Hojas de otoño

Es el mismo de Uniones, otro nombre, completo, corregido y con un "capítulo extra. Espero me disculpen ^^

En silencio Ximena se dedica a contemplar las hojas de arboles que sobrevolaban la acera del parque. Se encuentra confundida y, por primera vez, se siente infinitamente sola. Fue hace unos días cuando al llegar a su casa se encontró a ese oficial en la puerta. Un accidente había ocurrido en la carretera, y al no poder localizar a los familiares por teléfono se dirigieron a el domicilio que aparecía en la identificación.

Con pesar fue al MP y de ahí a identificar el cuerpo. Al verla no se percato de que una lágrima había terminado en su barbilla y con un gesto seco asintió y comenzó a hacerse cargo de el papeleo.

Unos cuantos amigos asistieron, para después llegar la familia y hacerse cargo de unas cuantas cosas. Ximena se sentía desplazada, molesta sin embargo no tenía fuerzas para reclamar o siquiera musitar. Constantemente se repetía que era un sueño, una pesadilla y en cualquier momento despertaría con el corazón agitado y sintiendo el calor de esa mujer a su lado.

Pero nunca despertó.

Al llegar al día siguiente a casa ni siquiera tuvo la fuerza de llegar a la cama, se sentó en el suelo contra el sofá antes de caer sumida en un largo sueño incómodo. En la noche despertó con un fuerte dolor en la columna, sus ojos buscaron la luz en la habitación, esperando que ella estuviese ahí y la regañara por haber dormido en tal mal lugar.

Se acercó al marco de la puerta y unas cuantas lágrimas hicieron su estancia en sus ojos, pero de ahí nunca pasaron. Recordó que le había dicho antes de irse… Un beso y unas palabras de cariño ahora parecían tan poco.

Hace días que no dormía en esa cama, en una ocasión se recostó un momento y lo único que consiguió fue recordar sus caricias, su cuerpo se estremeció y con poco interés sus manos recorrieron su cuerpo para llegar a ese orgasmo albergado. Fue cuando lo alcanzó que las lágrimas terminaron en las sabanas, un sabor amargo entrometiéndose en su boca.

Se levantó y tropezando con la puerta se dejo caer en la sala, su corazón se encontraba destrozado y sintiéndose vulnerable se hizo un ovillo en el suelo. Mientras las lágrimas recorrían su rostro su cuerpo se quedó dormido una vez más.

Y ahora se encontraba en ese parque que parecía ser su refugio, sin deseos de querer estar en su casa se pasaba la tarde ahí. Su trabajo en la universidad pronto se vería muy afectado si seguía faltando, así que ese día en la mañana se presentó a dar unas cuantas clases intentando mostrar su mejor aspecto, pero sin mucho éxito con el mismo.

Era otoño y las hojas comenzaba a caer, los pasillos de ese jardín se encontraban llenos de hojas. Le gustaba ver las hojas, aunque era un gusto masoquista, así fue como conoció a la única mujer a la que se le abrió completamente, ante la que era vulnerable.

No todo es color de rosa. Contempló ese anillo en su mano una vez mas y sacándolo de ese dedo lo escondió en su pantalón. No sabía como desprenderse de el, pues Ximena sentía era la unión con Helena, su Helena.

Aquella mujer de negra cabellera, con ojos profundos y cafés. Su cuerpo se estremecía a cada contacto que tenían, bastaba con tocarse las manos para que un escalofrío recorriese a Ximena.

¿Cuándo comenzaron los planes? No se sabe, pero se sospecha fue desde el principio de la relación. ¿Y ahora? Una se encontraba sin rumbo y la otra simplemente no estaba.

Resignadamente Ximena comenzó a caminar de vuelta a casa, iba lentamente y con la vista en el suelo. No sabe en que momento se topó con una persona junto a la cual llegaron al suelo. Cayó pesadamente y, lejos de buscar reclamar, sus ojos comenzaron a hundirse entre lágrimas, abrazó a esa desconocida (pues su olor y la suavidad de sus manos y gestos la delataron) y contra aquella zona entre su cuello y hombro desahogo todo lo que sentía, todo lo que estaba guardando.

Tras varios minutos la desconocida no hizo nada mas que sujetarla y olvidándose de a donde se dirigía con tanta prisa terminó por abrazarla, acariciarla suavemente hasta que se sintiese mas tranquila.

Ximena se separó y sintió un poco de pudor. Llevó una mano a sus ojos mientras se levantaban y dijo que lo sentía. Al abrirlos se encontró con una sonrisa comprensiva, que no reclamaba nada ni exigía explicación. Se sintió mas tranquila y la vez que compartía un secreto con ella. Se volvió a disculpar antes de preguntarle si quería que la acompañara a donde se dirigía.

La otra mujer contemplo su reloj y dijo que ya no tenía caso, pero que si gustaba ella la acompañaba a su casa.

Ximena dudó, pues estos días, sumida en la depresión, el aspecto de su hogar debería ser algo escandaloso y desastroso; sin embargo esa mujer le inspiraba confianza y, siendo ahora su cómplice en sabe Dios que, acepto un poco de compañía en su habitual trayecto solitario.

Fue un trayecto silencioso pero reconfortante, Ximena quería tener el valor para entrar a esa casa y no deseaba enfrentarse sola.

Al ver el lugar que llamaba hogar se detuvo un poco, su acompañante notándolo le preguntó si se encontraba bien, si había visto a alguien o si no quería llegar a casa; Ximena guardó silencio en todas las preguntas, pero en la última asintió secamente sin poder separar los ojos de aquel lugar y sin poder detenerse.

Fue aquella mujer de cabello castaño corto que la detuvo y con sus ojos fijos le preguntó si había alguien ahí. La respuesta la dejó un poco desconcertada. En realidad era que no había nadie y que nunca más habría alguien.

"¿Hace cuanto fue?"

"Casi un mes"

"¿Quieres que te acompañe?"

"No es necesario."

Haciendo caso omiso arrastró a Ximena hasta llegar frente a la puerta de ese lugar, pidió las llaves y después de abrir la reja la vio alcanzando a dudar unos segundos de sus próximas acciones. ¿Qué recriminación habría entrando a casa de una desconocida?

Lo pensó menos, mirando a la dueña de esa casa la hizo pasar primero, tras pasar la puerta la abrazó por la espalda. Sintió como su compañera exhalaba varios suspiros y con cierta pericia se dirigieron hacia donde intuyo serian las habitaciones. Todas estaban abiertas, con una clase de desorden organizado en su interior, pero había una puerta que permanecía cerrada.

"¿No quieres entrar?"

No espero respuesta y asiéndola por su cintura la guio. Un temblor recorrió el cuerpo de Ximena antes de derrumbarse. La ágil mujer la sostuvo como pudo y la llevo a la sala. Dejándola caer suavemente en el sofá se dispuso a marcharse, pero el verla tan frágil y a la vez resistente decidió esperar frente a ella.

Recostada en la pared se fue quedando dormida en un sueño intranquilo. Era tarde y seguramente tendría problemas cuando llegara a casa, pero eso le parecía insignificante.

El olor del café la despertó, mirando el reloj se dio cuenta que pasaban de las cuatro de la mañana. Adolorida se levantó y siguió el aroma con su nariz. Se quedo contemplando a Ximena dar vueltas en la cocina desde la puerta, preparando lo que parecía un desayuno.

"¿Quieres que te ayude?"

Ximena por poco brinca y se queda a media cocina con un infarto. Se giró y la contemplo al momento en que le sonreía, le dijo no gracias y siguió con su labor.

La mujer en el marco de la puerta observó toda la faena, concluyo que Ximena estaba preparando algo parecido a un desayuno. Quizá moría de hambre, se veía que no había estado comiendo bien. Se sorprendió cuando, tras cerrar los ojos y dormitar unos instantes, se encontró frente a ella el rostro de la mujer de la cocina.

"Me llamo Mariana"

"Genial, pensé que no sabría tu nombre, soy Ximena"

"¿Estás mejor?"

"La verdad si, muchas gracias. Me hacía falta desahogarme con alguien"

"¿Aunque fuese una desconocida?"

Tras una breve sonrisa Ximena se hizo a un lado y dejo ver lo que había estado preparando, un buen desayuno. Era algo temprano pero quería impresionar a la que consideraba su nueva amiga. Le explico que era para ella y que quería agradecerle que se tomara tantas molestias. En los ojos de Mariana aparecieron un par de lágrimas y por un instante Ximena se preocupo, pero pronto comprendió que eran de gratitud, eran las mismas que ella sentía en ese momento.

Se sentaron en torno a la mesa de la cocina y mientras desayunaban no dijeron palabra, las miradas lo decían todo. Sentían aprecio una por la otra y de un instante a otro las palabras fueron a parar a un rincón, todas las dudas y las preguntas iniciales se escondieron por unos momentos.


Al momento de separarse Mariana se quedó contemplando como esa mujer iba camino al trabajo, no se dieron teléfono, no intercambiaron direcciones, en realidad ni siquiera dijeron que ojala en alguna ocasión se volvieran a encontrar. Pero para Mariana, esa mujer ya había cambiado su vida de una manera inefable.

