Hogwarts: ¿Placer u Obliviate? (1)
Harry sorprende a sus amigas Hermione y Ginny montándoselo en el baño de Myrtle. El dúo terminará en trío...
-----HOGWARTS: ¿PLACER U OBLIVIATE? (I)------
Harry entró sigilosamente en el baño de Myrtle la llorona, sabiendo que ésta no se encontraría ahí a esa hora, puesto que últimamente la niña fan- tasma gustaba de frecuentar el baño de prefectos, para poder verlos desnu- dos (había ciertos impulsos que no desaparecían ni siquiera tras la muer- te). Sabía que tampoco encontraría -o al menos eso creía- a ninguna compa- ñera suya, ya que a ninguna le gustaba usar el baño con Myrtle llorando al lado o pasando a través de las paredes y viéndolas mientras estaban dentro.
Eran las vacaciones de navidad y Hogwarts estaba prácticamente vacío, todos estaban en casa con sus familias, menos Harry y unos pocos estudiantes más, que habían optado por quedarse. Llevaba todo el día aburrido y sus pasos le habían traído sin darse cuenta a ese baño.
Nada más entrar, unos jadeos entrecortados provenientes de uno de los ex- cusados, cuya puerta estaba parcialmente cerrada (no cerraba bien, estaba medio descolgada) atrajeron su atención. No estaba muy seguro, pero le pare- cieron como si la persona que estuviese dentro estuviese... ¿llorando? No lo parecía, pero Harry se sintió incapaz de resistir la tentación de acercarse a echar un vistazo.
Más tarde, no podría parar de preguntarse cómo es que no preguntó antes en voz alta si la persona de dentro estaba bien, para al menos anunciar su pre- sencia. Lo único que recordaba fue que se acercó decididamente a la puerta del cubículo y la abrió suavemente.
El espectáculo que se presentó frente a él lo dejó sin aliento. Sentada sobre el retrete se encontraba Hermione, con la túnica y la falda reman- gadas y sin braguitas, sus piernas separadas, dejando a la vista una abun- dante mata de vello rizado y castaño. Y más sorprendente aún, arrodillada frente a ella, se encontraba Ginny, la cual estaba lamiendo el sexo de Hermione, que se encontraba bastante hinchado y húmedo a causa de la evi- dente excitación.
Ambas ahogaron un grito cuando entró, y de hecho Hermione tenía ya pres- ta la varita en su mano antes de que Harry se diera cuenta, y la tenía apuntando a un sitio que lo incomodó bastante...
-¡¡¡Harry!!! ¿Cómo te atreves? -dijo mientras se bajaba la túnica y la falda, dejándole sin el hermoso espectáculo-. Ahora no me quedará más remedio que lanzarte el hechizo desmemorizante y...
-Espera, Hermione -consiguió articular Ginny, a pesar de haberse puesto más colorada que su pelo, lo cual ya era bastante decir-. ¿Y si...? Bueno... Ya sabes, lo que estuvimos hablando la última noche... tres... Oh, vamos, Hermione, seguro que a Harry también le gusta, por favor...
Hermione se quedó mirando primero a Ginny y luego a Harry, abrió la boca como para protestar, pero entonces le cambió de repente la expresión y Harry vió en sus ojos la misma expresión lujuriosa que había justo cuando las sor- prendió a ambas.
-Harry, sólo te lo preguntaré una vez: ¿quieres hacer un trío con nosotras o por el contrario prefieres que te borre tus recuerdos al momento justo ante- rior a tu entrada en el baño?
Él se quedó de piedra, con el corazón en la boca, a la vez que sentía cómo su pene se ponía de cero a cien en cuestión de segundos. ¿Placer u Obliviate? La respuesta surgió sola de su garganta:
-De acuerdo, chicas. Pero... ¿Cómo lo haremos? Quiero decir... ¿Soys vírgenes las dos? Porque yo sí, para qué ocultarlo -añadió mientras se ponía rojo como un tomate-.
-Oh, Harry, tienes una capa de invisibilidad y no haces más visitas a la Sección Prohibida de la biblioteca, ¿eh? -le dijo Hermione sonriendo pícara- mente, mientras sacaba de la mochila que tenía a su lado un libro muy viejo con las tapas de color negro, sin título alguno-. No te diré cómo conseguí este libro, ya que prometí no decirlo jamás, pero sí se de buena fe que exis- te otra copia en la Sección Prohibida.
-¿Qué hay en él? -preguntó Harry.
-Hechizos para conseguir placer sin que se note -respondió Ginny-. Hechizos reparadores, especialmente uno muy útil que permite reparar ciertos tejidos humanos que han sido rotos previamente...
-Es decir, que podemos hechizarnos mutuamente para repararnos el virgo tras haberlo perdido -remachó Hermione, mientras Harry no salía de su asombro-.
-Y yo que creía que era un pervertido con mis pajas en los baños y en la cama pensando en vosotras... Sí, no me miréis así, qué pasa, soy un chico y tengo mis necesidades, si lo llego a saber antes...
