HMH en Galicia
Mi marido preparó todo y lo provocó. Nuestro joven amante se comportó como su gran experiencia demostró.
Las vacaciones siempre son propicias para practicar el sexo, con tu marido o sin él. Lo importante es vivir y disfrutar y si además es con el permiso de tu cónyuge, pues entonces el placer es superior.
Y eso fue lo que pasó en unas vacaciones.
Alfonso y yo nos fuimos a pasar unos días a Galicia. Estuvimos en el cabo Home y acudíamos habitualmente a la playa nudista de Barra. Lo cierto es que la gente que acude a ese tipo de playas, suele ser gente sencilla, sin complejos.
Llegamos sobre las 10 de la mañana. En toda la playa no habría más de 15 personas, todas desnudas menos una chica que tenía puesto la braga. Extendemos las toallas. Alfonso empieza a quitarse la ropa despacio con cuidado de no llenarla de arena. Me quito la camiseta dejando mis pechos al aire ya que no llevo el sujetador del bikini. Me bajo el pantalón doblándolo con cuidado para que no se cayeran las llaves y mirando al mar me quito las bragas para quedarme desnuda.
Nos ponemos cerca de la orilla. Desde allí vemos pasear a la gente, los barcos navegando cerca de la costa.
A medida que entra la mañana, la gente empieza a llegar y como haya demasiada concurrencia, me tengo que ir, no me gustan las aglomeraciones a pesar de la amplitud de la playa. Un matrimonio llega con un hijo pequeño de unos 8 años y se ponen a jugar los tres con los bañadores puestos. Eso no me gusta nada y decidimos marcharnos.
Fuimos hacia el cabo de Home. Era una zona que no conocíamos. Seguimos con el coche entre unas edificaciones rusticas muy bonitas y al final de la calle, un restaurante marisquería. Paramos allí para refrescar las gargantas.
Dios mío. El camarero que nos sirvió las bebidas. Me quedé mirándole con la boca abierta, era del tipo de chico que a mi me gusta. Pelos de punta y corto, como lo que se lleva ahora. Al darse cuenta de mi mirada, veo que la cara se enrojece y me retira la vista. Se acerca hasta mi marido para preguntar con acento gallego por la consumición que nos apetecía tomar.
¿Qué desean los señores?- Preguntó educadamente. *Dos cervezas bien frías, por favor
. - Respondí rápidamente para llamar su atención. Enseguida se las pongo
.*
Se retiró ligeramente, se agachó y buscó en la nevera las frías que había.
*¿Alguna cosa más desean los señores?-
De momento no, muchas gracias.* Respondí.
Si yo te dijera lo que quiero.
Susurré a mi marido cuando el chico se retiró hacia la cocina.
Jajajaja.
Rió Alfonso. *Cuando venga se lo pienso decir
. Continuó sarcásticamente. Ni se te ocurra que te mato
.*
Después de pagar nos fuimos hacia el cabo por un camino de tierra. Al llegar al faro, aparcamos el coche y bajamos por una cuesta con la bolsa con las toallas. Había una pequeña cala muy acogedora con un par de parejas y a la derecha un entrante muy estrecho con algo de arena. Allí, separados por una rocas de la de al lado, nos sentamos para ver el mar, algo que no podemos hacer habitualmente.
En vista que no había nadie por los alrededores y que las rocas nos tapaban de las parejas de al lado, Alfonso se quedó desnudo y yo simplemente me quité la camiseta quedándome con las bragas. Al cabo de un rato me desprendí de la única prenda que me quedaba ya que los que estaban al lado nuestro se marcharon. Los dos solos y desnudos.
Aquel sitio nos gustó especialmente por que no había nadie, al menos ese día. Pero mi mente se volvía hacia el camarero de la marisquería y repetía a Alfonso lo bueno que está ese chico y que guapo que era y lo que más me llamó la atención fue lo colorado que se puso cuando le miraba.
A la hora de comer nos fuimos a la marisquería. Una buena comida, un buen vino y un camarero que me tenía loquita. A partir ese día, íbamos a comer habitualmente y poco a poco ganábamos confianza con mi camarero favorito. En algunas ocasiones mi marido se marchaba de la mesa con la excusa de ir al servicio cuando se acercaba Arturo, el camarero, a retirar los platos o mostrarnos la carta de postres.
