Hodie mihi cras tibi

Femme Soie participa en el Ejercicio con un micro que nos muestra una interesante y erótica faceta del famoso Hoy por ti, mañana por mí.

—¿Claudia?

—Sí jefe

—Venga inmediatamente a mi despacho.

—En seguida voy.

Entra la secretaria al despacho y su jefe, mediante señas, le indica que se acerque a él. La exuberante muchacha lo hace y el jefe le dice al oído:

—¿Estarías dispuesta a hacerme algo sin realizar preguntas y sin remilgos?

—Pero ¿de qué se trata?

—Es sin preguntas. Lo único que te puedo decir es que es algo personal y que me deja obligado a retribuirte de igual forma cuando lo desees. ¿Te animas o no?

—Está bien. Me atrae lo misterioso.

El jefe le señala, con absoluta naturalidad, que le haga una mamada. La chica, totalmente sorprendida y ruborizada, lo duda unos momentos, pero para hacer honor a su palabra, realiza la felación solicitada con todo esmero y dedicación. Terminada su labor, se apresura en precisar:

—Está usted en deuda conmigo ahora, jefe.

Tras pronunciar tal sentencia, se retira.

Pasaron los meses hasta que un día, al filo de la hora de salida, Claudia se presenta en el despacho de su jefe y, sin prolegómenos, señala:

—Jefe vengo a cobrar su palabra.

—¿A qué te refieres?

—¿Recuerda la "urgencia" que sufrió hace cinco meses y medio?

—¡Ah! Sí, por supuesto. ¿Deseas la retribución prometida?

—Exactamente, pero sin preguntas ni remilgos.

—Ese era el trato. ¿qué deseas que haga?

La chica indica a su jefe:

—Sáquese el pantalón y los calzoncillos.

El jefe obedece sin demostrar preocupación alguna, más bien exultante.

—Póngase a gatas sobre el sofá con las piernas abiertas. —ordena Claudia desde el cuarto de baño del despacho.

Ya intrigado, pero sin poder preguntar para apegarse estrictamente a las reglas, hace lo que su secretaria le pide.

Claudia se acerca a su jefe con la mano derecha enfundada en un guante quirúrgico. Su jefe observaba inquieto, nervioso y con un evidente desasosiego mudo.

Claudia lubricó su acceso anal prolijamente y comenzó a introducir su dedo índice cubierto con látex en el ano de su jefe para buscar su próstata. Tras muchos ensayos acompañados de crecientes rezongos de su jefe, localizó el órgano con forma de nuez y lo masajeó a conciencia, con más fuerza que suavidad.

Cuando por fin se dio por satisfecha, señaló a su jefe:

—Mi chico agradecerá esta sesión de práctica. ¡Ah!, como usted dice, «hoy por mí, mañana por ti».

Nunca más el jefe osó repetir su ingeniosa propuesta.