Caminó en silencio hasta su hogar. Encontró a su madre alterada y de un momento a otro su mejilla se transformó en una parte de piel roja en exceso. Sus ojos destellaron furia, furia que seguiría reprimida desde el intante en que estaba amenazada si se atrevía a hacerle algo a su "maravillosa madre" en palabras de su hermano.

Es curioso como se le puede seguir llamando familia a aquellos que de alguna manera te dan la espalda. Ellos a quienes has admirado cuando eres pequeño y que de un momento a otro unas cuantas palabras pueden ponerlos en tu contra, que te odien sin razón aparente.

Entró a su habitación y tomó las cosas necesarias para darse una ducha. Fue un baño largo, en el que recordó las razones por las que había ayudado a Ximena. A ella le hubiera gustado que la ayudaran cuando se quedó sin Yaz. Esa mujer que no pudo aguantar el rechazo de su familia para terminar suicidándose. La madre de Yaz le echo toda la culpa a Mariana, dijo que ella había sido la mala influencia, que seguramente había convencido a su hija para que se hiciera una "asquerosa lesbiana" y arrebatarle su vida para dársela al diablo. En fin, una señora loca, paranoica y hasta la… de fanática religiosa.

Claro, a Mariana le habría encantado tener aunque sea un amigo con el cual platicar de vez en cuando, que su madre no la mandara a aquella escuela en otro país y que fuese abiertamente rechazada de su familia, con la que tenía que vivir y convivir al menos hasta que terminara la carrera. Vamos, que la familia directa ni siquiera le decía feliz navidad, mucho menos encontraba un regalo perdido que sería para ella. Desde hace años no recordaban su cumpleaños, desde hace tiempo lo único que escuchaba al salir de su habitación eran gritos, excepto en los momentos en que su madre golpeaba la puerta de la habitación y le gritaba con intenciones de quedarse afónica.

Ella si que parecía poseida por algo.

Al llegar a su habitación se dedicó a contemplar el techo de la misma, recordando su sueño infantil de ser astronauta. Las metas cambian, pero no se había alejado tanto de su sueño inicial. Estudiar física desde cierta perspectiva le dejaba comprender mejor el universo, encerrada en un laboratorio, pero con sus estudios evocados en las estrellas, cualquiera diría que es mejor estudiar astronomía, pero para terminar quería estudiar en otro país, y eso es algo a lo que su madre se había opuesto rotundamente después de lo sucedido en su año de internado. Que va… termino teniendo una noche de sexo casual con otra chica y fueron atrapadas infraganti.

Sin darse cuenta dieron las cuatro de la tarde. Se escabulló hasta su ventana y con cierta pericia logró saltar del otro lado. Se dirigió con pasos determinados a aquel parque, esperando poder olvidarse un poco de lo que tenía que soportar en casa.

Caminando indistintamente y sumida en sus pensamientos no se dio cuenta de que un grupo de jóvenes comenzó a seguirla, ni que al poco rato de pasar por una banca le llamaron por su nombre. Fue hasta que sintió una mano en su brazo que se inquirió y se encontró con unos ojos destellantes.

"Muy sumida en tus pensamientos ¿eh?"

"Hola Ximena"

"Hola Mariana, ¿Sabes que creo que esos tipos te están siguiendo?"

Siguió la dirección a la que apuntaban los ojos de su acompañante y se encontró con su hermano. Ese hombre que la veía con cierta repulsión.

En un susurro le alcanzo a decir a Ximena que era su hermano y gritarle que se marcharan de ahí lo antes posible.

Ximena vislumbró el temor en los ojos de Mariana y tras agarrarla por la mano terminaron encerradas en un baño. Pensaba tan rápido como podía y viendo una ventana lo suficientemente grande para pasar le dijo que salieran por ahí, ella conocía un lugar donde podían estar sin ser vistas.

Después de fijarse que no había nadie pasaron del otro lado antes de volver a correr hasta encontrarse en un pequeño jardín tras la biblioteca del lugar. Era solitario y se veía agradable para pasar la tarde bajo algún árbol.

"¿Por qué le temes a tu hermano?"

Ximena rompió el silencio con una pregunta en la que la explicación que pedía podía ser muy vaga, no reprochaba pero si tenía curiosidad suficiente. Mariana la vio con los ojos llorosos y ahora fue ella la que se refugió en sus brazos. Ximena, un tanto atónita solo la rodeo por la cintura, esperando se calmara. No había sollozos, la existencia de las lagrimas solo era palpable por la humedad que existía en su hombro, lentamente se fueron espaciando.

Se separaron y, con una mano en la cintura de Mariana, Ximena limpió un pequeño rastro de aquellas gotas saladas. La última comenzaba a sentirse atraída por la ola de dudas que crecía en su interior y, a la vez, algo le decía que la sensación sería pasajera.

Mariana en silencio le comenzó a contar todo lo que le sucedía, desde el maltrato de su madre y su reprimida emoción, como había perdido a una persona a la que quería, por la que estaba dispuesta a dar todo para que al final ella le echara la culpa de todo.

La lluvia terminó sobre ellas, que ya se encontraban bajo un el techo de la pared de de la biblioteca. Ximena en ningún momento la interrumpió pero, cuando ella termino de contar su historia, ésta hizo unas cuantas preguntas de las que no quería respuesta, simplemente quería abrirle un poco su corazón como Mariana lo acababa de hacer con ella.

Tomó un mechón húmedo que se había instalado en su rostro, y envolviéndolo en su dedo le susurro que para ser la segunda vez le tenía un gran aprecio. Era demasiado saber que la persona de la que hablaba Mariana era una mujer, a pesar de haber omitido ese detalle fue demasiado obvio.

Era tarde ya, y una preocupada Ximena ocupó su rostro, no quería que su ahora íntima compañera tuviese problemas, posiblemente ya le habría ocasionado bastantes con lo sucedido con su hermano. Alegó que debía marcharse, que era tarde para ella, que los problemas serían peores si no regresaba a casa; pero Mariana no quería volver a casa, fue hasta que finalmente Ximena le dijo que la acompañaba que emprendieron camino.


Pudiendo experimentar lo que es llegar a un hogar y que te corran a patadas antes de siquiera presentarte, Ximena recorrió esa habitación que compartió tantas veces junto a su novia, supuso que así o peor debía sentirse una o un viudo. Por fin tuvo el valor de entrar después de aquella fatídica noche en la que semiinconsciente se masturbó en esa cama que sentía de ellas.

El silencio ahora no era el antagonista, se detuvo a pensar y bastó un segundo para pensar en Mariana para decidirse. Tomó con delicadeza la ropa de Helena, poco pasó antes de que se embriagara en su aroma y con unas cuantas lágrimas hundiéndose en sus parpados comenzó a separarla de la suya.

Supuso que, si daba por "cerrado" ese aspecto en su vida se sentiría mejor. No descansó hasta que todas sus pertenencias y las de Helena estuvieron guardadas en cajas. Al terminar, el amanecer inundó las habitaciones vacías, más cuando intento rozar con su pulgar ese anillo que habitaba su dedo anular izquierdo. Espantada lo buscó, preguntándose donde lo había guardado. Terminó recordándolo, dentro de su pantalón y en la ropa sucia lo fue a encontrar.

Tenía miedo a ponérselo y opto por ponerlo en una cadena, colgarlo en su cuello, entre sus vagos pensamientos significaba que el anillo estaría un poco mas cerca de su corazón, donde estaba Helena.

Decidida a llamar al trabajo para poder ausentarse, necesitaba salir un rato de casa, buscar un nuevo lugar y mandar las cosas a la familia de Helena. Casi se va de espalda cuando en la puerta encuentra a alguien acurrucado. Era Mariana.

Se acercó y con suavidad la despertó. Mariana estaba fría, como pudo hizo que entre sueños se levantase y la llevó hasta la otra habitación, esa en la que pensaba dormir estos últimos días, reservada para las visitas.

No tenía idea desde que hora estaría ahí afuera, la mañana era particularmente fría, Ximena hasta se había enfundado en un par de guantes y en su bufanda favorita.

El que Mariana musitara un lo siento fue quizá demasiado para su cuerpo, se desmayó antes de poder decir algo mas y Ximena esperando quedó, cuidándola de aquella fiebre que apareció después de unos minutos.

Los paños húmedos iban y venían. Rendida y un poco exhausta Ximena se quedó a su lado, descansando un segundo los ojos, cosa que se convirtió en al menos unas horas durmiendo como "moco".

Despertó cuando el anaranjado sol del atardecer le dio en el rostro. Sentir unos brazos ajenos la asustó. La única persona que la abrazaba mientras dormía era Helena y, a sabiendas de la situación, hizo memoria unos segundos antes de recordar a Mariana y su curiosa visita. Revisó la fiebre con el dorso de la mano, al parecer se había esfumado. Mariana abrió los ojos, posándolos en los oscuros de Ximena, suprimió el deseo de darle un suave beso y se levantó algo aprisa para quedar tumbada de vuelta en la cama.

"Te quedas aquí ¿vale?"

"Pero, pero, lo siento."

"Anda, descansa un poco más, iré a traerte algo ligero que comer."

