Hogueras de San Juan. Parte -1-

Difícil poder clasificar la categoría, por lo que dejare la de siempre. Pero es la primera vez de mi esposa con el mismo sexo, entre otras situaciones.

Este relato empezó a suceder el pasado 18 de junio. Lo narraremos o contaremos entre los dos. La última vez que estuvimos con Carlos, este nos invitó a pasar las fiestas de las hogueras de San Juan en Alicante, en su casa. Y aceptamos, tanto a mi esposa como a mí se nos hizo muy largo el tiempo de espera, pero ya era viernes. Y Carlos llevaba diez días calentando el ambiente, pero varias veces nos avisó de que viviríamos cosas nuevas y que lo mismo no estábamos preparados. Yo lo hable con María y sabíamos perfectamente que se refería a nuevas situaciones sexuales, pero estábamos dispuestos a vivir nuevas experiencias. Su único comentario fue decirme, Tomás la última palabra la tienes tú, ya sabes que yo cuando lo vea, no poder decir que no. Carlos nos dijo que mejor no fuéramos en coche, porque con las fiestas, es difícil circular por Alicante, porque se cortan muchas calles. Así que iríamos en el AVE.

Estoy tan nerviosa y tan excitada, que no he podido dormir bien por la noche. A las siete de la mañana, después de dar muchas vueltas en la cama me he levantado, las maletas están preparas y no sé qué hacer. Desayunando en la cocina sola, empiezo a imaginarme que sorpresas nos depara este viaje y la mente de Carlos. Pienso de todo y nada, lo único que logro es ponerme más excitada. Me voy al aseo y me ducho, una vez que acabo despierto a Tomas, que protesta por despertarle tan pronto, pero no quiero llegar tarde a la estación.

María está muy acelerada de buena mañana y me ha despertado muy pronto. Me he dado una ducha, he desayunado y vestido, ya estamos preparados. Nada más verme María que ya estaba, descuelga el teléfono y llama para pedir un taxi. A las ocho y media de la mañana estamos en la estación. El tren salía a las 09:30 como reflejaban los paneles informativos. El viaje seria de dos horas y cuarto. Con todo el tiempo que quedaba por delante nos fuimos a tomar un café. María hablaba poco, su mirada estaba como perdida y poco caso me hacía. Por megafonía avisaron para ir subiendo al tren y nos dirigimos a él.

Ha sido montarnos en el tren y Tomas se ha quedado dormido. El viaje, aunque es un poco de más de dos horas, se me hace eterno. Observo como más de un hombre me ha dado un repaso visual tanto en la estación como en el tren. Me hace gracia y me quedo satisfecha de haber elegido esa ropa, quiero que cuando Carlos me vea haga lo mismo que esos que ya me han mirado. La llegada está prevista a las 11:42 y por lo que oigo a la gente, llegaremos a la hora. A las 11:15 voy al servicio y me retoco un poco el maquillaje, que no es nada excesivo, pero si lo justo. Cuando vuelvo a mi asiento despierto a Tomas.

Bajamos del tren y vamos en dirección a la salida. Vamos callados y aunque tratamos de disimularlo, vamos más rápido que el resto de la gente. Yo voy mirando para ver si localizo a Carlos, supongo que María protegida por sus gafas de sol hace lo mismo. Pasamos las puertas de cristal que separa los andenes del hall de la estación y veo mucha gente esperando, pero de Carlos no hay rastro. Hasta que veo sonreír a María y miro en la dirección que ella está mirando, cuando veo a Carlos hablando por su móvil y sonriéndonos. Guarda su teléfono y viene hacia nosotros a María le da dos besos en su mejilla y a mí un fuerte apretón de manos y cuando digo fuerte es fuerte. Coge la maleta que lleva María y nos vamos hacia afuera de la estación y nos montamos en su coche. Antes de arrancar nos mira a los dos y nos dice que estamos a tiempo, que, si queremos ir a un hotel mejor, no hay problema que le corre con los gastos, pero tanto María como yo le decimos que todo está bien.

