Historietas encantadoras de una nenita inocente 2
Susanita sigue su mala racha con los hombres y decide ejecutar su venganza.
HISTORIETAS ENCANTADORAS DE UNA NENITA INOCENTE DOS
LA VENGANZA DE SUSANITA
En una fiesta, dentro en un armario viejo en una casa antigua bellamente diseñada del barrio la candelaria, Susana encontró a su novio, con los pantalones abajo, mientras una pelada de veinte años que andaba estrenando tetas de silicona mostrándoselas orgullosa, le chupaba la verga como parte de pago, por algo que le había dado.
Se trataba de una diva que empezaba a hacerse famosa en un noticiero televisivo, que sabiendo que Alberto era uno de los millonarios solteros más codiciados del país y de la pura arrechera por hacer algo nuevo para ella, acepto de inmediato el precio que el le exigió para quitarle la borrachera que traía encima: Pegarle una Mamadita.
A Susana esto le dolió en lo mas profundo, siendo que ella lo amaba con todo su ser sin interés alguno y le había sido fiel, incluso, con sus amigas y novias de toda la vida, más cuando sabía que con infinito amor, lo complacía en la cama, haciéndole y dándole todo lo que el deseaba y más aún. En ese instante decidió, que esas tetas grandes, pero reconstruidas, no le iban a ganar su puesto como hembra, así fuera que ellas pertenecieran a una famosa Diva.
A todas estas, ¿quién se creía ella? ¿Acaso por su posición privilegiada en la T.V. nacional, era más hembra, mejor polvo o chupaba más sabroso la verga? Por supuesto que ¡No!
Claro que les armo un mierdero, haciéndoles un escándalo debido al cual ellos no pudieron disfrutar la mamada en extenso. Esa noche Susana, indignada, terminó su relación con él, no sin antes llevárselo amarrado y dejando a la actriz con sus tetas operadas y su fama al descubierto.
Para Susana las cosas no paraban ahí; estaba dispuesta a demostrarle a todos, que ninguna hembra hacia mejor lo que ella sabía hacer y sobre todo, que debido a sus tetas pequeñas, ningún hombre la iba a menospreciar.
Deseosa de VENGANZA, perdiendo de nuevo la confianza en los hombres, que tanto tiempo se tardó en recuperar, inmediatamente diseñó un plan, lo suficientemente doloroso, como para que su novio tuviera un gran escarmiento. Pensó que lo primero que debía hacer, era acostarse con todos aquellos que su novio amaba, asegurándose obviamente, de que el se enterara y causarle de esta manera un gran dolor.
Su venganza, podía demorar algunas semanas, pero ella tenía suficiente paciencia como para ejecutar el plan maestro; Su dignidad de hembra estaba en entredicho, y además sentía suficiente rabia como para llegar hasta las últimas consecuencias.
Como reto final se propuso a toda costa, deshacer la relación que con la nueva novia aquél estúpido le había puesto los cachos, dejándola públicamente en ridículo.
Por supuesto que este ignorante deslumbrado por la fama y la gloria de andar de boca en boca como el que se estaba tirando a una de las hembras más deslumbrantes del momento, no tuvo reparo en cambiar a su amor seguro, por lo que para la sociedad y sus amigos representaba la fama y la gloria de estarlo metiendo dentro de un hueco de aquellos que eran de los más deseados por todos.
Muy tranquila y con la autoestima en alto, Susana no sufrió demasiado; sino por el contrario su plan de venganza puso de inmediato en práctica por amor propio y orgullo, para hacerse respetar como hembra y ser humano, al que a nadie le permitiría pisotear.
La primera meta que se propuso, fue enamorar por separado a la madre y al padre de Alberto, para hacerle pagar el precio de traicionarla
En esas estaba pensando, cuando se le vino de frente su primera oportunidad:
Su suegra con quien había hecho gran amistad, sabiendo que el noviazgo entre Susanita y su hijo había concluido, aprovechando que su marido se encontraba de negocios fuera del país, la invito a pasar un fin de semana a solas en su finca, para hablar de mujer a mujer.
Mayor que ella, apenas veinte años, Serena, que así se llamaba, era una cuarentona hermosa que se mantenía siempre en forma, a pesar de ser ama de casa muy decente y profesional que hacía obras benéficas reconocidas en toda la ciudad.
Se trataba de una rubia despampanante de cabellos lisos y ojos azules, nacida en Argentina, dueña de un cuerpo bien definido, escondido detrás de las típicas vestimentas de señora de sociedad a quienes por su posición social no se les permite mostrar nada provocativo, por lo que podía pasar desapercibida sin llamar la atención demasiado.