Mariana se quedó sola en la habitación. Se sumió en sus pensamientos y decidió que podía hablar sin miedo. Tan ensimismada estaba que no se percato de la mujer que entró a la habitación hasta que ésta puso un plato con algo de sopa frente a ella.

Comió en silencio, con sus ojos clavados en la cuchara le preguntó a Ximena la hora; ésta le respondió con otra pregunta, que podría ser por ejemplo "¿Qué hace una joven como tú tan temprano en mi puerta y hecha un ovillo en el suelo?"

Mariana volvió a quedarse muda, y tras otro trago de sopa le dijo que había tenido problemas al llegar a casa, que hasta habían existido golpes y que el que su madre la acusara de ser la causante de lo de su papá fue suficiente para que saliera huyendo.

No tenía a donde ir ni con quien ir, se dio una vuelta por aquel claro del parque pero al ver a su hermano con su banda de amigos a lo lejos optó por ir a la única dirección que recordaba de la persona a la que ya consideraba su amiga.

Así que había estado desde la noche en ese escalón. Ximena no sabía que hacer, quería regresarla a su casa y a la vez protegerla de cualquier cosa.

Esa noche Mariana se quedará en esa habitación y Ximena dormiría en el sillón. Le señaló el baño y le dijo que estaría terminando de recoger unas cosas y que saldría a comprar algo para el día siguiente, le dejó anotado su celular y salió con la promesa de regresar en poco rato.


Ximena ingresó a la casa de su tío, necesitaba hablar con alguien y ayuda. Termino diciéndole como había sacado todo lo de Helena a partir de conocer a Mariana, el cómo le dio esperanza, como se veía tan joven y fuerte, que ella no merecía lo que le había pasado ni el quedarse sola.

Su tío la escucho atentamente para después preguntarle si aquella muchacha de nombre Mariana le atraía. Ximena se quedó helada pero no pudo desmentir aquellas palabras. Tenía miedo y no quería volver a perder a alguien a quien, aunque apenas conocía, le tenía un gran aprecio.

Aquel hombre le recomendó que no fuese tan rápido, que todo a su tiempo, que primero tenía que superar lo de Helena, comprensivamente le explico que lo que sucedía con Mariana no era sencillo, que podía quedarse con Ximena unos días pero que él iría a ver a la familia de Mariana para ver que sucedía, evitar tener más problemas del embrollo en el que se habían metido.

Él como abogado podría ayudarles, pero pedía paciencia y prácticamente le exigía a Ximena que, si quería tener algo más que una amistad, estuviese segura de que no se estaba aferrando a esa jovencita para soportar lo de Helena.

Ximena se despidió de su tío y, pasando a comprar unas cuantas cosas para comer regresó a su casa. Seguía con la idea de mudarse, pero al parecer habría que esperar un poco.

La casa estaba oscura y en silencio. Se asomo a la recamara donde estaba Mariana y la encontró dormida de nuevo. Esa chica debía de estar totalmente rendida.

Dejó la comida en la cocina y se tumbo en el sofá, esperando que el sueño llegara mientras pensaba en cómo sería capaz de mudarse de aquel lugar en el que tuvo tantas promesas, experiencias, tantos sueños que ahora parecían lejanos.

Se quedó sumida en un sueño intranquilo, donde aparecía Helena, Mariana y ella. Helena aparecía como una amiga y Mariana, bueno, Mariana era su pareja, pero de algún modo las tres terminaban juntas.

Ximena podía sentir las manos de Helena recorriéndola mientras ella besaba a Mariana, sus labios eran dulces y suaves. Las manos de Helena tocaban con cuidado los senos de Ximena mientras la última despojaba de su ropa a Mariana.

Caricias, ruidos que marcaban la llegada de gemidos que exhalaban las tres en aquella cama. Mariana encajo sus uñas en el trasero de Ximena mientras una exploradora mano de Helena la penetraba y, ella a su vez, jugaba con los pezones de Mariana con sus labios, lengua y dientes.

Helena comenzó a penetrar a Ximena con sus hábiles manos llevándola al delirio.

Ximena intentó besar a Helena, pero en ese momento desapareció y el sueño se evaporó. Despertó jadeante y asustada en la oscura estancia. Su corazón acelerado comenzaba a lastimarla.

Con la mirada perdida salió atropelladamente por la puerta. El aire fresco la tranquilizó un poco aunque aun esa sensación laceraba su alma. Sintió que la traicionaba. Tomo ese anillo junto a su pecho y, tras un ademan de arrancarlo, lo presiono contra su pecho.

Mariana se despertó con el sonido de la puerta. Al principio reino la confusión sobre el lugar donde acababa de despertar, no era su cama, no era su habitación.

Recordando un poco se levantó de la cama y camino hacia la puerta.

La vio parada, quiso acercarse para arrepentirse segundos antes de llegar a tocarla. Ximena estaba llorando y Mariana tenía el deseo de abrazarla, de sujetarla y prometerle que todo estaría bien.

Cuidarla de hasta el aire. Frase que aquí significa no dejar que nada la toque, no dejar que nadie la toque y le haga daño. Verla sonreír y que nunca más se sienta sola.

Se acercó lentamente, decidiendo ser valiente y la abrazó por la espalda. Hizo la mirara suavemente y con la mirada fija en sus ojos se acercó hasta que sus labios rozaron su frente.

Ximena la contempló con los ojos llorosos y decidiendo que no había marcha atrás se fundió en un beso, acercándola más a ella, queriendo ser de Mariana.


Al separarse brevemente Ximena se alejó asustada ¿cómo era capaz de engañar a Helena y su recuerdo? Mariana tomó la opción de irse, entro a la casa por sus pocas cosas que se habían quedado en su interior y, al salir de la casa, sólo se pudo recargar en la puerta cerrando los ojos y pensar en su equivocación al permitir ese beso.

Ella no quería volver a ser una base para alguien, un soporte en el que alguien se aferra para olvidarse de alguien. Tenía miedo. Tan abstraída estaba que se fue de espaldas cuando Ximena abrió la puerta, cayendo sobre ella.

Mariana se levantó, deprisa y angustiada comenzó a caminar por la calle hasta que una mano sujeto su brazo. Un dolor abrasador le llegó, soltó un pequeño grito pero lo suficientemente audible para que Ximena viera que sucedía a su compañera.

Sobra decir que no la dejó irse ese día, si existían razones para que estuviese ahí ahora estas se habían multiplicado. Mientras Ximena curaba el brazo de Mariana le preguntó que había pasado.

Con un hilo de voz y aguantando las lágrimas que causaba la herida le contó que al salir por la ventana su madre la había visto y había terminado arrojándole lo que quiera que traía en la mano, esto resulto ser un objeto punzocortante propio de la cocina. Al correr entró a una farmacia y gastándose todo el dinero que venía en sus bolsas compró algo parecido a una gasa.

Las maneras arrojadizas de transgredir físicamente a alguien son temibles. Y sí, mi experiencia habla. En el caso de Ximena le podía parecer una abominación mientras que Mariana, tan acostumbrada a el maltrato y ofensas que recibía desde hace unos años era difícil que esto la sacara de balance. Si de algo estaba segura es que sus preferencias no iban a cambiar.

Ximena desapareció de la vista de Mariana y ésta no podía dejar de pensar en ese beso que se dieron, fue por las razones equivocadas, de eso estaba segura, pero parecía mentira que le haya gustado tanto. Quería volver a sentir esos labios, tomar su cadera y acercar su rostro con la mano en la nuca.

Ximena regresó un poco menos alterada que cuando salió de la habitación. Insistió en acompañar a Mariana a la cama a que descansara un poco más, era tarde y mañana habría muchas cosas que hacer.

A pesar de no quererlo Mariana se fue sumiendo en los brazos de morfeo. La medicina que Ximena le dio para el dolor parecía también haberle causado mucho sueño.

En cuanto ésta se durmió, Ximena se acercó vacilante a verla. Descansaba tranquilamente y por un instante fantaseo con como sería verla despertar todos los días.

La vibración del móvil la saco de esas ensoñaciones para recordar a quien le había hablado. Fue a abrir la puerta de el jardín para sentarse en la escalinata antes de entrar a la casa. Al verlo se le arrojó a los brazos y llorando como niña pequeña fue abrazada por uno de los pocos familiares que tenía y el que más apoyo le había brindado desde que su padre se fuese con otra y su madre muriese unos años después.

Era como su segundo padre, el hombre la acaricio y llevó a que se sentara en ese escalón en el que se encontraba segundos antes. Entre hipidos y murmullos le dijo que no era justo para Mariana, que le habían hecho demasiadas cosas y ella, por alguna extraña razón, sentía que debía protegerla y cuidarla al menos hasta que todo pasara.

"Tranquila Xime, has hecho lo correcto, ahora sólo hay que ver que sucede con sus familiares"

"Es que no entiendes, ¡sus familiares son quienes le han hecho esto!"

"Recuerda que tienes la sensación de que es mucho menor que tú, lo mejor es esperar. Con lo que me has contado creo que puede estar en un duelo también, piénsalo un poco, su novia se suicidó y le echo toda la culpa a ella, su madre la mando al extranjero y cuando regresa solo encuentra insultos, gritos y golpes. Para que ella esté bien contigo, tú también debes estarlo."