Fue verle en la estación y ver cómo me sonríe que no lo pude evitar, le sonreí como una niña de 14 años. Pero lo que me excito del todo era ver como hablaba por teléfono y como me miraba de arriba abajo, con una mirada de depravado. Cuando me saludo con los dos besos, que fueron suaves, pero a la vez candentes y como su mano me toco por la cintura, no lo pude evitar me mojé completamente. En el coche el muy cabrón se quitó las gafas de sol y me miraba por el retrovisor mientras Tomas no paraba de hablar, me quite mis gafas y su mirada me penetraba hasta lo más hondo. Que cachonda me tenía el muy cabrón, como sabia ponerme sin tan siquiera tocarme ni hablarme.

Mientras íbamos para su casa yo iba hablando, pero tenía la sensación de que no me escuchaba mucho, pero podía ser debido al tráfico que había. Nos metimos en una zona de chalets, llegamos a uno y entramos. Era un chalet de construcción moderna, con vistas al mar, la parcela tenia buen tamaño, pero no era excesiva, la que uno puede arreglar y cuidar tranquilamente sin ayuda. Una casa como he dicho moderna y de dos plantas. Con una piscina de esas que se dicen infinitas y de buen tamaño. Nos acompañó a una habitación con unas vistas al mar preciosas, una cama de matrimonio más grande que la que teníamos nosotros en nuestra casa y nos dijo que en unos 45 minutos nos iríamos. Aunque María no me dijo nada y cuando le pregunte me lo negó, sabía que se había quedado decepcionada, que ella esperaba que en ese momento Carlos hubiera hecho algo con ella.

Me es imposible describir como me sentí, cuando nos dejó en nuestra habitación y nos dijo que nos esperaba abajo que nos iríamos. Me dieron ganas de abofetearle, arañarle, yo que sé. Pero trate de que no se me notara y recomponerme. Cuando bajamos mi esposo y yo, me dio un dolor de tripa al ver a Carlos hablando con una chica de tez muy morena, se les veía con mucha complicidad, fue como un ataque de celos. Ya que era una chica muy jovencita, con un pelo larguísimo, le llegaba hasta la cintura. Iba enfundada en un pantalón pirata muy ajustado, que marcaba perfectamente el culo respingón que tenía, grande y al meterse el pantalón por medio, hacía que se le viera muy bonito. Cuando se dio la vuelta fue peor, porque se le notaba el pantalón metido por donde ya sabéis, era algo exagerado y con unos pechos muy grandes, que no sabría yo, si eran de silicona. Carlos nos la presento como Melina, dominicana que trabajaba en la casa y nos dijo que cualquier problema se lo dijésemos a ella, porque en realidad era la que al final mandaba en la casa. Se acercó y nos saludó muy efusivamente a los dos, a Tomás se le caía la baba mirándola.

Antes de irnos Carlos nos presentó a la chica que llevaba la casa, se llamaba Melina tendría no más de 20 años. Fue un espectáculo verla. Con esos pantalones ajustadísimos que hacían que las cachas del culo estuviesen como partidas y los labios del coño se le notasen como dos dedos de profundidad, imagine que Carlos tendría algo con ella. Y quién no. Nos montamos en el coche y yo notaba a María enfadada iba con morros. Aparcamos el coche y nos fuimos andando hasta donde quería Carlos, había mucho gentío que se agolpaba en las calles, no sabíamos que sucedía, Carlos decía que era una sorpresa. Nos subimos a una oficina donde Carlos abrió la puerta con una llave. Había 10 personas que nos presentaron. Como eran casi todas parejas las presentare de esa forma, Catalina y Amaro, Paqui y Chema, Noelia e Iván, Rosi y Sergio, luego estaban dos desparejados Oscar y Bárbara, que a esta ultima la conocimos en el anterior viaje, aunque fue de pasada. Todos rondaban casi la cuarentena y seguro que algunos la pasaban. A excepción de Bárbara que era la más jovencita de todos. Más tarde me entere de que todos eran matrimonios, menos Paqui y Chema, aunque tenían dos hijos en común.

