Historias eróticas de Manuela y su marido (2)

Al día siguiente los compañeros del marido se enteraron de lo succedido y se apuntaron.

EN EL TALLER

Como era de esperar, en el taller al día siguiente los cuatro elegidos contaron la historia de la orgía que había tenido lugar en mi casa. Los demás no se lo creían y les retaron a que se lo demostrasen. Yo notaba que todos sabían la historia por el modo que tenían de mirarme mientras trabajábamos, pero curiosamente ninguno de ellos se dirigió a mí para preguntar o interesarse acerca de si la historia era cierta y eso me desconcertó. Pero claro, después supe que se habían puesto de acuerdo para no decirme nada y darme una sorpresa.

Al día siguiente me mandaron a buscar unas piezas de recambios que se necesitaba urgentemente, y mientras me dirigía a buscarlas, uno de ellos llamado Juan y que era el más lanzado, llamó a Manuela pidiéndole de parte de su esposo que se personara en el taller, que tenía que darle un recado.

Mi esposa se sorprendió un poco, pero obediente se presento en el taller, al que nunca antes había ido. Allí le esperaba Juan contándole que yo estaba en el almacén donde la hizo pasar. Allí, esperaban todos, expectantes, con una cama hinchable de esas de camping, que uno de ellos previsor había llevado e hinchado, tumbándola sobre cartones en medio del almacén que era una estancia bastante amplia.

Al entrar Manuela en la habitación se quedó asombrada del espectáculo y sin poder reaccionar mientras los tres otros que ella ya conocía, se acercaron y la besaron efusivamente. Le contaron a mi mujer asombrada que yo no la estaba esperando, sino que ellos querrían darme una sorpresa y acto seguido le pidieron que se desnudase. Mi esposa protestó por que se había llevado un susto sin necesidad, y mirando alrededor de ella, a las diez personas que esperaban expectantes, se negó a hacerlo intentando irse, cosa que no consiguió al asirla por las muñecas dos de ellos y proceder a desnudarla frente a los demás.

Ella se calló, pensando en como reaccionaría yo, en mis gustos personales y en lo acertados que estaban mis compañeros con la sorpresa que me iban a dar, así como en la cantidad de hombres que seguramente pretendían poseerla. Se limitó a permanecer inmóvil dejando la iniciativa a los organizadores de la fiesta. Pronto se vio asediada por manos hambrientas que la empujaron sobre el colchón y la tumbaron boca arriba, haciéndole abrir las piernas de par en par para saciarse con la visión de su apetecible coño abierto y anhelante ya que la situación le gustaba.

Lo que sucedió luego ya se lo pueden imaginar. Uno de ellos se tumbo al lado de ella y subiéndola a horcajadas sobre él la penetró mientras que ávidas manos le separaban las nalgas, facilitando el enculamiento de otro de ellos. Los demás se disputaban su boca, colocándole las pollas entre sus labios, mientras esperaban su turno, sobándole las tetas y el cuerpo.

Cuando llegué al taller, me extrañé de verlo cerrado y uno de ellos que ya se la había follado, me esperaba y me dijo que pasara al almacén, cosa que hice dándome de bruces con el espectáculo de ver en el centro de la habitación el colchón con mi mujer emparedada y todos los demás desnudos situados cerca de ella, frente a la entrada de la estancia, esperando mi reacción. Mi perplejidad era grande y mi asombro también de verla en plena faena de follarse a todos y saludándome con un pequeño movimiento de la mano, que no podía levantar mucho porque estaba a cuatro patas.

Los amigos de la anterior aventura me contaron que me habían preparado esta sorpresa seguro de que me gustaría y también a los demás compañeros, que se estaban compartiendo equitativamente a Manuela. Y en verdad que me gustó la idea, estaba empalmado de gusto y les dije que siempre que tuviesen ideas parecidas podrían disponer de mi mujer. Acto seguido, me uní a la fiesta.

Me pidieron que tuviese la gentileza de sujetarle las nalgas abiertas para de esa forma recrearse con la visión de su esfínter enrojecido mientras le penetraban la almeja por detrás. Accedí a ello, separándoles los mofletes a Manuela, e incluso abriéndole el ojete lo más que pude. Esta visión les enardeció y se apresuraron a introducirles por ahí varios cipotes por turnos. Manuela jadeaba, la boca llena de carne hinchada, destilando jugos que ella chupaba y relamía como si fuese una golosina.

Tengo que decir que a mi mujer le encanta chupar pollas y que le eyaculen en la boca. Eso le excita ya que dice que "la leche de un hombre" tiene un gusto peculiar, mitad salobre, mitad dulzona, que le encanta sentir el semen en su boca, saliendo caliente de su fuente. Se ve que también le gustaba los jugos de estos hombres, ya que tenía la boca llena de esperma.

Pasamos varias horas saciándonos de su cuerpo. Manuela me tenía asombrado con su capacidad de aguante y de goce. Al final, la hicieron levantar sobre el colchón y abrirse de piernas, mientras que el que había filmado toda la orgía para mi posterior visualización, se tumbo entre sus piernas y tomó un primer plano de su coño tumefacto goteando leche de todos nosotros, recreándose en él. Luego se enderezó y situándose detrás de ella, la obligo a inclinarse hacia adelante y le retrató el ojete, también enrojecido y pegajoso, ya que éramos muchos los que la habíamos sodomizado.

Luego me entregó la cámara y entre todos la llevaron a las duchas donde se entregaron a la tarea de bañarla con mucho mimo, limpiándole cuidadosamente todas sus partes doloridas. A continuación la ayudaron a vestirse, dejando allí las bragas y el sujetador, y la llevaron al coche donde se despidieron cariñosamente de nosotros, llevándomela a casa a descansar.