"Mariana…"

"Ahhhh…"

"¡Ande! Despierte señorita"

"Es muy temprano"

"Andele, ya es tarde"

"Mejor ven conmigo"

"¿Contigo? ¿A dónde?"

"Aquí" dijo mientras la abrazaba y acercaba a su pecho

Ximena con cuidado se separo un poco (cuidado de no tocar los senos de esa chica) y la miró a los ojos que se encontraban cerrados. Podía sentir un poco su respiración irregular pero calmada, demostrando que estaba en ese estado de somnolencia pero sin conseguir estar del todo dormida. Ximena se levantó, pero a la hora de hacerlo calculó mal y sin querer volvió a caer sobre Mariana.

"Te voy a cobrar gastos médicos"

"Ya exagerada, ande levantese que estar aquí es tentador para perder la razón"

"Creo que tú me quieres violar y no lo admites"

"Mi decencia no permite que lo admita. Vamos que es tarde y yo tengo trabajo"

"¿Qué no era sábado?"

"Sí, pero mi trabajo de hoy es buscar una nueva casa."

"¿Lo ves? Me vas a raptar y pedir que me case contigo regalándome una casa nueva"

"Jaja. Sí, claro. Es mi propósito de año nuevo"

"¿Te puedo acompañar? No quiero estar sola"

"Lo siento, para ti tengo una sorpresa. Anda, si necesitas ropa quizás te pueda quedar algo de lo que tengo o dame la que tienes para lavarla y ponerla en la secadora."

"Ahora quieres que me desnude frente a ti, ¿así me quieres conquistar?"

Ximena ya no respondió y salió de aquella habitación mientras pensaba en que tanto creía en las palabras que acababa de decir Mariana. Era un juego, se repetía constantemente, pero el hecho de conquistarla era algo que en realidad quería hacer.

Cuando escucho el timbre de la puerta salió corriendo mientras chocaba con unas cuantas cajas que había en su camino y escuchaba a Mariana a su espalda preguntando que sucedía con ese cepillo de dientes en la boca que había comprado el día anterior.

Al abrirla y encontrar a esa mujer frente a ella su rostro se ilumino. Karla se veía fantástica, busco con la mirada sus ojos y al encontrarlos se lanzo a sus brazos. Le agradeció como pudo lo que iba a hacer y se introdujeron en aquella casa.

Tras las presentaciones Ximena se marchó, tenía una cita con un posible vendedor. Mariana y Karla se quedaron a solas, la primera miraba con cierta desconfianza, mientras que la segunda recorría ese lugar como si fuese suyo.

"Es extraño verlo tan vacío. No me has dicho, ¿por qué estás aquí?"

"¿Ah? Yo…"

"No importa, ¿quieres ir por un helado? Yo invito" dijo mientras le guiñaba el ojo a una escéptica Mariana.

Karla es la clase de mujer que no acepta un no por respuesta, que coquetea naturalmente y su rostro de niña le hacía poner a momentos una mirada sumamente traviesa (traviesa podría referirse a verse tan perversa, con ganas de comerte en tres bocados o recordando sus hazañas).

Por poco Mariana se queda con la boca abierta cuando Karla se adelantó un poco y pudo ver como contoneaba su cadera al caminar, sin duda sería una tarde interesante y con la poca decencia que le quedaba comenzó a mirar disimuladamente aquella cadera y trasero frente a sus ojos.

Sobra decir que la atención prestada a Karla por parte de Mariana era casi nula. En más de una ocasión Karla tuvo que ponerse frente a ella para que se diera cuenta de que le estaba hablando. En una de esas ocasiones Mariana casi grita en aquel centro comercial al que habían llegado que en realidad era que caminaba tan… tan bien (lo siento :p no encontré otra palabra) que le era imposible prestar atención a algo que no fuese su cuerpo.

En realidad pasando un poco de eso, la tarde fue bastante agradable, una tarde de compras en la que Mariana se sentía culpable por no poder dar algo más o por no poder pagar esas cosas que eran para ella. Sin embargo sentía lo que hace mucho no, unas manos frente a ella, ofreciendo su ayuda.


Dubitativa estaba Ximena cuando ese par de mujeres entraron por la puerta, les pidió la acompañaran al departamento que había encontrado, era un pequeño lugar un poco más cerca de su trabajo que le había convencido.

Al llegar se encontraron con un piso de madera y paredes blancas por doquier, un lugar en verdad hermoso. Ximena le tapó los ojos a Mariana, le tenía una sorpresa. Con cierto cuidado la guió por el departamento y se detuvieron frente a una puerta.

"Es tu habitación"

"¿Qué? Pero ¿por qué?"

"Te lo mereces chiquilla"

"¿Podré ver a Karla seguido?"

"Sí, claro. ¿Por qué?"

"Digamos que, tuve un ‘flash’"

"¿Te gusta?"

"Un poco, creo que yo le gusto."

"¿Por qué no piensas en como vamos a llenar este lugar mientras Karla y yo bajamos las cosas que compraron?"

Karla y Ximena bajan las cosas, hasta que Ximena no pudo reprimir sus impulsos y comenzó a reclamar.

"Mujer, Mariana sólo es una niña, ¿cómo puede ser que le gustes?"

"Ella no es tan chica Ximena, sólo es cinco años menor que nostras, no necesita que la trates así y el que te guste no impide que yo le pueda gustar"

"¿Cómo sabes que me gusta?"

"Te conozco desde hace años, sé cuando alguien te llama la atención."

"Karla, ¿por qué lo haces?"

"Corazón, sabes que no la lastimaré, no quiero que se confunda demasiado ahora que va a vivir contigo. Hable con tu tío y me contó lo que dijo su madre, al parecer está feliz de que ella se vaya."

"Qué familia ¿y sus cosas?"

"Creo que el lic. las está pasando a su casa, cuando gustes puedes ir por. Por cierto, ¿cuándo traen las tuyas?"

"Me adelanté y le pedí el favor a un amigo, al rato trae varias en la camioneta de su hermano"

"Te prometo que no le haré daño, le voy a contar todo cuando tú estés lista, aparte no iré muy rápido."

Al regresar encontraron a una Mariana que se estaba quedando dormida contra la ventana, Karla la abrazó y acarició y sentándose en el suelo dejó que se recargara en su pecho. Un pequeño e imperceptible golpe de celos llegó como punzada al pecho de Ximena y se deshizo como pudo de la idea mientras esperaba llegará su amigo con sus pertenencias.


"¿Y las clases?"

"pienso entrar la próxima semana, ahorita no hay mucho problema porque eran exámenes y la mayoría de las materias las exenté"

"Mariana, ¿estás segura de esto?"

"¿Puedes dejar de preguntarlo? Estoy segura"

"¡Es una decisión difícil!"

"¿Y tu insinuas que renuncie ante la idea? Pareces mi padre"

"No me has contado, ¿qué pasó con él?"

"Por favor no quiero hablar de ello"

Ximena salió de la habitación un tanto dolida, llevaban dos semanas viviendo juntas. Cada una en su habitación. Karla venía al menos una vez al día, estaba con Mariana mientras Ximena estaba en el trabajo. Era la segunda vez esta semana que saldrían a cenar las tres y Ximena no podía evitar sentirse como el clásico mal tercio.

Mariana la contemplo salir, sabía que la había herido de algún modo aunque no entendía que fue lo que había hecho. Ximena no había sido sincera con ella desde el principio, la ofendida debería ser ella.

Un tanto molesta le llamó a Karla, le conto lo sucedido y ésta a su vez le dijo que no le tomara importancia, que al rato saldrían y se le olvidaría. Mandandole un abrazo se despidió para media hora más tarde estar en la puerta del edificio.

Ximena iba seria, por mucho que intentase relajarse no lo conseguía, en cambio, Mariana se encontraba como si nada y eso era lo que más le incomodaba a Ximena; que ella se estuviese comiendo el coco por dentro y Mariana gustosa de todo.

En un momento dado su sentido común quedó en otra parte y se encontró tomando a Mariana de la mano y apartándola de Karla para arrinconarla contra la pared y besarla.

Karla intercedió entre las dos. Jaló a Ximena y sin darle tiempo de nada se echó a correr con Mariana. Ximena se quedó sola a la mitad de la calle, con las lagrimas instaladas en sus ojos y sintiendo el corazón en la mano.


Karla llevó a Mariana hasta llegar a un callejón. La abrazó cuando los ojos de Mariana se redujeron a las lágrimas. Susurró en su oído que lo lamentaba, que no debieron llegar a ese punto, y a su vez, Mariana expresó el deseo de no haberse emocionado por el hecho de vivir con la persona que quería, que le gustaba.

Inconsciente de sus acciones comenzó a caminar hasta toparse con una persona que resultó ser su hermano. Ni siquiera se sorprendió cuando éste en lugar de decir alguna clase de saludo comenzó a insultarla. Karla le vio con asombro y lo abofeteo cuando dijo algo que no le agrado ni para mantener un poco la serenidad.

El hermano de Mariana (que para estas alturas necesita un nombre…) aprisionó a Karla entre sus brazos, con el brazo alrededor de su cuello y sin dejarla respirar.

