Historias morbosas con una desconocida del chat

Después de unos meses de relación virtual en un chat con una mujer desconocida consiguó encontrarme en un parque con ella después de averiguar sus datos personales.

Esta es una historia real, ocurrió en Madrid, donde vivo, hace unos meses, en junio. Yo tengo 52 años, soy un hombre bien conservado, canoso, deportista, juego al tenis y monto en bici. Todas las tardes me conectaba a internet buscando ligar con poco éxito en diversos chat. Muchas conversaciones y poco remate a puerta, jeje. Charlaba habitualmente con varias mujeres, o eso decían sus nicks, nunca me he fiado mucho de ellos. Una de ellas se conectaba todos los miércoles a las diez de la noche a un chat. Habíamos intimado, sólo virtualmente, ella me pedía que le escribiese relatos eróticos y me proponía los temas. Decía que era muy morbosa. Me pedía que yo hiciese, por ejemplo, de vendedor y que llamase por el telefonillo a su casa y que la convenciese para subir. Todo esto lo hacíamos en el chat. Yo escribía y ella se masturbaba en su casa con sus escritos. Me escribía cosas procaces: “quiero ver tu polla y chupártela”. “Follame, follame, cariño”. “Quiero que me metas la polla y que te muevas y te muevas, me estoy corriendo, ahhh…” Y cuando llegaba al orgasmo cortaba la comunicación. Y yo me quedaba allí con las manos en las teclas, cachondo como un mulo, y con cara de gilipollas. Todos los miércoles la misma historia, yo me volcaba para convencerla de que quedáramos una tarde, me había dicho que vivía en Madrid como yo, y pasásemos de las palabras a los hechos. Fui sacándola datos sobre ellas. Decía que se llamaba Esmeralda, que tenía 44 años y que estaba casada, se sentía insatisfecha, su marido, según decía, trabajaba de sol a sol y sus encuentros sexuales eran un desastre, pensaba que a su marido no le gustaban las mujeres, no entendía cómo se había casado. Yo la decía que yo le enseñaría el camino del cielo de los orgasmos.

-A ti se te da muy bien hablar, pero habría que verte.

-Soy un volcán cariño, tengo una polla para que disfrutes como nunca lo has hecho.

-Me da miedo.

-Te dejaré que hagas conmigo lo que quieras.

-Me pones cachonda.

-¿Dónde quedamos?

-Prefiero el sexo virtual, menos riesgos.

No conseguía convencerla. Pero cada vez se mostraba más fogosa en sus encuentros virtuales. Un miércoles del pasado mes de mayo, me dijo que llegaba muy cachonda porque había estado en un parque donde unos chicos, una parejita, se estuvo magreando delante de ella.

-Han estado follando en mis narices, a cuatro pasos, yo tenía un perfecto puesto de observación en un banco detrás de ellos. Podía verlos sin que se percatasen.

-¿Y estás cachonda?

-Como nunca. ¿Qué me harías si tu fueras el chico y yo fuera la chica y estuviésemos ahora en ese parque?

-Dime dónde es y quedamos allí y te lo demuestro.

-No seas tonto. ¿Qué me harías?

Y le fui diciendo todas las burradas que se me ocurrían y ella contestaba con el mismo repertorio.Estaba salida como una loca. Y por sorpresa me dijo lo siguiente.

-¿Serías capaz de hacer algo por mí?

-Lo que me pidas.

-Llamar a este número de móvil que te voy a dar y decirme todo esto que me estás escribiendo. Sólo eso. Sin salirte de esta conversación. Ya sabes que soy la mujer más morbosa del mundo. No te salgas de este guión para nada, para nada. Y jamás me llamarás a este teléfono, sólo si yo te lo pido algún otro día. Jurámelo.

-Te lo juro.

Marqué el número. Sólo me dijo. “Dime cómo vas a follarme?”. Era una voz de mujer, su nick era real, la tía que siempre había soñado encontrar. Le dije todas las barbaridades que estaban escritas en nuestra conversación. Escuché sus jadeos que finalizaron con uno tremendo y colgó el teléfono. Otra vez se me quedó cara de gilipollas, pero tenia su teléfono. Se me ocurrió una idea y la puse en práctica. Al día siguiente visite a mi amigo Adolfo, un detective privado. Fuimos compañeros de colegio y hemos quemado casi todos los tugurios de Madrid. Le puse el número de teléfono delante de sus narices mientras tomábamos un gin tonic.

-Puedes averguar de quién es.

-¿Por qué?

-Cosas mías, colega.

-No te metas en lío, Rocky. Y esos datos son privados.

-Nunca te he pedido favores.

-Vale.

Dos días después Adolfo me envío un correo con el nombre y la dirección exacta de Esmeralda y hasta algunos datos personales. Estaba casada con un ejecutivo de telefónica, vivía en un barrio nuevo de Madrid. Adolfo me consiguió hasta una fotografía de la pareja. Bingooo.

El miércoles siguiente volvimos a tener nuestra habitual relación en el chat, no le dije nada de lo que había descubierto. Me contó que había estado otra vez en el parque y que allí estaba la pareja, que se exhibieron delante de ella como la tarde anterior. Me dijo que pensaba volver a aquel lugar todas las tardes de los miércoles. Se me encendió la lucecita. El miércoles siguiente me instalé frente al portal de su casa. A las 19:30 la vi salir. Era la de la foto. Unos 45 años, regodita, no muy alta, con un culo fuerte y poderoso, buenas tetas, rubia. Salió caminando y la seguí. Se metió por una zona arbolada, un parque muy solitario. Fue a sentarse en un banco muy escondido detrás de un seto, desde el que se divisaba una pequeña pradera, se sentó allí como si estuviese descansando. Un rato después llegó una parejita, dos chicos muy jóvenes, colegiales, ella llevaba una falda muy corta, un yogurín. Se tumbaron, ella encima de él. Se empezó a restregar como una culebra contra el jovencito. Él la agarraba el culo y la metía las manos entre la falda. Esmeralda no perdía ojo. Me senté a su lado. Se sorprendió.