*La comida está excepcional, muy bien cocinada y muy bien servida, sois muy buenos profesionales
.* Le comenté.
Muchas gracias, procuramos atender al público lo mejor que podemos y en especial a los que saben agradecer nuestro esfuerzo.
Contestó mirándome a los ojos con una sonrisa y una forma que me hizo estremecer.
¿Quieren algo de postre?
*Tengo algo especial que me gustaría que probaran
.
Yo les invito
. Continuó diciendo Arturo. Pues sorpréndeme, pero lo de la invitación aceptaré siempre que no te cause ningún problema
.
No se preocupe, tengo margen para hacerlo sin que me cause trastorno alguno.
Muchas gracias Arturo
.* Respondí.
Al cabo de unos segundos se presentó con dos trozos de tarta exquisita. Pagamos y nos fuimos a la barra del bar a tomar café que él mismo nos sirvió. Al pedir la cuenta, faltaba en la lista la tarta, el café y un licor que nos sirvió.
*Arturo, falta por poner lo que acabamos de tomar
. Le dije en voz baja para que el resto de clientes no me oyera. Estáis invitados
. Respondió sin titubear. En ese caso te debemos una invitación
.* Dijo Alfonso.
¿A que hora sales de trabajar? Nos podíamos ir a tomar unas copas. ¿Te apetece?
Por mi encantado pero hasta la medianoche no termino.
No importa, estamos de vacaciones y no tenemos prisa.
Continuó Alfonso. *De acuerdo, pues nos vemos en la puerta del restaurante sobre esa hora ¿Os viene bien?
Si, perfecto.*
A las doce de la noche estábamos en el lugar de la cita.
*Dejar el coche aquí os llevo en el mío, así no tengo que indicarte por donde tenemos que ir.
De acuerdo
.* Aceptó Alfonso.
La noche fue estupenda, Arturo y yo bailamos durante mucho tiempo, Alfonso nos miraba por que a él no le gusta.
Sentados alrededor de una mesa, Arturo y yo hablábamos muy atentos a los comentarios que nos hacíamos y nos mirábamos a los ojos detenidamente. En alguna ocasión, sin mediar palabra, nos quedamos fijamente contemplándonos durante unos segundos, hasta que alguno de los dos retiraba la mirada.
*Eres muy guap
a. Me decía. Tu eres encantador y tienes unos ojos muy bonitos.
Me vas a ruborizar, nunca me habían dicho eso
.* Respondió.
Aquella conversación duró más de lo previsto y ya casi entramos en la provocación, y aunque la tentación era grande, la situación no permitía ir más allá de los comentarios.
Llegaron las 4 de la madrugada y decidimos marcharnos a casa a descansar, al menos Arturo que tenía que ir a trabajar por la mañana.
Nos acercó hasta el restaurante donde teníamos aparcado el coche y nos despedimos hasta el día siguiente.
Al llegar a casa, mi mente no hacía otra cosa que pensar en él.
*Estás muy pensativa
. Advirtió Alfonso. Si, me lo he pasado muy bien.
Me gustaría saber que hubiera pasado si yo no llego a estar con vosotros. Dijo con tono insinuante. No lo se, me gustaría saberlo
.*
Al entrar en casa, me metí en la habitación me quité la ropa y fui al salón para decir a mi marido que me iba a dar una ducha. Él se sentó a ver la televisión. Cuando terminé me senté a su lado dando un suspiro. Se levantó y se fue a duchar como hice yo.
Mi mente se fue en busca de nuestro amigo, me sentía atraída y a la vez excitada. Metí mi mano por debajo de la toalla notando que mi vagina se encontraba húmeda y no del agua precisamente.
Rocé ligeramente mi clítoris y sentí un escalofrío, mi excitación iba a más y seguía tocándome. Cada vez rápido. Me tumbé sobre el sofá, me quité la toalla con la única luz que emitía la televisión y seguí frotándome entre las piernas.
Un nuevo orgasmo me llegó con mi mente puesta en Arturo. Tal era mi estado que no me percaté que Alfonso estaba junto a la puerta, desnudo, excitado, mirando ese espectáculo en mi.