Muy recatada madre de familia, dedicada más que todo a solucionarle la vida a sus tres hijos era una mujer distinguida de las que no pretenden buscar nada fuera de su hogar, pero que desnudas, sin necesidad de liposucciones ni siliconas, nada tienen que envidiarle a las jóvenes contemporáneas: Vientre plano, tetas grandes de pezones medianos, rosados y parados en dirección norte, semejando a un par de chupos y nalgas redondas y duras ni muy grandes ni demasiado planas.
Esta cuarentona hermosa conservaba sus ganas acumuladas, no solo intactas, sino aún más desarrolladas y de seguro, duplicadas que las de inexpertas jovencitas que se creían muy experimentadas.
Una vez llegaron a la finca ubicada frente a un hermoso lago rodeado de pinos y eucaliptos, debido al clima helado, encendieron la chimenea y comenzaron a tomar tequila, luego de despedir a los empleados, asegurándose primero que no les faltara absolutamente nada para pasar una confortable noche hablando cosas de mujeres, solitarias y a la vez despechadas.
Encontrándose a solas, por fin hablaron de lo que había sucedido entre Susanita y su hijo; de lo perversos que eran los hombres, todos iguales, dando la casualidad que la suegra sabía perfectamente que su marido estaba de "negocios" con su asistente personal, una mujer diez años menor que muy solícita le chupaba la verga al viejo bajo su escritorio, cada vez que este, para desestresarse, se lo ordenaba.
Aquella secretaría hacía y repartía lo que fuera a cualquiera, con tal de escalar posiciones privilegiadas, y después de ser asistente de la presidencia, lo único que le faltaba era convertirse en señora del Presidente, lo que ya miraba Serena con intranquilidad bien sustentada, pues a su marido aquella trepadora no le era indiferente para nada. Así que ambas, suegra y nuera, se encontraban despechadas y desilusionadas de los "machos", aquel frío viernes en la noche, solidarias cada una con la otra.
El ambiente del chalet, calentado por el fuego de la chimenea, por los tequilas que Susanita servía sin medida, la hermosa vista que proporcionaba la luz de una luna llena y la plena seguridad de que en su soledad nadie las interrumpiría, las hizo sentirse tranquilas y cómodas.
Susanita, que solo tenía en su mente meterse entre las piernas de su sensual suegra, la atendió como a una verdadera dama y haciéndose la que lloraba por la injusticia a la que había sido públicamente sometida, se acercó a su hombro para que ella La consolara.
Estando ya su suegra medio borracha, habiéndose ambas puesto su pijama para cuando las cogiera el sueño, esta nena se encargó de decirle muy cerca de sus oídos, cosas muy hermosas:
Le dijo que era una mujer muy bella y distinguida, que poseía un estilo que a cualquier hombre podía seducir en cualquier parte y que su marido parecía ciego si no podía ver a la hembra divina que tenía a su lado, como para necesitar a otra peli - teñida, bastante puta y además... sin ninguna clase.
A lo que su suegra, entonces, le respondió exactamente lo mismo, diciéndole a Susana lo hermosa y sensual que era, que a hombres y a mujeres por su exótica belleza, y de esto se mostró absolutamente segura, dejaba sin aliento cuando a cualquier lugar llegaba. Y que su marido e hijo, además de ciegos, debían estar locos si despreciaban de esa manera a dos mamacitas divinas que les eran fieles hasta entonces, añadiendo algo que dejo escapar por los tragos y que a Susana le quedó sonando haciéndola sentir más cercana y viendo desde ese momento a su suegra como a una aliada que además de estar de su parte, perfectamente podía ayudarle a concretar sus planes.
Fue que Serena le manifestó abiertamente que estaba muy dispuesta a no permitir que eso les pasara, sin que esos machos sufrieran las consecuencias de maltratar a dos hermosas princesas que de esa manera, no merecían ser humilladas.
Poco a poco, al calor la chimenea que iluminaba bellamente sus rostros y figuras, al tiempo que las calentaba junto con el tequila que tomaban, en medio de la música de Enia que escuchaban, ambas fueron acercándose con más ganas, recordando la suegra sus primeras aventuras con compañeras de cuarto a oscuras bajo las sabanas, en sus épocas de internado en países lejanos, cuando entre ellas se contaban las rabias producidas por sus novios de aquellos tiempos, igualitos a los de ahora y que generalmente, a todas las dejaban... empezadas.
Al percatarse Serena, de que Susanita inundaba el salón con aromas naturales que inevitablemente la atraían, empezó a mojársele su rubia y no depilada vagina, abierta por la excitación y el paso de veintitrés años de haber perdido su virginidad en la parte trasera de un destartalado auto, a sentir sus pezones erectos y entonces, sin mencionarlo, deseó íntimamente chupar con suficiente luz y por primera vez en la vida viendo, lo que 23 años atrás, había sentido en su boca sin mirar, debido a la oscuridad obligada de las recámaras.
