Historias eróticas de Manuela y su marido (3)

Manuela relata como llego a ese estado de depravación. Él relato se inicia en su juventud, con su padre y sus hermanos.

LOS RELATOS DE LA JUVENTUD DE MANUELA.

Les puede resultar fuerte este relato hasta aquí, pero han de saber las razones que nos asiste a Manuela y a mí para dar rienda suelta a nuestra lujuria. Ella les va a contar partes de su juventud.

"Cuando cumplí los dieciséis años, las caricias que recibía de mi padre y de mis dos hermanos empezaron a ser más atrevidas. Por ejemplo, un día que estaba en la ducha, al salir de ella con una toalla anudada por los hombros, mi hermano mayor entró de repente en el cuarto de aseo y sin mediar palabras me quitó la toalla dejándome desnuda ante él. Trate de taparme como pude pero él no me deja, agarrándome de las muñecas. Se quedó contemplándome diciéndome cuan preciosa era yo y que tanta belleza no merecía ser escondida. Me acaricio las mejillas bajando lentamente por los hombros, siguiendo las curvas de los pechos, parándose en los pezones que se irguieron ante sus tocamientos. Luego siguió por el vientre hasta el principio de mi vulva. Ahí se paró, y mirándome a los ojos me pidió que le dijese si querría que siguiese. Yo, caliente como una burra, le dije que sí. Entonces situó una de sus manos sobre mi pubis, acariciándome el monte peludito que tenía entonces. Siguió bajando la mano hasta introducirla entre mis labios, agarrándolos y separándolos con los dedos. Yo suspiraba y era tanta mi calentura que no me importaba que nos pudiesen descubrir. Empapó sus dedos en mis jugos y se los llevó a la nariz, aspirando mi aroma. Eso me enloqueció. Me giro para recrearse en mi culo, agachándose y abriéndome las nalgas para tener una visión de mi ano ofrecido. Se levantó despacio y me dijo que me vistiese, que esa misma noche acudiría a mi habitación y seguiríamos el juego. Me pidió que me pintase las uñas de los pies así como las manos, que me diese un poco de color en los ojos y rimel en las mejillas y me perfumase. Me pidió que me pusiese unas bragas finísimas, de las que él vio en mi armario las veces que entraba en mi ausencia para olerlas. Me dijo que no era necesario ponerme sujetador ya que mis senos eran firmes y erguidos. Luego me dio diez mil pesetas para que me comprase un vestido sugerente. Me dijo que habrían más para mí si quedaba satisfecho. Diez mil pesetas me parecían en aquel entonces, a mis dieciséis años, una verdadera fortuna.

Esa misma tarde me dirigí a unos grandes almacenes para comprar una falda corta de cuero que había visto y que me tenía loca. El resto del dinero lo empleé en una blusa transparente así como unos zapatos de tacones altos.

Al llegar a casa me volví a duchar, perfumándome los pechos así como el coño. Me pinte las uñas como me había pedido así como los labios y los ojos. Me empolve la nariz y me coloque unas bragas finísimas que no impedían que se me saliesen por los bordes los pelillos. Me las coloque en la raja del culo con lo que mis mofletes quedaban fuera en una visión altamente electrizante. Con la blusa por la que se me transparentaban los senos, la falda que casi dejaban al descubierto mis cachas y los zapatos de tacones altos, daba la imagen de una fulana en espera de su cliente.

A la media noche justa, se abrió la puerta de mi habitación y allí estaban Pedro mi hermano mayor seguido de Enrique el que le seguía en edad.