Mariana al borde del de nuevo llanto y desesperación siento unas manos que la agarraban, los amigos de su hermano. Buscó algo en los ojos de Karla que no encontró, no sabía que les pasaría ahora. Tenía miedo de lo que eran capaces de hacer esos hombres.

Entre sollozos le pidió a su hermano que se detuviera, que dejara a Karla en paz. Éste con sus aires de grandeza empujo a Karla y se acercó a la que llamó "su hermanita" y golpeando su vientre le dijo que hasta cuando seguiría siendo una desviada.

Presa del dolor que le propició cayó inconsciente.


Despertó en una cama del hospital con la cabeza con ganas de explotar y sin poder respirar con tranquilidad. A cada inhalación que daba el dolor la hacía ver estrellas y la exhalación quería que no llegase.

Con los ojos entrecerrados fuertemente, el modo en el que había dejado de sentir tanto dolor se disipó al tener unos labios fundiéndose con los de ella. Eran suaves y ese sabor a naranja (causantes por los tic-tac) la estaban haciendo delirar.

El momento fue cortado cuando una de las manos de Ximena rozó el abdomen de Mariana. Un dolor punzante recorrió todo su cuerpo para terminar ahogado en un gemido de dolor entre aquel beso.

"¿Cómo siges?"

"¿Qué te pasó?"

"Nada mujer, yo no importo. ¿Cómo te sientes?"

"Como si me hubiese pasado un tren encima, ¿segura que nada?"

"Un pequeño accidente al chocar con ese tren" dio Ximena mientras le guiñaba un ojo.

Mariana intentó levantarse un poco y como pudo pregunto por Karla mientras unas lágrimas fugitivas escapaban de su ojo izquierdo. Karla se encontraba bien, un par de magulladuras pero Mariana se había llevado la peor parte. Dos costillas fracturadas y una muñeca esquinzada.

Mariana contempló de nuevo a Ximena. Parecía que los cardenales que tenía en su rostro no le dolían. También alcanzó a distinguir un corte largo a la altura de la clavícula. Preocupada de nuevo intentó levantarse para caer sobre la cama con las clásicas estrellitas blancas que intentas seguir con la mirada pero evaden la misma.

"¿Qué te pasó?" Preguntó de nuevo Mariana.

"Nada grave corazón. ¿Por qué no descansas?"

"¿Por qué no quieres decirme?"

"Mejor piensa que tú estás bien y es lo que me importa"

Ximena le dio un beso suave en la frente antes de salir por la puerta de la habitación donde se encontraban.

Mariana estaba con otras dos personas en la habitación. Un joven al que parecía habían operado del corazón y un señor al que la peritonitis casi le quita el rastro de vida que estaba dejando para su familia.

Karla la iba a visitar mientras se encontraba Mariana ahí. Aún tenían que hacerle ciertos estudios, una astilla de la costilla (:o eso rimó :p) se encontraba en una zona peligrosa al casi tocar el pulmón. Tenían que ver que tan grave podría ser eso. Por el momento le pedían que no se moviese mucho.

Pasados unas semanas salió y se dirigieron al departamento de Ximena. Tomás, el tío de Ximena se encontraba en la puerta esperándolas. Mariana no lo conocía muy bien pero le agradecía demasiado el hecho de haberla ayudado.

Karla también se encontraba ahí. Karla fue la única que le había dicho enteramente lo que había pasado y Mariana se encontraba un poco defraudada por el hecho de que Ximena no le dijese algo.

Los pensamientos de Mariana se vieron interrumpidos cuando Tomás preguntó sobre la escuela; "Y dale con ese tema" dijo Mariana para sí.

Tenía cierto miedo al regresar a ella. Su familia sabía que y donde estudiaba. No quería sucediese otra vez lo de su hermano. Sin embargo no tenía otra opción. Estaba a un año de terminar.

Se sentía curioso, tener una familia que no se preocupaba y no la veía más allá de un estorbo en la cocina y economía del hogar. Y luego estaba Ximena, bueno, Ximena era alguien más, mucho más.


Ximena le estaba dando vueltas a su idea. Eran las vacaciones de diciembre, quería hacer algo especial para Mariana pero en realidad no se le ocurría mucho (o posiblemente era que a cada cosa que se le ocurría le encontraba un pero).

Estaba ansiosa y nerviosa. Las cosas entre Karla y Mariana habían terminado (decir terminado me refiero más bien a las intenciones de Karla de ser novia o algo así de Mariana, al menos eso le habían dicho, no por ello la amistad y confianza que se tenían). Así que Ximena esperaba poder tener su primer cita, cita verdadera y personal con Mariana.

Tenía mucho que decir y mucho que hacer si quería que todo saliese perfecto, pero por alguna extraña razón temía que Mariana quisiese ver a su familia ese día. Idea que Karla se encargaba de hacer desaparecer, al menos a momentos.

Una parte de ella decía que estaba loca por pensar que Mariana querría ir a ver a su familia, pero otra parte no se podía evitar preguntar si Mariana tendría rencor para no verlos.

Se sorprendió cuando Mariana llegó al apartamento. En ese momento se atrevió y le preguntó si no tenía nada que hacer la semana antes del día de navidad.

"¿Ah?"

"Que……… ¿Sinotienesnadaquehacerlasemanadenavidad?" No es mi error (bueno, si, es a propósito :p) es que así de atropelladas le salían las palabras ;)

"Jaja. Más despacio, ¿si corazón?"

"…"

"¿corazón?"

"¿Quieres salir conmigo unos días antes de navidad?"

"¿Contigo?"

"Lo siento, lo siento. No debí preguntar eso"

Mirando al suelo no se percato del momento en que Mariana se encontró a su lado. Sus dedos algo fríos por el clima la derritieron cuando tocaron su barbilla, haciéndola levantar la mirada hasta encontrarse con la de ella.

"Me encantaría" dijo Mariana con una sonrisa grabada en su rostro. Sonrisa que hizo volar a Ximena y olvidarse de donde estaba. "Hey, ¿vas a mirarme? ¿Sabes que me gusta cuando pierdes la mirada por mi?"

El color del rostro de Ximena, ya algo sonrojado de por si, tomó un tono casi violeta e intento sonreir algo sin parecer una boba. Al parecer la habilidad desarrollada para dar clases se había esfumado en un santiamén.

Los labios de Mariana se acercaron a los suyos. Ximena intentaba no parecer muy sorprendida pero se había quedado congelada en su lugar, ni siquiera se percato cuando los dedos de Mariana dejaron su rostro y estaban entrelazados con los suyos.

En un absurdo intento cerró los ojos, deseando sentir una vez más aquellos suaves y delicados labios. Casi sin respirar temiendo que el momento se rompiese sintió el cálido aliento de Mariana en su rostro.

Mariana unió su frente con la de ella. Cerró los ojos, deseando probar una vez más aquel sabor naranja. Podía sentir sus labios rozandose.

La beso. Se besaron.

Y desde ese momento es difícil decir que sucedió. Alguien llamó al celular de Ximena, que empezó a vibrar entre ellas. Ximena no quería separarse pero Mariana se hizo a un lado, para que pudiese al menos ver quien llamaba. Cuando vio quien era le dijo que la dejaba hablar y antes de que Ximena pudiese replicar, Mariana se había marchado a su habitación.


Estaba tirada en la cama. Karla la veía, preguntándole la razón por la que la había sacado de su casa esa fría tarde. Al menos había agradecido que Ximena pasara por esa habitación llevándoles chocolate caliente. No es que Karla fuese muy fanática del chocolate caliente, al menos no como Mariana, pero agradecía tener algo caliente que beber.

Contra el marco de la puerta vio a Mariana levantarse con una sonrisa en los labios y la mirada perdida. De verdad ya no entendía que estaba pasando hasta que de los labios de esa chica sonriente salió:

"La besé"

"¿Ah?"

"La besé."

"Hablas de… ¡¿Ximena?!"

"Si, si, y fue… ahhhh"

"Si sigues suspirando así te vas a acabar el aire."

"Es que… sus labios, ese sabor a tic-tac, sus ojos cerrados y como agarraba mis dedos como si temiera que me marchase."

"Si, si… mucha miel para mi. Par de melosas. ¿Qué pasó después?"

"Su teléfono sonó"

"¿Y?"

"Era Tomás, así que la deje contestar y me vine aquí."

"Déjame adivinar, ¿no has salido para nada? ¿No has hablado con ella?"

"No hay más que decir. Digo, vivimos en la misma casa, nos vamos a cruzar en algún momento. Esto no está tan grande."

"¿Por qué la besaste?"

"Me invitó a salir"

Karla contempló a su amiga antes de soltarse a reír un tanto desquiciadamente (aquí podría referirme a desquiciada como sin control :p). Mariana ofendida le arrojó una almohada antes de sonreír por lo que le sucedía a su amiga quien, con un hilo de voz y entre jadeos post-risa descontrolada, le dijo que se le notaba que estaba completamente enamorada.

Mariana decidida le arrojó otra almohada, que chocó contra la puerta de la habitación y levantándose salió del cuarto, llevando su taza vacía a la cocina.


