Hogwarts: ¿Placer u Obliviate? (2)

Continuación del trío entre Hermione, Ginny y Harry, iniciado en un baño en el anterior relato, y que ahora continúa en el dormitorio de Gryffindor...

HOGWARTS: ¿PLACER U OBLIVIATE? (II)

Tras su aventura en el baño, Harry, Hermione y Ginny se dirigieron a la Sala Común de Gryffindor, dispuestos a aprovechar el máximo tiempo posible antes de

que finalizase la visita a Hogsmeade y volviesen los restantes miembros de la

Casa Gryffindor que tampoco se habían ido de vacaciones -Fred, George y Ron-.

Al llegar al Retrato de la Dama Gorda, le dieron la contraseña ("Triwizard"),

que a todos les pareció bastante apropiada para lo que se disponían a hacer y, 

tras pasar a su interior, se detuvieron ante las dos escaleras, la del dormitorio de los chicos y la del de las chicas.

-Será mejor que vayamos a tu cuarto, Harry -dijo Hermione-. Ya sabes que si cualquier chico intenta subir por nuestras escaleras, éstas se transformarán en un tobogán y no lo dejarán acceder al piso superior.

-Ya lo sé, todavía me acuerdo cuando Ron intentó ir a hablar contigo y aún me duele sólo de pensar en el golpe que se dió -respondió Harry, mientras sonreía al recordar el incidente.

Los tres subieron pues las escaleras a toda prisa, y entraron en el cuarto que Harry compartía con Ron, Neville, Seamus y Dean. Al llegar a la cama de Harry,

Hermione sacó su varita y antes de que Harry pudiera decir algo, volvió a lanzarle el conjuro anticonceptivo que había usado hacía un rato en el baño.

-Ya sé que todavía no ha pasado una hora, pero puede pasar mientras estamos en plena faena, Harry... Y lo que queremos que hagas ahora con nosotras sí que nos

podría dejar consecuencias al cabo de nueve meses -dijo Hermione, con un tono

a medio camino entre la disculpa y el deseo contenido.

-No te preocupes, no duele, y tienes razón, mejor no tenerlo que lamentar más tarde... Pero vamos a lo que vamos, ¿no os parece?

Dicho lo cual se acercó a Ginny y empezó a besarla mientras la cogía por la cintura. La pelirroja se dejó hacer, y Harry comenzó a tocarle las nalgas, a la

vez que iba levantándole la túnica. Incapaz de resistirse más, se separó de ella y tiró hacia arriba de la prenda para sacársela de la cabeza. Ginny ayudó

levantando los brazos por encima de la cabeza, y al cabo de unos instantes, Harry pudo contemplar los miles de pecas repartidos por todo ese cuerpo, tapados solamente por un sujetador y unas braguitas.

Se volvieron a fundir en un beso a la vez que caían sobre la cama; Harry estaba debajo y Ginny encima, sentada sobre la virilidad de él, que estaba ya

desde hacía mucho rato pidiendo más guerra. La chica no se hizo de rogar y de un

par de rápidos movimientos se despojó de su sujetador, mostrando sus pequeñas

tetitas con unas aureolas aún más diminutas, y después se puso de pie con sus

piernas abiertas sobre Harry, y se bajó las braguitas, con lo que por segunda vez en menos de una hora, la pelusa pelirroja que cubría su vulva quedó al aire.

-Harry, eso no es justo, no estáis en igualdad de condiciones -dijo Hermione, que mientras tanto se había quitado la túnica y estaba sentada sobre la almohada de la cama, en ropa interior, metiéndose la mano en su coñito para masturbarse con el

espectáculo-. Has de quitarte tú también la ropa, no hagas trampa...

Dicho y hecho. Ginny se hizo un momento al lado y él se incorporó, poniéndose en pie sobre su cama. Se quitó la túnica y después el resto de su ropa, hasta

quedar completamente desnudo frente a las chicas. Entonces Ginny, que había quedado frente a él, empezó a realizarle una felación de campeonato. Harry creía que no

podía estar más en la gloria, cuando de repente sintió en sus nalgas las manos y

el calor de los labios de Hermione, que había empezado a manosear y besar sus

cachetes. Se sentía desfallecer, y creía que en cualquier momento sus piernas

le traicionarían y se desplomaría sobre la cama.

Al cabo de unos minutos, decidieron cambiar a la posición más lógica: Harry se tumbó boca arriba en la cama, mientras Ginny se dedicaba a cerrar las cortinas del  dosel de la cama ("Ya sé que es una tontería, estamos solos, pero esto le dará más morbo, parecerá que estamos aún más ocultos, ¿no?")

Hermione se puso entonces de pie, y se quitó primero el sujetador, volviendo a dejar para Harry una hermosa vista de aquelos ya bastante prominentes senos, con

unas aureolas grandes que pedían ser acariciadas. Tras ello, se bajó lentamente sus braguitas, hasta que se las sacó por los tobillos. Las dejó caer entonces sobre la cara de Harry, que aspiró embriagado el olor a mujer de su amiga. Después las cogió y las dejó caer a un lado de la cama.