Yo me quede paralizada al verlos los dos, pero Pedro me dijo que no me asustase y que le siguiera el juego. Se sentó encima de la cama mientras Enrique permanecía de pie. Pedro se dirigió a él y le pregunto que qué le parecía su fulana, a lo que Enrique le contesta que si por dentro estaba tan buena como aparentaba por fuera, el trato estaba hecho. Yo les seguí el juego y permanecí quieta a la espera de los acontecimientos. Pedro se dirigió a mí pidiéndome que me subiese la falda y me girase hacia el cliente. Así lo hice, subiéndome despacio la falda hasta quedar con el coño marcado por la tela transparente. De esta manera, Pedro a mis espaldas tenía una visión impresionante sobre mis mofletes descubiertos. Enrique se acercó y se apoderó de mi chocho por encima de la tela, agarrándomelo con furia y haciéndome daño. Así se lo dije y me amenazo con darme un par de guantazos si no me callaba. Añadió que el cliente tenía siempre la razón y yo había sido vendida por Pedro al precio estipulado. Pedro me pidió que le obedeciese y tendría mi parte del botín. Enrique se recostó junto a su hermano mayor y me ordenó que me fuese desvistiendo. Primero la blusa, seguida de la falda. Por último las bragas que tuve que tirar en su dirección, apoderándose de ellas y oliéndolas mientras no me perdía de vista. Me pidió que me subiese encima de la cama, situando mis piernas a ambos lados de ellos y me abriese los labios del coño mientras ellos permanecían recostado y mirando hacia arriba sin perderse detalles.

Luego me ordenaron que me volviese de espaldas, teniendo también que separarme las nalgas. El morbo de ser utilizada de esa manera me impedía razonar. Sacándose las pollas al unísono, me pidieran que se las chupases. Al principio me dio reparo ya que nunca había visto el tarugo de un hombre y meno chupado. Pedro impaciente me agarro por los pelos y me dirigió a su verga. La visión de ese cilindro de carne acercándose a mi boca era impresionante. Me enchufo su polla entre los labios, empujando con fuerza al tiempo que seguía atrayendo mi cabeza. Su pollón entro hasta el fondo de mi garganta, chocando contra la campanilla y dándome arcadas. Al darse cuenta de ello Pedro aflojo y me retire lo suficiente para ver sus hermosos cojones peludos. Empezó el mete y saca mientras Enrique se dirigió a retaguardia. Allí me agarro de la cintura y separándome los labios vulvares, presiono su polla a la entrada de mi vagina. Empujo suavemente mientras yo sentía un latigazo de dolor. Penetró dentro de mí, desvirgándome sin miramiento. El vaivén de su cilindro no tardo en arrancarme los primeros gemidos mientras no soltaba la polla de mi hermano mayor. Al venirme la corrida, mis gritos fueron ahogados por la polla de Pedro eyaculando en mi boca. Enrique seguía sin parar mientras Pedro se retiraba para gozar del espectáculo. Cuando por fin le vino a él también el orgasmo, cayó abatido en la cama, siendo reemplazado por Pedro ya repuesto y en posición de combate. Esa noche que fue la primera de muchas, hicieron conmigo cuanto le vino en gana. Al amanecer se fueron a su habitación a dormir dejándome en la mesa de noche un montón de billetes.

Desde ese día, me subían las faldas donde se tropezasen conmigo, bajándome las bragas, quitándomelas para magrearme a gusto, follándome en la sala de la televisión cuando estábamos solos, entrando en el cuarto de baño cuando yo estaba allí, y por supuesto en mi habitación de noche, ya que estaba mal visto el que yo durmiese sola. Desde la muerte de mi madre, teníamos una asistenta que venía a limpiar y cocinar para la familia, y una vez casi nos sorprende en el cuarto de la lavadora mientras mi hermano Pedro me la tenía enchufada en el culo. Tuve justo el tiempo de bajarme la falda mientras Pedro disimulaba.