Ximena se encontraba arreglando los últimos detalles. Ese día era su cita con Mariana. Pensaba que podían salir a un museo que posiblemente le gustaría. Después, podrían regresar a casa y comer mientras veían una película en su recamara.

Ya se le había hecho algo tarde a Mariana pero no importaba. Ximena estaba muy ansiosa. Por una parte quería decirle que le gustaba y por otra, sólo le interesaba estar junto a ella sin que nada interfiriese.

El frío llegó a Ximena, quien al girarse se encontró con una Mariana con ojos rojos, que no se atrevía a verla de frente y que cuando se acercó lo suficiente se arrojó a sus brazos sin dejar de llorar.

La llevó a su cuarto. Acomodándose en su cama la siguió abrazando hasta que el llanto se convirtió en una respiración tranquila. Mariana se había quedado dormida.

Con cuidado de no despertar, Ximena apartó un mechón del rostro de Mariana, encontrando un cardenal rojo que se estaba haciendo algo morado. La vio con más atención, descubriendo manchas de sangre seca en su ropa.

Con miedo, angustia y enojo la acomodó entre las sábanas y salió del cuarto. Tomó el celular y le llamó a la única persona que sabía podía ayudarla en ese momento.


Para cuando Mariana despertó ya había oscurecido. Se sentía muy cómoda como para levantarse y, por unos instantes, había olvidado la razón por la que estaba en la habitación de Ximena.

Le pareció oir voces que venían del otro lado de la puerta, parecía una discusión entre Ximena y alguien más. Intento callar los latidos que parecían haberse instalado en su sistema auditivo para conseguir captar algo.

Lo único que consiguió fue tener fragmentos que decían algo de que no era justo, todo por parte de Ximena. Mariana se acomodó de nuevo entre las sábanas cuando escuchó que unos pasos se dirigían a la recamara. Quizá Ximena estaba molesta porque ella había llegado tarde a su cita. ¡Su cita! ¿Cómo pudo olvidarlo?

La puerta se abrió y la presencia de Ximena se quedó en el marco de la puerta, contemplando a Mariana dormir. Habían pasado horas y a cada minuto ella se sentía más culpable e impotente.

Karla la abrazó por la espalda. Se había pasado la tarde intentando convencerla de que ella no tenía la culpa de nada. Eran cosas que pasaban y lo importante era que estaban ahí apoyando a Mariana. Sin embargo cuando a Ximena se le metía algo en la cabeza era difícil cambiar su opinión.

Cabeza dura, le habría dicho su tío, quien por el momento se encontraba trabajando en otro caso, ya iría con su sobrina cuando terminara de arreglar esos asuntos.

Karla le preguntó al oído cuanto la quería, refiriéndose a Mariana.

"Mucho" "Entonces preocúpate porque ella esté bien. Seguramente no querrá verte así"

"Pero a mi me importa lo que le haya pasado."

"¿Crees que algún enfermo le haya hecho algo?"

"¿Tipo violación? Si algo así le pasó, voy a dar caza por ese maldito bicho rastrero"

"Calmada, bonita. Ya sabremos que le pasó. Lo mejor es que estés tranquila. Y si hay cuellos que cortar sabes que yo también puedo ayudarte"

"Eso es algo que debo hacer sola"

"¿Cómo lo de su hermano?"

"Es que no sé quién se cree ese desgraciado"

"Uy, desgraciado, alguien está molesta"

"¿Y si él fue quien hizo esto?"

"¿Has pensado que ella quiere saber la verdad de lo que pasó ese día?"

"No tiene por qué enterarse"

"¿Eres una clase de superhéroe anónima?"

"Si le digo, temo que me quiera por lo que hice, no por mi. Por otro lado, ¿y si no le gusta lo que hice, por mucho que haya sido para defenderla?"

"Estás loca mujer. Yo no perdería una oportunidad así"

"Tú, no yo."

El que hayan tocado la puerta puso fin a la plática en debate moderado. Mariana se encontró un poco más confundida, ahora entendía la razón por la que Ximena no le quiso decir lo que sucedió. Pero ¿sería cierto? Con cierta determinación cerró los ojos, intentando imaginarse que es lo que habría pasado si Ximena le dijese lo que había hecho.

Seguramente estaría muy agradecida, tan agradecida que quizá… Vaya, Ximena tenía razón.

Finalmente alguien tocó la puerta de la habitación. Con un suave "pase" el hombre Tomás entró en escena. Se sentó a los pies de la cama mientras su sobrina los miraba, con cierto detenimiento de quien no quiere, desde la puerta.

Las palabras fluyeron, tenían una manera muy sutil de hacerlo con ese hombre. No fue su hermano ni ninguna clase de pervertido que abusara sexualmente de ella. Por un instante Ximena dudó si había escuchado la plática que había mantenido con Karla.

Unos chicos "hijos-de-su" la habían atacado. Ella sabía era parte de su hermano pero no había realmente forma de comprobar. La habían abofeteado y hecho unos cuantos cortes en los brazos. Gritado idioteces y, bueno, discriminado por ser gay.

Ximena saltó, no pudiendo contenerse a gritar cientos de cosas que les haría a esos tipos si se los encontraba. Su tío dijo que podían poner una denuncia pero no había mucho que pudiesen hacer más allá de esperar. Mariana contempló a Ximena con cierta ternura y una medio sonrisa en los labios a pesar de la situación.

"Ese desgraciado me las va a pagar"

Ximena seguía murmurando en la cocina. Se habían reunido ahí mientras Mariana se daba un baño y cambiaba de ropa. Temía que sus ganas de ayudarla y besar cada parte donde la habían lastimado no fueran muy evidentes.

Karla platicaba con Tomás un poco más animados. Ellos dos insistían en que había que ver todo mejor, si no se cegarían ante las posibilidades.

Una voz casi muda llamó a Ximena, quien casi fugazmente y haciendo imposible el disimular salió disparada, preguntándose que querría Mariana.

Tocando la puerta de su habitación la vio. Estaba solamente cubierta por la bata que inevitablemente comenzaba a abrirse. Cerró la puerta tras de sí y con nerviosismo y algo torpemente la abrazó. Seguía insistiendo en que debía protegerla de lo que fuese.

Mariana se separó levemente, tocó con sus dedos la mejilla que tenía frente a ella. Le dio un beso suave, en la comisura de los labios y en un susurro le dijo que sentía que no hayan tenido su cita.

Para Ximena eso era lo ultimo que le importaba. El estar sintiendo a Mariana, tan cerca de su cuerpo, sabiendo que posiblemente lo más que traería bajo esa bata de baño era la ropa interior la estaba poniendo muy nerviosa. Saber que su rostro estaba a milímetros era una tortura.

Con miedo intento acercarse a esa boca que la hacía delirar y estando a un par de milímetros se apartó. Refugiándose en el cuello de Mariana. Hubo una pequeña sonrisa, un segundo acercamiento que terminó en lo mismo.

"¿Por qué lo piensas tanto?" musitó una sonriente y expectante Mariana.

Como si todos sus temores se marchasen la besó. Con los labios entreabiertos y anhelantes. El sabor a naranja llegó a Mariana, deseosa de probarlo más. Tomó su nuca entre sus manos, no queriendo separarse nunca de esa mujer.


"¿Estás segura de esto?"

"Por veinteava vez, si, estoy segura"

"¡Exagerada!"

"Lo siento, por diez y nueve vez, estoy segura corazón"

"Pero esa mujer, me dan ganas de colgarla desde donde más le duela aunque no tenga."

"Pero esa mujer no deja de ser mi madre. Quizá no me quiera ver, pero no seré yo la que no lo intentó."

"Estás loca"

"Y así me amas"

"Jaja ahm… ¿Quieres que te acompañe?"

"¿Quieres ir conmigo?"

"Yo… ahm… yo iría contigo hasta donde fuese"

"¿Te he dicho que te amo?"

"Nouuuu…"

"jaja, ¿nunca te lo he dicho?"

"Nop! Nunca, nunca"

Mariana se acercó a Ximena y en un susurro le dijo que entonces algún día se lo diría. Mientras había que ir a arreglar unos asuntos.

Llegaron a la casa, mejor dicho, antigua casa de Mariana y tras esperar a que le abrieran la puerta, Ximena volvió a aquel vicio de los denominados tic-tac de naranja. Mariana la veía intentando calmarse, por dentro estaba hecha un caos. Tenía miedo y angustia sobre lo que podía decirle su madre. Y aún una pregunta rondaba su cabeza ¿y si estaba su hermano?

Mariana tomó aire y vio a Ximena que la miraba atentamente, de hecho uno de aquellos dulces se había quedado a medio camino de llegar a su boca.

Una mano salió entre la puerta, arrastrando a Mariana a su interior sin mucho aviso, sólo alcanzó a dedicarle una mirada a Ximena calmándola.


Los gritos perforaban los oídos de Mariana, le parecía extraño después de tantos meses sin escucharlos. Por alguna razón que se entiende sólo con que aquella señora preparaba algo de comer, la mejilla de Mariana terminó con una herida sangrante, que apareció por una lata de algo parecido al atún.

Mariana explotó.

Sin darse cuenta del cómo, estaba sobre aquella señora que le había dado la vida y que de alguna manera se había esforzado en arruinársela.