Llegamos a una oficina que Carlos abrió con su propia llave, cuando entramos había bastante gente esperando. Nos saludaron y fueron muy cordiales, aunque me sentí observada por alguno de ellos. Bárbara que ya nos la presento Carlos, vino en seguida y me hizo sentir más cómoda. De pronto sonó como un petardo muy grande y dándome la mano Bárbara me llevo hacia un balcón pequeño, el resto de gente se fueron acoplando en otros. De pronto se empezó a oír un estruendo de cohetes, petardos, es lo que llaman una mascleta. Me tuve que tapar los oídios. Justo en ese mismo momento noté una mano entre mis piernas, era Carlos, pensé que era un descarado, pero me sentó muy bien, por fin, hizo algo. Hasta ya me molestaba menos el ruido. Cuando acabo todo, la gente aplaudía y Carlos quito su mano de donde la tenía, que rabia me dio, pero ya estaba más contenta. De allí nos fuimos a comer cerca. Llegamos a un sitio que habían reservado, porque hubiera sido imposible encontrar algo libre de toda la gente que había. Carlos me hizo sentar junto a él y de vez en cuando me acariciaba lo que me hacía estar cada vez más caliente. Todas las parejas eran simpatiquísimas y agradables, me explicaron como eran las fiestas de San Juan. Acabamos de comer un poco tarde, sobre todo por las copas que nos tomamos. Cuando terminamos nos despedimos y quedamos al día siguiente. Yo estaba nerviosa por llegar al chalet, seguro que Carlos me pillaría en cualquier sitio y me daría lo que necesitaba.

Una vez acabada la comida que estuvo entretenía, nos fuimos hacia el chalet. Veía con mejor cara a María, la comida le había levantado el ánimo y, sobre todo, lo que nos reímos con esa gente. Cuando llegamos Carlos dijo de ponernos cómodos que él se daría un baño en la piscina. Nos íbamos a poner cómodos cuando llego Bárbara. Que decía que necesitaba bañarse. María y yo nos subimos a la habitación, poniéndose ella un bikini totalmente provocativo y yo el bañador. Me reconoció que estaba muy caliente. Aunque eso ya lo sabía yo.

Yo estaba deseosa de que pasara algo. Cuando bajamos a la piscina, Carlos estaba en los sillones sentado y tomando lo que suponía que era un zumo. Estaba con un bañador grande de color rojo y sin camiseta, ver esos músculos, esa tableta, lo único que hizo fue ponerme peor. Lo que más me excito fue la manera que tuvo de mirarme, me comía con su mirada. Sentí como mis pezones se endurecían y como mi chochito palpitaba. Nos sentamos y nos dijo que queríamos tomar y nos lo puso. Llego Bárbara que llevaba un albornoz corto y muy finito.  Nos dijo que esperábamos para bañarnos y se quitó el albornoz quedando totalmente desnuda, no me atraen las mujeres, pero tenía un cuerpazo bellísimo, perfecto, tonificado y bien cuidado. Se lanzó de cabeza al agua, detrás Carlos se puso de pie nos dijo vamos y se quitó el bañador quedándose desnudo y con toda su virilidad al aire. Que ganas de comérmela toda. Se metió al agua. Yo ya no me lo pensé más, me desnudé también y al agua. Se notaba la juventud de Bárbara, muy animosa, bulliciosa y divertida. Tomás no se metió en el agua, nos miraba desde su asiento.