Una tarde, mi padre llegó a casa más temprano que de costumbre y nos sorprendió en mi habitación, yo de cuatro patas en la cama, chupando la polla de mi hermano Pedro mientras Henríquez desnudo tras de mí me introducía el mango de un destornillador por el coño. A mí casi me da un infarto al verme descubierta pero curiosamente mi padre no pareció sorprendido. Pedro le dijo desde la cama: "Ves papá como era cierto que nos follabamos a Manuela. Ya no tendremos porque salir afuera a buscar mujeres, teniendo esta belleza dispuesta a todo en casa. Ahora mismo Enrique se la va a enchufar por el culo, acércate y mira como lo hace."

Yo no salía de mi asombro. Le habían contado a nuestro Padre sus fechorías y encima este asentía en tal proceder. Mi padre me dijo que no me asustase, que desde que mi madre murió, todos los varones de la casa se habían quedados huérfanos de chocho, teniendo que salir a la aventura a la calle a buscar donde desahogarse, pero que gracias a mí, eso se había acabado. Luego me enteré que hacía años que el dúo entre mi padre y mi madre se había ampliado primero con Jorge y mucho más tarde con Enrique.

Mi padre me contó que en un principio salían mi madre y él en busca de aventuras para ella, pero que un día le comentó mi madre que no hacía falta salir a la calle a buscar lo que se tenía en casa. Se refería a Pedro, y después de pensárselo, mi padre asintió y le contó a Pedro que su matrimonio necesitaba de unos alicientes especiales para seguir adelante. Le contó a mi hermano mayor lo que se esperaba de él y este aceptó gustosamente. Desde ese día se tiraban a mi madre a dúo hasta que un día Enrique se encaró con su padre y le dijo que él también tenía derecho como Pedro en follarse a su madre, que la tenía más gorda que su hermano mayor. Mi padre le contó lo sucedido a mi madre y esta aceptó de buen grado el ampliar su circulo de admiradores. Entonces se sorteaban cada noche los agujeros de mi madre que gozaba como una bendita con esa relación.

Mi padre se acercó a Enrique y miró como este me separaba las nalgas e introducía su polla en mi agujero previamente lubrificado. Mi progenitor me agarró de las tetas y esperó con paciencia a que mi hermano menor terminase su faena. Luego, acariciándome con mimo las cachas, me introdujo su cilindro de carne en el coño llenándomelo por completo. Vaya con mi padre, que feliz tuve que hacer a mi madre en vida. Vaya tarugo el suyo.

Ya desde entonces, nuestra vida fue un magnifico menaje a cuatro, hasta que mi hermano Jorge, teniendo yo ya cumplido los veintiún año, se unió a la pandilla de admiradores mío.

Estaba yo sola en casa cuando entró de repente mi hermano Jorge en mi habitación y me dijo que con sus quince años tenía la polla más grande que la de sus hermanos. Sorprendida le pregunté que querría decir con eso, a lo que me contestó que él también tenía derecho a follarme como padre o mis otros hermanos. Me enseño un pequeño látigo que había traído consigo así como una colección de preservativos con pinchos de látex. Me ordeno que me desnudase y pusiese el culo en pompa, que me iba a castigar por haberlo tenido excluido tanto tiempo de mis correrías. Me dijo que si no obedecía mi padre me castigaría así como mis hermanos ya que tenía sus bendiciones para follarme.

Le obedecí quedándome con el culo en pompa mientras me flagelaba las nalgas causándome dolor y enrojeciéndomelas. Cuando se canso, saco de los pantalones un pollón quizás más grande que el de mi padre, y colocándose uno de los preservativos con más pinchos, me lo enchufo en el coño. Empezó el mete saca destrozándome de gusto. Al cabo de un rato, lo sacó y me dijo que ahora si que me iba a gustar mientras lo apuntaba a la entrada de la otra cueva. De un certero empujón me penetró por el angosto agujero del culo, mientras se agarraba de mis caderas para impedirme el movimiento de huida que inicie al sentirme profanada por semejante tarugo.

