieron y al entrar me tiraron al suelo. Comenzaron a llamarme de todo y pasados unos minutos aparecieron varios chicos de mi clase. Sólo recuerdo que me la metieron por todos los sitios imaginables y que utilizaron todo tipo de objetos, es increíble pero me dio tanto placer que me desmayé y desperté en la clínica.

Mi padre dijo que no valía la pena denunciar al instituto, que no ganaríamos nada con ello más que se enterasen los vecinos y eso a ellos no les interesaba. Pertenecía a una familia rica a la que sólo les importaban las apariencias y cuyos padres se habían casado más por intereses financieros que por amor. Después de lo ocurrido en la fiesta de fin de curso, comencé a odiar a mis padres, les echaba la culpa de todo lo ocurrido y odiaba más a mi padre por ocultarlo ya que mi madre nunca opinaba nada. Para vengarme de él, me vestía insinuante, me masturbaba junto a la piscina dando enormes gemidos para que me escuchasen los vecinos y me acostaba con sus hijos. El resultado de esto era una multitud de palizas que acabaron por causarme placer en lugar de dolor. Pero llegó el día de mi venganza y resultó ser de la forma más sencilla que podía haber.

Había estado 3 años acostándome con los compañeros de trabajo de mi padre para ponerlo en ridículo pero quién me iba a decir a mí que en la fiesta de mis 18 cumpleaños se cumpliría al fin mi sueño y que lo iba a lograr con una sola persona: Mi primo Roberto, el curita. Pues sí, mi padre invitó a toda mi familia, a su jefe y compañeros de trabajo y a los vecinos. No había visto a mi primo desde que era una enana, cuando se escapaba de su casa para regalarme flores o bombones y pedirme que fuese su novia. Fue muy sencillo, me senté con él a recordar el pasado y me contó que se había hecho cura porque yo lo había rechazado años atrás y había sido la única chica que le había llegado a gustar. Le sonreí y le dije que lo podía recompensar, así que lo subí por las escaleras y le dije que tenía una sorpresa para él pero que se debía dejar vendar los ojos. Una vez hice esto, le llevé hasta la cama de mis padres y lo tumbé de un empujón sobre ella. Se intentó quitar la venda y le dije: ¿no confías en mí que intentas quitártela?.

  • Sí confío en ti primita, pero sabes que soy cura y no quiero que ocurra nada entre nosotros- me dijo asustado.

  • Tranquilo tú ponte cómodo que no es lo que piensas, sólo quiero mostrarte algo.

Se tranquilizó y con la venda puesta aproveché para esposarlo de pies y manos, aún pienso en cómo pude hacerlo sin que él lo notara. Entonces me senté sobre él, le tapé la boca con un paño y empecé a rajarle la ropa con mi navaja de la suerte. Le quité la venda de los ojos para que me viera como le chupaba la polla hasta el punto de que sus impulsos fueron mayores que su amor por Dios. Llegado a este punto metí su polla dentro de mí y empecé a follármelo echa una fiera, gritando de placer. Mis padres no me oían con la música pero cuando noté que pronto iba tener un orgasmo le quité el paño de la boca a Roberto y apagué el equipo para que todos lo oyeran dando gritos de auxilio. Sentí los pasos de la gente subiendo las escaleras y galopé sobre él con más fuerza hasta el punto de hacerme daño. Una vez abierta la puerta de su dormitorio, encontraron esa escena por lo que se pusieron muy furiosos y esa misma noche me echaron de la casa. ¿Qué importaba haberme violado a un cura si yo no era católica?

Meses después descubrí que la verdadera causa por la cuál mi primo se había metido a sacerdote era que había estado con una puta que le había pegado el SIDA. ¡Qué bien! Ya sé de qué me voy a morir - pensé. Así que me hice las pruebas y descubrí que era portadora así que sino quería morirme pronto debía ingresar en un centro para recibir un tratamiento. ¿Qué pensé en ese momento? Pues, ¿a cuántos se lo habré pegado?

Cuando ingresé lo pasé muy mal porque tenía que olvidar mi vida anterior y debía explorar una nueva. De esta forma, un día en que nosotros, los enfermos, no podíamos salir al jardín a tomar un poco el sol y en mi caso, a masturbarme en el césped con cualquier palo que encontrase por allí, se cruzó en mi camino David. ¿Cómo? Sencillamente, me metí en el baño de los hombres para meterme la escobilla y lo encontré meneándosela en el lavabo. Desde un rincón observé durante unos minutos cómo lo hacía y al verme gritó:

  • ¿Qué coño haces ahí?

  • ¿Quieres que te la chupe? Pero sólo si me devuelves el favor después.

Sonrió y accedió a mi propuesta pero cuando llegó su turno me puso a cuatro patas y me la metió al tiempo que me mordía el cuello. Fue la mejor experiencia que he tenido a lo largo de mi vida.

Después de aquello nos fugamos cada dos o tres horas al baño o a una de nuestras habitaciones y follamos salvajemente sin parar. Al principio creí que lo que sentía por él era mera atracción física pero con el tiempo me di cuenta de que me había enamorado de él y lo más importante, que lo quería. Siempre creyó que cuando le decía estas palabras follando lo hacía porque sabía que a él le daba mucho morbo que lo hiciera.

Pero esta felicidad no ha durado mucho tiempo: David ya no puede levantarse de la cama, está muy pálido, según los médicos no le quedan muchas horas de vida por ello, hoy no he salido de su cuarto y llevo horas follando con él ya que me lo pidió como su última voluntad.

Estoy encerrada en su cuarto con él porque no quiero que los médicos nos interrumpan pero me gritan desde afuera que abra la puerta.

Intentan tirar la puerta abajo. Miro a David apenas puede tener los ojos abiertos pero yo sigo galopando sobre él. ¿Tienes sueño?- le pregunto. Él sonríe y asiente, ya no le queda mucho me dice.

Ha venido la policía y me gritan desde afuera que abra la puerta o tendrán que disparar. Sonrió, miro a David y saco un revólver de mi pantalón. ¿Sabes para qué es esto? Para despertar follando juntos en el otro mundo. Estás loca- me dice, y da una última calada de aire antes de morir. Al mismo tiempo yo tengo un orgasmo, su intensidad me hace gritar de placer, cierro los ojos, me acerco a él y le susurro al oído: Lo sé y por eso te quiero.