Me sobresalté mientras miraba el rostro de mi marido sonriente. Se acercó hasta mi me tomó de la mano para llevarme a la habitación. Alfonso comenzó a musitarme palabras que me excitaban cada momento y me hacía pensar en Arturo mientras hacíamos el amor.
Por la mañana, después de desayunar, nos fuimos a la playa de Barras. Tomábamos el sol y me daba crema protectora por la espalda. Cuando terminó se acostó a mi lado mientras yo seguía con los ojos cerrados relajada por el masaje.
*¿Te gustaría tener una aventura con Arturo?
.* Me preguntó susurrándome al oído.
Creo que si. Si anoche le hubiese tenido en casa, no se hubiera escapado
. Le contesté después de unos segundos de silencio. *Pues a mi no me gustaría perdérmelo
.
¿Qué quieres decir
? Le pregunté a la vez que me levantaba y le miraba a la cara. Nada concreto
.
Simplemente que si hubiese ocurrido algo, que me gustaría haberlo visto.*
¿Te atreverías a hacerlo con él?
No lo sé. Ha sido una fantasía, solamente eso.
Respondí y volví a tumbarme.
Me voy a dar una vuelta por la playa.
Aquí te espero.
La espera fue larga y no le veía por la orilla, pensé que se había ido hacia los pinos a pasear o al bar que había por allí cerca. Al cabo de una hora se presentó de nuevo.
¿De donde vienes? Le interrogué *De tomarme algo en el bar.
Has tardado mucho.
Fui a la playa del otro lado, también es nudista y caminé hasta el final. ¿Nos vamos a comer?
Vale vamos.* Dicho esto nos levantamos y caminamos desnudos hasta el coche que estaba aparcado en una cuesta. Nos vestimos y nos fuimos a comer a nuestro restaurante favorito.
Nos dieron las 4 de la tarde entre la comida, el café y una charla que tuvimos con Arturo. Después nos despedimos y nos fuimos a pasear por el pueblo cercano y visitar otros de alrededor hasta las 10 de la noche.
*Nos podíamos ir a tomar una copa en algún lugar
.* Le dije.
Esta noche no me apetece. Creo que me acostaré pronto hoy, tengo sueño y estoy cansado, llevamos todo el día dando vueltas y no me apetece ir a ningún sitio. Nos podíamos ir a casa, nos desnudamos, nos acariciamos y después.... ¿Qué te parece?
No es mala idea. Vamos a casa
. Montamos en el coche y nos fuimos a casa.
¿Damos una vuelta por el puerto? Hace calor aun. Te invito a un helado.
Que bien, buena idea.
Acepté encantada, no tenía ganas de dormir ni de ir a casa.
A las 11 y media, mientras estábamos sentados en la terraza de una heladería degustando una riquísimo helado de múltiples sabores, apareció Arturo en su coche aparcando al lado nuestro.
Que bonita sonrisa, ¿a que se debe?. Preguntó.
Nada especial. Ahora lo verás
.
Al momento le vemos acercarse hasta nosotros sin mirarnos, pasando de largo de nuestro sitio.
*Arturo
.* Le llamé.
Hola.
Respondió
¿Dónde vas a estas horas?
Pregunté
Venía a dar una vuelta por el puerto, me gusta respirar el aire de aquí. Mi padres fue pescador y le recuerdo con el aroma de esta zona.
¿Quieres tomarte algo con nosotros?.
Preguntó Alfonso.
¿No os molesto? Q uizás entretenga alguna conversación que tuvierais y no me gustaría entorpecer.
Nada de eso, toma una silla y pide lo que quieras, nos gustaría invitarte
. Le dije.
Allí estuvimos hablando largo tiempo.
Estoy cansado y me gustaría estar en casa viendo una película o tomando algo en la terraza
. Dijo Alfonso.
¿ Te vienes y charlamos un rato?
No me gustaría molestar, no tengo prisa, mañana no trabajo es mi día libre.
Pues acompáñanos, nosotros tampoco tenemos nada que hacer.
Le insistí De acuerdo, pero cuando os canséis de mi, me lo decís y me marcho. Dijo sonriente. *Vale, de acuerdo
.* Respondió Alfonso.