Cuando Bárbara nos animó para meternos en el agua y se quedó desnuda, me quede muy cortado, menudo cuerpo tenía la muchachita, unas tetas bien hermosas, bien sujetas, un culo muy bien colocado, si me quitase el bañador se vería mi erección. Por lo que no me metí en el agua. Pero María tardo nada en despelotarse y meterse con ellos en el agua, la conocía y sabía que estaba necesitada del rabo de Carlos. Pero me gustaría ver en el agua a Melina, la joven de esta mañana, que no dio señales de vida desde que llegamos.

Me lo pasaba bien en el agua con Bárbara y Carlos, pero mi cabeza solo pensaba en la noche, cuando Bárbara se hubiera ido, cuando estuviéramos nosotros solos. Nos salimos del agua y nos sentamos hablando principalmente de las fiestas y de lo que haríamos los siguientes días. Menos mi marido nosotros seguíamos desnudos. Oímos llegar un coche y era Melina, que llegaba y cargada con bolsas. Carlos se levantó rápido y tal como estaba fue a ayudarla, cuando mi marido reacciono fue también. Volvieron ellos solos, pero como al cuarto de hora, llego Melina con una blusa grande y se la quitó quedándose desnuda también, se metió en el agua y apenas se le pudo ver. Cuando salió me fije mejor. Tenía unos pechos que se veían tersos, duros y con unos pezones casi negros, muy grandes. Ahora lo tenía más claro era mulata segura. Depilada totalmente, no como Bárbara y yo, que teníamos como una rayita de pelo en la parte de arriba de nuestros chochitos. Cuando cogió la toalla para secarse un poco y se puso de perfil, menudo culazo que tenía, algo que nunca vi así, ni en películas porno. Eran dos jóvenes preciosas cada una en su estilo. Melina después de llevar bastante tiempo en la piscina, nos dijo que había traído la cena ya preparada, diciéndonos lo que había comprado. A mi cualquier cosa me vendría bien, ya que mi hambre era de otro tipo. Carlos se levantó y nos dejó solos. Cuando regreso lo hizo con un pantalón corto azul y un polo amarillo, con la melena mojada y peinado hacia atrás. Paso junto a mi lado y que bien olía. Bárbara dijo que ella se iba a cambiar también y vi que se iba a quedar, me mosqueo un poco, pero estaba segura de que lo mejor vendría cuando nos fuésemos a dormir. Me subí con mi marido a cambiarnos, el cómo acabo pronto me dijo que se bajaba, yo me quede decidiendo como arreglarme. La cuestión era si bajaba como una autentica zorra, para competir con esas dos niñatas (no lo digo de forma despectiva) o bajar muy discreta. Me costó poco decidirme, cuando me vi desnuda ante el espejo, había que ser la más zorra.

Carlos estaba solo sentado y mirando al infinito. Quise tantearle y averiguar lo que pasaría en días sucesivos, creía que lo hacía sutilmente, cuando él fue muy directo, diciéndome que todo sería una sorpresa, que mucho dependería de mí, porque de María no dependería, que sabía que ella en el momento que empezase no tendría freno. Como la conocía en tan poco tiempo. Nos interrumpió la conversación Bárbara que llego con una minifalda ajustada, muy cortita. Un top en el que se apreciaba que no llevaba nada debajo y muy apretado también. Nos dijo que iba a ayudar a Melina. Luego apareció mi esposa, me he vuelto muy permisivo, pero, aunque iba arrebatadora, en otras circunstancias, no le permitiría ir de esa manera.

Nada más vi a Carlos y Tomás. La cara de mi marido me lo dijo todo, se le salían los ojos. Había acertado. Carlos se me acerco con su gran sonrisa, me dio un beso en la mejilla y me dijo al oído, que le había alegrado la noche. El beso y oír eso, hicieron a mi cuerpo temblar de placer. Aunque la temperatura era buena, hacia algo de fresquito. Mis pezones me dolían de los duros que los tenia y se me marcarían en mi vestido escotado, tanto por delante como por detrás y si me agachaba solo un poquito sabía que se me vería mi mini tanguita. Carlos nos dejó solos y fue a mirar cómo estaba todo. Mi marido aprovecho para decirme que iba pidiendo guerra con esa pinta de putón. Acariciando su cabeza, con muy mala intención, le dije que eso era lo que quería, mucha guerra.