Aquella mujer que decía ser su madre la tomó del cuello en un vano intento por asfixiar a su única hija, nunca le perdonaría lo que les hizo, nunca le perdonaría que por su culpa su esposo se hubiese ido.

Los puños de Mariana se instalaron poco a poco y cada vez más fuerte en el vientre de esa mujer. Estaba cansada de soportar sus gritos, de soportar los golpes. La sangre de la mejilla había llegado a su barbilla.

De pronto se levantó.

Escuchó el ruido de la puerta y sobresaltada temiendo fuese su hermano dejó a su madre tirada en el suelo antes de salir al jardín trasero.

No se atrevía a moverse, terminó contemplando sus manos con miedo a lo que había hecho. Había perdido la consciencia y se había exaltado tanto que parecía todo algo surreal.

Juntando el valor suficiente saltó a la barda, sentía sus músculos comenzando a quemar cuando logró subir por completo y al final llegó al otro lado, torciéndose un poco pero olvidándose del dolor en un santiamén.

Corrió, buscando a Ximena con la mirada, en aquel lugar donde la dejó. Consiguió vislumbrarla cuando la puerta de su casa se abría de par en par.

Su hermano salió hecho una furia. Miró a una Ximena sobresaltada, decidiendo que contra ella podría desquitar su enojo, frustración o que se yo.

Mariana corrió a su lado, la atrajo hacia sí y le susurro que de nuevo corrieran.


Casi igual que al inicio. Llegaron a aquella zona en el parque tras la biblioteca. Se sentaron una junto a la otra sin decir palabra. Aquel silencio que rozaba lo incomodo habrá durado casi una hora, antes de que Ximena dijera la única frase del resto de la tarde.

"¿Por qué tu hermano te lastima tanto?"

"Será una curiosa historia"

Sin embargo Ximena permaneció en silencio, dándole a entender que quería conocerla.

"Al parecer él es mi medio hermano, mi madre no se podía embarazar cuando se casó con mi padre. Sin embargo para estar con él fingió estar embarazada. Tuvo una extraña-curiosa aventura con su hermano. Lo emborrachó y se acostó con el. Cuando mi tío se dio cuenta ella lo amenazó. Le dijo que sólo quería un hijo.

Mi hermano nació meses después de lo que se supone era la fecha planeada. Mi padre comenzó a sospechar, sin embargo el trabajo le quitaba la mayor parte del tiempo y rara vez se encontraba en casa.

Unos años más tarde mi madre estaba embarazada de mi. Quizá… Mi madre se puso celosa porque a partir de el momento en que nací, el trabajo no era suficientemente importante como para mantener a mi papá en el. Molesta porque su hombre no le prestaba atención al que era su primer hijo le reclamo, evidenciando todo lo que había hecho.

Yo aún era una niña. Recuerdo que mi padre me tomó entre sus brazos y subió al auto con él. Mi madre alterada le arrojó un par de cosas antes de que saliésemos de la casa.

Viví con mi padre varios años, sin embargo el murió cuando yo tenía trece y tuve que volver a vivir con mi mamá. Al parecer ella cree que fui la culpable de que nos fuésemos ese día, al igual que piensa que por mi culpa mi papá murió.

Nunca tuve una relación íntima con él, sin embargo nos llevábamos bien. Mi hermano creció con la idea de que yo le había quitado a su papá. Tuvo que soportar los arranques de mi señora madre toda su infancia, sin embargo la quiere, defiende y comprende porque "soportó" todo lo que yo les hice."


Era de noche cuando entraron al departamento. Al terminar Mariana de contar tan peculiar y extraña historia, Ximena se había levantado, ofreciéndole su mano caminaron juntas por el parque, llegaron a la antigua casa de Ximena y se sentaron en la banqueta frente a ella un largo rato antes de dirigirse a el departamento. Su historia no se parecía en nada, excepto en una peculiar muerte que las une y el hecho de sus preferencias sexuales.

Bien dicen (o digo) que se encuentran toda clase de personas en este mundo, y todo parece ser una casualidad calculada.

Así estuvieron largo rato, hasta que Ximena tomó el rostro de Mariana entre sus manos, estuvieron largo rato viéndose a los ojos hasta quede sus labios salió tan preciada frase:

"Te amo."

El rostro de Mariana formó aquella expresión de poca comprensión, cerró los ojos mientras sentía como todo daba vuelta a su alrededor. Se sentía en un mundo aparte, de pie desde el firmamento.

Ximena acarició su rostro, preocupada por la actitud o que algo malo le hubiese ocurrido. Pero una pregunta atravesó sus pensamientos ¿Y si se puso así por decirle que la amaba?


Esa noche, Mariana estuvo largo rato recostada en su cama. Pensaba en las palabras de Ximena, ella también la amaba, sin embargo ¿qué le impidió decirle todo lo que sentía?

Era miedo, sencillo temor que estaba inundando su corazón. Tenía que hacer algo antes de arruinar todo. Se levantó en medio de la oscuridad, cubriéndose con aquellos guantes sin dedos que tanto le gustaban y una bufanda. Si ante algo ella compraría hasta el hartazgo eran las bufandas.

Mariana salió, hundida en la oscuridad, caminando sin darse cuenta, hasta llegar a un pequeño lago a las afueras de la ciudad.

Estaba cansada de tener miedo, eso mismo había impedido que amara a alguien más. Claro, todo empezó desde su antigua novia suicida. Podría recriminar todo lo que quisiese, pero al final sabía que era su propia culpa, por dejarse caer durante tanto tiempo.

Vamos, que las soluciones no aparecen por arte de magia o por mucho que las pidamos.

Se sentó en la orilla, sintiendo el frío entrando a través de la ropa. No es que también se tapara lo mejor posible. Unos guantes a medias y una bufanda no ayudan a proteger del frío sólo por traerlos.

Intentó recordar el calor que le daba Ximena. Ya no podía, ya no quería. Estaba cansada del dolor y… Estaba esa honda sensación de que podría hacerle daño a quien se acercara demasiado.

"Nadie debería quererme" Dijo en la oscuridad.

"Si nadie debería hacerlo, me convertiré en nadie"

La voz la sobresaltó, se encontró con aquellos ojos penetrantes y oscuros de Ximena. Mariana agachó el rostro avergonzada. Se sentía atrapada en el acto.

"Perdona" susurró temerosa

"Y sigues con el perdón, tú no tienes que disculparte de nada, ¿no te lo dije alguna vez?"

"Si pero es que…"

"No importa, corazón. Lo único importante aquí es que tu estés bien. Y creo que no estás muy a gusto conmigo."

"No, no es eso. Sólo, sólo no quiero hacerte daño."

"Existe algo curioso en el amor. Se deben tomar riesgos, sean los resultados buenos o malos, se deben tomar. Esos riesgos y la decisión que nos impulsó a tomarlos sólo rectificaran que es amor. Ya el tiempo dirá si resulta o no."

"A veces, eres muy buena"

"Ser buena no tiene nada que ver. Y no lo soy, quizá nunca lo sea."

"¿Me abrazarías?"

"Mis brazos siempre estarán para ti."

Las horas pasaron. El amanecer las sorprendió un poco, al menos a Ximena, Mariana se había quedado dormida entre sus brazos. Con cuidado de no moverse demasiado comenzó a vislumbrar el lugar en el que se encontraba.

Un lago se extendía frente a ellas, árboles las rodeaban mientras que en una orilla se veía una pequeña canoa abandonada. Se veía herrumbrosa y parecía que con el menor movimiento la madera putrefacta sedería. Y me dirán, ¿qué hago hablando de una canoa vieja y abandonada? Pues la respuesta es simple, :$ me puse a divagar.

Ximena tocó a Mariana, estaba helada. Esa manía de no ponerse algo encima algún día le iba a hacer daño suficiente.

Cuando el sol siguió elevándose, hasta llegar al punto suficiente de dejar el amanecer atrás y convertirse en una mañana, Ximena con cuidado despertó a Mariana.

Se encontró con unos ojos desconcertados, temblorosa y al parecer adolorida. Ximena se levantó con dificultad, tenía las piernas acalambradas (a decir verdad, se le habían quedado tan "dormidas" que ni siquiera las sentía, ni siquiera ese leve cosquilleo.)

Al ver que Mariana temblaba disimuladamente, se quitó su sudadera, posándola sobre los hombros de su compañera. Mariana la vio con curiosidad, se sentía culpable, se sentía agradecida e incluso, se sentía un poco confusa.

La culpa es aquí la razón por la que, a pesar de que Mariana quería abrazar a Ximena y perderse en sus brazos, no se atrevía a moverse, ni siquiera la podía ver directamente a los ojos.

En silencio, una vez más, emprendieron el camino a casa.


"No te preocupes" dijo la voz al otro lado de la línea.

"¿Cómo no voy a hacerlo? ¿Te imaginas si no la hubiese encontrado? Quizá a estas alturas sólo existiría una Mariana congelada."

"Pero no pasó y es lo que importa, ¿por qué no nos vemos? No puedo hablar mucho por teléfono"

Ximena lo había olvidado, hablar por teléfono era un riesgo cuantioso para su mejor amiga. Para empezar en su casa, tendía a estar rodeada de sus primos, sobrinos y otros cuantos niños más. Su madre no le decía nada acerca de sus preferencias "bisexualecientas", sin embargo tenía advertido que no debía hablar de esas cosas frente a todo ese bullicio.