Nos levantamos y nos fuimos a casa, estaba cerca y fuimos dando un paseo. Al llegar, Alfonso puso la televisión y dejó el mando a distancia sobre la mesita del salón. Me fui al dormitorio para ponerme algo más cómoda y detrás vino mi marido.
¿Qué te vas a poner?
Me preguntó.
No lo sé. Quizás nada, salgo desnuda y ya está
. Le respondí de broma. *Por mi no hay inconveniente
.* Dijo él muy serio.
¿Estás tonto? ¡Como voy a salir sin ropa!
Era broma. Pero podías ponerte esta camiseta de tirantes y si no llevas nada debajo, mucho mejor.
¿Te piensas que no soy capaz?
Dicho esto me quité toda la ropa, incluso la ropa interior y me coloqué esa camiseta de tirantes sin nada mas debajo y salí de la habitación hacia el salón. *¿Quieres tomar una copa?
Vale, os ayudo a ponerlas. Además yo soy el profesional, sentaros que yo lo preparo. Dijo muy complaciente. Te has atrevido, que osada eres, podías haber elegido la otra camiseta que es más corta que esta
. Alfonso me provocaba. Ahora mismo me la cambio
. Me levanté, fui a la habitación y me puse otra camiseta tipo baloncesto y mas corta que apenas me tapaba los muslos. Que guapa te has puesto ahora
.* Comentó Alfonso a la vez que se levantaba del sofá para ir a la cocina y ayudar a Arturo.
Cuando volvieron, Alfonso traía la bandeja con las bebidas y se sentó en el sillón individual mientras que Arturo se tuvo que sentar a mi lado. Tomamos esa copa y alguna más. A medida que el alcohol se hacia notar, veía que las miradas de Arturo se marchaban hacia mi escote y mis piernas. La camiseta era tan corta que se veía casi el principio.
Alfonso continuaba pendiente de la película o al menos eso parecía. De vez en cuando se levantaba e iba al baño, o a la cocina o a la habitación o vete tu a saber, el caso es que nos dejaba solos y Arturo aprovechaba para mirar un poco más descarado cuando se pensaba que yo no le observaba.
Aquella situación me estaba gustando y veía una posibilidad de cumplir con mi fantasía pero a la vez no se si me atrevería, pero estaba encantada de poder vivir unas sensaciones que hacía tiempo que no disfrutaba.
Alfonso entró en el salón y apagó la luz, dejando que la pantalla de la televisión iluminara el ambiente. De pronto y sin esperármelo, Alfonso se sentó en el borde del sillón a mi lado y comenzó a acariciarme el pelo por la nuca. Baja su mano para frotar con las yemas de los dedos mi espalda haciendo que me estremeciera.
Con la otra mano sentía que me subía poco a poco la camiseta, desnudando las pocas partes de los muslos que me quedaban aun por destapar. Me daba cuenta de la situación y de sus intenciones. En ese momento me incorporé ligeramente para dejar el vaso sobre la mesa, momento en que Alfonso aprovechó para subir un poco más mi ropa y dejar mi trasero al aire sin que se diera cuenta nuestro invitado. No hice nada para evitarlo. Alfonso se levantó y se fue a la cocina para coger más hielo y bebidas frías.
Tenía la oportunidad de tomar una decisión. Arturo nunca daría el primer paso, si quisiera que pasara algo, tendría que ser yo quien lo hiciera. Y así fue.
Llevé mi mano hasta la nuca de Arturo y con los dedos empecé a darle un masaje por el pelo, eso le gusta a todo el mundo, funciona siempre. Él aceptó sin moverse y cerrando los ojos se dejó llevar. Vi a Alfonso que estaba en la puerta de la cocina mirando mi atrevimiento y me sonreía aprobando mi decisión.
Acerqué lentamente su cabeza hacia mí dándole un beso en la frente. Tomé su mano para apoyarla sobre mi pierna, notaba que presionaba ligeramente. Sin inmutarse se dejaba hacer lo que yo decidiera. Arrimé mas mi cara hacia la suya besando suavemente desde la frente hacia abajo hasta que llegué a su boca. Separé mis labios y busque su lengua con la mía.