Apareció Carlos para decirnos que entráramos que cenaríamos mejor dentro, que ya hacia fresquito y estaríamos mejor. Yo tenía ya hambre y cuando vi todo lo que había, aunque era una cena fría, sabía que me pondría las botas. Melina iba vestida casi igual que Bárbara.  Pero esta vez no vi con mala cara a María. Carlos trajo tres tipos de vino, tinto, rosado y blanco. Los tres muy buenos, que de eso entiendo. Él se puso vino tinto, las tres mujeres rosado y yo como Carlos tinto. Una vez finalizada la cena, recogimos todo en un momento y nos fuimos a un salón, donde hicimos la digestión y tomamos algunas copas, menos Carlos, que bebía todo sin alcohol, a excepción del vino. Vi como Carlos se levantaba cogía una Tablet y empezó a manejarla, se empezó a oír una música melódica y las luces variaron, quedándonos con luces de colores tenues, parecía que estábamos en algún pub. En vez de volver a su sitio, se acercó a donde estábamos sentados María y yo, se puso delante de ella, extendió su mano y María le dio la suya y se levantó. Se pusieron a bailar y desde el principio él se apretó mucho a ella.

Cuando puso la música y cambio las luces, supe que lo que tuviera que suceder, sucedería a partir de ese momento. Tomas me tenía agarrada una mano, Carlos se acercó a nosotros y me dio la mano, no dude ni un segundo en cogérsela y me levante, siguiéndole hasta el sitio en el que nos pusimos a bailar. Bárbara y Melina que estaban sentadas en sillones individuales, se giraron un poco para vernos, me dio un poco de reparo, pero me deje llevar. Carlos no se anduvo con rodeos y se pegó a mí y yo a él. Sus movimientos eran directos y provocadores. Yo no me quede atrás tampoco, ya me daba igual quien mirara, es más, hasta me excitaba saber que todos me miraban a mí.

Me estaba acordando de una cosa que hizo y dijo mi marido, antes de bajar. Me toco mi chochito y me dijo buen rabo te van a meter por aquí. Pues bien, estaba notando como crecía el rabo de Carlos, lo tenía hacia arriba y poco después lo sentía todo duro, me movía ya apretándome todo lo que podía a él. Quería ponerle cachondo y lo estaba consiguiendo. El llevo sus manos a mis nalgas y me las acariciaba y apretaba, por debajo de mi falda, los que miraban tendrían una visión perfecta de mi culo, pero pasaba de ellas y de mi marido. Mi chochito estaba ya inundado, como sabia el cabrón ponerme cachonda. Me decía en bajito que le tenía muy cachondo durante todo el día, que me iba a dar una buena ración de polla, que en este viaje dejaría de ser su putita, para convertirme en su puta. Todo eso en vez de molestarme me ponía más cachonda. Cuando mejor se ponía todo, paro de bailar y dijo de sentarnos. Yo me iba a sentar con Tomás cuando el mirándome me dijo, putita tu conmigo. Me senté junto a él. Y nada más sentarme me dio un beso suave en los labios, pero no me metió la lengua, me dio mordisquitos en el labio inferior, mi lengua buscaba su boca, pero él no se daba por aludido, hasta que me metió ese palmo de lengua que tiene, me lamia por toda mi boca, que manera de besar.