Acordando el lugar en el cual se verían al día siguiente, Ximena colgó el teléfono. Estaba cansada, ya podía sentir sus piernas aunque aún tenía ese casi desaparecido cosquilleo cuando algo la rozaba lo suficiente.

Mariana había terminado recostándose sobre un sofá en cuanto llegó. Miraba el techo, abstraída en sus pensamientos. ¿Por qué era tan difícil decirle que la quería?

Su mente trabajaba, recordaba esas manos ayer, cubriéndola del frío. El calor que emanaban sus cuerpos. El deseo de no querer separarse nunca más.

El miedo no la iba a dejar en un buen lugar si seguía así. Intentaba repetírselo, intentaba tener la decencia de levantarse y desaparecer todas esas murallas que estaban a su alrededor.

¿Cuánto tiempo más seguiría este sentimiento?

Cerró los ojos un instante y con delicadeza se levantó. Su mirada recorrió sus brazos. Seguía aún aquella cicatriz larga en el antebrazo izquierdo. Era larga, pero no visible a menos que te fijaras bien.

Contempló a Ximena, mirando el teléfono como si le fuese a hablar de un momento a otro. Seguía el sentimiento de culpa, sin embargo, una sonrisa apareció en sus labios. Finalmente sabía cuál sería el siguiente paso.

La abrazó por la espalda, perdiéndose en su aroma, recorriendo su cuello con sus labios. Ximena se apartó un poco, no estaba de humor para juegos, pues eso es lo que se sentía. El juguete que se había enamorado de Mariana, al cual ella no le hacía mucho caso y se esmeraba en mostrarle que muchas veces, todo era un juego.

Mariana volvió a abrazarla, se acercó a su oído, pidiéndole a Ximena que se diese la vuelta unos instantes.

Una malhumorada Ximena lo hizo, recriminándose por dentro el ser tan poco orgullosa y hacer lo que Mariana le pedía.

Mariana unió sus frentes, acarició su mejilla, haciendo que Ximena se estremeciese con el roce. Una lágrima fugitiva se deslizó por la misma, Mariana preocupada la limpió.

"Por favor, mirame"

"Te miro"

"Xime, yo… tengo miedo ¿sabes? No quiero lastimarte"

"Y yo… tengo miedo de haber cometido un error al enamorarme de ti."

Esas últimas palabras fueron un golpe bajo para Mariana, quien cerró los ojos un instante antes de decir, por primera vez en mucho tiempo, la única frase tan especial que guardaba en el fondo.

"Te amo, Ximena"

"…"

"No quiero que tengas miedo, de verdad, intenta confiar en mi, sé que muchas veces soy algo torpe, testaruda, necia, egocéntrica… pero quiero verte feliz, tu te ves radiante cuando estás feliz, es como… si tu mirada pudiese elevarme, llevarme lejos y olvidar todo.

"¿Estás segura?"

"Tan segura como que el cielo es azul. Te amo."


Al día siguiente Ximena se encontró con su mejor amiga. De nuevo iba contenta, de nuevo notó su felicidad a leguas. El café estaba algo abarrotado por lo que decidieron salir a una de las mesas exteriores (que no estaban muy ocupadas debido a que el día era nublado).

Karla la miró, esperando a que Ximena finalmente dijese algo.

"Me gusta que esté decidida"

"Me gusta que tengas tu cara de lerda, pero si sigues así terminaras pareciéndome repulsiva."

"Tu siempre tan atenta y cariñosa."

"Jaja, por algo soy tu amiga. Aparte, sabes que me encanta lo cursi aunque haga demasiado énfasis en que son cursilerías"

"Si, no sé que hice para decidir que te quería como mi mejor amiga."

"La verdad es que no puedes estar lejos de mi, sólo que te cuesta admitirlo"

Tras más bromas como éstas y después de un par de cafés, Karla se marchó, tenía que ir al trabajo a terminar un par de asuntos pendientes.

Mientras tanto, camino a casa, Ximena era mojada por una llovizna que caía sobre ella. No le importaba demasiado, estaba extasiada y sumamente feliz. Era como si anda pudiese hacerle daño.

Tan ensimismada en su felicidad iba que no captó cuando una voz le grito a la espalda. Simplemente reaccionó hasta que una mano ajena tomó la suya y un aroma peculiar en el cabello de Mariana le llegó a la nariz.

La abrazó por el cuello y en la puerta de entrada al departamento hizo aquello que tenía ganas de hacer desde siempre y que consideraba una de aquellas cosas más románticas posibles (cosas propias de películas pero que no deja de ser romántico) un beso bajo la lluvia suave que estaba sobre ellas.

Al entrar, Ximena se detuvo tras la puerta a contemplar a Mariana. Si es verdad que habían pasado demasiadas cosas mientras estaban juntas, algo no había pasado (anda, sus mentes perversas sabrán de que hablo), al menos, no aún. No habían pasado de los besos.

Pero hoy, todo parecía distinto.

Se acercó lentamente a Mariana, quien se quitaba la sudadera para evitar mojar más cosas. La besó lentamente y de una manera totalmente distinta a las anteriores. Un beso lleno de ternura y de una pasión que antes no habían experimentado juntas.

Ximena terminó de quitar la prenda, llevando a Mariana por el pasillo, hasta llegar a su habitación. Mariana puso a Ximena contra la pared, besándola, bajando sus labios por su cuello mientras sus manos iban a su cadera, a su trasero, acercándola más a si misma y mientras la ropa parecía desaparecer como en un excelente espectáculo de magia.

Besándose y sin ropa en la parte superior a la cadera, Ximena tomó de nuevo un poco el control y entre sus caricias, de una u otra forma, su pierna quedó en medio de las de Mariana, haciendo una leve presión en su sexo mientras que sus manos se encargaban de recorrer su anatomía.

Mariana se abrazó a ella y en ese instante pequeños suspiros aparecieron de su garganta. La respiración agitada pronto terminó de hacer su aparición y una mano traviesa descendió por el vientre de Mariana, desabrochando el pantalón de la misma y acariciando su sexo por encima de la ropa interior.

De un suave empujón, ambas quedaron en la cama, donde las caricias fueron más proliferas y juguetonas. Mucho más traviesas.

Los pantalones y la ropa interior finalmente abandonaron los cuerpos de sus dueñas, mientras ellas estaban envueltas en caricias y besos.

En un momento Mariana se posó sobre Ximena. Ximena pudo sentir su sexo caliente a la altura de su vientre y se sentó, llegando hasta los senos de su amada y besándolos, chupándolos y mordiendo suavemente, con la única finalidad de causarle el mayor placer posible.

Aquellos suspiros de Mariana se hicieron gemidos. Gemidos largos y profundos que no hacían más que motivar a Ximena a continuar.

Y con un movimiento quedaron una junto a la otra.

Ximena aprovechó para sentir toda esa humedad de la que era dueña. Primero acariciando lentamente por fuera, dejando que Mariana se extasiara con el placer, siguiendo el movimiento de caderas que tenía su novia.

Y al instante que la besaba, sus dedos rozaron su clítoris, ahogando un gemido algo audible en sus labios. Continuó así por unos momentos, no dejando que Mariana la tocase. En éste instante sólo quería concentrarse en ella, en hacerla sentir placer como todo el amor que tenía en su interior.

Y lo más interesante de todo, fue cuando Ximena llevó sus dedos al interior de Mariana. Un grito llenó la estancia, un grito perfecto, de placer. Sentía las uñas de Mariana empezando a enterrarse en su cadera, pero nada la haría detenerse ahora que había encontrado una fuente de placer tan poco agotable.

Siguió. Entrando y saliendo mientras Mariana gemía, convirtiendo sus gemidos en gritos y acompañando los movimientos de Ximena con el de su cadera y sus besos

Finalmente llegó. Ximena lo notó cuando un escalofrío empezó en la cadera de Mariana. Escalofrío que recorrió todo su cuerpo y unas pequeñas contracciones estaban en su sexo, cadera y vientre. Y que decir del grito. Vaya grito tan orgásmico que salió de sus labios.

Ximena retiró su mano y con la otra acarició la mejilla de Mariana mientras se calmaba un poco. La respiración agitada poco a poco se fue tranquilizando. Ximena la veía, perdiéndose en su rostro.

"Te amo" Dijo Mariana con un hilo de voz mientras los besos y caricias comenzaban la batalla una vez más.


Supongo que es el momento de decir que ésta historia termina finalmente y bien. Al menos mejor que la vez anterior.

Esperemos que el título nuevo sea mejor que… bueno… el pasado.

En otras noticias, muero de sueño XD aunque creo eso no importa mucho aquí.

Creo que corregí todos los errores, si encuentran alguno pondré Fe de erratas.

Pues, ¡buen día a todos!

=P Premio para mi hermanota, complaciendo las ocurrencias de mi novia y… haciendo que desista de la idea de hacer un libro con esto.

Nos veremos pronto, espero =P

[Awuelita/Dynx]

[Que nadie te entienda no significa que no seas un artista.]