Alfonso se presentó en ese momento con una bandeja con bebidas, dejándolas sobre la mesa. Arturo abrió los ojos y le miró para ver como mi marido le pedía silencio con el dedo sobre la boca, acercándose y pasando su mano por la cara, le cerró los ojos para que siguiéramos besándonos con placer.
En vista que era algo aprobado por todos, Arturo se desinhibió pasando una mano por mi nunca para impedir que nos separáramos. Alfonso se colocó detrás de mi después de apagar la televisión dejando, que la única luz que entraba en el salón, fuera la de una farola de la calle. La penumbra nos centraba más en nuestras intenciones.
Mis manos no querían desprenderse de mi primer amante, paseaba los dedos por la camiseta hacia la cintura. Tiré de ella con suavidad pero con decisión haciendo que tocara su piel suave. Olvidándome de su ropa, mimé sus pezones desnudos para mi mano haciendo que se estremeciera. Subí la camiseta dejando su torso sin ropa, le desprendí de ella y la tiré al suelo.
Mi boca besaba su pecho acompañados de caricias y abrazos. Solté el cinturón del pantalón, después el botón y al final la cremallera. Pasé mi mano al interior sin llegar a tocar su miembro viril. Hice que se levantara ligeramente para que liberara el pantalón. Lo bajé hasta los tobillos para que mi marido terminara de quitarlos.
Alfonso se puso nuevamente detrás de mi para subirme la camiseta, hizo que levantara los brazos para desprenderme de ella y dejarme desnuda ante Arturo. Éste comenzó a tocarme los pechos, bajaba la cabeza y me los besaba con suavidad. Alfonso mientras, se iba quitando la ropa para quedarse con los slips.
*Alfonso, quítale todo
.* Le mandé
¿Te importa?
Preguntó a Arturo cuando le echó mano a la ropa interior. *No, de ninguna manera, soy bisexual y no me molesta nada, me gusta lo que está pasando
.* Contestó con seguridad.
De esta forma se quedó desnudo junto a mi. Mi cuerpo desnudo junto al suyo, excitada por la situación, pasé mi mano por su pene para comprobar su dureza. Lo miré y lo acaricié. Paseaba mi mano por los testículos y volvía al pene, bajaba mi mano por la cara interna de sus muslos para volver a tocar aquel precioso miembro.
Alfonso se quitó la ropa interior que le quedaba y se sentó junto a él. Entre los dos acariciamos su sexo con suavidad.
¿Nos vamos a la habitación? Preguntó Alfonso.
Si. Vamos allí, estaremos más cómodos
. Contesté.
Agarré la mano de Arturo guiándole hasta la cama de matrimonio. Me tumbé, haciendo que nuestro amigo se tumbara encima de mi para que me tocara, deseaba que me rozara todo mi cuerpo con su piel.
Un sueño se estaba haciendo realidad, dos hombres para mi sola y uno de ellos era mi marido.
Me coloque en el centro de la cama y mis hombres se pusieron uno a cada lado. Me tocaban, me besaban. Ambos agarraron mis pechos para jugar con mis pezones con sus lenguas. Sus manos descendían hacia mis piernas a la vez que yo las separaba para que alcanzaran a tocarme lo más intimo. Alfonso fue el primero en poner su cabeza entre mis piernas, con la maestría que siempre lo hace, rápidamente encontró mi clítoris para provocarle para que saliera de su escondite y no le costó, mi excitación era tan grande que enseguida apareció.
Su lengua lo movía con agilidad, rodeándole, haciendo que estallara de placer. Mientras yo me agarraba a Arturo abrazándole con fuerza cada vez que la explosión de placer me venía. Agarraba su pene con fuerza pero con cuidado para no hacerle daño. Alfonso continuaba entre mis piernas y Arturo se sentó en mi pecho, agarró su pene y lo dirigió hacia mi boca. Lo besé, lo toqué y deseaba que entrara entre mis labios, pero este chico bien experimentado hacía que ansiara comérmela. Cuando lo permitió, lo saboree en todo su esplendor, la metía y la sacaba, se la movía con las manos masturbándole, unas veces dentro de la boca y otras fuera.
Alcancé un orgasmo impresionante gracias al saber hacer de mi marido, como siempre. Se levantó para colocarse a mi lado y ver como el miembro erecto de Arturo jugaba en mis labios, entraba y salía.