Sin embargo, Serena aún se encontraba insegura, ahora era toda una señora; ama de casa y de sociedad y la hembrita que tenía enfrente era, ni más ni menos, que la ex novia de su hijo, así que no estaba en condiciones reales de dar ella el primer paso como si se tratara de una corruptora de menores. Miraba ya con ojos de deseo y cara de ganas acumuladas por la falta de marido a Susanita, pero no se atrevía a manifestarle claramente lo que en su mente ya era un hecho.
Entendiendo la situación, Susana, debido a los olores naturales que entremezclados se esparcían inevitablemente por todas partes, sabía perfectamente que había llegado su momento de atacar de frente, sin dejar lugar a dudas; el momento de arriesgar y apostar al todo o nada, y observando a su suegra, absolutamente divina, oliendo a lo que olía, que no era a cosa diferente que a una hembra dispuesta a lo que fuera, cayó arrodillada entre sus piernas.
A través de la pijama con los panties puestos de su "victima" maravillada, Susanita abrió su boca lo más que pudo y apartando rodillas, olió de cerca ese hermoso sexo más que dispuesto, deseoso, buscando con su lengua el lugar en que imaginaba que estaba el clítoris anhelante y erguido; para acertar a ciegas y al primer intento, succionando entre delicada y sedienta de tragarse todos los jugos naturales, de su divina suegra.
Serena por su parte, deseando a aquella hembra absolutamente divina, como la estaba necesitando desde hacia rato, lejos de oponer resistencia, optó por cerrar sus ojos y abrir lo más que pudo sus piernas.
Abrazándola suavemente empujando la cabeza de Susanita contra su coño agradecido por lo que esta hermosa niña con su lengua ansiosa le hacia, de Bienvenida y a la vez confirmación, en hora buena, soltó un suspiro orgásmico que invitaba a grandes acontecimientos.
Fue entonces, luego de disfrutar aquel placer por unos pocos segundos, que abriendo sus ojos y viendo aquel bello rostro entre sus piernas, sintiendo aquella boquita tierna y golosa succionando su ahora, empapadísimo coño, que con solo mirarla, se sintió mucho más deseosa, hinchándose su clítoris al máximo como nunca en muchos años, cuando le dijo casi susurrando a su nuera:
Mírame.
Lo que hizo Susana sin dejar de saborear despacio lo que su bella suegra le estaba regalando, iluminando la habitación con aquellos bellos ojos azules que deseosos, le manifestaban lo dispuesta que estaba a llegar con ella, hasta las últimas consecuencias.
Al momento en que sus ojos se encontraron, la suegra sintió que su cuerpo se estremecía de placer intenso, e inmediatamente de un salto bajó al sitio donde la niña se encontraba abrazándola y besándola apasionadamente metiéndole la lengua, sintiendo por primera vez esa cavidad a la vez, caliente y mojada de aliento fresco, entrecruzando ambas hembras sus cálidas lenguas, en apretados besos en el que tocaron sus gargantas y mutuamente se recorrieron durante eternos minutos, al final de los cuales, la hembra de Argentina sintiendo múltiples espasmos que la retorcían entera le dijo:
Es hora de que vayamos a mi habitación para que podamos atendernos y consentirnos mutuamente como en verdad Lo merecemos
.
Tomándola por la mano, como toda una anfitriona y sabiéndola ya completamente suya por ese fin de semana. Ardiente y deseosa sin oponer la más mínima resistencia, la llevó a su cuarto donde las esperaba una cama matrimonial en la que hacía mucho tiempo, al menos ella, no se echaba un polvo y que se encontraba enfrente de otra chimenea que iluminaba sin necesidad de luces artificiales, las siluetas y los movimientos de . Ambas.
Las dos como por instinto, sin dejar de mirarse con pasión y a la vez ternura, quitaron de una vez, sabanas y cobijas, dejando libre el espacio, deshaciéndose rápidamente de sus piyamas y se pusieron frente a frente, arrodilladas y sentadas al mismo tiempo en la cama, retomando la calma, dándose cuenta ambas lo que no podía ser ocultado:
Que sus sexos húmedos inundaban la habitación de pura excitación, sabiendo que sus respectivos coños jamás antes, se habían mojado tanto, por la simple expectativa, y las ganas que entre ambas se tenían, sabiendo perfectamente que aún podían lograr el doble de excitación poniendo de inmediato manos a la obra.
Comenzaron a besarse lenta y deseosamente en sus bocas, sin afán, acariciándose como reconociendo previamente sus cuerpos, agarrándose espaldas y nalgas.