Me hizo girar de tal manera que me quede boca arriba y abrazada por él y tumbada a lo largo de ese sillón. Seguía con ese beso tan intenso, que parecía que no iba a acabar nunca y que yo no quería que acabara. Note como me tocaban mis piernas, no podía ser mi marido porque eran unas manos suaves, pequeñas. Quise mirar, pero Carlos me lo impidió. Esas manos y no porque yo diera facilidades fueron subiendo hacia arriba con caricias. No sabía quién era si Bárbara o Melina, pero quien fuera no se rendía, aunque yo no diese facilidades. Pero al final llego donde quería llegar, el único obstáculo que quedaba era mi minúsculo tanga, que eso y nada era lo mismo. Paro de besarme y me miraba intensamente a los ojos y me sonreía, sabía lo que estaba pasando y entonces me dijo que me relajara, que disfrutara. Oír eso y abrir las piernas fue automático. Esos dedos sabían lo que hacían, tiraron de los lados de mi tanga hacia abajo, levante un poco mi culito y lograron sacarlo del todo. Ahora ya me dejaba tocar sin ningún tipo de traba, sentía unos dedos dentro de mi chochito, que se movían sin agresividad, suavemente y sentía también como tocaban mi clítoris. Se acercó Melina completamente desnuda, así que la que llevaba un rato tocándome con tanta delicadeza era Bárbara, ahora se cambiaron y pude ver como se chupaba con cara de viciosa los dedos Bárbara y nos miraba a Carlos y a mí. Se puso a desnudarse y le lanzo la ropa a Tomas y vi cómo se ponía cerca de su nariz el tanga de ella. Lo conocía hoy no duraría ni un minuto seguro, viendo lo que se avecinaba.

Cuando mi esposa se fue a sentar conmigo y Carlos la llamo putita y que se sentara con él, estaba más que claro que había empezado el folleteo. Vi cómo se besaban desesperadamente y luego como Bárbara se acercaba como una loba y empezaba a meter mano a María. Que, aunque nunca había estado con una mujer y siempre decía que eso sería impensable para ella, fue cediendo hasta ver como facilitaba que le quitaran la ropa interior. Yo ya tenía mi polla fuera y tuve que tranquilizarme o me correría rápido y no era plan. Cosa que casi sucede cuando Bárbara me tiro su ropa y sus braguitas, que estaban mojadas y olían de lujo.

Carlos se levantó y me dejo tumbada en el sillón, con Melina tocándome mi chochito, me quise levantar, pero las dos no me dejaron. Bárbara mientras Carlos se desnudaba, me dijo que tranquila, que esa noche no la iba a olvidar en mi vida y que me acordaría de ellas, volví a intentar levantarme, pero esta vez Bárbara agarro con fuerza uno de los pezones que se me notaban de sobra y lo apretó diciéndome, que haría lo que ellas dijeran y que me harían pasar una noche loca y luego añadió recalcándolo bien, que esa noche seria la putita de ellos tres. No quería excitarme, pero no lo podía evitar. Entonces Melina dejo de hacer lo que hacía y se acercó a mí para decirme, te vamos a follar y veras lo bien que lo vas a pasar que al final nos pedirás más.

Alucinaba por cómo me decían las cosas esas dos jovencitas, no daba crédito a lo que estaba pasando, yo nunca había estado con una mujer ni en pensamientos y mucho menos con dos. Pero me notaba sobreexcitada, ¿Por qué? No tengo ni idea, mi cuerpo estaba reaccionando de una forma desconocida para mí. Mientras decían todo esto me habían desnudado del todo y me comían mis pechos, sus bocas jugaban con mis duros pezones. Cuando note sus lenguas en mis pezones, cuando los succionaban, como pasaban sus dientes con delicadeza por ellos y como al estar tan duros, me los dejaban doloridos, pero haciendo que todo mi cuerpo fuera pura excitación.

