Historias reales 2
Cualquier sitio es bueno cuando el sexo apetece, y si además hay alguien observando el morbo aumenta
HISTORIAS REALES 2
Durante aquel verano decidimos ir a pasar unos días a casa de mis cuñados, la hermana de mi mujer y su marido. Viven en un residencial cerca de la playa, en un chalet donde no falta ninguna comodidad, cerca de la playa, rodeado de árboles de gran tamaño que impiden la visión desde fuera del interior de la parcela.
Pasamos unos días de gran actividad: íbamos a la playa, comíamos fuera y por la noche salíamos de marcha a los pubs cercanos. Pero ya llegó el momento en que no aguantábamos ese ritmo, por lo que tras volver de la playa y preparar un almuerzo rápido, mis cuñados se fueron a echarse una siesta, pero nosotros, más acostumbrados a no parar durante todo el día, debido a nuestros trabajos, no acostumbrábamos a llevar a cabo tan sana costumbre, por lo que nos quedamos en la piscina tomando el sol y bañándonos a la espera de que ellos despertaran.
Yo me tumbé sobre una hamaca mientras Verónica tomó un colchón inflable e hizo lo propio sobre él, dentro de la piscina. Tras un rato así, sentí ganas de tomarme un refresco por lo que me dirigí a la cocina, no sin antes preguntarle a mi mujer si a ella le apetecía algo, aceptando la oferta y eligiendo igualmente, otro refresco.
Al volver me dirigí hacia ella y no pude evitar el observar su cuerpo tendido boca abajo en el colchón, mostrándose en todo su esplendor: su culo redondo, sus largas piernas y su espalda morena, libre de su cabello rubio, provocaron en mí una repentina excitación, como si nunca la hubiera visto.
Como sentía calor me introduje dentro del agua llevando su refresco hasta ella. Cuanto más cerca me encontraba más me fijaba en su apetecible cuerpo. Puse el refresco en el hueco destinado a él que tenía el colchón. Comencé a acariciar su espalda que se encontraba al rojo vivo por el sol.
- Desabróchame el sujetador para que no me quede la señal, que luego se ve muy fea en los vestidos, me pidió a lo que obedecí al momento.
Quedó toda su espalda libre, quedando el sujetador atrapado bajo sus pechos. Continué acariciando su espalda ahora sin el impedimento de la prenda. Subía y bajaba del cuello hasta su culo, introduciendo parte de mis dedos por dentro de la cintura de su braguita.
Sujetando el sujetador contra su pecho con una de sus manos se dio la vuelta, quedando boca arriba sobre el colchón. Si la visión de su cuerpo de espalda ya me había excitado, ahora que se encontraba al revés todavía me provocaba más aun.
- Deshazte del sujetador y quédate con las tetas al aire, le propuse.
- ¿Y si viene mi hermana o su marido?
- Pues te tapas y en paz. Además, a estos todavía le queda un buen rato para levantarse.
Sin tener que insistirle mucho más accedió a mi petición y arrojó hasta el filo de la piscina la prenda, quedando sus dos pechos, redondos y con el pezón pequeño y duro, mirando hacia el cielo. Me sentí todavía más excitado. Comencé a acariciar su vientre. Pasaba mis dedos entre sus pechos, para de nuevo bajar hasta llegar a introducir estos un poco en su braguita, llegando a tocar incluso su vello púbico. Subía de nuevo acercándome cada vez más a su pezón, hasta que tras repetidos sube y baja, mi mano comenzó a acariciarlo. No sabía cómo reaccionaría mi mujer ante aquella situación en la que a las claras la estaba magreando. Bajé de nuevo hasta ya sin pudor ninguno meter mi mano dentro de su braguita hasta llegar a su raja, la cual, para mi sorpresa encontré totalmente húmeda, y no era por el agua de la piscina.
En un momento dado miré hacia la casa y me pareció ver a través de una de las ventanas una sombra, como si tras ella hubiera alguien, aunque deseché la idea pues era demasiado pronto para que alguno de nuestros familiares se hubiera levantado, por lo que seguí con la tarea emprendida.
Una de las manos de Verónica se separó de su cuerpo metiéndola en el agua buceando hasta encontrar con gran facilidad mi paquete, el cual comenzó a acariciar, haciéndome ver que efectivamente esta se encontraba excitada como ya me había imaginado.
Mi mano penetró dentro de su braguita hasta conseguir introducir mis dedos en el agujero de su coño, comenzando a entrar y salir de él ante las muestras de placer que ella sentía por aquello. Comencé a besarla sin dejar de bombear mis dedos dentro de ella, siendo correspondido con gran pasión.
Desabroché los nudos laterales de las braguitas del biquini, deshaciéndome de él con gran facilidad, consiguiendo que esta estuviera totalmente desnuda sobre el colchón. Dirigí mi lengua hasta su entrepierna, la cual encontró abierta esperando su llegada. Comencé a pasarla por su pubis, por sus labios, hasta llegar finalmente a la meta, introduciéndola en su raja, subiendo y bajando por ella desde el clítoris hasta el agujero, provocando así sus primeros gemidos, que intentaba fueran lo menos ruidosos posibles.
Me incorporé de mi posición a la vez que ella hacía lo propio introduciéndose en el agua, bajando con gran maestría mi bañador y permitiendo así que mi polla saltara de su escondite como un resorte. Me rodeó con sus brazos el cuello y con sus piernas mi cintura, de modo que mi polla se encontró frente a frente con su coño. Bajó un poco su posición de manera que esta se introdujo dentro de ella. Apoyé su espalda contra una de las paredes de la piscina, mientras sentía su cuerpo moverse haciendo que entrara y saliera mi polla de su coño, a la vez que sentía sus tetas chocar contra mi pecho.
Estando así, observé de nuevo la ventana que anteriormente me llamó la atención, y ahora si, a las claras vi la silueta de alguien que observaba desde ella, a la vez que un destello brillante de unas gafas terminó por confirmar dicha presencia, y que se trataba de nuestro cuñado que es el único que las usa. Pero en ese momento todo me daba igual, no me importaba que hubiera alguien observándonos, y por supuesto no se me ocurrió comentárselo a mi mujer lo cual daría al traste con aquel momento.
Comenzó a besarme en la boca introduciéndome su lengua todo lo que podía, a la vez que arañaba mi espalda por el placer que estaba sintiendo, y aumentaba el ritmo de la follada, hasta que no pudiendo más comenzó a correrse, hincando sus uñas en mí, y moviendo su culo de tal forma que mi polla la penetrara en toda su longitud, lo que hizo que comenzara a sentir como a mí también me invadía un terrible orgasmo. Me corrí como un loco dentro de ella, acompasando mis movimientos con los de su cuerpo. Tras corrernos, permanecimos unos instantes en aquella posición recuperando el resuello.
Una vez ya calmados Verónica se soltó y nadó desnuda por la piscina, mientras yo volvía a observar la ventana y comprobé que allí continuaba nuestro cuñado, que a buen seguro no se había perdido ni un detalle de aquel improvisado espectáculo porno.