-Se lo pasan bien, ¿eh? –le dije dirigiéndome a la parejita.

No me contestó.

-Fíjate, fíjate, le está comiendo la polla.

-No le conozco –contestó Esmeralda.

-Yo tengo la polla más grande que la de ese chico.

-Es usted un impertinente.

-¿No te gustaría verla?

-No sea usted impertinente.

Yo conocía sus morbos. Sabía que la polla del chico y la mía empezaban a obsesionarla, aunque dijera lo contrario.

---Te va a gustar, seguro.

----Déjeme tranquila, soy una mujer casada.

Me levanté del banco y me separé unos metros, me recosté contra un árbol que estaba medio inclinado. Mi cintura quedaba hacia fuera y yo intentaba que se remarcase el bulto que tenía entre las piernas. Me había situado en la misma línea que la pareja. Cuando Esmeralda los miraba, y no les quitaba ojo, también podía verme. Empecé a tocarme suavemente la polla. El chico de la pradera le comía el chocho a la chiquilla con ademanes bruscos, demasiado joven. En mis pantalones había una tienda de campaña poderosa a la que Esmeralda no quitaba ojo. Volví a acercarme al banco, me senté con las piernas abiertas y estiradas, me despojé del pantalón pirata que llevaba y lo dejé a un lado. Me quedé en slips, mi polla casi se desbordaba por fuera. Esmeralda estaba quieta y sus ojos no perdían detalle.

-¿Quieres que me los quite? –le pregunté.

Ella hizo como un esfuerzo tremendo y muy débilmente esuché una vocecita “síii”. Al mismo tiempo movía la cabeza de arriba abajo. Me bajé el slips y mi polla emergió dura y fuerte.

-Déjame tu mano.

Me la tendió y la puse encima de la polla, la hice que me acariciara. Ella jadeaba.

-Ahora te toca a ti –le dije--. Quítate la falda y enséñame ese chocho maravilloso que tienes.

Se la quitó. Llevaba unas braguitas blancas  muy pequeñitas. Me acerqué a ella, metí las manos entre sus bragas, estaba chorreando.

---Voy a comerte ese  chochito maravilloso como no lo ha hecho nadie.

Me arrodillé frente a ella, tenía las piernas muy abiertas, mi legua empezó a recorrer sus muslos mientras mis dedos urgaban en su sexo, recorrían los labios de su vagina, acariciaban su clítoris. Según mi lengua seguía ascendiendo, ella jadeaba más y más, el corazón parecía que iba a saltarle del pecho. Agarré su clítoris con mis labios, lo chupé y lo chupé mientras mi dedo corazón hacía circulitos lentamente en su  culo y se iba introduciendo con suavidad.

---¡Ayyy, ayyy, quiero que me folles, fóllame.

---Todo a su tiempo, no tengas prisas.

---Dame esa polla, por favor.

Mi lengua la iba convirtiendo en un volcán, era una tea ardiendo.

---Primero me la tienes que chupar un poquito –la dije.

Sabía que a ella le gustaba la lentitud, el morbo de la situación, sus ojos tampoco perdían detalle del polvo que le estaba echando el jovencita a la chica en la pradera.

Esmeralda me agarró la polla con desesperación y empezó a chupármela violentamente, le encantaba, la saboreaba como no lo he visto hacer a otra mujer.

---Tranquila, tranquila, no me hagas daño.

Fue una mamada monumental mientras yo la comía unas tetas grandes y magníficas.

En un momento determinado la hice ponerse de pie, los dos semidesnudos, estaba ya muy oscuro, se recostó frente al árbol que yo había ocupado minutos antes y me gritó.

---Fóllame, fóllame, cabrón.

Me acerqué a ella, me apreté contra ella, puse la punta de mi polla en la entrada de su vagina.

---Fóllame, fóllame…

Hice circulitos en la entrada de su vagina y a cada uno de ellos sus suspiros eran más profundos.

-¡Qué grande la tienes!

-Dime que quieres que te la meta hasta el fondo.

---Métemela, métemela toda, toda.

Entonces empujé con mi cadera y mi polla entró como un embolo ardiente, me moví y me moví como un potro salvaje, desbocado, tremendo y terrible. Ella no cesaba de gritar como si no hubiera follado nunca en su vida.

---Más, más, sigue, sigue.

Y seguí y segui y me moví como nunca lo había hecho, impulsado por su deseo furibundo:

---Ahora date la vuelta, quiero metértela por el culo.

---Hazme lo que quieras.

Se dio la vuelta, su culo era un manjar entregado al holocausto de mi polla. Primero se lo comí, le metí la lengua cuidadosamente, le metí un dedo, dos, tres, lo fui dilatando, coloqué mi polla y fui apretando lentamente. Cuando la tuve dentro me movi y me corrí convulsivamente, como una fiera. Ella entonces tuvo una reacción inesperada. Se separó de mí, cogió su ropa, se vistió y se marchó corriendo.

Esa noche cuando llegué a mi casa me conecté en el chat de siempre, ella estaba allí con su mismo nick.

-Hoy estoy poco inspirada, me dijo.

-¿Te ha pasado algo?

--Algún día te lo contaré.

Todavía no le he contado que yo soy el hombre que se la folló en el parque y con el que ha tenido otros encuentros morbosos que ya os narraré si este os ha gustado. Espero opiniones y sugencias.