Carlos había desaparecido y Bárbara se acercó a mi oreja, me chupaba el lóbulo y con voz susurrante me decía, estas muy buena zorra y te vamos a follar sin descanso, te vamos a comer enterita. Todo eso y sin poder evitarlo me excitaba aún más, no podía evitarlo, mientras Bárbara me seguía diciendo guarrerias y tocando mis pechos, notaba como Melina subía con su lengua por mis muslos. Se me escapo de golpe un gemido, que había estado tratando de que no saliera. Y fue lo que aprovecho Beatriz para meter su lengua en mi boca y empezó a besarme como una loca. Mientras la boca y la lengua de Melina estaban ya en mi chochito.Sentí sus labios comer los míos y mis pechos se hinchaban de la excitación. Las dos cerdas hicieron que ya no pudiera resistirme más me estaba corriendo. Melina se levantó y con cara de satisfacción se acercó a Bárbara y se besaron. Me fije que mi marido se había corrido y se limpiaba con las braguitas de Bárbara, su cara era muy placentera. Cuando estaba recuperando mi respiración me di cuenta de que Carlos estaba sentado mirando y con su polla mirando hacia arriba. Se levantó y se besó con las dos, les lamio bien los labios. Deseaba que se acercara a mí, que me la metiera toda. No me pasaba como otras veces después de un orgasmo, que me quedaba como relajada, que va, estaba más excitada que al principio. Carlos mordía la oreja de Bárbara y algo le decía. La sonrisa de ella era de aceptación a lo que le decía, se separó de él y me hizo levantar, llevándome a la planta de arriba, a la habitación de Carlos, era una habitación muy grande y la cama algo exagerada de grande. Me tumbo y se colocó de rodillas entre mis piernas. Con sus dedos abrió mis labios vaginales, me miro con cara retorcida y empezó a chuparme el clítoris, su dulzura era impresionante, recorría con su lengua todos los rincones de mi chochito mojado.

Veía a Melina y Carlos detrás de ella como nos miraban, pude ver como la punta de la polla de Carlos asomaba y desaparecía por delante del chochito de Melina, que se retorcía para recibirla mejor. Se separaron y se acercaron, Carlos puso su polla a la altura de mi boca, la traía empapada, supuse que del chochito de Melina. Quería que la chupara estaba claro, quise limpiarla con una mano antes, pero no me dejo y fue un poco brusco cuando me la metió en la boca, pero me gusto. Cuando más estaba animada chupándosela, se quitó y Melina se puso de rodillas sobre mi cabeza, dejando su chochito a la altura de mi cara, se le veía perfectamente brillante y mojado. Según se agacho para ponerlo sobre mi boca, yo gire la cabeza.  Pero Carlos fue contundente, me agarro mis duros pezones, de forma brusca, apretando de ellos y estirándolos, a la vez que me decía, vamos puta, cómeselo bien comido, que se corra bien y que no se queje de que lo haces mal. Volví a girar mi cabeza y noté como se me llenaba la boca de su humedad. Saqué mi lengua con algún reparo, pero según la fui moviendo, me di cuenta de que me gustaba y contra mas notaba como a ella le gustaba, más me ponía a mí. Mi placer era triple, por lo que me hacía Bárbara, por lo que le hacía yo a Melina y por acodarme de una mujer que conocí por internet, que hablamos más de una vez de hacerlo con otra mujer y que delicia.

El sabor era nuevo para mí y me excitaba. Mi lengua se metía por todos los lados, me note como desesperada por hacer que su placer fuera máximo y por cómo se movía, por como gemía, lo estaba consiguiendo. La certificación la tuve, cuando les decía a los otros, que bien lo come esta puta, me va a hacer correrme ya. Cada vez se apretaba más contra mi boca, noté como estamos las dos cerca de un orgasmo y fue de esa manera, me empecé a correr yo y ella me acompaño, nuestros movimientos fueron terribles.

Bárbara se tumbó en la cama y me dijo, vamos zorra, come el mío, vamos a saber si es verdad que lo haces tan bien. Esta vez no hubo ningún, pero, por mi parte. Me fui como una autentica viciosa a por su chochito, me di cuenta de que mi marido no estaba, peor para él. Nos pusimos a hacer un sesenta y nueve, el primero con una mujer. Pero daba la impresión de que yo lo había hecho muchas más veces. Noto que alguien se pone por detrás, sin poder ver, me doy cuenta con facilidad, porque noto algo muy duro y caliente buscando por mi culito. Era Carlos que coloca su polla en la entrada de mi culito y empieza a empujar, que bestia que es, pero que bien sabe meterla, parece que te va a romper, pero sabe qué hacer en cada momento, hasta que logra tenerla toda dentro y un gemido involuntario, hace notar el gusto que me ha dado sentirme toda llena.