-El caso es que ni Hermione ni yo hemos estado todavía con... nadie -dijo Ginny-. Nos hemos desvirgado en alguna ocasión la una a la otra utilizando un consolador muggle que guardo en mi baúl, pero con un chico... nunca.
-Pero para todo ha de haber una primera vez. Así que -dijo Hermione mientras apuntaba con su varita al bulto que pugnaba por salir de debajo de la túnica y los pantalones de Harry- sólo necesitamos tomar una precaución previa con- tigo. No te preocupes, no te dolerá, Harry.
Murmurando unas palabras en voz baja que Harry no logró captar, Hermione agitó su varita. Un rayo con un brillo bastante tenue brotó de ella y dió de lleno en el paquete de Harry. Éste, asustado, sintió un cosquilleo en todo su sexo pero, tal y como le había prometido su amiga, no sintió ningún dolor.
-¿Qué me has hecho?
-Nada, simplemente es el hechizo anticoneptivo estándar (sacado, por supuesto, del ya mencionado libro) -respondió Ginny-. Durante una hora, todos tu esper- ma será estéril, pero podrás seguir teniendo placer y eyaculando. Como com- prenderás, todavía no queremos ser mamás...
Sonriendo, Harry se acercó a la hasta entonces inocente Ginny para él, y le plantó un suave beso en sus carnosos labios, mientras acariciaba sus nal- gas y pudo sentir cómo ella le correspondía con su lengua.
-Creo que será mejor que nos quitemos la ropa, chicas, ¿no creéis? -dijo Harry casi sin aliento tras separarse suavemente de los labios de Ginny-.
Ambas chicas sonrieron y se sacaron las túnicas, tras lo cual se quitaron las blusas y las faldas: ambas llevaban sujetadores de color blanco, y Ginny tenía unas braguitas del mismo color (Hermione ya las tenía quitadas previa- mente y su sexo castaño volvía a estar húmedo de la exictación). Harry pudo observar cómo las braguitas de Ginny estaban totalmente empapadas sobre el triángulo que formaba su sexo, y esto le hizo desearla todavía más.
-Harry, quiero que me quites tú las braguitas, por favor -dijo Ginny.
Él se arrodilló frente a ella: el olor de su cavidad llegaba hasta él, y lo estaba volviendo loco. Lentamente, le fue bajando la empapada prenda, y ante él se presentó un espectáculo precioso: su vulva estaba apenas cubierta por una pelusa pelirroja, que brillaba debido al líquido que rezumaba del interior de la chica.
Las braguitas cayeron al suelo; sin poderlo resistir, Harry sumergió su boca en aquella cueva inundada, y se deleitó con el néctar de Ginny, la cual empezó a respirar entre gemidos de placer. La lengua de Harry lo exploró to- do, hasta terminar en un duro e hipersensible clítoris que hacía dar a su amiga saltos de placer cada vez que lo estimulaban.
-Oooohhh, muy bien, lo haces muy bien, sigue así, Harry... -acertó a decir Ginny.
-Lo consideraré como un gran cumplido, Ginny, teniendo en cuenta que es mi primera vez -respondió Harry algo confuso, mirándola de rodillas hacia arri- ba. Entonces se percató de los pechos de Ginny, no muy grandes, comparados con los de Hermione, pero sí tentadores-.
Lentamente, desplazó sus manos a través de las caderas hasta las nalgas de Ginny; le apretó los cachetes, lo cual arrancó un nuevo gemido de placer, y tras ello fue subiendo hasta alcanzar sus pechitos. Harry los empezó a acariciar por encima del sujetador. Sonriendo, Ginny se lo desabrochó y dejó a la vista unos pechos blancos como el resto de su piel, con unos pezones diminutos que se volvieron aún más pequeños y duros en cuanto Harry los aca- rició, todo lo cual hizo que ella diera nuevos suspiros de gozo.
Harry se levantó y comenzó a besarle los senos, primero el izquierdo y más tarde el derecho, explorando con la punta de sus lengua los pezones; Ginny no paraba de temblar cada vez que lo hacía.
-Ejem -oyeron carraspear tras ellos-. Si no os importa, yo también estoy aquí.
Se habían olvidado por completo de Hermione, la cual seguía sentada en el inodoro y estaba usando los dedos de su mano derecha para maturbarse de una forma casi mecánica; por si esto fuera poco, se había dejado al descu- bierto uno de sus ya bien formados y firmes pechos, y se lo estaba acariciando con la mano libre.
-Oh, perdona, Hermione -murmuró Harry algo avergonzado-. Espera que te ayu- de...
Avanzó hacia ella y pasándole las manos por la espalda, le desabrochó el sujetador (no sin varios intentos fallidos, puesto que era la primera vez que manipulaba este tipo de prenda femenina). Cuando el sostén cayó, Harry creyó que estaba en la gloria: se puso a manosear los pechos de Hermione, a la vez que le pellizcaba suavemente sus grandes pezones, sintiendo cómo se volvían duros igual que los de Ginny.