*Ponte de pie Alfonso
. Le pidió nuestro amante. Acércate un poco más.*
Arturo agarró el pene de Alfonso para masturbarle en mi presencia. Alfonso bajó su mano para colocarlo entre mis piernas y volver a masturbarme para que alcanzara otro orgasmo. Cuando lo conseguí, les pedí que se tumbaran de lado, uno frente al otro. Agarré sendos miembros y los empecé a mover de arriba para abajo , me agachaba e intentaba juntarlos para poder llevármelos a la boca a la vez. Sacaba mi lengua y las pasaba por la punta.
Después de estar un buen rato saciándome de aquellos penes, les pedí que se pusieran de rodillas de espaldas a mi. Busqué el agujero de sus traseros para lubricarlos con mi saliva y meter un dedo a cada uno. Les tenía muy excitados.
*No te muevas de cómo estás Arturo. Alfonso, ponte detrás de él e intenta meterla
.* Arturo abrió más las piernas y Alfonso se colocó detrás de él guiando su pene por el agujero de su trasero hasta que consiguió introducirla hasta el fondo.
Me tumbé sobre la cama entre las piernas de Arturo agarrando su duro pene y llevándolo a mi boca. Oía como entraba y salía de su culo a la vez que saboreaba su miembro. Noté que Alfonso se corrió dentro y a los pocos segundos, Arturo expulsaba todo su semen dentro de mi garganta.
Cuando parecía que se habían quedado secos y agotados, tumbados uno al lado del otro, volví a tocarles el sexo para intentar volver a ponerlos en erección. No tardé en conseguirlo. Arturo, quizás por ser mas joven, encontró la erección antes. Aproveché esa situación para abrir mis piernas y sentarme encima de él. Deslice mis manos para facilitar la entrada de aquel pene y poco a poco se metió dándome placer por cada milímetro que se introducía en mí.
Subía y bajaba cada vez más rápido, a la vez acariciaba el cuerpo escultural de mi amante y le besaba en la boca. Mi marido me tocaba el pecho con tanta delicadeza que consiguieron entre los dos que alcanzara un nuevo orgasmo.
Quise probar algo nuevo para mi. Aunque por detrás ya lo había hecho en repetidas ocasiones con Alfonso, nunca a la vez por delante y por detrás lo había experimentado y pedí a mi marido que me penetrara.
El placer que vivía en esos momentos en que los dos penes se encontraban en mi interior es indescriptible. Se movían acompasados y la locura se apoderó de mi ser haciéndome estallar con otro orgasmo.
Estaba agotándome por el placer que estos dos magníficos amantes me estaban dispensando, pero a la vez quería más. Apunto que estaban de correrse, marqué el ritmo con los penes aún dentro de mi, hasta que sentí como mi marido expulsaba su semen en mi trasero y segundos después lo hacía Arturo y antes que terminaran de vaciarse, un orgasmo más hizo que me debilitara.
Nos tumbamos en la cama los tres. Arturo se quiso marchar pero le rogamos que se quedara a dormir con nosotros y accedió gustoso.
Después de relajarnos durante unos minutos, me fui a la ducha con Arturo. Alfonso preparó algo fresco para refrescarnos y tras terminar con la consumición nos fuimos los tres juntos a la cama.
A la mañana siguiente, fui la primera en despertar. Me levanté y me quedé mirando esos dos cuerpos masculinos desnudos encima de la cama. Sin vestirme fui a la cocina para preparar un suculento desayuno como premio a tan maravillosos amantes que me hicieron sentir una inmensa felicidad e inolvidable noche de sexo y cariño.
Les desperté y tras una nueva ducha, nos sentamos en el salón para tomarnos el café y recuperar las fuerzas perdidas unas horas antes.
Allí permanecí desnuda delante de ellos sintiéndome la mujer mas feliz de la tierra, no hubo sexo por sexo, hubo sentimientos que eso es lo que hizo que aquella noche la recordara para el resto de mis días.
Lejos de pensar que aquello fue algo casual, durante el viaje de vuelta de las vacaciones Alfonso me contó que él lo había preparado y a la vez provocado.
Eso me hizo pensar que tenía tantas ganas como yo que ocurriera algo así.