Al cabo de un rato se vació en mi no sin antes sacarse el preservativo para no privarme de sus jugos que me entrego generosamente debido a su juventud. En ese preciso instante, entraron mis otros dos hermanos y mi padre a felicitarlo ya que lo habían presenciado todo escondido. Se unieron a la fiesta del desvirgue de Jorge, dejándome extenuada ese día, con el ojete enrojecido de tanta penetración así como el agujero de mi coño escocido. Ya el circulo de mis admiradores se fue ampliando con la incorporación de sus amigos y conocidos. Pero eso ya es otra historia hasta que conocí a mi marido en una de esas fiestas.

Un día que estaba sola en casa, entro en mi cuarto Jorge con un par de amigos. Venía medio borracho y en cuanto encaro conmigo le dijo mi hermano a sus amigos: "esta es la puta de la que os he hablado, ahora mismo nos va a hacer un destape para gozo de nuestros ojos." Al instante se les encendieron los ojos a los dos desconocidos. Yo intente protestar pero mi hermano agarrandome con fuerza de las muñecas me llevo aparte y me dijo lo siguiente: "mira Manuela, monada, vale más que haga como que me sigue la broma. De esta manera no pasará nada más y vera salvada tu reputación sin que nadie se entere de lo que hacemos en casa,)vale?." Asentí con la cabeza y me dispuse a obedecerle. Me subí a la mesa del escritorio al que previamente desembarazaron de los objetos que lo escombraba. Los que iban a presenciar el espectáculo se sentaron ordenadamente en las sillas y cama. Empecé a contonearme, moviendo los brazos y piernas al son de una música que no existía mientras me iba desnudando.

Los presentes no perdían detalles del destape. Cuando perdí la última prenda, pensé que se contentarían con eso y se marcharían, pero no fue así. Uno de ellos me agarró por los tobillos y me obligó a bajar de la mesa. Una vez en el suelo, el otro me agarró a su vez por las muñecas y me arrastraron a la cama mientras Jorge se reía. Me echaron de espaldas en el colchón subiéndome las piernas hasta los hombros, dejándome de esta manera con mis agujeros expuestos. Mi hermano Jorge se acercó y con su polla en la mano me la enchufó. Sentí una enorme vergüenza al ser penetrada por mi hermano en presencia de sus amigos que agachados no perdían detalles de la follada con la que me obsequiaba Jorge, aunque, también es verdad, que la situación me provocó un enorme morbo.

Sus amigos miraban excitados como el tarugo de Jorge me dilataba mí agujero del amor y separaban a su vez mis labios para no perderse detalles. Luego les dijo Jorge que me pusiese a cuatro patas. Una vez en esa posición, escupió en mi ojete y me penetró. Sus amigos estaban que mordían de excitación. Cuando Jorge sintió que le llegaba el orgasmo, empujó a los chicos y agarrándome de los pelos situó su polla en mi boca. Allí se masturbo hasta que su semen me cayo en las comisuras de los labios. Me ordeno que le pasase la lengua por la polla y recogiera todo su jugo. Los demás se desnudaban sin dejar de mirarme, dispuestos a follarme a su vez.

Cuando Jorge les contó a los demás sus proezas de esa tarde, estos se alegraron y decidieron traerme también a sus amigos para disfrutar conmigo. Mi padre fue el primero que puso en práctica este deseo. Al día siguiente y sin avisarme previamente, trajo a casa a tres señores. Nos sentamos dignamente a comer en la mesa. Cuando terminamos, mi padre me llamó y sentándome en sus rodillas, me levantó la falda, me arrancó las bragas y me enseño a sus amigos.

Todos coincidieron en que yo era una preciosidad. Mi padre me hizó hasta sentarme encima de la mesa, apartó de un manotazo copas, platos y floreros, me echó hacia atrás y me penetró allí mismo, delante de todo el mundo. Cuando él terminó y yo me corrí, invitó a sus amigos. "Podéis seguir vosotros, si queréis, no soy celoso, y ellos, aceptando su invitación, me penetraron uno tras otro.