-Dioooosss, sigue así, Harry, no pares, que ya llego... Siiiiiii.... ¡Aaahh! Ya está... pero sigue, por favor.
Él acababa de sentir cómo todo el cuerpo de Hermione era sacudido con un violento espasmo al decir esas últimas palabras, y comprendió que su amiga acababa de experimentar un orgasmo. Continuó masajeándole los pechos mientras ella continuaba metiéndose y sacándose dos dedos de su coño, del cual acababa de salir tal cantidad de flujo que le había empapado toda la mano.
-¿Puedo probar a qué sabes, Hermione? -preguntó Harry-.
-Por supuesto que sí, tonto, y tú también Ginny, aunque para tí no es un sa- bor desconocido... -respondió ella, a la vez que se sacaba la empapada mano y la extendía con la palma abierta frente a la cara de Harry.
Éste sintió el aroma penetrante de mujer de Hermione; incapaz de resistir- se, comenzó a chuparle el dedo meñique primero, para seguir después por el anular; el sabor lo volvía loco. Ginny se acercó detrás de él e hizo lo pro- pio con los restantes dedos; a la vez, Harry acariciaba las nalgas de la pe- lirroja... Podía sentir que iba a explotar entre sus piernas...
Hermione debió de presentirlo también, porque de pronto Harry sintió cómo la mano libre de su amiga se deslizaba por debajo de su túnica, se la levan- taba hasta la cintura y le desabrochaba con gran maestría los botones de sus vaqueros. Su slip apenas podía ocultar su erección... Sin dejar de sotener su mano en alto (sólo la había bajado una vez para volver a empaparla en sus fluidos vaginales para mayor deleite de Harry y Ginny), Hermione se bajó de la taza, se arrodilló frente a Harry y dejó al descubierto sus catorce centí- metros de adolescente masculinidad, aún por desarrollar al completo.
-Bueno, Harry, no es tan grande como nuestro consolador, pero eso hará menos dolorosa la penetración, todo sea dicho -dijo Hermione a la vista del espec- táculo-. Pero me temo que ahora mismo estás a punto de reventar, así que me- jor será aliviarte e intentarlo con nosotras más tarde.
Tras decir esto último, Hermione acercó su boca al miembro de Harry y co- menzó a realizarle una suave y delicada mamada. Harry estaba en la gloria, podía sentir la lengua de ella recorriendo su mástil, mientras con la mano que tenía libre (la otra todavía la tenía en alto, empapada ahora por la sa- liva de Harry y Ginny, que seguían chupándola, y besándose también de cuando en cuando) le acariciaba sus testículos apenas ocultos por un vello tan oscu- ro y revuelto como su propio pelo. Por si fuera poco, el aliento cálido que le escapaba a Hermione por su nariz era ya más de lo que Harry podía sopor- tar...
-¡No puedo más, me viene! -exclamó de repente.
Por toda respuesta, Hermione bajó la mano que tenía en alto y ya con ambas manos a su disposición, se puso a masajear de arriba a abajo el pene de Harry a la vez que aumentaba la velocidad de sus movimentos con boca y lengua. Fi- nalmente, Harry eyaculó dentro de la boca de Hermione: sintió cómo su semen salía a borbotones dentro de la boca de Hermione, y cómo, aunque estuvo un par de veces a punto de atragantarse, no derramaba ni una gota...
Ya con el pene un poco fláccido, Hermione dejó de hacerle la mamada y levan- tó la vista hacia Harry sonriéndole, con toda la comisura de sus labios mancha- da de blanco. Mientras, la respiración de Harry volvía poco a poco a la norma- lidad, así como el ritmo cardíaco. Y para completarlo, Ginny, que en los últi- mos minutos había estado masturbándose frenéticamente con sus deditos, se corrió con un grito que retumbó en todo el baño.
-¡Jo, yo también quería probarlo! -dijo, entre jadeos, mientras recuperaba el aliento y les miraba con el rostro perlado de sudor.
Entonces, Hermione, cuya boca aún estaba repleta del semen de Harry, se in- corporó, se acercó a Ginny y la besó en la boca: un largo y profundo beso.
-Eso está mejor, gracias... -respondió Ginny relamiéndose cuando ambas se separaron.
-Bueno, chicas -terció Harry-, si me dais un rato, creo que volveré a estar listo para volver a la batalla y satisfaceros plenamente, pero ¿no os apetece ir a otro sitio? Este baño es un congelador... Vamos a la Sala Común de Gryffindor, sólo estamos allí nosotros tres, Ron se fue con Fred y George a pasar el día en Hogsmeade, y tenemos hasta la noche... ¿Os imagináis todo lo que nos dará tiempo a hacer?
Los tres sonrieron, recogieron sus ropas, se vistieron y salieron sigilosa- mente del baño, de uno en uno, y si dirigieron en busca del retrato de la Dama Gorda, seguros de que la diversión sólo acababa de empezar... Pero para esa historia todavía tendréis que esperar un poco más.
-CONTINUARÁ-