Entre Bárbara y el logran que tenga un orgasmo más largo y prolongado que los anteriores. Carlos no se para y sigue metiéndomela de forma inhumana, con rabia, pero haciéndome poner más cachonda que otras veces, es tan fuerte que me cuesta comerme el chochito de Bárbara. Hasta que siento como se llena mi culo de su liquido caliente, llenándome plenamente. Cuando me la saca siento como rebosa el líquido chorreando por mi chochito y Bárbara lamiéndolo como si fuera un dulce manjar. Seguimos Bárbara y yo hasta que logre sacarle un orgasmo muy ruidoso. Cuando acabo Bárbara se levantó, se fueron al aseo las dos quedándome yo sola con Carlos, nos abrazamos y yo seguía tocándole suavemente su polla, notaba como palpitaba, me agaché y empecé a mamársela, poco hizo falta hacer para notar como volvía acrecer en mi boca, que placer era eso, notar como me costaba tenerla dentro de la boca. Yo creía que, a partir de ese momento, el resto dela noche seria parta los dos solos, pero aparecieron las otras dos y pare de mamársela, para fijarme bien en ellas, traían puestos dos arneses con dos consoladores gigantescos, más grandes que la de Carlos.

Cuando subieron a la cama, Carlos se apartó y ellas se colocaron en posición, Bárbara tumbada sobre la cama y Melina esperando a que yo me sentara sobre el consolador que tenía Bárbara, me fui sentando sobre él, vibraba suavemente, lo que hacía que el placer fuera mayor, aunque estaba un poco frio. Me costó metérmelo, pero me entro, subió la intensidad de la vibración, algo que me encanto. Empecé a notar como Melina me llenaba el culo de algún tipo de crema, estaba claro me lo estaba preparando, tenía dudas de que eso me pudiera entrar, pero también las tuve en su momento de la de Carlos. Ni me aviso, ni me pidió permiso ni nada, fue directa con el consolador a mi culo y empezó a meterlo, se notaba que no era ni la mitad de buena que calos en esos menesteres.

Me tuve que agachar un poco más y quedarme quieta, iba muy rápido, pero al final lo logro. Era suave y delicada en sus movimientos, aunque poco se podría mover, porque estaba muy justo dentro, poco movimiento. Conecto la vibración y me empezaron a sacar de si, notar esas dos cosas ahí abajo vibrando, hacía que mis límites de excitación se sobrepasaran, de tal manera que todo mi cuerpo estaba sensible al máximo. Carlos se puso de pie en la cama y como pudo me metió la polla en la boca, ahora sí que estaba llena. Mientras Bárbara con una precisión de cirujana, me acariciaba los pechos y los pezones, haciéndome subir al séptimo cielo.

Carlos se volvió a quitar y aunque no podía ver lo que hacía, si lo podía imaginar. Oía como Melina aceleraba su respiración y sus movimientos. Más tarde sonaron varios azotes y ella gimiendo, para luego notar como se recargaba sobre mí. Más que moverse ahora ella, era que la movían. Estaba claro que Carlos se la estaba follando y cuando ella dijo que le encantaba sentirla en el culo, ya no hacía falta más. Nos corrimos en cascada las tres, fue algo genial. Carlos se acercó a donde estaba Bárbara y se corrió sobre sus pechos y sin que nadie nos dijera nada, tanto Melina como yo se los lamimos hasta no dejar nada. Ni fuimos a lavarnos, nos quedamos tumbados en la cama y no me entere cuando me dormí.

FIN PARTE – 1 -