Tras ello Hermione se arrodilló con las piernas abiertas sobre la cara de Harry, mirando hacia la cabeza de la cama, ofreciéndole su templo de Venus, que rezumaba néctar por todos los lados. Él no se hizo de rogar, y apartando suavemente con sus manos aquellos pelos tan rizados y enmarañados como su cabello, y separando con

sumo cuidado los labios de aquella vulva, empezó a deleitarse con el sabor del

sexo Hermione.

Mientras tanto, Harry sintió que Ginny se sentaba con las piernas bien separadas sobre su cadera.

-Quiero que me penetres, Harry, quiero que lo hagas ahora...

Él dejó un momento de beber los jugos de Hermione y observó, fascinado, cómo Ginny, con los ojos cerrados, cogía su pene, inclinaba la cara sobre él y lo empe- zaba a chupar hasta que estuvo reluciente de su saliva; y cómo tras ello lo dirigía a la entrada de su cavernita, escondida estre aquella pelusa cobriza. Sintió aquella humedad en su glande, y a medida que ella se iba dejando caer sobre él, también

sintió cómo llegaba y traspasaba suavemente el himen de la chica -momento en que

ella cerró más fuerte los ojos y lanzó un pequeño gemido de dolor-. Cuando llegó hasta lo hondo, volvió a abrirlos y mirándole fijamente, le dijo:

-Ahora viene lo bueno, Harry...

Ella empezó a moverse, de arriba a abajo, suavemente, a la vez que gemía; él, que a su vez había vuelto a ocuparse del coño de Herminone, se sentía morir de placer. Al cabo de un rato, Ginny alargó las manos y empezó a acariciar la espalda y los

pechos de Hermione (ella seguía dándole la espalda, las dos estaban sentadas sobre Harry mirando hacia la cabecera de la cama). Hermione respondió a esto arqueando

ligeramente su cuerpo hacia atrás y girando el cuello, con lo que ambas se fundieron en un beso.

-Espera, me daré la vuelta, Ginny, así estaremos más cómodas...

Casi sin apartar su sexo de la cara de Harry, que ahora le metía también de vez en cuando los dedos índice y corazón masturbándola, Hermione se giró encarando a Ginny, que ahora empezaba a aumentarla velocidad de su bombeo sobre Harry. Ambas

empezaron a acariciarse y a besarse; Harry le metía ahora a Hermione los dedos y la lengua a toda velocidad, mientras él hacía auténticos esfuerzos por no correrse aún dentro de Ginny.

Entonces, sin previo aviso, Hermione lanzó un prolongado grito a mitad de camino entre el gemido de placer y el de alivio, y Harry sintió cómo el cuerpo de ella se arqueaba hacia atrás a la vez que un violento temblor la sacudía y, para postre,

una enorme cantidad de flujo vaginal cayó sobre la cara de él, que hizo todo lo que pudo por beber sin desperdiciar una gota... Poco a poco, ella se fue relajando y su respiración se fue acompasando, mientras Ginny se inclinaba un poco adelante y le besaba la cara y los pechos, perlados de sudor... Entonces Hermione se incorporó, apartó su coño de la cara de Harry y se agachó sobre él, empezando a besarle y a

lamerle de la cara su propio néctar de mujer, para deleite de él.

Ginny, a la vista de esto, pareció decidir que ya era hora de que ella terminara también, así que empezó a aumentar el ritmo de sus movimientos pélvicos, a la par que Harry la agarraba por las caderas ayudando también en el movimiento. Los dos

empezaron a jadear, mientras Hermione repartía entre ambos sus besos y caricias.

Entonces, de un modo bastante parecido al que lo había hecho Hermione, Ginny arqueó su cuerpo hacia atrás, lanzó un prolongado gemido y Harry la sintió temblar como una hoja, mientras una gran cantidad de líquido vaginal caía sobre el pene

de Harry, terminando de empaparlo. Él ya no pudo resistir más y comenzó a soltar

dentro de aquella gruta borbotones y más borbotones de semen...

Sólo entonces, Ginny se desplomó sobre él, recuperando los dos poco a poco el ritmo normal de la respiración, con Hermione tendiéndose a su lado, acariciándolos. Los tres estaban empapados en sudor, Harry estaba embriagado por esos olores, era increíble, había estado en el infierno y en el séptimo cielo a la vez, y podía

contarlo... Poco a poco, el cansancio por el esfuerzo acumulado y por la sensación de relajación que sentía tras gozar de su propio orgasmo, hizo que sus párpados

empezaran a caer, hasta terminar por sumirse en un profundo sopor, mientras sentía aquellos dos cuerpos sudorosos como el suyo a su lado, aquella carne tibia que

tanto placer le había proporcionado y a la que él también esperaba haber hecho

disfrutar a cambio...