En ese momento, teniendo luz verde, la señora de casa quiso entonces recorrer con sus labios a la hembrita que temblando de placer su perfecto cuerpo le ofrecía. Y sabiendo lo importante que para una señorita de 20 años eran sus tetas pequeñas, optó por cogerlas con sus suaves manos y empezar a chuparlas para levantar en ellas al máximo, sus pezones erectos y su pisoteado orgullo.
Las succiono como si quisiera de ellas, extraer leche materna, cosa que logró, pues estaba Susana en un momento de testosterona pura a dos días de ovular. Luego bajo con su lengua circundando el ombligo de su visitante dejando un rastro de saliva por donde su lengua anhelante pasaba. Y sin aguantar más las ganas de sentir aquel peludo coño en su boca, se hundió de lleno en él, al que encantadoramente iluminaba el fuego de la chimenea dejando entrever su rosado clítoris salpicado de gotas de rocío por ella producidas, que invitaban a su suegra a recoger su botín de guerra con la lengua, para luego introducírsela diez y siete centímetros adentro como queriendo taladrarla hasta tocarle el fondo.
Así permaneció por algunos minutos, haciendo gemir de placer a su invitada, sin dejar de masajearle las tetas, sacando su lengua inundada de jugos vaginales para inmediatamente introducirla en la raja de aquel divino culo, sin pedirle permiso, metiéndosela toda hasta lo más recóndito del mismo.
Susana no pudo contenerse más y un orgasmo pleno y sentido le dio a su amante como regalo, con sus piernas abiertas al máximo y las medias, medias puestas, torció sus ojitos azules hacia arriba, apretando sus nalgas y vientre en espasmos no controlados, al tiempo que gritaba plenamente sin temor a ser escuchada por nadie.
La Argentina por su parte, de solo sentirla venirse en su boca deseosa, oliendo y reconociendo después de tantos años perdidos, el sabor de un coñito bien cuidado, cerrado y divino, tuvo al mismo tiempo su primer orgasmo en mucho tiempo de estar guardándole fidelidad a su marido diplomático, aquella apoteósica noche que apenas comenzaba para las dos amantes.
Reponiéndose ambas, no podían dejar de abrazarse y amarse, y comenzaron entonces a explorarse mutuamente, abrazándose con amor y deseo. Susana le pidió a su suegra que se volteara boca abajo y entonces se metió de lleno entre sus nalgas, humedeciendo sus alrededores y metiéndole un dedo completo dentro, mientras que con la otra mano le metía tres en la vagina, al mismo tiempo que le chupaba el clítoris; la suegra empezó a aullar de placer incesante gritando todos sus orgasmos y Susana se vino otra vez de solo oírla gemir.
Faltaba solo una cosa por hacer y era dedicarse a las tetas que hasta entonces habían dejado de lado, diligencia esta que ambas emprendieron, chupándose los pezones por horas enteras, sin por esto dejar de acariciarse y besarse en la boca con lengua profunda y así terminaron durmiéndose abrazadas después de tres horas de sexo intenso y de miles de orgasmos.
Cuando en la mañana despertaron, ambas afanosamente en la boca se besaron y buscaron con sus lenguas sus respectivos clítoris en un perfecto 69 coordinado con el cual se desayunaron, pues ambas obtuvieron su infinito primer orgasmo mañanero al mismo tiempo, dándose de esta manera los buenos días. Tan rico se comió Susana a su suegra, que esta agradecida se vino toda con un gran orgasmo que le soltó en la boca a la hembra que la hacia sentir la mujer más divina.
Luego de esto, llegó su turno y abriendo al máximo piernas y nalgas se lo ofreció todo para que la lengua de su suegra se encargara de ir de lado a lado, metiéndose por todos los orificios hasta que ambas se vinieron de placer en un orgasmo no forzado y repitiendo.
Desde ese momento, ambas hembras se enamoraron mutuamente convirtiéndose en cómplices inseparables con un objeto fijo y definido:
Planearon juntas y paso, a paso, la mejor manera de vengarse de sus respectivos machos.
Entre tanto, difundieron en los círculos sociales que ellas se amaban, sin importar las consecuencias de la noticia, pues en verdad iniciaron una relación de pareja en la cual ya no cabían sus antiguos amores ni mucho menos importaba lo que pensaran quienes se opusieran.
Sin embargo, ambas coincidieron, en que algo mucho más contundente debían hacer.
A Susanita, a pesar de ser parte de la venganza que tenía planeada, su relación con su suegra se le convirtió en algo encantador, Serena decidió apoyarla y feliz fue, cuando a Susanita se le ocurrió ir a ese club nocturno, en el cual no dejan entrar hombres; lo que pasó a continuación fue el resultado de un plan preconcebido y milimétricamente preparado por ambas hembras con ánimo profundo de concretar su desquite.
Se trataba de hacerle llegar unas fotos de Serena a su marido, tirándose a cualquiera, con cara de estar disfrutándolo al máximo.