Historias eróticas de Manuela y su marido (6)
Manuela se dirige a un bar donde seguiran sus desvaneos.
EN EL BAR
Cuando Juan contó su hazaña en el taller, uno de ello se antojo de realizar también una pequeña aventura con mi mujer. A los pocos días, se presentó en nuestro domicilio, pidiéndole a Manuela que se vistiese y que la acompañase, cosa que ella hizo sin pedir explicaciones, segura de que se trataba de otra fantasía erótica de quien la solicitaba. Este la llevó en su coche a la parte baja de la ciudad, donde penetraron en un bar exclusivamente de hombres ya que allí no era frecuente ver a las mujeres entrar a beber alcohol.
Una vez dentro, se sentaron en una mesa y pidieron al dueño del bar, que hacia las veces de camarero que les trajera unas bebidas. Manuela miro alrededor suyo y se percató de que sólo había hombres, de mina patibularia, jugando a las cartas o a los dados mientras que miraban de reojo a esa pareja fuera de lugar. Jorge, que así se llamaba su acompañante, empezó a juguetear descaradamente con sus pezones, atrayendo la atención de todos, que perplejos miraban no dando crédito a sus ojos. Luego Jorge se levantó cuando ya tenía captada la atención de todos, y situándose tras de ella, empezó a desabrocharle la blusa que le retiró.
El dueño del bar viendo esta situación se apresuró a bajar la verja de su negocio, echar el pestillo y colocar el cartel de cerrado, luego mirando a los ojos a Jorge que se había detenido en su acción de desabrochar el sostén de Manuela, asintió con la cabeza, siguiendo entonces Jorge con su acción hasta dejarla con los senos al descubierto. Todos se levantaron y se acercaron para no perderse detalle del espectáculo. Luego Jorge colocando una silla a modo de escalera, le pidió que se subiese a la mesa y que se quitara la falda así como las bragas. Una vez situada encima de la mesa, Manuela obedeció quedándose como su madre la trajo al mundo. Mientras, varios hombres tomaban la delantera y se iban desnudando, entre ellos el dueño del garito.
La bajaron de su pedestal, tocándole por todas partes, introduciéndole los dedos en sus ocacidades para luego tumbarla encima de la mesa, bien despatarrada para verle su tesoro más preciado. Le levantaron las piernas mirándole bien el coño que Manuela ya llevaba depilado casi por completo, y separándole las nalgas se recrearon en su ojete, que tembloroso se abría y cerraba. La orgía fue de antología.
Cuando regresó a casa y me lo contó todo, me la follé locamente encendido por su relato. Cada vez que me despertaba le hacia contarme pasaje de su aventura que me llamaron la atención, como cuando uno de ellos la penetró con una botella y se dedicó al mete y saca con ella, o cuando el dueño del bar, situándola sobre el suelo les pidió a los presentes que meáran encima de ella, dirigiendo su chorro a la boca de Manuela a la que ordenó que la mantuviese abierta, mientras otros hacían lo mismo en su coño, sus piernas, cara y pechos. Luego, con la punta de los pies, le señalaron que se diese la vuelta, orinando en su espalda y en su culo que ella mantenía abierto a petición de los regadores.
Hubo un episodio gracioso donde Jaime pidió a los presentes que se colocasen en fila a lo largo de la barra y dos de ellos, asiendo a Manuela por los sobacos y las piernas, manteniendo estas abiertas, la empalaba en las pollas de los hombres, dando unos cuantos embates y luego pasando al siguiente, cosa que hicieron con todos ellos, para a continuación depositarla de pies en el suelo y dándole la vuelta, abriéndole el pasaje hacia su ojete hacer lo mismo con su culo, hasta que todos ellos se corrieron llenándoselo de leche. Cuando acabó la fiesta les pidieron que se dejasen ver por allí de vez en cuando, para pasarlo tan ricamente como hoy, a lo que accedió Jaime, prometiéndoles que pronto volverían llevando esta vez al marido para que pudiese mantener abiertos los agujeros de su mujer mientras la follaban..
Me pareció una buena idea, es más llevaría a un amigo para que nos sacase una película de vídeo con su cámara.