Cuando abrió los ojos, vio que debían llevar un buen rato dormidos, porque la luz que se filtraba a través de las cortinas del dosel procedente de la ventana

era más tenue que cuando Ginny las cerró. Esta última seguía sobre él, dormida, con la cara reposando sobre su hombro izquierdo (la cálida sensación que le producía el aliento de ella sobre su piel era indescriptible). Cuando giró la cabeza vio a

Hermione al lado de los dos, despierta y mirándole fijamente, a la vez que le sonreía.

-Ha estado muy bien, ¿no? -le dijo ella-.

-Sí, Hermione... -se dieron un suave beso, que sirvió para despertar a Ginny-.

La pelirroja incorporó la cabeza, guiñando los dos ojos, y al abrirlos, también sonrió como lo había hecho Hermione: una sonrisa que mostraba a las claras que todos sus deseos parecían haber sido colmados -para alivio de Harry-. Lo besó, y él pudo sentir toda esa cabellera pelirroja oscureciéndole la visión, haciéndole cosquillas en la cara y en el cuello... Y después ella y Hermione también se besaron, tras lo que Ginny se incorporó y con un pequeño gemido sacó la carne ya fláccida de Harry de su interior.

Hermione también se levantó y bajándose de la cama se acercó al montón de sus ropas que yacían en el suelo, y empezó a rebuscar entre ellas. La visión del trasero de ella vuelto hacia él, con aquella mata insinuándose entre los muslos, hizo que Harry

sintiera un cosquilleo en la entrepierna... Mientras, Ginny también se levantó hacia su montón de ropa, adoptando la misma posición que Hermione, y entonces Harry pudo ver cómo le bajaban lentamente por la cara interior de aquellos muslos plagados de pecas varias gotas brillantes de color nacarado... También se veía algún reguero, aunque menor, de sangre. Al bajar la vista hacia su propio sexo, Harry pudo ver que también lo tenía empapado de una mezcla de fluidos de ambos colores...

Hermione, que se había acercado a ellos con la varita en la mano, murmuró unas palabras a la vez que apuntaba hacia el sexo de Ginny, que se encontraba expuesto desde atrás, pues la pelirroja estaba agachada de espaldas en el suelo recogiendo sus ropas. Un rayo azulado llegó hasta él, haciendo que ella diera un salto a la vez que lanzaba un alarido ("¡Avisa la próxima vez, Hermione, que eso da mucho frío!"). Harry, sonriendo, vio que los restos de semen y de sangre que también salía de su cuevita habían desaparecido por completo.

-Bueno, ahora te toca a tí -dijo Ginny, que había cogido su varita también, con una sonrisa pícara y maliciosa-.

Por toda respuesta, Hermione separó sus piernas, de pie sobre el suelo, flexionó un poco las rodillas y ofreció su objetivo, todavía con los pelos chorreando de

jugos, hacia Ginny (visión que provocó nuevos e insinuadores calambres en las caderas de Harry). Un nuevo rayo azulado salió esta vez de la varita de Ginny, y la operación de limpieza se repitió, esta vez sobre Hermione, haciendo que su cuerpo se viera

recorrido por un espasmo tras el que todo resto de humedad desapreció de su monte de venus.

Entonces, y sin avisar, Ginny giró su varita y apuntó al pene de Harry, lleno de semen y restos de sangre de su recién perdida virginidad. Él sintió un frío intenso en toda su entrepierna cuando la luz azul le impactó, y al volver a mirar hacia la zona en cuestión, ésta se encontraba totalmente limpia como si no hubiera pasado nada.

Harry se incorporó entonces, se acercó a Hermione y la besó. Ella le correspondió acariciándole la espalda y el trasero, lo que hizo que el pene de Harry volviera por fin a la vida. Ella también notó aquel bulto entre los dos, y zafándose de su abrazo, le dijo:

-Vaya, vaya, sigues con ganas de guerra, ¿eh? Pues yo también, que lo sepas, que no va a ser Ginny la única que te tenga dentro, ¿no crees? Pero me apetece que hagamos esta vez algo distino... Un cambio de escenario, si os parece bien... ¿Te acuerdas todavía de la contraseña para pasar al baño de los prefectos?

-Sí, claro... ¿Quieres que vayamos allí?

-Sí, Harry... Quiero que los tres nos demos un buen baño con espuma de todos los colores, ha de ser tan sensual... Sólo debemos tener cuidado de que Filch no nos

pille. ¿Tú que dices, Ginny?

-¡Me parece una idea estupenda!

Así que sin perder más tiempo, los tres se pusieron rápidamente sus ropas, y salieron con mucho cuidado de la habitación, aunque no se encontraron con nadie, 

ni tan siquiera en la Sala Común. Mientras salían los tres por el retrato de la

Dama Gorda, Harry no podía creer todavía que todo esto le estuviera sucediendo a él en un solo día, y que todavía quedaran más cosas por pasar...

Pero lo que pasó después de que salieron por el retrato os lo contaré en otro relato.

¡Hasta pronto!